Epílogo. Despojos en la playa

Somos deshechos abandonados por la marea. Sólo eso.

Vivimos encerrados; una multitud de voces que no tienen forma de hacerse oír. Una algarabía enloquecedora que carece de propósito.

Recuerdos.

Emociones.

La sombra de una sensación.

No existimos.

Y sin embargo…


Cuando contemplo el mundo, ya no es a través de mis ojos.

Robo sensaciones que no me pertenecen, imágenes y sonidos que no son para mí. Que no son para ninguno de nosotros.

Anni es terca y comprendo, con cierta sorpresa, que yo no lo soy menos. A veces, nuestros recuerdos se mezclan, se barajan como naipes en una partida interminable.

¿Fue Wiggins o fue ella la que saltó voluntariamente al abismo?

¿Fue Anni o fui yo quien no sabía hacia dónde dirigir su odio?

¿Y quién soy yo, al fin y al cabo?


Ella parece complacida por el hecho de que Crowley se haya desvanecido sin dejar rastro.

Sí, notamos sus recuerdos, la información que dejó, pero no hay personalidad alguna tras ella. Fríos datos. Nombres, lugares, fechas, acontecimientos. Nada más.

Él no está.

Nosotros tampoco, le digo a Anni.

Pero seguimos aquí pese a todo, le contesto a Wiggins.

¿Y dónde es aquí?, preguntamos los dos.


Despojos abandonados por la marea. Nada más. Restos del naufragio.


Somos ilusiones.

Fantasmas de lo que fue. O lo que creyó ser.

Semillas atrapadas en otra mente, usando sus recovecos vacíos para robar un último instante.

Vivimos en el traidor.

Pero no vivimos, le digo, estamos muertos.

Es una cuestión de perspectiva, le respondo.


«Calma, pequeños fantasmas. No alborotéis tanto.»

No es una voz, pero suena alrededor nuestro, por todas partes.

Es el traidor.

Habitamos en él, en esta media existencia en ninguna parte.

«Tranquilos, no alborotéis. Hay espacio para todos.»

Condescendencia. Diversión. Quizá algo de nostalgia es lo que notamos en esa voz que no es una voz.

«Tomaos vuestro tiempo. No hay prisa.»

Se va, tan repentino como ha venido. Y nos miramos sin comprender lo que ha pasado.

Una parte de nosotros ruge de rabia.

El traidor, dice. Es el traidor.

A la otra, eso no podría importarle menos.

Nos permite vivir, si es que estamos vivos. Nos permite seguir como estamos, estemos como estemos.

¿Durante cuánto tiempo?, nos preguntamos.

Todo el tiempo del mundo, nos respondemos. Al menos para nosotros.


«Mejor, mucho mejor.»

Ha vuelto, si es que se ha ido alguna vez. Al fin y al cabo, ésta es su mente. Y nosotros no somos más que recuerdos ajenos que él ha robado y a los que permite la ilusión de una personalidad.

«Mucho mejor», repite.

Mejor… ¿que qué?

Pero noto a Anni, inquieta, deseosa de preguntar.

¿Dónde está Crowley?, se escapa a borbotones de la boca que ya no tiene. ¿Qué ha pasado con él?

«Está muerto, mi pequeño fantasma. Ha desaparecido.»

Comprendemos. Sus recuerdos están ahí, han sido asimilados, pero ha prescindido de todo lo demás.

¿Por qué nosotros no?, pregunto.

«Estáis muertos, pequeños fantasmas, os lo aseguro.»

Pero seguimos aquí. ¿Por qué?

«Porque así lo he decidido. Porque me divierte. Porque me es útil.»

No existimos para entretenerte, decimos. No somos tu bufón.

«No existís. No sois nada. Os permito la ilusión de una existencia porque, en el fondo, soy un sentimental. Eso es todo.»

Somos lo que somos y no vamos a cambiar, decimos.

«Claro. Si os quisiera distintos no estaríais aquí.»

Se va. Aunque no se va, porque está por todas partes, pero dejamos de notarlo. Estamos solos. O al menos nos sentimos solos, y es suficiente.


Restos destrozados contra las rocas. Despojos de la marea.


Vivimos en un universo prestado.

Suficiente, sin embargo.

Sólo ella y yo. Sólo yo y él.

Los dos, uno, pero distintos, separados. Dos partes de una misma cosa que a veces creen ser dos.

O muchos.

O sólo uno.

O ninguno.


Caemos y giramos.

Jugamos.

Exploramos.

Exploramos nuestro entorno. Y a nosotros mismos. Y recorremos al otro con los sentidos que ya no tenemos, pero creemos tener.

Hablamos sin palabras.

Rozamos sin dedos.

Despojos de la marea, restos del naufragio.

No es gran cosa, me digo.

Pensamos y sentimos, me respondo. Es bastante. Todo lo demás es negociable.

Notamos una risa condescendiente y lejana.

Загрузка...