18

… Como tendrás que responder de

tus acciones el temido día del juicio

final, cuando los secretos de todos los

corazones sean desvelados…

La solemnización del matrimonio


Ella lloraba en el suelo. Para Archery, que permanecía impotente a su lado, el verla sobrepasar todos los límites del convencionalismo hasta el punto de estar boca abajo en el suelo, sacudida por los sollozos, era la prueba de la envergadura de su desmoronamiento. Archery nunca había sentido una desesperación tan profunda. Con una ansiedad que rayaba en el pánico, se compadeció de aquella mujer que se deshacía en lágrimas, como si fuese la primera vez que llorase.

No pudo calcular cuánto tiempo podía durar su postración. En la habitación, que disponía de todo lo necesario para llevar lo que se conoce como una «vida cómoda», no había ningún reloj y él se había quitado el suyo para poder sujetar la venda del dedo a la muñeca. Cuando empezaba a creer que aquel llanto no iba a acabar nunca, ella se incorporó de pronto y luego se dejó ir como un animal apaleado.

– Señora Kershaw… -dijo él-. Señora Kershaw, perdóneme.

Ella se levantó despacio, respirando con dificultad. Su vestido de algodón estaba arrugado como un trapo viejo. Le dijo algo pero él no pudo entenderla y entonces descubrió lo que le sucedía: se había quedado sin voz.

– ¿Puedo traerle algo? ¿Un vaso de agua, un poco de brandy?

Ella movió negativamente la cabeza, como si ésta no formase parte de su cuerpo y fuese algo independiente de él que giraba sobre un pivote.

– No bebo -dijo con voz ronca.

En ese momento Archery tuvo la certeza de que nada podría atravesar aquella coraza de respetabilidad. Ella se desplomó en el sillón que había ocupado antes, dejando colgar fláccidamente los brazos a los lados. Cuando él regresó de la cocina con un vaso de agua, ella se había recuperado lo suficiente como para tomar un sorbo y secarse, con la finura de costumbre, las comisuras de los labios. Él no se atrevió a hablar.

– ¿Tendré que decírselo a ella? -Hablaba con voz grave, pero ya no ronca-. ¿Tendré que decírselo a mi Tessie?

Archery no se atrevió a confesarle que Charles se lo habría contado ya.

– Hoy día, eso no es nada -dijo, refutando las enseñanzas de dos milenios de su fe con una sola frase-. Esas cosas ya no tienen importancia. Ahora cuénteme todo lo que sabe.

Se arrodilló ante ella y rezó para que todas sus conjeturas se aproximasen lo más posible a la verdad y ella sólo se limitase a completar algunos detalles. ¡Ojalá tuviese éxito en esa última tarea y pudiese ahorrarle así la vergüenza de una confesión!

– Usted y John Grace vivían muy cerca en Forby. Se enamoraron, pero él murió…

Maquinalmente, ella tomó el manuscrito de sus manos y lo dejó sobre su regazo. Lo había cogido como si se tratase de un talismán o una reliquia y en voz queda dijo:

– Era tan inteligente. Yo no entendía las cosas que escribía, pero eran muy bellas. Su profesor quería que fuese a la universidad pero su madre no le dejó. Verá, su padre tenía una panadería y esperaba que él le ayudara con el negocio. -Que siga hablando, rezó Archery alejándose poco a poco para sentarse en el borde de su silla. Ella continuó-: Él seguía escribiendo sus poemas y sus obras de teatro y por las noches estudiaba para algún que otro examen. John se libró del ejército porque estaba enfermo, tenía anemia. -Sus dedos se crisparon sobre el manuscrito con más fuerza pero sus ojos estaban secos. Por un instante, Archery volvió a ver el anguloso y pálido rostro de la tarjeta de la tienda de recuerdos, pero sus rasgos se iban transformando poco a poco en los de Tess.

Contempló a Irene Kershaw embargado por una dolorosa compasión. A no ser que él interviniese, había llegado el punto en que ella tendría que abordar el tema que le supondría una mayor humillación.

– Iban a casarse -dijo él.

Acaso ella tuvo miedo de las palabras que él pudiese utilizar, porque se defendió gritando: -¡Nunca hicimos nada malo! Sólo una vez… Después… bueno, él no era como los demás muchachos. Estaba tan avergonzado como yo. -Desvió el rostro y para justificarse añadió con un hilo de voz-: Aparte de John, he tenido dos maridos, pero nunca me he sentido atraída por este tipo de cosas. -Echó la cabeza hacia atrás, ruborizada-. Estábamos comprometidos, íbamos a casarnos…

Archery vio que era el momento de seguir adelante con sus conjeturas:

– Usted supo que estaba embarazada después de que él muriera, ¿no es cierto? -Ella asintió con la cabeza, enmudecida por el azoramiento-. No tenía a dónde ir y tenía miedo, así que se casó con Painter. Veamos, John Grace murió en febrero de 1945 y Painter regresó de Birmania a finales de marzo. Así que usted debía conocerle de antes. -Era pura suposición-. ¿Quizá estuviese destinado en Forby antes de embarcarse para el Extremo Oriente? -Fue recompensado con una imperceptible inclinación de cabeza, y continuó a expensas de su inspirada imaginación para completar su crónica de los hechos, nutrida por el contenido de una carta de Kendal, el rostro de una fotografía y las magulladuras del brazo de una mujer. Apartó la mirada y cerró los puños para contener un suspiro. Incluso un simple suspiro podría delatarle. Al lado de las cristaleras se recortó contra los geranios bermejos la silueta de Kershaw, que permanecía en silencio, inmóvil y alerta. ¿Cuánto tiempo llevaría allí? ¿Qué habría escuchado? Consternado, Archery escrutó su expresión, en busca de signos de sufrimiento o de ira, y halló una dulzura que le devolvió el coraje.

Quizá él estaba traicionando a esta mujer, tal vez estuviese a punto de cometer algo imperdonable, pero ya era demasiado tarde para ese tipo de recriminaciones.

– Déjeme terminar -dijo, sin saber cómo conseguiría mantener el tono de su voz-. Usted se casó con Painter y le hizo creer que era el padre de Tess. Pero él sospechaba y por eso nunca quiso a la niña como un padre, ¿no es cierto? ¿Por qué no se lo contó al señor Kershaw?

Ella se inclinó. Era evidente que no había oído entrar al hombre que se introdujo con sigilo en la habitación.

– Él nunca me ha hecho preguntas sobre mi vida con Bert -dijo ella-, y yo estaba demasiado avergonzada de haber estado casada con un hombre como Painter. Usted no lo conoce pero mi marido es tan bueno que, aunque nunca me preguntó nada, yo me sentí en la obligación de darle algún tipo de explicación, ¿entiende? -De súbito se mostraba elocuente-. Pero imagínese qué podía decirle, qué podía darle… ¡Nada! La gente solía señalarme en la calle como si fuese un monstruo. Él tuvo que cargar con eso; él que no conocía la inmundicia. Me dijo que me llevaría lejos y que me proporcionaría una nueva vida en un lugar donde nadie me conociera, me dijo que yo no tenía la culpa, que era inocente. ¿De verdad cree usted que iba a desperdiciar la única oportunidad de mi vida, diciéndole que Tess era… era ilegítima?

Conmovido, Archery se levantó pesadamente. Con la fuerza de su mirada, había intentado obligar al hombre que estaba detrás de ella a volver sobre sus pasos, pero Kershaw permaneció en su sitio, inmóvil, como si no tuviera un cuerpo que respirase ni un corazón que latiese. Su esposa había estado tan absorta en su propio relato que no se había dado cuenta de nada de lo que pasaba a su alrededor, sin embargo en ese momento pareció sentir algo en el ambiente, la sorda pasión de otras dos personas, cuyo único propósito era ayudarla. Se dio la vuelta en el sillón y, con una extraña mueca de súplica, se levantó para enfrentarse a su marido.

Archery esperaba un grito, que no se produjo. Ella se tambaleó, pero cuando intentó decir algo sus palabras quedaron sofocadas por el fuerte abrazo de Kershaw. Sólo la oyó decir:

– ¡Oh, Tom! ¡Tom! -Pero él sintió que sus energías le abandonaban y se concentraban en un único y absurdo pensamiento. Era la primera vez que oía el nombre de pila de Kershaw.


Ella no volvió a bajar. Archery supuso que no la volvería a ver hasta que todos se reuniesen de nuevo entre las flores, las damas de honor y la tarta nupcial. Pálida y retraída, Tess estaba sentada al lado de Charles, con una mano en la de él y el manuscrito en su regazo.

– Me siento tan rara -dijo ella-. Es como si tuviese una nueva identidad. Como si tuviese tres padres, sin embargo al que menos conozco es al verdadero…

Sin pizca de tacto. Charles comentó:

– Bueno, ¿no prefieres tener un padre como éste, un hombre capaz de escribir cosas tan hermosas? -Pero Tess volvió sus ojos hacia aquel hombre al que Archery tendría que aprender a llamar Tom, y supo que ella ya había elegido.

Tendió el pesado fajo de papeles a Archery y le preguntó:

– ¿Qué podemos hacer con sus obras?

– Yo podría enseñárselas a un editor que conozco. Una vez escribí parte de un libro… -Sonrió-. Sobre gatos abisinios. Conozco a alguien que podría estar interesado. Al menos podré hacer algo para reparar el daño que he causado.

– ¿Usted? No tiene nada que reprocharse. -Kershaw se colocó entre él y los novios. «Excepto destrozar un matrimonio para arreglar otro», pensó Archery. Con el rostro fruncido por el esfuerzo de encontrar las palabras, Kershaw prosiguió-: Escuche, sólo ha hecho lo que yo debí hacer hace años: hablar con ella. De veras, no pude. Quise hacer bien las cosas. Ahora entiendo que uno puede ser excesivamente discreto, demasiado diplomático. Verá, yo sabía cosas, por ejemplo, que a ella nunca le había gustado Painter y que éste había insistido para que ella se casase con él. Nunca le pregunté el motivo que la hizo cambiar de parecer cuando Painter regresó de Birmania. ¡Que Dios me ayude, creía que no era asunto mío! Ella no quería que yo le contase lo de Painter a Tess y fue un infierno intentar que lo comprendiera una niña de doce años. -Sin miedo al sentimentalismo, cogió la mano libre de su hijastra y la sostuvo durante un momento-. Recuerdo que incluso me enfadaba con Rene porque parecía contradecir cualquier cosa que intentaba decir.

En voz queda, Tess recordó las palabras de su madre:

– «No importa lo que diga papá. Tu padre no fue un asesino.»

– Y tenía razón, pero yo estaba sordo. Ahora podrá decirme todo lo que ha callado durante estos años. Y también a ti, Tess, ¿por qué no subes a verla?

Como una niña, vaciló y luego una sonrisa indecisa se dibujó en sus temblorosos labios. Pero la obediencia -feliz y razonable obediencia- era una norma en esa casa. Archery lo había comprobado, pocos momentos antes.

– No sé qué decir, ni cómo empezar -dijo ella, levantándose lentamente-. Me da miedo hacerle daño.

– Empieza por lo de tu boda -dijo Kershaw con firmeza. Archery lo observó mientras se inclinaba para recoger una de las revistas que habían caído al suelo-. Enséñale esto y déjale soñar con verte vestida así.

Tess llevaba pantalones vaqueros y una camisa blanca, era como una Olivia o una Rosalinda que hubiera perdido su linaje y hallado una nueva feminidad. Cogió la revista de manos de Kershaw y contempló la portada, en la cual una pirámide de flores coronaba el rostro más fotografiado de Inglaterra.

– Esto no es para mí -dijo Tess, pero se llevó la revista consigo y Archery las contempló mientras salían juntas de la habitación, el amor de Charles en carne y hueso y su propio amor, en la fantasía de un papel. «No es para mí, no es para mí…»

– Tendremos que marcharnos pronto -le dijo a su hijo-. Es hora de explicarle todo esto a tu madre.

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