28

– ¡Inspector jefe Chen! -Yu no trató de disimular su asombro.

Había acudido a toda prisa a La Época Dorada sin sorprenderse demasiado por la urgencia con que Chen lo había citado, pero preguntándose por qué quería verlo precisamente allí, y más después de su misteriosa desaparición.

Al abrirse la puerta Yu presenció una escena que lo desconcertó. Allí estaba Chen en compañía de una mujer guapísima, ambos envueltos en sendos albornoces, como una pareja relajándose en un balneario de lujo.

– Ah, el subinspector Yu, mi compañero. -Chen se incorporó en el sofá para presentarlos-, Xia, la modelo más famosa de Shanghai, también copropietaria de esta magnífica casa de baños.

– Subinspector Yu, he oído hablar de usted. Bienvenido -dijo Xia, sonriendo-. Ya va siendo hora de que vuelva al trabajo. Llámeme si necesita alguna cosa más, inspector jefe Chen.

– Muchísimas gracias, Xia. Por cierto, ¿aún conserva esa llave? -preguntó Chen, como si se le acabara de ocurrir.

– ¿La llave? Sí, puede que aún la tenga. La buscaré.

Xia salió de la habitación con pasos gráciles, pisando la alfombra sin hacer ningún ruido, y cerró la puerta tras de sí.

Yu sabía que nada de lo que hiciera su excéntrico jefe debería sorprenderlo. Con todo, no pudo evitar hacer un comentario sarcástico.

– Está disfrutando mucho de sus vacaciones aquí, jefe.

– Se lo explicaré todo a su debido tiempo -respondió Chen-, pero déjeme hacer una llamada antes.

Chen llamó a alguien a quien conocía bien y dejó un breve mensaje: «Ven a La Época Dorada, la casa de baños».

A continuación, el inspector jefe se dio la vuelta y se dirigió a Yu.

– Ahora siéntese y cuénteme qué ha descubierto sobre Tian.

– Esta mañana he estado en la fábrica -explicó Yu, sentándose en el sofá en que Xia se había recostado antes. El cuerpo de la ex modelo había dejado una marca alargada sobre el asiento, aún ligeramente húmeda y caliente-. La mayoría de sus colegas se han jubilado o han muerto. He recopilado datos sueltos; algunos puede que ya los haya leído en las transcripciones de los interrogatorios.

– Puede ser, pero no he tenido tiempo de procesar la historia completa. Cuéntemela desde el principio, por favor.

Hacía mucho calor en la habitación. Yu se quitó la chaqueta acolchada y se secó el sudor de la frente. Chen le sirvió una taza de té oolong.

– Gracias, jefe -dijo Yu-. Tian empezó a trabajar allí a principios de los cincuenta, como un obrero más. Cuando estalló la Revolución Cultural, surgieron por todas partes organizaciones de masas como los Guardias Rojos y los Rebeldes Obreros. Tian se unió a un grupo de Rebeldes Obreros llamado Bandera Roja, cuyos miembros procedían de fábricas de toda la ciudad. En respuesta a la llamada de Mao para arrebatar el poder a los «seguidores del camino capitalista», Tian se convirtió en alguien importante de la noche a la mañana, y se dedicó a maltratar y a intimidar a los «enemigos de clase» en nombre de la dictadura del proletariado. Poco después, se alistó en la Escuadra para la Propaganda del Pensamiento de Mao Zedong que fue enviada al Instituto de Música de Shanghai. Dicen que allí se comportó de forma aún más pendenciera, sin mostrar el menor respeto por los profesores.

– ¿Hubo algo raro en sus actividades en la escuadra? -interrumpió Chen.

– Por lo general, cada Escuadra de Mao estaba compuesta por obreros procedentes de una misma fábrica, y después era enviada a una escuela. Pero, a petición propia, Tian se alistó en una escuadra integrada por obreros de una fábrica de acero en la que él no trabajaba. En cuanto a sus «actividades revolucionarias» allí, no he descubierto demasiados datos. Aquella fábrica de acero quebró hace dos o tres años. Ninguno de los empleados de la fábrica de Tian sabía nada, salvo que debió de comportarse como un matón. A finales de los setenta, cuando la Revolución Cultural fue declarada oficialmente un error bienintencionado de Mao, Tian abandonó las escuelas muy abatido y volvió a la fábrica.

»Entonces se formuló una política sobre "los que habían cometido un triple delito" durante la Revolución Cultural. Tian pertenecía a esta categoría, pero había muchos "Rebeldes" como él, y nadie hizo nada al respecto. Sin embargo, sorprendentemente, alguien envió cartas contra Tian a un cuadro del Gobierno municipal cuyo padre, un viejo catedrático que trabajaba en el Instituto de Música, había recibido brutales palizas durante aquellos años. En las cartas se afirmaba que Tian le rompió las costillas al anciano, por lo que se llevó a cabo una investigación. Algunos dijeron que Tian había dejado paralítico a un profesor de otra paliza, otros afirmaron que había robado monedas de oro, y también hubo quien mencionó que había obligado a una mujer a acostarse con él valiéndose del poder que le confería su cargo. No llegó a probarse nada, pero, a resultas de la investigación, Tian fue despedido y sentenciado a tres años de cárcel. Su mujer se divorció de él y se marchó con la hija de ambos…

Alguien llamó suavemente a la puerta. Chen abrió y entraron dos chicas en pijama y zapatillas.

– ¿Necesitan un servicio de masaje? -preguntó una de las chicas con voz dulce-. Todo corre por cuenta de la casa, la directora general Xia nos ha dado instrucciones muy precisas.

La otra chica trajo un termo y, tras cambiarles las tazas, les hizo más té con hojas nuevas y agua caliente.

– No, no nos hace falta, gracias. Dile a Xia que no se preocupe por nosotros. Si necesitamos alguna cosa, ya se lo haré saber. -Las chicas salieron de la habitación y Chen continuó hablando-. Bueno, pues ésa es su historia como miembro de una Escuadra de Mao. ¿Y qué hay de su mala suerte?

– A Tian le pasaron cosas extrañas, y a su familia también. Su ex mujer empezó a salir con otros hombres, lo que era previsible en una mujer divorciada de treinta y pocos años, pero pronto empezaron a circular fotografías en las que se la veía acostándose con su novio. Alguien las envió a la fábrica en la que trabajaba, y esas fotos «la clavaron al pilar de la humillación». A principios de los ochenta aún constituía un delito tener relaciones sexuales con alguien sin disponer de una licencia matrimonial, y la ex mujer de Tian se suicidó a causa de la humillación sufrida. La policía local investigó su muerte tras sospechar que el incidente había sido una mala pasada de sus amantes, pero la investigación no arrojó luz. La hija de ambos volvió con Tian.

– Parece extraño -observó Chen-. Una trabajadora corriente, divorciada, no demasiado joven y con una hija. Puede que los hombres con los que salía fueran también trabajadores normales y corrientes. ¿Quién podía haber tomado esas fotografías? ¿Un profesional? No creo que un obrero hubiera podido permitirse contratar a un fotógrafo para algo así.

– También pasaron cosas raras en el restaurante de Tian.

– Sí, ya leí la parte del restaurante -dijo Chen-. ¿Les preguntó a sus antiguos compañeros acerca de la mala suerte de Tian?

– Al igual que sus vecinos, sus compañeros lo vieron como un castigo merecido -explicó Yu-. Se mire por donde se mire, Tian ha tenido la peor suerte que uno pueda imaginar, parece una historia sacada de alguna leyenda popular.

– El castigo merecido es un tema frecuente en nuestras historias tradicionales. Un hombre que ha cometido malas acciones durante su vida, la presente o la pasada, es castigado por una fuerza sobrenatural que imparte justicia. Pero ¿quién se cree estas historias hoy en día?

– ¿Piensa que detrás de su mala suerte se esconde algo más? -preguntó Yu, levantando la vista de repente-. Un hombre paralítico, más muerto que vivo, ¿cómo podría estar involucrado en el caso?

– Ayer por la mañana, mientras estaba en el templo Jin'an releyendo su interrogatorio a Weng, el novio de Jazmín, se me ocurrió una idea. ¿Es posible que no se tratara de mala suerte, sino de una serie de desgracias provocadas por otro hombre? Una de las cosas que le han dicho en la fábrica de Tian podría confirmar mis sospechas.

– No es tan descabellado -admitió Yu, aunque le estaban impacientando las divagaciones de Chen, capaz de irse por las ramas como el Viejo Cazador antes de ir al grano-, pero todavía no veo cuál es la conexión con este caso.

– Acaba de decir que, como miembro de una Escuadra de Mao, Tian obligó a una mujer a tener relaciones sexuales con él.

– Sí, alguien lo mencionó, pero no se demostró.

– ¿Sabe el nombre de esa mujer?

– Nadie mencionó su nombre, pero puede que fuera una profesora del Instituto de Música.

– Está siguiendo una pista muy importante. Déjeme enseñarle algo -propuso Chen, sacando una fotografía-. Fíjese en la mujer.

– La mujer -repitió Yu-. Lleva un vestido mandarín.

– Fíjese en el estilo del vestido.

– ¡Sí, el estilo! -Yu examinó la fotografía de cerca-. El mismo estilo. Quiere decir que…

– La mujer de la fotografía era Mei, una violinista que daba clases en el instituto. Tian abusó de ella. Para ser exactos, la obligó a tener relaciones sexuales con él a cambio de ayudar a su hijo. La tarde en que Mei murió, vieron a Tian salir a escondidas de su habitación.

– ¿La mató él?

– No, Mei murió en un accidente, aunque en cierto modo él fue el responsable.

– Ningún empleado de la fábrica de acero me contó nada sobre esto.

– O no lo sabían, o no les pareció necesario contárselo. Han pasado más de veinte años y ahora Tian está paralítico, más muerto que vivo.

– ¿Nadie lo denunció? Me refiero a los familiares de Mei. Otros sí lo hicieron, como el hijo del viejo catedrático al que le había partido las costillas.

– Ahora fíjese en el niño de la foto -indicó Chen.

– ¿Sí?

– Es Jia Ming.

– ¿Jia Ming? ¿El abogado del caso del complejo residencial? Usted me dijo que…

– Sí, el mismo. El autor de todas las fatalidades que persiguieron tanto a Jazmín como a Tian.

– Veamos, si Jia es el niño de la foto, el hijo de Mei, entonces está claro que tiene un motivo -señaló Yu conmocionado, intentando comprender las implicaciones de la repentina revelación-. Sin embargo, siendo abogado, podría haberse vengado de otra forma.

– Por alguna razón, no lo hizo. Tal vez se deba a las circunstancias concretas en que murió Mei. Para él era insoportable revivir la pesadilla, o sea que adoptó un enfoque distinto. Creo que era Jia quien estaba detrás de las quejas, así como de las cartas enviadas al cuadro del Gobierno municipal.

– Y de las fotografías de la ex mujer de Tian, y quién sabe de qué más -añadió Yu, asintiendo con la cabeza-. Las piezas comienzan a encajar. El vestido mandarín, pasado de moda y hecho a medida. Y otra cosa: «Bandera Roja en la Revolución Cultural» era el nombre de la organización de Rebeldes Obreros a la que pertenecía Tian. El anuncio en el periódico lo puso alguien que se llamaba así. Y el lugar en que apareció el primer cuerpo también concuerda: frente al Instituto de Música. No obstante, podría haber matado a Jazmín hace mucho tiempo, ¿no le parece?

– Podría haberlo hecho, pero quizás un golpe rápido no fuera tan satisfactorio como una larga serie de golpes.

– Tal vez sea cierto, pero ¿por qué tuvo que matar a Jazmín ahora, de repente?

– Aún no tengo respuesta a esa pregunta. Sólo una suposición.

– ¿Y por qué mató a las otras chicas?

– Se me ocurren varias explicaciones posibles, pero, de momento, sólo tengo una teoría provisional, que ni siquiera está completa.

– Muy bien, ¿cuál es esa teoría?

– Al quedarse huérfano tras la muerte de su madre, Jia creció con un único objetivo en la vida: vengarse. Decidió saldar las cuentas pendientes a su manera.

– Tú mataste a mi madre -conjeturó Yu-, yo mato a tu hija.

– Además, no sólo se trata de la trágica muerte de su madre. Jia quedó demasiado traumatizado para poder llevar una vida normal.

– ¿Qué quiere decir?

– Me refiero a una vida normal como hombre, porque no puede tener relaciones sexuales con una mujer. Tian fue como una maldición para Jia y su madre, al igual que Jia lo ha sido para Tian y Jazmín. El intento de urdir una venganza similar al sufrimiento original puede ser catártico, pero la venganza también tiene sus consecuencias negativas.

– ¿Puede ser más claro, jefe?

– Es largo de contar. -Chen cogió el maletín, pero no lo abrió-. Basta con decir que la escena de Tian en la cama con su madre acobardó a Jia. Su vida fue un auténtico infierno, como puede imaginar. Quería que sus enemigos sufrieran tanto como había sufrido él. De acuerdo a su plan inicial, todos aquellos incidentes acabarían destruyendo a Jazmín, pero la posibilidad de que se casara y se mudara a Estados Unidos lo llevó a asesinarla. Jia tenía que completar su venganza. Por supuesto, esto no es más que una hipótesis. Muchos detalles de este caso no se pueden explicar de forma racional.

– Sea cual sea la hipótesis correcta, tenemos que hacer algo cuanto antes -afirmó Yu-. Si Jia es el asesino, podría matar de nuevo.

Volvieron a llamar a la puerta. Esta vez era Xia, quien entró con un cesto de bambú tapado.

– Usted y su compañero aún no han comido -explicó.

El cesto de bambú contenía varios platos exquisitos: gambas peladas fritas con hojas de té verde, calamar estofado con carne de cerdo, bolitas de anca de rana y un tipo de verdura que Yu no conocía. También había dos cuencos pequeños de sopa de fideos espesa.

– Es muy amable de su parte, Xia -dijo Chen.

– ¡Ah!, aquí hay algo para usted -respondió ella, poniéndole un sobrecito en la mano-. Una tarjeta VIP, para que venga de nuevo.

Yu se preguntó qué habría realmente en el sobre, tras fijarse en que Xia le apretaba la mano a Chen.

– Los fideos transparentes no están mal, pero son demasiado cortos. Hace falta una cuchara -comentó Yu después de que Xia hubiera salido de la habitación-. ¿Cómo es que la conoce?

– Bueno, lo que usted llama fideos transparentes en realidad son aletas de tiburón. Un cuenco pequeño como éste cuesta quinientos o seiscientos yuanes, pero no tiene por qué preocuparse del precio -explicó Chen, metiéndose una cucharada en la boca-. ¿Que cómo la he conocido? Xia es uno de los últimos eslabones de una larga cadena.

– ¿Qué quiere decir, jefe?

– Antes había sido novia de Jia. Se separaron debido a su impotencia.

– Entonces no es sólo una suposición o una hipótesis, sino un hecho -señaló Yu, depositando el cuenco sobre la mesa-. Encaja perfectamente. Desnudaba a las chicas sin tener relaciones sexuales con ellas. ¿A qué esperamos? Ya estamos a jueves a mediodía.

– El juicio por el caso del complejo residencial se celebra mañana -dijo Chen-. Ahora mismo, cualquier interrupción podría verse como un intento de sabotear el juicio.

– Espere un momento. ¿Mañana es la fecha del juicio por el caso del complejo residencial?

– Sí, la situación está llegando a un punto crítico. Es un caso que ha tenido mucha difusión. Si detenemos a Jia ahora, la gente hará interpretaciones políticas precipitadas, tengamos pruebas o no. Por otra parte, eso podría beneficiarnos. El juicio es muy importante para él. Jia también debe de estar deseando que se celebre en la fecha prevista.

– Sí, sería una coincidencia demasiado grande. La gente lo convertiría en un mártir si no conseguimos presentar pruebas convincentes -observó Yu-. Pero déjeme intentar retenerlo de una forma u otra, al menos durante veinticuatro horas, para que no pueda salir esta noche. Oficialmente, yo no sé nada sobre el caso del complejo residencial. Si cometo un error, tal vez no importe demasiado.

– No. Déjeme atraparlo esta noche. Cuento con algo mejor que una simple excusa: una estratagema que nunca he empleado antes, pero que merece la pena intentar. Si no funciona, entonces puede hacerlo a su manera. Después de todo, no estoy al frente de ninguno de los dos casos de manera oficial.

– ¿De qué está hablando, jefe? -Yu lo interrumpió bruscamente-. Sea lo que sea lo que piensa hacer, tiene que contar conmigo.

– Bueno, usted también tendrá algo que hacer. ¿Recuerda el truco de la multa de tráfico en el caso de la modelo nacional?

– Sí. ¿Quiere que registre su coche?

– Mientras lo entretengo esta noche, llévese su coche y regístrelo a fondo. Contará con la ayuda del Viejo Cazador. Ya me he puesto en contacto con él.

– ¿Y qué pasa si no encuentro nada en el coche?

– Si no me equivoco -dijo Chen, rasgando el sobrecito rojo que Xia le había dado- ésta es la llave de la puerta lateral de su despacho. ¡Ah! También hay un croquis del aparcamiento.

– ¡Le ha dado la llave!

Yu estaba asombrado. Tal vez Peiqin tuviera razón cuando se refería a los problemas de Chen con las mujeres, pero no cabía duda de que sabía cómo tratarlas.

– Si no encuentra nada en el coche, condúzcalo hasta el edificio en el que se encuentra el despacho de Jia. El guarda de seguridad reconocerá el coche y lo dejará entrar. Según el croquis, puede estacionar en el aparcamiento de la esquina y entrar por la puerta lateral. No lo verá nadie.

– No me verá nadie. Entiendo. Pero ¿usted qué va a hacer con Jia?

– Lo llevaré a un restaurante de la calle Hengshan. Aquí está la dirección. Mande a algunos policías de paisano para que esperen fuera, pero dígales que no hagan nada hasta que yo dé la orden.

– ¿Aceptará encontrarse con usted? Ya estamos a jueves a mediodía. Debe de tener un plan para esta noche, y también para el juicio de mañana.

– Vamos a averiguarlo. -Chen cogió su móvil y pulsó la tecla del altavoz para que Yu pudiera escuchar la conversación-. Hola, quería hablar con el señor Jia Ming.

– Soy yo.

Era la voz de alguien muy seguro de sí mismo.

– Soy el inspector jefe Chen Cao, del Departamento de Policía de Shanghai.

– Ah, inspector jefe Chen. ¿En qué puedo ayudarle? -preguntó Jia con un dejo de ironía en su voz-. Es sobre el caso del complejo residencial, supongo. Mañana se celebra el juicio, tendría que haberme llamado antes.

– No, ése es su caso, no el mío. Necesito su ayuda para algo que no tiene nada que ver con eso -explicó Chen-. Estoy escribiendo un relato que requiere amplios conocimientos legales y psicológicos y creo que usted es la persona indicada para ayudarme, así que me gustaría invitarlo a cenar esta noche.

Se hizo un breve silencio al otro lado del teléfono. La invitación debió de desconcertar a Jia. Yu estaba igualmente sorprendido: era una maniobra nada previsible.

– Me halaga que haya pensado en mí para su relato -respondió Jia-, pero, desgraciadamente, esta noche no me va bien. Debo prepararme para el caso de mañana. No creo que tenga tiempo para salir esta noche.

– Venga, señor Jia. El juicio no es más que una formalidad, como ambos sabemos. No tiene que preparar nada. En cuanto a mi relato, me gustaría saber si resulta convincente, o incluso si se puede publicar. Me han dado una fecha límite para entregarlo.

– ¿Y qué tal mañana por la noche? Invito yo. Parafraseando un verso de un poema de la dinastía Tang, «conocer al inspector jefe Chen vale toneladas de oro».

– Permítame que le diga algo, señor Jia. No me ha sido nada fácil organizar un encuentro para esta noche. Algunas personas son pacientes, pero otras no lo son tanto.

– Es posible que sucedan muchas cosas la noche anterior a un juicio como éste, ahora que los medios, tanto nacionales como extranjeros, lo siguen tan de cerca. Algunos estarán muy ocupados esta noche.

Habían empezado a lanzarse indirectas el uno al otro, observó Yu, en un contexto que sólo ellos entendían.

– Hablando de los medios, creo que mi relato despertará aún más atención que el juicio. Y también tengo algunas fotografías maravillosas para ilustrarlo. Una de ellas se publicó en la revistaFotografía de China, con el título «Madre, vayamos allí». Fue tomada en el año… Déjeme pensar. Bueno, a principios de los sesenta.

Hubo una nueva pausa a ambos lados de la línea telefónica. La mención de la fotografía había supuesto una sorpresa, como un comodín sacado de la manga. El hecho de que Jia no respondiera inmediatamente resultaba revelador.

– Fotografías maravillosas -repitió Chen deliberadamente, como un jugador de cartas.

– ¿Qué fotografías tiene? ¿Sólo la de la revista o alguna más?

Podía ser la primera señal de que Jia comenzaba a flaquear. Cualesquiera que fueran las fotografías que tenía Chen, Jia debería haber cuestionado su importancia. Yu sacó un cigarrillo y le dio unos golpecitos contra la mesa de centro, como un espectador que contempla absorto una partida de póquer.

– Los fotógrafos profesionales suelen sacar varios carretes antes de elegir una fotografía en particular para su publicación. -Chen evitó responder directamente-. Durante la cena se las enseñaré. No tardaremos mucho, y seguro que aún le quedará tiempo para preparar la defensa de su caso mañana.

– Entonces, ¿está seguro de que no afectará al juicio?

– Sí, le doy mi palabra.

– Está bien, ¿dónde quiere quedar?

– Todavía estoy buscando un restaurante tranquilo, para que podamos hablar sin que nadie nos moleste. Mi secretaria está haciendo algunas llamadas. Quedemos en el hotel Hengshan hacia las cinco. Tengo una reunión allí esta tarde. Hay bastantes restaurantes en esa zona.

– Lo veré en el hotel.

Al colgar el teléfono, Chen se dirigió a Yu sin ocultar la exaltación en su voz.

– Sabía que no podría resistirse a ver esas fotos.

Yu no sabía nada, salvo que Chen sabía mucho más que él.

– ¿Por qué quiere quedar primero en el hotel en lugar de ir directamente al restaurante?

– Si le dijera el nombre del restaurante posiblemente no vendría. De esta forma lo pillará por sorpresa.

Fuera lo que fuese lo que tenía pensado, Chen empezó a marcar de nuevo y volvió a pulsar la tecla del altavoz.

– Tengo que pedirte un favor, Chino de Ultramar.

– Lo que quieras, colega.

– ¿Conoces al propietario del restaurante Antigua Mansión, en la calle Hengshan?

– Sí, Fang el Barbudo. Lo conozco.

– Necesito un reservado para esta noche. Asegúrate de que dé al jardín trasero. Tengo que encontrarme con alguien allí. Es muy importante. Una cuestión de vida o muerte. -Luego añadió-: Probablemente será una conversación larga. Yo lo pagaré todo, las horas extra y cualquier servicio complementario.

– No te preocupes. Si es necesario, el restaurante estará abierto toda la noche. Yo me encargo.

– Muchísimas gracias. Sé que puedo contar contigo, Chino de Ultramar.

– Después de todo, es cuestión de vida o muerte, como has dicho.

– Además, comogourmet y como chef, piensa en algunos platos crueles, que supongan un tormento lento del animal que vayamos a comer.

– ¡Vaya! Esto se pone cada vez más emocionante. Has dado con el hombre adecuado, jefe. Pensaré en un banquete lleno de platos así. Realmente crueles y distintos. Yo también iré hacia allí.

– Entonces nos vemos en el restaurante.

– ¿Platos crueles? -preguntó Yu cuando Chen se volvió hacia él, secándose la frente con una toalla.

– Hace poco me puse muy nervioso cuando estuvieron a punto de servirme un plato cruel en un banquete. Esta noche es preciso que Jia también pierda la calma.

– ¿Se puso enfermo, jefe? -preguntó Yu, confundido de nuevo.

– Estoy bien, no se preocupe por mí -respondió Chen. Luego añadió, como si se le acabara de ocurrir-: Peiqin habló con una acompañante para comidas.

– Sí, incluí una cásete con la conversación en uno de los paquetes que le envié.

– Lo escuché. Peiqin fue muy astuta al conseguir que la acompañante para comidas le contara una historia. Eso me dio la idea de contarle yo también una historia a Jia.

Yu le echó una mirada al reloj de pared y decidió no hacer más preguntas. El inspector jefe podía ser muy irritante cuando se ponía en plan misterioso: aún no había dicho ni una sola palabra sobre su desaparición. Pero Yu tenía que ir a toda prisa al despacho de Jia y esperar fuera. A partir de ahora no podía permitirse perderlo de vista, ni siquiera durante un minuto.

Mientras cogía la chaqueta y se disponía a salir, Yu se llevó otra sorpresa. Volvieron a llamar a la puerta, y esta vez entró Nube Blanca.

– ¿En qué puedo ayudarte, jefe? -le preguntó a Chen mientras dirigía una gran sonrisa a Yu.

– ¿Aún tienes el vestido mandarín rojo? -inquirió Chen-. El que escogimos en el Mercado del Dios de la Ciudad Antigua.

– Por supuesto. Tú me lo compraste.

– Ve al restaurante Antigua Mansión esta noche y llévate el vestido. ¿Sabes dónde está?

– Sí, en la calle Hengshan.

– Bien. ¿Puedes quedarte durante toda la cena? ¿O quizá durante toda la noche?

– Claro, me quedaré si tú me lo pides. Seré tu pequeña secretaria, o lo que prefieras.

Nube Blanca accedió sin hacer preguntas, como una «pequeña secretaria».

– No, será un papel totalmente distinto. Te lo explicaré allí.

– ¿A qué hora tengo que ir?

– Hacia las cinco. ¡Ah! Antes tendrás que pasar por tu casa para recoger el vestido. Lo siento, lo del vestido se me acaba de ocurrir. El Chino de Ultramar Lu también estará allí.

– Estupendo. Así que eres como un general de los de antes, planificando un combate decisivo en una casa de baños -observó Nube Blanca, también como una «pequeña secretaria», antes de irse.

¿Qué remedios a base de hierbas escondía la calabaza medicinal de Chen?

– Antes iré a un estudio de fotografía -añadió Chen-. Esta será nuestra gran noche.

– Seguro que todo se le ha ocurrido durante estos últimos días, jefe -sugirió Yu, arrepentido por haber pensado que Chen lo había decepcionado-. Ha estado trabajando mucho mientras se mantenía oculto.

– Bueno, lo pensé casi todo ayer por la noche. No dormí nada, estuve paseando por la calle Hengshan como una mofeta sin hogar.

Puede que Yu nunca llegara a entender a su jefe, pero tenía algo claro: pese a todas sus excentricidades, Chen era un policía concienzudo.

Merecía la pena ser el compañero del inspector jefe Chen, pensó Yu mientras se dirigía hacia la salida.

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