Capítulo 16

– Así que éste es tu amigo, ¿eh? -preguntó Lexie.

Ella señaló discretamente al teléfono móvil. A pesar de que Lexie había vivido en Boone Creek casi toda su vida, jamás había tenido el privilegio de visitar la celda del condado, hasta hoy.

Jeremy asintió.

– Normalmente no es así -le susurró él al oído.

A primera hora de la mañana, habían recogido sus cosas y habían abandonado la cabaña con tristeza, al tener que marcharse. Pero cuando subieron al transbordador en Swan Quarter, el teléfono de Jeremy mostró suficiente cobertura como para poder escuchar los mensajes recibidos. Nate había dejado cuatro sobre la reunión de la semana siguiente; Alvin, por otro lado, había dejado uno en el que, con un tono histérico, le notificaba que lo habían arrestado.

Lexie llevó a Jeremy hasta su coche, y él la siguió hasta Boone Creek, preocupado por Alvin, pero también preocupado por Lexie. El desconcertante humor de ella, que había empezado cuando todavía era de noche, había continuado igual durante las siguientes horas. A pesar de que ella no lo había rechazado cuando él la rodeó con sus brazos en el transbordador, se había mostrado callada y distante, con la vista perdida en las aguas del Pamlico Sound. Cuando sonreía, lo hacía sólo levemente, y cuando Jeremy le dio la mano, ella la dejó suelta, como muerta. Tampoco había hablado sobre lo que le había contado previamente; en lugar de eso se dedicó a referirle los numerosos casos de barcos hundidos cerca de la costa, y si bien él había intentado desviar la conversación hacia temas más serios, Lexie había reaccionado cambiando de tema o no contestando.

Mientras tanto, Alvin languidecía en la prisión del condado, con un aspecto -al menos eso fue lo que creyó Lexie- como si fuera un verdadero maleante. Vestido con una camiseta negra de Metallica, pantalones y chaqueta de piel, y una pulsera con remaches plateados, Alvin los miraba desde el interior de la celda con los ojos desencajados y la cara sudorosa.

– Pero ¿qué diablos pasa en este maldito pueblo? ¡Nada normal, por lo que he podido ver! ¡De eso no me cabe la menor duda! ¡Maldita sea! -Vociferaba como un poseso. No había dejado de gritar desde que Jeremy y Lexie habían llegado, y tenía los nudillos blancos de estrujar las barras de la celda con tanta rabia-. ¿Se puede saber a qué esperas para sacarme de aquí?

Detrás de ellos, Rodney los observaba con cara de pocos amigos, con los brazos cruzados, ignorando a Alvin tal y como había hecho durante las últimas ocho horas. El sospechoso era un quejica de cuidado, y además, Rodney estaba más interesado en Jeremy y Lexie. Según Jed, Jeremy no había regresado a su habitación la noche pasada, y Lexie tampoco había ido a su casa. Podía tratarse de una coincidencia, pero lo dudaba, lo cual significaba que probablemente habían pasado la noche juntos. Y eso no le hacía ni pizca de gracia.

– No te preocupes. Buscaremos una solución -dijo Jeremy para intentar calmarlo, sin ganas de darle al ayudante del sheriff ningún motivo que pudiera interpretar como una provocación. La expresión de la cara de Rodney había sido suficiente explícita cuando él y Lexie habían aparecido-. Cuéntame qué ha pasado.

– ¿Que qué ha pasado? -repitió Alvin, alzando la voz. Parecía que los ojos se le iban a salir de sus órbitas-. ¿Quieres saber lo que ha pasado? ¡Ya te contaré yo lo que ha pasado! En este pueblo a todos les falta un tornillo, ¡eso es lo que ha pasado! Primero, me pierdo intentando encontrar este maldito lugar. O sea, que iba conduciendo por la carretera, pasé por delante de dos gasolineras y continué conduciendo, ¿vale? Hasta que me di cuenta de que no veía el pueblo por ningún lado. Y al cabo de un rato, me encontré perdido en medio de una ciénaga durante horas. No encontré el pueblo hasta más o menos las nueve de la noche. Y claro, seguramente pensarás que alguien sería tan amable como para indicarme cómo llegar hasta Greenleaf, ¿verdad? Es decir, no podía estar muy lejos. Es un pueblo pequeño, y Greenleaf es el único lugar donde uno puede alojarse, ¿no? Pues aunque parezca mentira, ¡me volví a perder! Y eso tras pasar más de media hora con el encargado de una de las gasolineras, que no paraba de hablar.

– Tully -aclaró Jeremy, asintiendo con la cabeza.

– ¿Qué?

– Es el tipo al que te refieres.

– Bueno, lo que sea… Así que finalmente llegué a Greenleaf, ¿vale? Y entonces apareció un gigante melenudo con pinta de malas pulgas; lo primero que hizo fue fulminarme con la mirada, después me entregó tu nota de mala gana y me llevó hasta una habitación llena de bichos muertos disecados.

– Todas las habitaciones están decoradas igual.

– Y para acabar de colmar el vaso, ¡tú habías desaparecido!

– Lo siento.

– No me interrumpas; déjame acabar -masculló Alvin, nervioso-. Así que leí tu nota e hice lo que me pedías sobre eso de ir al cementerio, ¿vale? Llegué justo a tiempo para ver las luces. Oye, es increíble, realmente una experiencia que pone los pelos de punta. Era lo mejor que me había pasado en las últimas horas, por lo que me animé y después me fui a un bar llamado Lookilu para tomar una copa, que era el único local que parecía abierto a esas horas en el pueblo. Sólo había dos personas, y me puse a charlar con una chica que se llama Rachel. Y lo estábamos pasando la mar de bien, hasta que este tipo entró en el local cabreado, como si acabara de tragarse un puercoespín.

En ese momento señaló a Rodney, y éste sonrió sin enseñar los dientes.

– Al cabo de un rato salí y me metí en el coche, y entonces me encontré con que este tipo estaba golpeando la ventana con una linterna y me hacía señas para que bajara del coche. Le pregunté por qué, y él me volvió a ordenar que saliera del coche. Me preguntó cuántas copas había bebido y me dijo que no debería conducir en ese estado. Le contesté que estaba bien, que simplemente había ido al pueblo para realizar una filmación contigo, y lo único que sé es que a continuación me trajo hasta aquí y me encerró, y he pasado toda la noche en esta maldita celda. ¡Eso es lo que ha pasado! Y ahora, ¿quieres hacer el favor de sacarme de aquí de una puñetera vez?

Lexie miró por encima del hombro.

– ¿Es eso lo que ha pasado, Rodney?

Rodney carraspeó antes de contestar.

– Más o menos. Pero ha olvidado contar la parte en que me llamó payaso e idiota, y amenazó con denunciarme por acoso si no lo dejaba marchar de inmediato. Parecía tan fuera de sí que pensé que o bien estaba drogado o bien sufría alguna clase de trastorno violento, así que lo traje aquí para su propia seguridad. Ah, y también me llamó patán hortera.

– ¡Me estaba acosando! ¡Y yo no había hecho nada!

– Habías ingerido alcohol y te disponías a conducir -rectificó Rodney.

– ¡Dos cervezas! ¡Por el amor de Dios! ¡Sólo había tomado dos cervezas! -Alvin estaba a punto de estallar de ira-. ¡Pregúnteselo al camarero! ¡Él se lo confirmará!

– Ya lo hice, y me dijo que tomaste siete bebidas con alcohol -corrigió Rodney.

– ¡Menudo mentiroso! -gritó Alvin, con los ojos centelleantes clavados en Jeremy Detrás de las barras de la celda, su cara palideció de pánico entre sus manos-. ¡Sólo tomé dos cervezas! ¡Te lo juro, Jeremy! Jamás se me ocurriría conducir si hubiera bebido más. ¡Lo juro sobre la Biblia de mi madre!

Jeremy y Lexie miraron a Rodney fijamente, y éste se encogió de hombros.

– Yo sólo cumplí con mi deber.

– ¡Su deber! ¡Su deber! ¡Anda ya!-gritó Alvin-. ¡Arrestar a gente inocente! ¡Esto es América, y aquí todos podemos hacer lo que nos dé la gana! ¡Esto no quedará así! ¡ Cuando salga de aquí, no pararé hasta empapelar a este tarado mental!

Estaba claro que los dos se habían pasado la noche con esa clase de lucha verbal sin cuartel.

– Deja que hable con Rodney -susurró Lexie finalmente.

Cuando abandonó la sala con el ayudante del sheriff, Alvin se quedó en silencio.

– Te sacaremos de aquí -le aseguró Jeremy.

– ¡Pues a ver si no tardas mucho! -Alvin volvió a la carga.

– Lo intentaremos, pero tú no estás cooperando para ayudarnos.

– ¡Ese chalado me está acosando!

– Lo sé. Pero Lexie lo arreglará todo. No te preocupes.


Al otro lado de la puerta, en el corredor, Lexie miró a Rodney con porte serio.

– ¿Se puede saber qué estás haciendo? -le preguntó.

Rodney no se atrevía a mirarla a los ojos. En lugar de eso, continuó con la vista clavada en el suelo.

– ¿Dónde estuviste ayer por la noche? -inquirió él.

Lexie cruzó los brazos.

– En la cabaña de la playa.

– ¿Con él?

Lexie dudó, intentando encontrar la mejor forma de contestar.

– No fui allí con él, si a eso te refieres.

Rodney asintió; sabía que ella le había contestado con una evasiva, pero de repente se dio cuenta de que no quería saber nada más.

– ¿Por qué lo has arrestado? Vamos, dímelo, con franqueza.

– No quería hacerlo, pero ese tipo me obligó.

– Rodney…

Él se dio la vuelta, sin levantar la vista del suelo.

– Estaba intentando ligar con Rachel, y ya sabes cómo se pone después de unas cuantas copas: en plan mujer fatal, sin una gota de sentido común. Sé que no es asunto mío, pero alguien tiene que velar por ella. -Hizo una pausa-. Cuando ese individuo hizo el gesto de marcharse, fui a hablar con él para confirmar si pensaba llevar a Rachel a su casa y también para averiguar qué clase de tipo era, y entonces empezó a insultarme. Y yo no estaba de muy buen humor, que digamos.

Lexie sabía el motivo, y cuando Rodney se quedó callado, ella tampoco dijo nada. Al cabo de un rato, Rodney sacudió la cabeza, como si intentara justificarse.

– En definitiva, ese sujeto había bebido y se disponía a conducir. Y eso es ilegal.

– ¿Estaba por encima del límite legal?

– No lo sé. Ni me preocupé por averiguarlo.

– ¡Rodney! -le reprochó ella en un susurro tajante.

– Me sacó de mis casillas, Lexie. Es un insolente y tiene una pinta muy rara. Estaba intentando ligar con Rachel y empezó a provocarme con insultos y, para rematar, dijo que trabajaba con… -Hizo una señal con la cabeza hacia Jeremy.

Lexie puso una mano sobre su hombro.

– Escúchame. ¿Lo harás? Sabes que te meterás en un buen lío si no sueltas a ese hombre ahora mismo. No puedes mantenerlo aquí encerrado sin cargos. Si Tom descubre lo que le has hecho a este cámara de televisión, con todo el trabajo que se ha tomado para asegurarse de que esta historia salga bien, no te permitirá vivir en paz. -Dejó que Rodney recapacitara sobre lo que le acababa de decir durante unos instantes, y luego prosiguió-: Y además, ambos sabemos que cuanto antes lo sueltes, antes se irán él y Jeremy del pueblo.

– ¿De verdad crees que se irá?

Ella miró a Rodney directamente a los ojos.

– Su vuelo sale mañana.

Por primera vez, Rodney no apartó la vista.

– ¿Te irás con él?

Lexie necesitó unos instantes para contestar a la misma pregunta que se había estado haciendo a sí misma durante toda la mañana.

– No -susurró-. Boone Creek es mi hogar. No pienso moverme de aquí.


Diez minutos más tarde, Alvin se dirigía al aparcamiento junto con Jeremy y Lexie. Rodney estaba de pie en la puerta de la prisión del condado, observándolos mientras se alejaban.

– No digas nada -advirtió Jeremy de nuevo, intentando agarrar a Alvin del brazo-. Sigue andando y no te des la vuelta.

– ¡Es un pobre desgraciado con una chapa y una pistola!

– No es verdad -replicó Lexie con voz firme-. Pienses lo que pienses, es un buen muchacho.

– ¡No tenía ningún motivo para arrestarme!

– Su trabajo es velar por la gente que vive en Boone Creek -dijo Lexie, intentando excusar a Rodney.

Llegaron al coche, y Jeremy le hizo una señal a Alvin para que se montara en el asiento trasero.

– Esto no quedará así -se quejó Alvin mientras entraba en el coche-. Pienso llamar al sheriff. No pararé hasta que lo echen de su puesto.

– Lo mejor que puedes hacer es olvidar lo que ha sucedido -intervino Lexie, observando directamente a Alvin a través de la puerta abierta.

– ¿Que lo olvide? ¿Estás loca? ¡Ese desgraciado no tenía razón, y tú lo sabes!

– Es cierto, pero puesto que no ha formulado cargos contra ti, será mejor que nos olvidemos del tema.

– ¿Y quién eres tú para decirme lo que debo hacer?

– Soy Lexie Darnell. Y no sólo soy una amiga de Jeremy, sino que además tengo que vivir aquí con Rodney, y puedo asegurarte que me siento mucho más segura con él vigilando el pueblo. Todo el mundo aquí se siente más seguro gracias a él. Tú, por otro lado, te marcharás mañana, y Rodney no volverá a molestarte nunca más. -Lexie sonrió-. Vamos, hombre; piensa en la maravillosa anécdota que podrás contar cuando regreses a Nueva York.

Alvin la miró con insolencia antes de desviar la vista hacia Jeremy.

– ¿Es ella? -le preguntó.

Jeremy asintió.

– Es guapa -comentó Alvin-. Quizás un poco quisquillosa, pero es guapa.

– Mejor aún, cocina como una verdadera italiana.

– ¿Tan bien como tu mamá?

– Diría que incluso mejor.

Alvin asintió y se quedó callado unos instantes.

– Supongo que crees que ella tiene razón sobre eso de olvidarme del altercado.

– Así es. Lexie conoce este lugar mucho mejor que tú o que yo, y de momento no me he equivocado siguiendo sus consejos.

– Entonces es espabilada, ¿eh?

– Muy espabilada -rectificó Jeremy.

Alvin arrugó la nariz con cara de niño travieso.

– No sé por qué, pero me parece que habéis pasado la noche juntos.

Jeremy no dijo nada.

– Debe de ser verdaderamente especial…

– ¡Eh, chicos! Por si no os habíais dado cuenta, estoy aquí. -Lexie decidió intervenir-. Puedo oír todo lo que estáis diciendo.

– Perdón -se disculpó Jeremy-. Es la vieja costumbre.

– ¿Nos vamos ya? -los apremió Lexie.

Jeremy miró a Alvin, quien parecía estar ponderando sus opciones.

– De acuerdo -aceptó finalmente, encogiéndose de hombros-. Y no sólo eso, sino que también me olvidaré de todo lo que ha sucedido; pero con una condición.

– ¿Cuál? -inquirió Jeremy

– Esos comentarios sobre comida italiana me han abierto el apetito, y no he probado bocado desde ayer. Invítame a comer, y no sólo me olvidaré de toda la cuestión, sino que además te contaré cómo salió la filmación de ayer por la noche.


Rodney los observó mientras se alejaban antes de volver a entrar en su despacho, cansado a causa de la falta de sueño. Sabía que no debería haber arrestado a ese tipo, pero aun así, no sentía remordimientos por lo que había hecho. Todo lo que deseaba era ejercer un poco de presión, y seguramente le empezarían a temblar las rodillas y acabaría soltándolo todo.

Se frotó la coronilla; no quería pensar más en esa cuestión. Tema zanjado. Sin embargo, lo que no podía zanjar era que Lexie y Jeremy hubieran pasado la noche juntos. Una cosa eran las sospechas, y otra bien distinta eran las pruebas, y no se le había escapado la forma en que ese par se había comportado esa mañana. De algún modo era distinto a como lo habían hecho la otra noche, en la fiesta, lo cual significaba que algo había cambiado entre ellos. No obstante, no había estado completamente seguro hasta que escuchó de los labios de Lexie la excusa para no contestar directamente a su pregunta. «No fui allí con él, si a eso te refieres.» No, él no se refería a eso; le había preguntado si había pasado la noche en la playa con Jeremy. Pero su vaga respuesta fue más que suficiente, y no se necesitaba ser un genio para suponer lo que había pasado.

La constatación de los hechos casi le rompió el corazón, y de nuevo deseó comprender mejor a Lexie. En el pasado había habido momentos en los que creyó que estaba a punto de descubrir qué era lo que verdaderamente le gustaba a ella, pero esto sencillamente demostraba todo lo contrario. ¿Por qué diablos ella permitía que volviera a repetirse la historia? ¿Por qué no había aprendido la lección con el primer forastero que apareció por el pueblo? ¿Acaso no recordaba lo mal que lo pasó después? ¿No se daba cuenta de que la única que volvería a salir herida de toda esa película era ella?

Lexie tenía que ser consciente de esos detalles, pero debía de haber decidido -al menos por una noche- que no le importaba correr el riesgo. No tenía sentido, y Rodney empezaba a cansarse de sufrir a causa de esa clase de cuestiones. Empezaba a cansarse de dejar que ella le hiciera daño. Sí, todavía la amaba, pero ya le había dado más que tiempo suficiente para aclarar sus propios sentimientos hacia él. Había llegado la hora de que Lexie tomara una decisión, para bien o para mal.


Alvin estaba ya totalmente recuperado de la rabieta cuando abrió la puerta del Herbs y vio a Jed sentado en una de las mesas. Este puso la misma cara de pocos amigos de siempre y se cruzó de brazos tan pronto como vio que Alvin, Jeremy y Lexie ocupaban una mesa próxima a las ventanas.

– Nuestro querido conserje no parece demasiado contento de vernos -susurró Alvin.

Jeremy lanzó una mirada furtiva a Jed. Los ojos del gigante melenudo lanzaban chispas.

– Qué extraño. Antes siempre se había mostrado muy afable. Debes de haber hecho algo que lo ha molestado.

– Yo no le he hecho nada. Sólo le pedí una habitación -masculló Alvin, con porte ofendido.

– Quizá no le gusta tu aspecto.

– ¿Qué hay de malo en mi aspecto?

Lexie miró a Jeremy con cara divertida.

– No sé. -dijo Jeremy alzando la voz-. A lo mejor no le gusta Metallica.

Alvin echó un vistazo a su camiseta y después sacudió la cabeza.

– ¡Anda ya!

Jeremy le guiñó un ojo a Lexie, y aunque ella le respondió con otra sonrisa, su expresión era distante, como si su mente estuviera en otro lugar.

– La filmación de ayer por la noche salió genial -comentó Alvin al tiempo que asía un menú-. Lo capté todo desde dos ángulos y luego revisé el vídeo. Es un material inédito. Las cadenas de televisión se pelearán por esas imágenes. Lo cual me recuerda que tengo que llamar a Nate. Como él no conseguía dar contigo, me estuvo llamando sin parar toda la tarde. No entiendo cómo lo aguantas.

Lexie lo miró perpleja, y Jeremy se inclinó hacia ella.

– Es mi agente -le explicó.

– ¿Y también va a venir?

– No. Está demasiado ocupado intentando planificar mi gran carrera laboral. Y además, no sabría desenvolverse fuera de la ciudad. Es de esa clase de personas que cree que el Ayuntamiento debería reconvertir los terrenos de Central Park en unos grandes almacenes o algo parecido.

Ella le lanzó una sonrisa fugaz.

– Bueno, ¿qué pasa entre vosotros dos? -inquirió Alvin-. A ver, ¿cómo os conocisteis?

Como Lexie no mostró ninguna inclinación por responder, Jeremy se acomodó en su silla y contestó vagamente:

– Es la bibliotecaria y me ha estado ayudando a encontrar datos para la historia de los fantasmas.

– Y también os habéis dedicado a conoceros mejor, ¿eh?

Jeremy miró a Lexie de soslayo y vio que ella desviaba la vista hacia la ventana.

– La verdad es que hay mucho material que revisar.

Alvin miró a su amigo y notó que algo iba mal. Parecía como si él y Lexie hubieran discutido y hubieran hecho las paces, pero todavía se estuvieran lamiendo las heridas; lo cual era mucho para haber sucedido en tan sólo una mañana.

– Vale, ya capto -murmuró, decidiendo abandonar el tema de momento. En lugar de eso, se dedicó a leer el menú mientras Rachel se acercaba a la mesa con paso tranquilo.

– Hola Lex, hola Jeremy. ¡ Ah! Hola Alvin.

Alvin levantó la cabeza.

– ¡Rachel!

– Me dijiste que te pasarías por aquí a la hora del desayuno -lo regañó ella cariñosamente-. Ya empezaba a pensar que eras un caradura.

– Lo siento -se excusó Alvin, y después de echar una mirada veloz a Jeremy y a Lexie, añadió-: Supongo que me quedé dormido.

Rachel sacó un bloc de notas del bolsillo del delantal y tomó el lápiz que tenía detrás de la oreja. Luego se pasó la punta de la lengua por los labios.

– Bueno, chicos, ¿qué os apetece tomar?

Jeremy pidió un bocadillo, Alvin se decantó por la sopa de langosta y también por un bocadillo. Lexie sacudió la cabeza.

– No tengo apetito. ¿Está Doris?

– Hoy no ha venido. Estaba cansada y ha decidido tomarse el día libre. Ayer por la noche se quedó trabajando hasta muy tarde, preparándolo todo para el fin de semana.

Lexie intentó leer su expresión.

– De veras, Lex -añadió Rachel con porte serio-, no tienes por qué preocuparte. Por su tono de voz por teléfono me ha parecido que estaba bien.

– De todos modos, quizá sea mejor que pase a verla -dijo Lexie. Luego miró a Jeremy como si buscara su aprobación antes de levantarse.

Rachel se apartó para dejarle pasar.

– ¿Quieres que vaya contigo? -se ofreció Jeremy.

– No, no hace falta. Tienes que trabajar, y yo también tengo cosas por hacer. ¿Te parece bien si nos vemos más tarde en la biblioteca? Querías echar un vistazo a esos diarios, ¿no es cierto?

– Sí, me gustaría -respondió él, perplejo ante la falta de emoción que mostraba Lexie. Jeremy habría preferido pasar toda la tarde con ella.

– ¿Qué tal si nos vemos a eso de las cuatro? -sugirió ella.

– Perfecto. Pero llámame para decirme cómo está Doris, ¿vale?

– Tal y como ha dicho Rachel, seguro que está bien. Y ya que voy a verla, le devolveré la libreta. La cogeré de tu bolsa, si no te importa.

– Adelante.

Lexie miró a Alvin.

– Me ha encantado conocerte, Alvin.

– Lo mismo digo.

Un momento más tarde, Lexie se había marchado y Rachel volvía a encerrarse en la cocina. Tan pronto como se quedaron solos, Alvin apoyó los brazos en la mesa con cara de confidente.

– Y ahora, cuéntamelo todo.

– ¿A qué te refieres?

– Ya sabes a qué me refiero. Primero te enamoras de ella. Luego pasáis la noche juntos. Pero al llegar a la prisión del condado, ambos os comportáis como si no os conocierais. Y ahora va ella y busca la primera excusa para esfumarse.

– Doris es su abuela -aclaró Jeremy-. Y Lexie está preocupada por ella. No está muy bien de salud.

– ¡Vamos, hombre! -soltó Alvin, claramente escéptico- Lo que digo es que tú la miras como si fueras un pobre perrito abandonado, y en cambio, ella actúa como si no lo fueras. ¿Os habéis peleado o qué?

– No. -Jeremy hizo una pausa y se dedicó a contemplar el restaurante. En la mesa de la esquina vio a los tres miembros del Consistorio y al voluntario más veterano de la biblioteca. Los cuatro lo saludaron con la cabeza-. Lo cierto es que no sé qué le ha pasado. Todo iba bien, y luego, de repente…

Como no continuó, Alvin se echó hacia atrás y apoyó la espalda en la silla.

– Ya, bueno, de todos modos, supongo que vuestra historia no iba a durar demasiado.

– Pero podría haber durado -insistió Jeremy.

– ¡Anda ya! ¿Cómo? ¿Estabas pensando en mudarte aquí o en que ella viniera a Nueva York?

Jeremy dobló y desdobló la servilleta sin contestar, intentando evitar que le recordaran lo que era más que obvio. En el silencio, Alvin esbozó una mueca divertida.

– Definitivamente, tengo que pasar más tiempo con esa chica. No he visto a ninguna mujer capaz de calar profundamente en tu corazón desde María.

Jeremy levantó la vista sin abrir la boca. Sabía que su amigo tenía razón.


Doris estaba tumbada boca arriba en la cama, con las gafas de leer puestas, cuando Lexie asomó la cabeza por su habitación.

– ¿Doris?

– ¡Lexie! -exclamó su abuela-. ¿Qué haces aquí? Pasa, pasa.

Doris dejó a un lado el libro que estaba leyendo. Todavía llevaba puesto el pijama, y a pesar de que su piel ofrecía un tono ligeramente grisáceo, su aspecto era bueno.

Lexie atravesó la habitación.

– Rachel me ha dicho que pensabas quedarte en casa todo el día, y sólo quería confirmar que estabas bien.

– Oh, me encuentro bien; sólo un poco cansada, eso es todo. Creí que estabas en la playa.

– Y lo estaba -asintió Lexie al tiempo que acercaba una silla al borde de la cama-. Pero he tenido que volver.

– ¿Ah, sí?

– Jeremy vino a verme.

Doris levantó las manos, como si se rindiera.

– A mí no me culpes, ¿eh? Yo no le dije dónde estabas. Y tampoco le pedí que fuera a buscarte.

– Lo sé. -Lexie apretó el brazo de Doris cariñosamente.

– Entonces, ¿cómo sabía dónde estabas?

Lexie apoyó ambas manos en su regazo.

– Le conté lo de la cabaña el otro día, y él sólo tuvo que atar cabos. Me quedé sorprendida cuando lo vi caminando por la playa.

Doris observó a Lexie fijamente antes de incorporarse un poco más hasta quedarse completamente sentada en la cama.

– Así pues, ¿pasasteis la noche juntos en la cabaña?

Lexie asintió.

– ¿Y?

Lexie no contestó de buenas a primeras, pero después de un momento, sus labios formaron una pequeña sonrisa.

– Le preparé tu famosa salsa de tomate.

– ¿Ah, sí?

– Se quedó impresionado. -Lexie se pasó la mano por el pelo-. Por cierto, te he traído tu libreta. La he dejado en el comedor.

Doris se quitó las gafas y empezó a limpiar los cristales con la punta de la sábana.

– Sin embargo, esto no explica por qué has vuelto.

– Jeremy necesitaba estar de vuelta a primera hora. Ha venido un amigo suyo de Nueva York, un cámara, para grabar las luces. Piensan filmar esta noche.

– ¿Qué tal es su amigo?

Lexie se quedó pensativa.

– Parece una mezcla entre un punki y uno de esos motoristas que se pasean por ahí con una Harley Davidson, pero aparte de eso, es simpático.

No agregó nada más, y Doris se inclinó hacia ella y le cogió la mano. Apretándola con ternura, estudió a su nieta.

– ¿Quieres hablar del motivo por el que estás aquí realmente?

– No -contestó Lexie, siguiendo las costuras de la colcha de Doris con el dedo-. Eso es algo que tengo que solucionar por mí misma.

Doris asintió. Lexie solía responder con bravura. Después de tantos años, sabía que a veces era mejor no decir nada.

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