Capítulo 8

JIM quería matarla.

Quería hacer añicos su frío control y dejarlo convertido en un montón de fragmentos irrecuperables. Quería arrojarla al suelo y utilizarla como ella lo había utilizado a él para conseguir un pedazo de terreno.

La odiaba por ser la clase de mujer que era, en vez de… Pero esa Beth ya no existía, se obligó a recordarlo con rabia. No permitiría que esa lagarta lo fastidiara más. ¿Por qué demonios no le había metido los papeles en la mano largándose de allí sin más?

Fue una estupidez prolongar el asunto.

Desviando la mirada del rostro de Beth, puso los documentos en el asiento del conductor, cerró el coche con llave y se fue a la orilla del riachuelo, empujado por la necesidad de caminar hasta que se calmaran los violentos sentimientos que ella le provocaba.

Todavía ardía de rabia por el modo en que lo había mirado cuando llegó a la granja, igual que a un semental al que se ignora después de haber prestado sus servicios.

¡Muy bien, tendría que esperar un rato antes de conseguir lo que quería!

No pensaba seguir haciendo el tonto.

Aunque ella le había hecho un favor. Había destrozado su sueño de Beth de una vez para siempre.

Ya no volvería a obsesionarle.

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