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Muchas palabras triviales y sin sentido fueron dichas adrede por el doctor Rose, a la vez que repetía otras, obteniendo la misma respuesta, u otra distinta.

Aquella noche, en la casita del médico, sobre la escollera, discutimos el resultado del experimento.

El hombre se aclaró la garganta y cogió su libro de notas.

—Estos resultados son muy interesantes... y muy curiosos. En respuesta a «sexto signo» hemos logrado: destrucción, púrpura, podenco y fuerza; luego destrucción y, finalmente, fuerza. Más tarde invertí el orden de las palabras, como ya advertía y obtuve las siguientes respuestas: a destrucción, podenco; a púrpura, fuerza; a podenco, destrucción y, otra vez, podenco para destrucción. Hasta aquí todo se corresponde, pero en la repetición de destrucción dice mar, que, indudablemente, no encaja. A «sexto signo»: azul, pensamientos, pájaro, otra vez azul, y la sugestiva frase: «Apertura de mente a mente.» «Cuarto signo» logró por respuesta amarillo y, más tarde, luz. A «primer signo» corresponde sangre. Esto me induce a pensar en que cada signo tiene un color propio, y quizás un símbolo particular. Para el quinto signo es pájaro, para el sexto, podenco. Sin embargo, supongo que el quinto signo representa lo que llamamos telepatía: «Apertura de mente a mente.» El sexto signo significa destrucción.

—¿Cuál es el significado de «mar»?

—Confieso que no sé explicarlo. Introduje la palabra más tarde, y conseguí por respuesta bote. Para el séptimo signo primero dijo vida, y luego amor. Para el octavo signo la respuesta fue nada. Eso demuestra que los signos son siete.

—¡Pero el séptimo no fue alcanzado! —exclamé con repentina inspiración—. ¡Después del sexto llega destrucción!

—¿Lo cree usted en serio? Me temo que le damos demasiada importancia a tan locos desvaríos. En realidad, sólo tienen un interés puramente médico.

—¿Supone que despertará la curiosidad de los psiquiatras?

Los ojos del doctor Rose se entrecerraron.

—Mi querido señor. No tengo la intención de hacerlo público.

—En ese caso, ¿cuál es su interés?

—Meramente personal. Claro es que tomo notas para mi archivo.

—Comprendo —exclamé por decir algo, cuando en realidad me hallaba más a oscuras que un ciego. Me puse en pie y añadí—: Bien, le deseo buenas noches, doctor. Regreso a la ciudad mañana.

—¿Se marcha?

En su pregunta había satisfacción, quizás alivio.

—Sí. Le deseo buena suerte en sus investigaciones. Espero que no me azuce el podenco de la muerte la próxima vez que nos veamos.

Tenía su mano en la mía mientras le hablaba, y sentí su sobresalto a través de la sacudida que dio. Pero su recuperación fue rápida. Sus labios, al sonreír, dejaron al descubierto largos y puntiagudos dientes.

—Sería una gran cosa para el hombre que ama el poder —comentó—. ¡Qué triunfo más grande disponer de la vida de todos los seres humanos!

Su sonrisa se hizo más amplia.

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