XVII

El puente estaba tranquilo, las seis estaciones de trabajo flotaban serenamente contra la noche holográfica. Eran las 05.00 hora de a bordo; el turno delta estaba en la hora final de su guardia.

En el puesto del director había un ib llamado Copa; había otros ibs en las estaciones de Navegación y Operaciones Internas. Ciencias Físicas estaba bajo el control de un delfín llamado Frentemellada, había un waldahud en ciencias biológicas, y una humana llamada Denna van Hausen estaba en Operaciones Externas.

Una rejilla de pantallas de fuerza radiaba desde el invisible techo, creando el vacío en huecos de un milímetro entre cada estación de trabajo, impidiendo la transmisión de ruido entre ellas. El ib de Operaciones Internas estaba en una conferencia holográfica con tres ibs flotantes en miniatura y tres cabezas waldahud sin cuerpo. La humana de Externas estaba leyendo una novela en una de sus pantallas.

De súbito, los campos silenciadores se desconectaron y empezó a sonar una alarma.

—Nave no identificada aproximándose —anunció PHANTOM.

—¡Allí! —dijo Van Hausen, señalando a la imagen de la estrella cercana—. Acaba de pasar por detrás de la fotosfera.

PHANTOM mostró la nave desconocida como un pequeño triángulo rojo; la nave en sí era demasiado pequeña para ser vista a esa distancia.

—¿Alguna posibilidad de que sea un watson? —preguntó Copa, con un toque Cockney en su acento británico.

—Ninguna —dijo Van Hausen—. Es al menos tan grande como una de nuestras sondas.

Se movieron luces por la red de Copa.

—Echémosle un vistazo —dijo.

El ib al timón hizo girar ligeramente la nave de modo que la roseta óptica quedara apuntando al intruso. Un marco cuadrado apareció alrededor de parte de la estrella, y en él se mostró una vista ampliada. La nave se acercaba, iluminada desde un lado por la estrella verde. El otro lado era una silueta negra, visible tan sólo porque eclipsaba las estrellas del fondo.

Copa se dirigió a Kreet, el waldahud de su derecha.

—Parece de diseño waldahud. La cápsula central con los motores, ¿no?

Los waldahudin creían que cada nave —o edificio, o vehículo— debía ser única; no producían diseños idénticos en masa. Kreet levantó sus cuatro hombros.

—Quizá —dijo.

—¿Hay señal de un transpondedor, Denna? —preguntó Copa.

—Si la hay —dijo la humana— se pierde en el ruido de la estrella.

—Intenta, por favor, contactar con la nave.

—Transmitiendo —dijo Denna—. Pero aún están a más de cincuenta millones de kilómetros; cualquier respuesta tardará lo menos seis minutos, y… ¡Dios!

Una segunda nave estaba apareciendo por detrás del borde de la estrella verde. Era de tamaño parecido a la primera, pero tenía un diseño diferente, más pesado. Aun así, la característica cápsula central de motores waldahud era visible.

—Mejor llamamos a Keith —dijo Copa.

Bailaron luces por la red del ib en OpIn.

—¡Director Lansing al puente!

—Intenta contactar también con la segunda nave —manifestó Copa.

—Ejecutando —dijo Van Hausen—. Y… Jesús, voy a intentar contactar también con la tercera.

Otra nave, mitad reflejando fuego esmeralda en su metal pulido, y mitad una nada negra, estaba emergiendo desde detrás de la estrella. Un instante más tarde apareció una cuarta, y luego una quinta.

—Es una jodida armada —dijo Van Hausen.

—Ellas waldahud naves claramente son —dijo Frentemellada desde su piscina abierta a la izquierda de la estación de físicas—. Patrones de emisión de toberas muy característicos.

—¿Pero qué quieren cinco… seis, ocho… ocho naves waldahud hacer aquí? —preguntó Copa—. Denna, ¿hacia dónde se dirigen?

—Están trazando trayectorias parabólicas alrededor de la estrella —dijo la humana—. Es difícil decir exactamente dónde planean terminar, pero la posición actual de Starplex queda a ocho grados del rumbo más probable.

—Ellos tras nosotros vienen —dijo Frentemellada—. Deberíamos…

Una puerta se abrió en el holograma. Keith Lansing entró en el puente, sin afeitar, con el pelo desaliñado.

—Lamento despertarle tan pronto —dijo Copa, apartándose del puesto del director—, pero tenemos compañía.

Keith asintió y esperó a que una polisilla emergiera de la trampilla frente a su consola. Ya estaba cambiando a configuración humana al emerger del suelo. Keith se sentó.

—¿Han intentado establecer contacto?

—Sí —dijo Denna—. Pero la respuesta más rápida posible será en cuarenta y ocho segundos.

—Son naves waldahud, ¿verdad? —dijo Keith mientras su puesto se alzaba a la altura que él prefería.

—Es muy probable —dijo Copa—, aunque, por supuesto, las naves waldahud se venden en toda la Commonwealth. Podrían estar tripuladas por otros.

Keith se frotó los ojos para despejarse.

—¿Cómo han podido llegar tantas naves sin que lo detectáramos?

—Deben haber emergido de una en una cuando el atajo quedó oculto por la estrella verde —dijo Copa.

—Cristo, por supuesto —dijo Keith. Consultó quién estaba operando qué estación—. Doble-Punto, haga venir a Jag.

El ib de Operaciones Internas golpeó su panel de control con las cuerdas, y dijo, un momento después:

—Jag tiene sus comunicaciones redirigidas a un buzón de voz. Es su período de sueño habitual.

—Anúlelo —dijo Keith—. Tráigalo aquí ahora mismo. Denna, ¿alguna respuesta a nuestros mensajes?

—Nada.

Keith echó un vistazo a los relojes digitales luminosos que flotaban en el campo estelar.

—Es casi el cambio de turno de todos modos —dijo—. Que venga todo el personal del turno alfa.

—Turno alfa, preséntense inmediatamente en el puente —dijo Doble-Punto—. Lianne Karendaughter, Thorald Magnor, Rombo, Jag y Clarissa Cervantes, al puente, por favor.

—Gracias —dijo Keith—. Denna, abre un canal para todas las naves que se aproximan.

—Abierto.

—Aquí G.K. Lansing, director de la nave de investigación de la Commonwealth Starplex. Expliquen su presencia aquí, por favor.

—Transmitiendo —dijo Denna—. Se han acercado considerablemente, deberíamos tener respuesta en menos de tres minutos.

Una puerta se abrió en la parte del holograma que mostraba la ampliación enmarcada de la nave que se aproximaba. Jag entró, con el pelaje sin cepillar.

—¿Qué pasa? —dijo.

—Quizá nada —dijo Keith—, pero ocho naves waldahud se están acercando a Starplex. ¿Sabe por qué?

Los cuatro hombros subieron y bajaron.

—No tengo ni idea.

—Rehúsan responder a los saludos, y…

—He dicho que no tengo ni idea —Jag dio la vuelta y se encaró al holograma donde había estado la puerta.

Todos sus ojos empezaron a moverse independientemente, cada uno siguiendo una nave diferente.

—¿Qué tipo de naves son? —preguntó Keith—. ¿Exploradoras?

—Son del tamaño adecuado para eso —dijo Jag.

—¿Cuántos tripulantes a bordo de cada una?

—Las naves no son mi especialidad —dijo Jag.

Keith miró al waldahud en ciencias biológicas.

—Usted… Kreet, ¿verdad? ¿Cuánta gente va a bordo de una nave como ésa?

—Quizá seis —dijo Kreet—. No más.

Dos de las puertas del puente se abrieron a la vez. Thorald Magnor entró por una, y Rissa Cervantes por la otra. El ib y el waldahud dejaron libres los puestos de navegación y de ciencias biológicas para dejarles sitio.

—Ocho naves se están acercando a Starplex —dijo Keith a Rissa y Thor.

Rissa asintió.

—PHANTOM nos informó en ruta. Pero no deberían haber venido más naves por el atajo hasta que dijéramos que podían —se quedó de pie junto a su consola, esperando a que la silla se autoconfigurara.

—Quizá estén aquí por accidente —dijo Thor, pulsando algunas teclas de su consola mientras su silla se alzaba desde debajo del puente—. Cuando se activa un nuevo atajo, los ángulos de aproximación válidos para un destino dado se estrechan. Podrían haber sido descuidados en sus cálculos. Quizá querían ir a otro lado.

—Un piloto puede cometer un error —dijo Keith—. ¿Pero ocho?

—Ya no hay retraso en las comunicaciones —dijo Denna—. Si quisieran responder al último mensaje, lo habrían hecho ya —Rombo había entrado hacía un momento, pero se conformó con quedarse cerca del puesto de OpEx sin hacer que Denna lo abandonara.

—Thor, si doy la orden de salir de aquí —dijo Keith—, ¿podemos escapar de esas naves?

Thor se encogió de hombros.

—Lo dudo. Están bloqueando el atajo, de modo que no podemos ir por ahí. ¿Y ve esos anillos alrededor de sus cápsulas de motores? Van asociados a los hipermotores waldahud clase Gatob. Por supuesto, nadie puede usar hiperpropulsión tan cerca de la estrella verde, pero si intentamos escapar, al final acabaríamos en un espacio lo bastante plano para usar hiperpropulsión, y entonces nos alcanzarían en un segundo.

Keith frunció el ceño.

—Las naves se están desplegando —dijo Thor—. Yo lo llamaría una formación de ataque.

—¿Ataque? —dijo Rombo, sus luces parpadeando con incredulidad.

—Llega un mensaje —dijo Denna.

Otra sección del holograma del cielo quedó bloqueada por un borde brillante. Dentro apareció una cara waldahud, enmarcada por pelaje marrón entreverado de cobre.

—Lansing al mando de Starplex —dijo la voz traducida—. Soy Gawst. Recuerde bien ese nombre: Gawst —Keith asintió; para un macho waldahud, el crédito lo era todo—. Hemos venido a escoltar a Starplex de vuelta por el atajo. Rendirá…

—¿Cuánto tardará una respuesta en llegarles?

—…su nave.

Denna consultó una lectura.

—Cuarenta y tres segundos.

—Coopere —continuó Gawst— y ni su nave ni su tripulación sufrirán daño.

—Thor, ¿podemos lanzarnos hacia el atajo aparentemente con una trayectoria, pero cambiar dirección en el último momento de manera que salgamos por un sitio que no esperarían?

El oficial de derrota negó con la cabeza.

—Esas naves exploradoras pequeñas podrían, pero el volumen de Starplex es de tres millones de metros cúbicos. No puedo hacer que baile claqué.

—¿Cuánto tardarán las naves en alcanzarnos?

—Se están moviendo a cero coma una c —dijo Thor—. Las tendremos encima en menos de veinte minutos.

—Lansing a Gawst: Starplex es propiedad de la Commonwealth. Petición denegada. Corto. Rombo, dime cuándo han recibido el mensaje. —Lianne Karendaughter entró al puente—. Quiero algunas opciones, amigos —dijo Keith.

—Opción número uno —dijo Lianne, ocupando su puesto—. Retirada. Cuanto más lejos estemos del atajo, menos probable es que nos amenacen para que lo atravesemos.

—Cierto. Thor, vamos a…

—Perdone la interrupción, Keith —dijo Rombo—. Su mensaje ha sido recibido.

—Bien. Thor, vámonos de aquí. Motores a toda potencia.

—Nos sacaré trazando un ángulo —dijo Thor—. No queremos ir al campo de materia oscura. Es una carrera de obstáculos, y las naves pequeñas se moverán por él mejor que nosotros.

—De acuerdo —dijo Keith—. Rombo, mire a ver si puede enviar un watson con los registros de la misión de hoy a Tau Ceti. Quiero avisar a la Premier Kenyatta.

—Ejecutando. Pero tardará más de una hora en alcanzar el atajo desde aquí, y… Discúlpeme: mensaje de Gawst.

—Lansing —dijo Gawst—. Starplex fue construida en los astilleros de Rehbollo y está registrada en Rehbollo, y por tanto es propiedad waldahud. Evitemos incidentes desagradables. En cuanto la nave haya sido devuelta a Rehbollo, liberaremos a todo el personal para su inmediata repatriación a sus sistemas natales.

—Respuesta —saltó Lansing—. La construcción de Starplex fue financiada por todos los mundos de la Commonwealth, y su registro es sólo una formalidad; todas las naves requieren estar registradas a un mundo. Su argumento queda rechazado. Si es necesario, esta nave se defenderá de cualquier intento de apropiación indebida. Corto.

—¿Defenderse? —dijo Thor, moviendo la cabeza—. Keith, esta nave no tiene armamento.

—Soy muy consciente de ello —dijo Keith, seco—. Lianne, dame un inventario completo de todo el equipo de a bordo que pueda ser usado como arma. Si cualquier cosa a bordo puede emitir un rayo de energía, o lanzar un objeto, o explotar, quiero saberlo.

—Estoy en ello —dijo Lianne, las manos bailando sobre la consola.

—Starplex no fue diseñada para vuelos acrobáticos —dijo Thor, hablando a un holograma de Keith sobre el borde de su consola—. Chapotearemos como un hipopótamo en celo, comparando con naves de caza.

—Entonces lucharemos en sus propios términos —dijo Keith—. Defenderemos Starplex con nuestras sondas —miró la lista que Lianne le proporcionaba por el monitor número tres: taladradoras láser geológicas, explosivos de minería, cañones de masa usados para lanzar sondas—. Lianne, coordínate con Rombo para conseguir cargar tanto de ese equipo como sea posible a bordo de nuestras cinco naves-sonda más rápidas. Lo quiero todo a bordo en quince minutos; no me importa qué tengas que desmantelar para conseguirlo.

Denna van Hausen se apartó por fin de la consola de OpEx y Rombo ocupó su sitio. Cuerdas manipuladoras se lanzaron hacia los controles, y la red sensora de Rombo se deslizó a mitad sobre el panel para interactuar mejor con el equipo.

—Incluso con armamento improvisado —dijo Thor—, nuestras sondas no van a superar en potencia de fuego a naves de guerra reales.

—No planeo superarles en potencia de fuego —dijo Keith—. Starplex puede ser de construcción waldahud, pero nuestras sondas no lo son.

—De acuerdo, puede que duden en disparar a naves Ibesas —dijo Thor—, pero…

—No es eso lo que estoy pensando —dijo Keith—. A diferencia de las naves que se acercan, nuestras sondas no fueron diseñadas por ingenieros waldahud.

—Ah… ¡Y tenemos delfines para pilotarlas! —exclamó Thor.

—Precisamente —dijo Keith—. PHANTOM, intercom con enlaces holo directos: Morrolargo, Aletafina, Espiráculo Mellado, Bizco, Lado Rayado, responded.

Cabezas de delfín aparecieron sobre la consola de Keith.

—Aquí.

—¿Qué pasando está?

—Aletafina, respondiendo.

—¿Sí, Keith?

—Hola.

—Estamos a punto de ser atacados por naves waldahud —dijo Keith—. Nuestras sondas son más maniobrables… si las pilotan delfines. Será peligroso, pero también lo será quedarse aquí y no hacer nada. ¿Estáis dispuestos a…?

—Nave es océano natal ahora… ¡Protegemos!

—Si necesario, ayudaré yo.

—Listo para asistencia.

—Okay.

—Yo… Sí, haré.

—Excelente —dijo Keith—. Id a los muelles de lanzamiento. Rombo os asignará naves.

Thor miró a su holograma de Keith.

—No hay duda de que nuestras naves son más ágiles, pero los delfines no tienen experiencia con armas. Deberían tener a bordo a alguien más para actuar de artillero.

La red de Rombo centelleó.

—Sentientes morirán si se usan armas.

—No podemos quedarnos quietos y no defendernos —declaró Thor.

—Rendir nuestra nave es mejor —dijo Rombo.

—No —dijo Keith—. Rehúso hacer eso.

—Pero matar…

—Nadie ha de morir —dijo Keith—. Podemos disparar a los motores, intentar inhabilitar las naves waldahud sin dañar sus hábitats. En cuanto a artilleros… aquí todos somos científicos y diplomáticos.

Pensó durante un segundo.

—PHANTOM, consulta los archivos del personal. ¿Quiénes serían los cinco mejores artilleros?

—Calculando. Hecho: Wong, Wai-Jeng. Smith-Tate, Helena. Leed Jelisko em-Layth. Cervantes, Clarissa. Dask Honibo em-Kalch.

—¿Rissa…? —musitó Keith.

—Si la idea es disparar láseres geológicos —dijo Thor—, ¿entonces por qué no usar a Copo de Nieve? Es la geóloga con más experiencia.

—Los ibs tenemos muy mala puntería —replicó Rombo—. Apuntar funciona mejor cuando se tiene un solo punto de vista.

—PHANTOM —dijo Keith—, encuentra reemplazos de otras especies para los dos waldahudin, establece intercom inmediata entre todos ellos y yo.

—Hecho. Intercom abierta.

—Aquí el Director Lansing. PHANTOM ha determinado que cada uno de ustedes tiene la mejor formación y habilidad para manejar sistemas de armamento improvisados a bordo de nuestras cinco sondas pilotadas por delfines. No puedo ordenárselo, pero necesitamos voluntarios. ¿Están dispuestos?

Una segunda hileras de cabezas holográficas apareció sobre las caras de los delfines.

—Dios mío, yo… Sí, lo haré.

—Apúnteme.

—No creo ser la persona adecuada, pero… Sí, vale.

—Voy para allá.

Rissa se había puesto al lado de su marido.

—Haré lo que pueda —dijo.

Keith la miró.

—Rissa…

—No te preocupes, cielo. Tengo que asegurarme de que vives todos esos miles de millones de años.

Keith le tocó el brazo.

—Rombo, asigna una nave a cada uno. PHANTOM, llévalos allí tan rápido como sea posible.

—Ejecutando.

—Buen trabajo, todo el mundo —dijo Keith, inclinándose hacia delante en su silla, con las yemas de los dedos juntas frente a su cara.

—¡Jesús! —gritó Thor. Una pequeña explosión floreció en la imagen—. Acaban de hacer volar nuestro watson.

—Jag, analice el arma usada —dijo Keith—. Al menos podremos averiguar cuál es su armamento.

Jag miró un monitor cuadrado.

—Láseres policiales waldahud estándar —dijo.

Pero luego se levantó de su puesto e hizo un gesto a Frentemellada, que había estado ocupando el puesto de oficial de físicas durante el turno delta. Jag pulsó algunas teclas.

—Transfiriendo ciencias físicas a estación delfín uno —dijo. Se volvió hacia Keith—. Quizá… quizá sería mejor si yo no participara más. Gawst no ha invocado el nombre de la Reina Trath, y por tanto asumo que él y sus asociados actúan sin aprobación real, en un intento de amasar considerable gloria. Aun así, son waldahudin. Quizá debería volver a mi apartamento.

—No tan deprisa, Jag —dijo Keith, poniéndose en pie. Miró a Lianne—. ¿Tiempo hasta el lanzamiento?

—Diez, puede que once minutos.

Keith se volvió hacia Jag.

—Me hizo usted mover a Starplex de modo que no pudiéramos ver las fuerzas waldahud agrupándose al otro lado de la estrella verde.

—Lo niego —dijo Jag, con ambos juegos de brazos cruzados a la espalda.

—¿Su lealtad no es para los waldahudin?

—Mi lealtad es para la Reina Trath, pero no hay pruebas de que ella autorizara el intento de apoderarse de esta nave.

—Lianne, ¿cuántos watsons recibió Jag en los últimos dos días?

—Comprobando. Tres. Dos eran de CHAT…

—Que está justo al lado del sistema waldahud… —dijo Keith.

—Y el tercero era una unidad comercial de una compañía de telecomunicaciones de Rehbollo.

—Contenía noticias personales —dijo Jag— relacionadas con un miembro enfermo de mi familia.

—Examina esos watsons, Lianne —dijo Keith—. Quiero comprobar los mensajes que llevaban.

—Una vez descargué los datos que quería —dijo Jag—, liberé los watsons para su reutilización… Borrando los datos primero, claro.

—Deberíamos poder recuperar algo —manifestó Keith—. ¿Lianne?

—Comprobando —dijo ella, y un momento después—. Vale, los watsons enviados a Jag están aún a bordo. Llevamos más de cien, y esos tres están aún en la cola para su reutilización —pulsó algunas teclas—. He conectado con todos ellos; están en blanco.

—¿Nada que recuperar?

—No. El área de datos ha sido borrada, y sustituida por patrones aleatorios. No queda nada.

—Uso siempre un borrado de nivel siete —dijo Jag.

—Eso es dos niveles más que los estándares militares de la Tierra —dijo Keith.

—Es más pulcro —dijo Jag—. Ha comentado usted a menudo mi predilección por la pulcritud.

—Eso son chorradas —dijo Keith—. No creo que fuera coincidencia que me pidiera mover la nave; los waldahudin no hubieran podido atacar en masa si hubiéramos estado allí para verlos salir del atajo uno a uno.

—Le digo que es una coincidencia —dijo Jag.

Keith se volvió a la estación de OpIn.

—Lianne, anula todas las autorizaciones de mando de Jag Kandaro em-Pelsh. Y finalice todas las tareas que tiene activas.

Las teclas emitieron sonidos al ser pulsadas.

—Ejecutando —dijo Lianne.

—No tiene usted autoridad para hacer esto —dijo Jag.

—Pues demándeme —dijo Keith. Miró al waldahud—. Yo fui uno de los que argumentaron en contra de basar cualquier parte de Starplex en estructuras militares humanas, pero si lo hubiéramos hecho, al menos ahora tendría un calabozo al que arrojarle —miró un juego de cámaras luminiscentes flotando sobre la galería de observadores tras las estaciones de trabajo.

—PHANTOM, graba un nuevo protocolo. Nombre: «arresto domiciliario». Autoridad competente, Lansing, G.K. Parámetros: individuos bajo arresto domiciliario no tienen acceso a ningún área de trabajo; PHANTOM no les abrirá las puertas a esas áreas. También tienen prohibido el uso de comunicaciones externas, y dar órdenes a PHANTOM por encima del nivel doméstico cuatro. ¿Entendido?

—Sí. Protocolo establecido.

—Graba lo siguiente: a partir de este momento, 07.52 horas, y con efecto hasta que lo anule yo personalmente, Jag Kandaro em-Pelsh está bajo arresto domiciliario.

—Recibido.

La voz de Keith estaba bajo control.

—Ahora puede dejar el puente.

Jag cruzó de nuevo ambos pares de brazos a la espalda.

—No creo que tenga derecho a expulsarme de esta sala.

—Hace un momento quería irse —dijo Keith—. Por supuesto, eso era cuando aún tenía autoridad para tomar una lanzadera y escapar a la armada.

Rombo había dejado la estación de Operaciones Externas y había rodado hasta quedar cerca de la consola del director. Las luces bailaban sobre su red sensora, y las hebras de la red se habían vuelto amarillas, el color de la ira.

—Apoyo a Keith —dijo la fría voz británica—. Ha dañado usted todo aquello por lo que hemos trabajado. Deje el puente voluntariamente, Jag, o le expulsaré.

—No puede hacerlo. Atacar a otro sentiente va contra el código operacional.

Rombo rodó hacia Jag, una apisonadora viviente.

—Míreme.

Jag mantuvo su postura desafiante un momento más. Rombo se acercó más y más, sus ruedas revestidas de cuarzo chispeando a la luz estelar del holograma del puente. Los tentáculos como cuerdas del ib se alzaban de su habitual amasijo, estirados en el aire como serpientes enfurecidas. Jag finalmente dio la vuelta. El campo estelar frente a él se abrió, y salió. La puerta se cerró.

Keith dio las gracias a Rombo con un movimiento de cabeza, y luego:

—Thor, ¿situación de las naves waldahud?

Thorald Magnor miró a Keith por encima del hombro.

—Asumiendo que no tengan nada más que láseres policiales estándar, estaremos a tiro en tres minutos.

—¿Cuánto falta para que nuestras naves estén listas para el lanzamiento?

Las luces de Rombo destellaron una respuesta mientras volvía a su puesto.

—Dos están listas. Las otras tres… Deme otros cuatro minutos.

—Quiero lanzar las cinco a la vez. Todo tiene que salir por la puerta dentro de doscientos cuarenta segundos.

—Se hará.

—Aún nos superarán en número, ocho a cinco —dijo Thor.

Keith frunció el ceño.

—Lo sé, pero son nuestras cinco naves más rápidas con pilotos delfines. Rombo, en cuanto nuestras naves se hayan alejado de los hangares, quiero toda la potencia a las pantallas de fuerza. Corte los motores; desvíe todo a las pantallas.

—Se hará.

—Lianne —dijo Keith—. Quiero poner un mensaje a Tau Ceti en otro watson. Dispáralo por un cañón de masa. Envíalo en una órbita que lo lleve al atajo sólo por inercia; quiero que vuele hasta allí sin usar energía.

—Un watson tardará tres días en llegar al atajo así —dijo Lianne.

—Soy consciente de ello. Calcula la trayectoria. ¿Cuánto tiempo tengo hasta que lancemos nuestras naves?

—Dos coma cinco minutos —dijo Rombo.

Keith asintió y tocó el botón de privacidad que levantó cuatro pantallas de fuerza dobles alrededor de su puesto, creando un vacío que impedía el paso de cualquier sonido.

—PHANTOM —dijo—, busca en todos los datos del ordenador cualquier tipo de investigación hecha por Gaf Kandaro em-Weel y sus asociados, especialmente material que no haya sido traducido del waldahudar.

—Buscando. Encontrado.

—Muestra títulos y resúmenes en inglés.

Keith miró la pantalla frente a él.

—Descarga en un watson los artículos dos, diecinueve y… veamos, mejor añade también el veintiuno. Codifícalo todo bajo la palabra clave «Kassabian»: K, A, S, S, A, B, I, A, N. Graba lo siguiente, y añádelo al watson como mensaje sin codificar:

«Keith Lansing a Valentina Ilianov, Preboste, New Beijing. Val, nos atacan naves waldahud, y no me sorprendería si dentro de poco te atacan también a ti. He averiguado que teóricamente existe una manera de destruir un atajo, aplanando el espacio a su alrededor de manera que no se pueda anclar al espacio normal. Si ves que una fuerza de invasión waldahud va a poder con tu flota, quizá quieras considerar destruir la salida de tu atajo. Por supuesto, hacerlo aislará Sol/Epsilon Indi/Tau Ceti del resto de la galaxia, y dejará a las fuerzas waldahudin sin vía de retirada. Piénsalo muy bien antes de hacerlo, amiga mía. El procedimiento puede desentrañarse de los artículos que te adjunto con este mensaje. Los he codificado. La clave es el apellido de aquella mujer que nos gustaba a los dos en New New York hace muchos años. Fin.

—Hecho —dijo PHANTOM.

Keith pulsó una tecla. Las pantallas de privacidad se desvanecieron.

—Lanza el watson, Lianne —dijo.

—Ejecutando.

Keith miró cómo el pequeño recipiente flotaba lejos de Starplex. El corazón le golpeaba en el pecho. Si Val decidía usar la técnica, habría otra consecuencia que Keith no había hecho explícita: él y Rissa, y el resto de terrestres a bordo de Starplex, jamás verían de nuevo el hogar.

—Allá vamos —dijo Rombo—. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. Lanzando PDQ. Tres. Dos. Uno. Lanzando Rum Runner. Tres. Dos. Uno. Lanzando Marc Garneau. Tres. Dos. Uno. Lanzando Dakterth. Tres. Dos. Uno. Lanzando Long March.

Las emisiones de fusión de diez motores gemelos iluminaron el cielo holográfico a medida que las cinco sondas se alejaban del disco central de Starplex. Las naves waldahud estaban ya lo bastante cerca como para verlas directamente en vez de como triángulos de colores.

—Pantallas de fuerza al máximo —dijo Rombo.

—Abra ventanas en las pantallas de fuerza y envíe lo siguiente por lasercom codificado directamente a cada una de nuestras naves —dijo Keith—. Nadie ha de abrir fuego a menos que los waldahudin nos disparen. Quizá una demostración de fuerza bastará para que retrocedan.

—Ya han pulverizado uno de nuestros watsons —declaró Thor.

Keith asintió.

—Pero si se va a disparar a seres sentientes, los waldahudin van a tener que empezar.

—Mensaje entrante —dijo Lianne.

—Veámoslo.

La cara de Gawst apareció.

—Última oportunidad, Lansing. Rinda Starplex.

—No hay respuesta —dijo Keith.

Miró a uno de sus monitores. Starplex todavía estaba orientada con su telescopio inferior mirando hacia la estrella verde, y hacia los cazas que se aproximaban.

—La nave de Gawst se acerca rápido —dijo Thor—. Las otras siete mantienen la posición a unos nueve mil kilómetros.

—Calma todo el mundo —dijo Keith—. Calma.

—¡Está disparando! —dijo Thor—. Impacto directo en nuestras pantallas de fuerza. No hay daños.

—¿Cuánto tiempo podemos seguir parando sus láseres? —preguntó Keith.

—Cuatro, quizá cinco disparos más —dijo Lianne.

—Las otras naves waldahud se están acercando, intentan rodearnos —dijo Thor.

—¿Quiere que nuestras sondas entablen batalla? —preguntó Rombo. Keith no dijo nada—. Director, ¿quiere que nuestras sondas entren en batalla con ellas?

—No… No pensé que Gawst dispararía —dijo Keith.

—Están adoptando posiciones geodésicas equidistantes a nuestro alrededor —dijo Thor—. Si las ocho naves disparan a la vez y en la misma longitud de onda, sobrecargará nuestros escudos. No habrá dónde desviar la energía.

Hologramas de los pilotos delfines y sus artilleros flotaban sobre la consola de Keith.

—Déjame ir a por la nave más cercana —dijo Rissa, que volaba con Morrolargo a bordo de la Rum Runner.

Keith cerró los ojos un segundo. Cuando los abrió, había encontrado resolución.

—Hazlo.

—Disparando a la cápsula de motores —dijo Rissa.

PHANTOM trazó una línea roja en la holoesfera para representar la invisible emisión del láser geológico, desde la proa de la Rum Runner hasta la nave waldahud. El rayo cortó a lo largo de la cápsula de motores, y una llamarada de plasma surgió de la nave.

—Eh —dijo Rissa, con sonrisa triunfal—, parece que tanto tiempo jugando a los dardos ha servido para algo, después de todo.

—Gawst está disparando a Starplex de nuevo —dijo Thor—, y una de las otras naves va a por la Rum Runner.

—Sal de ahí, Morrolargo —dijo Keith.

La Rum Runner trazó un arco, exactamente igual que un delfín dando una voltereta. Completó el movimiento con su láser disparando a la nave que se aproximaba, que se ladeó para evitar contacto con el rayo.

—La nave de Gawst tiene dos láseres, uno a babor y otro a estribor —dijo Thor—. Está disparando ambos a nuestro radiotelescopio inferior… Joder, es bueno. Está haciendo que nuestra antena parabólica enfoque sus rayos en los instrumentos.

—Sacude Starplex —dijo Keith—. Piérdelo.

Las estrellas en la imagen holográfica saltaron a derecha e izquierda.

—Todavía lo tenemos encima —dijo Thor—. Apuesto que… Sí, lo ha hecho. Incluso con todos los escudos, ha entrado suficiente del láser y la parabólica lo ha concentrado. Ha destruido la roseta de sensores del puente setenta, y…

Starplex tembló. Keith se sobresaltó; nunca había sentido temblar la nave antes.

—Las siete restantes naves waldahud nos están disparando en secuencia —dijo Thor.

—Keith a sondas: entablen combate con los waldahudin. Consigan que dejen de atacarnos.

—Sobrecargarán nuestros escudos en dieciséis segundos —dijo Lianne.

En la imagen holográfica, Keith podía ver la PDQ y la Long March disparando a dos de las naves waldahud. Los waldahudin intentaban mantener encarada una de sus pantallas de fuerza hacia sus atacantes y a la vez disparar contra Starplex, pero las naves-sonda hacían difícil mantener la pantalla en posición con sus alocadas maniobras. Les alcanzaban disparos de refilón.

Una alarma empezó a sonar.

—Fallo inminente de la pantalla de fuerza —dijo la voz de PHANTOM.

De súbito una de las naves waldahudin explotó silenciosamente; la Marc Garneau había pasado de disparar a una nave a disparar a la misma nave a la que se había enfrentado la PDQ. La nave no tenía pantallas de fuerza en la proa. Keith inclinó la cabeza. Las primeras bajas de la guerra, y apuntando los láseres manualmente, nadie sabría jamás si la artillera Helena Smith-Tate había apuntado al hábitat, o sencillamente no había acertado a la cápsula de motores.

—Dos menos, quedan seis —dijo Thor.

—Fallo de la pantalla de fuerza —anunció Lianne.

Las cinco naves pilotadas por delfines empezaron a trazar amplios y erráticos arcos, con las armas disparando al azar. La imagen holográfica quedó entrecruzada de animaciones de rayos láser, rojos para las fuerzas de la Commonwealth, azules para los atacantes.

Repentinamente, la nave de Gawst empezó a dar vueltas en torno su eje proa-popa, girando como un sacacorchos.

—¿Qué infiernos está haciendo? —preguntó Keith.

Quedó claro cuando PHANTOM dibujó los rayos emitidos por los cañones láser gemelos de Gawst. Con la nave girando, los rayos formaban un cilindro de luz coherente, convirtiendo dos armas puntuales en un rayo de dispersión amplia. Gawst apuntaba alto, hacia la base del disco central de Starplex, bajo uno de los cuatro generadores principales de la nave.

—Si lo consigue —dijo Thor, impresionado a pesar de sí mismo—, podrá arrancar el generador número dos, como un geólogo sacando una cata.

—¡Mueve la nave! —exclamó Keith.

El campo estelar giró.

—Ejecutando, pero tiene un rayo tractor apuntándonos. Nos…

La nave se sacudió de nuevo, y una nueva alarma empezó a gemir. Lianne dio la vuelta para mirar a Keith.

—Hay una ruptura de casco interna en el puente cuarenta, donde el fondo del puente océano se une al eje central. El agua se está derramando por el eje hacia los puentes inferiores.

—¡Cristo! —dijo Keith—. ¿Los ibs se equivocaron al instalar los hábitats inferiores de repuesto?

La red de Rombo se volvió amarilla de nuevo por la ira, y los puntos brillantes en ella brillaron intensamente.

—¿Disculpe? —dijo con dureza.

Keith alzó las manos.

—Es sólo que…

—El trabajo fue hecho a la perfección —dijo Rombo—, pero los diseñadores de esta nave nunca pensaron que nos veríamos enzarzados en batalla.

—Lo siento —dijo Keith—. Lianne, ¿cuál es el procedimiento en una situación así?

—No hay procedimiento —dijo Lianne—. El puente océano se consideraba inexpugnable.

—¿Podemos contener el agua con campos de fuerza? —preguntó Keith.

—No por mucho tiempo —dijo Lianne—. Los campos de fuerza que usamos en los muelles de atraque tienen potencia suficiente como para contener aire a presión normal contra un vacío. Pero la masa de cada metro cúbico de agua es de una tonelada; nada que no sean los emisores externos de la nave podría contener tanta presión, e incluso si Gawst no los hubiera sobrecargado, no había manera de orientarlos al interior de la nave.

—Si desconectas la gravedad artificial del disco central y de todos los puentes bajo él, al menos el agua no caerá —declaró Thor.

—Buena idea —dijo Keith—. Lianne, hazlo.

—Medida de seguridad —dijo la voz de PHANTOM—. Orden rescindida.

Keith miró el par de cámaras de PHANTOM de su consola.

—¿Qué diablos…?

—Es por los ibs —dijo Rombo—. Nuestro sistema circulatorio está basado en detectar la gravedad; moriremos si la desconecta.

—¡Maldición! Lianne, ¿cuánto se tardaría en llevar a todos los ibs de los puentes cuarenta y uno al setenta a los puentes superiores?

—Treinta y cuatro minutos.

—Empieza a hacerlo. Y saca a todos los delfines del puente océano, pero diles que se provean de equipos de respiración en caso de que tengamos que enviarlos abajo a las áreas inundadas.

—Si evacuan a partir del puente setenta —dijo Thor—, pueden cortar la gravedad allí primero, e ir ascendiendo.

—No cambiará nada —dijo Lianne—. Con el agua cayendo tanta distancia, tendrá impulso suficiente para seguir hacia abajo incluso si la gravedad ya no tira de ella.

—¿Qué hay del riesgo de cortocircuitos? —preguntó Keith.

—Ya he cortado la electricidad en las áreas inundadas —dijo Lianne.

—Si el puente océano se vaciara por completo, ¿cuánto de los puentes inferiores llenaría? —preguntó Thor.

—El cien por cien —dijo Lianne.

—¿De veras? —dijo Keith—. Cristo.

—El puente océano contiene seiscientos ochenta y seis mil metros cúbicos de agua —dijo Lianne, consultando una pantalla—. Incluyendo todas las áreas selladas entre los puentes, el volumen interior total de la nave bajo el disco central es sólo de quinientos sesenta y siete mil metros cúbicos.

—Discúlpenme, pero creo que la PDQ tiene problemas —dijo Rombo, señalando con una de sus cuerdas a un área de la burbuja holográfica. Dos naves waldahud convergían sobre la nave de Starplex, entrecruzando los láseres.

Los ojos de Keith iban y venían entre la imagen holográfica y el monitor de su consola que mostraba el progreso de la inundación.

—Esperen —dijo Rombo—. La Dakterth se acerca por la popa de las naves que atacan a la PDQ. Debería ser capaz de atraer su fuego.

—¿Cómo van las evacuaciones? —preguntó Keith.

—Según lo previsto —dijo Lianne.

—¿Estamos soltando agua al espacio?

—No; sólo es una ruptura interna.

—¿Las puertas interiores son lo suficientemente herméticas?

—Bueno —dijo Lianne—, las puertas deslizantes entre las habitaciones quedan selladas al cerrarse, pero no son fuertes. Después de todo, los paneles de las puertas están diseñados de manera que cualquiera pueda desencajarlos de sus raíles de una patada si hay una evacuación de emergencia en caso de incendio. El peso del agua las abrirá.

—¿A qué genio se le ocurrió eso? —preguntó Thor.

—Creo que al que ayudó a diseñar el Titanic —murmuró Keith.

La nave se sacudió de nuevo, oscilando a uno y otro lado. En la imagen holográfica, un cilindro de diez puentes de grosor, arrancado del disco central de Starplex, se alejaba dando vueltas hacia la negrura.

—Gawst ha arrancado nuestro generador número dos —informó Lianne—. Yo ya había evacuado esa parte del toroide de ingeniería cuando empezó a disparar, de modo que no hay bajas. Pero si puede arrancar otro de nuestros generadores, la nave no podrá entrar en hiperpropulsión, incluso si pudiéramos alejarnos lo bastante de la estrella como para hacerlo.

Un destello de luz captó la atención de Keith. La Dakterth había arrancado la cápsula de motores de una de las naves waldahud que había estado disparando a la PDQ. La cápsula se alejó dando tumbos. Parecía como si fuera a chocar contra el núcleo cilíndrico que había sido arrancado de Starplex, pero era sólo una ilusión de perspectiva.

—¿Qué ocurriría si expulsamos el agua al espacio? —preguntó Rombo.

—Tendríamos que abrir nosotros un agujero en el puente océano para hacerlo —dijo Lianne.

—¿Cuál sería el mejor sitio? —preguntó Keith.

Lianne consultó un diagrama.

—La pared trasera del hangar dieciséis. Tras él está el toroide de ingeniería, por supuesto. Pero justo ahí, el toroide contiene una estación de filtrado del puente océano. En otras palabras, ya está lleno de agua, de modo que sólo habría que abrir un agujero en el muro del hangar para que el agua se derramara.

Keith pensó durante un momento.

Y entonces se le ocurrió.

—De acuerdo —dijo—. Envía a alguien con un láser geológico al hangar dieciséis ahora mismo —se volvió hacia Rombo—. Sé que los ibs necesitan gravedad, pero ¿qué pasaría si cortamos la gravedad artificial, y hacemos girar la nave?

—¿Fuerza centrífuga? —dijo Lianne—. La gente caminaría por las paredes.

—Sí. ¿Y?

—Bueno, y cada puente tiene forma de cruz, de modo que la fuerza de gravedad aparente aumentaría a medida que fueras más hacia el exterior de cada brazo.

—Pero también impediría que el agua se derramase por el eje central —dijo Keith—. En su lugar, quedaría contra los muros exteriores del puente océano. Thor, ¿puedes establecer el giro con nuestros propulsores ACS?

—Se puede hacer.

Keith miró a Rombo.

—¿Cuánta gravedad necesitan los ibs para que funcione su sistema circulatorio?

Rombo alzó sus cuerdas.

—Las pruebas sugieren que se requiere al menos un octavo de una g estándar.

—Más abajo del puente cincuenta y cinco —dijo Lianne—, incluso al final de los brazos, no conseguiremos esa gravedad aparente a ninguna velocidad de rotación razonable.

—Pero eso supone evacuar a los ibs sólo quince puentes en vez de cuarenta —dijo Keith—. Lianne, informa a todos de lo que vamos a hacer. Thor, en cuanto no quede ni un solo ib por debajo del puente cincuenta y cinco, empiece a hacer girar la nave. Vaya reduciendo la gravedad artificial a medida que nos acercamos a la velocidad final.

—Se hará.

—La gente debería evacuar las habitaciones al final de los brazos, que tienen ventanas —dijo Lianne.

—¿Por qué? —preguntó Keith—. Están hechas de compuesto de carbono transparente; no se romperán ni siquiera si la gente camina sobre ellas.

—Claro que no —dijo Lianne—. Pero las ventanas están dispuestas en ángulo de cuarenta y cinco grados allí, porque los bordes de los módulos habitables se inclinan en ese ángulo. Será difícil estar de pie allí cuando cambie la gravedad aparente y las ventanas se conviertan en suelos inclinados.

Keith asintió.

—Buen punto. Transmite también esa información.

—Se hará.

La cabeza holográfica de Morrolargo a bordo del Rum Runner habló.

—En aguas contaminadas estamos. Motores sobrecalentándose.

Keith asintió al holograma.

—Haz lo que puedas; si es necesario, aléjate de nosotros. Puede que nadie os siga.

Starplex osciló de nuevo.

—Gawst ha empezado a disparar al disco central bajo nuestro generador número tres —dijo Rombo—. Y otra de sus naves está disparando desde arriba de disco, justo sobre el generador uno.

—Empieza a hacer girar la nave, Thor.

El holograma estelar empezó a rotar. La nave se sacudió otra vez.

—Hemos cogido a Gawst por sorpresa —dijo Thor—. Sus láseres están saltando por la superficie inferior del disco central.

Lianne dijo:

—Jessica Fong está en posición dentro del hangar dieciséis, Keith.

—Muéstramelo.

Apareció un marco en una zona del holograma estelar, que ahora giraba a velocidad mareante. Dentro del marco apareció una imagen del interior del hangar, con una mujer en traje espacial flotando en el aire. Estaba anclada por un cable a la pared trasera, la que daba al toroide de ingeniería, y el cable estaba tenso porque la rotación de la nave la arrojaba hacia el interior de la curvada puerta espacial. El suelo del hangar, entrecruzado de marcas de referencia para los aterrizajes, estaba a doce metros por debajo de ella, y el techo, cubierto de paneles de iluminación y encastres de grúas, a doce metros por encima.

—Abre un canal —dijo Keith, añadiendo luego—. Muy bien, Jessica. Tras la pared trasera del hangar, en el toroide de ingeniería, hay una estación de filtrado del puente océano, llena de agua. La estación se abre al océano por el otro lado. Perfora un gran agujero en la pared trasera del hangar. Pero ten cuidado: cuando lo hagas, el agua saldrá disparada hacia ti.

—Entiendo —dijo Jessica.

Se llevó una mano a la cintura y soltó más cable. Keith miró con la respiración contenida cómo se movía a través del hangar. No perdía el tiempo; metros de cable extra aparecían a cada segundo. Finalmente alcanzó el otro extremo del hangar, golpeándose contra la superficie curvada de la puerta espacial. Durante un horrible momento, Keith pensó que había quedado inconsciente por el impacto, pero se recobró pronto del golpe y trató de colocar el pesado láser geológico en posición. Tenía problemas para mantenerlo estable. Cuando disparó, su primer tiro cruzó su propio cable de seguridad, seccionándolo en su punto medio. Quince metros de cable de nailon cayeron sobre ella; los otros quince metros se sacudieron por encima de su cabeza como una estrecha serpiente amarilla. Quedó atrapada contra el centro de la puerta espacial por la rotación de la nave.

El segundo tiro de Fong salió igualmente desviado, alcanzando un cajetín de conexiones de la iluminación interna del hangar. Todo quedó envuelto en oscuridad.

—¡Jessica!

—Aún estoy aquí, Keith. Dios, esto es embarazoso.

En la imagen enmarcada todo lo que se veía era oscuridad. Oscuridad, y luego un puntito rubí cuando el láser alcanzó la pared trasera. Keith miró cómo el metal empezaba a brillar, ablandarse, arrugarse…

… y entonces…

El sonido del agua manando, como una manguera de alta presión. Jessica siguió disparando el láser, perforando un gigantesco agujero cuadrado en la pared trasera. Un agujero aquí, mueve el láser un centímetro, otro agujero, dispara de nuevo, una y otra vez…

Las luces de emergencia se encendieron, bañando todo el hangar en luz roja. El agua marina irrumpió desde la pared trasera. El agujero perforado en el metal de la partición se dobló hacia atrás, y luego se desprendió del todo, lanzándose a través de la bahía, impulsado por un géiser de agua.

Keith se estremeció. Parecía que el fragmento de muro metálico fuera a aplastar a Jessica, que ya estaba siendo golpeada por el agua, pero ella también debía haberlo visto venir. Hubo una explosión de llamas tras ella, chamuscando el muro. Había sido lista; se había puesto un traje con mochila propulsora, y lo había conectado para alejarse justo a tiempo. El hangar se estaba llenando de agua, empezando por la puerta espacial y subiendo hacia el muro interior. Jessica quedó de nuevo atrapada contra la pared.

Cuando el hangar estuvo lleno, Keith se dirigió a ella una vez más.

—Vale, ahora date la vuelta y perfora un agujero de unos diez centímetros de diámetro en la puerta externa del hangar. Pon el emisor justo contra la puerta; no querrás hervir el agua a tu alrededor.

—Se hará —dijo, con su traje espacial convertido ahora en un traje de inmersión.

Se puso de pie sobre la puerta y sujetó el cono de metal gris de su láser geológico como si fuera un martillo pilón. Disparó entre sus pies. Pronto, parte de la puerta espacial brilló en color cereza, luego blanco, y luego, y luego…

Starplex giraba como un trompo en la noche, con la luz de la estrella verde reflejándose en su casco.

Las cinco naves waldahud restantes se estaban acercando. Dos de las naves venían desde arriba y las otras tres desde abajo, dirigiéndose hacia el anillo de muelles de atraque. Sin duda, la nave rotaba demasiado deprisa como para que cualquiera de los pilotos waldahud notara el diminuto punto incandescente en mitad de la puerta del hangar dieciséis, un punto que brillaba, crecía, se extinguía. Y de pronto…

El agua empezó a derramarse al espacio, alejándose de la nave que giraba rápidamente. En cuanto llegó al vacío se evaporó inmediatamente, y luego, cuando se acumuló suficiente vapor como para alcanzar suficiente presión, el agua se recondensó en líquido; el plancton, los cristales de sal y los detritus oceánicos proporcionaron núcleos de cristalización que formaron gotas, y entonces, a cubierto de la estrella verde por el campo de materia oscura, se congeló…

Millones y millones de partículas de hielo, alejándose de Starplex a altas velocidades, impulsadas por la fuerza explosiva de toda el agua de detrás y por la fuerza centrífuga del giro de la nave. Incontables diamantes en la noche, centelleando con la luz verde de la estrella cercana…

La primera nave waldahud fue alcanzada por una metralla de pedazos de hielo, con la velocidad de la nave acercándose a Starplex añadiéndose a la velocidad de los fragmentos, convirtiéndose auténticamente en una colisión a alta velocidad. La primera media docena de pedazos fue desviada por las pantallas de fuerza de la nave, que estaban diseñadas para proteger contra impactos individuales de micrometeoroides, no contra un ataque continuo. Y entonces…

Partículas de hielo desgarraron el casco waldahud como dientes sobre carne, destrozando el habitáculo, con el aire expulsado congelándose y contribuyendo a la granizada espacial.

En el puente, Keith exclamó:

—¡Ahora, Thor! ¡Sacude la nave!

Thor obedeció. Un nuevo chorro de trozos de hielo partió en otra dirección, alcanzando una segunda nave waldahud y reventándola. Luego una tercera nave explotó como una flor silenciosa contra el fondo oscuro, cuando los helados proyectiles desgarraron los tanques que contenían el combustible para maniobras en atmósfera.

Thor sacudió la nave hacia el otro lado, y los fragmentos de hielo se dirigieron hacia la cuarta nave. A estas alturas, el piloto había encontrado una defensa. Hizo girar su nave de modo que su cono de emisión mirara hacia Starplex, y conectó su motor principal, fundiendo el hielo en gotitas de agua que evaporaron de inmediato antes de que pudieran alcanzar la nave. Pero el piloto de otra de las naves no estaba preparado para esa maniobra, o había estado demasiado ocupado intentando salvar la piel huyendo hacia el atajo. Su rumbo lo puso justo en la trayectoria de la emisión de fusión de su camarada, y las llamas al rojo blanco le dieron de lleno. Explotó, dejando sólo dos naves, una de ellas la de Gawst.

El anillo creciente de partículas de agua desvió la mayoría de los restos de la nave del camino de Starplex, pero la tripulación de la nave waldahud que había intentado el truco del motor de fusión no tuvo tanta suerte. Una larga y dentada pieza de casco chocó contra ellos. El impacto envió la nave girando, fuera de control, directamente hacia el campo de materia oscura. El piloto pareció estar a punto de recuperar el control cuando estaban a pocos millones de kilómetros de la más cercana de las grandes bolas de gas, pero para entonces ya estaba atrapado en su gravedad. La letal trayectoria tardaría horas en completarse, pero la nave estaba destinada a chocar contra el darmat, y, a esa velocidad, incluso el blando impacto que tenía lugar cuando la materia normal chocaba contra la materia oscura bastaría para pulverizar la nave.

La nave de Gawst estaba todavía intacta, manteniéndose en posición con un rayo tractor apuntado bajo el disco central. No había modo de que Thor apuntara el chorro de fragmentos de hielo hacia allí. Aun así, Starplex podía seguir girando hasta que Gawst se quedara sin combustible, si fuera necesario.

—Oh-oh —fue la traducción de PHANTOM de las luces ondulantes de Rombo.

Thor miró hacia arriba.

—Mierda —dijo.

Emergiendo tras el borde de la estrella verde había una… dos… cinco cazas waldahud más. Gawst no había sido tan estúpido como para usar todas sus fuerzas en el ataque inicial. Uno de los recién llegados era un gigante, diez veces el tamaño de la nave-sonda más pequeña.

Las cinco naves de Starplex pilotadas por delfines habían retrocedido para evitar el bombardeo de hielo. Pero ahora estaban de nuevo en formación, y dirigiéndose a la fuerza atacante que se aproximaba, decididos a impedir que se acercara a la nave nodriza.

Y entonces…

—¿Qué demonios…? —dijo Keith, aferrando los brazos de su asiento.

—Jesús —dijo Thor—. ¡Je-sús!

El enorme campo de materia oscura había empezado a moverse, despacio al principio, pero adquiriendo velocidad. Estaba girando en cintas bulbosas, verdosas por el lado de la estrella verde, negras por el otro lado. Las cintas crecieron hasta que se extendieron a lo largo de millones de kilómetros, tubos de gravilla con esferas del tamaño de planetas distribuidas a lo largo, como nudillos en dedos etéreos.

Las naves-sonda de Starplex se desviaron arriba o debajo de las cintas. Los pilotos waldahud se encontraron con sus naves trazando cursos errabundos, incapaces de compensar la atracción gravitatoria de las cintas. En el holograma esférico, Keith podía ver las naves atacantes moviéndose en espasmos y zigzags, desviadas de sus rumbos por los cientos de masas de Júpiter dentro de cada cinta de materia oscura.

Las cintas crecían a velocidad sorprendente. Keith todavía tenía problemas con el concepto de macrovida libre en el espacio, pero por supuesto la mayoría de las formas de vida podían moverse rápidamente cuando querían…

Los pilotos de las naves waldahud se estaban dando cuenta de que tenían problemas. Uno de ellos detuvo lo que había sido claramente una trayectoria de ataque hacia Starplex, y estaba ahora desviándose en un ángulo agudísimo. Otra disparó sus cohetes de freno, cuatro puntos rubí contra la negrura. Pero los darmats continuaron yendo hacia ellas, dedos inflados en la noche.

Las naves hubieran podido usar hiperpropulsión, hubieran podido escapar. Pero el pozo gravitatorio de la estrella verde y los pozos menos profundos pero aún significativos de los darmats lo impedían.

El más alejado de los nuevos cazas estaba sólo unos pocos kilómetros por delante de uno de los zarcillos de materia oscura. Keith miró cómo la distancia se cerraba y la nave desaparecía en la neblina de grava.

Thor aportó un esquema, mostrando la posición del caza dentro de la cinta, una cinta que ya no avanzaba, sino que empezaba a retroceder, con su gravedad arrastrando a la nave waldahud…

Pronto un segundo tentáculo de materia oscura envolvió otra nave waldahud. Un tercer caza intentaba escapar desesperadamente; Keith pudo ver el destello de las explosiones cuando expulsó sus secciones de armamento para disminuir su masa global. Pero la materia oscura todavía se acercaba.

Mientras tanto, los dos zarcillos que ya habían atrapado naves seguían retrocediendo, y —esto era curioso— se estaban curvando sobre sí mismos, como cobras hechas de ceniza.

La tercera nave pequeña fue atrapada por fin, y su dedo gris también empezó a retroceder. Tentáculos de materia oscura se acercaban también a la nave waldahud gigante desde arriba y desde abajo. Parecía que sólo la quinta nave iba a poder escapar, aunque el corazón de Keith latió con fuerza al ver que Rissa y Morrolargo la estaban persiguiendo. La cara de su hijo apareció ante sus ojos, aún un niño a los diecinueve, perilla aparte. ¿Cómo podría decírselo, si su madre moría?

Los dos primeros tentáculos se habían arqueado hasta convertirse en semicírculos, con el extremo lejos de la estrella verde. En el mismo momento en que la nave grande fue engullida por las dos cintas convergentes que la habían estado persiguiendo, el primero de los dedos de materia oscura se sacudió hacia delante como un látigo. El caza waldahud que había estado atrapado dentro salió disparado, dando tumbos. Keith vio las lucecitas de los propulsores ACS, pero la salvaje rotación de la nave continuó hasta…

Keith quedó boquiabierto. ¡Buen Dios!

… hasta que la nave fue arrojada a la estrella verde.

La nave siguió girando mientras la distancia entre ella y la estrella disminuía rápidamente. El piloto recuperó finalmente el control, pero estaba demasiado cerca de la bola de fuego de 1,5 millones de kilómetros de diámetro. Se alzaron prominencias hacia el objeto que se aproximaba…

… y la nave se convirtió en vapor en la atmósfera superior de la estrella.

Keith gritó:

—¡Rombo, comunica con nuestras naves!

—Canal abierto.

—¡Volved a Starplex! —dijo Keith—. ¡Todas las naves, regresad de inmediato a Starplex!

Cuatro de las naves-sonda recibieron el mensaje y cambiaron su rumbo, pero una estaba todavía persiguiendo su objetivo.

—¡Rissa! —gritó Keith—. ¡Vuelve!

De pronto, el segundo látigo de materia oscura restalló en el espacio, enviando otra nave waldahud hacia la estrella verde. La cabeza de Keith se movía a derecha e izquierda entre los horrores gemelos de la nave de Rissa alejándose de Starplex y la trayectoria del caza hacia su destrucción.

La Rum Runner giraba sobre su eje como un sacacorchos mientras se aproximaba a la nave enemiga. Los disparos láser de los cañones de popa waldahud erraban el blanco o se desviaban en las pantallas de fuerza. Pero, tras un momento, el fuego cesó cuando los waldahud de a bordo quedaron absortos en el espectáculo que también ellos, sin duda, estaban observando.

La segunda nave que los darmats habían enviado al sol estaba alcanzando rápidamente su destino. Expulsaron las navecillas de salvamento, pero sus débiles motores no tenían la potencia necesaria para ponerles en órbita alrededor de la estrella. Lo último que los moribundos waldahud probablemente vieron en sus pantallas fueron las extrañas manchas solares en forma de pesas de la estrella, manchones gris oscuro contra un infierno de jade líquido.

La PDQ y la Dakterth estaban regresando a Starplex. Por supuesto tenían que acercarse desde arriba o desde abajo para evitar el anillo de granizo que rodeaba la nave. Rombo estaba usando rayos tractores para llevarlas a la superficie plana del disco central. No había manera de que entraran en los hangares, el hielo lo impedía, pero había atraques de emergencia en ambas caras del disco.

La Rum Runner seguía a la caza.

—¡Rissa! —gritó Keith al micro—. ¡Por el amor de Dios, Rissa! ¡Vuelve a casa!

De pronto el láser de la Rum Runner disparó; PHANTOM dibujó obedientemente su trayectoria en la imagen holográfica, a lo ancho del campo estelar. La puntería de Rissa fue perfecta; el tiro seccionó limpiamente la cápsula de motores de la nave. La cápsula cayó en la oscuridad, con una nube de gas a su alrededor brillando como un halo de esmeraldas. Y repentinamente…

La cápsula brilló intensamente, más incluso que la estrella cercana, al desaparecer en una explosión de fusión. Morrolargo trazó un arco enloquecido para evitar la creciente bola de plasma, y luego inició una trayectoria recta como un láser hacia Starplex. La nave waldahud, ahora sin motores, se desvió en un rumbo oblicuo bajo su impulso, incapaz de maniobrar.

El tercer látigo de materia oscura restalló, enviando otro caza waldahud dando vueltas por el firmamento. Cuando pasó por delante, Keith pudo ver que varias de las secciones de su casco habían sido deliberadamente reventadas; la tripulación al parecer prefirió abrir la nave al vacío antes que cocerse vivos al caer al sol.

A continuación, el doble dedo que había envuelto la enorme nave waldahud empezó a girar en torno a su punto medio, creando un diseño espiral como una galaxia al hacerlo, girando más y más rápido. PHANTOM mostró la localización de la nave enterrada en uno de los brazos de la masa giratoria. La velocidad de rotación creció más y más hasta que al final, como un atleta arrojando un disco, la materia oscura lanzó al gigante lejos de sí. La gran nave consiguió recuperar el control antes de impactar con el sol, pero cuando empezaba a alterar su curso, con las llamas blancas de su motor de fusión destacando contra el infierno verde, una enorme llamarada se alzó de la fotosfera y la engulló.

—Cuatro de nuestras cinco naves-sonda están amarradas a salvo en nuestro casco —informó Rombo—, y la Rum Runner volverá dentro de once minutos.

Keith dejó escapar un gran suspiro.

—Excelente. Ya debemos tener a todo el mundo fuera de los puentes inferiores, ¿verdad?

—El último ascensor está subiendo ahora —dijo Lianne—. Dale otros treinta segundos.

—Bien. Mantén los puentes inferiores a cero g de manera que no fluya más agua hacia abajo. Thor, deja de hacer girar la nave.

—Se hará.

—Director —dijo Rombo—, la nave de Gawst se ha quedado sujeta a la superficie de nuestro casco. Se mantiene mediante un rayo tractor.

Keith sonrió.

—Imagínate, un prisionero de guerra —habló en voz alta—. Excelente trabajo, todo el mundo. Thor, Lianne, Rombo, excelente —hizo una pausa—. Gracias a Dios que los darmats se pusieron de nuestra parte. Supongo que nunca hace daño estar en buenas relaciones con la materia que forma la mayor parte del universo, y que…

—Jesús —la voz de Thor.

Keith alzó de golpe la cabeza para mirar al piloto. Había hablado demasiado pronto. Zarcillos de materia oscura estaban acercándose a Starplex.

—Somos los siguientes —dijo Rombo.

—Pero somos órdenes de magnitud mayores que las naves waldahud —dijo Thor—. No podrán tirarnos a la estrella, ¿no?

—Sólo la tercera parte de la materia oscura participó en el ataque a las fuerzas waldahud —dijo Rombo—. Si toda ella viene a por nosotros… PHANTOM, ¿pueden hacerlo?

—Sí.

—Llama a Ojo de Gato —dijo Keith—. Será mejor que hable con él.

—Buscando frecuencia libre —dijo Rombo—. Transmitiendo… No hay respuesta.

—Thor, sácanos de aquí —dijo Keith.

—¿Rumbo?

Keith lo pensó durante medio segundo.

—Hacia el atajo —pero se dio cuenta inmediatamente de que los zarcillos de materia oscura habían empezado a interponerse entre Starplex y el invisible punto en el espacio—. No, cambia eso —dijo secamente—. Acércanos a la estrella verde, desde la dirección opuesta. Y trae aquí a Jag, PHANTOM.

—Ordenó que fuera expulsado de esta habitación, señor —dijo el ordenador.

—Lo sé. Te estoy dando instrucciones nuevas. Tráelo aquí enseguida.

Hubo un momento de silencio mientras PHANTOM hablaba con Jag.

—Viene de camino.

—¿Qué tiene en mente? —preguntó Rombo.

La materia oscura se acercaba a Starplex por tres lados, como una mano cerrándose sobre un insecto.

—Con suerte, un modo de salir de aquí… si no nos mata.

El campo estelar se abrió y Jag entró. Por primera vez, Keith vio una expresión de humildad en la cara del waldahud. Jag debía haber visto la batalla espacial, y había visto a sus compatriotas lanzados hacia la estrella esmeralda. Pero algo del viejo desafío seguía en su voz cuando miró a Keith con suspicacia.

—¿Qué quiere?

—Quiero —dijo Keith, con la voz fuertemente controlada— catapultar Starplex alrededor de la estrella verde y lanzarla al atajo por el otro lado.

—Jesucristo Señor —dijo Thor.

Jag gruñó un sentimiento parecido en su propio idioma.

—¿Se puede hacer? —preguntó Keith—. ¿Funcionará?

—No… no lo sé —dijo Jag—. Normalmente necesitaría unas horas para hacer los cálculos para algo así.

—No dispone de horas, dispone de minutos. ¿Funcionará?

—No lo… Sí. Puede.

—Frentemellada —dijo Keith—, transfiere el control a la estación de Jag.

—Haciendo así.

Jag se colocó en su puesto habitual.

—Ordenador Central —ladró—, pon nuestra trayectoria en este monitor.

—Tiene usted prohibido dar órdenes por encima del nivel doméstico —dijo PHANTOM.

—¡Anúlalo! —exclamó Keith—. El arresto domiciliario de Jag queda suspendido hasta nuevo aviso.

El esquema solicitado apareció. Jag lo escudriñó.

—¿Magnor?

—¿Sí? —dijo Thor.

—Tenemos quizá diez minutos antes de ser engullidos. Necesitará usted disparar todos nuestros propulsores ventrales. Copie mi monitor seis en modo de pantalla táctil.

Thor pulsó algunos botones.

—Listo.

Jag trazó un arco en el esquema con su plano dedo.

—¿Puede realizar un curso así?

—¿Quiere decir, manualmente?

—Sí, manualmente. No tenemos tiempo de programarlo.

—Yo… sí, puedo hacerlo.

—Hágalo. ¡Hágalo ya!

—¿Director?

—¿Cuánto falta hasta que la Rum Runner esté anclada a nuestro casco?

—Cuatro minutos —dijo Rombo.

—No tenemos tiempo para esperarla —dijo Jag.

Keith se volvió para gritar a Jag, pero se contuvo.

—¿Opciones? —dijo, a la gente del puente en general.

—Puedo poner un rayo tractor sobre la Rum Runner —dijo Rombo—. No podré traerla antes de que toquemos el atajo, pero debería ser arrastrada hacia él con nosotros y entonces con suerte Morrolargo podrá pilotarla a través.

—Hágalo. Thor, sácanos de aquí.

Starplex aceleró hacia la estrella en un ángulo oblicuo.

—Propulsores a toda potencia —dijo Thor.

—Hay otro problema al que tenemos que enfrentarnos —dijo Jag, volviéndose hacia Keith—. Es posible que pueda llevar la nave hasta el atajo, pero una vez allí, sencillamente nos lanzaremos a través. No tendremos tiempo de frenar para hacer una aproximación controlada en un ángulo específico, y con el hiperescopio del puente setenta dañado no puedo predecir por dónde saldremos. Podría ser cualquier parte.

Los dedos de materia oscura todavía se estiraban hacia Starplex.

—En pocos minutos, cualquier parte será preferible a este lugar —dijo Keith—. Sólo sáquenos de aquí.

La nave empezó a acelerar hacia la estrella verde. La mitad del holograma del puente mostraba el orbe verde, con los detalles de su superficie granulada y sus manchas solares visibles. La mayor parte del resto de la vista era neblinosa, con los zarcillos de materia oscura eclipsando las estrellas del fondo.

—Rombo, ¿tiene bien sujeta la Rum Runner?

—Está aún a cuatrocientos kilómetros y la materia oscura se empieza a interponer, pero sí, la tengo.

Keith dejó escapar un suspiro de alivio.

—Buen trabajo. ¿Ha podido contactar con Ojo de Gato, o algún darmat?

—Siguen sin hacer caso a nuestras llamadas —dijo Rombo.

—No podemos acercarnos a la estrella tanto como me gustaría —dijo Jag—. No queda suficiente agua en el puente océano para formar un escudo efectivo, y nuestras pantallas de fuerza están aún sobrecargadas. Hay una posibilidad del treinta por ciento de que los darmats nos atrapen.

Keith sintió su corazón latirle en el pecho. Starplex seguía su curso parabólico alrededor de la estrella, con los zarcillos aún extendiéndose hacia ellos. La Rum Runner aparecía en la burbuja holográfica como un pequeño cuadrado, con una animación de un rayo tractor amarillo yendo hacia él. El campo estelar giró; Thor puso la nave en ángulo cuando rozaron la atmósfera de la estrella.

Finalmente Starplex alcanzó el ápice de la parábola y, adquiriendo una velocidad enorme por el efecto látigo alrededor de la estrella, se lanzó hacia el atajo. En la burbuja holográfica, PHANTOM hizo brillar la animación del rayo tractor, indicando que se le estaba proporcionando más potencia. El curso de Starplex, cuatrocientos kilómetros más cerca de la estrella, era considerablemente distinto del que la Rum Runner hubiera seguido si hubiera estado dando la vuelta alrededor del orbe bajo su propio impulso.

—Dos minutos para contacto con el atajo, marca —dijo Rombo.

—Nunca hemos atravesado un atajo tan rápido, nadie lo ha hecho —dijo Jag—. El personal debería asegurarse, o al menos sujetarse a algo.

—Lianne, pasa la recomendación a todos a bordo —dijo Keith.

—A todo el personal —dijo la voz de Lianne, reverberando por los altavoces—, preparados para posibles turbulencias.

De pronto un objeto grande e irregular bloqueó parte de la vista.

—La nave de Gawst —dijo Lianne—. Se ha separado de nuestro casco. Probablemente piensa que nos hemos vuelto locos.

—Podría atraparlo con otro rayo tractor —dijo Rombo.

Keith sonrió.

—No, deje que se vaya. Si piensa que tiene más oportunidades con los darmats, por mí vale.

—Ochenta segundos, marca —dijo Rombo, mientras abrazaderas naranja se alzaban desde el suelo invisible y sujetaban sus ruedas.

—Uno coma cuatro grados a babor, Magnor —dijo Jag—. O no alcanzará el atajo.

—Ajustando rumbo.

—Sesenta segundos, marca.

—Agarraos todos —dijo Lianne—. Es…

Negrura. Ingravidez.

—¡Hijo de puta! —La voz de Thor.

Ladridos; Jag hablando, PHANTOM no tradujo.

Luces parpadeantes, la única luz de la habitación: Rombo, diciendo algo.

—¡Corte de energía! —gritó Thor.

Las luces de emergencia rojas se conectaron, al igual que la gravedad de emergencia, una prioridad a causa de los ibs. Hubo fuertes sonidos chapoteantes en ambos lados de la habitación: el agua de las estaciones de trabajo de los delfines se había hinchado en enormes cúpulas en gravedad cero, cúpulas que se habían colapsado, salpicando líquido por todas partes cuando volvió la gravedad.

No había burbuja holográfica rodeando el puente; en su lugar se veían las paredes azul-grisáceas de plastiforma. Keith seguía en su silla, pero Jag estaba en el suelo, habiendo perdido el equilibrio durante el breve período de ingravidez.

Las tres consolas de la fila de delante, OpIn, Timón, y OpEx, volvieron a la vida. Las estaciones de la fila de detrás eran menos críticas y siguieron apagadas, conservando la energía de las baterías.

—Hemos perdido la Rum Runner —dijo Rombo—. Se soltó cuando el rayo tractor se apagó.

—¡Cancela la inserción en el atajo! —exclamó Keith.

—Demasiado tarde —dijo Thor—. Vamos a atravesarlo por inercia.

Keith cerró los ojos.

—¿En qué dirección iba la Rum Runner?

—No hay manera de saberlo hasta que mis escáneres se reconecten —dijo Rombo—, pero… Bueno, estábamos arrastrándola, lo que quiere decir que estaría moviéndose en línea hacia la estrella verde…

—El generador número uno estalló —interrumpió Lianne, consultando lecturas—. Quedó dañado en la batalla. Cambio a generadores de reserva.

La voz de PHANTOM:

—Re-in-iic-iaal-ish-zan-do. Conectado.

La burbuja holográfica se reconstruyó, empezando como un estallido de luz blanca a su alrededor, y terminando con la vista exterior, dominada por la estrella verde, con el resto oscurecido por los tentáculos de materia oscura que les perseguían. Keith buscó en vano señales de la Rum Runner.

La voz de Thor:

—Diez segundos para inserción en el atajo, marca. Nueve. Ocho.

La voz de Lianne, por encima, desde los altavoces.

—Deberíamos tener energía dentro de sesenta segundos. Preparaos…

—Dos. Uno. ¡Contacto!

La luz roja de emergencia parpadeó. El atajo apareció como un anillo violeta arqueándose a su alrededor, visible sobre sus cabezas y bajo sus pies, a medida que el punto infinitesimal se expandía para tragarse la enorme nave.

Todo lo que había a popa del anillo era el ya familiar cielo con la estrella verde y la materia oscura tras ellos. Pero por delante del anillo había un cielo casi completamente negro. El pasaje a través del atajo sólo duró unos momentos, con Starplex lanzada a velocidad de vértigo.

Keith se estremeció al darse cuenta de lo que había pasado. Las luces de Rombo se arremolinaron en formaciones atónitas. Lianne emitió un pequeño ruidito desde el fondo de la garganta. Jag se alisaba el pelo por reflejo.

Todo a su alrededor era negrura vacía, excepto por un óvalo blanco e indistinto y tres pequeñas manchas blancas sobre sus cabezas, y un puñado de tenues trazos blancos y borrosos esparcidos al azar contra el fondo negro.

Habían emergido en el vacío del espacio intergaláctico. Las manchas blancas no eran estrellas; eran galaxias enteras.

Y ni una de ellas se parecía a la Vía Láctea.

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