Capítulo 76

Miércoles, 14 de enero de 2010

Media hora más tarde, Grace estaba sentado frente a la gran mesa del subdirector Peter Rigg en la Malling House, la comisaría central de la Policía de Sussex. Eran las cuatro de la tarde.

– Bueno, Roy, quería verme. ¿Tiene buenas noticias sobre el Hombre del Zapato?

– Posiblemente, señor -dijo Grace.

Le puso al día sobre el caso y le dijo que esperaba tener algo más para él tras la reunión de la tarde, a las 18.30. Luego añadió:

– Hay una cuestión bastante delicada que quiero tratar con usted.

– Adelante.

Grace le hizo un resumen de los antecedentes de Cassian Pewe y lo que había pasado durante el breve tiempo que había pasado en el D.I.C. de Sussex. Luego le expuso sus sospechas.

Rigg escuchó con atención, tomando notas de vez en cuando. Cuando Grace hubo acabado, dijo:

– Bueno, a ver si lo entiendo: el superintendente Pewe estaba en el lugar de los hechos durante las primeras agresiones, en 1997, con lo que podría ser sospechoso.

– Eso parece, señor.

– ¿Y durante estas dos últimas semanas, una vez más, sus movimientos encajan con los lugares y las fechas de los ataques?

– Le he preguntado por su paradero en el momento de estos tres últimos ataques, sí.

– ¿Y usted cree que el superintendente Pewe podría ser la persona que se llevó las páginas del dosier, que posiblemente contuvieran pruebas cruciales?

– Pewe era uno de los pocos que tenían acceso a ese dosier.

– ¿Podría ser el responsable de las filtraciones a la prensa de entonces y de ahora, en su opinión?

– Es posible -dijo Grace.

– ¿Por qué? ¿Qué gana él con ello?

– ¿Ponernos en evidencia? ¿Quizás a mí, en particular?

– Pero ¿por qué?

– Ahora lo veo bastante claro, señor. Si pudiera hacer que yo quedara como un incompetente, socavando mi credibilidad de diferentes maneras, podría conseguir que me trasladaran lejos del cuartel general del D.I.C., lejos de los casos fríos que pueden incriminarle.

– ¿Es solo una teoría o tiene algo concreto?

– De momento no es más que una teoría. Pero encaja. -Se encogió de hombros-. Espero no estar dejando que el pasado me enturbie el sentido común.

El subdirector le lanzó una mirada reflexiva. Luego esbozó una amable sonrisa.

– No debe dejar que se convierta en algo personal.

– Pretendo evitarlo a toda costa, señor.

– Sé que su experiencia con él no fue nada satisfactoria y que corrió un enorme riesgo personal para salvarle, y sepa que eso no pasó desapercibido. Pero él es un agente muy respetado. Nunca es bueno crearse enemigos. Conoce el viejo proverbio, ¿no?

Daba la impresión de que aquella tarde era la de los dichos, proverbios y refranes.

– Mil amigos son poco; un enemigo es demasiado.

Grace sonrió.

– Así pues, ¿cree que debería dejar lo de Pewe, aunque sospeche que pueda ser nuestro hombre?

– No, en absoluto. Quiero que iniciemos nuestra relación de trabajo sobre una base de confianza mutua. Si de verdad cree que puede ser el delincuente que buscamos, debería arrestarlo. Yo le apoyaré. Pero es un asunto delicado. Si metemos la pata, quedaremos como unos tontos.

– ¿Quiere decir si «yo» meto la pata?

Rigg sonrió.

– Si lo hace, estará incluyéndome a mí y al comisario jefe en la metedura de pata, por asociación. Eso es todo lo que digo. Asegúrese bien de los hechos. Si nos equivocamos, nos lloverán bofetadas de todas partes.

– Y más aún si tengo razón y permitimos que el agresor ataque a otra mujer sin hacer nada al respecto.

– Usted asegúrese de que sus pruebas son tan irrefutables como su planteamiento.

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