Capítulo 81

Miércoles, 14 de enero de 1998

Dee Burchmore tenía una regla de oro: no beber nunca antes de dar una charla. Pero luego… ¡cómo lo necesitaba! Por mucho que lo hubiera hecho antes, ponerse ante la gente y hablar en público seguía poniéndola nerviosa; y aquel día, por algún motivo -no sabía por qué, quizá porque se trataba de un evento especialmente importante y prestigioso-, había estado más nerviosa de lo habitual al dar su charla a favor del Martlet's Hospice.

Así que después, aunque no veía el momento de llegar a casa y prepararse para recibir a sus invitados a las cuatro, se había quedado charlando con unas amigas. Antes de que se diera cuenta, ya se había bebido tres copas enormes de Sauvignon Blanc. No debía haberlo hecho, ya que apenas había probado un bocado.

Ahora, mientras entraba en el aparcamiento, sentía que le fallaba el equilibrio. Debería dejar el coche, pensó, y tomar un taxi, o ir a pie -no estaba tan lejos-. Pero se había puesto a llover y no quería que se le empaparan sus nuevos Manolos.

Aun así, conducir no era buena idea. Aparte del riesgo, pensaba en la vergüenza que le haría pasar a su marido si la detuvieran. Se acercó a la caja y buscó el resguardo en el bolso. Al sacarlo, se le cayó de entre los dedos.

Soltó una palabrota y se arrodilló, pero le costó bastante agarrarlo.

«¡Estoy cocida!», pensó.

Intentó recordar si llevaba un paraguas en el coche. Estaba segura de que sí. Y por supuesto sus zapatos planos para conducir también estaban allí. ¡Estupendo! Se los pondría y se iría a casa a pie. Sería lo mejor para eliminar el alcohol.

Volvió a meter el resguardo en el bolso y, casi tambaleándose, llegó al nivel 2.

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