Alguien vino y me administró otra hipodérmica. Entonces el dolor recedió, y me dormí.
Creo que dormí durante mucho tiempo. O bien tuve sueños confusos o períodos en que estuve medio despierta, o ambas cosas. Algunos de ellos tenían que ser sueños… perros que hablaban, muchos de ellos, pero los perros no dan conferencias sobre los derechos de los artefactos vivientes, ¿verdad? Sonidos de tumultos y gente corriendo arriba y abajo parecían ser reales. Pero los oía como en una pesadilla porque intenté levantarme de la cama y descubrí que no podía alzar la cabeza, y mucho menos ponerme en pie y unirme a la diversión.
Llegó un momento en el que decidí que realmente estaba despierta, porque las esposas ya no trababan mis muñecas y la pegajosa banda ya no estaba sobre mis ojos.
Pero seguía sin poder levantarme ni abrir los ojos. Sabía que los primeros escasos segundos después de que abriera los ojos podían ser la mejor y posiblemente la única probabilidad que tuviera de escapar.
Retorcí los músculos sin moverme. Todo parecía hallarse bajo control, aunque me sentía más que un poco magullada aquí y allá y en muchos otros lugares. ¿Ropas?
Olvídalas… no sólo porque no tenía ni la menor idea de dónde podían estar mis ropas, sino también porque una no tiene tiempo de pararse a vestirse cuando tiene que echar a correr para salvar su vida.
Ahora el plan… No parecía haber nadie en aquella habitación; ¿habría alguien en aquel piso? Espera y escucha. Sí y cuando estés razonablemente segura de que estás sola en este piso, levántate sin ruido de la cama y sube las escaleras como un ratón, pasa el tercer piso hasta el ático, y escóndete allí. Aguarda a la oscuridad. Sal por el tejado del ático, descuélgate por la pared de atrás y métete en los bosques. Si alcanzaba los bosques de detrás de la casa, nunca podrían atraparme… pero hasta que lo consiguiera, iba a ser un blanco fácil.
¿Las posibilidades? Una sobre nueve. Quizá una sobre siete si tenía realmente suerte.
El punto más débil de aquel pobre plan era las altas probabilidades de ser descubierta antes de abandonar la casa… porque, si era descubierta — no, cuando fuera descubierta —, no solamente tendría que matar, sino que debería hacerlo en un silencio absoluto…
… porque la alternativa era aguardar hasta que terminaran conmigo… lo cual sería poco después de que «el Mayor» decidiera que ya no había ninguna otra cosa más que pudiera exprimírseme. Por torpes que fueran aquellos imbéciles, no eran tan estúpidos — o el Mayor no era tan estúpido — como para permitir que un testigo que ha sido torturado y violado siga con vida.
Tendí mis oídos en todas direcciones y escuché.
«Nada se movía, ni siquiera una rata». No tenía objeto seguir esperando; cada momento de retraso acercaba más el instante en que alguien pudiera dejarse caer por allí.
Abrí los ojos.
— Veo que estás despierta. Estupendo.
— ¡Jefe! ¿Dónde estoy?
— Vaya cliché apolillado. Viernes, tú puedes hacerlo mejor que eso. Vuelve atrás e inténtalo de nuevo.
Miré a mi alrededor. Una habitación, probablemente una habitación de hospital.
Ninguna ventana. Una luz tamizada. El característico silencio de tumba, realzado más que roto por el suave suspirar de los renovadores de aire.
Miré de vuelta al Jefe. Era una visión maravillosa. El mismo viejo y feo parche en el ojo… ¿por qué no se había tomado nunca el tiempo de hacerse regenerar aquel ojo? Sus bastones estaban apoyados contra una mesa, a su alcance. Llevaba su habitual desaliñado traje de seda cruda, cuyo corte hacía recordar un pijama mal confeccionado.
Me sentí enormemente feliz al verlo.
— Sigo deseando saber dónde estoy. Y cómo. Y por qué. En algún lugar subterráneo, seguro… ¿pero dónde?
— Subterráneo, seguro, aunque sólo unos cuantos metros. «Dónde» se te dirá cuando necesites saberlo, o al menos como salir y volver a él. Este fue el fallo de nuestra granja…
un lugar agradable, pero demasiada gente conocía su localización. «Por qué» es obvio.
«Cómo», puede esperar. Informa.
— Jefe, eres el hombre más exasperante que haya conocido nunca.
— Es la práctica. Informa.
— Y tu padre conoció a tu madre en un baile de pueblo. Y ni siquiera se sacó el sombrero.
— Se conocieron en un picnic de una escuela dominical baptista, y ambos eran creyentes. Informa.
— Tengo las orejas sucias. Cera. El viaje a Ele-Cinco se efectuó sin incidentes. Encontré al señor Mortenson y le entregué el contenido de mi falso ombligo. La rutina resultó interrumpida por un factor más bien poco usual: la ciudad del espacio estaba atravesando una epidemia de desórdenes respiratorios, de etiología desconocida, y yo la contraje. El señor Mortenson fue de lo más gentil; me alojó en su casa, y sus esposas me cuidaron con gran habilidad y amorosos cuidados. Jefe, deseo que sean recompensadas.
— Anotado. Prosigue.
— La mayor parte del tiempo tenía mi tonta cabeza ida. Es por eso por lo que me retrasé una semana del tiempo previsto. Pero una vez me sentí capaz de viajar de nuevo me preparé para irme inmediatamente, y el señor Mortenson me dijo que ya llevaba conmigo lo que tenía para ti. ¿Dónde, Jefe? ¿De nuevo mi falso ombligo?
— Sí y no.
— ¡Eso no es ninguna respuesta!
— Fue utilizada la bola artificial de tu ombligo.
— Lo imaginé. Pese al hecho de que se supone que no hay ninguna terminación nerviosa allí, puedo sentir algo, una cierta presión quizá, cuando hay algo dentro.
Me apreté la barriga en torno a mi ombligo y tensé mis músculos estomacales.
— ¡Hey, está vacío! ¿Lo habéis retirado?
— No, nuestros antagonistas lo hicieron.
— ¡Entonces fracasé! Oh, Dios, Jefe, esto es horrible.
— No — dijo gentilmente —, tuviste éxito. Frente al gran peligro y a los obstáculos monumentales, tuviste un completo éxito.
— ¿De veras? — (¿Alguna vez les han prendido la Cruz de la Victoria?) —. Jefe, deja de hablar con dobles sentidos y trázame un diagrama.
— Lo haré.
Pero quizá sea mejor que primero sea yo quien trace un diagrama. Poseo una cavidad oculta, creada mediante cirugía plástica, detrás de mi ombligo. No es muy grande, pero una puede ocultar un montón de microfilms en un espacio de aproximadamente un centímetro cúbico. No puede descubrirse porque la válvula a esfínter que lo cierra forma el ombligo mismo. Mi ombligo parece normal. Jueces imparciales me han dicho que tengo una hermosa barriga y un ombligo adorable… lo cual, en algunos aspectos importantes, es mejor que tener un rostro bonito, cosa que no tengo.
El esfínter es un elastómero de silicona sintética que mantiene el ombligo cerrado en todo momento, aunque yo esté inconsciente. Esto es necesario puesto que no hay nervios que proporcionen un control voluntario a la contracción y a la relajación, como ocurre con los esfínteres anal, vaginal y — en alguna gente — de la garganta. Para cargar la cavidad utilizo una pizca de gelatina K-Y u otro lubrificante no petrolífero, y empujo con el pulgar… ¡no aristas ni ángulos, por favor! Para vaciarla tomo los dedos de ambas manos y tiro del esfínter artificial abriéndolo tanto como es posible, luego hago presión con mis músculos abdominales… y pop, fuera.
El arte de ocultar cosas en el cuerpo humano tiene una larga historia. Las formas clásicas son en la boca, en los senos nasales, en el estómago, el vientre, el recto, la vagina, la vejiga, la órbita de un ojo que falta, el canal auditivo, y exóticos y no muy útiles métodos empleando tatuajes ocultos a veces bajo el pelo.
Cada una de estas formas clásicas es conocida por todos los oficiales de aduanas y todos los agentes especiales públicos o privados a lo largo de todo el mundo, la Luna, las ciudades del espacio, los otros planetas, y cualquier otro lugar que el hombre haya alcanzado. Así que olvidémoslas. El único método clásico que aún puede engañar a un profesional es la Carta Implantada. Pero la Carta Implantada es un arte difícil, por supuesto, y aún cuando sea utilizado a la perfección debe ser implantada en alguna persona inocente que no tenga posibilidad de decirla ni siquiera bajo drogas.
Echen una mirada a los próximos mil ombligos que encuentren ustedes en sociedad.
Ahora que mi depósito se ha visto comprometido, es posible que uno o dos oculten quirúrgicamente escondites como el mío. Cabe esperar que pronto serán eliminados, y luego no serán instalados más, puesto que cualquier novedad en este tipo de cosas se convierte en completamente inútil una vez se difunde la noticia. Mientras tanto, los oficiales de aduanas empezarán inevitablemente a meter rudos dedos en todos los ombligos. Espero que un buen número de esos oficiales reciban puñetazos en los ojos de parte de furiosas víctimas… los ombligos acostumbran a ser sensibles y tienen fácilmente cosquillas.
— Viernes, el punto débil de ese depósito que llevas ha sido siempre que cualquier hábil interrogatorio…
— Ellos eran bastante torpes.
— …o cualquier interrogatorio torpe que utilice drogas puede obligarte a mencionar su existencia.
— Tuvo que ser después de que me inyectaran aquel suero de la verdad. No recuerdo haberlo mencionado.
— Es probable. La noticia puede haberles llegado a través de otros canales, puesto que hay alguna gente que está al corriente de ello… tú, yo, tres enfermeras, dos cirujanos, un anestesista, probablemente otros. Demasiados. No importa cómo llegaron a saberlo nuestros antagonistas, la cuestión es que retiraron lo que llevabas ahí. Pero no te pongas lúgubre; lo que recibieron fue una lista muy larga reducida a microfilm de todos los restaurantes relacionados en un listín telefónico de 1928 de la antigua ciudad de Nueva York. No tengo la menor duda de que a estas alturas habrá una computadora en algún lugar trabajando en esta lista, esperando descubrir el código oculto tras ella… lo cual va a tomarles mucho tiempo, puesto que no hay ningún código oculto tras ella. Un mensaje falso. Sin sentido.
— ¿Y por eso tuve que ir echando el bofe durante todo el camino hasta Ele-Cinco, comer mierda, ponerme enferma en el Tallo, y ser sodomizada por unos brutales bastardos?
— Lo siento por eso último, Viernes. ¿Pero crees que iba a arriesgar la vida de mi mejor agente en una misión sin sentido?
(¿Comprenden por qué trabajo para ese tipo arrogante? Las alabanzas te llegarán desde todos lados).
— Lo siento, señor.
— Comprueba la cicatriz de tu apendectomía.
— ¿Eh? — Rebusqué debajo de la sábana y la encontré, luego corrí la sábana y miré.
— ¿Qué infiernos?
— La incisión fue de menos de dos centímetros y directamente encima de la cicatriz; ningún tejido muscular resultó afectado. Lo que había dentro fue retirado hará unas veinticuatro horas volviendo a abrir la misma incisión. Con los métodos acelerados de reconstrucción de los tejidos que utilizamos en ti, puedo decirte que en otros dos días no serás capaz de descubrir la nueva cicatriz sobre la antigua. Pero me alegra sobremanera que los Mortenson te cuidaran tan bien, porque estoy seguro de que los síntomas artificiales que te fueron inducidos para cubrir lo que pensábamos hacer no fueron agradables. Incidentalmente, hay en realidad una epidemia de fiebre catarral allí… una cobertura fortuita.
El Jefe hizo un pausa. Me negué testarudamente a preguntarle qué era lo que había llevado… de todos modos tampoco me lo hubiera dicho. Al cabo de un rato añadió:
— Me estabas hablando de tu viaje a casa.
— El viaje de vuelta fue también sin incidentes. Jefe, la próxima vez que me mandes al espacio quiero ir en primera clase, en una nave antigrav. No vía ese truco idiota de la cuerda india.
— El análisis de ingeniería muestra que un enganche celeste es tan seguro como cualquier nave. El cable de Quito se perdió a causa de un sabotaje, no por un fallo material.
— Tacaño.
— No pretendo tapar las bocas del ganado. Puedes utilizar la antigrav a partir de ahora si las circunstancias y las disponibilidades de tiempo lo permiten. Esta vez había razones para utilizar el Tallo de Kenya.
— Quizá sí, pero alguien me siguió los pasos fuera de la cápsula en el Tallo. Tan pronto como estuvimos solos, lo maté.
Hice una pausa. Algún día, algún día, voy a conseguir que su rostro registre sorpresa.
Retomé el tema diagonalmente:
— Jefe. Necesito un curso de refresco, con algo de cuidadosa reorientación.
— ¿De veras? ¿Con qué fin?
— Mi reflejo asesino es demasiado rápido. No discrimino. Ese tipo no había hecho nada que mereciera el asesinato. Por supuesto, estaba siguiéndome. Pero hubiera podido librarme de él, aquí o en Nairobi, o como máximo haberlo noqueado y dejarlo congelado en algún sitio mientras yo me esfumaba.
— Discutiremos más tarde tus posibles necesidades. Continúa.
Le hablé del Ojo Público y de la cuádruple identidad de «Belsen» y de cómo las había enviado a los cuatro vientos, luego le relaté mi camino a casa. Lo comprobó.
— No has mencionado la destrucción de ese hotel en Nairobi.
— ¿Eh? Pero Jefe, eso no tuvo nada que ver conmigo. Yo estaba a mitad de camino de Mombasa.
— Mi querida Viernes, eres demasiado modesta. Un gran número de gente y una enorme cantidad de dinero han desaparecido en el intento de conseguir que completaras tu misión, incluyendo ese intento desesperado en nuestra antigua granja. Puedes suponer, al menos como hipótesis, que la bomba del Hilton tenía como único propósito matarte.
— Hum. Jefe, aparentemente tú sabías que iba a ser duro. ¿No podías haberme avisado?
— ¿Hubieras estado más alerta, más resuelta, si hubieras llenado tu mente con vagas advertencias acerca de desconocidos peligros? Mujer, tú no cometes errores.
— ¡Un infierno no los cometo! El tío Jim fue al encuentro de mi cápsula cuando no podía saber la hora de mi llegada; eso hubiera debido hacer sonar todas las alarmas en mi cabeza. Al instante mismo en que puse los ojos en él hubiera debido dar media vuelta, haberme metido de nuevo en el agujero, y tomar cualquier cápsula hacia cualquier lugar.
— En cuyo caso nos hubiera resultado tremendamente difícil encontrarnos contigo, lo cual hubiera abortado tu misión tan completamente como si hubieras perdido lo que llevabas. Hija mía, si las cosas hubieran ido bien, Jim hubiera acudido a tu encuentro por orden mía; tú subestimaste mi red de inteligencia, así como los esfuerzos que hicimos intentando mantenerte vigilada. Pero yo no envié a Jim en tu busca porque en aquel momento yo estaba corriendo. Renqueando, para ser precisos. Apresurándome.
Intentando escapar. Supongo que Jim tomó el mensaje del tiempo previsto de llegada por sí mismo… de nuestros hombres, o de los de nuestros antagonistas, o probablemente de ambos.
— Jefe, si lo hubiera sabido en aquel momento, hubiera echado a Jim a sus caballos para que se lo comieran. Estaba encariñada con él. Cuando llegue el momento, quiero encargarme de él personalmente. Es mío.
— Viernes, en nuestra profesión no es deseable mantener inquinas.
— No las mantengo, pero el tío Jim es algo especial. Y hay otro caso que quiero manejar personalmente. Pero lo discutiré contigo más tarde. Dime, ¿es cierto que el tío Jim había sido sacerdote papista?
El jefe casi pareció sorprendido.
— ¿Dónde oíste esa tontería?
— Por ahí. Rumores.
— «Humano. Todo demasiado humano». Los rumores son un vicio. Déjame dejarlo bien aclarado. Prufit era un timador. Yo lo metí en prisión, donde hizo algo para mí, lo bastante importante para que le hiciera un sitio en nuestra organización. Fue mi error. Mi inexcusable error, pues un timador nunca dejará de ser un timador; no puede. Pero sufro del deseo de creer en la gente, un defecto de carácter que creía haber erradicado. Me equivoqué. Continúa, por favor.
Le conté al Jefe cómo me habían atrapado.
— Eran cinco, creo. Posiblemente sólo cuatro.
— Seis, creo. Descripciones.
— Ninguna, Jefe. Estaba demasiado atareada. Bueno, uno. Le eché una buena mirada justo en el momento en que lo maté. Aproximadamente uno setenta y cinco de alto, peso setenta y cinco o setenta y seis. Edad aproximada, treinta y cinco. Tirando a rubio, bien afeitado. Eslavo. Pero era el único que mi ojo fotografió. Porque estaba quieto.
Involuntariamente. Con el cuello roto.
— El otro al que mataste, ¿era rubio o moreno?
— ¿«Belsen»? Moreno.
— No, en la granja. No importa. Mataste a dos y heriste a tres antes de que apilaran los suficientes cuerpos sobre ti como para inmovilizarte con su peso. Un mérito para tu instructor, déjame decirlo. Al escapar, no conseguimos disminuir lo suficiente su número como para impedirles que te cogieran… pero, en mi opinión, venciste la batalla en el sentido que pudimos rescatarte gracias a que habías dejado fuera de combate a un número lo suficientemente grande de sus efectivos. Aunque estabas encadenada e inconsciente cuando lo hicimos, tú venciste en la batalla final. Adelante, por favor.
— Eso casi lo compensa todo, Jefe. Luego siguió una violación en grupo, seguida por un interrogatorio, primero directo, luego bajo drogas, luego bajo dolor.
— Siento lo de la violación, Viernes. Las bonificaciones habituales. Las hallarás aumentadas si juzgo que las circunstancias fueron inhabitualmente ofensivas.
— Oh, no fue tan malo. No soy una estremecida virgen. Puedo recordar ocasiones sociales que fueron casi tan desagradables. Excepto un hombre. No conozco su rostro, pero puedo identificarlo. ¡Lo quiero para mí! Lo quiero tanto como quiero al tío Jim. Más, quizá, puesto que quiero castigarlo un poco antes de dejarlo morir.
— Sólo puedo decir lo que he dicho antes. Para nosotros, las inquinas personales son un error. Reducen las posibilidades de supervivencia.
— Me arriesgaré por este cabrón. Jefe, no le echo la culpa por la violación en cuanto a violación; recibieron órdenes de violarme bajo la estúpida teoría de que eso me ablandaría para el interrogatorio. Pero el cerdo debería bañarse alguna que otra vez, y tendría que hacerse mirar los dientes y cepillárselos de tanto en tanto y hacer enjuagues.
Y alguien debería decirle que no es educado golpear a una mujer con la que ha copulado.
No conozco su rostro, pero conozco su voz y su olor y su constitución y su apodo. Rocas o Rocoso.
— Jeremy Rockford.
— ¿Eh? ¿Lo conoces? ¿Dónde está?
— Lo conocí en una ocasión, y recientemente lo vi con mucha claridad, lo suficiente como para estar seguro. Requiescat in pace.
— ¿De veras? Oh, infiernos. Espero que no haya muerto suavemente.
— No murió suavemente. Viernes, no te he dicho todo lo que sé…
— Nunca lo haces.
— …porque deseaba tu informe primero. Su asalto a la granja tuvo éxito porque Jim Prufit había cortado toda la energía justo antes de que nos atacaran. Eso no nos dejó nada excepto las armas manuales de aquellos que llevábamos armas en la granja, sólo las manos desnudas para la mayoría de nosotros. Ordené la evacuación, y la mayoría de nosotros escapamos por un túnel preparado y oculto cuando la casa fue reconstruida.
Lamento y me siento orgulloso de decir que tres de nuestros mejores elementos, los tres que estaban armados cuando fuimos atacados, eligieron el papel de Horacio en el puente.
Sé que murieron mientras yo mantenía el túnel abierto hasta que pude deducir por los ruidos que los atacantes habían entrado en él. Entonces lo hice saltar.
«Tomó algunas horas reunir a la gente suficiente y organizar nuestro contraataque, especialmente conseguir los suficientes vehículos a motor autorizados. Aunque concebiblemente podíamos haber atacado a pie, necesitábamos tener al menos un VMA como ambulancia para ti.
— ¿Cómo sabías que estaba viva?
— De la misma forma que supe que el túnel de escape había sido invadido por nuestros atacantes y no por nuestra retaguardia. Transmisores remotos. Viernes, todo lo que te hicieron y tú hiciste, todo lo que dijiste y te fue dicho, fue registrado y grabado. Yo fui incapaz de registrarlo en persona, estaba demasiado ocupado preparando el contraataque, pero las partes esenciales me fueron pasadas cuando el tiempo lo permitió.
Déjame añadir que me siento orgulloso de ti.
«Sabiendo cuáles transmisores estaban registrando el qué, sabíamos dónde te tenían, el hecho de que te abofetearon, cuántos eran en la casa, dónde estaban, dónde se habían instalado, y cuántos permanecían despiertos. Manteniendo los transmisores conectados al VMA de mando, supe cuál era la situación en la casa en el momento mismo del ataque. Dimos el golpe… Ellos dieron el golpe, quiero decir… nuestra gente dio el golpe. Yo no conduzco ataques renqueando en esos dos bastones; yo manejaba la batuta. Nuestra gente atacó la casa, nos metimos dentro, los cuatro designados te rescataron… uno de ellos armado únicamente con un cortador a rayos… y todos estábamos fuera de nuevo en tres minutos once segundos. Luego prendimos fuego a todo.
— ¡Jefe! ¿Tu maravillosa granja?
— Cuando una nave se está hundiendo, uno no se preocupa de la mantelería del comedor. Nunca hubiéramos podido volver a usar la granja. Quemando la casa destruíamos muchas grabaciones inconvenientes y muchos elementos de equipo secretos y cuasi-secretos. Pero, lo más importante, quemando la casa conseguíamos una limpieza, definitiva del grupo que había comprometido sus secretos. Nuestro cordón estaba situado en su lugar antes de que empleáramos las incendiarias, luego cada uno fue disparando a los que intentaban salir.
«Fue entonces cuando vi a tu conocido Jeremy Rockford. Tenía las piernas ardiendo y salió por la puerta del este. Se tambaleó de nuevo hacia adentro, cambió de opinión e intentó escapar otra vez, cayó, y quedó atrapado. Por los sonidos que hacía puedo asegurarte que no murió suavemente.
— Ugh. Jefe, cuando dije que deseaba castigarle antes de matarlo no me refería a nada tan horrible como dejarlo arder hasta morir.
— Si no se hubiera comportado como un caballo corriendo de vuelta al establo en llamas, hubiera muerto como los demás… rápidamente, por rayo láser. Un disparo a primera vista, porque no tomamos prisioneros.
— ¿Ni siquiera para interrogarles?
— No es la doctrina correcta, como he estipulado. Pero, Viernes querida, no te das cuenta de la atmósfera emocional. Todos habían visto las cintas, al menos la de la violación y la de tu tercer interrogatorio, la tortura. Nuestros chicos y chicas no hubieran tomado prisioneros ni siquiera aunque yo se lo hubiera ordenado. Pero tampoco era mi intención. Quiero que sepas que todos tus colegas te tienen en una gran estima. Incluidos los muchos que nunca te han conocido y que probablemente no llegarán a conocerte nunca.
El Jefe alcanzó sus bastones, forcejeó para ponerse en pie.
— Me he pasado siete minutos del tiempo que tu médico me dio para la visita.
Hablaremos mañana. Ahora tienes que descansar. Una enfermera vendrá y te dará algo para que duermas. Duerme y ponte bien.
Tuve unos cuantos minutos para dedicarlos a mí misma; los pasé en medio de una cálida irradiación. «En alta estima». Cuando nunca has sido aceptada por nadie y nunca puedes realmente ser aceptada por nadie, palabras como esas significan algo. Me reconfortaron tanto, que no me importó no ser humana.