Capítulo 10

– ¿QUÉ… QUÉ quieres decir?

– Quiero decir que me he perdido diez años de su vida. Y no pienso perder ninguno más.

– ¿Vas a intentar separar a Niall de mí? Alex, no harías eso -Shea alzó la barbilla-. No te dejaré. No podrás. De todas formas, ningún tribunal lo permitiría. Yo…

– ¿Crees eso de mí? ¿Que usaría los tribunales para quitarte a Niall?

Alex maldijo entre dientes.

– Bueno, has dicho…

– Quería decir que quiero conocer a Niall -le aclaró él-. Quiero formar parte de su vida y quiero contribuir a su crianza.

– Yo puedo proveerle de todo. No soy exactamente pobre. El negocio me va bien…

– El dinero no tiene nada que ver con ello.

– Entonces, ¿qué quieres decir?

– Que quiero formar parte de su vida -extendió la mano con gesto de exasperación-. ¿Es eso tan difícil de entender, Shea?

– Ahora mismo no puedo soportar más esto, Alex. ¿Podrías por favor dejarme hasta que… al menos hasta después de la operación de Norah?

– Ya lo hemos dejado durante once años.

– Son demasiadas emociones para que yo pueda aguantarlas en este momento. ¿Tanto importarían unas pocas horas más?

– Supongo que no -accedió él con evidente desgana-. Desde luego, admito que este no es el mejor momento para mantener esta conversación. Pero, ¿cuándo será?

Alex cruzó la habitación para quedarse delante del único cuadro de la sala.

– Nunca sospeché ni por un instante que Niall fuera hijo mío. Jamie me dijo que lo habías pasado mal, que había sido prematuro. Y le creí -se dio la vuelta hacia ella de nuevo-. He perdido diez años de la vida de mi hijo.

– Alex, por favor…

Alex maldijo de nuevo y se dio la vuelta.

– Tienes razón. No es el momento, pero no puedo ser racional con respecto a esto. Si es que alguna vez lo he sido.

– Como ya te he dicho antes, hice lo que creí más apropiado en aquel momento. Eso ya no puedo cambiarlo.

– Eso es cierto -dijo él con un suspiro-. No recuerdo que Norah tuviera problemas con su vesícula -dijo todavía de espaldas a ella.

El cambio tan brusco de tema la desconcertó casi tanto como la imagen de su fuerte espalda marcada contra la fina seda de la camisa.

– Lleva teniendo cólicos cada vez con más frecuencia desde hace algunos años. Ya tenía cita para que la operaran dentro de un par de meses, pero la situación se ha escapado de las manos. No puedo dejar de preocuparme. Norah no es joven y…

Alex se había dado la vuelta.

– Simplemente no puedo -Shea tragó saliva-. No puedo imaginarme la vida sin ella, eso es todo. Siempre ha estado ahí para Niall y para mí.

En ese momento, se abrió la puerta y la misma enfermera de antes asomó la cabeza.

– Vaya, aquí estás, Shea -entonces entró y se enteró de que Alex estaba también en la sala-. ¡Vaya! Alex Finlay -sonrió con brillantez-. Había oído que has vuelto a Byron.

– ¿Cómo esta Norah? -preguntó con rapidez Shea.

La enfermera se dio la vuelta con evidente desgana.

– Está fuera del quirófano en la UCI. La operación ha salido muy bien, pero no estará consciente hasta dentro de unas horas -echó un vistazo a su reloj-. ¿Por qué no os vais a casa a cenar algo y volvéis hacia las siete y media?

– ¿Estás segura de que está bien?

– Por supuesto que sí. Ahora deja de preocuparte, Shea. Vamos -abrió la puerta para ellos-. Podéis pasar a verla aunque ella no se enterará de que habéis estado. Después, podrás pedirle a Alex que te lleve a casa.

– He traído mi coche -se rebeló Shea mientras salían al pasillo.

Entraron en la sala de puntillas, pero Norah, como había dicho la enfermera, estaba totalmente dormida.

A Shea le dio un vuelco el corazón. Le apretó la mano a Norah y sintió una fuerte necesidad de decirle lo mucho que agradecía que le hubiera dado un hogar, que la hubiera querido como a una hija y que la hubiera apoyado tanto después de la muerte de Jamie. Las lágrimas le afloraron a los ojos y una de ellas se derramó por su mejilla. Y sabía que no estaba llorando sólo por Norah.

La enfermera le pasó un pañuelo de papel.

– Vete ahora a casa, Shea. Te veré más tarde antes de que termine mi turno.

Salieron todos de la sala y la enfermera se dio la vuelta hacia Alex.

– Me alegro de volverte a ver en casa, Alex. Tendré que ponerme al día de todas tus aventuras al otro lado del océano.

Alex sonrió y dijo algo cortés mientras sujetaba a Shea por el brazo y la conducía hacia la salida.

– Yo te llevaré a casa -dijo en cuanto estuvieron en la calle-. Dejaremos tu coche aquí y lo recogeremos por la noche.

– No seas tonto, Alex. Estoy lo suficientemente bien como para conducir hasta mi casa.

Pero Alex no la soltó y siguió en dirección a su Jaguar.

Ella se detuvo y se zafó de su mano.

– ¿Es que tienes que ser siempre tan dominante? Te he dicho que puedo conducir yo sola hasta mi casa

Él clavó los ojos en ella de forma ardiente y suspiró.

– ¿Y tú tienes que discutirlo todo siempre? ¿Es que no hay una posibilidad que sigas la corriente aunque sólo sea por una vez? -sugirió con sequedad. Pero la mirada de obstinación de ella le hizo mover la mano-. Bien. Esos ojos azules tuyos tienen la culpa de todo. ¿Dónde tienes las llaves?

Shea las sacó del bolso mientras él extendía la mano. En un acto reflejo, ella se las pasó y él abrió la puerta del pasajero antes de volverse hacia ella.

– Dejaremos aquí el Jaguar y podrás llevarme tú a casa.

Le pasó entonces las llaves y Shea se quedó mirándolo mientras se agachaba para entrar en su pequeño coche. Abrió la boca para protestar, pero antes de hacerlo, él alzó la vista hacia ella.

– Niall estará esperando para saber cómo está su abuela.

Su comentario le hizo tensar la mandíbula por lo que hubiera querido decirle. En vez de eso, entró en el coche y se sentó detrás del volante.

Si al menos estuviera segura de las intenciones de Alex con respecto a Niall. Había dicho que quería formar parte de la vida de su hijo, pero eso significaría que también entraría a formar parte de la vida de ella. Y Shea no estaba segura de poder con ello. Parecía que tendrían que llegar a alguna solución.

Miró de soslayo a Alex. Estaba casi segura de que él no se lo diría a Niall, pero por si acaso, tendría que encargarse de no darle la oportunidad.

Shea intentó formular un plan en su mente. Su primer objetivo era conseguir que Alex no tuviera ningún contacto con Niall hasta que ella hubiera decidido cómo manejar la situación. Todos sus instintos se oponían a que Niall supiera que Alex era su padre, pero si debía saber la verdad, debía ser por boca de ella.

Paró entonces en un semáforo en rojo. Alex parecía completamente relajado a su lado con un brazo apoyado cómodamente en el borde de la ventanilla.

Se fijó en la cicatriz que tenía en el dorso de la mano al lado del pulgar, resultado de un corte con un cuchillo cuando estaba limpiando un pez que había pescado con Jamie.

Y allí quedaba la cicatriz, como un recordatorio de los días en que Alex había sido el centro de su universo. Las lágrimas le asomaron a los ojos y hubiera querido alargar la mano y frotar aquella fina marca blanca con el dedo, volver a aquellos días de amor y risas.

Pero por supuesto, siguió sin moverse de su asiento. Y se endureció ante el efecto debilitante que le producía su cercanía a pesar de la aversión que sentía por él.

Era imperativo asegurarse de que Alex mantuviera la distancia.

– ¿Alex? No se lo digas a Niall, por favor.

– ¿Crees que lo haría? -preguntó él con incredulidad antes de volver la cabeza en dirección contraria.

Shea tragó saliva y, al cambiar el disco, aceleró ligeramente deseando haber accedido a que Alex la llevara a ella a casa.

Sin embargo, ya no tenía remedio y al meter el coche en el sendero, Niall saltó por encima de la verja baja que separaba su casa de la de los Gavin.

– ¡Mamá! ¿Cómo está la abuela? -gritó antes de que Shea hubiera salido del coche.

Shea esbozó una sonrisa y le dio un fuerte abrazo.

– Está bien.

Sue Gavin estaba de pie al lado de la verja con uno de sus gemelos de diez meses contra la cadera.

– ¿Ya la han operado?

– Está todavía en la Unidad de Cuidados Intensivos, pero la enfermera ha dicho que ha salido muy bien.

– Eso es estupendo.

Sue sonrió y Shea le dio las gracias por haber cuidado a Niall.

– No es ningún problema -dijo mientras el otro gemelo empezaba a llorar en el interior de la casa.

Sue agitó la mano y se fue adentro.

– ¿Podemos ir a ver a la abuela? -preguntó Niall con ansiedad.

– Por supuesto, pero después de la cena. Para entonces, ya estará despierta.

Alex cerró la puerta en ese instante y, con la preocupación por su abuela, Niall ni se había fijado que estaba allí.

– ¡Ah, Alex! ¡Hola! -dio la vuelta al coche para detenerse y mirar a Alex con una sonrisa que pronto se desvaneció-. ¿Sabías que la abuela estaba en el hospital?

– Sí, lo sabía.

– Pero mamá dice que está bien -se dio la vuelta hacia su madre-. Está bien, ¿verdad, mamá? Quiero decir, que la abuela no va a… no se va a morir como papá, ¿verdad?

Shea sintió una punzada dolorosa al mirar la cara pálida de su hijo, pero fue Alex el que salió en su rescate.

Extendió la mano y la apoyó en el hombro de Niall.

– Como ya sabrás, tu abuela tenía problemas con la vesícula, pero hoy en día, los médicos tienen técnicas para operar de forma mucho menos traumática y en pocos días estará fuera del hospital. Después, tendrá que descansar una temporada.

– ¡Qué bien! Estaba… bueno, un poco preocupado. Ya sabes. Después de lo de papá…

– Es comprensible.

– ¿Has estado en el hospital con mamá? -cuando Alex asintió, Niall agitó un poco la cabeza-. Me alegro de que estuvieras allí, Alex. Con mamá. Quiero decir que es mejor que no estuviera sola mientras operaban a la abuela.

– Me alegro de que se haya pasado -intervino con rapidez Shea-. Y con suerte, mejorará la salud de la abuela.

Niall soltó una suave carcajada.

– ¿Crees que ahora podrá comer esos bizcochos de crema que le gustan tanto?

El niño tomó a su madre de la mano y, con ingenuidad, deslizó la otra en la de Alex mientras alzaba la vista hacia él.

– A la abuela le encantaban los bizcochos de crema antes de que empezaran a sentarle mal.

– Sí, creo recordar que eran sus favoritos.

– ¿Te quedarás a cenar, Alex? -preguntó con formalidad.

Alex soltó una carcajada.

– Claro. Después, podremos ir al hospital todos juntos a ver a la abuela.

Shea abrió puerta con impaciencia. Alex creía que tenía todo arreglado. Ayudado por la inocencia de Niall.

– Se me acaba de ocurrir algo -dijo Alex con burlona seriedad-. ¿Crees que debo arriesgarme a quedarme a cenar, Niall? Quiero decir, ¿qué tal cocina tu madre? Tengo la sensación de que no lo hacía muy bien en los viejos tiempos.

Niall soltó una carcajada y agitó la mano.

– No está mal. Pero la abuela es mejor -añadió con una mirada de broma hacia su madre.

– Tened cuidado, vosotros dos. Acordaos del refrán: más vale pájaro en mano que ciento volando.

– Creo que será mejor que nos callemos, Alex.

Niall se puso la mano en la boca, abrió mucho los ojos con inocencia y soltó una carcajada.

– ¿Tienes muchos deberes? -le pregunta Shea.

– Pete y yo ya los hemos hecho juntos. Los terminé mientras esperaba a que vinieras del hospital.

Shea comprendió con culpabilidad que estaba siendo injusta con Niall descargando con su hijo la impaciencia que sentía consigo misma.

– Entonces quizá deberías darte una ducha mientras yo preparo la cena -dijo con más suavidad.

– ¿Una ducha? ¡Oh, mamá! -protestó Niall antes de olerse la camisa y soltar un gemido-. Supongo que después del partido de fútbol será mejor que me lave -arrugó la nariz-. Si no, puede que no me dejen entrar a ver a la abuela, ¿verdad? No tardaré nada.

Salió corriendo por el pasillo dejando a Alex y a Shea juntos en la cocina.

– Veré lo que hay para cenar -dijo con prisa antes de abrir la nevera.

En la segunda estantería había pastel de carne que Norah debía haber preparado antes de ponerse enferma. Lo sacó e intentó poner voz animada.

– Niall y tú os alegrareis con este pastel -dijo mientras lo metía en el horno-. Así, no tendrás ocasión de probar mi comida.

Alex no hizo ningún comentario y cuando Shea se dio la vuelta, se acercó más a ella mirándola con intensidad.

– Déjame cuidar de ti y de Niall -dijo con suavidad-. Cásate conmigo, Shea.

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