Agradecimientos

Un par de cuestiones logísticas antes de dar las gracias. La aldea de Shadbagh es ficticia, aunque es posible que exista alguna con ese nombre en algún lugar de Afganistán. De ser así, nunca he estado en ella. La cancioncilla infantil de Abdulá y Pari, en concreto la referencia a «un hada pequeñita y triste», está inspirada en un poema de una gran poetisa persa, la difunta Forugh Farrojzad. Finalmente, el título original de este libro está inspirado en parte en el precioso poema de William Blake «Canto de la nodriza».

Me gustaría dar las gracias a Bob Barnett y Deneen Howell por ser tan maravillosos consejeros y defensores de este libro. Gracias a Helen Heller, David Grossman, Jody Hotchkiss. Gracias también a Chandler Crawford por su entusiasmo, su paciencia y sus consejos. Estoy muy agradecido a muchos amigos de Riverhead Books: Jynne Martin, Kate Stark, Sarah Stein, Leslie Schwartz, Craig D. Burke, Helen Yentus, y muchos más que no he nombrado pero a quienes estoy profundamente agradecido por contribuir a que este libro llegara a los lectores.

Querría darle las gracias a mi maravilloso corrector, Tony Davis, que siempre se implica muchísimo más de lo que se espera de él.


Le debo un agradecimiento especial a mi editora, Sarah McGrath, una mujer de enorme talento, por su perspicacia y su clarividencia, por la delicadeza de sus consejos y por ayudarme a darle forma a este libro en más sentidos de los que puedo recordar. Nunca había disfrutado tanto del proceso de edición, Sarah.

Por último, gracias a Susan Petersen Kennedy y Geoffrey Kloske, por su confianza y su fe inquebrantable en mí y en lo que escribo.

Gracias y tashakor a todos mis amigos y a todos los miembros de mi familia por estar siempre en mi esquina del cuadrilátero y por aguantarme con paciencia, ánimo y generosidad. Como siempre, gracias a mi preciosa mujer, Roya, no sólo por haber leído y corregido muchas encarnaciones de este libro, sino por ocuparse sin la más mínima protesta de que el día a día siguiera su curso para que yo pudiese escribir. Sin ti, Roya, este libro habría dejado de existir en algún punto del primer párrafo de la página uno. Te quiero.

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