CAPÍTULO 19

Las llamadas telefónicas volvieron a interrumpir aquella mañana del inspector jefe Chen.

La primera fue del detective Yu. Yu informó a Chen del «descubrimiento durante el desayuno» que había realizado muy temprano en Oíd Half Place.

– El caso contra Wan tiene demasiadas lagunas -dijo Yu-. Todavía no puedo concluir la investigación.

– No tienes que hacerlo -añadió Chen-. No tenemos que hacerlo.

– Pero el secretario del Partido Li tiene mucha prisa por cerrarlo.

– No te preocupes, le llamaré.

– ¿Qué le dirás?

– Bueno, ¿el camarada Wan no es un símbolo político? ¿Un ex miembro del Equipo Obrero de Propaganda por el Pensamiento de Mao Zedong durante la Revolución Cultural convertido en asesino en la década de los noventa? Eso no le gustará al secretario del Partido Li.

– Así que atravesarás su escudo con su propia lanza, por así decirlo.

– Exacto -contestó Chen, percibiendo un tono de emoción en la voz de Yu. Se trataba de una baza con la que sabía jugar-. Utilizaremos su propia arma para que el tiro le salga por la culata. Hablaré con el secretario del Partido Li.

Chen puso una tetera al fuego. Antes de que pudiera terminar la primera taza, cuando estaba preparando una hoja de té verde y tierna, a la vez que ensayando su discurso para el secretario del Partido Li, el teléfono volvió a sonar.

Quien llamaba era una enfermera del hospital Renji. La madre de Chen necesitaba ser ingresada para realizarle unas pruebas relacionadas con sus problemas de estómago. Según le comentó la enfermera, el doctor estaba muy preocupado.

La noticia llegó en un momento inoportuno. Aparte de los nuevos avances en la investigación, Chen se estaba esforzando mucho por completar la traducción. Se lo había prometido a Cu. El tiempo jugaba un papel esencial en Nuevo Mundo, Chen lo sabía. Por un momento, deseó no haber aceptado el proyecto, el cual estaba interfiriendo en sus responsabilidades como policía, y ahora como hijo.

Sin embargo, el trabajar en la traducción también le proporcionaba algunas ventajas. El hospital exigía un depósito antes de admitir a los pacientes. Así pues, el adelanto por la traducción resultaba útil, ya que era más que suficiente para cubrir los gastos.

Claro que, podría haber hecho un par de llamadas a sus «contactos» y su madre probablemente habría sido admitida sin necesidad de pagar el depósito. Chen prefirió no hacer eso; ahora, al menos, podía elegir.

Éste era otro aspecto de la reforma económica china que no agradaba a Chen. ¿Qué pasaba con las personas que no podían pagar el depósito y que tampoco poseían contactos? Debería haber un detalle de humanidad por parte de la dirección de los hospitales.

En los noventa, todo el mundo buscaba dinero. «Xiang Qian Kan, mirar hacia el futuro», el lema político revolucionario, era parodiado cruelmente, ya que qian significa dinero y también futuro. En fa economía de mercado, los hospitales no eran una excepción. Los médicos y las enfermeras también eran humanos. Sus sueldos dependían de las ganancias del hospital.

Mientras Chen seguía hablando por teléfono con la enfermera, Nube Blanca entró en la habitación.

– Tienen que ingresar a mi madre para hacerle unas pruebas -le explicó Chen colgando el auricular.

– Ahora los hospitales se empeñan en realizar pruebas a todo el mundo. Puede que éstas ni sean necesarias, pero les proporcionan grandes ingresos. Les gusta hacer dinero -opinó Nube Blanca-. No se preocupe demasiado, inspector jefe Chen.

– Puede que tengas razón. Gracias -contestó.

Chen, también se preguntó por qué esas pruebas requerían hospitalizar a su madre. Llevaba años quejándose de sus dolores de estómago. Nunca le habían dicho que fuera algo grave.

– Deje que vaya yo al hospital a entregar el dinero para su admisión, a encargarme del papeleo y a hacerle compañía a su madre. Estoy aquí para eso, como su pequeña secretaria. Llámeme cuando quiera si tiene alguna pregunta. Ya tiene mi número de móvil.

¿Qué pensaría su madre? Nunca le había comentado que tuviera una pequeña secretaria trabajando para él en casa. En tales circunstancias, sin embargo, Chen no podía permitirse titubear.

– De acuerdo. Dile que yo iré después de comer o durante la tarde. Muchas gracias, Nube Blanca.

– No se merecen -dijo ella mientras guardaba una bolsa de papel marrón en el frigorífico-. Ah, esto es ternera asada con bollos al vapor. Anoche apenas le dio tiempo a terminar de comer el filete. Le gusta la ternera, supongo. Caliéntelo en el microondas.

Una vez más, Chen tenía suerte de contar con su ayuda.

Ahora era el turno de que el secretario del Partido Li le llamara.

– El detective Yu me ha dicho que quería hablarme sobre algo. ¿De qué se trata, camarada inspector jefe Chen?

– Ah, sí. El detective Yu me ha informado sobre el último avance en la investigación. De modo que me gustaría hablarlo con usted.

– Adelante.

– Desde nuestra última conversación, he estado pensando mucho sobre el caso. Como usted dijo, deberíamos ser conscientes de las repercusiones políticas del caso. Tal y como usted explicó, las esferas más altas tienen motivos importantes por los que desean que solucionemos el caso sin ninguna complicación política. Por lo tanto, entiendo que es necesario que debamos despolitizar el caso.

Chen prosiguió tras hacer una pausa elocuente.

– Ahora bien, si cerramos el caso precipitadamente, con Wan como asesino, podríamos encontrarnos con una situación adversa a los intereses del Partido…

– ¿A qué se refiere, inspector jefe Chen?

– Quiero decir, si Wan resulta ser el auténtico asesino sin ningún género de dudas, le condenaremos. De eso no hay duda. Pero todavía existen lagunas en su confesión, tal y como indicó el detective Yu, así que, ¿por qué no esperar un par de días más?

– Sigo sin entenderle. Por favor, explíquese.

– Cuando se celebre la conferencia de prensa, la gente sabrá quién y qué es Wan. Un ex miembro del Equipo Obrero de Propaganda por el Pensamiento de Mao Zedong, que en el pasado fue políticamente rojo, pero ¿ahora qué? Por desgracia, Wan no es el único. Muchos obreros retirados lo están pasando muy mal. Es posible que la gente considere a Wan como un ejemplo de un ex obrero que ha ido de mal en peor, hasta acabar arruinado. Si Wan fue capaz de cometer un asesinato debido a su desesperación, entonces podrían hacer lo mismo otras personas que estén en una situación similar. Wan podría acabar convirtiéndose en una figura simbólica.

– Tiene razón, camarada inspector jefe Chen -dijo Li después de una larga pausa-, pero el Gobierno municipal está presionando mucho al departamento policial.

– Eso es lo que debemos pensar -prosiguió Chen con ambigüedad-. Si algún periodista aprovechara algunos de los detalles, los publicara, y tergiversara… piense en ello: «el antagonismo entre un ex miembro del Equipo Obrero de Propaganda por el Pensamiento de Mao Zedong y una escritora disidente que denunció la Revolución Cultural». Podría desencadenar consecuencias políticas desastrosas.

– Entonces tendremos que aplicar un control estricto de la información.

– Dudo que funcione. Siguiendo sus instrucciones, la semana pasada fui a la casa shikumen. Allí hay tanta gente, todos juntos, que las noticias y los rumores se extendían como si tuvieran alas. Y los periodistas también pueden ir. Hoy en día, algunos periódicos ya no son lo que eran, ya no son tan leales a las autoridades del Partido. Para aumentar las ventas, recurren a noticias sensacionalistas.

Li dijo, tras vacilar un instante:

– Si el detective Yu quiere conceder un par de días más a la investigación, no creo que pase nada. Pero es importante que la gente sepa que el Gobierno no está implicado en la muerte de Yin, y que lo sepa cuanto antes.

– Tengo una pregunta, secretario del Partido Li.

– Dígame, inspector jefe Chen.

– Es acerca de Seguridad Nacional. Hay algo que me desconcierta. Este caso no es suyo. Nadie nos ha informado de su participación. Sin embargo, registraron la habitación de Yin antes incluso de que el detective Yu llegara al edificio. Y luego ocultaron información sobre la solicitud de renovación del pasaporte de Yin. ¿Por qué, secretario del Partido Li?

– Veamos, Yin era una escritora disidente. Es comprensible que a Seguridad Nacional le interese el caso. No nos deben ninguna responsabilidad, como ya sabemos.

– Pero si éste era un caso tan delicado políticamente, deberían haber compartido la información con nosotros.

– Si hubieran encontrado algo importante, creo que nos lo habrían comunicado -dijo Li-. ¿Ha averiguado alguna cosa que pudiera interesar a Seguridad Nacional?

– No -respondió Chen. Por supuesto, de haber averiguado algo también lo habría negado-. Por eso se lo preguntaba.

– El ministro de Pekín también nos ha llamado. El ministro Huang tiene una muy buena opinión sobre usted, como sabe. Dado que ha reflexionado mucho sobre el caso, ¿qué tal si toma el mando?

– No, secretario del Partido Li. Mi madre está en el hospital. Acaban de llamarme para avisarme.

– Siento mucho oír eso. ¿Hay algo que el departamento policial pueda hacer por usted? Todavía está de vacaciones. Si lo necesita, puede tomarse unos cuantos días más. O podemos enviar a alguien al hospital para que le ayude. ¿Necesita algo en especial?

– No, no por el momento. Pero muchas gracias. Y ayudaré al detective Yu en lo que pueda. Le doy mi palabra, secretario del Partido Li.

Durante un rato, después de la conversación con Li, a Chen le resultó difícil concentrarse en la traducción, pero finalmente lo consiguió. Sin embargo, algo más tarde, llamó Nube Blanca. Se había encargado de todo el papeleo en el hospital y su madre no corría ningún peligro grave. El doctor le explicó que querían ingresarla en el hospital para hacerle las pruebas debido a su edad. Aquello le tranquilizó. Así pues, Chen continuó repasando la traducción.

Antes de comer, marcó el número de la casa de Yu, pero fue Peiqin quien contestó. De acuerdo; también tenía preguntas para ella. Después de su última charla, Chen había conseguido un ejemplar de Muerte de un Profesor Chino, y había procurado leer todo lo posible durante el poco tiempo del que disponía. Peiqin tenía razón: la novela era irregular, con grandes contrastes de estilo y de contenido, contrastes tan marcados que resultaba difícil no percatarse de ellos.

– Creo que tienes razón -le dijo-. Yin pudo haber cometido plagio. Sus fuentes quizás no fuesen periódicos ni bestsellers. Algunas partes de la novela poseen una calidad literaria elevada.

– Algunas partes están mucho mejor escritas que otras. Pero no logro ver la conexión entre la novela y el asesinato -repuso Peiqin.

– Ni yo tampoco. Si alguien lo hubiese descubierto, ya fuese el escritor de la obra que copió o un lector, podría haberse puesto en contacto con ella o con los medios de comunicación. En un caso similar, me acuerdo, el demandante exigió una compensación económica. Pero no habría conseguido nada matándola -continuó Chen-. ¿Has averiguado algo más, Peiqin?

– Nada nuevo -contestó-, excepto un pequeño detalle. Como te habrá dicho Yu, he leído bastantes traducciones. En el instituto yo era como un ratón de biblioteca. Si leemos detenidamente libros traducidos al chino, nos daremos cuenta de que suelen ser bastante distintos de los escritos originariamente en chino. Lingüísticamente, me refiero.

– Interesante observación. ¿Puedes ser un poco más específica, Peiqin?

– Existen ciertas maneras de elaborar una frase o sintagma que cambian en cada idioma. En ocasiones, incluso una palabra puede ser diferente. Por ejemplo, los escritores chinos rara vez, si es que alguna, utilizan el pronombre «it», y los traductores experimentados como Yang eran conscientes de ello. Pero no los traductores de tercera o cuarta categoría. Expresiones exóticas aparecen en sus textos cuando menos te lo esperas. Quizás esto no afecta al significado, pero las frases chinas no deberían escribirse así.

– Tienes razón. Algunos párrafos parecen artificiales; yo también he tenido esa impresión. Pero no lo he analizado tan detalladamente como tú.

– Hay otro ejemplo. Hace diez años, la palabra «intimidad» apenas existía en el idioma chino. Si alguna vez se utilizaba, era para aportar un sentido negativo, indecente o malvado, para expresar algo que se mantenía oculto y al margen de la legalidad. Pero en Muerte de un Profesor Chino, Yin utilizó la palabra con un sentido positivo, igual que la utiliza la gente joven y moderna en la actualidad.

– ¡Tu inglés es muy bueno, Peiqin! -exclamó Chen-. Incluso hoy, algunas personas siguen utilizando esa palabra con cuidado, dado su connotación negativa aún existente.

– No, no te rías de mí, inspector jefe Chen. Tengo que ayudar a Qinqin con los deberes de inglés, y hace sólo un par de semanas me preguntó cómo traducir «intimidad» al chino.

– Eres muy perspicaz, Peiqin. Yo he traducido textos, pero he prestado poca atención a tales complejidades lingüísticas.

– Oh, perdóname. Parezco una aprendiza intentando dar lecciones al Maestro Ban. Sé que has traducido muchos textos. Es sólo que parece que algunos párrafos de Muerte de un Profesor Chino hayan sido escritos igual que en una traducción literal.

– ¿De modo que estás sugiriendo que Yin podría haber plagiado un texto inglés y haberlo traducido?

– Es posible, ¿no?

Era posible. Se habían escrito bastantes libros en inglés acerca de la Revolución Cultural. Como profesora de inglés en la universidad, Yin podía haber leído algunos. Pero más tarde Muerte de un Profesor Chino fue traducido al inglés. Seguramente Yin habría pensado en que existía la posibilidad de que la descubrieran.

Tal vez Peiqin era como él, demasiado preocupada por ayudar en la investigación. La única forma que tenía de colaborar era a través de la lectura; como consecuencia, era propensa a llevar al límite las posibles teorías. Pero en fin, todo era por ayudar a su marido, quien había tenido que encargarse solo de un caso complicado.

A continuación Chen empezó a hablar con naturalidad.

– Yu me ha dicho que fuisteis a desayunar a Oíd Half Place. Me parece genial. Se merece un descanso.

– Sí, se lo merece. Últimamente sufre demasiada presión. Debido a muchas cosas.

– Entiendo. El detective Yu y yo estamos en el mismo barco. Yo dependo de él, y por supuesto, haré todo lo que pueda por él. Es un estupendo agente de policía. Me considero afortunado por tenerle como compañero.

– Gracias. Es muy amable por tu parte, inspector jefe Chen.

Más tarde, Chen se arrepintió de haber hablado en aquel tono condescendiente, el cual podría sonar igual que los cumplidos vacíos que solía hacer el secretario del Partido Li. Quizás por eso no era de extrañar que le tuvieran en consideración para ascenderle al puesto de secretario del Partido. Se preguntó, ¿qué pretendía decir en realidad? ¿Y qué habría pensado Peiqin?

Preparó otra cafetera antes de reanudar la lectura de su propia traducción.

Calentó la ternera asada y los bollos al vapor en el microondas. Formaban una combinación ingeniosa. La ternera asada estaba cocinada al estilo occidental, ya que en la cocina tradicional china sólo existía la carne de vaca estofada. La mezcla de los opuestos, como el yin y el yang. En el temporizador digital del microondas se podía leer «3.00» en color verde. Sonó un pitido agudo. Hubo una extraña correspondencia entre el sonido y una idea nueva en la cabeza de Chen.

¿Podría ser que esas partes que Yin había plagiado procedieran de un manuscrito sin publicar, y que el autor original no estuviera en posición de reclamar?

Chen no había considerado realmente esta posibilidad porque sabía que Yin no era nadie hasta la publicación de Muerte de un Profesor Chino. Nadie le habría entregado un manuscrito para que lo leyera. Nadie excepto Yang. Pero el manuscrito inglés que no habían encontrado, sobre el que Zhuang le había hablado, podría tratarse de la versión china de Yang de Doctor Zhivago.

Por supuesto, si Yang le hubiese dejado el manuscrito a Yin, ésta nunca se lo habría contado a nadie, ya que eso sólo le habría causado problemas. Si las autoridades del Partido se hubiesen enterado le habrían exigido que les entregara el manuscrito. Nunca habrían dejado en manos de Yin algo potencialmente dañino para la imagen gloriosa de la China comunista. Especialmente un manuscrito escrito en inglés, cuyo propósito era ser distribuido en el extranjero. Probablemente, Yin también se habría expuesto al rechazo de la gente de haberse conocido la cifra de yuanes que podría recibir en caso de publicarse. Eso era algo que Chen había vivido en primera persona. Hasta el momento, Chen apenas había hablado con nadie acerca de su proyecto actual de traducción, sólo con Yu. Pero incluso a Yu no le había mencionado la cantidad exacta que iba a cobrar. ¿Qué habrían pensado los demás?

Yang no podría haberse quejado -ni haber asesinado- a Yin, desde luego.

Pero, ¿quién más podría conocer la existencia del manuscrito? Hacía tiempo que Yin había perdido el contacto con su familia. En cuanto a sus amigos y colegas, Yin sabía que la consideraban una disidente, por lo que nunca confiaría a nadie algo así.

¿Y por la parte de Yang? Había empezado a escribir el manuscrito antes de la Revolución Cultural. A principios de los sesenta, quizás. Aunque no hubiese hablado con nadie sobre el manuscrito, era posible que alguno de sus familiares le hubiera visitado y le hubiera visto escribir, igual que Zhuang en la residencia de estudiantes.

La otra opción, sin duda, era Seguridad Nacional. De alguna manera podrían haberse enterado de la existencia del manuscrito, y habían decidido encargarse del tema ellos mismos. Era algo posible, sobre todo si Yin había empezado a contactar con gente del extranjero. Eso explicaría su decisión de ocultar información sobre la solicitud de renovación del pasaporte. Y por eso también habían registrado la habitación de Yin antes de que Yu llegara: Yu no debía investigar en esa dirección. En esta hipótesis encajaba incluso la insistencia por parte del secretario del Partido Li de que no se trataba de un caso político.

De pronto Chen se dio cuenta de que casi se había terminado la ternera asada y los bollos al vapor sin siquiera saborearlos. La ternera, calentada al microondas, todavía jugosa y tierna, no estaba nada mal entre dos bollos, igual que un sándwich chino.

Nube Blanca era buena, y no sólo por su creatividad culinaria, que combinaba la cocina oriental y la occidental.

Sin embargo, antes de discutir estas ideas con Yu, Chen decidió hacer unas cuantas cosas por sí mismo.

Primero se puso en contacto con el camarada Ding, un agente encargado de intervenir los teléfonos de personas investigadas por «control interno». Era algo que Chen podría haber hecho antes, pero con el secretario del Partido Li y Seguridad Nacional rondando en la sombra, no quería causar ninguna alarma. Además, Ding era uno de esos contactos que prefería no utilizar con demasiada frecuencia.

Ding resultó estar más dispuesto a ayudar de lo que Chen esperaba. Unos cuarenta y cinco minutos después, Ding le devolvió la llamada. La línea de teléfono de Yin en la universidad había sido intervenida durante un tiempo. Según los archivos, no había nada extraño en sus conversaciones durante los últimos meses, pero aquello no probaba nada. Quizás Yin no había realizado ninguna llamada importante desde el despacho que compartía con sus colegas. En cuanto a la cabina situada en la calle Treasure Carden, Yin no la usaba casi nunca. Posiblemente estaba tan sola o era tan precavida que no realizaba ninguna llamada, o las realizaba lejos de su calle. Chen se inclinó a pensar esto último. Los teléfonos públicos no estaban intervenidos.

Ding prometió comprobar todas las grabaciones de los últimos años relacionadas con Yin. Requeriría tiempo. Chen lo entendió.

Seguidamente hizo otra llamada a la División de Archivos de Shanghai, y solicitó una lista detallada de la familia de Yang.

Загрузка...