La respiración de Margarita Fernández se atoró en su garganta y se dejó caer en sus talones. ¿Qué estaba haciendo? Ella pudo imaginarse gritándose a sí misma para que parara, en el interior, profundamente donde ningún otro podría oírla-pero tanto como ella se dijo, no pudo dejarlo morir, aunque él lo exigiera- no pudo. No había vuelta atrás ahora, él la mataría seguramente. Ella se atrevió a desobedecer a un De La Cruz. No a un De La Cruz cualquiera. Ella había desobedecido nada más que aquel del cual los hombres susurraban alrededor. Éste era Zacarías, nadie lo mencionaba a menos que lo hicieran en términos de gran respeto-e incluso el mayor miedo.
Él ya le había advertido. Su voz talló las palabras por siempre en su corazón. Usted sufrirá como ningún otro ha sufrido nunca por su desobediencia. Él le había advertido en repetidas ocasiones que lo dejara. Ella solo no pudo. No había manera de explicarle. Ella misma no sabía la razón. Y no tenía voz. Ninguna manera de calmarlo con excepción de tratarlo como ella trataba a las criaturas salvajes a su alrededor.
Con gran coraje y esfuerzo físico arrancó su mirada de la prisión de la suya. Apretando los labios y haciendo caso omiso del estruendo en su corazón, ella tiró de su ropa para sacar el caos humeante lejos de su piel. Ella abrió la boca, casi se arrojó hacia atrás cuando vio sus heridas. Sangre coagulada tendida gruesa y fea sobre las moteadas quemaduras. Había estado en una terrible batalla, herido en varias ocasiones, y él no había tenido la precaución de curar sus heridas o, a juzgar por su tez pálida, de alimentarse.
No había tiempo para las sutilezas. Lo perseguían probablemente. Los no muertos estarían en la tierra mientras brillara el sol, pero tenían toda clase de criados asquerosos. Ella había sido entrenada desde su nacimiento para luchar contra los asaltos de los no muertos en su hogar. Corrió a través de la casa, asegurando cada ventana y puerta y distribuyendo las armas para un fácil acceso antes de correr a la cocina para mezclar una solución para refrescar la piel ardiente de su amo.
Ella llevó la jarra de nuevo al hombre que yacía en el suelo. Su mirada la siguió, pero no hizo ningún esfuerzo más para empujar el miedo en su mente. Tal vez porque ya estaba tan llena de terror que no había espacio para nada más. Sin embargo, sus ojos eran feroces con llamas de color rojo, y una promesa de represalias. Evitó mirarlo a los ojos, un poco por miedo, de que de algún modo el pudiera controlarla – no, no, no podía pasar- apartarla para permitirle morir. Cada célula de su cuerpo le exigió que salvara su vida, incluso a costa de la suya.
Su mano tembló cuando comenzó a pasar la esponja, con la solución fría sobre su cuerpo. Sabía que esto tenía que arderle en las laceraciones profundas, pero tenía que evitar que siguiera quemándose antes de que pudiera asistir sus otras heridas. Ella trató con fuerza de no notar sus músculos definidos y el equipo impresionante masculino. Fingía que era un animal salvaje, y quizás él realmente lo era, pero era difícil verlo así cuando acariciaba con la manopla, su muy masculino cuerpo.
Margarita estaba acostumbrada a estar en compañía de los hombres. Ella había trabajado en el rancho desde que podía recordar, pero ninguno tenía un cuerpo como este. Zacarías era todo músculo duro, hombros anchos y caderas estrechas. Él tenía una reputación temible. Pocos lo vieron en carne y hueso, pero los rumores eran terribles. Cesaro Santos, el capataz del rancho, le había dicho que cuando había sido atacada por los vampiros Zacarías le había salvado la vida, pero ella nunca lo conoció, ni había hablado con él ni siquiera lo había visto antes. Sin embargo, ella sabía con absoluta certeza que este hombre era el mayor de los hermanos De La Cruz y el amo de todos los ranchos.
Con mucho cuidado, limpió sus heridas, al tiempo que le calmaba como a una de sus criaturas salvajes, sin saber si ayudaba o no. Su cuerpo estaba totalmente muerto, aunque sus ojos permanecían abiertos y fijos en su rostro. Necesitaba sangre. Estaba demasiado pálido y era evidente partiendo de sus heridas que había perdido demasiada sangre. Podía oír su corazón comenzando a acelerarse, pero había llegado tan lejos ya. Llegar más lejos ¿que importaba?
Él ya le había condenado por sus acciones.
Tomando aire, ella extrajo el cuchillo de su vaina en su cintura y antes de que ella pudiera pensar demasiado en lo que hacía, se cortó su muñeca. Si ella hubiera podido gritar en voz alta, lo haría, pero incluso abriendo su boca de par en par, ningún sonido emergió. Ella colocó su muñeca sobre la boca de su amo, permitiendo que la sangre goteara constantemente. Ella le exigió silenciosamente que tragara. Él podía hacer mucho, ella estaba seguro de eso. Cuando no se movió, miró de cerca y vio que su boca parecía absorber la sangre, como si se estuviera muriendo de hambre y su cuerpo tomara cualquier sustento que pudiera conseguir. Tenía sentido. Él era casi inmortal. Su cuerpo había sido diseñado para sobrevivir sin importar sus heridas.
Ella le dio tanta sangre como se atrevió, quizá demasiada, porque se sentía un poco mareada cuando finalmente separó su muñeca y tambaleó hasta el cuarto de baño para envolver un vendaje alrededor de la herida. Ella ahora había ido más allá del miedo y del terror, trabajando en piloto automático. Nadie entrarían en la casa ahora que su padre estaba muerto. Había muerto tratando de evitar que la matara momentos antes que llegara Zacarías. Los trabajadores reconocerían la señal al ver las puertas y las ventanas trabadas y cubiertas con pesadas cortinas; que un De La Cruz estaba en residencia y debía ser protegido, más no perturbado. Cesaro pondría a un guardia cerca del ganado y prepararía el rancho para la batalla.
Margarita abrió todas las puertas entre el lugar donde el cuerpo de Zacarías yacía y la recámara principal donde sabía que la cámara bajo la tierra se encontraba. Ella luchó para mover la enorme cama y apartarla del camino que cubre la pesada trampilla que conduce a la cámara oculta debajo de la casa. Ella sudaba por el tiempo que lucho, se apresuró a regresar con Zacarías. Su muñeca latía y ardía y sus piernas parecían de goma.
Fue un infierno que lo arrastraran sobre la lona por toda la casa. Por suerte, sus ojos finalmente se cerraron y su respiración cesó. Él parecía como si estuviera muerto, y muy frío. A pesar de que conocía los principios básicos de la existencia de los Cárpatos, aún era desconcertante verlo como si estuviera muerto, cuando ella había arriesgado tanto para salvarlo. Por un momento estuvo en peligro de hiperventilarse, una condición que a menudo le sucedía al despertarse de sus pesadillas después del ataque de los no muertos contra ella. Reconoció el pánico y se obligó a respirar lenta y uniformemente, mientras que jalaba la lona, cubriendo pulgada a pulgada hasta que llegó a la puerta de la trampa.
Margarita mordió su labio inferior con tanta fuerza que dibujo una pequeña gota de sangre. ¿Cómo iba a conseguir bajarlo por las escaleras? Ella no había pensado más allá de sumergirlo en el suelo oscuro rico que los hermanos de De La Cruz habían traído de su patria para poner en sus muchos lugares de descanso. Si ella llamara Cesaro para que la ayudara él haría preguntas que ella no se atrevía a responder.
Con un encogimiento de sus hombros ella fue delante de él, tirando la lona hacia abajo por las escaleras. Ella cuidó su cabeza de golpear a cada paso, pero el cuerpo golpeó pesadamente hasta abajo. Aunque sus ojos estaban cerrados y su respiración parecía haber cesado, ella estaba segura que él era consciente de lo que le sucedía porque cuando tocó su mente con calor, ella sintió como si se hubiera conectado con esa parte salvaje de él de la misma manera que lo hacía con los animales. No era como si ella pudiera hablar pues no tenía ninguna voz, pero le envió una impresión de dolor, de disculpa. Del miedo que sentía. Ella sabía que no sería bastante para apaciguar su rabia, pero era todo lo que ella tenía.
Una vez que lo tuvo en el suelo, empezó a cavar. Quería que el agujero fuera lo bastante profundo para cubrirlo para que la tierra pudiera curarlo. Ella podría haber ido al cuarto de herramientas por una pala, pero no se arriesgó a encontrarse con nadie. Ella no mentía, ni siquiera con su lenguaje de señas. No era tan hábil sin embargo, y muy pocos la entendían, por lo que en su mayoría, escribía en un papel. Sus manos temblarían y Cesaro sabría que algo andaba mal.
Cavó con sus manos. La tierra era rica y fértil, un suelo francamente negro abundante en minerales y nutrientes. Ella sabía que era tan sólo la sensación de la tierra. Le llevó la mayor parte de la mañana y ella estaba sudando y cubierta de suciedad para el momento en que estuvo satisfecha con la profundidad del agujero. Su cuerpo necesitaba p estar completamente rodeado y cubierto por la tierra si iba a sanar adecuadamente.
Margarita arrastró a la lona hasta el borde mismo del agujero, con el estómago un poco revuelto. Sentía como si estuviera tratando de encubrir un asesinato.
Se podría añadir este día a sus pesadillas, con certeza. En cuclillas, colocó sus manos firmemente sobre el hombro y la cadera y lo empujó. Por fortuna, era fuerte por el manejo de los caballos desde que era niña, pero aún así fue una tarea difícil darle la vuelta para introducirlo en su lugar de descanso.
Zacarías aterrizó mal de lado, como una muñeca de trapo o un cuerpo muerto. Ella se llevó la sucia mano, temblando a la boca, sin fuerza.
Descansó unos minutos antes de que comenzara a cubrirlo con la tierra oscura. Cuando fue sepultado por completo, ella cayó de rodillas junto a él y se permitió unos minutos para tener un ataque de pánico.
¿Qué había hecho? La familia De La Cruz hacía pocas exigencias a su pueblo. Muy pocas. Todos los que trabajaban para ellos eran rico por norma. Todos propietarios de sus propias tierras adyacentes a las tierras de los De La Cruz, y todo porque uno de los miembros de la familia las había comprado para ellos. Primos, tías, tíos, todos los relacionados eran protegidos. Los padres pasaron el legado a sus hijos. Las madres a sus hijas. Todos habían obedecido hasta Margarita. Había deshonrado el nombre de su familia por su desobediencia y no tenía duda de que lo iba a pagar muy caro.
Ella levantó la barbilla y se obligó a levantarse. Ella era una Fernández, hija de su padre. No huiría de su delito, se quedaría a afrontar el castigo que Zacarías de La Cruz estimara adecuado. Un escalofrío la recorrió como si dedos helados se deslizaran por su espalda. Apenas parecía humano. O Cárpatos. Era aterrador.
Ella no podía cambiar lo que había hecho. Ella no lo entendía y dejó que su compasión la guiara por todas esas cosas que lo hirieron, pero eso no explica por qué ella lo había desafiado después de que él le había dicho que le permitiera morir. ¿Por qué eligió quemarse en el sol? Era una muerte horrible, y ¿cómo iba a pensar que podía esperar y verlo a quemarse?
Le había salvado la vida. Ella se tocó la garganta destrozada, acariciando con los dedos manchados de suciedad las cicatrices. A veces, por la noche, cuando se despertaba sudando, trataba de gritar, pero nada salía, ella pensaba que lo había llamado para que la salvara. Ella podía oír el eco de su nombre ligeramente en la cabeza, como si pudiera lograrlo sólo con su nombre. Ahora estaba aquí y él no era en absoluto la figura de fantasía que había evocado en su mente.
Zacarías le daba miedo de una manera elemental, en el fondo de su propia carne y huesos. En su alma. Apretó el puño cerrado sobre el corazón mientras que golpeaba frenéticamente fuera de control. Él era guapo, tenía un cuerpo duro como una roca, parecía todo lo que una mujer podía soñar, pero sus ojos… su cara. Era terrible y cada fantasía infantil que secretamente había albergado desapareció al encontrarse con él.
Margarita subió lentamente saliendo de la cámara, quitando el polvo, cada grano de suciedad de su ropa y cuerpo. No podía dejar huellas. Si un títere de los vampiros penetrara las defensas de la hacienda, no podía haber un sendero que los llevará al lugar de descanso de Zacarías. Ella bajó la trampilla y otra vez barrió el piso e incluso lo lavó, por miedo que el olor de la sangre de Zacarías fuera detectado. Fue extremadamente difícil empujar la cama en su lugar, pero lo logró, alisando las sabanas con cuidado.
Ella se negó a detenerse a pensar en su comportamiento o en el miedo que se construía de forma insidiosa en su mente. Tenía trabajo que hacer y tenía que eliminar cada trozo de evidencia de que Zacarías hubiera estado tanto dentro como fuera de la casa. Porque lo necesitaba desesperadamente, se hizo una taza de té de coca, una infusión hecha con hojas de coca. Se tomó su tiempo para saborear su té, el tónico que necesitaba para seguir adelante.
Margarita limpio la casa entera, cada habitación, fregando y quitando el polvo e impregnando la casa con un fuerte olor a canela. Se armó y salió al exterior, siguiendo el rastro de la lona hasta los establos, retirando con cuidado toda la señal de que algo pesado había sido arrastrado a través de la hierba mojada. Cerca del establo donde Zacarías se había sentado y preparado para su muerte, se encontró con algunas hierbas chamuscadas. Ella con mucho cuidado retiró cada hoja.
Exhausta, se preparó otra taza de té y luego se duchó y se cambió de ropa de nuevo, cuidadosamente lavó y secó la ropa que había usado, usando jabones perfumados para eliminar y cubrir cualquier olor persistente. Cuando estuvo plenamente satisfecha de que había hecho todo lo que había podido, salió a ayudar con el ganado.
Cesaro la vio cuando salió del establo en su yegua favorita, Chispa. Él saludó con la mano, con el rostro sombrío.
¿El más antiguo llegó, no es cierto? Saludó mientras cabalgaba a su lado.
Margarita no veía ninguna razón para negarlo. Lo había divulgado por el cierre de las pesadas cortinas y uno de los hombres le habría dado la noticia de que un De La Cruz estaba en la residencia. Era la única vez, en que las cortinas eran cerradas. Ella asintió con la cabeza.
“Lo sabía. El ganado y los caballos se ponen inquietos en su presencia. Quizás usted deba ir a visitar a su tía en Brasil.” Ella frunció el ceño por la pregunta.
Cesaro vaciló, claramente no queriendo parecer desleal. “Él es difícil, Margarita. Muy diferente de los otros.”
Ella hizo un signo de interrogación entre ellos.
Cesaro suspiró. “No sé exactamente qué decirle. Lo encontré hace muchos años cuando era un muchacho. Él era el único hombre que asustó a mi padre – asustó a todos los hombres en el rancho. Y más recientemente, cuando perdimos a su padre, cuando esto…” él indicó su garganta. “Él incluso se había puesto peor.”
Ella repitió el signo de interrogación otra vez.
Cesaro se encogió de hombros, obviamente incómodo con el tema. Incluso miró hacia la casa principal, como si Zacarías pudiera escucharlos y por todo lo que Margarita sabía, tal vez podría.
"Si los animales criados como caballos de acción están aterrorizados cuando él está cerca, eso tal vez debería decirle algo, Margarita. Cuando estuvo aquí la última vez, salvo su vida, pero estuvo a punto de tomar la mía. "Él se sentó por un momento en silencio, y luego se encogió de hombros. "Yo hubiera dado mi vida para salvar la suya, pero aún así, había algo que no estaba bien en él. Incluso su amigo estaba preocupado. Es mejor que te vayas".
Margarita le dio vueltas a la advertencia una y otra vez en su mente.¿ Zacarías había tratado de quemarse con el sol porque estaba cerca de convertirse en algo que él no quería ser? Ella agachó la cabeza, incapaz de mirar a los ojos a Cesaro. La idea de huir con su tía a Brasil era tentadora, pero sabía que no podía. Ella apretó los hombros e indicó a los animales.
Cesaro suspiro audible. "Eres una joven muy obstinada, Margarita, pero yo no soy tu padre y no puedo ordenarte que te vayas."
Hizo un gesto con la mano hacia los caballos, haciendo caso omiso del hecho de que estaba tratando de hacer que se sintiera culpable. Ya bastante culpa tenía. En todo caso, a cuenta de que no podía hablar, algunos de los hombres habían comenzado a tratarla como si fuera sorda también. Y si bien era molesto, esto era algo a su favor en un mundo machista.
"Sí, podríamos necesitar su ayuda para que calmes a los caballos. Tenemos tres yeguas a punto de dar a luz y no quiero que nada salga mal. Entra en el establo con ellos y ver si puedes conseguir que se calmen. "
Era muy raro que un Caballo Peruano de Paso fuera impredecible sobre cualquier cosa. Fueron criados por su temperamento tranquilo. Cualquier caballo que mostrara signos de nerviosismo no sería criado. Los caballos de la Hacienda De La Cruz eran considerados como los mejores del mundo y sin embargo, Zacarías había asustado a todos, incluso a sus caballos de trabajo.
Ella asintió con la cabeza, pero temía que ella hubiera cometido un error muy grave, incluso cuando envió una onda calmante a los inquietos animales apiñados en la esquina de la pradera. Hizo un gesto hacia el cielo e hizo una señal, y señalo a los dientes, indicando un posible ataque de los vampiros.
Cesaro entendía. Él era el mejor en el rancho en interpretar sus gestos extraños. “Somos conscientes del riesgo de un asalto en la hacienda siempre que uno de los amos está en residencia. Cada uno está armado, las mujeres y los niños están bajo cubierto-con excepción de usted. En el momento en que los caballos estén listos, entra en la casa y enciérrate abajo.”
Indicó que ella ya lo había hecho y mostró el rifle, la pistola y un cuchillo que tenía. Estaba tan preparada para un ataque, tanto como podría estar, aunque la idea era casi tan aterradora como saber que había desobedecido Zacarías.
Cesaro asintió con la cabeza. A Margarita, como a todos en el rancho, le habían enseñado a disparar a una edad muy temprana. De repente se puso rígido y indicó algo sobre su hombro, con alarma en el rostro. "Su hombre ha venido a cortejarla de nuevo."
Sacó la pluma y el papel de su bolsillo. Él no es mi hombre. ¿Por qué no te gusta?
"Es la elección de su padre, no el mío. Un hombre de la ciudad. "Había una sonrisa burlona en su voz. "Es suave, pero no sabe nada de la vida de rancho. Usted estaría mejor con Ricco o con mi hijo, Julio. "Se inclinó sobre el cuello de su caballo, apoyándose un poco en los estribos. "No es de verdad, para mí. Él nos mira hacia abajo, incluso a ti. Ricco o Julio te convienen más. "
Ella amaba a Ricco, uno de los hombres que trabajan con el ganado, lo conocía desde hacía años. Y había crecido con Julio. Era imposible no pensar en él como su hermano. Quería complacer a Cesaro, casi tanto como ella quería complacer a su padre.
Él no está presionando por un noviazgo serio. Desde la muerte de mi padre, sólo ha sido amable.
Cesaro se encogió de hombros, con el ceño fruncido aún en su rostro. "No puede entrar en la hacienda. Despídelo, Margarita".
Ella le frunció el ceño a Cesaro. Ella conocía su deber. Devolvió la yegua a las cuadras, saludando a Esteban Eldridge mientras se dirigía a los corrales en su camión. No tenía idea de cómo el vehículo estaba tan limpio ni como lo hizo. Esteban llevaba su riqueza fácil. Él era una figura poderosa, muy atractivo, por lo menos lo había sido hasta que puso los ojos en Zacarías. Incluso herido y quemado, Zacarías emanaba una fuerte y casi brutal hermosura, a pesar de que la descripción parecía demasiado insípida. Zacarías dominaba cada espacio donde estaba. Pero Esteban no le asustaba, o amenazaba en la forma profunda y elemental como el mayor de los De La Cruz lo hacía. Y sabía cuando un hombre estaba seriamente interesado en ella, Esteban no lo estaba. Pero ella realmente disfrutaba de la compañía de su hermana.
Cesaro se sentó sobre su caballo y la miró. Ella podía sentir sus ojos que la quemaban y esto la molestó; que pensara, que ella podría traicionar su código de honor con un forastero. Inclinó un poco su cabeza. Ya había traicionado su código, pero no de la manera que él pensaba y no había duda de que sabría muy pronto de sus pecados.
Giró la yegua, observando cómo Esteban se dirigía hacia ella. Él era una figura llamativa mientras cubría el terreno en largas zancadas a propósito.
Su padre les había presentado y, claramente, Esteban Eldridge fue la elección de su padre para ella. Había actuado como si la cortejara antes del ataque de vampiros, pero nunca había ido realmente en serio. A Esteban, obviamente, le gustaba divertirse y era un chico de ciudad. Cesaro tenía razón cuando dijo que Esteban despreciaba a los trabajadores del rancho, y apenas reconocía su existencia. ¿Cómo iba a enamorarse de un hombre así?
Él había sido amable después de que su padre murió, apareciendo a menudo con su hermana Lea, aunque después de su "accidente" que la dejó sin la capacidad de hablar, la trataba como muchos de los otros, como si fuera incapaz de escuchar o tal vez ni siquiera ver. Lea, por otra parte era muy genuina.
Ella sonrió y le saludó por segunda vez.
"Margarita." Esteban rodó su nombre en su lengua fácilmente, tomando su mano y sosteniéndola brevemente contra su boca. "Como siempre usted se ve encantadora."
Tomando la pluma y el papel de su bolsillo escribió: No te esperaba hoy.
"Por fin he decidido comprar unos cuantos caballos y pensé que podrías venir a echarle un vistazo para mí."
Ella frunció el ceño. Vivía en una elegante casa en las afueras de la ciudad más grande, cerca de ellos. Él montaba, pero él no era un gran fan. Ni siquiera tenía un lugar para mantener a los animales. Antes de que pudiera escribir su pregunta, de que planeaba hacer con los caballos, miró a su alrededor, notando a los hombres afuera vigilando, todos armados.
¿Está algo mal?, Preguntó.
Margarita se encogió de hombros y entró en el establo, donde las tres yeguas embarazadas pateaban sin descanso en sus puestos. Ella era muy consciente de que Esteban la seguía de cerca. Podía oírlo, sentirlo, la conciencia de que Zacarías se encontraba tan vulnerable en la tierra la tensaba. Por lo general le daba la bienvenida a las visitas de la familia de Eldridge, especialmente a Lea. Esteban era un caballero, pero a veces, su exagerado flirteo le molestaba porque sabía que no era sincero. Los hombres que habían crecido con ella sabían, que podía montar y disparar, también o si no mejor que ellos. Esteban la hacía sentir muy femenina, tratándola como una mujer frágil, ignorando el hecho de que ella era muy capaz. En este momento, en todo lo que podía pensar era en el ataque inminente al rancho, del peor y más vil enemigo y que no quería cerca de la hacienda a Esteban.
"Sus caballos nunca han actuado de esta manera", observó. ¿Hubo un jaguar cerca esta mañana?"
Ella escuchó la preocupación en su voz y la calentó a pesar de la situación. Él creía que había sobrevivido al ataque de un jaguar, y que su padre había muerto salvándola, pero que había perdido sus cuerdas vocales cuando el animal rasgó su garganta. En verdad, había sido atacada por un vampiro, que buscaba el lugar de reposo de Zacarías. Ella se encogió de hombros, no quería mentirle. Escribir una mentira era peor aún que decirla.
"Lea dijo que te dijera hola y que esperaba verte pronto."
Margarita le dio una sonrisa mientras abría la puerta del compartimiento y entró con la pesada yegua por el potro. Puso su mano extendida en el cuello y le envió olas de tranquilidad hasta que la yegua se calmó. Esteban no dijo nada, se limitó a observar cómo iba de puesto en puesto, calmando a los animales. Su presencia comenzó poco a poco a inquietarla. Sintió una especie de temor que comenzaba a crecer en algún lugar cerca de la boca del estómago.
Le tomó un gran esfuerzo no pasar su nerviosismo a los animales.
Esteban permaneció inmóvil afuera de cada compartimiento, su mirada vigilante. La punzada de inquietud creció hasta que su piel se sentía como si miles de alfileres y agujas se clavaran en ella. Se frotó los brazos mientras salía del último compartimiento. Los caballos estaban comiendo tranquilamente y no tenía nada más que hacer. Ella se volvió y se enfrentó a él, tomando una respiración profunda y forzando una sonrisa.
Esteban tomó su mano y la atrajo hacia él. Curiosamente la picazón en la piel creció a una quemadura en la yema de los dedos. Retiró su mano y las pasó por sus muslos para tratar de librarse de la sensación.
"Siempre me asombra la manera en que usted maneja los caballos. Confían en usted. "
Ella disfrutaba generalmente de sus elogios, pero ahora, con el amo tan cerca y vulnerable, ella quería que Esteban se fuera. Nunca había experimentado tal inquietud antes, y comenzaba a sudar. Podía sentir la humedad crecer entre sus pechos. La quemadura en su mano se descoloró, pero no disminuyó totalmente. Ella se humedeció los labios y sacó su pluma y papel.
Siempre tuve afinidad con los animales. Sí, iré a ver sus caballos en un par de días. ¿Por qué piensa comprar unos? Usted nunca estuvo interesado antes. Ella ciertamente no quería venderle uno de sus queridos Caballos de Paso peruano. Nunca los había acariciado. Su sonrisa se anchó, mostrando sus dientes perfectos. “He descubierto el amor hacia el polo. He estado pidiendo prestados los caballos de un amigo y quiero mis propios caballos.”
Parecía muy emocionado, como un niño. Ella quería estar feliz por él, compartir su emoción, pero realmente a él no le importaba nada los caballos como a ella. Y allí estaba el motivo principal de su renuencia a tomarlo tan en serio como su padre quería. Ricco y Julio los dos montaban a caballo todos los días. Se preocupaban y los entendían, y se daban cuenta de su amor, y necesidad de estar cerca de los animales, lo que Esteban jamás hizo.
Esteban Eldridge parecía un hombre afable, simpático, pero no lo suficiente real para ella. Se sorprendió de que su padre no se hubiera dado cuenta de eso.
¿Dónde usted planea guardar sus caballos? “Mi amigo, Simón Vargas, dijo que podría guardarlos en su hacienda.” Ella intentó no hacer una mueca de dolor por eso. Simón Vargas viajó a varios países jugando polo. Pasaba mucho tiempo mirándose fijamente en en los vídeos, bebiendo en barras y cogiendo a mujeres, pero ningún tiempo cuidando sus caballos. Él empleaba a mozos, pero se preocupaba muy poco de si realmente ellos hacían su trabajo. “Subamos a la casa y consigamos algo caliente para discutir una buena fecha,” Esteban sugirió. “No sé lo que están pensando en dejarla salir si un jaguar está rondando alrededor.” Él puso su mano en la parte baja de su espalda.
La respiración de Margarita quedo atrapada en su garganta cuando el dolor sacudió todo su cuerpo. Ella se apartó de él con el pretexto de acariciar el cuello de la yegua una vez más, antes de sacar su pluma y papel. Se la entregó a él.
Lo siento. Estoy demasiada ocupada. Cesaro me necesita. Nos veremos otro día.
Frunció el ceño, utilizando la misma expresión en su rostro que cuando su hermana menor, Lea, le molestaba. Siempre había pensado que era encantador, pero ahora se sintió presionada. Nada parecía correcto. Tenía la piel muy sensible, y Esteban era una persona susceptible.
"Tu padre nunca permitiría que estuvieras fuera, si el peligro amenazara. Tengo que hablar con tu hombre Santos. "
Su tono dominante le molestaba. Ella sabía que Esteba dominaba a su hermana y tenía una tendencia a ser tan arrogante con ella. Normalmente ella rodaba los ojos y lo ignoraba, pero estaba demasiada preocupada por aquellos que querían descubrir, si Zacarías estaba en la residencia y lo que ella había hecho. Esteban no tenía idea que estaba animado a entrar en el mismo lugar donde el depredador más peligroso dormía.
Todos trabajamos para vivir, Esteban. Es dulce que usted se preocupe por mí, pero me educaron para hacer esto.
Usted fue criada para adornar el lado de un hombre, Margarita, no para trabajar hasta romperse su espalda. "Ignorando el hecho, que ella estaba garabateaba rápido, continuó. Dime sobre este truco que usted hace con los caballos. ¿Influyes en ellos con su mente? ¿Psíquicamente? Lea me dice que usted puede montar a caballo sin silla, sin riendas y el caballo hace todo que le pide. "
No estaba preparada para la pregunta y tuvo que rayar todo lo que había sido escrito, algo que ella detestaba. En una conversación, el diálogo iba de ida y vuelta, pero pocas personas tenían la gentileza de esperar hasta que ella escribiera sus respuestas. Era muy frustrante. Estaba tratando de aprender el idioma de signos, siguiera trataba de entenderlo.
Mi presencia tranquiliza a los caballos, por alguna razón.
Era algo más que su presencia, pero no sabía cómo describir la comunicación con un animal. Ella siempre había sido capaz de calmar a un animal, de compartir sus emociones con ellos y simplemente ellos respondían de la misma manera.
¿Puede influir en un ser humano, de la forma en que lo haces con los caballos?
Su mirada fija en ella. Esteban busco en su rostro con atención. Ella frunció el ceño mientras garabateaba su respuesta.
¿Cómo podría influir en las mentes humanas?
No le gustaba el giro en la conversación. Ella siempre estuvo incómoda hablando de su don. Su familia simplemente nunca hablaba de su capacidad. Ellos eran felices de que trabajara con los animales en el rancho, pero "hablar" con los caballos no era aceptable en un mundo donde muchas cosas inexplicables podrían ser malvadas. Su padre recientemente, estuvo interesado en lo quese podría llamar su capacidad psíquica, pero después de su muerte, no le dio demasiada importancia a como su don fuera etiquetado.
"No estés a la defensiva", la tranquilizó Esteban. "Lea y yo tuvimos una pequeña discusión al respecto. Ella dijo que te comunicabas con los caballos. Pensé que tal vez era más una reunión de mentes y de alguna manera influías en ellos para que hicieran lo que deseabas y que tal vez podrías hacer lo mismo con la gente. "
Se mordió con fuerza el labio inferior. Estaba bateando un poco demasiado cerca del punto.
¿He tropezado con un secreto de familia? Había diversión en su voz.
Ella tenía muchos secretos de familia y éste era minúsculo en comparación con los demás. Se dio cuenta de que estaba de mal humor, y no quería tratar con Esteban y su molesto encanto cuando un inminente ataque de los vampiros o sus títeres, fuera posible.
Lo siento, Esteban. Realmente no tengo tiempo para esta conversación. Tengo que ir a trabajar. Espero que lo entiendas. Podemos organizar para que vaya a ver a sus caballos en otro momento. Para asegurarse de que entendía que había terminado, empujó la pluma y el papel en su bolsillo después de que leyó su nota.
Esteban frunció el ceño. "No creo que estés comportando muy bien, Margarita. El accidente no le da licencia para ser grosera. "
De repente lo sintió muy cerca. Podía sentir la explosión de ira vertiendo fuera de él. El establo se sentía demasiado pequeño, y demasiado lejos de todo el mundo. Se sintió rodeada hasta que dio un paso atrás antes de que pudiera detenerla.
"Margarita." La dura voz masculina los hizo girar hacia la entrada.
Margarita suspiro de alivio.
Era Julio Santos sentado a horcajadas sobre su caballo, sus penetrantes ojos oscuros miraron a Esteban cuando le tendió la mano a Margarita. "Eres necesaria. Ven conmigo ahora".
Ella no vaciló, moviéndose alrededor Esteban, agarró la muñeca de Julio. Él la hizo pivotar y la colocó detrás de él. Ella esperó que él se moviera de inmediato, pero él permaneció sentado, mirando a Esteban debajo del borde de su sombrero. Los dos hombres se observaron el uno al otro por un largo y tenso momento. ¿Estás bien, Margarita?” Julio le preguntó.
Puso sus brazos alrededor de su cintura, apoyó la cabeza en la espalda y asintió con la cabeza para que pudiera sentir el movimiento. Una vez más sintió la extraña reacción, su piel se quemaba desde el momento en que toco a Julio. Ella retiró la mejilla de su espalda, y levantó una mano hacia Esteban como si nada estuviera mal y, sin pensar, en silencio instó al caballo a que saliera de la cuadra. Julio no estaba preparado para el movimiento repentino del caballo, pero era un excelente jinete y se movió con el animal.
"La próxima vez me adviertes."
Ella apretó los brazos con más fuerza para decir que lo sentía.
Padre me envió. No le gusta que Esteban este en la propiedad. Todavía está empujando la idea de nosotros dos. Tuve un infierno de charla, Margarita, acerca de cómo estoy permitiendo que un tesoro se me escape. Él le acarició las manos con los dedos enguantados. ¿Hizo lo mismo con usted?" Había simpatía en su voz.
Ella asintió con la cabeza, una vez más contra su espalda. Aquella horrible quemadura era mucho más aguda ahora y comenzaba a extenderse por sus brazos, aunque su piel estaba cubierta con la tela de su blusa. Incómoda, aflojo su agarre, usando sus rodillas para mantenerse. La montura de Julio era tan suave que dudaba que hubiera necesitado tomar esa precaución.
Julio siempre la hacía reír. Ella lo amaba y no tenía ninguna duda de que él la quería feroz y protectoramente, tal vez aún más. Julio era uno de los mejores hombres que conocía. Pero habían sido criados desde el nacimiento junto y cada vez que alguien les sugería que se emparejaran, se reían histéricamente. Aunque recientemente, desde que Esteban había entrado en el cuadro, que Cesaro insistiera que se juntaran, se sentía incómodo.
"He tratado de explicarle, pero se preocupa mucho ahora que tu padre se ha ido. Esteban no tiene cabida en nuestro mundo".
Sacó su pluma y papel. Por suerte, el viaje fue sin problemas y se le hizo fácil escribir. Era incapaz de guardar secretos, y mucho menos uno tan grande como la familia De La Cruz y lo que son.
Si se casara fuera de la hacienda, ella tendría que irse ya que nunca sería capaz de divulgar los secretos de su familia a su esposo. Su asociación con los Cárpatos sería vigilado de cerca. Sabía que no recordaría a los hermanos De La Cruz, todos los recuerdos se eliminaría antes de salir de la propiedad.
"Él no pertenece a este mundo. ¿Por qué vino a nuestro pequeño pueblo, Margarita? Las personas que vienen aquí están desesperados por otra vida. Ellos por lo general no tienen nada. Él tiene dinero y, para mí, eso significa que se está escondiendo de algo.
Ella lo pensó por un momento y luego garabateo otro mensaje. Me preguntó si podía influir en la gente como lo hacía con los caballos. ¿Por qué iba a preguntar eso?
"No sé. No me gusta eso. Los hermanos De La Cruz pueden influir en la gente y han utilizado sus habilidades para obtener más bienes para sí mismos y para nosotros, la mayoría como sabes están aquí. Es posible que se pregunte cómo hemos sido capaces de conseguir nuestras tierras y con tales incrementos. "
Ella confiaba en el juicio de Julio, como había hecho siempre. Julio no era complicado y no tenía intereses ocultos. Si él tocaba a su ventana a mitad de la noche para ir a montar, realmente era para ir a montar. Si decía que quería mostrarle algo, siempre había algo especial-por lo general algún tipo de fauna que había visto. Más de una vez se habían colado juntos para ir a la selva para seguir a algún animal.
"Te voy a llevar de regreso a la casa una vez que lo vea salir", dijo Julio. "Tenemos todo arreglado, pero me sentiría mejor contigo adentro. Nosotros podríamos ser atacados esta noche. "
La posibilidad de que un vampiro ataque mientras Un de La Cruz este en la residencia es mucho más alta que cuando ellos se encuentran lejos.
¿Lo has visto? Julio preguntó. Tiene que ser el mayor o el ganado y los caballos no reaccionarían de esa forma. Nunca en realidad he hablado con él.
Ella no quiso mentir así que simplemente asintió con su cabeza. Julio la miró sobre su hombro y levantó las cejas. El miraba su pálido rostro constantemente. Ella no podía mirarlo a los ojos, así que dejo que su mirada se deslizara lejos.
¿Eso te da miedo?
Ella asintió con la cabeza.
Julio suspiró. ¿Vas a estar bien?
Ella presionó sus labios con fuerza y escribió una respuesta corta. Él no me notará -Espero. Ella consideraba decirle a Julio la verdad, pero él se pondría todo machista con ella e insistiría en protegerla contra la cólera de Zacarías. Tan asustada como estaba-había desobedecido una orden directa- no podía permitir que cualquier persona fuera castigada por sus pecados. Ella enfrentaría a Zacarías sola e intentaría a explicarle. Tenía afortunadamente hasta el ocaso para encontrar las palabras correctas y ella lo escribiría todo. No esperaba que el Cárpato entendiera-ella no se entendía a sí misma-pero haría todo lo posible por dejarlo ver que no había tenido la intención de retarlo.
Ella asintió con la cabeza y Julio volvió su atención al caballo al atravesar los patios, poniendo su caballo en varios pasos diferentes, mostrando que podía controlar su caballo con las manos y las rodillas. Echaba de menos a reír. Ella abrió la boca, pero ningún sonido salió y tomó un poco de la alegría que deseaba compartir con Julio.
Sólo cuando el vehículo de Esteban desapareció en el camino Julio la llevó de vuelta a la casa. Extendió el brazo para que ella pudiera desmontar más fácil, pero retuvo la posesión de su mano cuando fue a darse la vuelta. La misma sensación de ardor se deslizó por su brazo. Alzó la vista hacia el chico-no, al hombre que había sido su confidente y compañero desde que nació. Él la miró fijamente, directo a sus ojos.
¿Qué está mal, pequeña hermana? Te conozco demasiado bien para que puedas fingir conmigo. ¿Esteban hizo algo que te asustó? ¿O se trata de De La Cruz?
Tragó saliva. Ella amaba a Julio. Se negaba a mentirle abiertamente. Sacudió la cabeza lentamente, mientras trataba de apartar suavemente la mano de la suya.
Julio aumentó su apretón y la sensación ardiente se hizo más dolorosa, una marca profunda que pareció ir hasta sus mismos huesos. Ella tuvo que luchar para impedir llorar y tirar para alejarse.
"Dime. "
Ella presionó sus labios juntos y despacio tiró hasta que Julio le permitió escabullirse. Ella sacó su pluma y papel y garabateó, sin saber si decía la verdad o no.
Estaré bien, Julio. Le amo muchísimo, pero usted se preocupa demasiado.
Siguió mirándola a la cara durante un buen rato y luego se tocó el sombrero. "Te quiero, también, hermanita. Si me necesitas, suena la campana y voy a venir corriendo. "
Ella le sonrió, el calor entrando en sus fríos huesos. Por supuesto que vendría si sonaba la voz de alarma que habían improvisado. Julio era la persona con quien siempre había contado y ella sabía que él iría en contra del código de su familia si fuera necesario para protegerla. Puso su mano sobre el corazón y lo vio cabalgar, su profundo afecto por él hizo que le ardieran los ojos y las lágrimas obstruyeran su garganta.
Poco a poco, entró en la casa, su corazón latía tan fuerte, que temía que le diera un derrame cerebral. Las vacías habitaciones en silencio, la acusaban, y ella recorrió el lugar, sintiéndose un poco pérdida en su propia casa. Al final, el sabor del miedo desapareció y ella se cocinó algo de comer y pasó el resto del día escribiendo largas cartas a Zacarías, tratando de explicarle en la medida de su capacidad por qué ella lo había salvado contra su voluntad, y luego las desechaba.
El sol se hundió y la noche descendió. Los insectos comenzaron sus llamadas en serio. Ranas intervinieron y los Caballos relinchaban de vez en cuando, y el ganado se preparó para la noche. Nubes de tormenta se reunieron en lo alto, masas oscuras, siniestras turbulentas que tapaban la luz de la luna y las estrellas. Cargadas de lluvia, unas gotas cayeron, como un presagio de lo que estaba por venir. Se apagaron las luces en las ventanas, una por una, cuando los trabajadores se instalaron con su familia.
Margarita se dio un baño y una vez más, se sentó en su escritorio, tratando de redactar una carta que pudiera salvarla. La papelera se desbordó con papel arrugado mientras se ponía más y más frustrada. El viento se levantó, golpeando su ventana, y finalmente Margarita se metió en la cama y levantó las sabanas, con su pluma todavía en la mano.