CAPITULO SEIS

Dentro de la oscura hacienda, por debajo de la pesada cama con dosel, enterrado en el rico suelo, los ojos de Zacarías se abrieron simultáneamente con el primer latido de su corazón. Una sombra pasó por la casa, apenas, pero aún así, él era un antiguo guerrero y sintió la alteración sutil. El sol había caído del cielo y la noche había caído como una pesada cortina sobre el rancho. La noche había traído espías con ella.

Normalmente habría acogido con satisfacción la caza. Era lo que hacía. Todo lo que sabía hacer. Se sentía cómodo en ese papel. Él era un solitario. No tenía idea de cómo los seres humanos vivían o trabajaban y nunca había querido saber. Ciertamente, eran criaturas frágiles. Pero ahora la tenía – a ella- la hermosa loca que de alguna manera lo había introducido en su vida y que no tenía idea, incluso de cómo protegerse de las garras de un águila.

Él había sabido que era sólo cuestión de tiempo antes de que sus enemigos buscaran venganza. Por la rapidez de su búsqueda, conocía al maestro vampiro que se dirigía a cada uno de las haciendas de los De La Cruz. Él había existido desde hace demasiado tiempo para pensar que podría ser simplemente una coincidencia.

Lo estaban cazando. Por lo general les permitiría saber con exactitud dónde se encontraba y habría acogido con satisfacción la batalla, pero esta vez había demasiado en juego. Esperó a que la bandada de pájaros que habían ensombrecido pasara por encima, rodeando el rancho varias veces antes de seguir adelante.

Y entonces él se acercó para tocarla. A La mujer. Margarita Fernández. Él la alcanzó antes de pensarlo, antes de que pudiera dejar su mente.

Él la quería – a ella. Tendría que haber estado durmiendo pacíficamente en su cama esperando a que la despertara. Pero por supuesto que no. Suspiró, ya no le sorprendía nada de lo que hiciera.

Él agitó su mano para abrir el suelo, vistiéndose mientras se elevó, cuidadoso de no molestar aún el aire entonces ella no sabría que él se había elevado. Emni ¿ku? enak ku assatotello- lunática desobediente. ¿No sabía que él mataría por ella? No parecía capaz de aprender, no importaba lo duro de la lección. Sus enemigos ya lo buscaban y si ellos la encontraran, si supieran de ella o aún sospecharan… Él cerró su mente a lo que podría pasar e hizo caso a la necesidad peculiar y muy desconocida de reírse del pensamiento de su contigua negativa de no hacer caso a cada uno de sus deseo. Ella realmente lo tenía tonto, no había ninguna otra explicación.

Cuan extraño es que esta mujer pudiera despertar incluso un pequeño interés de su parte. Su reacción a ella hizo cumplir la fastidiosa idea de que ella podría ser su compañera. Antes de parar su corazón al amanecer, él había repasado cuidadosamente los detalles que cada uno de sus hermanos habían compartido con él sobre el momento en que habían reconocido su compañera. Habían sabido inmediatamente al contactarla. No había habido duda. Las emociones habían vertido nuevamente dentro de ellos. Los colores les cegaron. Incluso después siglos de existencia, Zacarías no entendía la llave para abrir el misterio de las compañeras, pero si Margarita Fernández era realmente la suya, el universo le jugaba una broma. La mujer era positivamente exasperante.

Caminó a través de la habitación principal hasta el pasillo. Su olor llenaba la casa, una fragancia intensamente femenina. Se dio cuenta de que había ocupado su casa durante años, incluso cuando era niña, su padre había vivido allí, en la casa principal. La casa no estaba completamente desnuda y al igual que la mayoría de sus guaridas. Margarita estaba en cada esquina. Había hecho de esta vivienda su casa. Había calor aquí, el calor de una mujer que se preocupaba por su casa y cuidaba de ella con amorosa atención a los detalles.

Las habitaciones eran grises y sin brillo, sin embargo, sintió la riqueza de cada una de las alfombras tejidas a mano y mantas gruesas para las piernas, obviamente, acolchadas a mano. Él se detuvo en una pesada silla y frotó el material de la manta entre sus dedos. Se sentía a Margarita en cada uno de esos pequeños puntos. Ella hizo mucho más que mantener la casa. A ella le encantaba.

Le gustaban las velas. Se veían en la casa también. Ellos tenían electricidad y un generador de respaldo, pero él estaba seguro de las terribles tormentas que a menudo derribaban los árboles cortaban la electricidad y todo tipo de cosas pueden suceder a un generador. Nunca había tenido que pensar en esas cosas, pero era evidente que Margarita lo hizo y ella se preparó para ello.

Ella no sólo preparaba su propio hogar en caso de emergencia, sino que vio la lista en la que había estado trabajando en la mesa de café, el nombre de cada familia alojada en las tierras de los De La Cruz, y lo que sea que necesitaban. Linternas, velas y la comida enlatada que parecía ser el más grande de artículos. Nunca había pensado mucho en cómo esta gente vivía y trabajaba, pero se dio cuenta de Margarita se hizo cargo de ellos en su nombre.

La puerta del baño estaba abierta y el vapor mezclado con su perfume inundaba la sala de estar. Respiró hondo para llevarlo a sus pulmones.

La anticipación lo agitó. Esperó unos pocos latidos cardiacos, saboreando la pequeña habilidad de esperar para correr a verla y no hay duda ahora, que definitivamente tenía sentimientos, aunque no podría decir que fue algo como lo que sus hermanos habían descrito.

Sus dedos apretaron la colcha y se llevó el suave tejido a la cara. El material transportaba un toque de su intrigante fragancia. Su cuerpo se apretó. No era la reacción salvaje de la noche anterior, pero aún así, fue una reacción. Respiró a su manera por el shock. Su pequeña lunática era casi seguramente su compañera y, era un infierno la mujer, que había llegado a su vida demasiado tarde. Que era solo suya. El destino le había jugado sin duda una broma con su elección y el momento.

Algo suave y femenino le hizo cosquillas en la mente. Diversión. No había sonido, sólo la sensación de felicidad, una luz cálida. Él la absorbió en su corazón, se permitió complacerse por un breve momento. Su mente, estaba obviamente, en sintonía con la suya, pero se negaba a obedecerlo cuando se trataba de Margarita. Necesitaba el contacto, ese calor que infunde todo su cuerpo.

El hambre se extendió por él, persistente, arañando de necesidad golpeando en sus venas y lo consumía rápidamente. Él la probó en su boca, su único gusto que era todo de Margarita. Reconoció que él ya estaba obsesionado con ella, pero después de siglos de una existencia estéril, no era un precio demasiado alto a pagar por la capacidad de sentir algo.

Él resbaló más lejos en su mente, ansiando el calor de ella. La risa profunda estalló en sus pensamientos, una explosión de sonido, totalmente masculina, distinta y familiar para Margarita. Él sintió su aceptación fácil, la suavidad en ella que no estaba allí cuando él estaba con ella. Ella estaba divertida por su compañero.

Lo aceptaba.

Zacarías se movió tan rápido a través de la casa que no era más que un borrón, literalmente, irrumpió en su habitación. La puerta se astilló por el choque, la madera voló en todas direcciones cuando él lo destrozó. Margarita sentada en el suelo junto a su ventana abierta. Un hombre de pie al otro lado, la cabeza por la abertura, su mano en el brazo de Margarita. Ambos se volvieron hacia él de forma simultánea con el sonido de la puerta desintegrándose. Zacarías estaba en el hombre en una fracción de segundo en una acción violentamente explosiva, tirando de él a través de la ventana con una fuerza feroz y golpeándolo contra la pared. Él sostuvo fácilmente con una mano, las piernas colgando por encima del suelo mientras hundió sus dientes profundamente en la vena que latía su el cuello.

¡No! ¡Alto! ¡Tienes que parar!

El hombre no dio resistencia después de la dura lucha inicial. Zacarías no hizo ningún intento por calmarlo, el delito era demasiado grande. Oyó un terrible rugido y le tomó un momento darse cuenta de que el sonido salió de su garganta. Tragó la sangre rica, así como súplica desesperada de Margarita ambas explotaron en su mente.

Ella lo agarró del brazo y tiró de él, tratando de llegar hasta introducir su mano entre Zacarías y su presa. La veía, de lejos, en el niebla rojo en su mente, por la necesidad de matar, a través del extraño rugido animal que se estrelló en su cabeza, pero nada le importaba, sino la destrucción de este hombre que se había atrevido a poner sus manos sobre Margarita.

Zacarías sintió que el espíritu cálido Margarita se está moviendo a través del hielo en su mente y al instante se vio a través de sus ojos. Ella estaba cerca del pánico. Él había estallado en violencia al igual que un gran gato de la jungla derribando a la presa y era total y absolutamente un asesino en ese momento. En algún vago nivel se dio cuenta que era la causa. Ella le tenía terror, leyendo su intención, sabiendo que estaba actuando con los instintos en lugar de la inteligencia.

Inundó su mente con impresiones frenética de una manada de lobos, y luego, con decenas de bebés, como si él fuera estúpido y no pudiera entender el concepto de familia. Finalmente, recurrió a impulsar la imagen de Cesaro en su mente en un intento desesperado para decirle que este hombre era Julio, el hijo de Cesaro. Como si él no lo supiera. La mujer era una amenaza para ella y para todos los que conocía. Barrió con la lengua las heridas punzantes para cerrarlas y dejó caer al hombre en el suelo, sujetándolo con facilidad con su mente.

Muy lentamente se volvió hacía la molesta mujer. Dio dos pasos hacia atrás y luego se obligó a detenerse. Parecía pequeña y vulnerable y muy, pero muy aterrorizada cuando ella miró a Julio.

¿Está muerto? Ella dio un paso hacia el hombre inconsciente.

"No se atreva a tocarlo."

Se detuvo al instante, su rostro completamente blanco.

"No, los Cárpatos no matan cuando se alimentan. Usted debería saber eso. ¿O es usted tan inculta, como desobediente? "

Ella sacudió la cabeza y miró a su alrededor, su mirada se paró en la pluma y el papel que había estado utilizando para comunicarse con su amante. Cuando dio un paso hacia ello, el extendió la mano y ambos elementos volaron a él. Él los empujó en su bolsillo para una inspección posterior.

"Usted desobedeció otra vez. ¿Hay alguien a quien obedezca? ¿O simplemente hace lo que quiera, cuando quiere hacerlo? "Él mantuvo su voz muy baja, por miedo a que pudiera desmayarse o caer. Ella se sacudió para que pudiera ver su temblor.

Yo no desobedecí. Ella se mantuvo firme, empujando su negativa en su mente. Me quedé en la casa como me ordenó. Yo no hice nada malo.

¿Era posible que no entendiera la magnitud de su error? ¿Cómo era posible? "Tener a un hombre en su habitación está totalmente prohibido.

¿Cómo no lo sabes? ¿Quieres ser tomada por una puta?

Ella parpadeó con sus largas pestañas, su cuerpo de repente inmóvil. Un rubor lento se extendió por su blanca y pálida piel. Él claramente podía ver el color barriendo su cuello y su cara y la belleza de ello capturó su atención de modo que él casi omitiera esto ella dio un paso hacía él y la balanceó la mano hacía su cara.

Él cogió a centímetros de su cabeza su muñeca sólo debido a su velocidad sobrenatural. Se pararon frente a frente, sus miradas se encontraron. Ella estaba furiosa. Él podía sentir la rabia en ella, aunque estaba hiperconsciente de la pequeñez de sus huesos, de la piel suave y de sus curvas lozanas. Ella llevaba una falda larga y una blusa, cubriendo sus piernas delgadas y haciendo hincapié en sus caderas redondeadas y su cintura estrecha. Él encontró que le complacía la ropa femenina.

Sus ojos chispearon, brillando como diamantes. Ella no parecía más gris o sombreada, cada característica comenzaba a emerger a color y en detalle. Él nunca había visto una cosa más hermoso en todos sus siglos de existencia.

“Creo que hemos cubierto el tema de tocarme sin permiso.”

No se atreva a llamarme puta.

Él nunca había visto al verdadero diamante chispear como el champán y el color chocolate era un color tan asombroso, especialmente después que sus ojos chispearan como ahora. “Creo que le pregunté si usted deseaba ser tomado por una puta. No le llamé una.”

Hablaba muy despacio y con claridad en caso de que no acababa de comprender la diferencia. También notó que junto con su ira, ella era mucho más experta en su comunicación telepática. Podía ver sus palabras y las impresiones que ella enviara y entonces se dio cuenta de lo que debería ser no tener una voz real para expresarse.

Su pulgar se deslizó sobre su pulso en una caricia pequeña. La sintió temblar en la respuesta. "Te ves muy hermosa en ropa femenina. La usarás en todo momento. "

Ella frunció el ceño. Pensó que le gustaría el cumplido, pero en verdad era difícil. Sus ojos brillaban con destellos de fuego, que se veían espectacular, pero él deseaba su favor. Las mujeres eran difíciles de entender.

No, ya sabes. Yo prefiero usar las faldas dentro, pero no cuando monto. Y me encanta montar, así que no hay faldas. Alzó el mentón, los ojos brillaban más que nunca.

Estudió su rostro desafiante durante mucho tiempo. Ni una sola vez miró hacia otro lado. Nunca en su vida nadie había lo desafió de la manera en que lo hizo.

Estaba empezando a pensar que no había nada de pocas luces acerca en ella después de todo. "Realmente son emni kuηenak ku aššatotello Minan." No podía dejar de acariciarla con su voz.

¿Qué significa eso? He escuchado que me llamas así y cosas similares.

"Mi lunática desobediente” respondió con sinceridad, con la esperanza de fuegos artificiales. Incluso tomó un agarre más firme en su muñeca.

Sus labios temblaron, se curvó en una sonrisa, y sus dientes blancos brillaron por un momento. Tenía la impresión de diversión en su mente y la sensación de lo calentó. "Te estás volviendo muy buena en la comunicación a través de nuestro vínculo de sangre. Además aumentara con fuerza cuando intercambiemos sangre otra vez. "

Una sombra cruzó su cara. Ella tragó saliva y asintió con la cabeza, negándose a mirar hacia otro lado. Ella tenía mucho miedo, pero lo enfrentó con valentía.

"No te hará daño, Margarita", le aseguro. "Y vas a disfrutar de la experiencia."

Ella no parecía muy convencida, pero asintió con la cabeza a él y luego miró otra vez hacia Julio. Una protesta arrancó rugiendo a través de su cuerpo y sintió que sus dientes se alargaron, explotaron en la boca antes de que pudiera detener la reacción. Se quedó sin aliento, y miró su muñeca, capturada en la mano.

Sus uñas se habían alargado en las garras mortales.

Podía oler el hombre, hasta que el hedor de él casi dominado la sutil fragancia de Margarita. Él no quería a un hombre cerca de ella, y mucho menos en su dormitorio. Reconoció que estaba más letal.

"No es seguro para su amigo de estar aquí", admitió. Es evidente que algunas emociones estaban regresando. Rabia. La necesidad de matar. Los celos. Cosas que no había experimentado antes y por lo tanto, no tenían forma de prever o comprender lo que estaba sintiendo, y mucho menos los conocimientos necesarios para hacer frente a esas cosas.

Margarita lentamente asintió con la cabeza. ¿Debo llamar a Cesaro?

Su cuerpo se rebeló, sus sentidos agudizados ya en modo de batalla. "Eso no es una buena idea. Yo me lo llevaré a su casa y dejare que descanse. "El no quería a otro hombre a su alrededor mientras él se estaba ajustando a las nuevas emociones, nuevas e incómodas. Se encontró afortunado al no tener la misma reacción a su compañera, que sus hermanos habían tenido.

Ella asintió con su cabeza, mordiendo su labio inferior un poco con inquietud.

¿Ya no buena la palabra de Un De La Cruz aquí? He dicho que lo dejaré para que descanse, y aún está ansiosa. ¿Este hombre es alguien importante para usted?

Él sintió su lucha para hacerlo entender. Ella miró alrededor buscado una pluma el papel pero él sacudió su cabeza. Ella era su compañera y ellos necesitaban aprender a comunicarse. Ella le envió una mirada cargada de emoción, y luego empujó la imagen de Riordan, su hermano más joven, en su cabeza.

Ella indicó Julio y luego a ella.

¿Este hombre es su hermano? ¿El hijo de Cesaro?

Ella asintió, frunciendo el ceño todo el tiempo. No de sangre.

Él no quería al hombre en ningún lugar cerca de ella. "No es seguro para él.”- ¿Me entiendes?

Margarita asintió con la cabeza. Zacarías no podía soportar la presencia de otro hombre cerca de ella, o la mirada de preocupación en sus ojos. Cogió Julio y lo colocó sobre su hombro. Dio un paso lejos de ella.

¿Señor De La Cruz?

Aquella nota suave acariciante en su voz envió un torrente de calor a través de sus venas. Él la miró por encima del hombro.

Tal vez sería tan amable de arreglar mi puerta al salir.

Allí estaba, esa necesidad ahora familiar de sonreír. La diversión comprimió la necesidad de destruir a cada varón que haya estado alguna vez cerca de ella. Él necesitaba que utilizara su más nombre íntimo. “Zacarías,” le corrigió. “Y no hay problema.”

Él salió antes de ceder al impulso de levantar al ofensivo varón y lanzarlo a través de la ventana así él podría darle un tirón a Margarita y probar su sabor único exquisito que lo vencía.

Margarita miró cuando se detuvo brevemente y agitó su mano, tejiendo la puerta astillada nuevamente en una masa sólida antes de salir a zancadas de la habitación. Ella tomó una respiración profunda y se dejó caer sobre su cama. Su mano se sacudía mientras presionaba sus dedos contra su temblorosa boca. Ella nunca había visto a nadie-incluyendo a un depredador de la selva tropical – estallar en violencia tan rápidamente.

Estar en la misma habitación con Zacarías De La Cruz fue contundente, tanto como estar con un tigre. Tomaba del espacio, todo el aire, con su poder y energía. Siempre daba la impresión de estar enfocado mirando siempre alerta y listo para atacar al instante. Cuando estallaba en acción, era demasiado rápido como para seguirlo, y tan violento que el acto enturbiaba los sentidos.

Lo había hecho. Había cometido un terrible error. Zacarías comprendió que se había vuelto demasiado peligroso para estar en compañía de los demás y había tomado medidas para protegerlos a todos. Había tomado una decisión honorable, pero sin darse cuenta había interferido y los había colocado a todos -incluyendo a su alma eterna -En peligro.

Las heridas punzantes en su cintura fueron curadas, pero ella nunca olvidaría que el paseo doloroso, aterrorizante a través del aire cuando el águila la había tomado en el cielo nocturno, las alas enormes batían ruidosamente lo bastante fuerte para que ella oyera el whomp, whomp mientras cortaban el aire. Ella se había sentido enferma y mareada, mirando fijamente la tierra mientras se alejaba. Ella no tenía ni siquiera la liberación de los gritos. Lamentablemente, y extrañamente, el único consuelo que tenía era tocar su mente, la mente de un hombre salvaje más bestia que humano.

Se tocó la marca en el cuello y por un momento no pudo respirar, recordando la forma en que sus dientes la habían quemado, cuando se dirigían a través de su piel. La había herido tan mal, y había estado tan aterrorizada de que fuera a terminar el trabajo que el vampiro había iniciado, o peor, que no la matara y la convirtiera en un títere, la encarnación misma del mal. Se acarició la marca palpitante con las yemas de sus dedos. Ella ya se había hecho a la idea que le iba a servir el tiempo que fuera necesario-y sabía que incluía permitirle tomar su sangre para su sustento.

Esta tarde no cambió nada, de hecho, sólo reforzó su creencia de que le debía Zacarías su ayuda, no importaba lo terrible que fuera para ella. Se cubrió su rostro por un momento, meciéndose atrás y adelante, reuniendo valor. Tenía que encontrar una manera de evitar a los trabajadores en el rancho- sobre todo a Julio. Cuando Julio despertara y se acordara de lo que pasó, estaría desesperado por asegurarse que estaba bien y eso era un problema potencial.

Con resolución, Margarita restregó sus manos sobre su cara, borrando el miedo y enderezando sus hombros. Esto era su lío. Ella lo había creado. Ella podía sentir la tristeza intensa, el fuerte dolor que pesaba a Zacarías hundiéndolo. Ella sintió sus emociones – y ellos eran tan fuertes a tal punto de aplastarlo – pero ella sabía que él no los sentía de la misma manera que ella lo hacía.

Él había querido que ella mantuviera su rutina diaria, de modo que eso era lo que iba a hacer, tal como si él no estuviera en la casa. Cuando llegara el tiempo para que él tomara su sangre ella encontraría un lugar agradable en su mente e iría allí. Este era el deber de su familia entera de proveer independientemente a Un De La Cruz lo que necesitara – o quisiera – y ella no le fallaría su familia o a él.

Ella se miró en el espejo. Su pelo estaba en la gruesa trenza de costumbre, pero su cuello estaba claramente expuesto. Su corazón dio un salto salvajemente. Tal vez eso era demasiada tentación. Rápidamente se aflojo el tejido y permitió que se derramara su pelo hasta la cintura. Ella envolvió una corbata suelta a su alrededor para mantenerlo alejado de la cara y pudiera trabajar sin que la enorme masa se interpusiera en su camino. Sus manos se alisaron la fluida falda y tomo aire antes de dirigirse a la cocina.

Lleno la tetera de agua, se dio la vuelta y casi se cayó cuando él estaba de pie allí, muy cerca de ella, su mano alcanzó el abundante pelo, mirándolo fascinado. Dejó caer la mano de inmediato y dio un paso atrás para permitirle llegar a la estufa. Haciendo caso omiso de su corazón que latía con fuerza, Margarita hizo como si no estuviera en la habitación. Si quería observar lo que hacía, estaba bien. Ella se prepararía el desayuno a pesar de que era de noche.

Zacarías inclinó una cadera contra el lavabo y la miró con esa mirada fija, totalmente concentrada que era sin duda de un gato de caza de gran tamaño.

Ella le dio una mirada velada por debajo de sus pestañas, incapaz de ayudarse a sí misma.

¿Quiere tomar té?

Él frunció el ceño. "Nunca he probado la comida humana. Mis hermanos lo hacen. Para parecer humanos llenan la casa con alimentos y van a eventos de caridad y otras grandes reuniones en la se hace necesario que parezcan que comen. "

Pero no usted.

Él levantó la ceja. "No te preocupes por esas cosas. Inquieto demasiado a los humanos por lo que es mejor enviar a Nicolás o Riordan. "

¿Ni siquiera una vez? En todos sus años de existencia, ni una vez quiso probar lo prohibido?

"No sentía nada, kislány kuηenak Minan, mi pequeña lunático. La curiosidad no ha sido nunca un problema para mí. Yo existo. Yo cazo. Yo mato. Mi vida es muy simple. "

Ella apretó sus labios. No podría imaginarse tal vida. Ninguna comodidad. Sin necesidad de confort. ¿Usted nunca tiene miedo? ¿Nunca ha experimentado el terror extremo?

¿Qué hay en mi vida para temer? No tengo nada que perder, incluso la vida misma. Tengo solamente una responsabilidad la de proteger a mi gente con lo mejor de mi capacidad. Y lo hago con honor.”

¿Nunca ha sentido alegría? ¿O amor?

“Hubo una época en mi vida, cuando era un muchacho, que amé a mis hermanos. Durante un tiempo podía tocar sus memorias y recordar el afecto que tenía para ellos. Incluso eso se ha ido para mí.”

Quería llorar por él. Habló de la materia con la mayor naturalidad, como si no tener a nadie, nada en absoluto para suavizar su vida fuera normal. No había nadie para consolarlo, nadie con quien hablar o discutir, nadie para sostenerlo o amarlo. Todo el tiempo que luchó para proteger a los demás, no había nadie para él.

Se dio cuenta de que en todo su conocimiento, había grandes lagunas en su educación. Los Cárpatos podía regular la temperatura corporal. Podían curar sus heridas y reducir al mínimo la mayoría del dolor. No había pensado que ella no podía hacer esas cosas, lo que explicaba por qué había parecido tan impresionado por que las garras de águila hubieran perforado su piel. Él no sabía, o realmente no se había dado mucho tiempo para pensar en los humanos.

No interactuar con nadie más que los no-muertos. Sus hermanos tenían participaciones diversas y hablaban con los gobiernos locales. Zacarías sólo venía cuando está herido y necesitaba una solución rápida. Los trabajadores estaban recelosos de él. Debido a que sus tías, tíos y primos trabajaban en las distintas propiedades de los De La Cruz en América del Sur, conocía todos los chismes sobre la familia y unos pocos habían visto a Zacarías. Había estado completamente solo desde hace siglos.

Margarita se mantuvo de espaldas, la compasión y el miedo se mostrarían en su cara. Ella podía ser que le temiera, pero eso no quería decir que no podía sentir por él. Su vida había sido una que nunca hubiera querido y sin embargo, él había aguantado por más de mil años. Le habría dado la bienvenida, probablemente a la muerte, y ella le había quitado hasta ese consuelo. Tenía que encontrar una manera de conectar más sólidamente con él para que no saltara cada vez que se le acercara. Ella decidió que el mejor curso de acción consistía en llegar a conocerlo, intercambiar un poco de información para que pudiera estar más cómoda con él.

¿Cómo es que puedo sentir sus emociones, pero usted no puede?

Hubo un breve silencio. Ella se preparó antes de girar hacia él. Las batallas de siglos de perseguir a los no-muertos a través de países en un intento incesante de proteger a los habitantes estaban grabadas profundamente en las arrugas de su cara. Se quedó allí, con la cabeza erguida, mirándola con esos ojos que llevaban tanta tristeza que ni siquiera podía reconocer o comprender.

No había ningún lugar donde pudiera ir a donde él pudiera estar completamente vulnerable. No había nadie que pudiera amarlo, protegerlo o mantenerlo seguro. Ella tenía una repentina urgencia de poner sus brazos alrededor de él y abrazarlo con fuerza, pero tenía que pedir permiso y ella no iba a cometer el mismo error otra vez.

El silencio se estiró entre ellos, roto repentinamente por el silbido en la caldera. Ella vertió cuidadosamente el agua hirviendo en la pequeña e intricada tetera de arcilla de su madre. El cuerpo era rectangular y pintado a mano con los caballos peruanos de Paso que corrían libremente con las colas y las melenas fluyendo con el viento. Ella amaba la tetera que su madre había hecho tantos años atrás y siempre cuidaba de ella. Cuando la usaba siempre le hacía sentir más cerca de su madre y, ahora, eso la confortó. Ella no podría imaginarse a Zacarías teniendo nada como eso en su vida. “No era consciente que usted podía sentir mis emociones,” él finalmente, casi renuente, admitió.

Ella se volvió hacia él de nuevo, apoyándose en el mostrador y estudio de su rostro. A ella le pareció increíble que pudiera parecer tan severo y autoritario, pero sin embargo, ser tan brutalmente hermoso. Su pelo era largo, incluso para un Cárpatos, casi tan largo como el suyo. Unas pocas hebras de color gris realzaba el profundo color de la medianoche. La masa de pelo tenía ondas suficientes- para moverse en espiral en varios remolinos largos dentro del cordón de cuero con que lo ató. Las ondas en espiral no suavizaban su apariencia, sólo lo hacía mucho más atractivo.

No parecía estar relajado y tranquilo. Él aparecía exactamente lo que era-una máquina de matar. Nadie nunca lo confundiría con otra cosa, pero tal vez se estaba acostumbrando a su presencia, porque los temblores internos la habían dejado por fin.

Yo puedo.

"Explícamelo."

Parecía genuinamente desconcertado, pero ¿cómo podría explicarlo? Ella trató de imaginar a un volcán con masas de magma agitado. Puedo sentir lo que está dentro de ti. La ira. Tristeza. Es muy turbulento e intenso, pero puedo decir que no lo sientes de la misma manera que yo.

Sus ojos no se apartaron de su rostro. Ella no pudo evitar el aumento repentino de color. Se sentía un poco como un insecto bajo el microscopio. Era evidente que él la estudiaba a ella – un espécimen humano.

"Háblame de tu amigo Julio."

Su estómago se anudó. De esa manera parecía desastre. Su expresión no había cambiado, pero sus ojos lo hicieron. Sólo había una diferencia sutil en sus ojos, pero podía sentir la emoción volcánica, turbulenta dentro de él. Se volvió a hacer el desayuno para que no sentir miedo.

Ella hizo todo lo posible para mostrarle su relación con Julio. Crecimos juntos. No es más que unos pocos meses mayor que yo, por lo que fuimos criados como hermano y hermana.

Le resultaba difícil proyectar ese concepto, pero, mirando por encima del hombro a la cara oscura, ella persistió. No había otros niños.

Este es un rancho de trabajo e incluso de niños, por supuesto, se esperaban que ayudaran.

Una vez más, trató de enviar impresiones de ellos dos trabajando en los establos, y en el campo con el ganado. Yo podría hacer un mejor trabajo con la pluma y el papel.

"Lo estás haciendo muy bien."

Ella arriesgó otra mirada rápida a su rostro. Ella no lo estaba haciendo bien. Todavía tenía la muerte en sus ojos. Se obligó a disminuir el pánico, sentía como si le estuviera fallando a Julio. Mi madre murió cuando yo era muy joven y yo estaba inconsolable. Me perdí en los animales. En la selva tropical.

Se movió como si la idea de que una niña sola en la selva tropical lo molestara, pero no podía imaginar que podía concebir el dolor de un niño por la pérdida de su madre. O que podría preocuparse por un niño humano que era de poca importancia para él. Pero Julio se había preocupado. No sólo era un niño él mismo, sino que desafió a sus padres y la siguió para mantenerla a salvo.

Y luego su madre cogió una fiebre y murió un año después de mi madre. Eso creó un lazo entre nosotros. Tuve cuidado de estar cerca de él, como él lo había hecho por mí. Una vez más trató de transmitir el profundo pesar de que ambos habían sentido y la conexión de toda la vida que se había establecido.

Margarita dio media vuelta y estudió su rostro, la turbulencia en los ojos oscuros. Ella respiró hondo, sintiéndose un poco desesperada porque entendiera. ¿Puedes ver mis recuerdos, de nosotros dos? Si pudieras entrar en mi mente y ver por sí mismo, tal vez sería capaz de sentir su afecto por Julio y darse cuenta de que era de hermana, no de una mujer que ama a un hombre.

"Por supuesto. Nuestro vínculo de sangre es fuerte, pero yo tendría que ir más profundo en su mente. Y ya me tienes miedo. "

Su corazón latía con fuerza. Ambos podían oírlo. Ella tomó una respiración mientras cortaba dos rebanadas de pan para ella y rompía dos huevos para revolverlos con un poco de jamón. ¿Duele?

"No dolería. Solo se sentiría… íntimo".

La última palabra la susurró sobre su piel como una suave caricia. Margarita se estremeció. Él estaba cerca de ella. Podía sentir el calor de su cuerpo cuando estaba detrás de ella, mirándola cocinar. Se sentía peligrosa, de pie en su cocina haciendo el quehacer diario con él tan cerca, observando cada uno de sus movimiento. Respiraba cuando ella respiraba. Juró que su corazón mantenía el mismo ritmo.

Tragó saliva y se concentró en elaborar el sandwich colocando con cuidado los huevos entre las rebanadas de pan. Ella colocó su desayuno en un plato, haciendo caso omiso de sus manos temblorosas. Tenía miedo de Zacarías, pero cuando hablaba en ese cierto tono de voz, su cuerpo reaccionaba. Se atrevería a dar una oportunidad a que la adición que sentía, esa atracción física extraña aumentara al consentir-no- al invitarlo a entrar más profundo en su mente?

Ella agarró el asa de la tetera justo cuando él lo hizo también. Su brazo tomo el de ella y sus dedos se apoderó de los suyos. Un millar de mariposas se dieron a la fuga en su estómago.

"Déjame", dijo.

Esa misma nota baja acariciante en su voz. Cerró los ojos brevemente contra el asalto repentino de sus sentidos y deslizó su mano bajo la suya. Él no se movió, manteniendo cautiva entre él y el mostrador, mientras que vertía su té. Ella sabía que había un espacio entre ellos, tal vez el ancho de una hoja de papel, pero podía sentir el calor que irradia de él. Su cuerpo se incendió. Las llamas bailaban sobre su piel, se lanzó a través de su torrente sanguíneo para instalarse en una necesidad apremiante en su más femenino núcleo.

Se quedó sin aliento en la garganta a medida que avanzaba la escasa separación, acortando la distancia como el papel delgado al bajar la tetera, de modo que se presiono contra ella, su aliento cálido contra su cuello. Él inhaló, dibujando el aire cargado con su aroma, profundo en sus pulmones. Un gruñido suave como un ronroneo retumbó en su garganta. El sonido parecía el de un animal salvaje, pero había algo terriblemente sexy sobre él. Se quedó inmóvil, paralizada por el miedo, pero no estaba segura si era de él o de ella misma. El gruñido vibró a través de su cuerpo, hasta que todos los sentidos se consumieron por completo con Zacarías.

Zacarías de la Cruz era un barril de pólvora peligrosa, y ella tenía mucho miedo que si se movía o le permitía la entrada más a su mente, sería proporcionar la chispa que lo pusiera en marcha. No fue su culpa que reaccionara a él. Ella nunca había tenido una reacción a cualquier otro hombre, pero había ocurrido una vez con él en el bosque. No tenía sentido, pero no podía recuperar el aliento, esperando… deseando…que, no lo sabía.

Los labios de Zacarías se movieron contra su oído, su aliento agitando su cabello y enviando una descarga eléctrica que chisporroteaba por sus venas."Puedo oír los latidos de su corazón."

Cerró los ojos y envió una oración para que su olor no fuera el de una mujer desesperada por un hombre, porque si ella podía sentir la humedad en su ropa interior lo más probable es que pudiera oler la llamada femenina. Un hombre tan cerca de los animales tendría un sentido del olfato aumentado.

Estoy seguro de que puede. Podía oír su corazón tronando también. No había duda de su miedo o – su atracción.

Sus dedos se movieron la masa de pelo que ella había dejado con cuidado cubriendo su cuello. El roce de sus dedos hizo que su vientre se apretara, y el líquido caliente se derramara. Su boca se movió sobre su piel, su lengua como una escofina de terciopelo, dejando su marca sobre su pulso con frenética necesidad. Se agarró al borde del mostrador, con el corazón palpitante de miedo o de emoción- ella no sabía de qué.

Permanecer inmóvil, mica emni kuηenak Minan, mi hermosa lunática, tengo que probarte. No sería una buena cosa que pelearas conmigo. En este momento, me siento en el borde de mi auto-control.

Su mente se deslizó en ella espontáneamente, pero no podía decir que no fuera deseado. Su tacto era sensual, enviando un escalofrío de placer que le recorrió la espalda, pero su advertencia la asustó. La idea de sus dientes hundiéndose en ella era tan terrible que debería haberme desmayado, sin embargo, su cuerpo de repente estaba vivo, todos las terminaciones nerviosas ardiendo.

Tengo miedo. Allí. Ella se lo había admitido.

No es necesario. Usted es la persona más seguras del mundo a mi lado. No luches contra mí, mujer. Entrégate a mí.

Ella no estaba segura de qué quería decir con que ella era la más segura de las personas del mundo a su alrededor. Ella no se sentía segura, se sentía amenazada en todos los niveles que había. Se obligó a impedir luchar cuando él la giro para afrontarlo y la rodeó inexorablemente contra su pecho. Era enormemente fuerte, con los brazos como el tronco de un árbol de ceiba, duros e inflexibles, una jaula de la que no podía escapar.

Zacarías tiró de ella firmemente contra él, ajustándola contra él como si ella perteneciera allí, su cuerpo impreso en el suyo. Ella inclinó su cabeza para alzar la vista hacia él. Estaba tan maravillosamente tallado, como una estatua hecha de la piedra más fina, la sensualidad personificada. Sus ojos se obscurecieron de hambre. Sus dientes destellaban en ella, blancos y lentamente desplazamiento a su lugar, los incisivos más bien caninos, pero sus colmillos parecían muy agudos también. La distinción entre el vampiro y Cárpato estaba allí, pero era delgada.

Su corazón compitió con la última palpitación lejana, acelerando tan rápido que temió que se saldría a través de su pecho. Él bajó su cabeza lentamente a la suya, su boca cepillaba el más ligero de besos en la esquina de su ojo. Su cuerpo entero entró casi en fusión. No había manera de parar la reacción puramente sexual a ese tacto súper ligero. Sus labios se arrastraron de su ojo a su mandíbula, suavemente apenas besándola, una exploración sin prisa.

Su cuerpo fue suave y flexible, fundiéndose contra el suyo. Su temperatura se elevó, su núcleo ardió, quema de dentro hacia fuera. Toda la tensión drenó fuera de ella, sus pestañas cerrándose lentamente mientras sus labio continuaban por el cuello hasta el hombro. Se sentía a la deriva en un río de sensación pura, flotando hacia él con todo su ser. Su corazón y tal vez incluso su alma alcanzando la de él.

Sus dientes rasparon adelante y atrás sobre ese punto palpitante y su cuerpo reaccionó, levantando la temperatura un poco más. Sus pechos le dolían, sus pezones empujando contra la delgada tela de su sujetador. En algún nivel sabía que se estaba entregando a él, que si sucumbía a él, ella nunca volvería a ser la misma, pero había tejido una red sensual y ella quedó atrapada en ella de buena gana.

Hundió sus dientes profundo, el dolor estrellándose a través de ella, impactándola.

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