CAPÍTULO 09

¿Torie Traveler O'Connor? Meg recordó la conversación que había escuchado anoche entre Ted y Kenny. ¿La amante casada de Ted era la hermana de Kenny?

El acento tejano de Torie caía como un líquido. -Escuché que hoy partió algunos culos, Spence. No te importa que te llame Spence, ¿no? Tenía que conocer al hombre que dio su merecido a estos niños grandes.

Spence miró, temporalmente, asombrado. Era fácil ver como Torie podía ocasionar eso con sus rasgos perfectos, sus ondas de pelo teñido y unas largas piernas envueltas en unos vaqueros ultra caros. Un trío de tres pequeñas piezas de plata colgaban sobre el escote de su top, un enorme diamante brillaba en su mano izquierda y otros dos, casi tan grandes como éste, estaban colocados en los lóbulos de sus orejas.

Kenny le frunció el ceño. Viéndolos juntos, su extraordinaria belleza hacía obvio que eran hermanos. -¿Por qué no estás en casa cuidando a mis sobrinas?

– Porque por fin están dormidas. Necesité un par de Xanas [14] hábilmente ocultados dentro de algunas Twinkies [15], pero bueno… monstruos.

– Echan de menos a su padre -, dijo Kenny. -La única influencia estabilizadora de sus vidas.

Torie sonrió. -Vuelve mañana -. Ella empujó a su hermano. -Acabo de hablar con Lady Emma. Me dijo que su mano está bien y que si la vuelves a llamar una vez más, te dejará fuera esta noche.

Ella besó a Ted en la mejilla. -Hey, señor Alcalde. Escuché que jugaste realmente mal hoy.

– Excepto por un Tagle [16] y unos cuantos birdies -, dijo su hermano. -El partido más raro que he visto nunca.

Ella miró alrededor buscando un lugar para sentarse y, al no haber una silla libre, se sentó en el muslo derecho de Ted. -Extraño. Normalmente eres muy consistente.

– Spence me intimidó -, dijo Ted con toda sinceridad. -Es mejor jugador de handicap siete con el que haya jugado nunca.

Kenny se echó hacia atrás en su silla. -Un montón de cosas interesantes están ocurriendo por aquí hoy, Torie. Meg acaba de hablarle a Spence sobre su amor no correspondido por Ted. ¿Quién lo diría, verdad?

Los ojos de Torie se abrieron mostrando sorpresa, seguida casi inmediatamente por anticipación. Justo entonces Meg lo comprendió. Incluso con Torie manteniendo el equilibrio, como una pantera elegante devoradora de hombres, en el muslo de Ted y uno de sus brazos sobre sus hombros, Meg supo que ellos no eran amantes. No comprendía cuál era exactamente su relación, o por qué habían estado juntos en la suite del hotel con Torie envuelta sólo con una toalla, o por qué Torie había lo había besado esa noche en el coche. A pesar de todas las evidencias que indicaban lo contrario, y pese a las propias palabras de Ted, sabía con absoluta certeza que esos dos no se conocían íntimamente.

Torio bebió un sorbo de la cerveza de Ted y centró su atención en Meg. -Nunca me canso de escuchar historias de mujeres, especialmente de aquellas que implican a hombres. Lo juro, escribiría una novela romántica cada día si no tuviera que perseguir a mis hijas. ¿Acabas de soltarle… decirle a Ted cómo te sientes?

Meg intentó parecer sincera. -Creo en la honestidad.

– Ella está bastante segura de que él caerá -, dijo Kenny.

Torie volvió a coger la cerveza de Ted sin quitar los ojos de Meg. -Admiro tu auto confianza.

Meg extendió sus manos con las palmas hacia arriba. -¿Por qué no lo haría? Mírame.

Esperó que saltaran algunas risitas, pero eso no ocurrió. -Interesante -, dijo Torie.

– No es interesante -. Ted apartó su cerveza del alcance de Torie.

Torie se fijó en los pendientes de Meg de la dinastía Sung. -Probablemente no has oído hablar del nuevo plan de mi madrastra para recaudar dinero para las reparaciones de la biblioteca.

– Shelby no me ha dicho nada de ningún plan -, dijo Ted.

Torio lo desechó. -Estoy seguro que alguien te lo dirá tarde o temprano. El comité no ha terminado de limar los detalles.

Ted miró a Kenny. -¿Lady Emma te ha dicho algo sobre esto?

– Ni una palabra.

Torie era una mujer con una misión y no se dejo distraer durante mucho tiempo. -Tu honestidad es refrescante, Meg. ¿Exactamente cuándo te diste cuenta que estaba enamorada de Ted? ¿Antes o después de que Lucy lo abandonara?

– Despídete -, dijo Ted agradablemente.

Torie subió su perfecta nariz. -No estaba hablando contigo. Cuando se trata de mujeres, siempre te guardas las partes interesantes.

– Después de que se fuera -, dijo Meg, y luego más cuidadosamente, -realmente no hay nada más que decir en este momento. Todavía estoy esperando… lidiar con los problemas de Ted.

– Recuérdame cuáles son esos problemas -, dijo Torie. -Ted es tan perfecto -. Un leve suspiro escapó de sus brillantes labios. -Oh, Dios, Teddy… ¡No ese problema! Nos dijiste que la Viagra ayudaba -. Ella se inclinó hacia Spence y en un falso suspiro dijo, -Ted ha estado librando una valiente batalla contra la disfunción eréctil.

Skeet se atragantó con su cerveza. Kenny se echó a reír. Dallie puso una mueca y Spence frunció el ceño. El no estaba seguro si Torie estaba o no bromeando y no le gustaba sentirse excluido. Meg experimentó su primer destello de simpatía, no por Spence, sino por Ted, quién parecía tan sereno como siempre aunque definitivamente no lo estaba. -Torie está bromeando, Spence -. Meg rodó exageradamente los ojos. -Ella en realidad está bromeando -. Y luego con una culpabilidad fingida dijo, -al menos por lo que he escuchado.

– De acuerdo, es suficiente -. Ted casi tira a Torie cuando se levantó de la silla y la cogió por la muñeca. -Vamos a bailar.

– Si yo quisiera bailar, se lo pediría a mi hermano -, replicó Torie. -Alguien que no tiene dos pies izquierdos.

– No soy tan malo -, dijo Ted.

– Eres lo suficientemente malo.

Kenny se dirigió a Spence. -Mi hermana es la única mujer en Wynete, probablemente en todo el universo, que le ha dicho a Ted la verdad sobre su falta de habilidad en la pista de baile. El resto de ellas batean sus pestañas y fingen que él es Justin Timberlake. Malditamente divertido.

Los ojos de Ted se fijaron en Meg, sólo un instante, antes de darse la vuelta y empujar a Torie hacia la máquina de discos.

Spence los miraba. -Tu hermana es una mujer inusual.

– Dímelo a mí.

– Ella y Ted parecen realmente unidos.

– Torie ha sido la mejor amiga de Ted desde que él era un crío -, dijo Kenny. -Lo juro, es la única mujer de menos de sesenta años que nunca ha estado enamorada de él.

– ¿A su esposo no le importa su amistad?

– ¿A Dex? -Kenny sonrió. -No. Dex es muy seguro.

Ted parecía que estaba dando una conferencia en lugar de bailar, y cuando él y Torie regresaron a la mesa él cogió la silla vacía e hizo que ella se sentara tan lejos de Spence como fue posible. Eso no impidió que Torie pregonara las ventajas de Wynette como la localización perfecta para un resort de golf, intentando evaluar a Spence invitándolo a la fiesta que organizaba por el Cuatro de Julio su madrastra el lunes y coaccionándolo para que fuera a un partido de golf del sábado por la tarde.

Ted parecía apenado y rápidamente anunció que Kenny y él se unirían a ellos. Torie miró a Meg y el brillo travieso en sus ojos le explicó a Meg por qué Ted quería mantenerla lejos de Skipjack. -Meg volverá a ser la caddie de Ted, ¿no?

Ted y Meg hablaron a la vez. -¡No!

Pero Kenny, por alguna razón insondable, decidió que era una gran idea y con Spence diciendo que el partido no sería ni la mitad de divertido sin Meg, fue como si hubiera sido escrito con sangre en la pared.

Cuando Spence desapareció en el servicio de caballeros, la conversación se volvió más seria. -Hay algo que no puedo entender -, le dijo Torie a Ted. -La gente de Spence dejó claro la primavera pasada que él había desechado Wynette y se había decidido por San Antonio. Después, hace un mes y sin ningún aviso, vuelve a aparecer y dice que Wynette está de nuevo en la carrera. Me gustaría saber que ocurrió para que cambiara de opinión.

– La gente de San Antonio está tan sorprendida como nosotros -, dijo Ted. -Pensaban que lo tenían hecho.

– Una lástima para ellos -. Torie saludó a alguien al otro lado del bar. -Nosotros lo necesitamos más que ellos.

Cuando llegó la hora de irse, Dallie insistió en ir a dejar a Spence al hotel así que Meg terminó a solas con Ted en su Benz. Esperó hasta que llegaron a la carretera para romper el silencio. -No estás teniendo una aventura con la hermana de Kenny.

– Mejor dile eso a ella.

– Y nunca engañaste a Luce.

– Lo que tú digas.

– Y… -ella estudió como sus manos sujetaban fácilmente el volante y se preguntó si alguna vez había algo difícil para esta criatura encantada. -… si quieres que continúe colaborando con Spence, lo que estoy segura que quieres, necesitamos llegar a un acuerdo.

– ¿Quién dice que yo necesito tu ayuda?

– Oh, la necesitas, seguro -. Ella deslizo sus dedos por su pelo. -Es fascinante lo impresionado que está Spence con mi padre, y conmigo por extensión, ¿verdad? Insultante para mi madre, por supuesto, considerando lo poderosa que es en la industria, por no mencionar que es una de las mujeres más guapas del mundo. Sin embargo, Spence mencionó que tenía su póster en la pared de su habitación y definitivamente se siente atraído por mí por cualquier motivo retorcido. Eso significa que he pasado de pasivo a activo y tú, amigo mío, necesitas trabajar un poco más en complacerme, empezando con esas rácanas propinas. Spence le dio hoy a Mark unos cien dólares.

– Mark no le costó a Spence tres hoyos y no sé cuántos tiros malos. Pero está bien. Mañana te daré una propina de cien dólares. Menos cincuenta dólares por cada hoyo que me cuestes.

– Menos diez dólares por cada hoyo que te cueste y es un trato. Por cierto, no soy una gran amante de los diamantes y las rosas, pero no despreciaría una cuenta sin límite en el supermercado.

Él la miró con una de sus miradas de santo. -Pensaba que eras demasiado orgullosa para coger mi dinero.

– Cogerlo, sí. ¿Ganarlo? Definitivamente no.

– Spence no ha llegado a donde está por ser un estúpido. Dudo que se trague esa disparatada historia de tu no correspondida pasión por mí.

– Será mejor que se la trague porque no permitiré que ese hombre me manoseé otra vez, ni por todos los resorts de golf del mundo, y tu irresistibilidad es mi excusa.

Él levantó una ceja y giró hacia el camino oscuro y estrecho que llevaba a su casa temporal. -Tal vez deberías reconsiderarlo. Es un tipo bien parecido y es rico. Francamente, él podía ser la respuesta a tus oraciones.

– Si fuera a poner un precio a mis partes femeninas, encontraría un comprador más apetecible.

A Ted le gustó eso y todavía estaba sonriendo cuando llegaron a la iglesia. Ella abrió la puerta del pasajero para salir. Él paso el brazo sobre el respaldo del asiento de ella y la miró de una forma que no pudo comprender. -¿Asumo que estoy invitado -, dijo él -, considerando la intensidad de tus sentimientos por mí?

Él le dirigió su sonrisa más radiante, aquellos ojos ámbar desprendiendo su elixir personal para llamar la atención; comprendiéndola perfectamente, de profunda apreciación y perdonándola por todos sus pecados.

Él estaba jugando con ella.

Ella dejó escapar un trágico suspiro. -Necesito igualar tu extraordinaria perfección antes de comenzar a pensar en mostrarte mi lado lujurioso.

– ¿Cómo de lujurioso?

– Fuera de los límites -. Salió del coche. -Buenas noches, Theodore. Dulces sueños.

Subió las escalares hacia la puerta de la iglesia con la luz de los faros de su coche iluminando el camino. Cuando llegó a la puerta, metió la llave en la cerradura y entró. La iglesia la envolvía. Oscura, vacía y solitaria.


El siguiente día lo pasó en el carrito de bebidas sin conseguir que la despidieran, algo que consideraba un logro ya que no había sido capaz de resistirse a recordarles a unos cuantos golfistas que tiraran sus malditas latas al contenedor de reciclaje en lugar de al cubo de basura. Bruce Garvin, el padre de la amiga de Birdie, Kayla, fue particularmente hostil y Meg sospechaba que tenía que agradecerle al interés de Spencer Skipjack en ella por continuar con trabajo. También estaba agradecida que no se hubiera extendido la noticia de su falsa declaración de amor por Ted. Aparentemente los testigos de la noche anterior habían decidido guardar silencio, un milagro en un pueblo pequeño.

Saludó a la hija de Birdie, Haley, cuando entró en la tienda de bocadillos para coger hielo y reponer las bebidas del carrito. O Haley había achicado las costuras de su polo de empleado o se lo había intercambiado con alguien más pequeño, porque el contorno de sus pechos se marcaba completamente. -El señor Collins está jugando hoy -, dijo ella, -y es un fan del Gatorade, así que asegúrate de tener suficiente.

– Gracias por el dato -. Meg apuntó hacia el mostrador de los dulces. -¿Te importa si cojo algunos de estos? Los pondré encima del hielo y veré si se venden.

– Buena idea. Y si ves a Ted, ¿le dirías que necesito hablar con él?

Meg esperaba sinceramente no encontrarse con él.

– Ha apagado su móvil -, dijo Haley, -y se supone que tengo que hacerle la compra hoy.

– ¿Le haces la compra?

– Le hago recados. Paquetes de correos. Le hago cosas para las que no tiene tiempo -. Cogió algunos perritos calientes de la máquina. -Creo que te dije que soy su asistente personal.

– Tienes razón. Lo hiciste -. Meg ocultó su diversión. Ella había crecido rodeada de asistentes personales, y hacían mucho más que recados.

Cuando llegó a casa esa noche, abrió las ventanas, contenta de no tener la necesidad de mantenerse oculta, luego se dio un rápido chapuzón en el arroyo. Después se sentó con las piernas cruzadas en el suelo y examinó las joyas de bisutería no reclamadas, que había pedido permiso para coger de la caja de objetos perdidos del club. Le gustaba trabajar con joyas y el comienzo de una idea había estado hurgando en su cabeza desde hacía unos días. Sacó un par de antiguos alicates de boca plana que había encontrado en un cajón de la cocina y comenzó a desmontar una pulsera barata.

Un coche se detuvo fuera y, unos minutos después, Ted deambulaba por allí con una vestimenta casual de pantalones azul marino y una camisa de sport gris que le sentaba maravillosamente.

– ¿Has oído hablar de llamar a la puerta? -dijo ella.

– ¿Has oído hablar de allanamiento?

El cuello abierto de su camisa revelaba la base de su garganta bronceada. Fijó la vista en ello durante un momento demasiado largo, luego dio un golpe a un eslabón unido al broche de la pulsera. -Recibí un mensaje de Lucy hoy.

– No me importa -. Se adentro más en la habitación, llevando con él el nauseabundo olor de la bondad sin adulterar.

– Todavía no me ha dicho qué está haciendo o dónde está -. Los alicates se cayeron. Ella hizo una mueca mientras se apretaba el dedo. -Todo lo que dijo es que ningún terrorista la ha capturado y que no debería preocuparme.

– Te lo repito. No me importa.

Ella se chupó el dedo. -Sí, te importa, aunque no de la forma que a la mayoría de novios abandonados lo haría. Tu orgullo está herido, pero tu corazón ni siquiera parece magullado, mucho menos roto.

– No sabes nada sobre mi corazón.

No permitiría que la necesidad de ser desagradable desapareciera y, como una vez más sus ojos se fijaron en ese odioso cuello de la camisa abierta, recordó una de las golosinas que había elegido de donde Haley. -¿No crees que es un poco embarazoso para un hombre de tu edad vivir todavía con tus padres?

– No vivo con mis padres.

– Lo suficientemente cerca. Tienes una casa en la misma propiedad.

– Es una gran propiedad y les gusta tenerme cerca.

A diferencia de sus propios padres que la habían echado de su puerta. -Qué dulce -, dijo ella. -¿Una Yummy Mummy [17] te arropa por la noche?

– No a menos que se lo pida. Y tú no estás exactamente en las condiciones adecuadas para insultar a las Yummy Mummy.

– Cierto. Pero no vivo con la mía -. A ella no le gustaba que se cerniera sobre ella, así que se levantó del suelo y fue hacia el único mueble de la habitación, el feo sillón tapizado de marrón que Ted había dejado allí. -¿Qué quieres?

– Nada. Sólo relajarme -. Él serpenteó hasta la ventana y pasó un dedo por un lado del marco.

Ella se sentó en el brazo del sillón. -Seguro que tienes una vida muy difícil. ¿En realidad trabajas? Quiero decir aparte de tu tan nombrado trabajo de alcalde.

Su pregunta pareció divertirle. -Ten por seguro que trabajo. Tengo un escritorio y un sacapuntas y todo.

– ¿Dónde?

– En un lugar secreto.

– ¿Lo mejor para mantener a las mujeres lejos?

– Para mantener a todo el mundo lejos.

Ella pensó sobre eso. -Sé que inventaste algún tipo de mierda de sistema de software que te hizo ganar un motón de dólares, pero no he oído hablar mucho sobre eso. ¿Qué tipo de trabajo tienes?

– Un trabajo lucrativo -. Él inclinó su cabeza como disculpa. -Lo siento. Palabras extrañas, no lo entenderías.

– En eso tienes razón.

Él sonrió y miró hacia arriba al ventilador del techo. -No puedo creer el calor que hace aquí y sólo es uno de julio. Difícil imaginar cuanto peor se va a poner -. Sacudió su cabeza, su expresión tan inocente como la de un santo. -Iba a poner aire acondicionado para Lucy, pero ahora esto feliz de no haberlo hecho. Añadir todos esos fluorocarbonos a la atmósfera no me habría dejado dormir por la noche. ¿Tienes alguna cerveza?

Ella le frunció el ceño. -Apenas puedo permitirme leche para los cereales.

– Estás viviendo aquí sin alquiler -, él señalo. -Lo menos que podías hacer es tener cerveza en la nevera para las visitas.

– Tú no eres una visita. Eres una infestación. ¿Qué quieres?

– Esto es mío, ¿recuerdas? Yo no tengo que querer nada -. Señalo con la punta de uno de sus zapatos rallados, aunque muy caros, hacia las joyas tendidas en el suelo. -¿Qué es todo esto?

– Algo de bisutería -. Ella se arrodilló y empezó a recogerlas.

– Espero que no pagaras dinero de verdad por esto. Aunque supongo que depende según quién lo mire.

Ella lo miró. -¿Este sitio tiene una dirección postal?

– Por supuesto que tiene una dirección. ¿Por qué quieres saberlo?

– Quiero saber donde vivo, eso es todo -. También necesitaba que le enviaran algunas cosas que estaban empaquetadas en el armario de su casa. Ella encontró un trozo de papel y escribió la dirección que él le dio. Ella señaló con la cabeza la parte frontal de la iglesia. -Mientras estás aquí, ¿encenderías el agua caliente? Me estoy cansando de las duchas de agua fría.

– Dímelo a mí.

Ella sonrió. -¿Todavía está sufriendo los efectos de la moratoria sexual de tres meses de Lucy?

– Maldita sea, mira que les gusta hablar a las mujeres.

– Le dije que era estúpido -. Deseó ser lo suficientemente malvada para darle la noticia de que Lucy ya tenía un nuevo amante.

– Nosotros al fin estamos de acuerdo en algo -, dijo él.

– Sin embargo… -Ella volvió a alejar las joyas. -Todo el mundo sabe que puedes tener a cualquier descerebrada de Wynette. No sé exactamente cuál es tu problema para encontrar una compañera sexual.

Él la miro como si ella se hubiera unido al club de los idiotas.

– Claro -, dijo ella. -Esto es Wynette y tú eres Ted Beaudine. Si lo haces con uno, lo haces con todos.

Él sonrió.

Ella había intentado molestarlo, no divertirlo, así que dio otro golpe. -Una pena que estuviera equivocada contigo y Torie. Una aventura clandestina con una mujer casada solucionaría tu problema. Casi tan bueno como estar casado con Lucy.

– ¿Qué quieres decir?

Ella estiró sus piernas y se apoyó en las manos. -No hay basura emocional. Ya sabes. Como el amor verdadero o pasión genuina.

Él la miró un segundo, aquellos ojos de tigre inescrutables. -¿Crees que Lucy y yo no teníamos pasión?


– No es por insultar, vale, quizás un poco insultante, pero sinceramente dudo que tú tengas un hueso pasional en tu cuerpo.

Un ordinario mortal se habría sentido ofendido, pero no San Theodore. Él simplemente se quedó pensativo. -Vamos a ver si lo entiendo. ¿Una idiota me está analizando?

– Un nuevo punto de vista.

Él asintió. Contemplando. Y luego hizo algo que no era nada típico de Ted Beaudine. Entrecerró sus ojos y la miró de forma maliciosa. Empezando por la parte superior de su cabeza y luego deslizó su mirada por su cuerpo, deteniéndose aquí y allí a lo largo del recorrido. Su boca. Sus pechos. El vértice de sus muslos. Dejando tras de sí pequeños remolinos de deseo.

El absoluto horror de no ser inmune a él la hizo entrar en acción y saltó del suelo. -Malgastas esfuerzos, señor Todo Son Pegas, por supuesto que vas a pagarme.

– ¿Pagarte?

– Ya sabes. Un gran fajo de billetes de veinte en el aparador. Oops… No tengo aparador. Oh, bueno, ahí tienes una idea.


Al final había conseguido molestarlo. Él se volvió hacia el cuarto con paso majestuoso para encender el agua caliente y desapareció. Ella sinceramente esperaba que fuera un precedente. No mucho después oyó la puerta trasera cerrarse, y unos minutos después, su coche se alejaba. Extrañamente estaba decepcionada.


El cuarteto jugó al día siguiente. Ted y Torie contra Kenny y Spence.

– Tuve que ir a Austin ayer -, Spence le dijo a Meg, -y cada vez que veía a una mujer hermosa, pensaba en ti.

– Por Dios, ¿por qué?

Ted le dio un codazo por detrás. Spence echó hacia atrás la cabeza y se echó a reír. -Tienes algo, señorita Meg. ¿Sabes a quién me recuerdas?

– Espero que una joven Julia Roberts.

– Me recuerdas a mí, a eso me recuerdas -. Él reajustó su sombrero Panamá en su cabeza. -Tuve un montón de retos en mi vida, pero siempre los encaré.

Ted la golpeó en la espalda. -Esa es nuestra Meg, sí señor.

Para cuando llegaron al tercer green, ella se estaba marchitando por el calor pero aún así estaba feliz por estar fuera. Se obligó a sí misma a concentrarse para ser el caddie perfecto, a la vez que le dirigía miradas de adoración a Ted cada vez que Spence se ponía demasiado amistoso.

– ¡Quieres dejar de hacer eso! -dijo Ted cuando estuvieran a salvo de ser escuchados.

– ¿Qué te importa?

– Es desconcertante, eso es todo -, se quejó. -Como estar atrapado en una realidad alternativa.

– Deberías estar acostumbrado a miradas de adoración.

– No de ti.

Pronto fue evidente, incluso para Meg, que Torie era una atleta altamente competitiva, pero en los último nueve hoyos ella repentinamente empezó a perder puntos. Ted nunca perdió su natural encanto, no hasta que estuvo a solas con Meg cuando él le confirmó sus sospechas de que Torie lo estaba haciendo deliberadamente. -Eso era putt de apenas un metro -, él se quejó, -y Torie se quedó al borde del hoyo. Spence podría estar por aquí durante semanas. Cualquiera que piense que voy a dejarle ganar cada partido está loco.

– Qué es la razón por la que Torie falló ese putt -. Al menos alguien aparte de ella comprendía el ego de Spence. Ella miró alrededor buscando la última funda que parecía que había extraviado. -Concéntrate en lo importante, señor Alcalde. Si estás decidido a destruir el medio ambiente de la zona con este proyecto, necesitas ser más como Torie y hacer más esfuerzos para hacer feliz a Spence.

Él ignoró su puya. -Mira quién está hablando de hacer feliz a Spence. No te haría daño ser más agradable con él. Te juró que voy a representar una pelea pública contigo para que sepa exactamente lo correspondida que es tu pasión por mí.

Él hizo un disparo largo con un wedge en el green, le tiró la bolsa de los palos y se alejó.

Gracias a Torie, Spence y Kenny lograron una victoria por un hoyo. Después Meg se dirigió al vestuario de señoras, el cuál técnicamente los empleados no podían usar pero como estaba equipado con una amplia gama de productos de cuidado personal, tristemente ausentes dentro de lo que ella poseía, lo usó de todas formas. Mientras se refrescaba su acalorada cara con agua fría, Torie se unió a ella en los lavabos. A diferencia de Meg, el calor no parecía haber afectado a Torie, quién simplemente se quitó la visera para ajustarse la coleta y luego miró alrededor para asegurarse de que el vestuario estaba vacío. -Entonces, ¿qué hay realmente entre tú y Ted?

– ¿Qué quieres decir? ¿No has oído los rumores sobre cómo manipulé a Lucy para poder quedarme con él?

– Soy mucho más lista de lo que parezco. Y tú no eres una mujer que se enamoraría de un tipo que básicamente odia tus entrañas.

– No creo que él me odie tanto como lo hacía. Ahora es más tu odio común.

– Interesante -. Torie sacudió su largo pelo y luego lo volvió atar.

Meg cogió una toalla del toallero y la pasó bajo el agua fría. -Tú tampoco pareces odiarme. ¿Por qué? Todos los demás en este pueblo lo hacen.

– Tengo mis razones -. Ella ajustó la goma del pelo en su lugar. -Lo que no quiere decir que no te sacase los ojos si en realidad creyese que eres una amenaza para Ted.

– Destruí su matrimonio, ¿recuerdas?

Torie se encogió de hombros sin dar un juicio.

Meg la estudió, pero Torie no estaba mostrando nada. Meg se frotó la fría toalla por la parte de atrás de su cuello. -Ya que estamos teniendo esta profunda e íntima conversación, tengo curiosidad por saber como se sentiría tu marido si supiera que estabas prácticamente desnuda en una habitación de hotel con Ted.

– Oh, a Dex no le importó la parte de la desnudez, acababa de salir de la ducha, pero no estuvo feliz con Ted besándome así, incluso después de explicarle que yo sólo fui una inocente espectadora -. Ella se metió en el servicio más cercano, todavía hablando. -Dex se puso de mal humor e informó a Ted que iba a fijar una línea sobre los besos. Yo le dije a Dex que deseaba que lo hiciera con otra cosa porque, aunque dudaba que ese beso fuera el mejor esfuerzo de Ted, todavía era divertido. Luego Dex dijo que él me mostraría toda la diversión que yo podría aguantar, lo cuál, si conocieras a mi marido, te haría reír, pero Dex estaba molesto porque hace un par de semanas le engañe para quedarse con las niñas mientras iba con Ted a probar el nuevo GPS que había hecho para su camioneta. Dex quería haberlo hecho él.

Esa debía haber sido la noche que Meg los había visto juntos. Ella estaba más que un poco intrigada por Dexter O'Connor. -¿Entonces tu marido sabía que estabas a solas con Ted en una habitación del hotel? -Ella cogió el protector solar. -Debes tener un marido comprensivo.

El inodoro sonó. -¿Cómo que solos? Dex estaba en la ducha. Era nuestra habitación. Ted acababa de llegar.

– ¿Vuestra habitación? Pensaba que vivíais en Wynette.

Torie salio del servicio y la miró con un poco de vergüenza. -Tenemos niños, Meg. N-i-ñ-o-s. Dos fabulosas niñitas que amo con todo mi corazón, pero definitivamente se parecen a mí, lo que significa que Dex y yo intentamos escaparnos, sólo nosotros dos, un par de veces al mes -. Ella se lavó las manos. -Algunas veces pasamos un fin de semana largo en Dallas o Nueva Orleáns. Por lo general, sin embargo, es una noche en el hotel.

Meg tenía más preguntas, pero tenía que guardar la bolsa de Ted y recoger su propina.

Lo encontró en la tienda de golf, hablando con Kenny. Él metió la mano en el bolsillo mientras ella se acercaba. Ella contuvo la respiración. Es cierto que había perdido dos fundas, pero no le había costado ningún hoyo, si ese tacaño…

– Aquí tienes, Meg.

Un total de cien dólares. -Wow -, susurró. -Pensaba que tendría que comprar un aparador antes de poder conseguir este tipo de dinero.

– No te acostumbres -, dijo él. -Tus días como mi caddie han terminado.

Justo entonces Spence entró en la tienda de golf acompañado por una mujer joven vestida para negocios con un vestido negro ajustado sin mangas, perlas y un bolso verde oscuro Birkin. Era alta y con una figura redondeada, aunque no estaba gorda. Tenía unos rasgos fuertes: una cara larga bien definida, cejas oscuras, una nariz importante y una boca llena y sensual. Sutiles reflejos destacaban en su pelo castaño oscuro que se extendía en capas, largos mechones alrededor de su cara. Aunque parecía estar al final de los veinte, transmitía la confianza de una mujer mayor combinada con la sexy seguridad de una joven que solía salirse con la suya.

Skipjack pasó su brazo alrededor de ella. -Ted, ya conocías a Sunny, pero no creo que el resto conozca a mi hermosa hija.

Sunny estrechaba la mano con fuerza, repitiendo cada nombre y guardándolos en su memoria, empezó con Kenny, luego Torie, evaluando a Meg, y haciendo una pausa cuando llegó a Ted. -Estoy contenta de volver a verte, Ted -. Ella lo miró como si fuera una pieza preciada de carne de caballo, lo que ofendió a Meg.

– Yo también, Sunny.

Spence le apretó el brazo. -Aquí Torie nos ha invitado a una pequeña fiesta por el Cuatro de Julio. Una buena oportunidad para conocer a la gente local y a la zona.

Sunny sonrió a Ted. -Suena genial.

– ¿Quieres que te recojamos, Meg? -preguntó Spence. -Torie también te invitó. Sunny y yo estaremos felices de hacer una parada de camino.

Meg puso cara larga. -Lo siento, tengo que trabajar.

Ted le golpeó en la espalda. Muy fuerte. -Me gustaría que todos los empleados del club fueran tan dedicados. -. Él puso su dedo bajo su omoplato, encontrando lo que podría ser un de esos puntos de presión letales que sólo los asesinos conocían. -Afortunadamente la fiesta de Shelby no empieza hasta tarde. Puedes venir tan pronto como salgas de trabajar.

Ella esbozó una débil sonrisa, entonces decidió que comida gratis, su curiosidad sobre Sunny Skipjack y la oportunidad de irritar a Ted superaba a pasar otra noche sola. -Está bien. Pero conduciré mi propio coche.

Sunny, mientras tanto, estaba teniendo dificultades para apartar los ojos de Ted. -Eres totalmente un servidor público.

– Hago lo que puedo.

Los dientes de ella lucían largos y perfectos cuando sonrió. -Supongo que lo menos que puedo hacer es mi oferta.

Ted ladeó la cabeza. -¿Perdón?

– La subasta -, dijo ella. -Definitivamente haré una oferta.

– Me pones en una situación de desventaja, Sunny.

Ella abrió su Birkin y extrajo un panfleto rojo brillante. -Encontré esto en el parabrisas de mi coche de alquiler después de detenerme en el pueblo.

Ted miró el panfleto. Podría haber sido la imaginación de Meg, pero pensó que él se estremeció.

Kenny, Torie y Spence se acercaron para leer por encima de su hombro. Spence miró a Meg de forma especulativa. Kenny sacudió la cabeza. -Esta es la gran idea de Shelby. La escuché hablando de ello con Lady E., pero nunca pensé que llegarían tan lejos.

Torie dejó escapar un grito. -Yo definitivamente voy a hacer una oferta. No me importa lo que diga Dex.

Kenny arqueó una de sus cejas oscuras. -Te aseguro que Lady E. no hará ninguna oferta.

– Eso es lo que tú te crees -, replicó su hermana. Ella le pasó el panfleto a Meg. -Echa un vistazo a esto. Lástima que seas pobre.

El panfleto estaba simplemente impreso en letras negras mayúsculas:


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Biblioteca Pública de Wynette.


Ted le arrebató el panfleto, lo estudió y luego lo arrugó en su puño. -¡De todas las estupideces, tonterías…!

Meg le dio un golpecito en el hombro y le susurró, -me compraría ropa nueva si fuera tú.

Torie echó hacia atrás la cabeza y se echó a reír. -¡Me encanta este pueblo!

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