CAPÍTULO 10

En el camino a casa desde el trabajo esa noche, Meg pasó por la tienda de segunda mano del pueblo. Le encantaban las buenas tiendas de vintage y decidió detenerse. Otro panfleto rojo colgaba de la ventada anunciando la subasta Gana un Fin de Semana con Ted Beaudine. Abrió la pesada puerta de madera antigua. El interior de un amarillo vivo olía débilmente a moho, de la forma que lo hacían las tiendas de segunda mano, pero la mercancía estaba bien organizada, con antiguas mesas y baúles haciendo a la vez de mostradores y divisores de sección. Meg reconoció a la dependienta como la amiga de Birdie, Kayla, la rubia que había estado atendiendo en la recepción del hotel el día de la humillación de Meg.

El vestido sin mangas rosa y gris camuflaje de Kayla definitivamente no era de segunda mano. Lo llevaba con tacones de aguja y una serie de brazaletes de bolas esmaltadas en negro. A pesar de que era casi la hora de cerrar, su maquillaje estaba impecable: delineador de ojos, colorete, pintalabios moka, la personificación de una reina de la belleza de Texas. No pretendió no saber quién era Meg, y como todos los demás en este estúpido pueblo, no tenía sentido del tacto. -Escuché que Spencer Skipjack siente algo por ti -, dijo mientras se alejaba de la estantería de las joyas.

– No siento nada por él -. Una rápida mirada a la mercancía reveló aburrida ropa deportiva de muy buen gusto, trajes color pastel para ir a la iglesia y sudaderas de abuela decoradas con calabazas de Halloween y dibujos animados, todo difícil de relacionar con esta criatura con estilo. -Eso no significa que no puedas ser agradable con él -, dijo Kayla.

– Soy agradable con él.

Kayla puso una mano en su cadera. -¿Tienes idea de cuántos trabajos le daría el resort de golf a este pueblo? ¿O los nuevos negocios que surgirían?

Era inútil mencionar que también el ecosistema sería destruido. -No pocos, me imagino.

Kayla recogió un cinturón que se había caído de un estante. -Sé que la gente de aquí no te ha puesto exactamente una alfombra de bienvenida, pero estoy segura que todo el mundo apreciaría si no usas eso como excusa para jodernos con Spence Skipjack. Algunas cosas son más importantes que aferrarse a rencores mezquinos.

– Tendré eso en mente -. Justo cuando Meg se giró para irse, un escaparate llamó su atención, una camisa de hombre gris con un top corto palabra de honor a juego y unos shorts cortos de cintura alta. Las piezas fueron novedades vanguardistas en la moda del verano de 1950, y se acercó para examinarlas más de cerca. Cuando encontró la etiqueta no podía creerse lo que estaba viendo. -Se trata de Zac Posen.

– Lo sé.

Parpadeó ante el precio. ¿Cuarenta dólares? ¿Por tres piezas de Zac Posen? A ella no le sobraban cuarenta dólares en este momento, ni si quiera con la propina de Ted, pero aún así era una ganga increíble. Colgado cerca había un vestido vanguardista con un corsé verde melón hermosamente diseñado, siendo nuevo al menos costaría dos mil dólares, pero ahora el precio era de cien dólares. La etiqueta llevaba el nombre de su tío, Michel Savagar. Examinó la otra ropa del estante y encontró un vestido tank dress [18] de seda en color chartreuse con la cabeza de una de las mujeres de Modigliani impresa, una impresionante chaqueta origami con unos pantalones de pitillo gris acero a juego y una minifalda Miu Miu blanca y negra. Cogió un cardigan fucsia con rosas de ganchillo, imaginándosela con una camiseta, vaqueros y unas Converse.

– Cosas bonitas, ¿verdad? -dijo Kayla.

– Muy bonitas -. Meg dejo el suéter y cogió una chaqueta de Narciso Rodríguez.

Kayla la miró astutamente. -La mayoría de las mujeres no tienen el cuerpo necesario para llevar esas prendas. Tienes que ser realmente alta y delgada.

¡Gracias, mamá! Meg hizo un rápido cálculo mental y, diez minutos después, salía de la tienda con la mini de Miu Miu y el tank dress de Modigliani.


El día siguiente era domingo. La mayoría de los empleados tomaron un rápido almuerzo en la sala de los caddies o en una esquina de la cocina, pero a ella no le gustaba ninguno de esos sitios. En vez de eso, se dirigió hacia la piscina con un sándwich de mantequilla de cacahuete que se había hecho esa mañana. Cuando atravesó la terraza del comedor, vio a Spence, Sunny y Ted sentados en una de las mesas con sombrilla. Sunny tenía su mano en el brazo de Ted, y Ted parecía estar de acuerdo con dejarlo allí. Él estaba hablando mientras Spence escuchaba con atención. Ninguno se fijó en ella.

La piscina estaba llena con familias disfrutando del fin de semana largo. Consciente de su estatus de humilde empleada, encontró un trozo de hierba en la esquina de la tienda de bocadillos, alejada de los socios. Mientras estaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas, apareció Haley llevando un vaso con el logotipo verde del club de campo. -Te traía una coca cola.

– Gracias.

Haley tenía el pelo suelto, sin la coleta que requería su trabajo y se instaló junto a Meg. Se había desabrochado todos los botones de su polo amarillo de empleada, pero aún así le quedaba muy ajustado en el pecho. -El señor Clements y sus hijos van a jugar a la una. Dr. Pepper y Bud Light.

– Lo vi -. Meg comprobaba los horarios de los tee cada mañana con la esperanza de mejorar sus propinas memorizando nombres, caras y las bebidas preferidas de los socios. No había recibido exactamente una calurosa bienvenida, pero nadie excepto el padre de Kayla, Bruce, había hablado de deshacerse de ella, algo que atribuía al interés de Spence Skipjack más que a la calidad de su servicio.

Haley miraba el colgante corto ubicado en el cuello abierto del detestable polo de Meg. -Tienes las mejores joyas.

– Gracias. Lo hice anoche -. Había montado un pequeño y peculiar collar con pedazos de las joyas de bisutería que había rescatado: eslabones de un reloj roto de Hello Kitty, algunas pequeñas cuentas de cristal rosa que había quitado a un pendiente sin pareja y un pez de plata que parecía que había sido parte de un llavero. Con un poco de pegamento y alambre, había conseguido una pieza interesante, perfecta para el cordón de seda negro que había acortado.

– Eres tan creativa -, dijo Haley.

– Me encanta las joyas. Comprarlas, hacerlas, llevarlas. Cuando viajo, busco artistas locales y observo como trabajan. He aprendido mucho -. Impulsivamente se desenganchó el cordón. -Toma. Disfruta.

– ¿Me lo estás dando?

– ¿Por qué no? -Ella abrochó el colgante alrededor del cuello de Haley. Su encantó funky ayudó a suavizar el excesivo maquillaje de su cara.

– Es genial. Gracias.

El regalo apartó algunas de las reticencias instintivas de Haley y, mientras Meg comía, ella habló de ir a la universidad del condado en otoño. -En cambio mi madre quiere que vaya a la U.T… Está siendo realmente pesada sobre esto, pero no voy a ir.

– Me sorprende que no quiera ir de cabeza a la gran ciudad -, dijo Meg.

– No se está tan mal aquí. Zoey y Kayla siempre están hablando sobre cuánto le gustaría trasladarse a Austin o San Antonio, pero nunca hacen nada al respecto -. Ella tomó un sorbo de su coca cola. -Todo el mundo dice que el señor Skipjack está obsesionado contigo.

– Está obsesionado con mis conexiones con las celebridades y realmente es persistente. Sólo entre nosotras, he intentado quitármelo de encima diciéndole que estoy enamorada de Ted.

Los grandes ojos de Haley se hicieron todavía más grandes. -¿Estás enamorada de Ted?

– Dios, no. Tengo más sentido común. Es lo mejor que se me ocurrió a corto plazo.

Haley arrancó un trozo de hierba a la altura de su tobillo. Finalmente dijo, -¿has estado enamorada?

– Pensé que lo estaba un par de veces, pero no lo estaba. ¿Y tú?

– Durante un tiempo, sentí algo por un chico con el que me gradué. Kyle Bascom. También va a ir a la universidad del condado. -Levantó la vista hacia el reloj de la pared de la tienda de bocadillos. -Tengo que volver a trabajar. Gracias por el collar.

Meg terminó su sándwich, cogió su carrito de golf lleno y condujo de vuelta al tee catorce. A las cuatro, el club había empezado a vaciarse, dejándola sin nada que hacer excepto obsesionarse con sus fracasos.


Esa tarde cuando detuvo el Rustmobile junto a la iglesia, encontró un coche extraño aparcado junto a las escaleras. Mientras salía, Sunny Skipjack apareció por la esquina procedente del cementerio. Ella había cambiado su modelo amarillo caléndula que había llevado durante el almuerzo por unos shorts, una camiseta blanca y un par de gafas de sol rojo cereza. -¿No te preocupa vivir aquí tú sola? -preguntó.

Meg indicó con la cabeza el cementerio. -Son bastante inofensivos. Aunque un par de esos marcadores negros me dan escalofríos.

Sunny se acercó, moviéndose con un ritmo sinuoso que enfatizaba sus caderas redondeadas y sus pechos. No era una mujer a la que le obsesionara no tener una 36 y a Meg le gustaba eso de ella. Lo que no le gustaba era la actitud agresiva, que quería decir que masacraría a cualquiera que tuviera la audacia de oponerse a ella.

– No me opondría a una cerveza fría -, dijo Sunny. -He pasado las dos últimas horas con mi padre y Ted. Hemos estado caminando por la tierra que Spence está considerando comprar.

– No tengo cerveza, pero tengo té helado.

Sunny no era alguien que se conformaba con menos de lo que exactamente quería, y lo rechazó. Ya que Meg estaba ansiosa por irse a nadar, aceleró el proceso. -¿Qué pude hacer por ti? -Como si no lo supiera… Sunny iba a advertirle que se alejara de papá.

Sunny espero un tiempo demasiado largo para responder. -El código… de vestir para la fiesta de mañana. Pensaba que lo sabías.

Era una excusa pobre. Meg se sentó en un escalón. -Esto es Texas. Las mujeres tienden a emperifollarse.

Sunny apenas prestó atención. -¿Cómo acabó la hija de Jake Koranda en este pueblo de paletos?

Meg tenía buenas razones para ridiculizar a este pueblo de paletos, pero Sunny estaba siendo meramente una snob. -Estoy tomándome un descanso de L.A.

– Un gran cambio -, dijo Sunny.

– Algunas veces el cambio es lo que necesitamos. Supongo que nos permite mirar nuestras vidas desde otra perspectiva -. ¿Y no se había convertido en un sabio filósofo?

– No hay nada que yo quiera cambiar en mi vida -. Sunny se puso sus brillantes gafas de sol rojas en la cabeza, así las patillas le apartaron las largas capas de pelo castaño oscuro de la cara mostrando su parecido con Spence. Tenían la misma nariz prominente, labios gruesos y un aire de autoridad. -Me gustan las cosas tal como son. Tengo un puesto en el consejo de la compañía de mi padre. Diseño producto. Es una vida genial.

– Impresionante.

– Tengo una licenciatura en ingeniería mecánica y un máster en negocios -, añadió, aunque Meg no había preguntado.

– Bien -. Meg pensó que no tenía una carrera en nada.

Sunny se sentó en el escalón por encima del suyo. -Parece que has irritado al pueblo desde que llegaste.

– Es un pueblo pequeño. Fácil de irritar.

Sunny se frotó una mancha en el tobillo que debía haber conseguido durante el reconocimiento del terreno. -Mi padre habla mucho de ti. A él le gustan las mujeres jóvenes.

Finalmente había llegado a la razón de la visita de hoy y Meg no podía haber estado más feliz. -También ellas obviamente disfrutan con él -, siguió Sunny. -Es exitoso, extrovertido y le gusta pasárselo bien. Se pasa el tiempo hablando de ti, así que sé que has captado su interés. Estoy feliz por los dos.

– ¿Lo estás? -Meg no se había esperado esto. Quería un aliado, no un casamentero. Ganó algo de tiempo desatando sus zapatillas. -Supongo que estoy sorprendida. ¿No te preocupan… las cazafortunas? Debes haber oído que estoy en bancarrota.

Sunny se encogió de hombros. -Mi padre es un chico grande. Puede cuidarse él mismo. El hecho de que seas un reto, te hace incluso más interesante para él.

Lo último que Meg quería ser era interesante. Se deshizo de las zapatillas, se quitó los calcetines y dijo con cuidado, -no me van los hombres mayores.

– Quizás deberías darle una oportunidad -. Sunny se deslizó por el escalón y se puso al nivel de Meg. -Voy a ser franca contigo. Mi padre se divorció de mi madre hace casi diez años. Ha trabajado duro toda su vida y merece divertirse. Así que no te preocupes porque me interponga en tu camino. No tengo problemas con que os lo paséis bien juntos. ¿Y quién sabe donde podría llevaros? Nunca ha sido tacaño con las mujeres que ha salido.

– Pero…

– Te veré mañana en la fiesta -. Con su cometido llevado a cabo, se dirigió a su coche de alquiler.

Mientras se alejaba conduciendo, Meg junto todas las piezas. Sunny obviamente había oído hablar del interés de Meg por Ted, y no le gustaba. Quería mantener ocupada a Meg con su padre para poder tener ella el campo libre con San Sexy. Si supiera la verdad, no habría perdido su tiempo.


Meg no tuvo problemas para encontrar la mansión morisca donde Shelby y Warren Traveler vivían. Según los cotilleos, Kenny y Torie no habían estado muy felices cuando su padre se había casado con una mujer treinta años más joven, que también resulto ser una compañera de la hermandad de Torie. Incluso el nacimiento de su hermanastro no los había apaciguado, pero habían pasado once años desde entonces, Kenny y Torie se habían casado, y todo parecía haber sido perdonado.

Una impresionante fuente hecha de mosaicos se asentaba enfrente de la casa, la cuál había sido construida con estuco rosa con tejas de azulejo almenadas directamente sacadas de las noches árabes. Una de las personas del catering le dejó entrar, atravesando una serie de puertas de madera tallada seguidas por ventanas de arco. La decoración de una casa de campo inglesa era sorprendente en una casa con una arquitectura árabe tan pronunciada, pero de alguna forma los estampados florares, los grabados de caza y el mobiliario de Hepplewhite que Shelby Traveler había escogido quedaban bien.

Un par de puertas con incrustaciones de mosaico llevaban a la terraza de altas paredes de estuco, largos bancos tapizados en tono dorado y mesas de azulejos que sostenían baldes de latón en los que se derramaban arreglos de flores rojas, blancas y azules acompañados por pequeñas banderas de Estados Unidos. Los árboles que daban sombra y un sistema de riego automatizado mantenían a los invitados a gusto con el calor del atardecer.

Meg vio juntas a Birdie Kittle y Kayla, junto con la mejor amiga de Kayla, Zoey Daniels, la directora de la escuela primaria local. Muchos miembros del personal del club de campo estaban ayudando a servir y Meg saludó a Haley, que pasaba con una bandeja de entremeses. Kenny Traveler estaba al lado de una atractiva mujer con rizos de color miel y mejillas de muñeca. Meg la reconoció, de la cena de ensayo, como su esposa, Emma.

Meg se había duchado en el vestuario de señoras, se había echado un producto para sus rebeldes rizos, pintado los ojos y los labios y luego se puso el tank dress color chartreuse de la tienda de segunda mano. Con la alargada cabeza de la mujer de Modigliani impresa en la parte delantera, el vestido no requería un collar, pero no había sido capaz de resistirse a añadir un par de pequeños discos de plástico morado a cada uno de sus pendientes de la dinastía Sung. La dramática yuxtaposición de lo antiguo y lo Mod [19], complementado con la imagen de Modigliani, conseguía una apariencia pija -casual -kitsch [20] a la vez. Su tío Michel lo habría aprobado.

Las cabezas empezaron a girarse con su aparición pero no, sospechó, debido a sus grandes pendientes. Se esperaba la hostilidad de las mujeres, pero no había previsto las miradas divertidas que algunas intercambiaban cuando se fijaban en su vestido. Era perfecto y le quedaba genial, así que no le importó.

– ¿Puedo conseguirte algo de beber?

Se giró para ver a un hombre alto y delgado cercano a los cuarenta, con el pelo lacio, castaño y ligeramente despeinado, y unos espaciados ojos grises visibles a través de los cristales de unas gafas de montura metálica. Le recordó a un profesor universitario. -¿Arsénico? -pidió ella.

– No creo que sea necesario.

– Si tú lo dices.

– Soy Dexter O'Connor.

– ¡No, no puedes ser tú! -Las palabras salieron antes de que pudiera darse cuenta, pero no podía creer que este hombre de libros fuera el marido de la glamorosa Torie Traveler O'Connor. Tenía que ser el desajuste del siglo.

Él sonrió. -Obviamente has conocido a mi mujer.

Meg se atragantó. -Uh… Es sólo que…

– Torie es Torie, y yo no… -Él levantó una ceja.

– Bueno, quiero decir… Supongo que podría ser algo bueno, ¿no? Dependiendo de cómo se mire -. Sin querer acaba de insulta a su mujer. Él esperó, con una sonrisa paciente en su cara. -No quiero decir que Torie no sea fantástica… -Ella se tropezó. -Torie es prácticamente la única persona agradable que he conocido en este pueblo, pero es muy… -Meg sólo se estaba hundiendo a sí misma, así que finalmente lo dejó. -Mierda. Lo siento. Soy de L.A., así que no tengo modales. Soy Meg Koranda, como probablemente sabes, y me gusta tu mujer.

La diversión de él frente a su incomodidad parecía más amigable que mezquina. -A mí también.

Exactamente en ese momento, Torie vino a unirse a ellos. Estaba sorprendentemente hermosa con una camisa roja bordada de estilo chino sin mangas y una minifalda azul cobalto que mostraba sus largas piernas bronceadas. ¿Cómo una mujer como ésta podía estar casada con un hombre tranquilo y con apariencia de académico?

Torie enganchó una mano en el codo de su marido. -Ves, Dex. Ahora que has conocido a Meg puedes ver que no es la bruja que todo el mundo dice que es. Al menos yo no lo creo.

Dex miró a su mujer con una sonrisa tolerante y a Meg con una de simpatía. -Tendrás que perdonar a Torie. Lo que le viene a la cabeza sale por su boca. No puede evitarlo. Es un caso perdido.

Torie sonrió y miró al cerebrito de su marido con tanto afecto que Meg sintió un repentino nudo en la garganta. -No entiendo por qué crees que eso es un problema, Dex.

Él le acarició la mano. -Sé que no lo haces.

Meg se dio cuenta que su primera impresión de Dexter O'Connor como un ingenuo cerebrito podría no ser correcta. Era tranquilo, pero no era ningún tonto.

Torie quitó la mano del brazo de su marido y agarró la muñeca de Meg. -Me estoy aburriendo. Es hora de presentarte a algunas personas. Eso seguro animará las cosas.

– Realmente no creo…

Pero Torie ya estaba empujándola hacia la mujer de Kenny Traveler, quién había optado por un vestido recto sin mangas de color mandarina con encaje en el dobladillo. El cálido color acentuaba sus ojos marrones y sus rizos de mantequilla.

– Lady Emma, no creo que conozcas oficialmente a Meg Koranda -, dijo Torie. Y luego le dijo a Meg, -Para que lo sepas… una de las amigas más cercanas de Lady Emma es la madre de Ted, Francesca. Mía también, pero yo soy más abierta de mente. Lady Emma odia tus tripas más o meno como todo el mundo.

La esposa de Kenny no movió ni una pestaña ante la contundencia de Torie. -Ha causado a Francesca un gran dolor -, le dijo a Meg con la sobriedad del recortado acento británico. -Aunque no conozco todas las circunstancias, "odiar" es una palabra demasiado fuerte, pero Torie se enorgullece de crear drama.

– ¿No te encanta su forma que habla? -Torie miró a la pequeña mujer con una sonrisa brillante. -Lady Emma es una fanática de la justicia.

Meg decidió que era hora de dar a estas mujeres, tan contundentes al hablar, una pequeña dosis de su propia medicina. -Si ser justo conmigo es demasiado problema, Lady Emma, le doy permiso para dejar a un lado sus principios.

Ella ni siquiera parpadeó. -Sólo Emma -, dijo ella. -No tengo título, meramente honorífico, como todo el mundo aquí sabe muy bien.

Torie le dirigió una mirada tolerante. -Digámoslo de esta forma. Si mi padre fuera el quinto conde de Woodbourne como lo fue el tuyo, tan seguro como el infierno que me llamarían Lady.

– Como has dejado muy claro -. De nuevo centró su atención en Meg. -Tengo entendido que el señor Skipjack tiene interés en usted. ¿Puedo preguntarle si tiene intención de usar eso contra nosotros?

– Oh, estoy tentada -, dijo Meg.

Ted salió al patio con Spence y Sunny. Llevaba un par de aburridos pantalones cortos y una camiseta igual de aburrida con un logo de la Cámara de Comercio en el pecho. Predeciblemente, un rayo de sol eligió ese instante para atravesar los árboles y caer sobre él, haciendo que pareciera que había entrado rodeado de luces brillantes. Debería estar avergonzado.

Haley se tomó su trabajo como asistente personal muy enserio. Abandonó al anciano que iba a coger una de las costillas de búfalo de su bandeja y corrió al lado de Ted para servirle.

– Oh, querido -, dijo Emma. -Ted está aquí. Será mejor que vaya a la piscina y controle a los niños.

– Shelby contrató a tres socorristas -, dijo Torie. -No quieres enfrentarte a él.

Emma inhaló. -La subasta para pasar un fin de semana con Ted fue idea de Shelby, pero sabes que me culpará.

– Tú eres la presidenta de Amigos de la Librería.

– Y tenía planeado hablar primero con él. Créeme, no tenía ni idea que podían tener los panfletos tan rápidamente.

– Escuché que las ofertas ya están en los tres mil dólares -, dijo Torie.

– Tres mil cuatrocientos -, respondió Emma un poco ofuscada. -Más de lo que podíamos haber conseguido en una docena de ventas de comida. Y Kayla tuvo problemas con el sitio web anoche o las ofertas podrían haber sido más altas.

Torie arrugó la nariz. -Probablemente sea mejor no mencionarle el sitio web a Ted. Sería hurgar en la herida.

Emma se mordió el labio inferior y luego lo soltó. -Todos nos aprovechamos de él.

– A él no le importa.

– Le importa -, dijo Meg. -No sé porque os aguanta.

Torie movió la mano rechazándolo. -Eres una forastera. Tienes que vivir aquí para comprenderlo -. Ella miró a través del patio hacia Sunny Skipjack, cool y sexy con unas sandalias blancas y con una túnica azul intenso con un cuello keyhole [21] que mostraba una cantidad tentadora de escote. -Ella si que le está dando a Ted trabajo. Mira eso. Está frotando su teta contra el brazo de él.

– Parece que él lo está disfrutando -, dijo Emma.

¿Lo estaba? Con Ted, ¿quién podía saberlo? Sólo treinta y dos años y no estaba llevando sobre su brazo simplemente el peso del pecho de Sunny Skipjack, sino el peso de todo el pueblo.

Él echó una mirada a la multitud y casi inmediatamente encontró a Meg. Ella sintió que sus propias luces internas empezaban a parpadear.

Torie despegó su largo pelo de su cuello. -Tienes un pequeño dilema, Meg. Spence está impaciente por ponerte las manos encima. Al mismo tiempo, su hija tiene a su objetivo amoroso entre sus pezones. Difícil situación -. Y entonces, por si acaso Emma no lo sabía, -Meg le dijo a Spence que estaba enamorada de Teddy.

– ¿Quién no? -La frente de Emma estaba fruncida. -Será mejor que vaya a hablar con él.

Pero Ted ya había dejado a los Skipjack con Shelby Traveler para poder dirigirse directamente hacia la esposa de Kenny. Antes, sin embargo, se fijó en Meg y negó lentamente con la cabeza.

– ¿Qué? -dijo ella.

Él miró a Torie y a Emma. -¿Es que nadie va a decírselo?

Torie sacudió su cabello. -No yo.

– Ni yo -, dijo Emma.

Ted se encogió de hombros y antes de que Meg pudiera preguntarle de que estaba hablando, él fijó en ella sus ojos de tigre. -Spence quiere verte y será mejor que colabores. Sonríele y hazle algunas preguntas sobre su imperio fontanero. Está emocionado con su nuevo retrete Cleaner You -. Mientras Meg arqueaba una ceja, él se dirigió a Emma. -En cuanto a ti…

– Lo sé. Estoy terriblemente arrepentida. De verdad. Tenía toda la intención de hablar contigo antes sobre lo de la subasta.

Torie le pinchó en el hombro con una de sus uñas de manicura. -No te atrevas a quejarte. Las ofertas ya están en los tres mil cuatrocientos dólares. Como no tienes hijos, no puedes imaginarte cuánto significa la biblioteca para esos dulces chiquillos de nuestro pueblo que están llorando antes de dormir todas las noches porque no tienen libros nuevos.

Él no se lo tragó. -Los gastos acabarán con cada céntimo de esos tres mil cuatrocientos dólares. ¿Alguien pensó en eso?

– Oh, nos hemos encargado de todos los gastos -, dijo Emma. -Un amigo de Kenny ha ofrecido su jet privado para encargarse del vuelo a San Francisco. Y los contactos de tu madre nos conseguirán grandes descuentos en el hotel y restaurante. Una vez que le digamos a ella que los necesitamos, por supuesto.

– Yo no contaría con su ayuda.

– Al contrario. Le gustará mucho la idea… después de señalarle cómo esta brillante subasta te ha quitado de la cabeza tu reciente…

Mientras Emma buscaba la palabra adecuada, Meg saltó en su ayuda. -¿Humillación nacional? ¿Degradación pública? ¿Quedar como tonto?

– Eso está fuera de lugar -, protestó Torie. -Considerando que tú eres la responsable.

– Yo no soy la que abandonó su lamentable culo -, dijo Meg. -¿Por qué la gente no puede entender eso con sus duras cabezotas?

Ella esperó la inevitable réplica. Que todo había estado bien hasta que ella llegó. Que se había aprovechado cruelmente de los nervios de novia de Lucy. Que estaba celosa y quería a Ted para ella. En lugar de eso, él no la tuvo en cuenta y se centró en Emma. -Deberías conocerme mejor que para seguir adelante con esta descerebrada subasta.

– Deja de mirarme así. Ya sabes lo miserable que me siento cuando fruñes el ceño. Es culpa de Shelby -. Emma miró alrededor del patio buscando a su suegra. -Quien parece que desaparecido. Cobarde.

Torie le pinchó en las costillas. -Uh, oh… Tu nueva conquista se dirige hacia aquí. Con su padre.

Meg podría jurar que vio a Ted fruncir el ceño, excepto que todo lo que en realidad le vio hacer es curvar su boca en una de sus aburridas y predecibles sonrisas. Pero antes que los Skipjacks llegaran hasta él, un chillido atravesó el ruido de la fiesta.

– ¡Oh Dios mío!

Todo el mundo dejo de hablar y se giró para localizar la fuente del chillido. Kayla estaba mirando la pequeña pantalla de su móvil rojo metálico último modelo, mientras Zoey se ponía de puntillas para mirar por encima de su hombro. Un mechón de su pelo se cayó de su moño causal cuando levantó la cabeza. -¡Alguien acaba de aumentar en mil dólares la última oferta!

Los labios carmesí de Sunny Skipjack se curvaron con una sonrisa de satisfacción y Meg la vio guardar su teléfono en el bolsillo de su túnica.

– Maldición -, se quejó Torie. -Superar eso va a originar un serio agujero en mis ingresos discrecionales.

– ¡Papá! -Con un grito de angustia Kayla dejó a Zoey para encaminarse hacia su padre. Justo esa mañana Meg había servido a Bruce Garvin un refresco de naranja, y no había recibido nada como propina. Kayla lo agarró del brazo y se embarcaron en una furiosa conversación.

La sonrisa perezosa de Ted se tambaleó.

– Mira el lado bueno -, susurró Meg. -Los queridos chiquillos de Wynette están mucho más cerca de acurrucarse en sus camas con un John Grisham nuevo.

Él la ignoró para dirigirse a Torie. -Dime que en realidad no pujaste.

– Por supuesto que estoy pujando. ¿Tú crees que me perdería la oportunidad de un fin de semana en San Francisco lejos de las niñas? Pero Dex viene con nosotros.

Un brazo caliente se puso alrededor de la cintura de Meg, acompañado por el olor empalagoso de una colonia fuerte. -Todavía no tienes una bebida, señorita Meg. Vamos a ocuparnos de eso.

El rey de la fontanería lucía como Johnny Cash en 1985. Hebras plateadas brillaban en su grueso pelo negro y su caro reloj brillaba en el nido de pelo de su muñeca. Aunque la mayoría de los hombres llevaban pantalones cortos, él tenía puestos una pantalones negros y un polo de diseño con el cuello abierto que hacia visible una pequeña mata de pelo. Mientras maniobraba para alejarla de los demás, frotaba su mano contra la parte baja de su espalda. -Hoy te ves como una estrella de cine. Es un hermoso vestido. ¿Alguna vez has conocido a Tom Cruise?

– Nunca he tenido el placer -. Era una mentira, pero no permitiría que la enredase en una conversación sobre cada estrella de cine que ella conocía. Por el rabillo del ojo, vio a Sunny sonriendo atrevidamente a Ted y a Ted devolvérsela. Un fragmento de su conversación fluyó en su camino.

– … y con mi software -, dijo Ted, -las comunidades mejoran su eficacia energética. Balance dinámico de carga.

La forma en que Sunny se lamió los labios hizo que su respuesta sonara como algo porno. -Optimización de la infraestructura existente. Es brillante, Ted.

Pronto formaron un cuartero. Sunny, observó Meg, tenía todo el paquete. Sexy, lista y con éxito. Su padre obviamente la adoraba y hablaba hasta la saciedad de todos sus logros, desde su puntuación en el green [22] hasta de los premios de diseño que había ganado para la compañía. Ted los presentó a todo el mundo, lo que resultó ser sorprendentemente entretenido, porque incluso Birdie, Kayla y Zoey tuvieron que ser educadas con Meg en frente de los Skipjacks. Nunca había visto tanto servilismo en su vida, ni siquiera en Hollywood.

– Wynette es le secreto mejor guardado de Texas -, gorgojeó Birdie. -Esta es la tierra de Dios, seguro.

– Sólo camina por la calle y puedes encontrarte con Dallie Beaudine o Kenny Traveler -, dijo el padre de Kayla. -Nombre otro pueblo donde eso pueda ocurrir.

– Nadie puede igualar nuestro paisaje -, ofreció Zoey, -y la gente en Wynette sabe como hacer sentir a los forasteros bienvenidos.

Meg podía haber discutido ese último argumento, pero una mano que no pertenecía a Spence le pinchó en el codo como advertencia.

Para cuando la barbacoa fue servida, Sunny estaba tratando a Ted como a un novio de hace tiempo. -Tienes que venir a Indianápolis, ¿verdad, papá? Te va a encantar. La ciudad más subestimada del medio oeste.

– Eso es lo que he oído -, contestó el alcalde con todo tipo de admiración.

– Sunny tiene razón -. Spence miró a su hija afectuosamente. -Y supongo que Sunny y yo ya conocemos a casi todo el mundo en el pueblo.

Kayla se acercó a coquetear con Ted y anunció que la puja había subido otros quinientos dólares. Ya que parecía feliz por ello, Meg sospechó que "papá" era el responsable. Sunny no parecía sentirse amenazada ni por la oferta más alta ni por el rubio deslumbrante de Kayla.

Cuando Zoey se unió a ellos, Ted le presentó a los Skipjacks. Aunque ella no era tan obvia como Kayla, sus miradas a Ted no dejaban lugar a dudas de lo que sentía por él. Meg quería decirle tanto a Zoey como a Kayla que se controlaran. Era evidente que a Ted le caían bien y, más que obvio, que sus sentimientos no se extendían más allá. Sin embargo, sentía un poco de lástima por ambas mujeres. Ted trataba a todas las mujeres, siendo Meg la única excepción, como criaturas infinitamente deseables, así no era de extrañar que mantuvieran esperanzas.

Sunny se estaba aburriendo. -Escuché que tienen una hermosa piscina aquí. ¿Te importaría mostrármela, Ted?

– Una idea genial -, dijo él. -Meg estaba esperando para verla también. Iremos todos.

Meg le habría dado las gracias por asegurarse de no dejarla sola con Spence, si no se hubiera dado cuenta de su verdadero motivo. Él no quería estar a solas con Sunny. Meg conoció a su anfitrión, el padre de Kenny, Warren Traveler, que era una versión mayor y más ruda de su hijo. Su mujer, Shelby, que daba la impresión de ser una cabeza de chorlito, una impresión que Meg sabía que podía ser engañosa en Wynette, ya que pronto descubrió que Shelby Traveler era la presidenta de la junta directivas del internado británico del cual anteriormente Emma Traveler había sido la directora.

– Antes de que empieces a gritarme -, le dijo Shelby a Ted, -deberías saber que Margo Ledbetter hizo una cinta de audición para ti y la envió a The Bachelor. Podrías querer que Stara practique tu ceremonia de la rosa [23].

Ted hizo una mueca, los fuegos artificiales empezaron y Meg se apoyó en él para susurrarle, -realmente necesitas salir de este pueblo.

El pequeño músculo con el que se estaba familiarizando, comenzó a palpitar en el extremo de su mandíbula, pero él sonrió y pretendió no haberla oído.

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