III

Suponga que le enseño, como documento A, la forma en que Cameron reacciona ante una situación extraordi­naria. Usted puede comprobar su propia resistencia, tratando de imaginarse en su situación. En la mente de Cameron hubo una sensación muy parecida a la de la extinción del cosmos: el ruido de un trueno, oscuridad, un vacío, oscuridad total. Todo seguido por la vuelta de la luz, fluyendo hacia dentro sobre él, como la marea alta en las costas celestiales, una corriente de luminosidad moviéndose con inexorable certeza. Está de pie, atontado, en la parte alta de la ladera de una colina desnuda, a la cálida luz de un sol temprano. La casa... madera de se­coya, ventana panorámica, esculturas de madera de deri­va, cuadros, discos, libros, nevera, garrafas de vino tin­to, alfombras, tejas, plantas de aguacate en tiestos de madera, cobertizo para el coche, calzada... todo desapa­reció. Las casas contiguas desaparecieron. La calle sinuo­sa desapareció. El bosque de eucaliptos que tendría que estar detrás de él, subiendo hasta la cima de la colina, desapareció. Abajo no hay Oakland, no hay Berkeley; sólo unas toscas chozas de colonos, esparcidas desordenada­mente a lo largo de senderos sin pavimentar que bajan hacia la bahía de puro color azul. Atravesando el agua no está el puente; en la costa lejana no está San Francisco. El Golden Gate no cubre la brecha entre la ciudad y el promontorio de Marín. Cameron está atónito, no porque no esperara algo así, sino porque la transformación es tan completa, tan absoluta. Si ya no quiere a su mundo, había dicho el anciano, bien puede largarse, ¿no? Largarse, de­jarlo. ¿Acaso no puede? Claro que puede. Así que Came­ron se ha largado. Ahora está totalmente en otro lugar. Esté donde esté ahora, no está en casa. Las extensas ciu­dades y villas de la zona de la bahía no están aquí, nun­ca estuvieron. Adiós San Leandro, San Mateo, El Cerrito, Walnut Creek. Ve un paisaje de suaves colinas desiertas, praderas onduladas, la hierba seca y marrón del verano; la marca de la mano del hombre sólo se ve ocasional­mente. Comienza a adaptarse. Después de todo, esto debe ser lo que quiso, y aunque se siente conmovido por el choque de la transición se está recuperando rápidamente; se está adaptando; ya siente que podría ser de este lugar. Explorará este mundo nada familiar y si descubre que es bueno, encontrará un hueco donde instalarse. El aire es dulce. No hay nubes en el cielo. ¿Habrá ido, realmen­te, a un lugar nuevo o sigue en el antiguo y es todo lo demás lo que se ha ido? Es fácil. Él se ha ido. Todo lo de­más se ha ido. El cosmos ha entrado en una fase de tran­sición. Ya nada es estable. De ahora en adelante, la exis­tencia de Cameron es un asunto condicional, sujeto a rá­pidas alteraciones. ¿Qué había dicho el anciano? Vaya donde quiera. Defina su mundo como le gustaría que fuera y vaya allí; si descubre que no le gusta esto o no ne­cesita lo otro, vaya a otra parte. Este universo no es más que viajes. ¿Qué otra cosa hay? No hay más que viajes. Sólo viajes. De modo que aquí está, amigo. ¡Nuevos marcos! ¡Nuevas pautas! ¡ Nuevo!

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