Vaya, había dicho el anciano. Usted conoce los riesgos. La cosa es así: todo es fortuito, nada está fijado a menos que lo queramos así, y aun en ese caso, el sistema no es tan estable como pensamos. De modo que vaya. Vaya. Vaya, había dicho y, por supuesto, al oír una cosa así, Cameron fue. ¿Qué otra cosa podía hacer, ahora que poseía su libertad, más que abandonar su universo natal y probar uno diferente? O dos, tres, cinco universos diferentes. Era un riesgo, ciertamente. Podía perder todo lo que le importaba y no ganar nada que valiera la pena. ¿Y qué? Cada día está lleno de riesgos así; te juegas la vida cada vez que abres una puerta. Nunca sabes qué puede estar aguardándote, nunca, y sin embargo, eliges seguir jugando. ¿Cómo se puede esperar que un hombre llegue a ser todo lo que puede llegar a ser si se pasa toda la vida recorriendo el mismo patio? Vaya. Haga sus viajes. El tiempo se bifurca, una y otra y otra vez. Nuevos universos se separan instantáneamente ante cada decisión. Tire a la izquierda, a la derecha, haga sonar la bocina, cruce con la luz roja, apriete el acelerador, apriete el freno: toda acción hace brotar galaxias completas de posibilidades. Nos movemos a través de una sopa de infinitos. Si contener un estornudo genera un continuo alternativo, ¿cuáles serán entonces las consecuencias de los actos verdaderamente importantes, los asesinatos e inseminaciones, las conversiones, las renuncias? Vaya. Y mientras viaja, medite constantemente sobre estas ideas. Parte del juego es discernir los factores que conformaron los mundos que visita. ¿Cuál es la historia, aquí? Caminos de tierra, carros de caballos, ropa cosida a mano. No hubo Revolución Industrial, ¿verdad? El hombre de la máquina de vapor —¿cómo se llamaba, Savery, Newcomen, Watt?— ¿ahogado en la cuna? Ni minas, ni fábricas, ni cadenas de montaje, ni satánicos talleres. Eso debe ser. El aire es tan puro aquí; sólo por eso se sabe que es una era simple. Muy bien, Cameron. Ves rápidamente las pautas. Pero ahora, prueba en otro sitio. Tu propio ser te ha rechazado aquí y, además, en este lugar no hay Elizabeth. Cierra los ojos. Conjura el rayo.