26 Cómo-sobrevivir-a-los-próximos-teinta-minutos.pdf

—¡OS dije que mi plan daría resultado! ¿No os lo dije? —Tommie Parker estaba de pie, hundido hasta las rodillas en los restos de la colección de libros de la biblioteca. El troceado se alzaba detrás de él como nieve sucia, de copos tan grandes como una mano. Habían encontrado el almacén de Bibliotoma al fondo de la caverna de Max Huertas, justo donde Tommie había dicho que estaría. Estaba almacenado en hileras de resistentes contenedores de carga etiquetados como «datos rescatados». Los contenedores no se habían resistido al cortador de Tommie. Había llenado el suelo con el contenido de «A-BX». Buena parte de lo que habían sido los estantes del quinto piso. Despedazado parece mucho menos, pensó Robert.

Tommie hizo un gesto hacia los montones de papel rasgado.

—¿Estáis listos para aplicar la cola? Eso interrumpirá los planes de Huertas de raíz. ¿Y dónde está el testigo? Hace rato que no veo a Sharif. —Fue uno a uno, entregándoles latas de pulverizador.

Al fin, pareció notar el silencio de sus colegas.

—En realidad no necesitamos a Sharif, ¿verdad? Es decir, tenemos nuestros propios registros. —Levantó el portátil.

Robert miró a Carlos y a Winston. Winnie cabeceó. Así que ninguno sabía nada del Extraño Misterioso.

—Claro, Tommie —dijo Robert—. Eso es…

—Eso estará bien, profesor Parker —dijo la voz de Sharif desde el portátil de Tommie—. Quizás el profesor Gu quiera hacer de cámara.

Sacaron el portátil del cabestrillo y la voz pidió a Robert que se colocara a un lado. La voz era muy precisa sobre adónde quería que apuntara el portátil, siguiendo el borde del troceado, prácticamente alineado con su camino por el pasillo vacío.

Luego Roben vio letras moviéndose en silencio por su campo de visión. Era mensajería silenciosa… y las letras eran verdes.

Extraño Misterioso —› Robert: ‹ms›¡Hola, amigo mío!‹/ms›

—Yo…

Extraño Misterioso —› Roben: ‹ms›¡Ah, ah, ah! Seamos discretos. No queremos que Alfred sepa que he venido a ayudaros.‹/ms›

¿Alfred?, pensó Robert, pero guardó silencio.

Nadie más pareció notar la llegada del extraño. Tommie volvió a los montones de papel, lanzándolos al aire, rociándolos con el pulverizador.

—¿Lo estás grabando, Roben?

Robert miró la pantalla.

—Sí.

En cualquier otro momento, el efecto de la cola en aerosol de Tommie habría sido un espectáculo de primera. Aventó otro buen montón de troceado y pulverizó una neblina de cola. Allí donde coincidían neblina y papel, los fragmentos se unían entre sí y caían. La mayoría de los fragmentos no llegaban a tocar el suelo, sino que colgaban permanentemente en el aire. Tommie rio y empujó la masa neblinosa. Los papeles se movieron de un lado a otro, como trocitos de fruta en gelatina invisible.

Tommie gritó de alegría.

—Probad. Pero no os rociéis los unos a los otros. —Aventó otro montón y otro más. A su alrededor crecieron arcos de papel y neblina.

Roben se limitó a hacer de cámara.

Extraño Misterioso —› Roben: ‹ms› Mira hacia donde te hace enfocar Alfred la cámara. ¿Ves la luz? ¿Que surge de la oscuridad?‹/ms›

Había una pequeña zona iluminada. Alguien bajaba los escalones hacia la caverna Huertas.

Era Miri. La chica corrió a toda prisa, gritando:

—¡Robert! ¡Robert!

Tommie y los demás se volvieron a mirar, con la boca abierta.

Miri llegó hasta el troceado. Estaba sin aliento.

Winston la miró de arriba abajo y luego miró a Robert.

—Otra Gu, ¿no?

—Mi nieta.

—¡Creía que habíamos acordado que sería un secreto! —La mirada de Winnie era tan efectiva como un mensaje de alta tecnología: Tú solito vas a arruinar la operación.

Pero Tommie era el más asombrado.

—¿Cómo ha podido burlar la seguridad? Debería haber policías por todas partes.

—No, no. —Miri logro hablar entre resuellos—. ¡Hay que llamar a la policía!

El portátil también tenía su opinión.

—No prestéis atención a la niña. Recordad para qué estáis aquí. Robert le pasó el portátil a Winnie y se acercó a Miri.

—¿Cómo has dado con nosotros, cariño?

Miri se había abrazado a su cintura.

—Hemos sido Juan y yo, y… —Vaciló, le miró con los ojos muy abiertos. Su aplomo habitual había desaparecido. Lo miraba aterrorizada—. Alguien te está utilizando, Robert. Creo que quizás, ¡quizás hayan matado a Juan!

—No es así. —dijo el portátil—. Eh… —La voz vaciló.

Extraño Misterioso —› Robert: ‹ms› Je. Alfred puso gas Olvídalo en vuestras cajas del cinturón y ahora se pregunta por qué seguís en pie.‹/ms›

—Caballeros —dijo la voz—, les aconsejo que recuerden por qué están realmente aquí.

Tommie había salido de los montones de papel. La lata le colgaba, olvidada, entre los dedos. Miró a Carlos, Winston y Robert.

—Sí. ¿Qué se supone que debemos recordar? ¿Por qué estamos realmente aquí?

Carlos y Winnie no le miraban a los ojos. Carlos murmuró algo en mandarín.

—Hemos hecho lo que creíamos correcto —dijo Winston.

Sí, cada uno tenía su propia idea de lo que era correcto, pero… ¿Juan asesinado? Miró a Tommie.

—Te engañamos, Tommie. Hay alguien más detrás de todo esto. Tommie regresó al montón. Dio una patada sin ganas a su obra maestra.

—Pero… creía haber recuperado el talento. —Se fijó en Miri y ató cabos. Hundió los hombros—. Vale. He sido un viejo tonto. ¿Quién me maneja, Robert?

—No lo sé.

Extraño Misterioso —› Robert: ‹ms› Podría decírtelo. Quizá lo haga algún día.‹/ms›

Aparentemente, Winnie y Carlos no veían los mensajes silenciosos.

Miri levantó la barbilla.

—Hay que contarlo.

Y el portátil dijo:

—Moverse no es seguro. Quedaos donde estáis.

Extraño Misterioso —› Robert: ‹ms› La verdad es que yo haría la misma recomendación. Pero ahora mismo estoy muy enfadado con Alfred. Haz lo que quieras, amigo mío.‹/ms›

Tommie Parker miró al vacío de la caverna de Huertas. Agitaba la lata de cola casi sin ganas.

—Los dispositivos que plantamos en GenGen, creía que yo los había creado. Yo, el gran genio. Podrían ser cualquier cosa… Bombas, veneno, algún tipo de hardware de control. Pero nos encontramos en el extremo norte del complejo. —Indicó la pared que se alzaba en la oscuridad, más allá de los contenedores de troceado—. Ésa da a Sorrento Valley. Hay una antigua entrada. Podríamos haberla usado, pero basándome en mis datos creí que sería más difícil desactivar las alarmas… ¡Ya no me importa si pasar por ella dispara todas las alarmas!

—Quedaos donde estáis —dijo el portátil—. ¡Estáis rodeados por armas mortales!

Algo pequeño y negro salió de la oscuridad.

—Vi uno en Gilman Drive. —Miri dio un paso hacia el móvil.

El robot se volvió hacia ella. Emitió un chasquido metálico que se parecía mucho al sonido de cargar un arma.

—Miri… —Robert la agarró del brazo, pero Tommie se acercaba por el otro lado y el robot se volvió hacia él.

Parker se detuvo a unos dos metros. Había recuperado parte de su petulancia.

—Apuesto a que no es más que un robot para tener superioridad de red. Gran parte de su carga son mecanismos de comunicaciones y antinodos. En sí mismo no vale nada.

—Los haya cientos por aquí —dijo el portátil—. No nos obliguéis a actuar.

Miri se soltó de Robert.

—No he visto ninguno más —dijo, acercándose al robot.

Extraño Misterioso —› Robert: ‹ms› Sólo hay uno, pero… ‹/ms›

Y a continuación pasaron varias cosas simultáneamente: Robert protegió con su cuerpo a Miri; Tommie avanzó con una postura de espadachín y situó la lata de cola a treinta centímetros del robot; éste dio un salto como una rata atrapada; Tommie gritó y cayó de bruces.

Robert corrió hacia el robot y atrapó… aire duro. La espuma endurecida era apenas visible, pero retenía al robot lejos de su alcance. La rodeó, buscando algún punto más cercano al enemigo. ¡Ahí! Golpeó el caparazón contra el suelo de cemento. Otra vez. No quedaron de él más que pedazos, todavía encajados en la neblina. Se oían sonidos de motores diminutos, luchando por liberarse. A continuación fueron Miri y Carlos los que pisotearon los restos. De la neblina saltaron chispas y Robert sintió un hormigueo que le erizó el vello de los brazos.

El robot no tardó en ser otra cosa que piezas que colgaban inmóviles en bloques de pelusa invisible.

Sólo se oía el jadeo de Tommie. Winnie había colocado al hombrecito de lado. El rostro de Tommie estaba azulado, contraído en un rictus de dolor.

—¿Qué pasa, Tommie? Parker arqueó la espalda.

—El cabrón… ha freído… mi marcapasos.

Carlos estaba de rodillas. Tocó a Tommie en el hombro.

Wmen shs le ngè jqìrén. Hemos matado al robot, doctor Parker.

Tommie gruñó en respuesta mientras seguía retorciéndose.

—Te sacaremos de aquí, Tommie —dijo Blount. Miró a Robert—. Basta de juegos.

Extraño Misterioso —› Robert: ‹ms› Oh, maldita sea. Parker era un aspirante muy interesante. Vale, os ayudaré a sacarle de aquí. Y si me ayudas después, todavía podré cumplir con mi parte del acuerdo. ¿Qué te parece?‹/ms›

Robert miró más allá de las letras verdosas y asintió en dirección a Winston Blount.

—Basta de juegos.

Tommie seguía tendido. Habló entre espasmos de dolor.

—La tarjeta llave… en el bolsillo.

Extraño Misterioso —› Robert: ‹ms› Je. Mi truco de magia, esa antigua tarjeta llave todavía funciona. Mi regalito sorpresa para Alfred.‹/ms›

La voz del portátil (¿era Alfred?) guardaba silencio.

Carlos miró el portátil colocado en el suelo de cemento.

—Deberíamos romperlo. Es el ojo del enemigo.

Miri se acercó al antiguo ordenador.

—Creo que, si tiramos de la fibra, los malos se irán.

—jSí… tira!

Extraño Misterioso —› Roben: ‹ms› Eh, un momentito. ¡De dónde crees que salgo yo! ¿Qué más da si Alfred puede seguir fisgando? Me necesitáis. Si me cortáis entonces no tendré más remedio que… ‹/ms›

Miri giró el portátil. Examinó los conectores físicos que le resultaban tan desconocidos, agarró uno con la mano…

Extraño Misterioso —› Robert: ‹ms› Odio a Miri.‹/ms›

… y desconectó la fibra óptica.

Se sonrieron unos a otros como idiotas. Tommie logró reír débilmente.

—Nos hemos… soltado de la correa. —Luchó unos segundos por respirar—. Tenéis que llevarme, chicos… Lo siento. Os… mostraré la salida.

Winnie miró a Tommie.

—Te sacaremos de aquí, Tommie. Te recuperarás. —Levantó a Parker pasándole un brazo por debajo de los hombros y luego intentó agarrarlo por las rodillas. Parker no pesaba mucho, pero Blount se tambaleaba.

Roben avanzó.

—Yo puedo llevarle, Winnie.

Blount le miró furioso, y Robert cerró el pico. A continuación las manos de Winnie fallaron y Tommie estuvo a punto de caer al suelo.

—¡Le tengo, le tengo!

Miri corrió alrededor de Blount y pasó las manos debajo del brazo izquierdo de Tommie. Winnie no puso objeción; quizá porque ella no había preguntado. Robert agarró las dos piernas y avanzaron a lo largo de la pared. Carlos los seguía, cargado con el cortador y el resto del material que podía serles útil.

No los seguía nada más, nada que pudiesen ver. La cajita tonta que Robert llevaba en la cintura sólo mostraba destellos de mantenimiento en la caverna vacía.

La respiración de Tommie era un resuello ronco. Se retorcía cada pocos pasos.

—A unos cien metros más… —Se estremeció y quedó flácido.

—¿Tommie? —Winston vaciló, haciendo que casi se detuviesen.

—Seguid… seguid. —y al cabo de un momento—. Así que nuestra protesta por Bibliotoma era… un fraude desde el principio, ¿eh? —No lo sé, Tommie. Yo sabía que era una tontería, pero parecía que valía la pena. —Blount miró a Robert—. Pensé que nos conduciría a algo que deseaba de veras.

—Yo también —dijo Carlos con voz apagada—. Al final, Sharif alguien nos atrapó a todos, ¿no?

—A todos menos a Tommie.

Miri escuchaba en silencio la conversación, pero tenía los ojos muy abiertos. Bueno, se había ganado el derecho a escuchar.

Robert dijo:

—¿ Qué te prometió a ti, Winston?

Winnie enseñó los dientes.

—Como que te lo voy a decir a ti. —Vaciló, y el gruñido se convirtió en una sonrisa retorcida—. Pero apuesto a qué sé cuál era tu trato con el diablo. —Viendo que Robert no respondía, Blount sonrió aún más y siguió hablando—. Intentabas ocultarlo, Gu. Durante todos los ratos que pasaste en la biblioteca, ni una vez hiciste uno de tus trucos de antaño. Al principio pensaba que te preparabas para una de tus trampas. Cuando me enteré de lo de Sharif, pensé que quizá le controlabas a él. —Winnie río—. Pero luego comencé a sospechar la verdad. Has perdido tu instinto sádico, tu capacidad para ver en el interior de la gente y descubrir lo que podría dolerle más y luego hacerlo. Lo has perdido, ¿no es cierto, Robert?

Robert agachó la cabeza.

—Sí. —La voz sonó muy baja, sin furia, casi como un suspiro.

—Y apuesto a que tampoco puedes escribir poesía.

—Lo que quiero recuperar es la poesía, Winnie.

—Oh.

Tommie se retorció intentando respirar.

—Callaos… La puerta norte debería estar a… treinta metros.

Caminaron en silencio, buscando desesperadamente alguna señal en la pared desnuda.

Y puesto que Robert miraba, vio algo más. No eran letras verdes, sino el icono parpadeante que indicaba que tenía correo pendiente. Un último mensaje antes de que Miri cortase el enlace de fibra. Casi sin pensar, movió la mano que sostenía la pierna de Tommie y tecleó un adelante en la caja de la cintura.

Un pdf, por Dios. No veía uno desde sus días de profesor. El Índice flotó en el aire frente a él. El crítico que llevaba dentro no pudo evitar repasarlo. Estaba impecablemente formateado, con una ortografía perfecta (al menos si se ignoraba el contexto). Los puntos eran un batiburrillo desigual de mala gramática. Parecía que una panda de paraalfabetizados lo hubiese redactado a toda prisa.

Pero lo que decía era… importante.


Mientras Estamos Desconectados

o

Cómo Sobrevivir y Prosperar durante los Próximos Treinta Minutos De Tu Amigo, el Extraño Misterioso


Dedicado a;

Los idiotas que cortaron el enlace de fibra. Ahora Alfred no os puede ver, pero a mí también me habéis expulsado. Por tanto, vaya hacer saltar mi invisibilidad y enviar este bolo de bits antes de que Miri tire del conector.


Resumen


[no hay]


Contenido


Introducción…página IV

• Cómo emplear este documento

Capítulo 1. Salvar a Tommie Parker…página 1

• La puerta trasera de Huertas

• La tarjeta llave que no debería funcionar, pero ¡funciona!

Capítulo 2. Vuestros tenebrosos vestibles…página 3

• Realmente no son made in Paraguay, desgraciadamente para vosotros

• El gas para olvidar… ah, pero eso ya os lo he contado

• En qué confiar y en qué no confiar de esos cacharros

Capítulo 3. Qué trama Alfred… página 5

• Por qué, en serio, no queréis que Alfred tenga éxito

El modelo animal… o el dominio del mundo surge de las pequeñas moscas de la fruta

• Por qué llamar a seguridad no es lo suficientemente rápido

• Si no me crees, ¡muéstrale el archivo a Miri!

Capítulo 4. Qué podéis hacer para ayudar…página 13

• Mapa del territorio Huertas

• Mapa de las matrices MCog en GenGen. Alfred controla ese territorio, en lo que a red se refiere… pero yo también estoy allí

• Cómo regresar a las matrices MCog

• Qué podéis hacer para derrotar a Alfred

• ¡Sed mis manos en esta lucha gloriosa!

Capítulo 5. ¿Qué ganáis vosotros?…página 21

• Promesas hechas y promesas cumplidas

• Con vuestra ayuda, todavía puedo cumplir

Apéndice A…página 23

• Buen material para impresionar al departamento de Seguridad Interior y que podría facilitaros la vida tras vuestro arresto

Apéndice B página 117

• Por qué Scooch-a-mout debería ser señor y mascota de la biblioteca

Robert miró de reojo a Miri. Estaba concentrada en sostener el hombro de Tommie. En aquel momento no pensaba en ninguno de sus intereses idiotas. Pero necesitamos a esa idiota más que nunca.

Tommie hizo lo posible por contar los pasos de Winnie. Pero había distracciones. En el pecho de Tommie estaban interpretando un concierto de rock y cada variación del ritmo lanzaba fuego por sus hombros y brazos. No era un verdadero ataque al corazón. Era simplemente el marcapasos, que había caído en el caos. En los últimos años, Tommie no había envidiado demasiado los falsos milagros médicos de los demás. ¿Qué más daba que su sistema vascular se estuviese desmoronando? El marcapasos le mantendría en marcha hasta que llegase la inmortalidad clásica de la ciencia ficción. Pero en aquel momento tenía un buen problema con sus planes de vivir para siempre. ¡Cuenta los pasos, cuenta los pasos!

Había instantes en los que el dolor remitía y su corazón era una mariposa agitando las alas en su pecho. Durante unos segundos se le aclaraban las ideas y luego se desmayaba… Seguían cargando con él, aunque el paseo era un poco accidentado. El viejo Robert se movía como si tuviese asuntos pendientes con la caja de su cinturón.

—Vale. Alto —susurró. Habría querido gritar, pero no le quedaban fuerzas.

Le oyeron. y enseguida estuvo tendido sobre el frío y duro cemento.

La voz de Winston le llegó de arriba. —Bien, ¿dónde está la puerta? ¡Ya veo!

El ruido de Winston trasteando con la tarjeta llave. Algo grande se apartó y apareció un muro de luz tenue, quizás el cielo nocturno. Sintió la brisa fría en la cara. El sonido de la autopista era como las olas lejanas. —No hay alarmas —dijo Winston.

—Quizá… sean silenciosas —logró decir. Aquella salida había sido en el plan original una vía de escape de emergencia.

Winston era una sombra recortada contra el cielo. Tecleaba.

—¡Tengo a la policía, Tommie! —Hablaba con alguien a quien Tommie no oía, contándole que un hombre había tenido un ataque al corazón.

—¡Están de camino, Tommie! Quieren tus registros médicos.

El concierto de rock había empezado una nueva canción en su pecho.

—Apuesto a que… el registro médico… está frito. —Se esforzó para apoyarse en los codos. Había cosas más importantes—. ¡Cuéntales lo del laboratorio, Win!

—Se lo he contado. Yo misma he llamado a la policía. —Era la nieta de Robert. Tenía los pies junto a su cabeza. Se alejó, se convirtió en una segunda sombra, junto a Winston. Se volvió de un lado a otro, como hacen los chicos cuando juegan con sus vestibles—. Esto no me gusta —dijo al cabo de un momento.

—Ya has oído a la policía de autopistas, niña. —La voz de Winston era tensa, como si estuviese profundamente preocupado— Envían un coche. No tenemos más que esperar unos momentos.

El marcapasos de Tommie se dirigía al siguiente crescendo. Vale, unos segundos más y el dolor remitiría… o se le pararía el corazón.

Oía intermitentemente las palabras de la niña.

—… es una emergencia. Deberían llevárselo por aire. Y la red funciona mal. N puedo llegar hasta mis… amigos, ni siquiera con mensajería silenciosa. Creo que alguien se ha hecho con el control de los nodos locales y…

Tommie se echó de lado y el dolor le impidió escuchar el resto de la frase.

Alguien le sostenía por los hombros. ¿Carlos?

—Todo irá bien, profesor Parker. —La voz se apartó de él—. Yo también tengo problemas de acceso. Pero los mensajes de error tienen sentido. Creo que el disturbio de la biblioteca está consumiendo demasiados recursos.

La niña le preguntó con desdén:

—¿Tantos que ni siquiera puedo enviar un mensaje silencioso?

—¿Qué tal un enlace láser directo a la autopista? —Ése era Robert.

La sombra de la niña repitió el extraño baile.

—No la alcanzo bien desde aquí. —Guardó silencio un momento—. Estamos haciendo lo que los malos quieren. Tomad. Mirad este pdf.

Winston insistió:

—¡Vendrá un coche! Si no aparece dentro de cinco minutos, nosotros… nosotros llevaremos a Tommie colina abajo.

El corazón de Tommie se había detenido. No, volvía a estar en modo mariposa. Tendría unos segundos de claridad. Probablemente la niña tuviese razón, pero de ninguna forma lograría bajar esa colina. Los otros debían irse, ver si podían alejarse lo suficiente para disparar alguna alarma de verdad. O quizá debieran volver a los laboratorios y sorprender al enemigo. En el interior de su cuerpo se elevaba la oscuridad. Pronto ya no sería problema suyo. Y sus amigos eran demasiado estúpidos para abandonarle allí. Quizá pudiese liberar a algunos de ellos.

¡Escuchadme! Pero la voz de Tommie apenas superó el suspiro.

—Chicos… tenernos que separarnos. —Y la oscuridad le anegó.

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