31 Bob estudia un ataque nuclear masivo

Bob voló sobre el campus de la UCSD. Su dardo de aterrizaje iba tan despacio y tan en silencio como las municiones de red que llovían del cielo. Se trataba de un asalto clásico de superioridad de red, sin ninguna defensa significativa. Había muchas cosas que hacer y sólo segundos para hacerlas, pero durante esos momentos disfrutó de un paradójico sentido de la seguridad. Había muy pocos lugares en el mundo moderno donde un humano pudiese sentirse tan autosuficiente, aunque fuese temporalmente, como al mando de un asalto como ése. El grupo de Bob disponía de su propia red, de sus propias fuentes energéticas, de sus propios sensores. Aunque desaparecieran los analistas remotos, sus marines seguirían pudiendo actuar.

Por el momento, miles de nodos de asalto anidaban en árboles y arbustos, se fijaban a vehículos y se empotraban en los edificios. Incluso antes de aterrizar ya habían declarado su primacía sobre todo el hardware civil que todavía seguía en funcionamiento. La toma de control era casi completa. Bob ya tenía acceso a casi todos los controladores integrados de la zona. En combate, a menudo esos sistemas locales eran irrecuperables. Allí hubo unos cuantos segundos de intenso interrogatorio, la autoridad del DSI se validó y él tuvo el control. Los coches y los vestibles, los sistemas médicos, los puntos de vista y sistemas financieros y policiales respondían todos. La policía y los servicios de rescate se reconectaban a través de la red de combate. Ya podía oír sus voces retomando las operaciones. Con un poco de suerte, no se perderían vidas y todo quedaría en un muy extraño y calamitoso apagón de red. Dejarían la red de combate en el lugar, igual que en una operación en el extranjero. A lo largo de los días siguientes la irían reemplazando… no por medio de órdenes administrativas sino por reafirmación gradual del sistema civil.

Nada de eso importaba en realidad.

—Los laboratorios. ¿Han respondido?

—Sí, señor. —Fue la respuesta de Patrick Westin. Estaba sobre el terreno con el primer pelotón, cerca de la entrada principal de GenGen—. Tenemos acceso a la seguridad secundaria de los laboratorios. Está de acuerdo con la principal en afirmar que el subsuelo está protegido, que no hay rastro de alterac…

Alarma civil: Fallo de edificio. Las letras pasaron por un borde de la visión de Bob. La biblioteca de la universidad caía. Durante el combate pasan muchas cosas negativas, pero esa noche la causa parecía ser la estupidez combinaba con la mala suerte. Primero los manifestantes haciendo que la biblioteca «bailase», luego el apagón de red que había destruido la inteligencia del edificio. Independientemente de la razón, la gente acabaría muerta igual.

Bob comunicó el problema a su pelotón de reserva, que estaba a cuatrocientos metros de altura y descendiendo con hardware variado… incluidas las lanzas de rescate. Fue vagamente consciente de los contenedores de lancetas abriendo sus aletas, girando para apuntar hacia la biblioteca. Se produjo el destello de cien cohetes diminutos y otros tantos nodos se empotraron en el cemento y el acero del viejo edificio. Dentro, la acción sería más rápida que la capacidad de percepción humana. Las flechas se autoguiarían entre las paredes, haciendo lo posible por minimizar los daños a instalaciones antiguas. Una vez situadas, anularían los códigos de control del sistema muerto del edificio e intentarían contactar con los servomecanismos de estabilización. Oleadas de computación y recomputación parpadearon en el indicador de situación del pelotón. El éxito dependía de lo que hubiese sobrevivido y de a qué velocidad podía acoplarse a la red de localizadores de los marines.

Pero el rescate no era la misión. Se concentró en Patrick Westin…

—Comprendido —dijo Gu—. Déjaselo claro a los sistemas automáticos y de administración: deben retirarse y sellar los laboratorios. No entra ni sale nada.

—Advertencia y embargo. Sí, señor.

Quizá el mensaje Xiang no fuese más que un fraude desagradable. Quizás, sí. Le asignó otro pelotón a Westin y pidió apoyo policial. En unos treinta minutos llegarían desde Denver los inspectores del Centro de Control de Enfermedades y luego podría plantearse entrar en los laboratorios.

Bob se deslizó en un arco silencioso alrededor del lateral sur del campus. Era hora de aterrizar junto con el tercer pelotón. ¿Dónde?

Si se trataba de una acción enemiga, habría Cabecillas Locales en su bando. Pidió una lista de sospechosos. Se encontró con la población habitual de estudiantes extranjeros. Al final de la noche interrogarían a los más interesantes. Las festividades de la biblioteca habían sido una sorpresa casi total para la prensa… por tanto, ¿por qué daba la casualidad de que había un contingente de Bollywood en la ciudad y en este punto? Claro está, la Alianza Indoeuropea no intentaría nada realmente destructivo. Pero el colapso de la certificación europea parecía encontrarse en el centro de la destrucción aquí en San Diego. Los analistas y la intuición de Bob situaban al equipo de Bollywood en lo alto de la lista de interés.

Él clavó su dardo en un claro entre los eucaliptos, y pisó una cama de ramas y hojas muertas. El tercer pelotón cayó a intervalos de veinte metros al este y el oeste de su posición. Hubo gritos y luces de lo alto en dirección a la biblioteca. El edificio seguía desviado, pero los servos de estabilidad se habían activado y —si no fallaba nada más debía mantenerse en pie. Los vehículos policiales habían recuperado la vida; los altavoces directos emitían anuncios de tranquilidad. Si las cosas salían bien, era incluso posible que pudiesen ocultar el hecho de que se hubiese producido una intervención militar. Las fuerzas de seguridad pública podrían darse palmaditas en la espalda por haber superado uno de esos poco habituales pero inevitables fallos del sistema… Justo delante tenía al grupo de gente de juegos y películas de Bollywood. Ya habían recibido una notificación de alto. Ninguno de ellos intentaba irse. Sólo unas palabras con ustedes, damas y caballeros, es todo lo que queremos.

GenGen decía que los laboratorios estaban totalmente sellados, listos para las autoridades adecuadas… ¿cuándo? ¡Ja! Los inspectores del Centro de Control de Enfermedades iban adelantados; de algún sitio habían sacado un transporte superbalístico. Llegarían al cabo de diez minutos. Bob tenía el apoyo de los superiores de la cadena de mando. Y también de abajo. Algunos grupos muy grandes y muy competentes recalculaban las probabilidades de que los laboratorios hubiesen sido convertidos en factorías de la muerte. Estaba de acuerdo en que la probabilidad era inferior al uno por ciento… es decir, ciencia ficción.

Ahora su equipo de analistas era más numeroso que cualquiera que Bob Gu hubiese visto, quizás agrupaba un quince por ciento de la potencia de análisis de toda la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. Todo ese apoyo debería haberle dado ánimos, pero seguía habiendo puntos en los que la conectividad era más bien escasa. Quizá fuese así como fluían las asociaciones cuando la crisis era totalmente grotesca.

Otros también lo consideraron extraño. Veía montones de colores paranoicos. Finalmente, alguien manifestó su desesperación.

‹point-of-order› Tengo una comprobación de integridad. Hemos perdido la comunicación con un cinco por ciento de nuestros analistas de riesgo originales desde que se inició el ataque de revocación. Tal cosa debería ser imposible.‹/point-of-order›

Todos los analistas pertenecían a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. Si los certificados de la Crédit Suisse eran necesarios para que cualquiera de esos participantes mantuviese su conectividad, entonces como mínimo había un fallo de diseño… y quizás el enemigo hubiese formado parte del propio equipo de apoyo de Bob.

De inmediato llegó un argumento en contra.

‹point-of-order› Estás confundiendo pérdida de conectividad con pérdida de fiabilidad.‹/point-of-order›

A continuación, partes del conjunto de analistas se enzarzaron en el debate. Era el típico punto muerto que sólo alguien capaz de ejecutar milagros podía desenredar… y Alice está en la cama de un hospital.

En la parte inferior de su visión apareció otra alarma. Su red de combate ya estaba repartida por todo el campus y hacía algo más que ocuparse de las comunicaciones. En conjunto, era una fisgona de dos mil metros de anchura y decía: El lanzador UP/Ex de GenGen acaba de iniciarse. Un contador mostraba que faltaban sesenta segundos para que la carga abandonase el laboratorio.

Incluso mientras los marines detectaban la carga del lanzador, la propia red de GenGen seguía garantizando al mundo que los laboratorios estaban completamente sellados.

Algo intentaba escapar de GenGen.

Esto se parece demasiado a lo de Asunción.

Bob echó una hojeada a las armas nucleares. Dispensadores de neblina mortal, RFAE e IRAE que descendían flotando desde 10.000 metros de altura. A los periodistas, las armas les parecerían aerobots comunes… pero al teniente coronel Robert Gu Jr. le darían la capacidad física de aniquilar cualquier amenaza en aquel lugar de Estados Unidos.

Por tanto, ¿cuál era la Respuesta Mínima Suficiente?

Treinta segundos hasta el lanzamiento de UP/Ex. En el mundo de los analistas seguía reinando el caos.

Se había perdido el contacto seguro con DDD/DSI.

A veces las decisiones recaían en el pobre diablo que estaba sobre el terreno.

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