Hawk estaba navegando por Internet. Quería organizar un fin de semana con Nicole cuando terminara la temporada de fútbol.
Algún lugar agradable, pensó mientras miraba distintos hoteles en sitios no muy alejados. No quería pasar todo el tiempo conduciendo. Quizá en Portland. Estaba a sólo tres horas, y había muchos restaurantes buenos. O tal vez pudieran ir a la zona de viñedos de Oregon, y hacer alguna cata.
San Francisco estaba a un par de horas en avión. Sin embargo, eso requería tiempo de espera en el aeropuerto, tiempo que podía pasar en la cama con Nicole.
– Papá, ¿puedo hablar contigo?
– ¿Mmm? Claro.
Hawk le hizo un gesto a Brittany para que entrara al estudio, pero no apartó la vista del monitor. Estaba pensando en si debía darle una sorpresa a Nicole o avisarla primero de sus planes.
– Papá, ¿estás escuchando?
– ¿Qué? Claro, cariño. Dime.
Se obligó a apartar la vista del ordenador y miró a su hija. Brittany estaba en la puerta del despacho.
– He estado pensando mucho en mamá, y en lo que os pasó a los dos.
¿Qué? ¿Cuándo?
– Mmm.
– Tuvisteis una relación muy especial -continuó Brittany.
– Los dos te queríamos mucho. Y tú lo sabes, ¿verdad?
– Claro. Siempre me he sentido especial, papá. Como si fuera parte de algo muy importante.
– Bien -dijo él, y volvió a fijarse en la pantalla.
– Por eso estoy tan emocionada de poder seguir vuestros pasos.
¿Pasos? Hawk hizo clic en un enlace.
– Ya sabes. Tener un bebé… y todo lo demás.
¿Bebé?
Hawk enfocó la mirada en un único punto de luz. Oyó un zumbido, y después los latidos atronadores de su corazón. Era como si de repente, pesara mil toneladas. Apenas podía mover la cabeza. Consiguió volverse para mirar a su hija.
– ¿Bebé?
Ella hizo una pausa y se humedeció los labios.
– Sí -dijo, con una sonrisa temblorosa-. ¿Estás contento, papá? Yo estoy muy emocionada y Raoul también. Ahora deja que te lo explique todo. Lo hemos planeado muy bien. Haremos lo que hicisteis mamá y tú. Raoul conseguirá una beca para la universidad y yo me iré a vivir con él. Será estupendo. Estoy muy contenta de ser madre. Un poco asustada, pero emocionada. Raoul está muy feliz. Y va a elegir una buena universidad. Una que me guste a mí también.
– ¿Estás embarazada? -preguntó Hawk poniéndose lentamente en pie, embargado por la ira y por el sentimiento de traición.
Ella dio un paso atrás.
– Papá, no te enfades. No es para tanto.
– ¿Que no es para tanto? Me dijiste que Raoul y tú no teníais relaciones sexuales.
Ella se ruborizó y agachó la cabeza.
– Sí, bueno. Sí las teníamos. Más o menos.
– ¿Más o menos? Si estás embarazada, es que habéis llegado hasta el final. Dios santo, Brittany, ¿cómo has podido hacer esto?
Brittany lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
– Papá, no me grites.
– ¿Y qué voy a hacer? ¿Darte la enhorabuena? Sólo tienes diecisiete años, estás en el instituto. Se supone que eres más lista que esto. Me mentiste. Has estado haciendo cosas a mis espaldas.
– ¿Como tú cuando te acostabas con mamá?
Hawk no quería hablar de eso.
– Estamos hablando de ti, no de mí. No puedo creerlo. Y aunque tú hayas sido tan boba, no puedo creer que Raoul te hiciera caso.
– ¿Y por qué no? Nos queremos. Vamos a casarnos.
– Y un cuerno. Eres menor de edad. No vas a hacer nada más que subir a tu habitación.
Ella se echó a llorar.
– Papá, no. ¿Por qué no lo entiendes? Esto es lo que nosotros queremos.
– Eres demasiado joven como para saber lo que quieres, y parece que no tienes sentido común. Esperaba más de ti, Brittany.
– Yo también de ti. Eres horrible.
– Vete a tu habitación y quédate allí. No vas a hablar con Raoul, ni a verlo, ni a mandarte mensajes por teléfono con él. No tendréis contacto. Sólo vas a salir de casa cuando yo te lleve al instituto. Tampoco vas a ver a tus amigos.
Ella le lanzó una mirada asesina.
– Con encerrarme no vas a conseguir que esté menos embarazada. Te odio.
– Tú tampoco eres mi ídola en estos momentos.
– Nicole no reaccionó así -le gritó Brittany mientras subía las escaleras-. Ella no gritó ni nada parecido.
Todo se volvió frío y oscuro. Hawk tuvo que contenerse para no dar un puñetazo en la pared.
– ¿Nicole lo sabe?
– ¡Sí!
– ¿Desde cuándo?
– Una semana -respondió Brittany mirándolo con todo el odio que podía generar una adolescente. Entró en su habitación y cerró de un portazo.
¿Una semana? ¿Nicole lo sabía desde hacía una semana y no le había dicho nada? ¿Había ido a aquella cena, le había escuchado decir que quería salir con ella en serio y durante todo aquel tiempo había sabido que su hija estaba embarazada y no le había dicho nada?
La noche era fresca y despejada. Nicole estaba sentada en los escalones del porche, mirando las estrellas. Estaba inquieta, y sabía cuál era la causa. Jesse. Echaba de menos a su hermana.
Raoul salió al porche.
– ¿Estás bien? -se interesó-. Llevas mucho tiempo aquí fuera.
Ella sonrió.
– Yo soy la adulta. Yo soy la que debe preocuparse por ti.
– Últimamente estás muy callada.
– Estoy pensando en Jesse.
Raoul sabía, a grandes rasgos, lo ocurrido.
– ¿Sigues sin tener noticias suyas?
– Ni una palabra. No va a ponerse en contacto conmigo, ¿por qué iba a hacerlo? Le dejé bien claro que quería que se marchara.
– ¿Y no querías?
– No sé lo que quería. Supongo que quería que fuera distinta.
– ¿Por qué no vas a buscarla?
– He pensado en ello, pero no sé qué hacer. Creo que estaría bien que viera lo que es la vida por sí misma, pero después me acuerdo de que es mi hermana pequeña y está embarazada, y que quizá sea demasiado duro para ella.
– Algunas veces, la gente tiene que tocar fondo.
– Sí. Ya lo sé -respondió Nicole.
Raoul se sentó junto a ella en el escalón, y Sheila lo siguió con movimientos lentos. En la última consulta, el veterinario había dicho que la perra pariría los cachorros uno de aquellos días. Nicole ya tenía muchas toallas y periódicos preparados.
– No voy a saber si estoy haciendo lo correcto hasta que sea demasiado tarde. Y si dejar que se vaya es un error, ¿cómo voy a arreglarlo después?
– ¿Y por qué te sientes responsable de ella?
– Porque siempre ha sido así. Incluso cuando estaba resentida con ella, la cuidaba. La crié yo misma. Ojalá lo hubiera hecho mejor.
– Tú también eras una niña.
– Pero de todos modos, yo soy la razón de que sea como es.
– No necesariamente. Quizá naciera así.
– Sería agradable. Así yo no tendría la culpa de nada.
– No es culpa tuya de todos modos.
– Yo me siento como si lo fuera -dijo, y se quedó mirándolo-. A veces eres muy sabio.
– Crecer en la calle te da eso.
– Entonces, aplica tu sabiduría al asunto de Brittany y el bebé.
– No me agobies con eso.
– Vamos, Raoul. Sé que la quieres, pero tienes que ser razonable.
Sheila se tumbó en el porche. Después se levantó y se acercó a Nicole.
– ¿Qué te pasa, bonita? -preguntó ella, rascando la pesada tripa al animal-. ¿Ya te estás acercando?
Sheila no respondió. Raoul abrió unos ojos como platos.
– ¿Va a tener los cachorros?
– No lo sé. El veterinario dijo que…
Una furgoneta se acercó a toda velocidad y frenó chirriando frente a la casa. Hawk salió del vehículo de un salto y se dirigió hacia la casa.
Por sus movimientos, Nicole se dio cuenta de que estaba furioso.
– Entra en casa -dijo a Raoul mientras se ponía en pie.
– ¿Qué?
– Que entres. Yo me encargaré de esto.
– No le tengo miedo.
– Entonces eres idiota. Tu futuro depende de que sigas vivo. Entra.
Era demasiado tarde. Hawk subió los escalones de dos en dos, agarró a Raoul por la pechera de la camiseta y lo levantó.
– ¿En qué demonios estabas pensando para acostarte con mi hija? Te voy a matar. Cuando acabe contigo no va a quedar nada de ti.
Estaba vibrando de rabia.
Nicole se interpuso, pero Hawk no soltó a Raoul.
– ¡Basta! -gritó ella-. Basta, Hawk. Apártate de él ahora mismo. Lo digo en serio.
Sheila gimió y se acercó a Nicole.
Hawk no les prestó la menor atención, ni a ella ni a la perra.
– Esto es entre él y yo. Apártate, Nicole. Tú y yo hablaremos más tarde de lo que has hecho.
– Hablemos ahora -dijo ella, intentando distraer a Hawk antes de que hiciera algo que pudiera lamentar-. Te refieres a que sabía que Brittany estaba embarazada y no te lo dije.
Él soltó a Raoul y se volvió hacia ella. Al menos, Nicole sabía que no corría peligro físico y así Raoul podría salir corriendo, aunque sabía que el chico era demasiado responsable como para huir. Se quedó allí.
Los ojos de Hawk ardían de furia.
– ¿Cómo es posible que no me lo dijeras? Es mi hija. Tenía derecho a saberlo.
– A mí tampoco me ha gustado, pero cuando me enteré de que estaba embarazada, me pidieron que no te lo dijera. Accedí a guardar silencio hasta que Brittany te lo contara.
– ¿Y qué ganabas haciendo eso?
Ella entendía que estuviera enfadado, y que aquello no era justo para él, pero se sintió irritada también.
– Tú eres el padre que todo lo sabe -dijo-. Eres quien tiene un vínculo especial con su hija. Te dije que seguramente se estaban acostando, pero tú no escuchaste, porque no era posible que yo tuviera razón. Como no tengo hijos, no soy partícipe del secreto ni del código especial.
Él entornó los ojos.
– Este no es momento para restregarme eso por la cara.
– No puede ser de ambas maneras. O soy una de los tuyos o no. Además, ¿por qué estás tan enfadado? Brittany sólo está intentando revivir tu vida perfecta. Tú le has dicho una y otra vez que así es como fueron las cosas para Serena y para ti. Yo te advertí que quizá no fuera buena idea pintar el pasado como si hubiera sido tan perfecto, pero una vez más, estaba equivocada. Tú lo sabías todo. Así que ahí tienes el resultado. Está embarazada, y ahora tienes un gran problema.
– No hay ningún problema -dijo Raoul-. Quiero a su hija, entrenador, y quiero casarme con ella.
Nicole gruñó. El chico no era precisamente una gran ayuda.
– Voy a matarlo -murmuró Hawk-. Apártalo de mi vista.
Nicole señaló la puerta.
– Entra en casa. Yo me encargaré de esto.
– No necesito que tú libres mis batallas.
Ella tenía ganas de gritar.
– Los dos sois muy obstinados, y estáis convencidos de que tenéis la razón. Ninguno está dispuesto a mirar las cosas de una manera racional -dijo, y miró a Hawk-. Tú querías enseñarle a tu hija un cuento de hadas. ¿Por qué? ¿Qué tenía de malo que las cosas hubieran sido difíciles? Serena y tú os queríais y tuvisteis un buen matrimonio. ¿No era eso lo importante?
Hawk comenzó a hablar.
– Cállate -le ordenó ella-. No he terminado -añadió, y se volvió hacia Raoul-. Y tú te has tragado el cuento de hadas. Sí, has tenido una vida muy difícil y no quieres separarte de tu hijo, pero te estás exponiendo demasiado al fracaso. No eres realista.
Sheila volvió a gemir y empujó con la nariz a Nicole en la pierna. Nicole miró hacia abajo.
– Este no es buen momento.
La perra gimoteó y caminó hasta la puerta principal.
Justo en aquel momento apareció otro coche por la esquina de la calle. Brittany aparcó detrás de la furgoneta de su padre. Nicole soltó un gruñido al ver que el vehículo estaba lleno de algo que parecían objetos personales.
Hawk soltó un juramento.
– Te he dicho que te quedaras en tu habitación. ¿Qué estás haciendo aquí?
– Te odio, papá. Eres malo, y no te voy a perdonar nunca.
Nicole cerró los ojos y rezó pidiendo que aquello no fuera lo que ella pensaba que era.
– Vengo a vivir con Nicole y Raoul -anunció la adolescente-. Raoul me quiere y quizá Nicole no lo entienda, pero al menos está dispuesta a escuchar.
– Vas a volver a casa ahora mismo -ordenó Hawk.
– No, y tú no puedes obligarme.
– Puedo y voy a hacerlo. No vas a volver a ver a Raoul. ¿Me entiendes?
– A buenas horas -murmuró Nicole.
Hawk se giró hacia ella.
– No estás ayudando.
– Qué sorpresa.
– Papá, no lo entiendes, y hasta que no lo entiendas, no quiero verte.
– No puedes quedarte aquí -respondió Hawk-. No voy a permitirlo.
– No me quieres. Si me quisieras, estarías contento por mí.
– ¿Contento de que destroces tu vida? Claro, es maravilloso. Todos mis sueños se han convertido en realidad.
Raoul dio un paso hacia Hawk.
– No le hable así.
– ¿Y qué vas a hacer, chaval? Vamos, pégame. ¿Es que crees que puedes ganarme?
– Sí.
– Basta -dijo Nicole-. Ninguno de los dos está ayudando.
Sheila volvió a gemir.
Nicole se colocó entre ellos dos.
– Hay mucho que pensar, y la solución no va a salir de una pelea. Además, si hay alguien que puede ponerse violento esta noche, soy yo.
– No hay nada que tengamos que pensar -intervino Brittany-. Raoul y yo vamos a casarnos y vamos a ser muy felices juntos.
– No vas a casarte -gruñó Hawk-. Eres menor de edad.
– ¿Y por qué no? ¿Qué tiene de malo? Tú lo hiciste y salió bien. ¿O es que estabas mintiendo? ¿Por qué estás tan enfadado, papá?
Nicole vio una mirada de derrota en los ojos de Hawk. Aunque estaba molesta, no podía evitar sentir lástima por él en aquel momento. Además, quería a aquel hombre.
Respiró profundamente.
– Todos necesitamos un poco de tiempo y espacio. Brittany puede quedarse, pero sólo hasta que nos hayamos calmado.
Brittany le sacó la lengua a su padre.
– Eso ha sido muy maduro -murmuró Nicole, y alzó la mano antes de que Hawk explotara-. A la habitación de Jesse. Si os pillo intentando compartir una cama, os echo a los dos, ¿entendido?
Los adolescentes se miraron y asintieron de mala gana. Nicole se puso frente a Raoul.
– Quiero que me mires a los ojos y me des tu palabra -dijo.
Él suspiró.
– Te doy mi palabra de que no voy a dormir con Brittany bajo tu techo.
– ¡Raoul! -exclamó Brittany, y dio una patada en el suelo.
– Tenemos que hacer lo correcto.
– No doy mi permiso para esto -murmuró Hawk-. Brittany tiene que venir a casa.
– ¿Y crees que eso va a suceder? -preguntó Nicole.
– ¿Estás diciendo que no puedo controlar a mi hija? -preguntó él, y después negó con la cabeza-. No me respondas.
– No -dijo ella, y le tocó el brazo-. Por lo menos, así sabremos dónde están. Raoul me ha dado su palabra. Yo le creo, ¿y tú?
Hawk asintió lentamente.
– Vosotros dos, subid. Después sacaréis las cosas de Brittany del coche. Raoul, mira si Sheila tiene hambre.
Los chicos entraron en casa.
Nicole esperó a que se hubieran marchado y después se volvió hacia Hawk.
– Todo esto es culpa tuya -murmuró él.
Ella lo miró con enfado.
– ¿Y cómo es posible eso? Brittany se ha quedado embarazada bajo tu vigilancia.
– No deberías haberte involucrado.
– ¿En qué? ¿En sus vidas? Raoul estaba viviendo en un edificio abandonado. Además, creo que es ahí donde empezaron los problemas.
– No quiero nada de esto -dijo Hawk, sin mirarla-. Nada.
¿Y aquel «nada» los incluía a ellos? De repente, la noche se volvió muy fría.
– Hawk… -dijo ella, pero él negó con la cabeza.
– No puedo hablar de esto ahora. Los querías, pues ahí los tienes. Necesito pensar.
Él se volvió hacia su coche.
– Espera -le gritó Nicole-. No puedes marcharte así.
– ¿Por qué no? Ya está todo hecho.
¿Se había vuelto loco? Las cosas ni siquiera habían empezado.
Empezó a andar tras él cuando la puerta delantera se abrió.
– ¡Date prisa! -gritó Raoul-. ¡Sheila está pariendo!
– Un nacimiento ensucia mucho más de lo que yo había pensado -dijo Nicole, varias horas después, mientras Sheila lamía a sus cachorritos dormidos. El parto había ido muy bien, y había tres recién nacidos diminutos y ciegos agazapados contra su madre.
Sheila lo había hecho como una profesional, y no había pedido nada más que un poco de compañía mientras paría su camada. Después había permitido que Nicole la trasladara a una cama limpia y había aceptado una comida ligera.
Raoul y Brittany estaban acurrucados a un lado de la caja que había preparado Nicole.
– Lo has hecho muy bien -felicitó Raoul a su perra. Sheila miró hacia arriba con los ojos entrecerrados. Movió la cola una vez, y después se quedó inmóvil.
– Tienes perritos -susurró Brittany-. Ha sido totalmente increíble.
Nicole tenía que estar de acuerdo con ella.
Miró a los chicos, que estaban sentados frente a ella, en el suelo. ¿Estaban listos para tanta responsabilidad? ¿Y tenía importancia si lo estaban o no? De un modo u otro, al cabo de unos ocho meses habrían de enfrentarse a ella.