Dieciocho

Nicole recorrió apresuradamente toda la casa en busca de pistas. La mayoría de las cosas de Raoul seguían en su cuarto, pero casi todas las de Brittany habían desaparecido. Faltaban maletas en el sótano y, aunque el coche de Raoul estaba aparcado frente a la casa, no había rastro del de Brittany.

– Al menos se han llevado el coche más nuevo y más fiable -murmuró mientras salía a esperar, con impaciencia, en el porche.

A los pocos minutos, Hawk apareció por la esquina de la calle y frenó bruscamente detrás del coche de Raoul.

– ¿Lo sabías? -gritó mientras bajaba de la furgoneta y corría hacia la casa.

Ella pestañeó.

– ¿Cómo? ¿Lo dices en serio? ¿Me estás preguntando si sabía que iban a escaparse y si te lo he ocultado?

– ¿Y por qué no? Tampoco me dijiste que Brittany está embarazada.

Nicole se indignó, aunque se dio cuenta de que él tenía parte de razón.

– Eso era distinto. Cuando tú te enteraras no ibas a poder cambiar las cosas, y tu hija me pidió que le dejara darte la noticia. Yo no estaba de acuerdo, pero accedí. Esto nunca se lo hubiera permitido.

– Así que me lo habrías dicho porque no te gusta lo que están haciendo, pero si lo hubieras aprobado, te habrías callado también.

Hawk estaba furioso.

– Me estás diciendo que no sé lo que hago, que no actúo con responsabilidad. Tienes que elegir, Hawk. O estoy de tu lado o no.

– Has dejado que se fuera.

– No.

– Has dejado que mi hija se fuera como dejaste que se fuera Jesse.

Ella se sintió como si la hubiera abofeteado.

– No tienes derecho a comparar esas situaciones. Para empezar, Jesse es mi hermana, no mi hija, y para continuar, tiene más de veintiún años. Brittany sólo tiene diecisiete.

– Tenemos que encontrarlos.

Hawk entró en la casa y la recorrió, como si los chicos todavía estuvieran allí y Nicole no los hubiera visto. Cuando llegó a la cocina, ella le entregó la nota.

– Ya no tiene importancia, pero esto estaba en la mesa de la cocina cuando llegué.

– Y tú no lo sabías.

Nicole suspiró.

– Por muchas veces que me hagas esa pregunta, no va a cambiar la respuesta.

Él se acercó al teléfono, lo descolgó y marcó el número de emergencias.

– Mi hija de diecisiete años ha desaparecido. Quiero hablar con la policía.


La policía invadió la casa de Nicole al cabo de menos de una hora. Había oficiales por todas partes, haciendo preguntas, registrando las habitaciones de Raoul y Brittany, tomando notas y haciendo llamadas. Nicole sabía que Hawk había pedido muchos favores para que se pusieran en acción tan rápidamente.

Ella hizo café mientras él contaba a los policías todo lo que sabía. Examinaron las notas y hablaron sobre las diferentes opciones.

– Se va a casar con él -dijo Hawk durante un descanso del interrogatorio.

Nicole le sirvió más café.

– No puede. Es menor de edad. Con un carne de identidad falso, el matrimonio no es legal. Me sorprende que Raoul no se haya dado cuenta.

– A lo mejor los dos se dieron cuenta -murmuró Hawk-. A lo mejor esperan que con ese matrimonio ilegal me convenzan de que les deje casarse de verdad.

– Pues diles que no.

– La policía me ha dicho que no van a buscar a Raoul -le contó Hawk-. Tiene dieciocho años y se ha marchado voluntariamente. No pueden hacer nada. Brittany es menor de edad, así que ella no puede desaparecer -dijo, y añadió en voz baja-: Les he dicho que está embarazada, y me han preguntado si quiero denunciar a Raoul por acostarse con ella.

Nicole lo observó fijamente, esperando a que él dijera que no iba a hacerlo. Hawk se quedó en silencio, y ella se acercó a la mesa con una mirada fulminante.

– Ni se te ocurra -dijo, temblando de furia-. Él tenía diecisiete años cuando todo esto empezó. Es su novio, no alguien que abuse sexualmente de una niña, y tú lo sabes. Sólo estaba haciendo lo que hacen los adolescentes desde el principio de los tiempos, incluyéndote a ti. Ese chico no tiene la culpa. Él no es el problema.

– ¿Quieres decir que Brittany sí lo es? -preguntó Hawk poniéndose en pie.

– No. No quería decir eso. Todo esto es un enredo y tiene que cambiar, comenzando por tu pasado. Sé sincero con ella y contigo mismo. Tu vida con Serena no fue perfecta. Brittany merece saberlo.

Él entrecerró los ojos.

– No metas a mi esposa en esto.

A su esposa. ¿Por qué tenía que decirlo así?

– No estoy diciendo que fuera mala, Hawk. Estoy diciendo que era humana. Algunas veces, tu matrimonio fue estupendo, y otras veces, os odiabais el uno al otro. Erais dos personas que se querían y vivían en la realidad, con malos y buenos tiempos. Era la vida, no una fantasía maravillosa. Sin embargo, tú no has querido que Brittany supiera nada de eso, así que ahora ella piensa que está reviviendo algo mágico.

– No sabes de qué estás hablando -dijo él.

Después se dio la vuelta y salió de la cocina.


Nicole y Hawk se evitaron durante el resto de la noche. Después de que se marchara la policía, ella entró en su habitación y cerró la puerta. No estaba segura de dónde habría dormido él, pero seguía allí por la mañana.

Entró en la cocina y se lo encontró sirviéndose un café recién hecho.

– Tengo que irme al instituto -dijo-. ¿Me avisarás si te enteras de algo?

Ella asintió.

– Yo haré lo mismo.

Hawk tomó un sorbo de café y se marchó.

Nicole se dejó caer sobre una de las sillas de la cocina. Después tomó el teléfono y marcó un número familiar.

– ¿Qué vas a hacer después de dejar a Amy en el colegio? -preguntó a su hermana.

– Ir a verte -dijo Claire.

– Buena respuesta.


Cuarenta minutos más tarde, Claire estaba estirada sobre el sofá, con los pies en alto y la mano sobre el vientre crecido.

– No lo entiendo -dijo Claire, y dio un sorbito a su infusión-. ¿Y por qué está enfadado contigo Hawk?

– Porque soy un blanco fácil, y es incapaz de culpar a Brittany, ni a las circunstancias. Porque no ve la realidad -dijo Nicole con un suspiro-. Su hija está embarazada y no le dirige la palabra. El chico que la ha dejado embarazada vive conmigo. Hawk piensa que yo sabía que iban a fugarse y que no se lo he dicho, y me dijo que yo permití que Jesse se marchara sin oponerme. ¿Por qué no iba a hacer lo mismo con los chicos?

– Porque no es lo mismo -dijo Claire-. ¿Estás segura de que te gusta ese tipo? Parece un idiota.

– No lo es. Es un padre preocupado.

– Estás justificándolo. Eso sólo puede significar una cosa.

– Lo sé.

– Que te gusta mucho.

Nicole miró a su hermana.

– Estoy enamorada de él.

Claire sonrió.

– Si pudiera pegar saltos con facilidad, lo haría. ¿De verdad? Es estupendo.

– No, no lo es. Es un lío y, en comparación, mi matrimonio con Drew fue un éxito.

– No lo creo.

– Pase lo que pase con Brittany, Hawk va a culparme a mí -explicó Nicole-, porque esto no puede ser culpa de su preciosa hija, ni suya tampoco.

– Cuando esto se resuelva, lo superaréis.

Nicole negó con la cabeza.

– Además, sigue enamorado de su difunta esposa. Murió hace años, y la casa sigue exactamente igual, como ella la dejó. Sus cosas están por todas partes. Es como si hubiera ido a comprar leche y fuera a volver en cualquier momento. No digo que él se comporte como si ella no hubiera existido, pero debería haber algunos cambios después de tanto tiempo.

– La gente se enfrenta a la pena de diferentes maneras.

Nicole apretó la mandíbula.

– Deja de contemporizar y ponte de mi lado.

– Hawk es un cabeza de guisante.

Nicole se echó a reír.

– Ooh, ahora va a salir corriendo de miedo. Le has llamado cabeza de guisante.

– Lo he aprendido de Amy.

La mención de la hija de Wyatt le recordó a Brittany, y Nicole perdió el bueno humor.

– Nada de eso me importa -admitió-. Lo que me mata es la actitud de Hawk. No puede ver la verdad, o no quiere. Yo estaría dispuesta a aceptar los problemas si él también los viera, pero ése no es su estilo.

– Lo quieres. Vas a tener que buscar una solución.

– Supongo.

– Nicole, enamorarse es algo estupendo.

– No lo es tanto cuando el tipo en cuestión no está interesado.

– ¿Es eso lo que piensas?

– No lo sé. Creo que le gusto. Quiere acostarse conmigo.

– Por algo se empieza.

– No estoy segura -respondió Nicole con un suspiro-. Hawk no me quiere. Le gusto, pero no soy Serena.

– ¿Y crees que está buscando una sustituía para ella?

– No creo que quiera tener ninguna relación sentimental seria. Para él ya lo ha tenido todo. Una esposa, un hijo, una gran carrera profesional… No le interesa tener más hijos, y no quiere involucrarse en una relación duradera.

– Tal vez cambie de opinión.

– Tal vez -dijo Nicole, aunque no albergaba demasiadas esperanzas.

– No debes perder la esperanza.

Nicole negó con la cabeza.

– Tú eres la que no puede perder la esperanza. A mí se me da muy bien.

– ¿Es que vas a salir corriendo?

– Voy a ver cómo sale todo esto. Es lo único que puedo hacer.


Nicole tuvo un día muy inquieto. No podía dejar de preguntarse lo que estaría sucediendo con Raoul y Brittany, y no podía dejar de suspirar por que Hawk la llamara y le dijera que ya no estaba enfadado con ella. Lo echaba mucho de menos.

También echaba de menos a Raoul, lo cual era extraño. El chico sólo llevaba un mes viviendo con ella. Incluso Sheila estaba alicaída.

En vez de permitirse sentir lástima de sí misma, decidió distraerse limpiando cuartos de baño. Tomó los productos de limpieza y comenzó por el de Raoul. Hizo que brillara la bañera y la mampara, y después comenzó a ordenar la encimera. Había una caja de preservativos abierta justo detrás del dispensador de vasos de plástico. Nicole la tomó y la agitó.

– Deberían haberlos usado todas las veces -murmuró. Eso habría ahorrado a todos muchos problemas.

Por supuesto, los preservativos no eran seguros al cien por cien, así que quizá los hubieran usado todas las veces.

Nicole se quedó mirando la caja. Los preservativos fallaban. Hawk y ella los usaban. Salvo alguna vez. Aunque nunca en el momento peligroso del mes. Estaba segura de ello.

El teléfono sonó en aquel momento.

Nicole dio un respingo y corrió hacia su habitación.

– ¿Diga?

– Soy Raoul.

Sintió un alivio instantáneo, dulce.

– ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? ¿Habéis intentado casaros? ¿Es que no has pensado que si usáis un carné de identidad falso el matrimonio es ilegal? ¿Cuándo vas a volver a casa?

Hubo una ligera pausa, y después él dijo:

– Son muchas preguntas.

– Contéstalas en orden. No. Empieza diciéndome si estás bien.

– Estoy bien, los dos estamos bien. No estamos casados. Ni lo hemos intentado -dijo, e hizo otra pausa-, no hay bebé.

Nicole se sentó de golpe en la cama.

– ¿Seguro?

– Sí. Ha tenido el período. Brittany no está embarazada.

«Gracias a Dios», pensó Nicole.

– ¿Estás bien? ¿Y ella?

– Estamos bien, sí. Brittany se disgustó un poco al principio, pero ahora está mejor. Yo… -Raoul carraspeó-. Estuve pensando en lo que me dijiste, sobre que algo pudiera salir mal. Que yo podía lesionarme la rodilla… Me asusté. Me alegro de que no vayamos a tener un hijo. ¿Es malo?

– Claro que no. Todavía estás en el instituto. ¿Por qué ibas a querer encargarte de semejante responsabilidad?

– Sigo queriendo tener una familia.

Un lugar propio, pensó ella, al notar la melancolía de su voz.

– Yo soy tu familia -dijo Nicole-. Te echo de menos. Y Sheila también. Esta es tu casa, Raoul.

– ¿Todavía?

– ¿Piensas que no porque te marchaste por la noche sin avisarme, dejándome sólo una nota insignificante?

– Lo siento mucho. Quería decírtelo, pero Brittany tenía miedo de que nos lo impidieras.

– Es una chica lista -dijo Nicole. Mimada, pero lista-. Esta sigue siendo tu casa. Aunque vamos a tener una conversación muy larga sobre las normas. Habrá algunas nuevas. ¿Cuándo vuelves a casa?

– Hoy. Brittany está al teléfono con su padre. Parece que se están reconciliando. Va a volver a vivir a su casa.

Eso era un alivio.

– Allí estará más contenta. Tened cuidado en la carretera.

– Lo tendré.

– Bien.

– Lo habría hecho -dijo Raoul-. Habría cuidado de ella y del niño.

– Lo sé.

– Ahora me alegro de no tener que hacerlo.

– Yo también.

– Gracias, Nicole. Has sido estupenda. No podría haber pasado por todo esto sin ti.

Ella se sintió conmovida. Tener a Raoul era como tener una versión mejor de Jesse en casa.

– Date prisa -le dijo.

– Sí. Hasta luego.

Nicole colgó. Era un buen final para algo que podía haber sido un desastre. Colgó el teléfono y salió al pasillo. En la estantería superior del armario de la ropa blanca estaba la prueba de embarazo que había dejado Brittany. Todavía quedaban dos tests dentro.

Nicole pensó en los preservativos y en cómo había sido su suerte últimamente, y se llevó la caja a su baño.

Diez minutos más tarde miró fijamente la barra de plástico. Todavía había un bebé, pensó, incapaz de dar crédito a la noticia. Solo que no era el que creía todo el mundo.

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