Muchos de sus problemas, y de los míos, son el resultado de la falta de dominio propio. ¿Por qué no puedo perder peso? ¿Por qué no puedo mantenerme en un empleo? ¿Por qué no puedo mantener la casa limpia? ¿Por qué no puedo hacer más cosas? ¿Por qué no puede terminar con este mal hábito? ¿Por qué no me puedo poner en forma? ¿Por qué no puedo salir de las deudas? No puedo hacer estas cosas porque necesito dominio propio. ¡Mi gran problema soy yo!
Quizás, como mucha gente hoy día, usted siente que su vida está fuera de control, y tal vez sea así. Se siente abrumado por las circunstancias y las presiones. Se siente indefenso y vulnerable. Al igual que un carro con el volante roto, usted va chirriando en las curvas sin tener control sobre el volante. Esto es una experiencia espeluznante. Proverbios 25:28 dice: «Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse.»
El dominio propio trae consigo un buen sentido de competencia. Igual que un automóvil bien balanceado, su vida permanece en la senda solo con un ligero toque del volante. Los resultados del dominio propio son la confianza y un sentido interior de seguridad.
El dominio propio y la autodisciplina son también factores claves en cualquier éxito que espere tener en esta vida. Sin autodisciplina no le será fácil conseguir nada que tenga un valor permanente. El apóstol Pablo reconoció esto cuando escribió: «Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre» (1 Corintios 9:25). Los entrenadores dicen que si no se siente dolor es porque no se está logrando el beneficio deseado. Una actuación excelente requiere autodisciplina y dominio propio. Los atletas olímpicos se entrenan durante años para tener la oportunidad de ganar un breve momento de gloria. Pero la carrera que estamos corriendo nosotros es más importante que cualquier acontecimiento atlético terrenal. Por lo tanto, el dominio propio no es una simple opción para los cristianos.
Si queremos alcanzar la verdadera libertad, necesitamos dominio propio. El filósofo griego Epicteto estaba en lo cierto cuando dijo: «Ningún hombre es verdaderamente libre hasta que se domine así mismo.» Jesús lo expresó en estas palabras: «Todo el que peca es esclavo del pecado» (Juan 8:34). Sansón puede haber sido el hombre más fuerte del mundo, pero estaba esclavizado por su lujuria y deseos pues carecía de dominio propio. La fuerza sin el domino propio le causó problemas.
La gente hará casi cualquier cosa por obtener dominio propio, o por compensar la falta de este. ¿Lo ha notado? La gente lo prueba todo: pastillas, terapia, seminarios, resoluciones, cirugía. La publicidad de un programa para bajar de peso tiene este titular: «Si nunca ha tenido éxito en la pérdida de peso permanente, quizás necesite un poco de ayuda interior.» Pensé: Magnífico. Eso es lo que sé hacer bien. La Biblia dice que seamos fuertes interiormente, el control interno. Así que seguí leyendo: «Está harto de programas para perder peso, ¿verdad? Ya ha probado casi todo, solo para aumentar de peso de nuevo. Bueno, hay algo que debe saber. Comer demasiado no es solo un mal hábito. Es una enfermedad. Y como cualquier otra, usted no la puede curar por su propia cuenta. Necesita ayuda profesional. Y la puede obtener a través del (¿está preparado para esto?) Programa de la burbuja gástrica. Así es como trabaja: Se inserta una burbuja plástica en su estómago, sin cirugía. Dos cosas suceden. Ocupa un gran espacio, provocando que usted coma menos. Y disminuye su apetito. El resultado: Usted pierde peso.» (Registro del Condado Orange, 18 de abril de 1985). Como ya dije, la gente probará casi cualquier cosa para obtener más dominio propio, o compensar la falta de este.
Bueno, si estas respuestas «rápidas y fáciles» no le proporcionan dominio propio, ¿cómo lo conseguimos? ¿Cómo conseguimos el verdadero autocontrol? La Palabra de Dios es muy clara en este tema. Permítame sugerirle siete pasos para desarrollar el dominio propio.
Admita su problema
El primer paso para desarrollar el dominio propio es aceptar su responsabilidad por la falta del mismo. Admita su problema. Santiago 1:14 dice: «Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen» (énfasis del autor). ¿Reconoce lo que esto dice? Dice que usted hace cosas porque ¡le gusta hacerlas! Cuando hago algo que sé que es malo para mí, lo sigo haciendo porque me gusta. Quiero hacerlo. Es un deseo interior.
A menudo tratamos de ignorar nuestros problemas o negamos que los tenemos: «No tengo un problema. ¿Qué problema?» Con frecuencia razonamos: «Es que soy así», «Todo el mundo lo hace». A veces culpamos a otros: «Si tuviera otros padres», «El diablo me hizo hacerlo». ¿Sabe algo? Podemos culpar a cualquiera, pero mientras sigamos perdiendo nuestra energía tratando de arreglar la culpa, no podremos arreglar el problema.
Santiago dice que nos gusta seguir el camino con menos resistencia, y ceder a la tentación es por lo general el camino más fácil. El punto para comenzar a desarrollar el dominio propio es encarar lo que Dios ya dijo acerca de mí: Soy responsable de mi conducta. ¿Quiere más dominio propio? El primer paso es admitir que tiene un problema y ser específico acerca del mismo. «Tengo este problema. En esto es donde necesito ayuda.» Puede ser que tenga problema con la comida, la bebida, su vocabulario, su temperamento, el dinero, el ejercicio, el sexo, la ropa, el tiempo; todas estas esferas necesitan dominio propio. Comience orando específicamente por sus esferas problemáticas.
Deje atrás el pasado
El segundo paso para desarrollar el dominio propio, y este es muy importante, es dejar atrás el pasado. Nótese que Pablo dice en Filipenses 3:13-14: «Olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta.» Este versículo pone de manifiesto un concepto erróneo que le impide ganar el dominio propio: una vez fracasado, siempre será un fracasado. Tal vez usted diga: «Ay, pero yo traté de dejar mi mal hábito. En efecto, lo traté de hacer quince veces. Creo que nunca lograré controlar esto.» Esto es una equivocación. El fracaso del pasado no significa que nunca podrá cambiar. Sin embargo, el concentrarse en los fracasos del pasado sí le garantiza que se repetirán. Es como manejar un carro mirando todo el tiempo por el espejo retrovisor. Va a chocar con lo que tenga al frente. Usted tiene que dejar atrás el pasado.
¿Ha observado a un bebé aprendiendo a caminar? Tal vez se caiga muchas veces, pero no se queda en el piso. Sigue probando hasta que al final alcanza el éxito. Un bebé aprende a caminar gracias a la persistencia. ¿Se imagina dónde estaría si se hubiera dado por vencido cuando tropezó y se cayó dos o tres veces? No hay esperanzas. Soy un fracasado. Nunca caminaré. Seamos sinceros. Alguna gente está hecha para caminar, mientras que otros no están hechos para caminar. Yo sé que no estoy hecho para caminar porque ya probé y me caí tres veces.
La primera vez que besé a una muchacha estaba muy nervioso. Es decir, no quería que las narices chocaran. Así que de alguna forma incliné la cabeza un poco, y ella inclinó su cabeza un poco, y logramos una conexión. Me da vergüenza admitir lo que pasó después. Ella tenía el pelo largo y mis espejuelos se enredaron con su pelo. Mi primer beso fue un fracaso. ¡Pero me alegro mucho de no haberme dado por vencido con los besos!
Deje atrás su pasado. No importa cuántas veces haya fracasado. Pruebe de nuevo. Solo que esta vez hágalo de otra forma, admitiendo que tiene un problema. Ponga el pasado atrás. Como Thomas Edison dijo una vez: «No lo llame fracaso, ¡llámelo educación! ¡Ahora sabe qué es lo que no resulta!»
Contéstele a sus sentimientos
El próximo paso para tener más dominio propio es contestarle a sus sentimientos. Rételos. Hoy día, enfatizamos demasiado en nuestros sentimientos. Pensamos que todo tiene que sentirse bien o no vale la pena. «No tengo deseos de estudiar. No tengo deseos de trabajar. No tengo deseos de levantarme. No tengo deseos de leer la Biblia. No tengo deseos de lavar el carro.» O: «Tengo deseos de servirme más comida u otro trago. Tengo deseos de ver televisión por diez horas.» No le dé tanta autoridad a sus deseos. Los deseos no son de fiar.
Déjeme preguntarle, ¿usted permite que su estado de ánimo lo manipule? Dios no quiere que sus deseos lo controlen. Él quiere que sea usted quien domine su estado de ánimo. Con Cristo como el amo de su vida usted puede aprender a dominar sus sentimientos. Contésteles. Dios dice que él quiere que usted aprenda a retar sus emociones.
Por ejemplo, digamos que usted está peleando la batalla de una cintura abultada. Antes de comenzar a caminar hacia la cocina y abrir la puerta del refrigerador ya comenzó a hablarse acerca de la comida. Si en realidad quiere perder peso, tendrá que retar algunas de estas actitudes subconscientes con respecto a la comida. Cuando se oiga diciéndose: «Me tengo que comer una merienda o me muero», entonces debe contestarse y decirse algo así: «No, no me voy a morir si dejo de comer una merienda. Por el contrario, estaré más saludable si no me la como.»
En Tito 2:11-12 leemos: «En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio.» La gracia de Dios nos da el poder de hacer lo que es correcto. Dios le da la habilidad de decir no a ese sentimiento, deseo o impulso. Es un poder sobrenatural. Con la ayuda de Dios usted puede dominar sus actitudes.
Crea que puede cambiar
Si va a cambiar y a tener más dominio propio, debe comenzar por creerlo. La verdad es que sus creencias controlan su conducta. En casi todos los capítulos mencioné que el fruto del Espíritu comienza en sus pensamientos. La semilla debe plantarse en su mente. La manera de pensar determina la manera en que se siente, y la manera en que se siente determina la manera en la que actúa.
Tanto la persona que dice: «No puedo hacerlo», como la persona que dice: «puedo hacerlo», están correctas. La mayoría del tiempo usted se prepara para ser derrotado por el hábito de decir: «Nunca podré dejar esto. Es que soy así. Nunca me será posible cambiar.» Su creencia personal se convierte en una profecía capaz de cumplirse.
Tres veces, en 1 Pedro, Dios nos recuerda que debemos tener claridad mental y dominio propio. ¿Por qué? Porque una mente clara tiene mucho que ver con el dominio propio. Dios nos dio el poder para cambiar nuestros hábitos al darnos el poder de elegir nuestros pensamientos. ¿Acaso Romanos 1:12 nos dice que seamos transformados trabajando fuertemente en eso o simplemente con toda nuestra voluntad? No. ¿Cómo seremos transformados? Por la renovación de nuestra mente. Cuando su dominio propio sea probado, usted necesita llenar su mente con las promesas de Dios. Veamos una de estas bellas promesas.
Primera de Corintios 10:13 dice: «Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.» Eso es un hecho. Si usted es cristiano nunca puede decir: «La tentación era muy fuerte; no pude resistirla.» La Biblia dice que Dios es fiel. Si usted es cristiano, él no le dejará ser tentado más allá de lo que pueda soportar. Él nunca pondrá sobre usted más de lo que pone dentro para soportarlo.
Así que concéntrese en las promesas positivas de Dios de ayuda y fortaleza. Filipenses 4:13 dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» Puedo cambiar. Puedo ser diferente. Deje de entrenarse para el fracaso al criticarse constantemente. Deje de criticarse, condenarse y rebajarse: «Ah, no valgo nada. No soy bueno. Ni siquiera debo ir a la iglesia. Sencillamente no tengo control sobre mi vida.» ¡Criticarse no resulta, ni en usted ni en nadie más! En cambio, recuerde lo que Jesús dijo: «Para el que cree, todo es posible» (Marcos 9:23).
Rinda cuentas a alguien
El quinto paso para desarrollar su dominio propio es uno difícil: rinda cuentas a alguien. Este paso no nos gusta, pero lo necesitamos desesperadamente. Busque a alguien que esté pendiente de usted, que ore por usted, y que lo anime en las esferas donde quiera desarrollar más dominio propio. Eclesiastés 4:12 dice: «Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir.» Ese es el valor de la filosofía de Alcohólicos Anónimos, el sistema de «compañerismo», donde lo animan a llamar a alguien cada vez que sienta que va aumentando la presión para volver al camino antiguo y destructivo. Gálatas 6:2 dice: «Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo.»
Déjeme sugerirle un proyecto. Si en verdad está considerando el dominio propio, busque a alguien en su iglesia y vaya a él y diga: «Tengo este problema. Se lo confesé a Dios. Pedí perdón, y ahora quiero pedirte que me ayudes. ¿Serías mi compañero, la persona a la que puedo llamar por teléfono cuando necesite apoyo y ánimo?» Creo que el deseo de Dios es que cada iglesia esté llena de relaciones de «compañerismo» donde la gente rinda cuentas unos a otros, relaciones donde la gente se ayude y anime mutuamente en el Señor. Tener a alguien a quien rendirle cuentas es difícil, pero resulta.
¿Qué debe buscar en su «compañero»? Varias cosas. Primero, los hombres deben tener un «compañero» hombre y las mujeres una mujer. Cuando dos personas se cuentan sus luchas, se desarrolla un vínculo natural de cercanía que lleva a la intimidad. Usted no necesita colocar otra tentación en su paso al compartir problemas personales con alguien del sexo opuesto. Segundo, busque a una persona en quien pueda depender para mantenerse en este compromiso, alguien que sea fiel. Y busque a alguien que mantenga sus problemas confidenciales. No escoja a alguien que tenga fama de hablar mucho. Una última cosa que ayudará a que este sistema de compañerismo resulte: diga a su compañero que tiene permiso de chequearlo de vez en cuando. Déle el derecho de preguntarle: «¿Cómo te va con tu problema?» Saber que alguien le estará preguntando acerca del problema es un incentivo adicional para no caer en tentación. Tal vez ese sea el empujón extra que necesita para mantenerse en la ruta hacia la victoria del dominio propio.
Evite la tentación
El sexto paso para tener más dominio propio es sencillamente sentido común: evite las cosas que lo tientan. Manténgase lejos de situaciones que debiliten su autocontrol. Si no quiere que lo piquen, aléjese de las abejas.
Como director de jóvenes, acostumbraba decirle a los jóvenes: «En esta etapa de la vida tu apetito sexual es tan poderoso que debes prepararte por adelantado para controlarlo. Cuando tengas una cita, te dirigirán tus planes o ¡tus glándulas! Así que planifica lo que vas a hacer y no lo hagas en la cita. El momento para comenzar a pensar en practicar el dominio propio no es cuando estás en el asiento trasero del carro.»
Planifique, con anticipación, evitar situaciones que sabe van a causarle tentación en su vida. No tenga caramelos en los estantes, si está tratando de hacer dieta. No adquiera tarjetas de crédito, si gasta impulsivamente. Planifique su vida de modo que evite lo que debilita su dominio propio.
Efesios 4:27 dice: «Ni den cabida al diablo.» No le dé un asidero al pie. Una vez hablé con un hombre que había dejado de fumar, y le pregunté cómo había logrado el éxito. Me contestó: «¡Mojaba los fósforos!» En el tiempo que le tomaba tratar de encender el cigarrillo, ya estaba de nuevo en control.
¿Qué necesita evitar en su vida? ¿Qué necesita eliminar? ¿Tal vez una revista? ¿Tal vez algunos libros o videos en su casa? Tal vez necesite terminar una relación que sabe que no le conviene. Primera de Corintios 15:33 dice: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres.» Quizás necesite alejarse de algunas personas. Tal vez cuando está cerca de ciertas personas usted cede a la tentación. La Biblia nos advierte sobre los amigos como esos. Evite la gente y las situaciones que lo tienten a perder el dominio propio.
Hay un magnífico libro de cuentos para niños titulado Frog and Toad Together [La rana y el sapo juntos] de Arnold Lobel. Esto es de una sección llamada «Galletitas»:
El sapo horneó unas galletitas.
– Estas galletitas huelen muy bien -dijo el sapo. Se comió una-. Y saben mucho mejor.
El sapo corrió a la casa de la rana.
– Rana, Rana -gritó el sapo- prueba estas galletitas que hice.
La rana se comió una de las galletitas.
– ¡Estas son las mejores galletitas que he comido! -dijo la rana. El sapo y la rana se comieron muchas galletitas, una tras otra, tras otra.
– Tú sabes, sapo -dijo la rana con la boca llena-, creo que no debemos de comer más. Pronto nos enfermaremos.
– Tienes razón -dijo el sapo-. Vamos a comernos la última galletita y luego pararemos.
El sapo y la rana se comieron una última galletita. Quedaron muchas en el plato.
– Rana -dijo el sapo-, vamos a comernos una última galletita y entonces pararemos.
La rana y el sapo se comieron una última galletita.
– No debemos de comer más -gritó el sapo mientras se comía otra.
– Sí -dijo la rana, mientras agarraba otra galletita- necesitamos fuerza de voluntad.
– ¿Qué es fuerza de voluntad? -preguntó el sapo.
– Fuerza de voluntad es hacer un gran esfuerzo para no hacer algo que realmente quieres hacer.
– ¿Quiere decir algo como tratar de no comerse todas estas galletitas? -preguntó el sapo.
– Correcto -dijo la rana. La rana puso las galletitas en una caja.
– ¡Ya! -dijo-, ahora no comeremos más galletitas.
– Pero podemos abrir la caja -dijo el sapo.
– Es verdad -dijo la rana. Entonces amarró la caja con algunos cordeles.
– Ya -dijo-, ahora no comeremos más galletitas.
– Pero podemos cortar el cordel y abrir la caja -dijo el sapo.
– Es cierto -dijo la rana. Entonces buscó una escalera y subió la caja en un estante alto.
– Ya -dijo la rana- ahora no comeremos más galletitas.
– Pero podemos subir la escalera y bajar la caja del estante y cortar el cordel y abrir la caja -dijo el sapo.
– Es cierto -dijo la rana. Entonces la rana subió la escalera, bajó la caja del estante, cortó el cordel y abrió la caja. La rana llevó la caja afuera. Y gritó muy fuerte-: Oigan pajaritos. Aquí hay galletitas.
Los pájaros vinieron de todas partes. Se llevaron todas las galletitas en los picos y se fueron volando.
– Ahora no tenemos más galletitas que comer -dijo el sapo con tristeza-, ni siquiera una.
– Sí -dijo la rana- ¡pero tenemos mucha, mucha fuerza de voluntad!
– Te puedes quedar con toda, Rana -dijo el sapo-. Me voy a la casa a hornear un pastel.
(Harper & Row. Usado con permiso)
¡Esto muestra lo fuerte que es a veces nuestra fuerza de voluntad! El punto es este: ¿Qué hay en su vida que necesita dar a «comer a los pájaros?» ¿Qué necesita evitar? Tal vez necesite cambiar su trabajo porque una relación allí es incorrecta y lo está dañando. Esa es una medida drástica, pero quizás necesite hacer algo así para evitar cualquier cosa que lo esté tentando en este tiempo en particular. Usted sabe que ahora mismo no es lo suficiente fuerte para resistirlo.
Vamos a repasar los pasos para desarrollar el dominio propio que hemos expuesto hasta aquí: Admitir su problema; dejar atrás el pasado; contestar a sus sentimientos; comenzar a creer que puede cambiar; rendir cuentas a alguien; evitar las cosas que lo tienten. Ahora, hay un paso más, y este es el secreto para un dominio propio perdurable.
Dependa del poder de Cristo
Si quiere desarrollar el dominio propio, aprenda a depender del poder de Cristo para que le ayude. Gálatas 5:16 dice: «Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.» Nótese la secuencia en esta oración. Es muy importante. Deje que el Espíritu guíe su vida, ese es el primer paso, y usted no podrá satisfacer los deseos de la naturaleza humana. Fíjese que no dice que usted no tendrá esos deseos. La gente que tiene la plenitud del Espíritu todavía tiene los deseos de la carne. Solo dice que usted no los satisfará.
Por lo general tenemos la secuencia al revés. Lo que normalmente decimos es: «No soy lo suficientemente bueno para tener el Espíritu de Dios en mi vida. No soy digno de su dirección. Mi vida es un desorden. Una vez que me reponga, una vez que tenga este hábito controlado, entonces voy a ir a Dios y realmente viviré por él. Entonces voy a dejar que el Espíritu Santo controle mi vida… después que lo tenga todo ordenado.» Dios dice: «No, ese no es el orden.» Él no dice: «Arregla tu vida y luego yo te ayudaré.» Por el contrario, Dios dice: «Déjame entrar en tu vida. Deja que mi Espíritu Santo te controle mientras luchas con ese problema. Te ayudaré a cambiar.» La secuencia da un resultado increíble.
¿Qué pensaría si le dijera: «Primero voy a ponerme bien, y luego iré a ver al médico.»? Diría que estoy loco. Es una idea ridícula. «Primero voy a ponerme bien, y luego me tomaré la medicina.» Es absurdo, pero constantemente oigo a la gente decir cosas así. «Usted sabe, Rick, voy a dejar este mal hábito y luego asistiré a la iglesia. Voy a arreglar mi vida, y luego me entregaré a Cristo.» O: «Tengo un problema en mi vida, voy a esperar hasta que ese problema se resuelva, y entonces me voy a bautizar.» La verdad es que usted necesita a Cristo en su vida ahora para ayudarlo a resolver el problema. Él tiene el poder para ayudarlo a cambiar.
Oí a mucha gente decir: «No soy tan bueno para ser cristiano, ni siquiera voy a intentarlo.» ¡Bien! No lo intente, solo confíe. Ponga su confianza en Cristo y dependa de él para cambiar lo que no pudo cambiar. Y busque una iglesia donde pueda crecer. La iglesia es el hospital para los pecadores, no un hotel para santos. La iglesia es para la gente que está dolida. La iglesia es para la gente que no lo tiene todo ordenado, pero es lo suficientemente honesta para decir: «No somos perfectos, pero queremos crecer. Y estamos todos juntos en esto.»
Quizás usted diga: «Sé donde me falta el autocontrol, y sé que lo que estoy haciendo está mal, pero aun así me gusta hacerlo.» ¿Y qué? ¿Usted cree que eso sorprende a Dios? La Biblia dice que en el pecado hay placer durante un tiempo. ¿Qué significa esto? Significa que el pecado es divertido, por lo menos durante un tiempo. Ninguno de nosotros pecaría si de forma inmediata el pecado nos hiciera miserables.
Note que en Filipenses 2:13 dice: «Pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.» ¿No es este un gran versículo? Dice que Dios no solo nos hace querer hacer lo bueno, pero además nos da el poder para hacer lo que es bueno. Pero primero debe tenerlo a Él en su vida.
¿En qué esferas de su vida usted tiene problema para decir no? ¿Le cuesta trabajo decir no a la comida? ¿Le cuesta trabajo decir no a los gastos excesivos? ¿Alcohol? ¿Drogas? ¿Sexo ilícito? ¿Cigarrillos? ¿Le cuesta trabajo decir no a sus sentimientos? Quizás esté luchando en realidad con alguna adicción. Tal vez nadie más lo sepa, pero el Señor lo sabe. Y Él se interesa por usted. Pero lo mejor es que Él es capaz de hacer algo al respecto. ¿Se detendría ahora mismo para, en oración, pensar en estos siete pasos, y pedirle a Dios que lo ayude a comenzar el camino para el dominio propio?
El secreto del dominio propio es el control de Cristo. Si aún no lo ha hecho, pídale a él que tome ahora mismo el control de su vida. Luego, cuando enfrente tentaciones que son muy fuertes de resistir, recuerde que él está con usted y entrégueselas a él. Recuerde, ¡Cristo le da el poder para transformar su vida!