5. VIVA EN PAZ EN UN MUNDO DE TENSIÓN

Todos queremos tener tranquilidad mental. Ya sea una persona de negocios encarando presiones debido a las fechas límites en la oficina, un ama de casa tratando de dominar los hijos, o un estudiante tratando de pasar el semestre, todos quieren tener paz mental. Sin embargo, la mayoría de nosotros, si somos sinceros con nosotros mismos, tenemos que admitir que experimentamos más tensión que paz.

¿Qué tan familiarizado está con las tensiones? Le haré una pequeña prueba. Complete cada una de estas oraciones con la palabra apropiada:

Estoy listo a darme por…

Llegué al final de mi…

Soy un paquete de…

Mi vida se está…

Estoy hasta la…

Tengo deseos de renunciar al…

¿Cómo le fue? Si respondió vencido, cuerda, nervios, desmoronando, coronilla y género humano, en ese orden, califíquese con una A+. ¡Usted es un experto en el asunto de la tensión! La mayoría de nosotros repitió estos dichos tan a menudo que ya son parte de nuestra naturaleza.

La tensión es un factor desafortunado de la vida en nuestro mundo moderno. Todos están sufriendo de tensiones. Todos están tensos. Las estadísticas nos dicen que la gente en los Estados Unidos consume quince toneladas de aspirina todos los días. Las ventas de tranquilizantes son las más altas de todos los tiempos. Los libros sobre la paz de la mente se convierten al instante en best-seller.

Tanto estrés no es saludable, nos dicen. ¿Qué tiene esto de nuevo? Eso lo sabemos desde hace siglos. Hace casi tres mil años que Salomón escribió: «El corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos» (Proverbios 14:30). La Biblia tiene mucho que decir acerca del estrés, y mucho más acerca de su antídoto: la paz mental. Pero, ¿qué es la paz?


Usted necesita tres tipos de paz

La Biblia habla acerca de tres clases de paz. Primero está la paz espiritual. La paz espiritual es la paz con Dios. Romanos 5:1 dice: «En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.» Este es el fundamento. Tenemos que tener paz con Dios antes que podamos tener otra clase de paz. Espero que encuentre esa paz. Solo hay un camino, y es a través de Jesucristo (Juan 14:6).

Luego viene la paz emocional. La paz emocional es la paz de Dios. Primero debemos de tener paz con Dios; esa es la paz espiritual. Entonces podemos tener la paz de Dios, esa es la paz emocional. En esto es lo que pensamos la mayoría de nosotros cuando consideramos la palabra paz, un sentido interno de bienestar y orden.

Colosenses 3:15 dice: «Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo.» La palabra griega que aquí se traduce como gobierne solo se usa esta vez en la Biblia y significa «arbitrar». Este versículo dice que debemos permitir que la paz de Dios sea el arbitro en nuestras vidas. ¿Qué hace un arbitro? Mantiene la paz. Se asegura de que el juego se desenvuelva de manera tranquila y ordenada. Dios quiere darle un arbitro interno que lo mantenga en paz aunque todo parezca estar en caos.

¿Alguna vez oyó decir: «Necesito alejarme»? Tal vez usted mismo lo dijo. ¿Alguna vez estuvo tan cansado por la noche que su cuerpo cae a la cama rendido pero su mente sigue funcionando? Su mente va corriendo de un pensamiento a otro. Pues bien, sí puede alejarse. Hoy se puede ir a Tahití, pero si no tiene paz emocional, su mente seguirá corriendo en la playa de Tahití. Usted no puede huir. Necesita tanto la paz espiritual como la paz emocional.

Tercero, necesita paz relacional, o paz con otras personas. Esto es lo que la Biblia llama paz con los hombres. Romanos 12:18 dice: «Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.» La paz relacional reduce el conflicto.

Es seguro que estará de acuerdo conmigo en que las relaciones pueden ser fuente de tensión. Para la mayoría de nosotros, los problemas más grandes tienen que ver con la gente: llevarse bien con el jefe, la familia, los parientes. Con frecuencia debemos manejar los conflictos, la competencia y las críticas. Todo esto puede robar nuestra paz. Con cuánta desesperación necesitamos la paz espiritual, emocional y relacional. Pero, ¿en realidad podemos encontrar paz?


Entienda la promesa de paz de Dios

Mire lo que Jesús nos prometió en Juan 14:27: «La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se las doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.» Él dijo estas palabras justo antes de ir a la cruz.

La paz de Jesús es un don. No podemos trabajar por ella ni podemos ganarla. No podemos programarnos para ella. No podemos trabajar con ahínco para obtenerla. Es un regalo que simplemente aceptamos.

Él también dice que su paz es diferente de la que el mundo da. La paz mundial es una paz frágil. ¿Cuántos ceses de hostilidades tuvimos en los últimos dos años? Alguien calculó que en los últimos tres mil quinientos años el mundo tuvo doscientos ochenta y seis años de paz. La paz del mundo es temporal.

Por último, la paz de Dios no está relacionada a las circunstancias. La paz de Dios nos permite estar tranquilos en medio de los problemas. Ahora, ¿cómo obtenemos esta paz? A continuación hay cinco claves para adquirir la paz perfecta de Dios.


Obedezca los principios de Dios

Primero, si queremos paz, debemos obedecer los principios de Dios que se encuentran en su Palabra. Haga exactamente lo que dice la Biblia. El salmista dijo: «Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar… Con todo mi ser cumplo tus estatutos. ¡Cuánto los amo!» (Salmo 119:165, 167). Dios dice que la paz viene cuando vivimos en armonía con él, cuando hacemos lo que él dice que hagamos.

Hace poco compré un automóvil. En la guantera de un carro nuevo hay un manual para el dueño. Este manual me dice que si hago algunas cosas en ciertos momentos, obtendré un rendimiento mejor de mi carro.

La Palabra de Dios es su manual del dueño para la vida. Contiene principios de salud, finanzas, matrimonio, relaciones, negocios y mucho más. Usted puede pasar por alto estos principios, pero si lo hace, no tiene a quien culpar por sus problemas, excepto a usted. Si no obedece estos principios, no experimentará la paz. Así como un carro se desplaza mejor si sigue las instrucciones del diseño, su vida será mucho mejor si la vive de acuerdo al diseño de Dios tal y como se presenta en su Palabra. Es así de sencillo. Si quiere tener paz, obedezca los principios de Dios.


Acepte el perdón de Dios

Además, si queremos paz, debemos aceptar el perdón de Dios. ¿Qué significa perdonar? Quiere decir liberarse del castigo.

Para la mayoría de las personas, la culpa es el destructor número uno de la paz. Cuando nos sentimos culpables, nos sentimos obsesionados y perseguidos por nuestro pasado. ¿Qué si alguien se entera? ¿Qué si alguien ve el esqueleto en el clóset? Por eso es que leemos en el periódico acerca de personas que, treinta años después de los hechos, restituyen el mal que hicieron en aquel entonces. Dicen: «Viví en un infierno durante treinta años y lo tenía que sacar de mi mente.» La única forma de tener paz mental es tener una conciencia limpia, y solo Dios puede darla.

Miqueas 7:18 dice: «¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar.» Note que Miqueas dice que Dios está ansioso, deseoso e interesado, en borrar tus cuentas con él. Esa es su naturaleza. Le gusta perdonar. Alguien dijo que Dios tiene un borrador grande. La palabra de Dios nos dice: «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1:9). El perdón de Dios está disponible, así que si no tiene una conciencia limpia, obtenga una hoy.


Concéntrese en la presencia de Dios

Si queremos paz, debemos concentrarnos en la presencia de Dios. Debemos reconocer que Dios está siempre con nosotros, y debemos aprender a sentir su presencia. Isaías 26:3 nos recuerda fijar nuestra mirada en Dios: «Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía.» Tenemos la opción de concentrar la atención en nuestros problemas o en Dios, que tiene la solución. Corrie ten Boom, autora de Refugio Secreto, escribió: «Mientras más oscura sea la noche que nos rodea, más brillante y más verídica y más hermosa arderá la Palabra de Dios» (Guideposts, p.177, del original en inglés). Si mira al mundo, se angustiará; si busca adentro, se deprimirá; pero si mira a Cristo, descansará. En lo que se concentre será lo que determine su nivel de paz personal. Concéntrese en la presencia de Dios; Él está con usted y prometió que nunca le abandonará.

En la oficina de nuestra iglesia, los viernes por la tarde, a veces hacemos cosas tontas. Un viernes por la tarde estábamos jugando con puntos de tensión. ¿Usted sabe lo que son puntos de tensión? James Dobson habló de estos en su programa de radio, así que le escribimos para conseguir un juego. Son unos pequeños puntos sensibles a la presión que se colocan en la mano y sirven para medir la tensión nerviosa. De la misma forma que la adrenalina cambia en su sistema, los puntos cambian de color y muestran si tiene tensión. Estábamos experimentando con ellos para ver si podíamos afectar el nivel de tensión entre unos y otros. Recuerdo que dije: «¿No sería maravilloso tener señales internas con lucecitas que nos avisaran cada vez que dejamos de concentrarnos en el Señor? ¿O qué si tuviéramos una señal o una luz de aviso que nos indicara cuando no estamos en armonía con Dios?» Entonces me di cuenta que ¡sí tenemos luces de aviso! Se llaman tensión o estrés. Ponerse tenso es una clara indicación de que quitamos nuestros ojos del Señor y los pusimos en las circunstancias. Estamos mirando al problema en lugar de la solución. Ahora bien, cuando mira a un problema, se va a poner tenso. Pero trate de recordar que la tensión es la forma que Dios tiene para decirnos: «Organiza tu enfoque: mírame a mí.»

El salmista dice: «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia» (Salmo 46:1). Más adelante en el mismo capítulo él nos recuerda: «Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios» (Salmo 46:10). Estos versículos tienen un trasfondo interesante. No los escribió David, este salmo fue escrito durante el tiempo de Ezequías, muchos años después de la muerte de David. Senaquerib, el rey de Asiria, atacó la nación de Israel. Los soldados enemigos habían rodeado a Jerusalén, y los israelitas estaban nerviosos. Sabían que el peligro era grande, así que hicieron esta oración. Cinco minutos antes del mediodía, Dios mandó una plaga y murieron ciento ochenta y cinco mil asirios. Jerusalén estaba a salvo y todos estaban felices. Ese es el contexto de este salmo. Esto nos recuerda que Dios es nuestro refugio; él es nuestra fortaleza, no importa lo abrumadora que parezca nuestra condición. ¡Él es la ayuda siempre presente en momentos de dificultad!

Este salmo nos dice dos cosas sobre recibir la ayuda de Dios en tiempos problemáticos. La primera cosa es quedarse quieto cuando tenemos problemas. Allí, la palabra hebrea significa aliviarse, dejarlo ir. Se dice que la mayoría de nuestros problemas vienen de nuestra falta de habilidad para quedarnos quietos. ¿Cuándo fue la última vez que se sentó quieto y se concentró en el Señor? Pruébelo ahora mismo. Respire profundo, exhale, y concéntrese en la presencia de Dios que lo rodea. Haga esto de cincuenta a sesenta veces al día, cada vez que sienta que la tensión aumenta. Tome mini vacaciones mentales. Quédese quieto. La prisa es la muerte de la oración.

Además de decirnos que nos quedemos quieto, el Señor nos recuerda: Reconozcan que yo soy Dios. ¿Sabe que justo en el medio de un huracán o tornado hay un centro tranquilo, que se llama el ojo? De igual forma, aunque todo se deshace alrededor de usted, puede haber un centro tranquilo en su vida. Esté quieto y sepa. Obedezca los principios de Dios, acepte el perdón de Dios, concéntrese en su presencia, «y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:7).


Confíe en los propósitos de Dios

Si queremos experimentar la paz de Dios, debemos confiar en los propósitos de Dios. Aun cuando las cosas no tengan sentido, debemos confiar en los propósitos de Dios. Escuche lo que dice Proverbios 3:5-6: «Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él hará derechas tus veredas» (RVR 95). ¿Cuántos verbos usted ve en estos versículos? Hay cuatro de ellos. El primero es confía. Está seguido de no te apoyes, reconócelo y hará. Los primeros tres verbos se usan como mandatos: confía, no te apoyes y reconócelo. El cuarto verbo se usa para expresar una promesa. Dios dice: «Y él hará derechas tus veredas.»

Consideremos confiar por un minuto. ¿Ha notado que muchas cosas en la vida no tienen sentido? ¿Y siente que muchas de las cosas en la vida están fuera de su control? ¿Qué hace en estas situaciones? ¡Confiar! A decir verdad eso es todo lo que puede hacer. «No te apoyes» dice lo mismo. No trate de descifrar la vida por su cuenta. ¿No es verdad que siempre tratamos de hacer esto? Perdemos muchísimo tiempo y energía tratando de descifrar las cosas. Dios nos exhorta a solo confiar en él.

La mayoría de la gente se preocupa por dos problemas comunes: enfermedad y muerte. Todos encaramos enfermedades, y algún día todos moriremos. ¿Cómo puede tener paz cuando un ser querido está enfermo de muerte? ¿Cómo debo reaccionar cuando un amigo muere de repente? Dios me pide que confíe en él, que no trate de descifrar esto por mi cuenta.

Hay personas que me dicen en muchas ocasiones que cuando por fin dejaron de tratar de imaginar por qué Dios permitió que sucediera algo y comenzaron a confiar en él, entonces llegó la paz. Necesitamos aceptar el hecho de que no todas nuestras preguntas serán contestadas en esta vida.

Una de las lecciones que estoy aprendiendo de forma lenta es que no tengo que entender el porqué ni el cómo ni tampoco el cuándo Dios hace lo que hace, todo lo que tengo que hacer es confiar en él para experimentar su paz. Mientras me esfuerzo por arreglar las cosas, en realidad no estoy confiando en Dios y es probable que no tendré paz. Tenemos que confiar en Dios con nuestras vidas y con la vida de nuestros seres queridos.

El escritor de Proverbios nos insta a confiar en Dios y a no depender de nuestra propia prudencia. Luego nos recuerda que reconozcamos a Dios. Ahora, ¿qué quiere decir reconocer a Dios? Significa aceptar el hecho de que Dios controla soberanamente el universo, incluyendo la parte en que usted y yo vivimos. Debemos reconocer que Dios tiene el control y que él no comete errores. Un día de estos voy a predicar un sermón de las palabras o expresiones que nunca le oímos a Dios decir. Una de estas expresiones es ¡ah, ah! Dios nunca tiene que decir: «¡Ah, ah!», porque nunca comete un error. Todo lo que pasa en su vida encaja en el plan de Dios para usted. Él usa cada situación, hasta los problemas, angustias y dificultades que usted mismo se busca, para lograr su propósito en la vida suya. Él acomoda todo perfectamente en su plan y propósito para usted. Lo único que Dios espera de usted es que confíe en él sin tratar de descifrarlo todo. Reconozca que Dios lo domina todo.

Cuando hace esto, tiene su promesa de que él dirigirá su vida o como lo dice la versión NVI «y él allanará tus sendas» (Proverbios 3:6). Muchos de nosotros, cuando tratamos de dirigir nuestras vidas, seguimos caminos fortuitos llenos de indecisión, «¿debo hacer esto o aquello? ¿Debo ir aquí o allí?» La indecisión produce estrés. Pero si confiamos en el Señor, él dirige nuestras sendas y las hace rectas, no llenas de tensiones.

El apóstol Pablo aprendió esta lección. Él tenía paz porque sabía que Dios dirigía su vida. Aun cuando estaba encerrado en una prisión de Roma, pudo escribir: «He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez» (Filipenses 4:12). Luego nos dice el «secreto» aprendido: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (4:13). Note que esto fue algo que Pablo tuvo que aprender; no le llegó de forma natural, como tampoco nos llega a nosotros. Él aprendió a confiar en el Señor y a permitirle que guiara su vida por lo que estaba satisfecho, en paz. El lugar más seguro, el lugar más sereno para estar es en el centro de la voluntad de Dios.

Una de mis escenas favoritas en la Biblia es cuando Jesús y los discípulos están en un barco de pesca en el mar de Galilea y se presenta una tormenta. ¿Recuerda la historia? Se encuentra en Lucas 8:22-25, por si quiere revisar los detalles. Lo que me fascina es que Jesús pudiera dormir en medio de aquella furiosa tormenta. Sabemos que la tormenta era fuerte por la manera en que reaccionaron los discípulos. Recuerde, un grupo de ellos eran pescadores experimentados, habían pasado muchas tormentas. Pero les pareció que no podrían pasar esta. En el medio de esta tormenta y la conmoción en el bote, Jesús estaba profundamente dormido. ¿Cómo podía dormir? Porque sabía algo que los discípulos no sabían: él sabía que todo estaba bajo control. No parecía que lo estuviera, pero con solo una palabra de Jesús calmó la tormenta.

Pedro aprendió algo de este incidente sobre tener una buena noche de descanso. Unos años más tarde, el rey Herodes lo arrestó y lo encarcelaron para esperar la ejecución. La noche antes de matar a Pedro, Dios envió un ángel que lo rescató. Leemos sobre esto en Hechos 12. Fíjese que el ángel tuvo que darle a Pedro unas palmadas en el costado para despertarlo (v.7). ¡Pedro estaba durmiendo como un bebé! ¿Por qué? Porque confiaba en el Señor que dirigía su vida, ¡esto es paz, verdadera paz!


Pida la paz de Dios

Si queremos paz, debemos pedirla. De nuevo en Filipenses 4, Pablo nos dice: «No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús» (v. 6-7, énfasis del autor). Note el orden: primero oración y luego paz. Aquí hay una relación de causa y efecto. La oración es la causa, paz es el efecto.

Si no está orando, con seguridad se está preocupando. Y la preocupación es una emoción ¡tan inservible! La preocupación es lo opuesto a la paz, no pueden convivir. En inglés, la palabra preocupación (worry) viene de la palabra en alemán wergen, que significa «ahogar». Eso es lo que hace la preocupación, ahoga su vida. Jesús lo dijo al explicar la parábola del sembrador en Lucas 8. Observe sus palabras: «La parte que cayó entre espinos son los que oyen, pero, con el correr del tiempo, los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida, y no maduran» (v. 14). ¿Lo ve? «Ahogado por las preocupaciones de la vida.»

Cuando la presión aumente, no se asuste… ¡ore! La oración es un tremendo liberador de estrés. Puede ser su válvula salvadora. Cuando la presión aumente en su sistema y sienta que está a punto de explotar, abra la válvula salvadora de la oración. Convierta sus preocupaciones en oraciones.

Hace tiempo asistí a un seminario para controlar las tensiones y una de las cosas que aprendí es que todos necesitamos un oyente incondicional para descargarnos. «Háblele a su mascota» fue una de las sugerencias. El principio es válido: necesitamos un oyente incondicional para liberarnos; alguien que no se ponga nervioso a consecuencia de nuestra descarga; alguien que no piense menos de nosotros por lo que estamos diciendo. Pero hablar de corazón a corazón con un hámster no es el ideal de Dios. ¿Quién mejor que Dios para «depositar» nuestras quejas? Pedro usa esta imagen cuando dice: «Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes» (1 Pedro 5:7). ¡Deposítelo en el Señor! Dios no se va a «poner nervioso» por lo que le diga. Él ya sabe todo sobre usted y de todas formas le ama. El maestro del seminario tenía la idea correcta; pero no conocía a la persona apropiada para hablar. La oración, después de todo, es hablar con Dios. Dígale lo que tiene en su mente, qué le está atribulando y reconozca que él domina el universo, su vida inclusive. Pídale que satisfaga sus necesidades. Él puede hacer esto mucho mejor que una manada de hámsteres.

«No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí» (Juan 14:1). Usted no experimentará la confianza o la paz perdurable hasta que Jesucristo esté a cargo de su vida. La paz, recuerde, no es una vida sin problemas; es un sentido de calma en el medio de las tormentas de la vida.

¿Qué le está robando su paz hoy? ¿Es una culpa? Vuélvase a Dios para que lo perdone. ¿Es una preocupación? ¿Un cambio de trabajo? ¿Finanzas? ¿Cirugía mayor? ¿Una persona difícil? Usted puede hablarle a Cristo acerca de todas estas cosas o cualquier otra que le esté molestando. Se sentirá mejor al hacer eso, y recuerde, ¡Él puede hacer algo al respecto!

¿Cuál es su mayor temor? ¿Soledad? ¿Temor al fracaso? ¿Muerte? ¿Enfermedad? ¿Cambios? ¿Responsabilidad? Ore esta conocida oración, llamada la Oración de la Serenidad: «Señor concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia entre estas dos cosas.» El maravilloso resultado de su oración será la paz.

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