CAPÍTULO 17

– Ése es un misterio que todavía no he resuelto. -Filing meneó la cabeza-. Hace tiempo escuché que había habido una familia con ese nombre y que, de hecho, fueron los fundadores del pueblo, pero nunca entendí por qué no había ningún Colyton enterrado en la cripta.

Em se hundió en el sofá, con una expresión de decepción en la cara, pero entonces alzó la barbilla con firmeza.

– Tienen que estar en algún sitio.

Henry, que había estado estudiando en la mesa cuando ellos llegaron, abandonó los libros para sentarse al lado de Em en el sofá cuando estay Jonas comenzaron a relatar las deducciones de la señorita Hellebore y la subsiguiente búsqueda en la cripta. Entonces miró a su hermana.

– Pero los Colyton vivieron en el pueblo durante siglos, ¿no es así?

La joven asintió con la cabeza.

– Generaciones y generaciones de ellos.

Jonas, que estaba de pie al lado de Filing, tomó la palabra.

– Lo que sólo confirma lo evidente. Está claro que los restos de los Colyton tienen que estar en algún sitio. En alguna parte del pueblo, y más concretamente en alguna parte de la iglesia. Y el hecho de que no hayamos encontrado la tumba de ningún Colyton sin importar edad o género sugiere que, donde quiera que estén enterrados, están todos juntos.

Filing asintió con la cabeza.

– En efecto. Por desgracia yo llegué a esta diócesis después de la muerte de mi predecesor, así que no tuve oportunidad de hacerle preguntas con respecto a esta iglesia. -Se volvió hacia la habitación que usaba como estudio-. Os enseñaré lo único que he encontrado. Veamos si podéis sacar algo en claro de eso.

Acercándose a una librería, ojeó el lomo de los libros y extrajo un tomo muy viejo, con las cubiertas de cuero. Apartando a un lado las notas de Henry, Filing colocó el libro cuidadosamente sobre la mesa. Em, Jonas y Henry se agruparon en torno a ésta cuando él abrió el volumen, revelando unas gruesas páginas que se habían puesto amarillas con el paso del tiempo.

– Este es el libro en el que se anotan las defunciones del pueblo. La primera entrada corresponde al año 1453, y por lo que he observado, el registro ha sido llevado al día diligentemente a lo largo de los años…, tal como se supone que se debe hacer. -Pasó las páginas escritas a mano, algunas de su propio puño y letra y otras con una caligrafía más picuda-. Según vas retrocediendo en el tiempo… -Se detuvo y señaló una entrada.

Los demás se apiñaron a su alrededor.

– Colyton, James -leyó Em-. 1724. Causa de la muerte: tisis. Edad del deceso: 54 años. Sepultado en la cripta Colyton.

– Como es de suponer, hay más, muchísimos más Colyton registrados en el libro. -Filing pasó rápidamente las páginas-. Y eso es lo que dicen todas las entradas: «Sepultado en la cripta Colyton.» Pero allí no están.

Em miró a Jonas. Este negó con la cabeza e intercambió una mirada con Filing. A ninguno de ellos se les ocurría ninguna explicación.

Henry volvió a sentarse en su silla ante la mesa y, haciendo girar el viejo tomo hacia él, se puso a hojearlo. Em observó cómo su hermano pasaba cuidadosamente las páginas hasta llegar a la primera entrada. Pasó la hoja y se detuvo.

– Esta entrada -dijo, frunciendo el ceño-, dice cámara Colyton.

– Las criptas recibían a menudo el nombre de cámaras -dijo Filing encogiéndose de hombros-. Son sinónimos.

Henry levantó la mirada hacia él. Luego miró a Em.

– Pero ¿y si en realidad no fuera así?

Cuando Em frunció el ceño, Henry continuó apresuradamente, con la voz llena de entusiasmo.

– ¿Y si nos estamos haciendo un lío sólo porque el apellido de la familia es igual al nombre del pueblo? ¿Y si la cripta Colyton, en este caso cámara Colyton, no se refiere en realidad a la cripta de la iglesia de Colyton, sino a…?

– Un lugar diferente. -Jonas asintió con la cabeza, mirándolo con los ojos oscuros y brillantes-. Es muy posible que tengas razón. Tenemos más tumbas de las que podemos contar y los Colyton tienen que encontrarse en alguna parte, por consiguiente tienen que estar en alguna otra cripta.

– Déjame verlo. -Filing le quitó el libro a Henry y pasó más páginas con rapidez-. Aquí hay otra anotación con «cámara Colyton». Y otra. -Hojeó rápidamente las páginas-. ¿Dónde está el punto en el que cambia el nombre y el tipo de escritura? -Continuó hojeando las entradas escritas con diferentes tipos de letras, y luego se detuvo-. Sí, aquí está, aquí es donde en vez de «cámara Colyton» ponen «cripta Colyton». -Filing se enderezó-. Que ambas entradas estén escritas en el mismo libro sugiere que se trata del mismo lugar y que, esté donde esté, se encuentra en alguna parte de la iglesia.

– Y sea cámara o cripta, tiene que estar bajo tierra. -Jonas miró a Filing e hizo una mueca-. El acceso podría estar en la cripta de la iglesia, en una puerta que ahora esté oculta o una puerta que se encuentre en alguna otra parte de la iglesia.

– Lo que nos deja innumerables lugares donde buscar -respondió Filing haciendo otra mueca-. Podría estar en la rectoría, o incluso en la torre.

– Una puerta podría estar oculta tanto en la pared como en el suelo. Podría ser de madera o de piedra. -Jonas miró a Em-. Tendríamos que hacer una búsqueda exhaustiva en todos aquellos lugares donde podría haber una puerta oculta, pero sería mucho más fácil si pudiéramos encontrar la manera de limitar la búsqueda.

Em clavó los ojos en él durante un momento, como si estuviera asimilando todo lo que habían descubierto, y luego miró el libro de defunciones, todavía abierto ante Filing.

– Mi bisabuelo fue el último Colyton que vivió aquí, estoy segura de que está enterrado en el pueblo.

Filing asintió con la cabeza.

– Lo he revisado. Su entrada dice «cripta Colyton».

– Pero ¿en qué año murió?

Filing la miró fijamente, luego bajó la mirada al libro y pasó las páginas con rapidez.

– Aquí está.

Henry miró con atención por encima del hombro de Filing.

– 1759.

Em pasó la mirada de Filing a Jonas.

– Su entierro, ya que era el último Colyton de Colyton, debió de ser todo un acontecimiento en el pueblo. ¿Es posible que alguna de las ancianas con las que hablamos tenga la edad suficiente para recordarlo?

Jonas intercambió una mirada con Filing.

– La señora Smollet tiene años más que de sobra, pero no sé si recordará…

Filing negó con la cabeza.

– La otra anciana que podría saber algo es la señora Thompson. Son las dos personas más viejas del pueblo con diferencia. Y no hay nadie en los alrededores de la misma edad de ellas.

– Y sospecho -dijo Jonas- que apenas tienen la edad adecuada para nuestros propósitos.

Em asintió con determinación y se volvió hacia la puerta.

– Probaremos primero con la señora Thompson.

Jonas se puso tras ella.

Filing y Henry intercambiaron una mirada. Resultaba evidente que no les gustaba quedarse atrás. Fue Filing quien les llamó.

– No os olvidéis de volver luego y contarnos lo que hayáis averiguado.

Em le miró por encima del hombro.

– Por supuesto. Pero quizá tardemos un rato.


Em rezaba para que no fuera así, para que la señora Thompson, ágil y lista como una ardilla, recordara a la perfección el funeral de su bisabuelo y pudiera decirle dónde había sido enterrado, pero…

Como había esperado, no resultó tan fácil.

Encontraron a la señora Thompson en la casa detrás de la herrería, esperando a que llegara Oscar con una de las empanadas de Hilda para el almuerzo. Encantada con la visita, la anciana se sentó a la mesa para charlar con ellos del acontecimiento.

– Oh, recuerdo muy bien el día en que se celebró aquel entierro. -Con la mirada brillante y perdida en el pasado, la señora Thompson inclinó su cabeza gris-. Todo el mundo se puso su mejor ropa de luto para asistir al funeral… Todo el pueblo, por supuesto, pero también había gente de los alrededores. Yo tenía unos siete años, más o menos, pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

Em se inclinó hacia delante, con las manos entrelazadas.

– ¿Recuerda dónde enterraron el ataúd?

La señora Thompson la miró y luego negó con la cabeza.

– No, querida. Yo era demasiado joven para ir al funeral, y de todos modos la iglesia estaba abarrotada de gente. Pero… -Frunció el ceño, con la mirada distante otra vez mientras volvía la vista atrás en el tiempo-. Estaba fuera, jugando en el cementerio, así que sé que nunca sacaron el ataúd de la iglesia. -Centró la atención en Em-. Pensé que lo habían enterrado en la cripta, ¿no fue así?

Em esbozó una débil sonrisa.

– Eso creemos, pero estamos tratando de averiguar dónde exactamente. Podría estar en un lugar diferente de la cripta que se usa ahora.

– Ah. -La señora Thompson asintió con la cabeza como si entendiera a la perfección lo que Em quería decir-. Hace ya mucho tiempo de eso.

Jonas se levantó.

– Gracias por su tiempo, señora.

– Y por sus recuerdos -agregó Em, poniéndose en pie también. La señora Thompson se levantó para acompañarlos hasta la puerta.

– Bueno, no creo que les haya servido de mucha ayuda, pero si realmente quieren saber dónde está enterrado su bisabuelo, le preguntaría a la vieja señora Smollet. Ella debía de tener diez años o más por aquel entonces. Era una niña muy precoz, Eloisa Smollet. Siempre quería saber todo lo que ocurría a su alrededor.

La señora Thompson se detuvo en la puerta, miró a Em a los ojos y asintió con la cabeza.

– Vaya y pregúntele. Puede que ella no asistiera al entierro, pero es muy posible que sus hermanos mayores sí lo hicieran… Ellos habrían estado entre los vecinos del pueblo que presenciaron el acontecimiento. Y me apuesto mi sombrerito de los domingos a que Eloisa les sonsacó hasta el más mínimo detalle.

La señora Thompson volvió sus ojos brillantes hacia Jonas.

– Acuérdese bien de lo que le digo, si queda alguna persona viva que sepa dónde está enterrado el último Colyton de Colyton, ésa es Eloísa Smollet.


Se detuvieron a comer algo rápido en la posada. De mutuo acuerdo evitaron hablar de los últimos acontecimientos con nadie, en especial con las gemelas. Tampoco le dijeron nada a Issy, pero Em le susurró a Jonas al oído que era mejor de ese modo.

– Issy no sabe disimular, y las gemelas son, sencillamente, demasiado perspicaces. En cuanto perciban que Issy les oculta algo, intentarán sonsacárselo, y entonces vendrán corriendo detrás de nosotros.

La actitud protectora que acechaba tras la tranquila fachada de Jonas -que confiaba en poder encargarse de la seguridad de Em durante la búsqueda siempre y cuando no añadiera a las gemelas a la ecuación, pues conllevaría vigilar en tres direcciones a la vez-hizo que estuviera totalmente dispuesto a guardar el secreto por su propio interés.

En cuanto pudieron desaparecer de la vista sin despertar una indebida curiosidad, Jonas, acompañado de Em, condujo el cabriolé, tirado por los castaños, por el sendero del bosque hasta Highgate.

Basil había salido, pero la vieja señora Smollet aceptó recibirlos. La encontraron en la salita, con una labor medio olvidada en su regazo.

La mujer esbozó una sonrisa al ver a Em.

– No me he encontrado demasiado bien durante los últimos días, así que no he podido bajar al pueblo. ¡Venga! -Le lanzó a Em una mirada expectante-. ¿Puede contarme los últimos cotilleos?

Em sonrió y la complació. Jonas se enteró de que una de las sobrinas de Hilda salía con el hijo de Thompson, y que la esposa de uno de los campesinos de Dottswood esperaba otro hijo.

No era el tipo de cosas que Jonas quisiera saber, pero por las alegres inclinaciones de cabeza de la señora Smollet, ese tipo de delicados cotilleos era exactamente lo que la anciana quería oír.

Finalmente, Em dirigió la conversación hacia su búsqueda.

– Estamos intentando localizar la tumba de mi bisabuelo. Sabemos que usted no era más que una niña cuando lo enterraron, pero pensamos que quizá podría recordar algo y…

Fue justo la manera correcta de expresar la petición. La vieja señora Smollet pareció resplandecer.

– Oh, sí… lo recuerdo muy bien. Fue uno de los entierros más multitudinarios que he visto nunca. Incluso recuerdo a su bisabuelo… era un anciano muy distinguido. Todo el mundo lo conocía y él conocía a todos. Acudió todo el condado a presentar sus respetos.

Em se inclinó hacia delante.

– ¿Sabe algo más sobre el entierro? Comprendo que usted no pudiera acudir, pero…

La señora Smollet no necesitaba más incentivo.

– Acudí a la iglesia, pero en esa época las mujeres no podían presenciar los entierros. -Inspiró por la nariz con un gesto despectivo-. Mis dos hermanos, que eran mayores que yo, estaban entre los portadores del féretro. Eran más de los usuales por la cantidad de escalones que había que bajar.

– ¿Los escalones hasta la cripta? -preguntó Jonas,

La señora Smollet asintió con la cabeza.

– Suponía un gran esfuerzo tener que cargar el ataúd de una persona tan corpulenta por unos escalones tan estrechos y empinados, todos esperamos en la iglesia mientras lo bajaban. Mis hermanos me contaron más tarde que resultó muy duro. El viejo señor Colyton fue enterrado en el mausoleo familiar, o eso me dijeron. -Frunció el ceño. Em la imitó, pero antes de que pudiera preguntarle a la anciana, la señora Smollet continuó-: Es algo que siempre me ha intrigado. Mi intención era obligar a mis hermanos a que me enseñaran dónde estaba ese mausoleo, porque a la semana siguiente bajé con Mitzy Walls a buscarlo y no pudimos encontrarlo. -Miró a Jonas-. Y jamás comprendí lo que mis hermanos habían querido decir con eso de que les resultó muy duro bajar el ataúd por el segundo tramo de escaleras.

A Jonas se le detuvo el corazón. Por la expresión perpleja de Em cuando le miró, supo que ella no había comprendido las palabras de la anciana. Él buscó su mirada y le recordó:

– Sólo hay un tramo de escaleras para bajar a la cripta.


Se despidieron de la señora Smollet tras agradecerle efusivamente que hubiera compartido sus recuerdos con ellos, y volvieron deprisa a la rectoría.

Filing y Henry soltaron los libros de inmediato y, junto con Em y Jonas, se dirigieron corriendo a la iglesia. Joshua cogió la llave de la cripta y bajó los escalones con Henry pisándole los talones. Jonas se quedó atrás y le indicó a Em que bajara primero. Luego recorrió la iglesia con la mirada, escrutando las sombras antes de seguirla.

Hadley debía de haber vuelto a la posada para almorzar. Había dejado el caballete apoyado en una esquina; no parecía que fuera a volver pronto. A Jonas le pareció que era mejor así. Cuanta menos gente supiera que la iglesia podía albergar un tesoro, que incluso podía estar en el mausoleo de los Colyton, mejor.

Filing encendió la linterna y la colocó en el gancho del techo.

– Un mausoleo, cámara o cripta que parta desde aquí y que para acceder haya que bajar otro tramo de escaleras.

– La iglesia está sobre la cima de una colina de piedra caliza -indicó Jonas-. Así que la cámara podría estar bajo ella en cualquier dirección.

Sin dejar de escudriñar las paredes, se reunieron en el centro de la estancia. La cripta estaba excavada en la montaña. El techo estaba sin labrar y tenía impresas las marcas de las palas y los azadones, pero las paredes habían sido cubiertas por muros de piedras y ladrillos para formar nichos, cámaras y panteones para las tumbas. La mayor parte de la roca original había desaparecido tras aquellos muros, muchos de los cuales estaban ricamente decorados.

Localizar una puerta oculta entre aquellas innumerables estructuras no iba a resultar fácil, ni mucho menos una tarea rápida.

Pero Jonas sabía sin ninguna duda que aquello no les desanimaría; al contrario, ese último obstáculo sólo suponía un desafío mayor. La cripta tenía forma rectangular.

– Será mejor que cada uno busquemos en una pared.

Los demás asintieron con la cabeza. Em se acercó a la pared norte, Jonas se giró y reclamó la que daba al sur. Filing fue al oeste, y Henry al este.

El silencio cayó sobre la cripta mientras buscaban.

Al principio, Em se dedicó a dar golpecitos en la pared, esperando oír alguna diferencia de sonido, pero pronto se dio cuenta de que los diferentes tipos de piedra que golpeaba emitían sonidos distintos, por lo que no podía saber si había un pasaje secreto tras esa pared. Después, recurrió a tirar y empujar cada ladrillo, cada roseta, cada ménsula profusamente adornada, y luego a golpear el mortero con un pedazo de vidrio roto que había encontrado en el suelo.

Había empezado por la esquina noroeste. Después de lo que le pareció una eternidad sin que apenas hubiera avanzado tres metros, echó un vistazo a su alrededor y se sintió aliviada al ver que los demás no habían avanzado mucho más que ella.

Volvió a prestar atención al siguiente nicho que debía investigar, continuando con su riguroso examen. Para su sorpresa, no le resultó demasiado difícil concentrarse en la tarea y contener la impaciencia. Además de la naturaleza intrépida, su parte Colyton poseía una cierta tenacidad, una determinación que no consentía que se desanimara ni se rindiera ante las circunstancias adversas.

Cuando se enderezó y se estiró para aliviar la espalda, miró a los demás. No le sorprendió ver a Henry tan absorto en la tarea como ella, pero Jonas y Filing estaban igual de concentrados, tan ciegos y sordos a todo lo demás, mientras examinaban con atención las secciones que les habían tocado.

No obstante, tal devoción no debería sorprenderla. Jonas quería casarse con ella, y había hecho suyos sus problemas. Y supuso que Filing la ayudaba por los mismos motivos: Una vez que hubieran encontrado el tesoro, Issy tendría libertad para casarse con él.

Se volvió hacia la pared norte y dio un paso hacia la derecha, hacia la siguiente construcción de piedra que tenía que examinar, un nicho con un arco que enmarcaba una estatua de un ángel encima de una tumba. La observó durante un momento. Luego retrocedió tanto como pudo y, con la cabeza inclinada, estudió el nicho y el ángel. Había algo que no cuadraba.

Em frunció el ceño.

El nicho era mucho más grande que los demás. Echó un vistazo a su alrededor, confirmando que era verdad. La parte superior del arco estaba a más de dos metros del suelo. Sin embargo, la parte más alta del ángel -la parte superior de las alas- no alcanzaba dicha altura, sino que quedaba algo más abajo, como a un metro sesenta. El nicho era también más profundo que los otros -casi un metro-, tanto que las sombras ocultaban la pared detrás del ángel. La composición del conjunto parecía incorrecta, como si el nicho fuera demasiado grande para la figura que contenía.

La joven miró al ángel y se inclinó para leer la inscripción de la tumba -que por el tamaño era de un niño- que formaba la base de la estatua. «Fortemain.»

Se volvió y miró al otro lado de un estrecho pasillo la enorme e imponente tumba contra la que había chocado antes, justo enfrente del nicho. La inscripción todavía era clara y pulcra: sir Cedric Fortemain.

Revisó las fechas, confirmando que lo más probable era que se tratara del abuelo de sir Cedric. Observó las tumbas circundantes que se extendían por el suelo de la cripta. Todas pertenecían a los miembros de la familia Fortemain. En contraste, en la pared del nicho, había Bingham a un lado y Edgar al otro. Volvió a mirar al ángel y murmuró:

– ¿Qué estás haciendo aquí?

Siguiendo un impulso, Em se dio la vuelta y, de espaldas al ángel, estudió las tumbas de los Fortemain. Observó que había un lugar donde debería haber estado aquel ángel, un espacio vacío entre el pie de la tumba de sir Cedric Fortemain y la siguiente. Comprobó con rapidez la inscripción de esa última tumba que indicaba que pertenecía a su esposa, y que, según las fechas, el niño que había sido enterrado en la tumba del ángel debía de ser uno de sus descendientes.

Em se volvió hacia el ángel.

– Deberías estar con ellos.

Filing la oyó. Em le vio alzar la cabeza por el rabillo del ojo, pero como ella no dijo nada, él continuó con su búsqueda.

La joven se acercó al ángel y lo estudió con el ceño fruncido. Tenía que averiguar qué había detrás de la figura, pero aunque ésta no era muy alta, pasar junto a una de las alas sería una tarea un tanto difícil, pues había muy poco espacio.

Pero ella era una Colyton. Contuvo el aliento, agarró con fuerza el pedazo de vidrio roto y, tras soltar el aire, se metió debajo del ala, se retorció y apretó y, finalmente, consiguió pasar al otro lado. Respiró hondo, rogando porque el pelo no se le hubiera llenado de telarañas tras haber pasado por debajo del ala, y le dio la espalda al ángel.

Estaba ante la pared trasera del nicho.

Y tenía una placa de piedra llena de polvo a la altura de los ojos, justo delante de la cara.


COLYTON


Em no podía respirar, no podía moverse, sólo se quedó mirando fijamente aquella placa.

Entonces, cogió aire lentamente para gritar, y descubrió que se le habían quedado paralizadas las cuerdas vocales.

Recordó que llevaba un pedazo de vidrio roto en la mano. Miró a la izquierda y a la derecha, y vio una línea de piedras que bordeaban la cara posterior del arco. El resto de la pared también era de piedra pero seguía un patrón diferente, en horizontal, y tenía una placa en el centro de lo que parecía ser una puerta. Contuvo el aliento y, con el trozo de vidrio afilado, rastreó una línea de algo que parecía mortero entre el borde de las piedras del arco y lo que ella pensaba que era la puerta… El filo cortante se deslizó con facilidad. Hasta el final. Cuando lo sacó, estaba lleno de polvo y había dejado una línea hueca entre ambas superficies.

– Lo he encontrado -murmuró. Entonces vio una enorme telaraña a un lado. Apretó los dientes y alzó un pliegue de la falda para apartarla rápidamente. Detrás apareció el ojo de una cerradura.

Em se aclaró la garganta y alzó la voz casi con desesperación.

– ¡Lo he encontrado!

Hubo un segundo de silencio.

– ¿Dónde estás? -gritó Henry.

– Detrás del ángel. -Em volvió a retorcerse hasta que logró ponerse de cara al ángel. Metió la mano debajo del ala y la agitó-. ¡Aquí!

– Santo Dios -dijo Jonas mirando por encima de las alas. Filing apareció detrás de él y también echó un vistazo. Em señaló detrás de ella.

– La pared de este nicho es en realidad una puerta y hay una placa donde está grabado el apellido Colyton.

– Pensé que era el nicho del ángel. -Filing parecía perplejo. Jonas se agachó al pie de la estatua.

– Esta figura se puede mover. De hecho, ha sido desplazada, aunque no recientemente.

Em se removió con inquietud y les aclaró:

– Es un Fortemain. Debería estar allí, entre sir Cedric y su esposa, puesto que era su hijo. Este sir Cedric murió dos años después de mi bisabuelo. Debieron de mover la estatua para meter el ataúd en la tumba y…

– Y luego se olvidaron de volver a poner el ángel en su lugar. -Filing se había acercado a comprobar las fechas en las tumbas de los Fortemain-. Tienes razón.

Em no tenía ninguna duda al respecto.

– Y como no se volvió a enterrar a ningún Colyton aquí, pues mi bisabuela ya había fallecido y todos sus hijos murieron lejos del pueblo, nadie pudo darse cuenta de que el ángel estaba colocado fuera de su lugar.

– Bloqueando la entrada de la cámara Colyton. -Jonas puso las manos en la base de la estatua-. Llevemos el ángel al lugar correcto. Em, quédate dónde estás.

Em hizo lo que Jonas le ordenaba y les ayudó empujando la pesada estatua hasta que sobresalió un poco del pedestal. Luego la trasladaron de vuelta a su lugar correspondiente.

Después se volvieron hacia la puerta ahora visible. Henry se acercó a ella y leyó la inscripción de la placa, luego miró la puerta y empujó

– Está cerrada con llave. -Lanzó una mirada a Filing-. ¿Tienes la llave?

– La única llave que tengo es ésta -dijo Filing sacando la llave de la cripta del cinturón, donde la había enganchado, para entregársela a Henry-. Pruébala.

Em, que estaba al lado de Jonas, observó con una mezcla de emociones, cómo el último varón Colyton deslizaba la llave en la cerradura.

Henry intentó girarla y frunció el ceño.

– Encaja en la cerradura, pero está atascada.

Jonas comenzó a moverse pero luego se quedó quieto. Esperando.

Henry hizo girar la llave con un sonido chirriante y con un gran esfuerzo consiguió que diera la vuelta.

– ¡Ya está! -Alzó la mirada a la puerta y la empujó, primero con la mano y luego con el hombro. La hoja cedió unos centímetros hasta que se detuvo.

Jonas dio un paso adelante y apoyó ambas manos por encima del cerrojo.

– A la de tres -le dijo a Henry-. ¡Una, dos y… tres! Jonas y Henry empujaron la puerta a la vez y ésta rechinó, chirrió y se abrió. Jonas dio un paso atrás mientras Henry seguía empujando.

Em esperaba percibir un olor rancio, pues la cámara llevaba décadas sellada, pero sólo salió un chorro de aire frío del interior, Jonas intercambió una mirada con Filing.

– La cámara debe de estar conectada con uno de los pasadizos subterráneos.

Filing asintió con la cabeza.

– De hecho, me sorprende que la propia cripta no esté conectada. Quizá lo estuviera en algún momento, antes de que el pasadizo de conexión se transformara en la cámara Colyton y fuera sellado.

Henry había abierto la puerta del todo, y se detuvo en el umbral. Em se unió a él mientras Jonas iba a coger la linterna del gancho; luego se acercó a ellos sosteniéndola por encima de sus cabezas para iluminar la cámara al otro lado de la puerta.

Al instante comprendieron por qué los hermanos de la señora Smollet se habían quejado tanto; los escalones de piedra que conducían abajo estaban tallados en la roca, y las paredes y el techo de la cámara estaban tan cerca que apenas quedaba espacio suficiente para que dos hombres adultos pudieran trasladar un ataúd de gran tamaño por aquellos escalones empinados.

La caverna que había más abajo se tragaba la luz de la linterna, que apenas lograba iluminar las fantasmales formas de las tumbas más cercanas a los escalones, e insinuar la existencia de otras más al fondo.

Filing miró a Henry.

– Tú eres el más rápido. Hay otra linterna en la sacristía.

Henry asintió con la cabeza, se giró y, con la cara encendida, salió corriendo por la cripta y subió estrepitosamente las escaleras.

No tardó más de un minuto en regresar con otra linterna en la mano.

Filing la cogió.

– Esto explicaría ese último verso de la rima -comentó mientras la encendía-. «Una caja que sólo un Colyton abriría.» -Señaló la puerta de piedra con la cabeza-. Por tradición, la puerta de esta cámara sólo se abriría por un Colyton, o más bien para un Colyton. Ya fuera para enterrar a uno o para los miembros de la familia que quisieran visitar a sus muertos.

– No es un mal lugar para esconder un tesoro familiar -dijo Jonas.

Em asintió con la cabeza. El nudo que se le había formado en el estómago contenía una mezcla de temor y excitación. Había soñado durante tanto tiempo que encontraría el tesoro, que lo tendría en sus manos…, que se había embarcado en aquella búsqueda para dar con él… y allí estaba, en el umbral de la cámara Colyton, a punto de resolver la última parte del acertijo. Apenas podía respirar por la sensación de ansiedad que fluía en su interior.

Filing le devolvió la primera linterna a Jonas.

– Será mejor que nos llevemos las dos, no es necesario que dejemos una aquí.

Jonas asintió con la cabeza.

– Por el tamaño que parece tener la cámara Colyton, necesitaremos las dos.

Filing y Jonas miraron a Em y aguardaron. La joven deslizó la mirada por la cripta de sus antepasados; no importaba lo mucho que deseara entrar allí, la cámara seguía estando muy oscura. Le indicó a Jonas que fuera delante de ella.

– Ilumina el camino.

El pasó junto a ella y empezó a bajar las escaleras. Em se alzó las faldas y le siguió.

La cripta Colyton, cámara o mausoleo, como quiera que se llamase, era enorme, de hecho era más grande y, desde luego, más espaciosa que la cripta de la iglesia donde las tumbas eran más recientes y estaban apretujadas, pero aquí estaban bastante espaciadas y bien proporcionadas. Muchas tenían doseles ornamentados. Eran tumbas grandes, de tamaño normal, incluso para los niños.

Henry y Filing habían bajado la escalera tras Em. Los cuatro avanzaron silenciosamente por los estrechos pasillos que había entre las tumbas.

– ¿Qué es lo que buscamos? -susurró Henry.

– Una caja -respondió Em en el mismo tono bajo; parecía lo más apropiado-. Un recipiente que pueda albergar un tesoro.

Jonas la miró.

– ¿Sabes qué tamaño puede tener la caja en cuestión?

La joven negó con la cabeza. Se detuvo y examinó la estancia, contando mentalmente; debía de haber más de cien tumbas en ese espacio.

Jonas expresó en voz alta lo que ella estaba pensando.

– Llevaría semanas abrir y buscar en todas las tumbas. ¿Tienes alguna idea de en cuál podría estar el tesoro?

Apoyando la mano en la tumba de uno de sus antepasados, Em recordó todo lo que sabía y había escuchado sobre el tesoro y la rima.

– Se supone que crearon la rima a principios del siglo XVI, así que el Colyton que guardó el tesoro tiene que ser de esa época, o antes. Pero… -Hizo una mueca, como siempre había un «pero»- no hay nada que sugiera que el tesoro, probablemente guardado en algún tipo de caja, esté relacionado con alguna tumba en particular.

Filing estaba examinando la cripta.

– Sugiero que primero busquemos una estructura semejante a una caja, ya forme parte de una tumba o no. Si esa búsqueda resulta infructuosa, entonces nos plantearemos cuáles abrimos primero.

Em, Jonas y Henry se mostraron conformes. Se dividieron en dos parejas, cada una con una linterna, e iniciaron la búsqueda desde el centro de la cámara. Jonas y Em se encaminaron a un extremo de la cripta, mientras que Filing y Henry se dirigían al otro.

Al llegar a la última tumba, Em y Jonas observaron que la cripta se extendía un poco más allá. Jonas levantó la linterna y miró con atención.

– Hay otro túnel en este lado… Es probable que conduzca a otra caverna. -Lanzó una mirada a Em-. Eso explica que el aire sea relativamente fresco. Esta zona tiene una red de túneles.

– Hay otro túnel por allí. -La voz de Henry les llegó desde el otro lado.

El joven señalaba una zona más oscura en la pared, frente a las escaleras.

– Según mis cálculos -les dijo Filing suavemente-, todos los Colyton registrados en el libro de defunciones están aquí dentro. Hay muchas zonas que aún no hemos visto, así que dudo que tengamos que buscar en otro lugar.

Jonas le indicó por señas que le habían escuchado. Em y él concentraron su atención en las tumbas que tenían alrededor. Buscar posibles cajas no era una tarea fácil. Todas las tumbas tenían grandes proporciones y montones de piezas incorporadas en su construcción. En esencia, cada tumba era un conglomerado de formas rectangulares enterradas bajo una efigie de piedra ricamente decorada. Tenían que examinarlas minuciosamente para comprobar si cada sección semejante a una caja era una parte fundamental de la tumba o un cofre que pudiera albergar el tesoro.

Era un trabajo lento, y más teniendo en cuenta que sólo contaban con la luz de dos linternas. Sólo podían explorar de una manera eficaz dentro del círculo de luz. Más allá, las sombras arrojadas por las enormes y antiguas tumbas cubiertas con doseles o por los panteones ricamente ornamentados, se tragaban la luz.

Finalmente, Em se detuvo. Aunque no había nada en las leyendas de la familia que sugiriera que el tesoro estuviera relacionado con la tumba de un Colyton, tampoco había nada que dijera lo contrario. Miró a su alrededor.

– Voy a ver si encuentro algo en las tumbas más antiguas.

Absorto con una de las estructuras más grande, Jonas asintió con la cabeza.

Él había colocado la linterna en la parte superior de una tumba. Em echó un vistazo a su alrededor, comprobando hasta dónde se extendía el círculo de luz. Se alejó todo lo que pudo para revisar las fechas de las quince tumbas circundantes. Eligió una con la figura de un ángel y la estudió con detenimiento.

Cuando hubo examinado todas las tumbas que la rodeaban y regresó junto al ángel, sus ojos ya se habían acostumbrado a las sombras. Aunque todas las tumbas que había comprobado databan de los siglos XVI y XVII, la siguiente sección un poco más allá del ángel parecía diferente. En primer lugar, la mayoría de las efigies eran más sencillas, más estilizadas; poseían un estilo totalmente diferente a las que ya había examinado.

Se acercó allí en silencio, buscando las fechas. Algunas estaban grabadas en placas de piedra, pero otras permanecían ocultas bajo la escultura, por lo que era más difícil verlas. Tenía que limpiar el polvo que las cubría para poder distinguir Jo que había escrito.

Ahora que estaba más lejos de la linterna, Em utilizó las yemas de los dedos para interpretar las letras y números; cuando se dio cuenta de que tumba estaba examinando, sintió que un estremecimiento de excitación la atravesaba. Era la de Henry William Colyton, que había sido capitán de barco y había muerto en 1595

– Jonas -dijo con voz temblorosa; luego alzó la voz-. Trae la linterna, creo que ésta es la tumba del Colyton que guardó el tesoro.

Aunque había elevado el tono de voz, ésta apenas había sido un susurro, Jonas la oyó, pero Henry y Filing, en el otro extremo de la cámara, no la habían escuchado.

Jonas se enderezó y cogió la linterna, luego se abrió paso entre las tumbas hasta donde estaba ella.

Em dio una palmada a la figura de la efigie que había en la parte superior de la tumba.

– Es él, estoy segura. -La excitación burbujeaba en su interior, la sangre corría rápida en sus venas.

Bajo la luz de la linterna, Jonas leyó la inscripción que Em había limpiado. Puso la linterna en el suelo y la miró.

– Esta tumba es más sencilla que las otras. No tiene tantas secciones que comprobar. -Pero se inclinó y comenzó a examinar la figura yacente y el resto de la tumba, que tenía una tapa rectangular sin resquicios ni partes desmontables.

Em comprobó la efigie, intentando mover la Biblia de piedra que reposaba sobre el pecho del hombre, luego empujó el bloque de piedra que había debajo de la cabeza, sin resultados.

Jonas se incorporó y miró la parte superior de la tumba. Se acercó a los pies de la misma y puso las manos en una esquina. Se inclinó y empujó con fuerza, pero la pesada piedra no se movió. Se enderezó.

– Tenemos que avisar a los demás y buscar una palanca.

Em frunció la boca. Repitió la rima mentalmente, preguntándose si el tesoro podía estar realmente dentro de una tumba. No le parecía bien abrir una tumba, en especial de uno de sus antepasados; seguramente la esposa Col y ton que había escondido el tesoro habría pensado lo mismo.

Em frunció el ceño y levantó la mirada, observando la tumba siguiente. La efigie era de una mujer.

– Espera. -Em se acercó a la tumba de la mujer. Limpió el polvo y leyó la inscripción, con más facilidad ahora que tenía la luz cerca-. Sí -susurró, inspirando profundamente-. Esta es la de su esposa, la mujer del capitán. -Miró a Jonas-. Fue a ella a quien se le ocurrió la idea de guardar el tesoro en vez de gastar el dinero en más barcos y aventuras.

Jonas se acercó a su lado.

– En ese caso… -Jonas se agachó y comenzó a examinar la base de la tumba.

Em miró la efigie, preguntándose si guardaba algún parecido con aquella antepasada tan lejana. Se acercó a la cabeza de la figura, presiono y empujó los laterales del reposacabezas en forma de caja, pero no se movió.

La mujer era más baja que su marido. Em bufó interiormente, pues la corta estatura era uno de los rasgos Colyton que ella había heredado. Los pies de la mujer descansaban sobre otra caja de piedra, necesaria para equilibrar la posición de la efigie en la parte superior de la tumba. Acercándose hasta allí, Em colocó las manos en las esquinas de la caja y, como las veces anteriores, presionó y empujó.

La caja se movió. No mucho, sólo unos milímetros. Conteniendo la respiración, casi sin poder creérselo, dio un paso atrás y examinó con atención la caja. Observó que había aparecido una rendija entre los pies de la efigie y un lateral de la caja.

Era una caja de verdad, una que se podía sacar de allí.

– Creo que es esto. -Le temblaba la voz. Se sentía mareada, aturdida y tan excitada que apenas podía mantenerse en pie.

Jonas se acercó a ella. La joven le señaló la caja, tocándola con la punta de un dedo.

– Creo que puede extraerse -susurró con un hilo de voz que él logró oír.

Jonas miró la caja con el ceño fruncido.

– Tiene unas palabras grabadas.

Se acercaron un poco más y se detuvieron uno al lado del otro a los pies de la tumba. Em observó cómo Jonas limpiaba con el puño de la camisa -ahora prácticamente inservible- el polvo de la superficie.

Leyeron las palabras. Em las resiguió con el dedo, sólo para asegurarse.

– «Aquí yace el futuro de los Colyton.»

– Muy apropiado -murmuró Jonas-. Cualquiera que desconociera la existencia de la rima y el tesoro, supondría que se trata de la tumba de un bebé que tal vez había nacido muerto, dado que no hay fechas y ésta es una cripta privada.

– O puede que se refiriera a ella. -Em señaló con la cabeza a su antepasada-. Tal vez quiera decir que ella era el futuro de los Colyton y que murió antes de tiempo.

– Cierto. -Jonas le dio un leve codazo-. Pero nosotros… sabemos la verdad. Vamos a comprobarlo.

Agarrando la caja por los lados, tiró de ella con fuerza y consiguió moverla un poco más.

Em miró con atención el hueco que quedó entre los pies de la efigie y la caja.

– Tiene hendiduras esculpidas.

Jonas gruñó. Giró la caja de lado para cogerla mejor y tiró de nuevo, haciendo que se deslizara lentamente hacia delante para que fuera más fácil cogerla. Se detuvo antes de hacerlo y miró a su alrededor. Dio un paso atrás. Se inclinó y, sacando la caja de la tumba, la cogió con esfuerzo, pero logró dar media vuelta y dejarla sobre la parte superior plana de la tumba que tenía detrás,

– ¡Demonios! ¡Cómo pesa!

Filing y Henry oyeron el golpe y levantaron la mirada.

Em les hizo señas con las manos.

– Creemos que la hemos encontrado.

La excitación contenida hizo que su voz sonara más aguda. Apenas podía estarse quieta y tenía el estómago revuelto. ¿Y si en la caja no había más que piedras? ¿O peor aún, huesos?

Em apartó aquel perturbador pensamiento de la cabeza y respiró hondo cuando Henry y Filing se acercaron a ellos con rapidez.

Mientras su hermano y el párroco proferían exclamaciones sobre la caja, preguntando dónde estaba, Em sintió la mirada de Jonas clavada en ella, La joven lo miró sin decir nada. Cuando él arqueó una ceja de manera inquisitiva, se las arregló para esbozar una débil sonrisa y murmurar:

– Estoy bien.

Cruzó los brazos y se los frotó. No tenía frío, pero… Se volvió para mirar la caja.

– ¿Creéis que podremos abrirla?

Tras acercar una linterna, los tres hombres pasaron los dedos por la caja y apretaron distintos puntos, una cara después de otra.

– Aquí hay una especie de cerradura. -Henry señaló uno de los laterales-. Es de piedra… de hecho está incrustada en la caja. Como si fuera uno de esos rompecabezas chinos.

Ninguno de los demás podía verlo, pero al poco rato sonó un clic, y Henry se enderezó.

– Ya está. -Miró a Em.

Ella asintió con la cabeza.

– Venga…, ábrela.

Era más fácil decirlo que hacerlo. Aunque debería poder abrirse con facilidad, los goznes de la pesada tapa parecían estar pegados. Jonas y Filing intentaron ayudarle, pero fueron incapaces de levantarla.

Filing dio un paso atrás.

– La tapa está adherida a la caja por el tiempo transcurrido. -Conseguiremos abrirla -dijo Jonas-. Aunque no sin la ayuda de una palanca.

Miró a Em, y vio que ella observaba la ranura de la tapa con el ceño fruncido.

– Es muy estrecha. -Levantó la mirada hacia su cara, la de ella estaba pálida-. ¿Tenéis algo que podamos introducir en la ranura?

Henry, Filing y Jonas rebuscaron en los bolsillos. Lo único que podría servir era el aro del que colgaba la llave de la cripta. Tenía un borde muy fino.

Filing se la tendió a Em.

– Levantaremos la tapa, mientras tú introduces el aro.

Tanto Jonas, como Filing y Henry agarraron la tapa. En cuanto Jonas asintió con la cabeza, tiraron de ella al unísono. Con los ojos clavados en el borde, Em introdujo el delgado hierro en la ranura y lo movió.

– Ya está.

Em se volvió para coger la linterna. Tras soltar la tapa, los hombres se acercaron para mirar.

Henry estaba al lado de su hermana cuando ella se inclinó sobre la caja. Con los ojos a la misma altura de la estrecha rendija que habían logrado, abrir, acercó la luz de la linterna.

– ¡Oro! -exclamó Henry.

– Oh, Dios mío -fue lo único que pudo murmurar Em, después de estar un rato moviendo la luz de un lado para otro. Levantó la vista y se encontró con la mirada de Jonas-. Joyas. -Em tuvo que aclararse la garganta-. Tienen que ser joyas, veo destellos azules, rojos y verdes. Y perlas. Y también monedas y más objetos de oro.

La joven estaba cada vez más excitada, su voz sonaba más aguda por la euforia que la inundaba.

Jonas sonrió de oreja a oreja.

– Parece que los Colyton han encontrado el tesoro de la familia.

Lo habían hecho. De verdad lo habían hecho…, y había un tesoro real. Un auténtico tesoro. Em apenas podía creerlo.

Ahora tenían que conseguir llevar la caja arriba. Pero era muy pesada y les costaba mucho trabajo sostenerla. Jonas y Filing sólo podían cargarla un par de metros cada vez.

Subirla por las escaleras hasta la cripta fue una tarea ardua incluso colaborando los cuatro. Y subirla hasta la iglesia resultó igual de difícil.

Finalmente soltaron la caja y se sentaron en un banco para recuperar el aliento.

En la parte delantera de la iglesia, Hadley levantó la mirada de su boceto. Filing le vio y le llamó.

– Venga, ayúdenos… Necesitamos que nos eche una mano.

Dejando los lápices a un lado, Hadley se levantó y se acercó a ellos.

– ¿Qué es eso? -preguntó, mirando la caja.

– ¡El tesoro de nuestra familia! -Henry apenas podía estarse quieto-. Siempre supimos que estaba por aquí cerca y, por fin, lo hemos encontrado. Estaba en la cripta de los Colyton.

– ¿De veras? -Con una sonrisa fácil, Hadley miró a Em y luego a Jonas y a Filing-. ¿Y qué planean hacer ahora con la caja?

– Tenemos que llevarla a la posada. Necesitaremos herramientas para abrirla, la tapa está atascada. -Jonas miró a Henry-. Thompson está trabajando hoy en Grange, pero Oscar debería estar en la herrería. ¿Por qué no vas hasta allí y ves si consigues arrastrarlo hasta aquí?

Henry asintió con la cabeza y salió a toda velocidad por la puerta, echando a correr por el camino que atravesaba el cementerio. Sus manos habían resultado muy pequeñas y sus brazos demasiado débiles para ayudar a Jonas y a Filing a cargar la caja.

– ¿Y qué hay dentro? -preguntó Hadley señalando la caja con la cabeza.

– Aún no estamos seguros -respondió Em-. Lo más probable es que haya oro y joyas, pero tenemos que abrirla para comprobarlo.

– ¿Cómo llegó hasta aquí? -inquirió el artista.

Mientras esperaban a que Henry regresara, Em le relató brevemente la historia del tesoro y la rima.

Hadley sonrió ampliamente.

– Por lo que veo ha sido toda una aventura. Abandonar la casa de su tío, llegar hasta aquí para buscar el tesoro y encontrarlo al fin.

– En efecto.

Em sonrió cuando Henry apareció en la puerta de la iglesia con Oscar pisándole los talones. Oscar también quiso conocer toda la historia, y estuvo dispuesto a escucharla mientras Hadley, Jonas, Josh.ua y él trasladaban la caja, cada uno por una esquina, hasta la entrada del cementerio y luego por el sendero que conducía a la carretera y a Red Bells.

Para cuando llegaron al patio delantero de la posada, se había reunido allí una multitud de gente, cada vez más excitada según se extendía la historia del tesoro de los Colyton.

Hadley se detuvo entonces.

– Tengo que regresar a la iglesia para recoger los lápices y los bosquejos.

John Ostler ocupó su lugar con rapidez.

– Gracias -le gritó Em.

Hadley hizo un gesto con la mano antes de girarse y echar a andar hacia la carretera.

Transportaron la caja -que cada vez parecía más pesada- hasta la posada y la dejaron encima de una de las mesas cerca de la barra.

Edgar sirvió una cerveza a Jonas y a Filing mientras John Ostler se acercaba a las cuadras a buscar una palanca.

Henry fue a avisar a Issy y a las gemelas. Al igual que Em, a Issy le costó creer que por fin hubiera concluido la búsqueda. Que el tesoro se encontraba en el interior de la caja de piedra que había ante ellos.

Las gemelas, por el contrario, no tuvieron problemas en aceptar la verdad. Bailaron y brincaron sin dejar de soltar exclamaciones.

Thompson llegó con John Ostler, que ya llevaba la palanca en la mano. Miró a Em como pidiéndole permiso.

– Por favor -dijo ella, señalando la caja.

Henry volvió a presionar el cerrojo de piedra, abriendo la tapa un poco mientras Jonas le dirigía y Thompson insertaba cuidadosamente la palanca en la ranura, luego cargó su peso sobre ella y con un largo y áspero chirrido, la tapa se movió lentamente hasta abrirse por completo.

En el interior de la caja había monedas de oro, joyas de zafiros, rubíes y diamantes brillantes que destellaban en medio de collares de perlas y copas de oro con incrustaciones de piedras preciosas; la clase de tesoro que debía de tener un bucanero.

– Oh. Dios. Mío -exclamó Em llevándose las manos a la cara y mirando fijamente el contenido de la caja. A su lado, Issy se había quedado muda.

Incluso las gemelas sólo podían decir «oooh» con los ojos desorbitados mientras miraban fijamente el tesoro.

El silencio cayó sobre la posada durante un instante eterno, luego alguien comenzó a vitorear y todo el mundo le secundó. El nombre de los Colyton retumbó en la estancia.

De repente, Em sintió que se mareaba.

– Ven, siéntate -dijo Jonas, poniéndole la mano en el hombro. La joven sintió el borde de una silla detrás de las rodillas y se dejó caer en el asiento.

Filing cogió la mano de Issy y la obligó a sentarse al lado de Em en la mesa donde estaba el fabuloso tesoro.

Em levantó la mirada y alzó la mano para cubrir la que Jonas había colocado en su hombro.

– Gracias -le dijo sin dejar de mirarle la cara.

El tenía una sonrisa confiada y orgullosa. Le apretó la mano y levantó la vista, mirando por encima de la mesa.

– Ah… Justo el hombre que necesitamos.

Lucifer se había detenido ante la mesa y observaba el tesoro. Luego miró a Em y sonrió.

– Enhorabuena.

– Gracias. -Em señaló con la mano el tesoro-. Ahora que lo hemos encontrado, confieso que me siento abrumada. No sé qué hacer con él. -Se le ocurrió una idea horrible. Se incorporó y clavó los ojos en el montón de joyas y monedas brillantes-. ¿Será auténtico?

– Oh, creo que sí. -Lucifer sonrió y arqueó una ceja-. ¿Puedo?

Em asintió con la cabeza. En medio de continuas exclamaciones y conversaciones especulativas sobre el tesoro recién encontrado, Lucifer metió las manos en la caja y cogió algunas monedas y joyas que sostuvo en alto bajo la luz. Tras devolverlas a la caja, soltó un gruñido y cogió un largo collar de perlas que deslizó entre los dedos.

Phyllida se acercó a él.

– Deja de actuar. Son auténticas, ¿verdad?

Lucifer miró a Em y curvó los labios. Con una brillante mirada azul oscuro, asintió con la cabeza.

– Muy auténticas. Éstos son los mejores rubíes que he visto en mucho tiempo, y los zafiros son perfectos. Las esmeraldas poseen un color excelente y no puedo recordar haber visto nunca unos collares de perlas con tal perfecta simetría. Deben de ser muy antiguas.

– Mi abuela me dijo que fueron tomados de un galeón español a finales del siglo XV- dijo Em.

Lucifer asintió con la cabeza.

– Eso explica la presencia de doblones de oro, los cuales, debo añadir, se encuentran en un estado excelente como todo lo demás -bajó la voz-. Por sí solos valen una fortuna bastante considerable. Y si añadimos todo lo demás… -Señaló el tesoro-. El tesoro de tu familia vale, literalmente, el rescate de un rey. -Captó la mirada de Em-. Es una suerte que lo hayas buscado y encontrado. O lo habría hecho otra persona con el paso del tiempo.

– ¡Santo Dios!

La exclamación provenía de detrás de Em. La joven se giró en la silla y vio a Harold a unos metros de ella, mirando el tesoro con los ojos desorbitados y la mandíbula desencajada.

Abrió y cerró la boca varias veces antes de conseguir articular palabra.

– ¿Es el tesoro de los Colyton? Bueno, debo decir que siempre pensé que era una historia absurda…, un cuento de hadas con el que entretener a los niños.

– Está claro que no lo era. -El tono brusco de Jonas contenía una advertencia; una que Harold no pareció advertir.

– No, en efecto. -Sus ojos brillaban con avaricia. Se humedeció los labios y sin dejar de mirar el tesoro, se frotó las manos.

Resultó evidente para todos los que le observaban que estaba considerando la manera de hacerse con aquella fortuna. Poco a poco, las excitadas conversaciones se desvanecieron y murieron. Se hizo un opresivo silencio.

Harold no pareció advertirlo.

Jonas emitió un suspiro.

– Potheridge…, creo que debería marcharse.

– ¿Qué? -Harold salió del ensimismamiento con el que observaba el tesoro aunque tardó un momento en alzar la aturdida mirada a la cara de Jonas.

Lo que vio en ella le hizo recuperar la compostura. Notó el silenció y echó un rápido vistazo a su alrededor…, hasta que por fin se percató de la contenida animosidad dirigida hacia su persona.

Carraspeó. Miró a Em, abrió la boca y la cerró bruscamente, luego giró sobre sus talones y se marchó con paso airado.

– Menos mal -dijo Thompson dejando la palanca sobre la barra del bar-. Cuanto menos lo veamos por aquí, mejor.

Un ominoso murmullo recorrió la estancia.

Jonas intercambió una mirada con Lucifer, luego miró a Edgar.

– Una ronda por cuenta de la casa. -Mientras Edgar servía las cervezas, Jonas bajó la mirada hacia Emily y sonrió-. Invito yo mientras decidimos qué hacer con esto.

Ella asintió con la cabeza y miró el tesoro, mucho más tranquila después de lo que Lucifer había dicho.

Jonas acercó una silla y se sentó a su lado; Phyllida y Lucifer colocaron un banco en el otro lado de la mesa y se unieron a ellos.

Em pasó la mirada de Jonas a Lucifer.

– Jamás he tenido que enfrentarme antes a nada parecido. ¿Podrías aconsejarme?

Lucifer asintió con la cabeza.

– Primero habría que tasarlo, así tendrías una idea más aproximada de su valor. Después de eso… Te aconsejaría que lo vendieras, por lo menos una parte.

Em arrugó la nariz.

– Pero la inscripción dice que es «el futuro de los Colyton». Lo guardaron allí para que recurriéramos a él en caso de necesidad. Si es tan valioso como dices, entonces deberíamos coger sólo lo que necesitemos, lo suficiente para que Henry se establezca como corresponde al nombre de Colyton y para que mis hermanas y yo tengamos una dote. Luego deberíamos devolver el resto del tesoro a donde estaba para que pueda recurrir a él la siguiente generación de Colyton que lo necesite.

Lucifer asintió con la cabeza.

– Un objetivo loable, pero sabes de sobra que no puedes volver a poner el tesoro donde estaba. Y, en cualquier caso, te aconsejaría que lo vendieras todo y que invirtieras la parte que deseas dejar a las futuras generaciones. Jonas y yo podríamos ayudarte con eso. Así, la próxima generación de Colyton que lo necesite no tendrá que embarcarse en una absurda búsqueda del tesoro, alentada sólo por la creencia en una leyenda familiar.

Em sonrió.

– Gracias… aunque tengo que señalar que los Colyton disfrutan realmente de las búsquedas del tesoro.

– Quizá -dijo Filing-. Pero con todo este revuelo, ya no sería seguro.

– No, por supuesto que no. -Em clavó los ojos en el tesoro que lanzaba destellos ante ella; superaba con creces sus sueños más descabellados. Todavía le costaba creer y asimilar la realidad. Aceptar que su búsqueda había dado sus frutos, y que todas sus oraciones habían sido escuchadas… absolutamente.

Miró a Issy, que todavía estaba aturdida, que todavía miraba la caja con estupor, y luego a Henry. Su hermano sonreía, pero negaba con la cabeza de vez en cuando, como si también él tuviera problemas para creer lo que veía.

Sólo las gemelas, con los ojos brillantes y enfocados en el tesoro, parecían haber aceptado la realidad de lo sucedido sin la más mínima objeción. Sospechaba que ellas habían sido las únicas que habían creído sin ningún tipo de duda en la leyenda familiar, y que su fácil aceptación se debía a que siempre habían imaginado que el tesoro sería tan magnífico como era.

– Ahora… -Miró a Jonas y luego a Lucifer-. Ahora que lo hemos encontrado, ¿dónde podemos guardarlo para que este seguro?

– Conozco el lugar perfecto. -Jonas la miró a los ojos cuando ella se volvió hacia él. Para sorpresa de la joven, Jonas levantó la voz para que todos le oyeran -. Guardaremos el tesoro en las celdas que hay en los sótanos de la posada. Ningún preso ha logrado escapar de ellas…, ni tampoco nadie lo ha intentado nunca.

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