La Grange, Colyton
Cuatro meses después…
Em se alisó las faldas intentando asentar la seda color melocotón. No podía recordar lo que había hecho el día de su boda. No obstante, sabía que aquel día, hacía ya más de tres meses, la había ayudado tanta gente, que no tuvo que mover un dedo.
Pero hoy era el día de la boda de Issy, y Em estaba decidida a que todo, incluido el vestido de la dama de honor, fuera absolutamente perfecto.
Durante los cuatro últimos meses, desde que había encontrado el tesoro Colyton, su vida había sufrido muchos cambios, aunque todos esos cambios habían sido para mejor y todos estaban relacionados con su nueva posición como esposa de Jonas Tallent en Grange.
Junto con Phyllida en Colyton Manor y Jocasta en Ballyclose, se había convertido en la sucesora de la anciana lady Fortemain. Phyllida, Jocasta y ella eran ahora amigas íntimas. Tener amigas de la misma posición social con las que compartir sus secretos era algo que nunca hubiera creído posible y que agradecía profundamente. Era una parte más de su recién descubierta riqueza.
La posición que había ocupado antes por necesidad en Red Bells también había cambiado, pero todavía era quien llevaba las riendas de la posada, todavía supervisaba el funcionamiento de la misma, pero desde lejos. Edgar, Hilda, John Ostler y Mary Miggins, a quien había contratado como ama de llaves, eran quienes se ocupaban del día a día del negocio y de que todo marchara bien.
El pueblo había acogido a Em y a su familia, incorporando a los Colyton en la vida del pueblo como si jamás se hubieran ido. Todos parecían pensar que era correcto que volviera a haber Colyton en Colyton.
Los estudios de Henry progresaban adecuadamente; todos se habían mostrado conformes en que su hermano debía buscar una casa en cuanto acabara la universidad, pero ya les había dicho que quería regresar a Colyton, que también él consideraba el pueblo como su hogar.
Las gemelas no tardaron en acostumbrarse a vivir en Grange. La casa era grande y podía acomodar con facilidad a muchos niños. Issy también se había mudado allí, pero a partir de ese día su hogar estaría en la rectoría. Su matrimonio con Joshua Filing; había sido otra bendición completamente imprevista.
El tesoro, todas las monedas de oro y las joyas, había sido convertido en dinero en efectivo bajo la cuidadosa supervisión de Lucifer. Desde entonces, la propia Em tuvo que aprender los pormenores y fundamentos básicos de las inversiones, algo para lo que el resto de la familia, de Lucifer, los Cynster, resultó de mucha ayuda.
Había momentos en los que, como ahora que estaba mirándose en el espejo de cuerpo entero en la enorme habitación que compartía con Jonas en Grange -y que no era la habitación que él ocupaba anteriormente, sino otra más grande, luminosa y diseñada para un matrimonio-, que no podía evitar sorprenderse ante los cambios acaecidos en su vida.
Mirando el reflejo de sus ojos en el espejo, Em apenas podía recordar cómo había sido su vida antes de llegar a Colyton, llena de pruebas y tribulaciones, problemas y preocupaciones. Aún seguía teniendo problemas y preocupaciones de vez en cuando, pero ahora siempre los compartía y estaban equilibrados con cosas buenas, excitantes y edificantes. Su vida ahora era muy diferente a la de entonces.
El único cabo suelto de su anterior aventura era Jervis, o Hadley, como se había hecho llamar cuando estaba en el pueblo. Aunque lo habían buscado, comprobando la cámara Colyton todas las mañanas durante semanas, jamás lo habían encontrado ni lo habían vuelto a ver. Al final, decidieron que o había perecido o había encontrado otra manera de salir de la caverna y desaparecido sin dejar rastro.
Una vez que la excitación por el tesoro Colyton se desvaneció, Harold volvió a Leicestershire, probablemente para contratar al nuevo personal de su casa. Em no le invitó a su boda, e Issy tampoco lo había hecho. Fue Henry quien condujo a Em al altar, y hoy iba a hacer lo mismo con Issy, para gran satisfacción de sus dos hermanas.
Y además estaba Jonas. Jonas, que había estado siempre a su lado, quien ahora era su marido no sólo de nombre, sino en cuerpo, mente y espíritu. Lo que ella sentía cuando pensaba en él no era fácil de explicar con palabras. Era suyo, lo significaba todo para ella.
Su verdadero tesoro.
Y además esperaba…
Se volvió de lado hacia el espejo y alisó la seda color melocotón sobre la suave protuberancia bajo su cintura; sobre la siguiente generación, no de Colyton sino de Tallent, la unión de las dos familias más antiguas del pueblo.
Otra cosa más que parecía ser exactamente como debía.
Un ligero golpe en la puerta anunció la llegada de Jonas. Entró y de inmediato centró la atención en ella, recorriéndola con una mirada claramente posesiva, desde los rizos a las puntas de sus escarpines de raso color melocotón.
La lenta sonrisa de Jonas la enterneció. Cuando los ojos oscuros de su marido se encontraron con los de ella, el amor ardía en sus profundidades. El arqueó una ceja.
– ¿Estás lista?
Ella le devolvió la mirada en el espejo.
– Sí. -Se volvió hacia él-. ¿E Issy?
– Es la viva imagen de la paciencia impaciente. Está sentada en la salita con su ramo de novia y Henry como única compañía. Todavía es muy temprano para ir a la iglesia y los invitados rezagados jamás le perdonarían que llegara a su hora.
– En efecto. Algunos vienen desde muy lejos. -Aquel punto tenía mucha importancia tanto para Issy como para ella. Las dos habían aprendido a apreciar, ya que no siempre lo tuvieron, el valor de lo que ahora poseían. Eso era lo que necesitaban para el futuro, que su familia volviera a echar raíces en aquel pueblo que ahora consideraban suyo, añadiendo nuevas ramas a su viejo árbol genealógico.
Cogiendo su ramo del tocador, Em le alisó las largas cintas, luego se dio la vuelta y se tomó un momento para mirar a Jonas, para recorrerle con la mirada… su marido, su compañero… entonces sonrió y se acercó a él.
Jonas curvó los labios suavemente y arqueó las cejas. ¿Qué?
Em le devolvió la sonrisa, transmitiéndole el amor que sentía por él.
– Acabo de recordar algo en lo que suelo pensar muy a menudo últimamente.
Él arqueó más las cejas.
– ¿Es algo que quiera saber?
Ella se rio entre dientes.
– Creo que sí. Hace algún tiempo que me di cuenta de que el auténtico tesoro que me esperaba en Colyton no tenía nada que ver con oro y joyas.
La sonrisa de Jonas fue triunfante.
– Estaba aquí… esperando a que vinieras y me encontraras.
Ella se rio y se dirigió hacia la puerta.
– En efecto. Te encontré y encontré el amor. Descubrí que tenía a un Tallent a quien amar.
Él se rio entre dientes y la siguió.
– Un Tallent y un talento… y si tengo algo que decir al respecto, tendrás oportunidades de sobra para demostrarlo durante el resto de tu vida.
– Te lo recordaré -le prometió ella-. No creas que lo olvidaré.
Jonas sonrió y, como estaba de acuerdo con lo que ella sentía, dejó que Em dijera la última palabra.