CRONICA DE ACONTECIMIENTOS ENTRE 86 A. DE J.C. Y 83 A. DE J.C.

Cinna, una vez afianzado, se hace con el control del reducido Senado, deroga algunas leyes de Sila y permite la existencia del Senado, que, a instancias suyas, despoja oficialmente a Sila del mando del ejército enviado contra Mitrídates, autorizando al otro cónsul, Flaco, a acudir a Asia Menor con cuatro legiones para relevar a Sila. El primer legado de Flaco es Fimbria, un hombre adusto e indisciplinado, pero que cuenta con el afecto de los soldados.

Pero Flaco y Fimbria al llegar a la Macedonia central deciden no continuar hacia el sur de Grecia, donde Sila ha concentrado su ejército, sino que prosiguen la marcha hacia el Helesponto y Asia Menor. Flaco se ve en seguida incapaz de imponerse a Fimbria y queda subordinado a su voluntad. Entre rencillas y distanciamientos, llegan a Bizancio, donde se produce el fatal desenlace. Flaco es asesinado y Fimbria asume el mando, alcanza Asia Menor e inicia con gran éxito la guerra contra Mitrídates.


Sila ha quedado empantanado en Grecia, que ha acogido a los generales de Mitrídates y cuantiosas tropas. La ciudad de Atenas se pasa al enemigo, y Sila la sitia, tomándola tras una encarnizada resistencia. A continuación obtiene dos resonantes victorias en Orcomenes, junto al lago Copais, en Beocia.

Su legado Lúculo había reunido una flota y logró también victorias frente al Ponto. Después, Fimbria sitió a Mitrídates en Pitane y pidió ayuda a Lúculo para que le ayudara a capturarle bloqueando el puerto. Pero Lúculo se negó altivamente a colaborar con un romano a quien consideraba nombrado ilegalmente, por lo que Mitrídates logró huir por mar.

En el verano del 85 a. de J.C., Sila había expulsado del continente europeo a los ejércitos del Ponto y había penetrado en Asia Menor. El 5 de agosto (sextilis) el rey del Ponto acuerda firmar el tratado de Dardanus por el que se avenía a replegarse dentro de sus fronteras. Sila se enfrentó a Fimbria, persiguiéndole hasta obligarle a suicidarse en su desesperación; Sila se negó a que las tropas de Fimbria regresaran a Italia y las estacionó para su utilización en las provincias de Asia y de Cilicia.

A pesar de haber obligado a retirarse a Mitrídates en virtud del tratado, Sila sabía que el rey del Ponto seguía siendo un peligro, pero tampoco ignoraba que si él prolongaba su estancia en Asia Menor perdería la ocasión de alcanzar el puesto que él consideraba merecer en Roma. Su esposa Dalmática y su hija Cornelia Sila se habían visto obligadas a huir, escoltadas por Mamerco, para unirse a él, su casa había sido saqueada e incendiada, y sus propiedades confiscadas (aunque Mamerco había logrado salvar la mayor parte). Ahora era un proscrito, despojado de la ciudadanía romana. Sus partidarios y muchos miembros del Senado también habían huido para unirse a él, descontentos con la administración de Cinna. Entre los fugitivos se hallaban Apio Claudio Pulcro, Publio Servilio Vatia y Marco Licinio Craso, este último de Hispania.

Así pues, a Sila no le quedaba otro remedio que volver la espalda a Mitrídates y regresar a Roma; se disponía a hacerlo en el 84 a. de J.C., pero una grave enfermedad le obligó a permanecer en Grecia, desesperándose porque su prolongada ausencia daba tiempo a Cinna y a sus partidarios para prepararse para el enfrentamiento, ya que la guerra era inevitable al no haber sitio en Italia para dos facciones tan opuestas y tan poco dispuestas a perdonar y olvidar.


La misma reflexión se hacía Cinna en Roma, pensando que la guerra era inevitable. Al enterarse de la muerte de su colega consular, Flaco, Cinna nombró como segundo cónsul a un hombre más resuelto, Cneo Papirio Carbón. Juntos, y con el manejable Senado, decidieron hacer frente a Sila antes de que llegase a Italia, y, con la idea de detenerle en Macedonia oriental antes de que pudiese cruzar el Adriático, Cinna y Carbón comenzaron a reclutar un cuantioso ejército que llevaron por mar a Illyricum, al norte de la Macedonia oriental.

Pero el reclutamiento iba despacio, sobre todo en el feudo del finado Pompeyo Estrabón; creyendo que su presencia activaría la incorporación de voluntarios, para animar el alistamiento, Cinna viaja a Ancona, donde recibe la visita del joven Pompeyo, hijo del muerto, quien parece inclinado a unirse a la expedición, pero no lo hace. Muere poco después Cinna en Ancona en circunstancias rodeadas de misterio, y Carbón asume el control de Roma y del Senado, pero decide dejar que Sila desembarque en Italia. Se enfrentarán a él en suelo italiano. Regresan las tropas de Illyricum, y Carbón traza sus planes. Después de asegurarse la elección de dos cónsules dóciles, Escipión Asiageno y Cayo Norbano, Carbón parte a gobernar la Galia itálica y se acuartela con su sección del ejército en el puerto de Ariminum.

Todo queda dispuesto. Sigan leyendo…

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