Capítulo 10

Llegaron a la boca de la mina sin incidente alguno, ante todo porque Murphy había visto a Cartier por la tarde y obtenido un permiso especial para entrar en automóvil. Como de costumbre, había dos jeeps aparcados al lado del cobertizo; cuando pasó el coche de Ambrose encendieron los faros, pero ninguno de ellos los siguió. Snook se preguntó si los soldados habrían sido advertidos de la presencia de Gene Helig. En cualquier caso, le alegraba que Prudence hubiera optado por quedarse en el hotel.

Cuando salió a la negrura anterior al alba descubrió que se había vuelto agudamente sensible a las estrellas. Las constelaciones centelleaban como ciudades en el cielo, los colores de cada estrella apenas distinguibles, y Snook se sintió agradecido por esa presencia. Pensó que era una reacción inconsciente contra su visión anterior de la vida en un planeta ciego desde el cual, aunque se disipara la pantalla nubosa, no sería posible ver los relucientes fuegos estelares de otras civilizaciones. Mientras miraba hacia arriba, juró que en cuanto se largara de Barandi se preocuparía seriamente de aprender astronomía.

— Allá arriba no hay nada que ver, muchacho — dijo jovialmente Helig—. Me dicen que hoy día tienes que buscar bajo tierra.

— Muy bien — Snook tiritó en un río de aire helado, se hundió las manos en los bolsillos de la chaqueta y siguió al resto del grupo en las jaulas que bajaban. Ambrose había calculado que el punto muerto superior de los avernianos caería justo encima de uno de los conductos agotados del Nivel Dos. No era una ubicación ideal, pues los avernianos se perderían unos minutos dentro del cielorraso de roca, pero el movimiento relativo sería bastante lento y habría dos buenas oportunidades para lo que Ambrose, con renovado buen humor, había definido como un 'téte á téte interuniversal'.

Cuando se apeó en la galería circular del Nivel Dos, Snook descubrió con alivio que sus aprensiones del día anterior se habían disipado. El primer instante de la unión con Felleth había sido estremecedor, pero no tanto por su extrañeza como por su eficacia. El había penetrado una mente, una inteligencia que era el producto de un continuo desconocido, y sin embargo le había sido más familiar que las mentes de muchos seres humanos. No había descubierto en ella capacidad para el asesinato o la codicia, pensaba Snook; y su certidumbre en este aspecto le hacía asombrarse aún más de que semejante contacto fuera posible.

Ambrose había negado firmemente la posibilidad de anteriores lazos telepáticos de largo alcance entre avernianos y humanos, pero en cambio esa misma mañana en el coche había confesado que su conocimiento del tema de su especialidad, la física nuclear, era defectuoso. Él, Gilbert Snook, se había transformado de pronto en el primer experto mundial en la transferencia de datos mente-a-mente, aun cuando admitía que ése no había sido su propósito, y le parecía que había cierta justicia en postular que los avernianos y los seres humanos, que durante millones de años habían habitado biosferas concéntricas, se habían influido recíprocamente en sus procesos mentales mediante la telepatía. La teoría tal vez explicaba la extraña coincidencia de palabras señaladas por Prudence, y la creencia tan difundida entre las sociedades primitivas de que existía otro mundo bajo la superficie de la Tierra. Ante todo, y en opinión de Snook lo más importante, explicaba la compatibilidad de procesos mentales que posibilitaba al menos una comunicación.

Mientras rodeaba la galería dirigiéndose al conducto donde se habían reunido los demás, Snook se preguntó si podía jugar al investigador científico y llevar su teoría un paso más allá. Habiendo establecido el contacto mental inicial con Felleth, ¿podría ahora, mediante un esfuerzo consciente, llegar a él a distancia? La lejanía no sería considerable, pues en tal momento Felleth estaría en alguna parte debajo de él, y elevándose a través de los estratos rocosos, pero el principio podía ser demostrado. Dejó de caminar, se quitó las gafas, cerró los ojos y trató de proteger el cerebro contra todo estímulo sensorial. Lleno de embarazo, sabiendo que en términos avernianos tal vez fuera culpable de una torpeza incalificable, se esforzó por formarse una imagen mental de Felleth y por proyectar el nombre del averniano a través del abismo que separaba ambos universos.

En su mente no apareció nada. Contra la pantalla de sus párpados no había nada salvo las imágenes borrosas que había conservado en la retina. Los diseños azarosos de pseudoluz continuaron fundiéndose y mezclándose. Luego, en forma muy paulatina, Snook tuvo la sensación de que vislumbraba algo detrás de él. Una pared pálida y verde que no era una pared porque estaba dotada de movimiento, e infatigablemente se elevaba e invertía y perdía elementos; había transparencia unida al vigor, una sensación de solidez y liquidez, un estado inmutable de cambio eterno…

Paz profunda de la corriente…

— Vamos, Gil — llamó Ambrose—. Ya estamos casi listos. Lo estamos transformando en un arte.

Helig estaba de pie junto a Snook, la barbilla tapada por el cuello del suéter.

— Sí, ven con nosotros… Sin títeres no hay función, ¿verdad?

Snook pestañeó y trató de ocultar su fastidio. ¿Había sido víctima de un exceso de confianza en sí mismo? ¿Las palabras habían empezado a formársele en la mente porque había estado esperándolas? ¿Cómo distinguía un telépata entre los pensamientos propios y los ajenos?

— Despierta, muchacho — dijo Helig con amable impaciencia—. ¿De nuevo pensando en lo que no debes?

— ¿A qué viene tanta prisa? — vociferó Snook—. No podemos hacer nada hasta que los avernianos lleguen a este nivel.

— ¡Oh! — Helig enarcó las cejas—. ¡Escuchad a nuestra prima donna! — bromeando golpeó a Snook en el hombro.

Snook desvió un segundo puñetazo y se obligó a relajarse mientras avanzaban por la mina agotada hacia la zona donde Ambrose y Murphy, valiéndose de croquis y cintas métricas, habían delimitado el escenario de las operaciones.

En unos minutos ya tendrían su ración de experimentos telepáticos, suponiendo que Felleth no faltara a la cita tácitamente acordada. Ambrose, satisfecho ahora que había reunido su pequeño equipo, se adelantó para controlar la tarea de Quig y Culver.

— Gene, tú conoces este país mejor que nadie — dijo Snook en voz baja—. ¿Cuánto piensas que tolerará Ogilvie que la mina permanezca cerrada?

— Extrañamente, el presidente se lo ha tomado muy bien. Le halaga la publicidad que Barandi ha obtenido gracias a esto, algo muy importante para él, y quizás esté indeciso acerca de lo que debe hacer. Pero el que se está poniendo nervioso es Tommy Freeborn — el rostro de Helig era inescrutable detrás de las lentes oscuras de los Amplite—. Muy nervioso.

— ¿Crees que se está preparando para responder a la llamada del destino?

— No entiendo a qué te refieres.

— Vamos, Gene… Todos saben que Freeborn mandaría gustosamente al demonio a las Naciones Unidas, cerraría las fronteras y se libraría de todos los blancos y asiáticos.

— De acuerdo, pero no he sido yo quien te lo ha dicho — Helig miró en torno como si esperara ver micrófonos sobresaliendo de la roca—. Las divisas se están fugando del país. No creo que Tommy Freeborn tolere esta situación más de una semana.

— Entiendo. ¿Te marcharás?

Helig pareció sorprenderse.

— ¿Justo cuando tengo una tarea que cumplir?

— Tu tarjeta de periodista no significará nada para el coronel.

— Significa algo para mí, muchacho.

— Admito tus principios — dijo Snook—, pero no estaré aquí para ver cómo los pones en práctica.

Alcanzaron al resto del grupo y Snook se apartó para tratar de ordenar las ideas. Había llegado el momento de abandonar la partida. Abundaban los indicios, las advertencias eran inequívocas, y aunque se había permitido comprometerse con los problemas ajenos, ese era un error que podía rectificar. Ahora parecía inevitable una matanza de mineros estilo Sharpesville, pero él no podía hacer nada para impedirlo, y preocuparse por ello sólo le acarrearía resultados negativos. La naturaleza todavía no había diseñado un sistema nervioso capaz de soportar las culpas de los otros.

Ambrose y Prudence eran un caso aparte. Eran personas cultas y sofisticadas, y el hecho de que aquí se comportaran cándidamente no le hacía a él responsable de su bienestar. Prudence Devonald, especialmente, se disgustaría si él trataba de aconsejarla. En cambio, prefería seguirle la corriente a Ambrose…

Estas cavilaciones llenaron a Snook de dudas acerca de sí mismo. ¿Estaría planeando fríamente el abandono y la fuga si Prudence se le hubiera echado a los brazos después del incidente del Cullinan? Todos los libros de cuentos convenían en que ésa era la recompensa apropiada para el caballero que socorría a la dama en apuros, ¿pero era posible que él, Gilbert Snook — el neutrino humano—, hubiera pensado que la fantasía se iba a convertir en realidad? ¿Y era igualmente posible que él se dispusiera a abandonar a la muchacha en un arranque de rencor adolescente?

Perturbado por esta zambullida en el remolino de sus emociones, Snook comprobó casi con alivio que Ambrose estudiaba el reloj y ya agitaba las manos indicando que el encuentro era inminente. Ambrose hizo unos ajustes finales al generador de campo bosónico y explicó todo el procedimiento a Helig. Había menos espacio que en los túneles donde se habían realizado los contactos anteriores, y los miembros del grupo estaban muy juntos cuando el ya familiar resplandor azul asomó sobre el suelo de roca.

— Desplazamiento lateral, menos de un metro — murmuró Ambrose a su magnetofón de pulsera; al fondo se oyeron los chasquidos de la cámara de Quig.

Snook se adelantó, ansioso e intimidado a la vez, y permaneció absolutamente rígido mientras la línea se elevaba hasta transformarse en el ápice de un prisma triangular de luminosidad. El prisma se expandió hacia arriba y hacia afuera hasta que la cúspide estuvo por encima de la cabeza de Snook y él pudo ver la geometría espectral de una techumbre a su alrededor. Siguió el plano horizontal de un cielorraso que le subió por encima de los tobillos y las rodillas como la superficie de un lago insustancial. Snook se arrodilló para introducir la cabeza en la habitación averniana. Las tres figuras traslúcidas le estaban esperando, Felleth en el centro, elevándose de la roca sólida como columnas esculpidas en humo azulado.

Felleth se acercó a Snook con piernas que todavía eran invisibles, los brazos tendidos hacia él. Los estanques de bruma de los ojos se dilataron de nuevo. Snook inclinó la cabeza hacia adelante, y aún antes de que se estableciera el contacto pudo ver el movimiento titilante del muro verde mar…


Paz profunda de la corriente ondulatoria.

Te pido perdón. Igual Gil. Cometí un error al no entender que no estás acostumbrado a la congruencia de identidad que tú denominas telepatía. Unos pocos desdichados de nuestra raza están afligidos por el silencio que separa, y en mi egoísmo presumí que padecías un mal similar porque no me enviabas tu saludo. Me alegró sentir que hace un rato intentaras establecer contacto conmigo, pues me demostró que mi error no te había causado daño alguno. Durante esta sesión utilizaré estructuras de pensamiento puramente secuenciales para no sobrecargar tus conductos neurales. Esta técnica, que empleamos para enseñar a nuestros niños, reduce el flujo de transferencia de información, pero ganaremos en eficacia porque tu mente podrá funcionar de modo más aproximado al que le es normal.

También te pido perdón porque en mi ciego orgullo me atreví a desdeñar la morada pétrea de tus conocimientos probados en favor de la choza de bejuco de mis conjeturas. Mi única excusa es que estaba desconcertado y dolorido, pues en un segundo recibí más conocimientos nuevos de los que el Pueblo ha acumulado en el último millón de días, y buena parte de ese conocimiento habría sido mejor no tenerlo. Confieso que también estaba confundido y alarmado por tu manera de presentarte. El Pueblo tiene muchos mitos acerca de criaturas extrañas que viven en las nubes, y cuando descendiste del cielo me pareció por un instante que se demostraba la verdad de las viejas supersticiones. Desde luego, esta es una excusa pobre para mi reacción, pues tu manera de presentarte fue de por si una prueba de todas tus declaraciones. Un momento de consideración lógica me habría mostrado que el desplazamiento vertical de tu cuerpo con relación al mío era generado por una hipocicloide de escala planetaria. Una vez que hube dado ese paso elemental, todas las otras deducciones fueron inevitables. Incluida…

Snook: Lamento haber sido el portador de semejantes noticias.

No te tortures. La experiencia intelectual ha sido única y… el fin todavía no ha llegado. Además, el conocimiento que me has brindado nos está siendo de gran utilidad. Por ejemplo, puedo explicar satisfactoriamente al Pueblo ciertos fenómenos perturbadores que ocurrían en tierras distantes, todos ellos cerca de la línea del día inalterable, que vosotros denomináis ecuador. Algunos individuos fueron aterrados por visiones y por premoniciones del fin de nuestro mundo. Sin saberlo, pues no veían nada; habían logrado una congruencia de identidad con otros de tu raza que viven en o cerca de vuestro ecuador, y establecieron un contacto accidental y parcial.

¿Que cómo es posible que yo pueda veros a ti y tus compañeros?

Tranquilízate, por favor… No es necesario que construyas oraciones, ni tenemos tiempo para métodos tan laboriosos. Tienes un compañero que posee conocimientos de física nuclear y fue idea de él iluminarte el cuerpo ubicándolo dentro de lo que él llama un campo bosónico de vector intermedio. Deseo comunicarme con él, pero está rodeado por el silencio que separa y no tengo medios para hablarle. Es una lástima que el movimiento planetario nos dé tan poco tiempo, pero hay algo que puedes hacer para ayudar, si estás dispuesto.

Snook: Haré cuanto esté a mi alcance.

Te lo agradezco. Cuando nos separemos, por favor busca material de escritura y tenlo en las manos cuando volvamos a unirnos. Entonces podré comunicarme con el Igual Boyce. Por otra parte, tengo una solicitud muy importante que haceros a ti y a todos los integrantes de tu raza. He sabido que el vuestro es un mundo atribulado y dividido, y a fin de que mi solicitud sea debidamente atendida debo enseñarte lo bastante acerca del Pueblo para garantizaros que la atención de la solicitud no agravará vuestros problemas. En unos segundos más nos separaremos, así que para lograr mi propósito debo alcanzar una plena congruencia de identidad. No te alarmes, y en esta etapa no intentes imponer la lengua al concepto.

Simplemente recibe…

…el Pueblo es mamífero, bisexuado, vegetariano (imágenes de muchos avernianos idealizados-transformados por la visión de Felleth; granjas subacuáticas; nadadores cuidando hileras de plantas arbóreas)

…el promedio de vida es de noventa y dos de vuestros-nuestros años (sistema de medición desconocido)

…la comunicación interpersonales telepática, complementada por el sonido vocal, la expresión y el gesto (imágenes de rostros avernianos, idealizados-transformados, ahora significativos, enceguecedora luz blanca de la verdad)

…la organización social es paternal, flexible, informal; no hay término equivalente en las lenguas de la Tierra (imágenes de estadistas-filósofos celebrando congresos en vastos edificios de piedra parda que cubren dos islas enlazadas por un puente de doble arco)

…agresión colectiva e individual desconocidas en la historia reciente; el procedimiento correctivo para el asesinato fue la cesación voluntaria de la reproducción de todos los avernianos de la misma tendencia genética (imagen de una ola pequeña perdiendo impulso, fundiéndose con la unidad del océano)

…la población planetaria es ahora de 12.000.000 pero ascendía a 47.000.000 antes que el peso de los océanos disminuyera (imágenes de cuerpos de niños flotando en el agua, de bruces, incontables como las hojas otoñales en el suelo del bosque, inmóviles salvo por el lento vaivén de las olas)


— Oh, Dios — susurró Snook—. Es demasiado. Demasiado…

Sintió la presión de la roca irregular contra las rodillas. En las manos apretaba el terso marco de plástico de las gafas de magniluct, y el haz de la linterna bailaba detrás de las siluetas de seres humanos, sombras que temblaban y oscilaban en los confines del túnel.

— Demonios — dijo Helig—. Nunca he visto nada semejante.

Murphy y Helig se adelantaron y ayudaron a Snook a ponerse de pie. Él miró alrededor y vio que Ambrose estaba cerca, todavía con los Amplite puestos, y trazaba marcas con tiza en la pared del túnel, consultando el reloj y hablándole al magnetofón en voz baja. Quig estaba operando la cámara, apuntándola hacia arriba, y Culver estaba arqueado sobre el perfil rectangular del modulador de impulsos. Por un instante la escena perdió toda significación para Snook y se sintió desorientado. Luego, su percepción se centró y aquellos extraños le resultaron conocidos y sus motivaciones familiares.

— ¿Cuánto ha durado esta vez? — Snook tenía la garganta seca, y la voz se le enronqueció—. ¿Cuánto tiempo he estado en contacto?

— Tu frente ha rozado la de Felleth durante casi un minuto — dijo Murphy—. De paso, ¿era Felleth?

— Sí, era Felleth.

— Para mí son todos iguales — comentó secamente Murphy—. Luego se ha inclinado hacia adelante y ha metido la cabeza dentro de la tuya, como ayer, durante un segundo.

— ¿Un segundo? — Snook se apretó la frente con el dorso de la mano—. No puedo seguir así. Me paso la vida entera huyendo de la gente, simplemente porque no quiero saber, y ahora…

— Se han ido — dijo Ambrose con voz firme—. Quítense las gafas, encenderé la luz grande — un momento después un resplandor blanco y marmóreo inundaba el túnel. Todos arrastraron los pies e hicieron flexiones de hombros. Snook se hurgó la ropa en busca de los cigarrillos.

— Podemos descansar diez minutos hasta que los avernianos pasen el punto muerto superior y desciendan de nuevo — continuó Ambrose.

— El modulador no ha servido de nada — dijo Culver—. Creo que esta vez ni siquiera han intentado una comunicación luz-sonido… Al menos, no les he visto ningún equipo.

— No. Parece que han decidido trabajar con Gil — Ambrose encendió el cigarrillo de Snook y le habló con inesperada cordialidad—. ¿Cómo ha sido, Gil? ¿Duro?

Snook inhaló el humo fragante.

— Si alguien alguna vez le mete un tubo de aire en el oído y le infla la cabeza hasta quintuplicarle el tamaño, tendrá una vaga idea.

— ¿Puede darme un informe preliminar?

— Ahora no… Necesitaré toda una mañana con un magnetofón — algo se agitó bruscamente en la memoria de Snook—. Felleth va a enviarle un mensaje a usted, Boyce. Necesito papel y pluma antes de que regrese.

— ¿Un mensaje? ¿Tiene idea de qué se trata?

— Es técnico. Y es algo… importante — Snook sintió que el frío de la premonición crecía dentro de él y trató de combatirlo—. Simplemente déme papel y una pluma, ¿de acuerdo?

— Desde luego.

Snook tomó el material, se paseó por el túnel alejándose del grupo y permaneció a solas. Encendió un segundo cigarrillo y lo fumó con serena concentración, lamentando mientras tanto no estar lejos y en la superficie, al sol. El sol era importante. Tenía que haber cielos despejados, con visiones del infinito; un antídoto visual a los cielos grises y ciegos de Averno. Tenía que haber un escape a ese mundo claustrofóbico y condenado, con sus islas bajas reflejándose como diamantes en el océano apacible, y los cuerpos de esos niños a la deriva, como huevas estériles…

— Prepárese, Gil — llamó Ambrose, y en el mismo momento el túnel volvió a sumirse en la oscuridad. Snook se puso los Amplite, creando un espúreo resplandor donde el extremo del cigarrillo ardía con un brillo exagerado. Lo aplastó con el talón y regresó a la zona de operaciones.


Paz profunda de la corriente ondulatoria.

Te interesará saber, Igual Gil, que aunque los sistemas de transporte del Pueblo fueron casi todos destruidos, nuestras comunicaciones no resultaron afectadas por el desastre de mil días atrás. La posibilidad de utilizar los fenómenos eléctricos para trasmitir señales a grandes distancias nos es conocida desde hace mucho tiempo, y hemos demostrado el método por razones puramente científicas. Pero para las comunicaciones generales nos valemos de la congruencia de identidad, que vosotros conocéis como telepatía.

De esta manera, el conocimiento que me brindaras ayer ha sido ya comunicado a todo el Pueblo. Los Reactivos han celebrado comunión y ofrecido sus consejos, y se ha llegado a una decisión. Es contrario a nuestra filosofía que la vida ceda ante las fuerzas de la entropía, pero hemos convenido en que no deseamos que los hijos de nuestros hijos nazcan en un mundo que no pueda ofrecerles nada salvo la muerte.

Por eso, dejaremos de fecundar a nuestras hembras.

No es difícil para nosotros, pues una consecuencia lógica de nuestra forma de telepatía es el control voluntario sobre las protomentes de nuestros embriones. Esto nos ha permitido la predeterminación del sexo de nuestros vástagos y también nos permite elegir la esterilidad, si lo deseamos.

Hemos tenido la fortuna — cualquiera diría que es designio de un poder superior— de que el tiempo que resta a nuestro mundo sea apenas mayor que el promedio de vida de nuestros individuos. Por lo tanto, una pequeña parte del Pueblo seguirá produciendo niños durante cien días más. Será el deber melancólico de esta generación final cuidar del resto de nosotros, atendernos cuando nos despidamos de la vida, y organizar nuestros reducidos recursos de tal modo que en los últimos días no haya hambre, privaciones, sufrimientos ni pérdidas de dignidad. Cuando los océanos vuelvan a levantarse no tendrán miedo ni muerte, pues todos nos habremos ido.

Snook: ¿Cómo podéis llegar a una decisión unánime de esa índole en tan poco tiempo?

Los del Pueblo no son seres humanos. No estoy diciendo que seamos superiores: de una sociedad telepática cabe esperar que la razón, que se alimenta y fortalece con la universalidad de la verdad, prevalezca sobre lo irracional, que pierde vigor y cohesión cuando sus exponentes individuales quedan aislados en sus propias irrealidades. El Pueblo actúa concertadamente, como uno solo, y así lo hará también en esta prueba final, tal como en las ordalías más leves del pasado.

Snook: ¿Pero cómo pueden aceptarlo tan pronto, cuando hace sólo dos días no tenían nociones de astronomía? ¿Cómo saben que cuanto te dije es cierto?

No sé si podrás comprender la diferencia de nuestras filosofías, pero la única razón por la cual no teníamos nociones de astronomía es que esa ciencia no nos hacia falta. No habría cumplido ninguna función. Nuestra física no es como la vuestra. He aprendido, gracias a tus conocimientos, que tenéis una ciencia de radioastronomía, con instrumentos que os informarían de la existencia de otros mundos y otras estrellas aun si la Tierra estuviera permanentemente cubierta por nubes… Pero aunque en mi universo los fenómenos ondulatorios son similares, aquí tales instrumentos no se construyeron porque no les habríamos encontrado utilidad. Sin embargo, cuando se nos suministró el testimonio de vuestra experiencia fuimos totalmente capaces de usarlo como cimiento y de construir el edificio lógico apropiado. El Pueblo no fue persuadido por ti, ni por mi, sino por la verdad.

Snook: ¡Pero tan pronto!

Lo que te asombra no es la prontitud de la aceptación, sino la aceptación misma. Pero no te engañes pensando que no hay dolor. No somos pasivos ni sumisos. El Pueblo no está contento de ser borrado de la existencia. Aceptamos que la vasta mayoría de nuestra raza debe dejar de existir, pero en tanto unos pocos sobrevivan, nuestra onda vital será preservada y quizás un día recobre las fuerzas.

Snook: ¿Eso es posible? Me han dicho que tu mundo será destruido por completo. ¿Cómo es posible que queden supervivientes?

Hay una sola manera de que queden supervivientes, Igual Gil… Entrando en tu mundo.

En nombre del Pueblo y en nombre de la Vida, pido a tu raza que nos deje un espacio en la Tierra.


La luz brillante se había encendido de nuevo, transformando el túnel en un escenario de pantomima, y el elenco de desconocidos estaba reunido como antes. Snook los miró uno por uno, hasta que recobraron la identidad. Murphy le observaba frunciendo ligeramente el ceño, pero los otros hombres estaban de pie cerca de la luz y fijaban la atención en un objeto chato y rectangular. Snook necesitó unos segundos para identificarlo como la libreta que Ambrose le había dado para escribir. Ambrose levantó los ojos y le dirigió una mirada impasible.

— ¿Qué es esto, Gil? — dijo—. ¿Qué ocurre aquí?

Snook arqueó los dedos, tratando de orientarse en su propio cuerpo.

— Lo siento. Felleth ha debido olvidar el mensaje, o tal vez no ha habido tiempo suficiente.

— ¡Tengo el mensaje! ¡Mírelo! — Ambrose puso la libreta ante las narices de Snook; la primera hoja estaba llena de palabras y símbolos matemáticos, dispuestos en líneas perfectamente rectas, como si las hubieran mecanografiado.

Snook tocó la libreta con las yemas de los dedos, palpando los tenues surcos abiertos por la pluma.

— ¿Yo he hecho esto?

— En no más de treinta segundos, muchacho — dijo Helig—. Te digo que nunca había visto nada semejante. He oído hablar de escritura automática, pero nunca creí en eso hasta ahora. Te digo, es algo…

— Más tarde hablaremos de eso — interrumpió Ambrose—. Gil, ¿sabe qué es esto?

Snook tragó con dificultad, dándose tiempo para pensar.

— ¿A usted qué le parece?

— Al parecer, estas ecuaciones delinean un proceso que se valdría de la disminución de beta a la inversa, para transmutar la materia antineutrínica en protones y neutrones — dijo Ambrose con voz sombría—. A primera vista se trata de una propuesta de transferir objetos del universo averniano al nuestro.

— Ha acertado, o casi — repuso Snook, aliviado de oír lo que podría haber sido una fantasía personal verbalizada por otro ser humano—. Sólo que Felleth no hablaba de transferir objetos… Quiere que recibamos a algunos avernianos.

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