CAPITULO OCHO

El sargento Fred Hess, encargado del departamento de homicidios, era un hombre bajo, regordete y de cejas espesas, ojos frios y alerta.

Una hora despues de que Harmas se retirara, Hess entro en mi cuarto seguido de Lepski para interrogarme.

– Senor Carr… Soy Hess, de la Policia Federal, homicidios -dijo, con voz de ultratumba-. El doctor Summers afirma que usted no se encuentra completamente repuesto para hacer una declaracion completa, espero que pueda respondernos a algunas preguntas.

– Estoy bien -respondi-. El doctor Summers tiene buenas intenciones, pero exagera.

Eso gusto a Hess, que sonrio, acerco una silla y se sento a mi lado. Lepski anduvo hasta la ventana, se sento y saco una libreta.

Habia tenido mucho tiempo para revisar mi historia y estaba preparado y confiado.

– Muy bien, senor Carr, veamos que me dice sobre ese collar. Harmas me ha informado de que los ladrones robaron una imitacion. ?Es cierto?

– Si el collar no esta entonces robaron la imitacion.

– ?No se dieron cuenta de que era una imitacion?

– No; podria enganar a cualquiera salvo a un experto de primera. Pero para aclarar todo esto, sargento, ?que le parece si se lo cuento todo desde el principio?

Me miro sorprendido y luego asintio.

– Me parece muy bien.

Le relate entonces como la senora Plessington habia querido un collar, como le habia encargado una replica de vidrio para que pudiera decidir si le agradaba el diseno. Le explique que, despues de la venta, Sydney habia querido vender la imitacion, pero que como habia sido mi mejor negocio habia decidido guardarlo como recuerdo. Le dije tambien que Sydney habia aceptado darmelo (primera mentira) y que le habia pagado tres mil dolares por el collar. Despues, le conte la aficion de la senora P. al juego y como, aterrada por no poder pagar sus deudas, le habia pedido a Sydney que vendiera el collar. Le explique por que el trato debia hacerse en secreto y como Sydney y yo habiamos tenido la idea de transformar el collar en otro. Para impedir que se descubriera, Sydney habia decidido trabajar sobre el collar en su apartamento.

– Sin embargo, Sydney temia guardar el collar en su apartamento y yo le sugeri que usaramos la imitacion -prosegui-. Y despues me pidio que me arriesgara a guardar el collar original en mi caja.

– Un momento, senor Carr -me interrumpio Hess. Hasta entonces, habia permanecido inmovil, escuchando-. Me gustaria aclarar ese punto. Hemos examinado su caja y la del senor Fremlin y la de el es mucho mejor que la suya. Su caja esta conectada con el departamento de policia y la suya no. ?Como es que Fremlin penso en guardar el collar en su caja?

Era una pregunta esperada y tenia preparada la respuesta.

– Sydney estaba nervioso -dije-. Pensaba que ningun ladron sospecharia que tenia algo de valor en mi caja mientras que el podia ser objeto de un atraco.

– Si… -Hess se rasco la nariz-. ?Nervioso, eh? ?Se refiere a que temia que alguien entrara en su casa?

– Habia pagado el collar con su propio dinero. A pesar de que lo habia asegurado queria evitar los riesgos.

– Esa no era la pregunta, senor Carr. ?Fremlin estaba nervioso?

– Si.

– ?Y, entonces, por que no cerraba la puerta con llave?

– Porque siempre se las olvidaba. Su criado podra explicarselo tambien. Se sentia seguro dejando la puerta abierta porque el portal del edificio siempre estaba cerrado con llave.

– Sin embargo, la noche del robo no lo estaba. ?Como puede ser?

– No lo se. Cuando llegue, poco despues de las diez, la puerta estaba cerrada con llave. Tuve que llamar a Lawson, el portero, para que me abriera. Claude, el criado del senor Fremlin, salia para marcharse, intercambiamos unas palabras y Lawson volvio a la porteria. Tal vez olvidara cerrar la puerta despues de que Claude saliera.

– Lawson dijo que no habia levantado la traba de la puerta y despues de que Claude saliera la puerta se cerraria automaticamente -explico Hess.

– Pero no lo hizo, ?no? De lo contrario, esos dos no habrian podido entrar.

– Si… -Hess estudio sus manos gordas y marrones con el ceno fruncido-. Lawson oyo el disparo y salio de la porteria justo en el momento en que los asesinos salian del ascensor. Ambos llevaban un revolver en la mano. Lawson no es ningun heroe. Retrocedio para que no le vieran, pero ha podido darnos una descripcion de ellos. -Hizo una pausa y prosiguio-: Cuando un hombre esta asustado, no es un testigo muy fiable. Quisiera que usted me diera la descripcion de esas dos personas, tal como usted las vio, senor Carr.

– No piense que yo no estaba asustado -le dije-. Todo ocurrio muy rapido. La puerta se abrio y aquellos dos tipos entraron gritando. Yo me dirigia al cuarto de bano a buscar una aspirina y me los encontre de frente. El hombre me golpeo en la cara y cai. -Luego, describi como Sydney se habia lanzado sobre el hombre y como la mujer le habia disparado y como, cuando me arrastraba hasta Sydney, me habia golpeado en la cabeza.

– ?Entonces, fue la mujer la que disparo a Fremlin y le golpeo a usted?

– Si.

– ?El hombre estaba herido?

– Sydney le hizo un corte en el brazo con la daga.

– Si. Tenemos su grupo sanguineo en la daga -comento Hess. Lo dijo con tono indiferente, pero sus palabras me causaron escalofrio. ?Su grupo sanguineo! Un pequeno paso para cargar el crimen a Fel si es que alguna vez le atrapaban.

– Tomemos al hombre primero, senor Carr -prosiguio Hess-. ?Puede darme una descripcion de el tal como lo vio?

– Era de contextura robusta -dije- y como de su altura. (Mi segunda mentira.) Llevaba una peluca de Beatle, unas gafas de espejo grandes y una chaqueta roja con los bolsillos negros. -Me lleve la mano a la cabeza con gesto de cansancio-. Es lo mas que puedo darle.

– ?Contextura robusta y alrededor de un metro setenta?

Si.

Hess se rasco la punta de la nariz.

– Lawson dice que era alto: alrededor de un metro ochenta y delgado.

La confusion era mi mayor esperanza.

– Esa no fue mi impresion.

– Si… -Hess suspiro-. En un robo como este ningun testigo coincide con otro. -Se encogio de hombros-. Pero la peluca, las gafas y la chaqueta concuerdan. Ahora, la mujer.

– No pude ver mucho de ella salvo que llevaba unas gafas plateadas que le tapaban casi toda la cara. Creo que era alta y de contextura robusta. Me dio la impresion de tener unos cuarenta y cinco anos, una mujer madura. Llevaba un pantalon rojo y la cabeza envuelta en un panuelo negro.

Se abrio la puerta y entro el doctor Summers.

– Creo que eso sera todo por hoy, sargento -dijo, con firmeza-. Dije veinte minutos.

– Claro. -Hess se puso de pie-. Gracias, senor Carr. Descanse. Gracias por su ayuda. Volvere a visitarle. -El y Lepski abandonaron la habitacion.

El doctor Summers me tomo el pulso, me dijo que durmiera un rato y que me servirian el almuerzo al cabo de una hora. Cuando se fue, permaneci quieto pensando en lo que le habia dicho a Hess. Todo parecia ir bien, excepto lo del grupo sanguineo. Pero no podia hacer nada sobre aquello. Sabia que todo dependia de que cogieran o no a Rhea y Fel.

Si Rhea no intentaba vender el collar, no veia como lo conseguirian.

Despues del almuerzo y una siesta, entro la enfermera a anunciarme la visita de la senorita Baxter.

– ?Se siente con ganas de recibir otra visita, senor Carr? -pregunto, con una sonrisa complice.

Dije que si.

Jenny entro con un ramo de rosas rojas y una canastilla de uvas. Se quedo a los pies de mi cama, mirandome; en sus ojos habia una luz que removia algo en mi interior. Llevaba el cabello recogido. Tenia puesto un abrigo azul marino y una blusa con cuello de puntillas. Me parecio maravillosa.

– ?Como estas, Larry?

Le sonrei.

– Hemos cambiado las posiciones… tambien las rosas y las uvas. ?Como esta tu tobillo?

– Mejor. -Se acerco, no sin dificultad, a la silla cercana a mi cama y se sento-. Dime, ?como te sientes?

– Estoy bien… ahora que estas aqui. -Le tendi la mano y ella la tomo-. Jenny, esto es maravilloso. Gracias por venir. ?Donde te hospedas?

– ?Oh!… un hotelito. Cuando lei la noticia en el diario tuve que venir enseguida.

– Esto es terrible -le dije-. Sydney era mi amigo. Aun no puedo creer que este muerto.

– Debes intentar no pensar en ello. No te servira de nada. Ahora tienes que preocuparte de reponerte.

– Asi es. ?Recuerdas cuando te llame… la noche en que sucedio? Pense que era el adios. Es extrano como suceden las cosas, ?no?

Ella asintio.

– El doctor me ha dicho que no debo fatigarte. Ya me voy. -Jenny se puso en pie.

– ?Eh! Aguarda un minuto. Acabas de llegar.

– Queria verte. ?Quieres que te traiga algo manana?

– ?Sientate, por favor! Quiero hablar contigo. ?Cuanto tiempo piensas quedarte en Paradise City?

– Dos o tres dias.

– No me digas que con el tobillo asi puedes empezar a trabajar en seguida, Jenny…

– No, no puedo, pero… no puedo quedarme aqui. Esta debe de ser la ciudad mas cara del mundo.

– Si, lo es. -Hice una pausa y la mire-. No se cuanto tiempo tendre que quedarme aqui. Podrian ser varias semanas. ?Querrias hacerme un favor?

– Claro, Larry.

– Deja el hotel y mudate a mi apartamento.

Ella abrio los ojos, asombrada.

– ?No puedo hacer eso!

– Esto es una propuesta de trabajo. Necesito a alguien que conteste el telefono, que se ocupe de la correspondencia y que mantenga mi casa en orden. Una senora de color viene a hacer la limpieza dos veces por semana, pero si no la vigilan no hara nada. Hay un cuarto libre que puedes utilizar y por cuidarme la casa pago cien dolares a la semana… Ese es el favor que te pido, Jenny, por favor…

Ella dudo un instante y, cuando empezo a negar con la cabeza, agregue:

– Ese favor incluye venir a verme todos los dias, asi no me sentire mas triste y solitario.

Ella sonrio.

– Muy bien, pero no aceptare que me pagues. Tengo algo de dinero. Hablo en serio… de lo contrario, no aceptare.

En aquel momento aparecio mi enfermera rubia.

– Es la hora del descanso, senorita Baxter -dijo, sonriendo a Jenny.

– ?Enfermera, podria darle la llave de mi apartamento a la senorita Baxter, por favor? -dije-. La tenia el senor Harmas. Espero que ya la haya devuelto.

– Si, lo ha hecho. -La enfermera miro a Jenny, despues a mi y me sonrio-. Venga conmigo, senorita Baxter.

Jenny me palmeo la mano.

– Vendre manana por la tarde -dijo, y salio detras de la enfermera.

A la manana siguiente, despues de la visita del doctor Summers, tuve una visita inesperada. Me sentia deprimido porque Summers habia dicho que tendria que permanecer en el hospital por lo menos dos semanas mas. Ademas, cuando regresara a casa, tendria que descansar y no fatigarme demasiado. El visitante inesperado fue Tom Luce. Llego con mas aspecto de bulldog que nunca, con un traje oscuro impecable y la cabeza calva brillante de sudor.

Nunca habia tenido mucha relacion con el ya que el siempre trabajaba con Sydney, pero sabia que era fuerte, leal y un mago de las finanzas.

– Bien, Larry -dijo, sentandose a mi lado-. Lamento encontrarte asi. ?Que cosa tan terrible! ?Pobre Sydney! El funeral fue ayer. Fue espectacular… Todos los que son alguien estuvieron alli. Envie una corona en tu nombre y la hice colocar en el mejor sitio. Nunca habia visto tantas flores juntas.

En mi interior, me alegre de no haber asistido.

– Gracias, Tom. Es algo terrible. Todavia no puedo creer que haya muerto.

– No. -Luce meneo la cabeza-. He estado hablando con el doctor Summers. Por lo que me ha dicho, no podras trabajar durante tres o cuatro meses. ?Puedes sugerirme a alguien que te reemplace hasta tu vuelta?

Habia estado pensando en aquel problema.

– Necesitaras un disenador y un ayudante que trabaje con Terry. Se que Hans Kloch quiere cambiar. Es un buen disenador, no a la altura de Sydney, pero bastante bueno. ?Por que no le escribes? Esta con Wemer, de Amberes. Y tambien esta Pierre Martin. Trabaja en Cartier, de Los Angeles. Creo que saltara ante la oportunidad.

Luce anoto los nombres.

– Me pondre en contacto con ellos de inmediato. Terry y la senorita Barlow estan deshechos. -Hizo una pausa y luego agrego-: Debes saber, Larry, que ahora eres socio principal de la empresa.

– ?Socio principal? -le mire, azorado-. ?Te refieres a que me ofreces entrar en la sociedad, Tom?

– Por supuesto, Larry, pero Sydney te ha dejado todas sus acciones, y eso te convierte en mi socio principal sin que tenga que ofrecertelo. Me alegro mucho de ello. No me habria gustado trabajar con otro hombre.

Senti un escalofrio que me recorria la espalda.

– ?Tom! ?Que estas diciendo? No te entiendo.

– He leido su testamento. Hay varios legados, pero la mayor parte de sus bienes, que son considerables, pasan a ti.

– ?A mi! -exclame, alzando la voz.

– Si. He traido una copia del testamento y una relacion de sus bienes. Como bien sabras, yo manejo todos sus asuntos. Sydney te queria mucho, Larry. Como dice en el testamento, seras un valioso sucesor, y yo pienso lo mismo.

No pude evitarlo. Aun estaba debil y no tenia mucho (o ningun) control sobre mi mismo. Comence a llorar, escondiendo la cara entre las manos, mientras me sacudian violentos sollozos. ?Como me odiaba! ?Yo era el responsable directo de la muerte de Sydney! Si no hubiese planeado robarle el collar, todavia estaria con vida. Y a cambio de mi traicion, el me dejaba toda su fortuna.

Vino la enfermera y, al verme, indico a Luce que saliera y llamo al doctor Summers.

Lo siguiente que recuerdo es haber sentido un pinchazo en el brazo y luego el bendito sueno del olvido.

Estuve sedado durante el resto del dia. Cuando el doctor Summers vino a verme a la manana siguiente, dijo que no podria recibir visitas en los tres dias siguientes. Aquel bajon emocional no podia repetirse.

En cierta forma me alegre a pesar de que echaria de menos las visitas de Jenny, pero eso me daba tiempo para pensar en mi futuro.

Lei el testamento de Sydney. Habia dejado su fina coleccion de Wedgwood y Spode a Luce. Claude recibia cien mil dolares. Su secretaria y la senorita Barlow, diez mil dolares cada una. Terry, las joyas personales de Sydney. El resto de su fortuna y sus bienes eran para mi.

Luce habia hecho una relacion de los bienes de Sydney. Sus acciones valian un millon y medio. Estaba la casa y varios cuadros valiosos, incluyendo el Picasso. Estaba su Rolls Corniche y el contenido de la casa, y sabia que eso incluia el collar de la senora P.

Lei la lista consternado y me dije que no podia aceptar todo aquello. No podria vivir conmigo mismo si lo hiciera. Pense eso durante varias horas, pero luego se me ocurrio que no solo seria dificil, sino tambien peligroso rechazarlo. Al cabo de un rato, empece a convencerme de que yo no era responsable de la muerte de Sydney. ?No le habia dicho a Fel que no cargara las armas? ?Como podia saber que Rhea era tan perversa que no dudaria en matar? ?Como podia saberlo? ?Acaso yo no habia sufrido? Era pura casualidad que no me hubiesen matado a mi tambien. ?No le habia advertido a Fel que no me pegara en la cabeza?

?No estaba ella alli cuando se lo dije?

Despues de dos dias de meditar constantemente, empece a darme cuenta de lo que significarian el dinero y las posesiones de Sydney para mi. Seria un hombre rico. Seria socio principal de la mejor y mas antigua joyeria de la ciudad. Si queria, tambien podia mudarme a vivir a su apartamento. ?Por que no? Cambiaria algunas cosas, pero era una de las mejores casas de la ciudad y muchas veces habia deseado que fuera mia.

Incluso le pediria a Claude que siguiera administrando la casa. No tenia idea de cuanto le pagaba Sydney, pero si el podia pagarlo yo tambien podria con su dinero.

Despues, empece a pensar en Jenny. ?Queria casarme con ella? ?Queria ella casarse conmigo? Hacia muy poco que nos conociamos pero sentia algo por ella y era obvio que no habria venido a verme a Paradise City si no sintiera ella tambien algo por mi.

El doctor me habia aconsejado hacer un crucero en cuanto saliera del hospital. Aquella parecia ser la solucion. Le pediria a Jenny que me acompanara para poder conocemos durante los dos meses de la travesia. Esa idea me excitaba. Cuando el doctor vino a verme por la tarde, dijo que estaba mejorando mucho.

– ?Podre ver a la senorita Baxter manana? -le pregunte.

– Por supuesto. Hare que la enfermera la llame.

Cuando la enfermera vino a traerme la cena, le pedi que me trajera algunos periodicos. Era hora de saber lo que se decia de Sydney, del asesinato y de mi mismo.

Despues de una breve demora (supongo que le pediria permiso al doctor Summers), regreso con algunos ejemplares de The Paradise Herald de los ultimos cinco dias.

– No quisimos molestarlo con la correspondencia, senor -me dijo-, pero hay dos sacos enteros con saludos y deseos de su pronta recuperacion. La senorita Baxter esta revisandolas en su apartamento.

Dije que estaba bien y me puse a leer los periodicos.

La informacion sobre lo que habia sucedido en el apartamento de Sydney aquella noche fatal decia que, mientras estabamos trabajando sobre el diseno de un collar de diamantes, un hombre y una mujer irrumpieron en el apartamento fuertemente armados. El periodista contaba que yo habia tratado de detenerlos, recibiendo un tremendo golpe en la cara que me dejo semiinconsciente, y que Sydney, al atacar al hombre con un cortapapeles, habia muerto a causa de un tiro disparado por la mujer.

Los dos bandidos huyeron antes de que sonara la alarma. El portero los vio salir. El periodista pasaba a dar una descripcion detallada de ellos. Agregaba que la policia no queria comentar si se habia robado algo. Aquello me sorprendio tanto como al periodista. ?Por que no mencionar el collar?

Al leer el Herald del dia anterior, su titular me golpeo en plena cara como una bofetada.

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