La velada no fue precisamente un exito. ?Como iba a serlo? Jenny se desanimo por lo del coche, a pesar de que yo lo tome con indiferencia, disimulando mi odio hacia Spooky Jinx. La lleve de vuelta al hotel, la acompane hasta uno de los hundidos sillones de cana y llame a Hertz, la compania que me habia alquilado el automovil. En quince minutos me enviaron otro. Mientras aguardaba, intente calmar a Jenny.
– Mira, no te preocupes… Hare que arreglen el coche… No hay ningun problema. Olvidalo como he hecho yo.
– Pero Larry, ?no te das cuenta de que ese maldito no te dejara en paz hasta que te vayas? ?Debes irte!, ?podria herirte! Por favor… Lo conozco. ?Es un malvado! No se detiene ante nada. El…
– ?Jenny! -El tono de mi voz la detuvo en seco-. Tu y yo saldremos a cenar juntos. Dejemos de lado a Spooky. Hablemos de nosotros. Hoy estas maravillosa. ?Por que usas siempre ese horrible vestido?
Ella me miro y se encogio de hombros.
– ?Ese? Bueno, mira a la gente de esta ciudad. Es mi disfraz. Por eso te pedi que llevaras tejanos y camiseta. Aqui hay que disfrazarse para nuestro trabajo.
– Si. -Comprendi lo que queria decirme; luego, dije-: Solo he estado aqui ocho dias pero empiezo a entender la situacion. ?De veras crees que puedes ayudar a estas personas? No, espera un momento… te dije que empezaba a entender la situacion. Esa gente es mentirosa. Todo el tiempo trata de enganar. ?Te parece bueno trabajar bajo esa presion? ?No estas subiendo la escalera equivocada?
Ella lo penso un momento y luego respondio, con tranquilidad:
– Alguien tiene que hacerlo. Uno de cada cincuenta necesita ayuda de verdad. Si puedo ayudar a ese, entonces estoy haciendo algo util.
Llego el automovil de Hertz. Firme los papeles y partimos.
El Plaza, situado sobre una colina desde donde se divisaban las luces de la ciudad, era lujoso y caro. La comida era buena y una orquesta tocaba musica suave. Estaba lleno de hombres mayores y mujeres entradas en carnes: todos hablaban en voz alta; el escenario en el que Paradise City es especialista.
Cenamos, charlamos, pero la velada no fue un exito porque ambos pensabamos en el coche, estropeado, en Spooky y en la vida sordida que rodeaba la ciudad de Luceville; pero ninguno de los dos dijo nada.
Lleve a Jenny a su apartamento. Ya eran las once de la noche.
Ella me agradecio la velada y, por la expresion de su rostro, pude ver lo preocupada que estaba.
– Larry… Por favor, se sensato. Regresa a tu casa.
– Lo pensare. Repitamos esto. -Toque su mano-. La proxima vez nos divertiremos de verdad. -La deje y volvi al hotel.
Me cambie de ropa. Me puse los tejanos y la camiseta de algodon, despues baje a la recepcion y pregunte al muchacho negro de cara triste donde quedaba la calle Decima. Me miro como si estuviera demente. Cuando volvi a preguntarselo, me respondio que quedaba a una media hora a pie de alli. Comenzo a darme interminables explicaciones, pero hice que las obviara.
Sali a la calurosa y polvorienta noche y tome un taxi. Llegue al principio de la calle Decima a las once y treinta y cinco. Pague el taxi y empece a caminar por la calle apenas iluminada, llena de cubos de basura que despedian un olor tan fuerte como si cada uno contuviera un cadaver.
Habia mucha gente dando vueltas, la mayoria viejos borrachos, mujeres viejas… Personas sin techo. Mas adelante, la escena cambio. Las luces de neon creaban piscinas de luz sobre el sucio pavimento. Estaban los habituales burdeles, los clubes de strip-tease, los cines porno, los bares y cafes. Esa parte de la calle estaba ocupada por los jovenes. Chicos con el pelo largo, chicas con ropa apretada y provocativa que daban vueltas sin rumbo y creaban ruido. La mayoria llevaba radios encendidas a todo volumen con musica pop. Mas adelante, vi el cartel luminoso:
Manteniendome siempre en las sombras, pase frente al cafe.
Afuera habia ocho motos Honda aparcadas en fila: brillantes, poderosas, con los cascos colgados de los manillares. El cafe estaba repleto. Pude ver a los jovenes con el uniforme habitual y oir un ruido ensordecedor procedente del cafe.
Anduve hasta el final de la calle, di la vuelta. Encontre una entrada oscura y olorosa donde podia esconderme y divisar el cafe. Me apoye contra la pared y aguarde. Mi rabia contra Spooky era como un fuego que me consumia por dentro. Pense en todas las fichas cubiertas de alquitran y en mi coche.
A la medianoche, hubo un exodo en el cafe. Salieron unos chicos corriendo, gritando y dispersandose por la calle. Luego, aparecieron ocho jovenes y, al frente de ellos Spooky. Todos llevaban el mismo uniforme: camisas amarillas, pantalones de piel de gato y un cinturon ancho cubierto de tachuelas. Subieron a sus Hondas, se pusieron los cascos y el ruido estremecedor de los poderosos motores inundo el aire. Despues, partieron. Por el ruido que hicieron parecia que se hubiese desatado la Tercera Guerra Mundial.
Memorice la matricula de la moto de Spooky, luego camine hasta el extremo de la calle, tome un taxi despues de aguardar un rato y regrese al hotel. Me estire en la cama dura y aguarde. Mientras esperaba, fume innumerables cigarrillos y deje que ardiera el fuego de mi odio. Alrededor de las tres de la manana, me levante y baje al vestibulo del hotel.
El sereno estaba dormido. Sali a la calle polvorienta en busca de un taxi. Por fin, pude encontrar uno en la calle principal, con el taxista dormitando dentro.
Le pedi que me llevara a Lexington. Era un viaje de diez minutos. Luceville dormia. No habia ningun automovil que pudiera entorpecer la marcha.
El taxista se detuvo al final de la calle.
– Espere -le dije-. Regreso en seguida.
Debia de ser el tipo de calle donde se crian gusanos. Habia casas viejas con escaleras de incendio oxidadas a ambos lados de la calle. Cubos de basura malolientes, papeles de periodicos tirados por todas partes, condones usados y toallas sanitarias sucias acumuladas en las zanjas.
Camine por la calle desierta y silenciosa hasta llegar a la casa con el numero 245, la casa de Spooky. Me detuve y vi su brillante moto Honda aparcada. Verifique la matricula de la placa. Alli estaba todo el orgullo de Spooky.
Mire a uno y otro lado de la desierta calle para asegurarme de que no habria ningun testigo. El unico fue un gato flacucho que salio de las sombras y se interno en un callejon.
Recoste la Honda en el suelo y le vacie el tanque de gasolina. Cuando vi que el charco de combustible rodeaba la moto, encendi un fosforo, retrocedi y arroje el fosforo encendido al charco de combustible.