EXPERTO EN DIAMANTES HEREDA LA FORTUNA DE FREMLIN

Mi fotografia acompanaba la noticia, que declaraba que habia trabajado para Fremlin durante los ultimos cinco anos. Se me consideraba uno de los mejores expertos en diamantes y decia que Fremlin me habia dejado toda su fortuna y que yo ahora era el socio mayoritario de la joyeria de Luce amp; Fremlin. El periodista tambien hablaba de mi compromiso (que lejano me parecia ahora), de la muerte de Judy, de mi viaje a Luceville por consejo de un psiquiatra, el doctor Melish, para cambiar de ambiente, de como habia trabajado para los pobres, de mi regreso a Paradise City y de que ahora, gracias a la muerte de Fremlin, me convertia en millonario.

Lei y relei aquel informe sintiendome tan frio como un muerto. ?Lo leerian los Morgan? ?Que harian? durante varios minutos senti que me invadia un inmenso terror, pero luego consegui controlarlo.

Me pregunte que podrian hacer. Si me delataban, se delatarian a si mismos. Seria su palabra contra la mia. Rhea no era tonta. Debia saber muy bien que delatarme era suicida.

?Pero y si la policia los cogia? Ese era el peligro. Si los descubrian, hablarian. ?Y entonces, que seria de mi?

Pense en ello. Con el dinero de Sydney podria contratar al mejor penalista. Ademas me favorecia el hecho de no haber ocultado el collar verdadero y ningun jurado podria condenarme, si negaba todo lo que ellos decian.

Bueno, todavia no los habian cogido. Podian estar fuera del pais. Tenian mas de cien mil dolares mios: suficientes para ir a Mexico y esconderse.

Me alegre de que entrara la enfermera con el sedante para la noche.

Hacia las diez, Jenny vino a verme con mas rosas rojas. Dijo que mi apartamento le encantaba y que se entendia bien con Cissy, mi mucama de color, que estaba ordenando toda mi numerosa correspondencia y que me encontraba mejor.

– Me siento bien -dije-. Escucha, Jenny, ?has leido el Herald? ?Sabes que Sydney me ha dejado todo su dinero?

Ella asintio.

– Es maravilloso para ti, Larry, pero entiendo como debes sentirte.

Nuestras miradas se cruzaron.

– Al principio, pense en rechazarlo, pero despues comprendi que hacerlo no iba a devolver la vida a Sydney.

– No puedes rechazarlo… el queria que lo tuvieras.

– Si. -Despues le conte que el doctor Summers me habia recomendado que hiciera un crucero de dos meses. Y que sugeria que llevara un acompanante para no esforzarme y cansarme demasiado. La mire a los ojos-. ?Quieres venir conmigo, Jenny? Significa organizarlo todo y eso acarrea mucho trabajo, pero te prefiero a ti que a cualquier otra persona.

Me miro como si no creyera lo que oia.

– Seria un viaje largo -prosegui-, Sudafrica, India, Ceilan, Hong Kong y Australia. ?Que dices?

– ?Hablas en serio?

– Por supuesto que si.

– Oh, Larry… ?Me encantaria! -Estaba tan contenta que empezo a aplaudir y recorde como se habia excitado cuando la lleve a cenar en Luceville.

– Deberas empezar a ocuparte de todo. Me daran el alta en unas cuatro semanas. Comprate toda la ropa que quieras y no olvides que ahora soy muy rico. Cargalo todo a mi cuenta. Habla con Tom Luce. El te gestionara un credito. Ve a Ouward Bound… son mis agentes de viajes. Encargales un programa de viaje y lo estudiaremos juntos. Primera clase, claro: un camarote y una cabina para ti. ?Lo haras?

– Vere al senor Luce y a tu agente de viajes esta misma tarde.

Seguimos conversando y Jenny se marcho con los ojos brillantes y las mejillas encendidas.

Me recoste sobre la almohada y, por primera vez desde que habia llegado al hospital, me senti razonablemente seguro y razonablemente contento… aunque no por mucho tiempo.

Por la tarde, vinieron a verme el sargento Hess y Lepski.

– Solo quiero hacerle un par de preguntas, senor Carr, si se siente bien, claro -empezo Hess sentandose a mi lado.

Me prepare. ?Que me diria?

– Quisiera preguntarle algo, sargento -dije-. He estado leyendo el periodico y en ninguna parte se menciona el collar de los Plessington. ?Hay algun motivo especial?

– Claro… si dijeramos que el collar ha sido robado, tendriamos que aclarar que era una imitacion. Mientras los ladrones piensen que tienen el collar autentico, trataran de venderlo. Hemos alertado a todos los peristas del pais. Si intentan venderlo los engancharemos.

– Entiendo.

Pense en la avaricia de Rhea. ?Se arriesgaria?

Hess cambio de posicion en la silla.

– Tengo entendido, senor Carr, que trabajo como asistente social durante varias semanas en Luceville. ?Es correcto?

Le mire; el corazon empezaba a latirme con fuerza.

– Si; esta en el informe, sargento, no hay ningun misterio. El doctor Melish me recomendo cambiar de ambiente despues del accidente y me envio a trabajar con su sobrina, la senorita Baxter. ?Por que lo pregunta?

– ?Le dice algo el nombre de Rhea Morgan?

De alguna manera logre mirarle a los ojos y controlar la expresion de mi cara.

– Si… La senorita Baxter podra decirles mas que yo sobre ella.

– ?Tuvo algo que ver con esa mujer?

– Si, cuando la senorita Baxter estaba en el hospital, me ofreci a ir a buscar a Rhea Morgan a la salida de la carcel para llevarla a su casa… Podria llamarlo una asistencia social.

– ?Ella sabia quien era usted?

– Conocia mi nombre.

– ?Sabia que usted trabajaba para Luce amp; Fremlin… se lo menciono en algun momento?

– No. Esa mujer no me caia bien. Casi no nos dirigimos la palabra.

– ?Pero pudo haber descubierto quien era usted?

– Supongo que si. ?Pero, para que?

– Estoy tratando de atar cabos, senor Carr…

– ?Rhea Morgan tiene algo que ver con esta… esta investigacion? -Me di cuenta de que me sudaban las manos.

– Empezamos a creer que asi es. La policia de Luceville recibio informacion de un empleado de una estacion de servicio de Caltex, en las afueras de Luceville. Habia visto la informacion de los periodicos con la descripcion de los dos asesinos. Llamo al sargento O'Halloran del departamento de policia y le dijo que la semana anterior le habia asaltado un hombre con peluca, gafas de espejo y una chaqueta roja con bolsillos negros. Aquel hombre llevaba una pistola de juguete y estaba muy nervioso. El empleado le dijo que se marchara y el hombre obedecio. Habia olvidado al hombre hasta que leyo en el periodico que se buscaba a alguien que respondia a la descripcion de ese payaso que habia intentado asaltarle. O'Halloran me llamo y me fui a Luceville. Esto me parecio una extrana coincidencia, senor Carr. Habia un hombre en Luceville que encajaba con la descripcion y usted habia estado en Luceville. Asi que O'Halloran y yo buscamos a alguien con antecedentes que se hubiera relacionado con usted. Era un tiro al aire, el trabajo de la policia casi siempre es asi, y nos encontramos con Rhea Morgan. Y no nos parecio un tiro al aire al descubrir que vive con su hermano. ?Conocio al hermano?

Tuve que humedecerme los labios antes de responder:

– Si. Estaba en su casa cuando la lleve alli.

– ?Senor Carr, en algun momento menciono a esos dos que trabajaba usted en el negocio de diamantes?

– Estoy seguro de que no.

Hess permanecio pensativo unos momentos.

– ?Tenia usted coche?

– Si.

– Si querian saber algo mas sobre usted, pudieron tomar su numero de matricula y averiguarlo, ?no?

– ?Pero por que habian de hacerlo? Despues de todo, para ellos no era mas que un asistente social que habia acompanado a la mujer a su casa.

– Si… -Hizo una pausa y luego continuo-: ?Pueden haber sido esos dos los que mataron a Fremlin?

Permaneci en silencio, como si estuviera pensando, y respondi:

– No lo se. Todo ocurrio tan rapido que no podria decirlo.

– ?Diria usted que Morgan era de la misma estatura que el hombre que entro en el apartamento?

– No lo creo… le dije… Me parecio que el hombre era bajo y obeso. Morgan es alto y delgado.

Hess asintio.

– Si. -Se rasco la oreja mientras fruncia el ceno-. O'Halloran y yo fuimos a la casa de los Morgan… una pocilga. Estaba cerrada. No habia nadie. Preguntamos por alli y nos dijeron que no habian visto a los Morgan desde dos dias antes del crimen. Eso es lo que tardarian en venir en coche hasta aqui. Hemos verificado todos los hoteles y moteles y encontramos algo. -Volvio a rascarse la nariz-. Pararon en el motel Pyramid y marcharon la noche del crimen. El empleado identifico la foto de Rhea. Digame algo: usted la conocio y hablo con ella. ?Diria que es una asesina?

Recorde la imagen de Rhea reflejada en el espejo cuando se disponia a golpearme. ?Una asesina? Si… era una asesina.

– No puedo responder a eso, sargento -le dije, con voz ronca-. ?Como podria saberlo?

– Si… Ella tiene un historial bastante cargado. Esos dos me parecen candidatos para el trabajo. Si Morgan esta herido en el brazo y su grupo sanguineo concuerda, creo que los tenemos. -Se puso en pie-. Ya hemos cursado la orden de busqueda y captura. Solo es cuestion de tiempo que los atrapemos. -Hizo una senal a Lepski, quien se dirigio hacia la puerta-. Muy bien, senor Carr, ya no le seguire molestando. Descanse.

Y siguio a Lepski fuera de la habitacion.

«He cavado mi propia tumba», pense. ?Como habia sido tan estupido de darle a Fel aquel disfraz, habiendolo usado ya en un atraco frustrado? Me habia sentido muy confiado al advertirles que usaran guantes y al proporcionarles la coartada, pero nunca se me habia ocurrido que aquel gordo empleado de la estacion de servicio pudiera llevar la pista a Luceville por la peluca, las gafas y la chaqueta.

De modo que, en pocos dias, cuando estaba seguro de que no los identificarian a menos que quisieran vender el collar, la policia los tenia ya.

Estaban persiguiendolos. ?Cuanto tiempo sobrevivirian? Hablarian en cuanto los cogieran.

La radio de Paradise transmitia un informativo cada tres horas. Me converti en un oyente compulsivo. Cada vez que el comentarista decia: «y, ahora, las noticias…» quedaba petrificado y el corazon empezaba a latirme con fuerza esperando la noticia de que los habian capturado.

Durante aquellas tres horas de espera, ni siquiera podia ser amable con la enfermera. Deje de comer y lo unico que hacia era mirar las agujas del reloj aguardando el siguiente informativo.

Me di cuenta de que debia cancelar el crucero de dos meses. La idea de estar encerrado en un barco, sin noticias y preguntandome todo el tiempo si los habrian descubierto, esperando encontrar detectives en cualquier puerto para arrestarme, terminaria por enloquecerme.

Estaba muy intranquilo. No podia quedarme en la cama y, a la manana siguiente, cuando la enfermera salio, me levante y empece a caminar por la habitacion, de manera un poco insegura al principio, pero cada vez mas fuerte, por el ejercicio.

El doctor Summers me hallo de pie junto a la ventana.

– No me diga nada -le adverti-. Quiero irme a casa. Me importa un comino si es bueno o malo para la salud. Puedo descansar y tomar el sol en mi terraza y se que ire recuperandome, pero ya no soporto permanecer encerrado mas tiempo.

Para mi sorpresa, estuvo de acuerdo conmigo.

– Muy bien, senor Carr, llamare una ambulancia y podra irse a su casa esta misma tarde. Pasare esta noche a visitarle. Creo que seria conveniente que la enfermera Flemming le acompanara y se quedara con usted unos dias… por si acaso.

– No la quiero. La senorita Baxter se ocupara de mi.

A las cuatro de la tarde estaba de nuevo en mi apartamento, sentado al sol en mi terraza.

Cuando Jenny llego con una bandeja de pastas para el te le dije que habia que cancelar el crucero.

La desilusion que lei en su mirada me irrito. No podia dejar de mirar el reloj. Faltaban quince minutos para que la radio transmitiera las noticias.

– ?Pero por que? -pregunto Jenny-. Te hara bien. ?Que te ha hecho cambiar de opinion?

– Puedo cambiar de opinion, ?no? -le respondi-. Quiero regresar al trabajo. Tengo que arreglar los asuntos de Sydney. Me doy cuenta de que pasar dos meses en un barco me mataria de aburrimiento.

– Oh… -Ella se miro las manos y se sonrojo-. Pero ya he encargado ropa, Larry. Dijiste…

– Esta bien. Tal vez vayamos mas adelante… ?Quien sabe? Quedatela. Te la mereces.

– No puedo hacerlo, Larry. Iba a trabajar como secretaria tuya…

– ?No me molestes con eso! ?Quedatela! -Volvi a mirar la hora.

– Gracias. -Habia una repentina frialdad en su voz. Despues de una larga pausa, dijo-: Creo que debo regresar a Luceville. Ya puedo andar bastante bien. Creo que puedes arreglarte sin mi, ?verdad?

De repente me di cuenta de que necesitaba estar solo. Tenia que pasar el tiempo esperando y escuchando las noticias y Jenny me molestaria. Ademas, si los cogian y hablaban, no queria que ella estuviera alli cuando vinieran a detenerme. Sin mirarla, le dije:

– Esta bien, Jenny. Lo entiendo. Quieres regresar a tu trabajo igual que yo quiero volver al mio.

– Si.

– Muy bien… esta arreglado. Yo… -Al ver que era la hora, me interrumpi-. Un momento, quiero escuchar las noticias.

Mientras escuchaba la jerigonza de siempre sobre Nixon, China, Vietnam, Inglaterra y el Mercado Comun, Jenny se levanto y se fue a la sala.

Cuando las noticias terminaron sin mencionar la detencion, yo tambien fui a la sala. No estaba alli. Dude un momento y me dirigi al cuarto de huespedes. Estaba haciendo la maleta.

– No tienes que irte tan rapido -le dije, incomodo-. ?Que estas pensando?

Siguio guardando su ropa.

– Dentro de una hora sale un autobus. Si lo alcanzo, estare en mi despacho pasado manana, y eso es lo que quiero -respondio.

Enojado conmigo mismo, volvi a la terraza. Veinte minutos despues, aparecio Jenny.

– Cuidate, Larry -me aconsejo-. No te canses demasiado.

– Gracias por tu ayuda. Estaremos en contacto. -No podia mirarla.

– Te preocupa algo, ?verdad? -me pregunto, apoyando una mano en mi hombro-. ?No quieres decirmelo? Dos son mejor que uno para resolver un problema.

?Deseaba tanto decirselo!

?Pero, para que? ?Que podia hacer ella? Nadie podia hacer nada.

– Estoy bien, Jenny -respondi, en tono amable-. No pierdas tu autobus.

Me miro durante un largo momento, con los labios temblorosos. Sabia que me amaba de verdad, pero al igual que todo lo que tocaba… era demasiado tarde.

Me aparte de ella. Un momento despues, vi cerrarse la puerta principal y supe que estaba realmente solo.

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