CAPITULO CUATRO

Fui en coche a la oficina de Jenny, aparque y subi los seis pisos.

Despues de dejar a Jenny, habia vuelto al hotel. Permaneci en mi sordida habitacion durante una media hora, siempre pensando en Rhea Morgan y de una forma bastante erotica. La deseaba tanto que era como un virus en la sangre. La idea de desvestirla y poseerla me hacia sudar, pero recordaba lo que me habia dicho: «?Acaso me deseas? Cuando me tengas, te costara mas que una comida.»

Pero yo no era un incauto como Jenny. Cuando la poseyera, pues la poseeria, no me costaria ni un centavo.

Sin embargo, primero tenia que conocer mas cosas sobre ella. Sabia que Jenny tendria sus antecedentes y queria leerlos. Aquello podria darme alguna ventaja en los preliminares.

Aquella idea me llevo hasta la oficina. Me detuve detras de la puerta. A traves de los delgados paneles se podia oir el tecleo de una maquina y aquello me sorprendio. Llame, hice girar la manecilla y entre. Detras del escritorio habia una mujer anciana y delgada. Tenia la cara como esculpida en madera. En un rincon, una adolescente se afanaba en la maquina de escribir. Ambas me miraron como si llegara de la luna.

– Me llamo Larry Carr -y dedique mi mejor sonrisa a la cara de piedra-. Trabajaba con Jenny Baxter.

Era una asistenta profesional, no como Jenny: no era ninguna incauta. Podia imaginar ya a las viejas salir corriendo al verla.

– ?Si, senor Carr? -Tenia una voz que seria la envidia de cualquier policia.

– Quise pasar a ver si podia ayudar en algo -dije, mientras echaba una mirada hacia los archivos que estaban detras de la adolescente, que habia dejado de mecanografiar. Acabaria de terminar el bachillerato, era un adefesio sin ningun atractivo. En alguna parte de aquellos archivos podian estar los antecedentes de Rhea-. Si puedo ser util en algo…

– ?Util? -Cara de piedra se puso dura-. ?Tiene algun tipo de preparacion, senor Carr?

– No, pero… -No continue la frase; era gastar saliva inutil. Estaba seguro de que conocia mi historia.

– Gracias, senor Carr. Podemos arreglamos muy bien.

– Solo pense en pasar. -Retrocedi hasta la puerta-. Estoy en el hotel Bendix. Si necesitan ayuda, no duden en llamarme.

– No le molestaremos, senor Carr -dijo, con gesto agrio-. La senorita Baxter siempre llamaba a aficionados, pero ese no es mi metodo.

– Eso me ha parecido -dije, y sali.

Me hubiera gustado hacerlo legalmente, pero si aquella vieja vaca era asi, tendria que hacerlo de forma ilegal. Aun guardaba la llave de la oficina.

Baje los seis pisos y sali a la calle polvorienta. Eran las cinco de la tarde, fui al bar de enfrente y me sente en un sitio desde donde podia vigilar la entrada del edificio. Pedi una cerveza, encendi un cigarrillo y aguarde.

Paso el tiempo. La gente entraba y salia. Una mosca intento entablar amistad conmigo, pero la espante con la mano. Despues de una segunda cerveza, vi salir a Cara de piedra y a la adolescente, que siguieron juntas por la calle. Cara de piedra llevaba a la chica del brazo con gesto posesivo, como si temiera que un hombre apareciera y la violara.

No tenia prisa. Pedi una tercera cerveza, fume otro cigarrillo y despues sali a la calle. Eran las siete y cuarto. Cuando entre en el edificio, salieron dos chicas en minifalda, riendose. En una hora mas seria de noche. No queria encender las luces de la oficina. Eso podria delatarme. Subi los seis pisos por la escalera. Los duenos de las oficinas comenzaban a marchar a sus casas. Pasaban junto a mi mientras subia: hombres grandes y pequenos, gordos y delgados; algunos, con sus mecanografas. No notaron mi presencia. Estaban demasiado ansiosos por regresar a la incomodidad de sus hogares, a comer, ver la television y despues irse a la cama con sus aburridas esposas.

Cuando llegue al sexto piso, una mujer con la cara arrugada como una pasa salio de una oficina; cerro la puerta de golpe y paso corriendo junto a mi como si fuera el estrangulador de Boston. Abri la puerta de la oficina de Jenny, entre, cerre la puerta y puse la llave.

Tarde unos diez minutos en encontrar la ficha de Rhea Morgan. Me sente al escritorio y lei sus antecedentes como si estuviera leyendo los mios propios.

Jenny habia hecho un buen trabajo. El informe estaba escrito por ella. Debio de haber pensado que era demasiado personal para darselo a mecanografiar a otra persona.

Me entere de que Rhea Morgan tenia veintiocho anos. A los ocho la habian detenido por incontrolable. La ingresaron en un correccional. A los diez la pescaron robando perfume y lapiz de labios en un autoservicio. A los trece tuvo relaciones sexuales con uno de los ejecutivos de la institucion. Los pescaron en medio del acto y, unas horas despues, antes de que llegara la policia, el ejecutivo se corto la garganta. La pasaron a un reformatorio mas estricto. Un ano mas tarde, escapo. Unos anos despues la encontraron prostituyendose con los camioneros en la autopista a Nueva York. Esta vez la pusieron en tratamiento psiquiatrico. Tampoco tuvieron exito porque volvio a escapar y permanecio en paradero desconocido durante dos anos. Despues la cogieron con tres hombres que intentaban asaltar un banco. Hubo el atenuante de la edad y la condenaron a un ano. Para entonces, tendria unos diecisiete. Despues de cumplir la sentencia desaparecio de la vista y volvio a aparecer tres anos despues. Esta vez estaba involucrada con dos hombres en el robo a una joyeria. Ella conducia el automovil de la huida. Los dos hombres, armados con pistolas de juguete, habian entrado en una joyeria barata de Miami. Eran aficionados y se disponian a huir cuando aparecio un guardia armado con una 45 automatica. Rhea pudo haber escapado, pero se quedo y la atraparon. Con sus antecedentes, le dieron cuatro anos. Otra vez fuera, la pescaron en el asalto a una estacion de servicio junto a tres hombres. Esta vez, el juez le echo otros cuatro anos, y esa era la historia hasta el momento.

Deje el informe sobre el escritorio y encendi un cigarrillo. Ya conocia sus antecedentes y me intrigo saber algo sobre su hermano. Busque en los archivos pero no encontre nada. Era como si Jenny no hubiera tenido nada que ver con el, pero estaba seguro de que era del grupo de Rhea.

Mientras oscurecia, me quede sentado detras del escritorio pensando en Rhea. Pense en la vida que habia tenido y descubri que la envidiaba. Recorde mi vida hogarena, aburrida, y a mi madre, tan buena, que murio cuando yo tenia quince anos, y a mi padre, que trabajo como un esclavo en una mina de diamantes, hizo mucho dinero, lo invirtio mal y murio derrotado. Rhea habia vivido una vida malsana, pero no habia sido vencida. En el momento en que salio de la prision, siguio su destino en el crimen. Por lo menos, tenia un proposito y un objetivo. El proposito era malo, pero habia establecido las marcas y continuado adelante.

?Malo?

Apague mi cigarrillo y encendi otro.

Me habian ensenado que robar era malo, ?pero lo era en aquel mundo moderno en que vivia? ?No se trataba de la supervivencia del mas fuerte? ?No era una guerra valiente y privada de un individuo contra la policia?

?No era una vida mejor que la de la gente que vivia mendigandole a Jenny?

La mitad de mi mente me decia que estaba equivocado, pero la otra mitad me decia que no. Supe que, de pronto, Rhea se habia convertido en la persona mas importante de mi vida. Sentia una fascinacion sexual, pero tambien envidiaba el hecho de que pudiera tener mas coraje que yo. Tuve deseos de experimentar lo que ella habia experimentado. Ser perseguido por la policia. Esa era una experiencia que deseaba tener. Pense en como se habria sentido cuando vivio aquella tension y, sin embargo, no salio huyendo de la joyeria. Le envidiaba aquella experiencia. Senti la necesidad de descubrir si realmente tendria coraje bajo fuerte presion, como lo tenia ella.

Se estaba haciendo de noche, asi que guarde el informe en el archivo y vacie el cenicero en un sobre que guarde en el bolsillo. No queria que Cara de piedra se enterara de que habia estado en la oficina. Despues, me fui.

Mientras bajaba por la escalera, pense en Rhea y su hermano en aquel sordido bungalow, y senti envidia.

?Judy?

Segui bajando la escalera.

Judy estaba muerta, pero Rhea estaba viva.

Lo que tendria que haber hecho era abandonar el hotel Bendix y regresar a Paradise City. Tendria que haber llamado al doctor Melish y ponerme en sus manos. Tendria que haberle dicho que habia conocido a una mujer con antecedentes criminales que me obsesionaba sexualmente. Tendria que haberle confesado que sentia la urgente necesidad de experimentar las cosas que ella habia hecho, porque cuando poseyera a aquella mujer ella y yo debiamos estar en las mismas condiciones: yo tan malo como ella y ella tan mala como yo. Tendria que haber admitido que como ella era mujer y yo hombre, me obsesionaba la idea de que cualquier cosa que ella hiciera, yo podia hacerla mejor. Quiza, me habria ayudado. No lo se porque no le di la oportunidad de hacerlo. No abandone el hotel y tampoco hui a Paradise City.

Entre en un bar cualquiera y me puse a juguetear con un sandwich pasado y una cerveza mientras pensaba en Rhea. Por fin, subi al Buick y fui hasta su casa.

Me atraia con tanto magnetismo que no podia resistirme.

Al final del camino de tierra que conducia a su casa, deje el coche, apague las luces y continue a pie. A medida que me acercaba al bungalow alcanzaba a oir una estridente musica de jazz de alguna radio. Despues, llegue a la curva del sendero que iba hasta la casa y puede ver las ventanas iluminadas.

Me acerque todo lo que pude y permaneci oculto tras un arbol mirando hacia las ventanas al igual que un hombre en el desierto mira un oasis sin saber que es un espejismo.

Era una noche calida. Las ventanas estaban abiertas. Eran las diez. Vi moverse una figura a traves de la luz… el hermano. ?Entonces, el estaba alli! Avance con cautela, eligiendo el camino por entre las latas vacias cuidando de no hacer ruido, pero era una precaucion inutil. Con la radio a todo volumen podria haber hecho todo el ruido que quisiera y no me habrian oido.

Con el corazon palpitante, me acerque a la ventana lo suficiente para mirar sin ser visto.

Ahora, podia ver al hermano con toda claridad. Recorria la habitacion al ritmo de la musica con una lata abierta en una mano y una cuchara en la otra. Al mismo tiempo, se llevaba a la boca una pasta de aspecto pegajoso. Mire a ver si descubria a Rhea. Estaba recostada en un sillon destartalado, con el cuero roto y todo el relleno sucio afuera. Llevaba una camisa roja y un pantalon apretado que parecia pintado. Senti que se me aceleraba el pulso al ver sus piernas largas y sus muslos delgados. Un cigarrillo pendia de sus labios finos y duros. Miraba fijamente el techo y su rostro era una inexpresiva mascara de marmol mientras el hermano seguia saltando y contoneandose al ritmo de la musica y alimentandose.

Alli de pie observandola, me pregunte que pasaria por su cabeza. ?Que pareja! Una parte de mi mente sana pensaba eso, pero la otra, en realidad, los envidiaba. Luego, de repente, ella se inclino hacia delante y apago la radio, que estaba en una silla a su lado. El silencio que cayo sobre el bungalow y sobre mi fue como un golpe fisico.

– ?Basta! -le grito-. ?Siempre tienes que actuar como un maldito imbecil?

El hermano permanecio inmovil, con los hombros arqueados y las manos hacia delante en actitud amenazadora.

– ?A que mierda te refieres? -grito-. ?Enciende la radio!

Ella tomo el aparato, se puso de pie y con inusitada violencia lo arrojo contra la pared. La caja se abrio y las pilas se cayeron.

Entonces, el hermano arremetio contra ella y le pego en la cara. Rhea se tambaleo. El siguio gritandole y volvio a pegarle.

Yo ya estaba en movimiento, accionado por la rabia que ardia dentro de mi. Entre en la habitacion justo cuando el levantaba la mano para volver a pegarle. Lo cogi de la muneca, lo hice volverse y le hundi el puno en plana cara. El se alejo, trastabillando. Salte sobre el y, cuando aun estaba mareado y sin equilibrio, le pegue en la ingle.

Dejo escapar un gemido y cayo de rodillas. Me puse encima de el, uni las manos entrelazando los dedos y le pegue en el cuello. Me importaba un comino matarle como tampoco me habia importado Spooky Jinx. Cayo, inconsciente, a mis pies.

Me volvi para mirar a Rhea, que estaba inclinada contra la pared. Tenia la mejilla izquierda lastimada. Todavia estaba mareada por las bofetadas recibidas, pero sus ojos descansaban en el cuerpo de su hermano.

– El esta bien -le dije-, no te preocupes. ?Como estas tu? -Mi fuego interno empezaba a apagarse-. Pasaba por aqui.

Ella se arrodillo junto a su hermano y le dio la vuelta. Le sangraba la nariz, pero respiraba. Me miro con los ojos encendidos.

– ?Sal de aqui! ?Aqui no te queremos! ?Sal y no regreses! -me dijo, con tono maligno.

Nos miramos durante un largo momento.

– Cuando estes lista -le dije-, me encontraras en el hotel Bendix. Esperare.

Sali a la noche oscura y calida, sintiendo el dolor en los nudillos, por el golpe.

Regrese a Luceville seguro de que habia dado un paso adelante. Le habia demostrado que era mejor que su hermano. Pero eso no era suficiente. Tenia que probarme a mi mismo que tenia mas agallas que ella.

Cuando entre en la deprimente habitacion del hotel, el telefono estaba sonando. Primero dude… y luego levante el auricular.

– ?Larry! ?Mi querido muchacho!

Mi mente retrocedio al pasado. Nadie me hablaba asi, excepto Sydney Fremlin.

Me tire en la cama.

– Hola, Sydney.

Me dijo que habia intentado dar conmigo. Que no sabia cuantas veces habia llamado al hotel, pero que siempre estaba fuera. El tono de reproche de su voz no me afecto en absoluto.

– ?Como estas Larry? ?Cuando piensas regresar? ?Te NECESITO!

Mi mente se alejo de su voz melosa y pense en Rhea y su mejilla lastimada.

– ?Larry! ?Me estas escuchando?

– Regresare -respondi-, pero dame un poco mas de tiempo. Tal vez… un mes. ?Que te parece?

– ?Un mes? ?Pero, Larry, te necesito AHORA! La gente pregunta por ti. Dime como estas. ?No podrias volver la semana que viene?

– ?Terry no trabaja bien?

– ?Terry? -pregunto alzando el tono de voz-. ?Ni me lo menciones! ?Es… insoportable! ?Vuelve, Larry, y lo pondre de patitas en la calle!

Empezaba a aburrirme con su charla y le interrumpi.

– Regresare, pero no antes de un mes.

– ?Un mes? -La voz de Sydney se convirtio en un grito.

– Asi es. -Y corte.

Fui hasta el bano y puse la mano dolorida bajo el agua fria. El telefono empezo a sonar otra vez. Seria Sydney. Ignore la llamada. Tras una larga y desesperada insistencia, dejo de sonar.

Me recoste en la cama.

Mis pensamientos me hacian sentirme orgulloso.

Me dije que era un hombre realmente notable. Spooky…, siete de sus compinches… y, ahora, me habia encargado del hermano de Rhea.

Pronto, ella vendria a mi. Estaba seguro de ello y era lo que queria. Queria que viniera a mi y se entregara. Estaba preparado para esperar.

Sin embargo, primero tenia que estar en igualdad de condiciones con ella.

El incentivo comun de la mayoria de los crimenes es el dinero, pero yo tenia mucho dinero ya que Sydney me pagaba sesenta mil dolares al ano. Al pensar en el crimen, me di cuenta de que estaba en una posicion unica. Ahora, queria cometer un crimen para experimentar la misma tension, el mismo peligro, la misma excitacion que debio de experimentar Rhea, aunque nada de lo que robara me sirviera.

El mero acto de robar seria lo que me daria satisfaccion: el final del producto no tenia importancia.

Me dije que tenia que romper el hielo. Despues de pasar un rato, decidi que lo primero que robaria seria un automovil. Eso no resultaria dificil. Conduciria el automovil por la ciudad y luego lo dejaria cerca de donde lo habia robado. Una vez hecho eso, seria un ladron… Y eso me equipararia con Rhea. Las posibilidades de que me atraparan eran remotas y eso me proporcionaria un poco de tension, que era lo unico que queria.

?Para que pensar en ello? ?Por que no hacerlo?

Mire el reloj. Eran las doce y ocho minutos de la noche.

Aun con ese sentimiento de orgullo, me puse la chaqueta, apague las luces y abandone el cuarto. No use el ascensor sino que baje silenciosamente por la escalera, atravese el vestibulo donde roncaba el sereno y sali a la calida noche.

Robar un coche era mas complicado de lo que habia imaginado. Camine hasta el aparcamiento mas cercano pero encontre a un guardia patrullando a la entrada. Cuando me vio, el hombre me miro con ojos recelosos y me senalo la porra.

– ?Necesita algo? -me pregunto, con voz de policia.

– No a usted -conteste, y segui caminando.

Tome unas calles laterales donde habia varios coches aparcados. Cada vez que me detenia a ver si la puerta de alguno estaba cerrada con llave, aparecia alguien de entre la oscuridad y me miraba antes de seguir andando. Descubri que estaba sudando y que el corazon me latia con fuerza. Aquello era precisamente tension y tuve que admitir que no me gustaba.

Solo a la una de la manana pude encontrar un automovil con la puerta abierta y las llaves del motor puestas.

«Aqui voy», pense y me limpie las manos sudorosas en la parte de atras de los tejanos. Mire a uno y otro lado de la calle vacia y, despues, con el corazon palpitante, me introduje detras del volante. Con mano temblorosa, hice girar la llave y aprete el acelerador. Hubo un sonido sordo y debil que no tardo en desaparecer. Con el rostro empapado, estudie el interior del automovil. Tantee para localizar el boton de las luces, lo encontre y las encendi: un resplandor amarillento que no tardo en desaparecer.

?Estaba intentando robar un coche sin bateria!

Mis. nervios llegaron al limite. Suficiente excitacion por una noche. Sali del coche, cerre la puerta y comence a caminar por la calle. Tenia una sed atroz y me dolian los muslos como si hubiese corrido dos kilometros sin parar.

«Esto es la tension, entonces», me dije, ?pero, que habia hecho en realidad? Habia tratado de robar un coche, algo que hacian miles de adolescentes cada dia de la semana, y no lo habia logrado. ?Que ladron! ?Como se habria burlado Rhea si se hubiese enterado de esa cobarde actuacion!

Empece a darme cuenta de que pasar de la honestidad, en la cual me habia movido durante mas de treinta anos, a la deshonestidad presentaba un obstaculo que necesitaba mas coraje del que tenia en aquel momento.

Al final de aquella calle, vi un bar que permanecia abierto toda la noche. Entre a tomar una cerveza. Solo habia tres personas alli: el borracho de siempre, una prostituta gorda y vieja y un homosexual, un muchacho de unos dieciocho anos con un traje de color cereza, el cabello suelto hasta los hombros y un reloj de oro alrededor de su delgada muneca. Me miro. Cuando vi su reloj, se me ocurrio una idea. Me lleve la cerveza a una mesa alejada y le mire fijamente. No tardo mucho en estar a mi lado.

– ?Podemos ser amigos? -me pregunto, en tono ansioso-. Estoy seguro de que te encuentras tan solo como yo.

Le mire de arriba abajo.

– ?Cuanto?

– Diez dolares… Lo pasaras muy bien conmigo.

– ?Tienes algun lugar?

– Hay un hotel al final de la calle… Me conocen.

Termine la cerveza y me puse de pie.

Salimos a la calurosa oscuridad de la noche y empezamos a andar. De vez en cuando, me dirigia una sonrisa y caminaba muy cerca, como si temiera perderme. Se aparto cuando nos cruzamos con un policia, que nos miro y luego escupio en la alcantarilla.

– No queda lejos, querido -dijo el muchacho-. Justo en la esquina.

Me volvi. Ya no veia al policia y no habia nadie cerca. Pasabamos por un callejon con cubos de basura que despedian mal olor. De repente, lo empuje hacia el callejon.

Dejo escapar un grito de protesta, pero solo uno. Senti placer al pegarle porque no era de los mios. Le di con el puno en la mandibula y lo tire al suelo, dejando que su cabeza cayera sobre una pila de cascaras de patatas. Me incline sobre el y le arranque el reloj de oro, regalo quiza de algun cliente. Mire a uno y otro lado de la calle y luego me aleje.

Me dirigi de regreso al hotel.

Pase por otro apestoso cubo repleto de desperdicios, me detuve para apartar un poco la basura y arroje el reloj dentro.

Ahora si que estaba orgulloso.

Habia roto el hielo. ?Era un ladron!

A la manana siguiente, desperte de una noche inquieta y oi una voz en mi mente decirme con claridad: «Debes irte de aqui esta misma manana y regresar a Paradise City. Debes ver al doctor Melish y contarle lo que te sucede. Debes contarle lo ocurrido anoche y pedirle ayuda.»

Termine de despertarme y mire alrededor. La voz habia sonado con tanta claridad que pense que habia entrado alguien.

Despues, me di cuenta de que habia estado sonando y me deje caer sobre la almohada.

No podia regresar. El doctor Melish no podia ayudarme porque yo no queria ser ayudado. Pense en Rhea y mi deseo se hizo tan intenso que tuve que levantarme y darme una ducha de agua fria para calmar el calor de mi cuerpo. Me afeite, me puse los tejanos y la camiseta y baje al comedor a tomar dos tazas de cafe malo.

Habia varios viajantes que tomaban el desayuno mientras consultaban sus notas. Ninguno me presto mucha atencion. Encendi un cigarrillo y pense en los acontecimientos de la noche anterior.

?Que actuacion tan cobarde!

?Rhea se habria burlado de mi de haber estado alli!

?Como pude fallar en la operacion del robo del coche! Y despues, aquel estupido mariquita. ?Cualquiera podia haberlo hecho! ?Que riesgo habia corrido? Le habia robado el reloj, que era tal vez su unica posesion. No podia estar orgulloso de algo asi. Recorde cuando Spooky Jinx me habia llamado Rata. Por lo que habia hecho la noche anterior, el nombre me iba a la medida.

Sin embargo, me dije que aquella noche seria diferente. Aquella noche empezaria a formar parte de los "grandes", pero necesitaba planearlo todo con cuidado. Me quede alli pensando y fumando hasta elaborar un plan de accion.

Sali del hotel, subi al Buick y abandone la ciudad. A unos kilometros al norte por la autopista habia un pueblecito llamado Jason's Halt. Era un pueblo que cultivaba naranjas, pequeno, prospero y limpio. Su calle principal estaba repleta de camiones y comerciantes negociando con las naranjas. Aparque el coche y anduve hasta encontrar un autoservicio. Me abri paso entre el gentio ocupado en las compras del fin de semana: una masa de gente ensimismada en lo suyo, para la cual yo era invisible.

Me acerque hasta el bar, pedi un sandwich de carne y una cerveza y luego hui por la escalera mecanica a la seccion de juguetes. Alli pedi un revolver de juguete y mencione a un sobrino inexistente. La vendedora me mostro varios revolveres, pistolas automaticas y hasta una Coronel Cody Colt. Elegi una Beretta, que se habia hecho famosa por 007. Era una replica exacta y tenia un aspecto amenazador cuando se la sostenia en la mano. Despues, fui a otra seccion y compre un bolso de mano con las iniciales TWA pintadas a un lado. De alli, fui a la seccion de hombre y, despues de mucho buscar, compre una chaqueta de color rojo fuerte con bolsillos negros: una chaqueta que no pasaria inadvertida. Despues, fui a la parte de cosmeticos y compre una peluca de estilo Beatle y un par de gafas de sol de cristal de espejo, de los que permiten ver y ocultan el rostro.

Guarde todas las cosas en el bolso y regrese a Luceville.

Eran cerca de las cuatro y cuarto de la tarde.

Cuando me dirigia al hotel, pase por el hospital de la ciudad y recorde que no habia visto a Jenny y que ella estaria preguntandose por mi. Justo en aquel momento, quedaba un aparcamiento libre y meti el coche por puro impulso. Permaneci sentado unos minutos tratando de decidir si realmente deseaba volver a ver a Jenny. No tenia ganas de verla, pero la otra parte de mi mente me decia que si. Baje del coche y entre en una libreria donde compre El dia del Chacal, de Forsyth, y El poder y la gloria, de Graham Greene.

– Estaba pensando en ti -me dijo Jenny, despues de agradecerme los libros-. Me gustaria que volvieras a casa.

– No bromees. -Le sonrei y pense en lo diferente que era de Rhea-. Todavia no estoy preparado para la pompa y el brillo de Paradise City.

– ?Pero que haces todo el dia?

Me encogi de hombros.

– Paseo. Esta ciudad me encanta.

– Te has herido la mano.

Todavia tenia rojos los nudillos por haberle pegado al hermano de Rhea.

– He tenido problemas con el coche… Me lastime con una llave inglesa. ?Y tu, como estas, Jenny?

– Reponiendome. Los tobillos requieren tiempo.

Le conte lo de Cara de piedra y la chica.

– No me quieren.

– La senorita Mathis es muy profesional. -Jenny meneo la cabeza-. ?Te molesta?

– En realidad, no. -Hice una pausa y luego le pregunte lo que deseaba saber-. Dime una cosa, Jenny…, el hermano de Rhea Morgan… parece tener mal caracter. ?De que vive? ?Tu lo sabes?

– ?Fel?

– ?Se llama asi, Fel Morgan?

– Feldon… Su abuelo era Feldon Morgan. Le pusieron ese nombre por el. A su abuelo lo mataron cuando intentaba robar un banco.

– ?De veras? ?Y sabes de que vive este Fel?

– Hace algo relacionado con la venta de coches viejos… chatarra… Vende cosas de ese tipo. ?Por que quieres saberlo?

– Por ese bungalow… ?Que sitio! ?Nunca pense que alguien pudiera vivir en un sitio asi!

– Sin embargo, asi es. A mucha gente no le importa como ni donde vive. -Hizo una mueca-. Rhea me preocupa. Podria volver a meterse en problemas en cualquier momento. Su hermano no ayuda. Esta obsesionada con ser rica. No acepta el hecho de que si se quiere dinero hay que trabajar por el… Dice que no esperara tanto tiempo. Le he hablado muchas veces, pero es inutil. Empiezo a creer que es un caso perdido. Odio tener que decir eso de una persona, pero creo que es asi. Presiento que pronto volvera a meterse en lios y regresara a la carcel por mucho tiempo.

– Bueno, es asunto suyo -dije-. Pero eso habla de lo duro que es tu trabajo.

Levanto una mano y despues la dejo caer sobre la cama.

– No me quejo. Es mi trabajo. -Hizo una breve pausa y prosiguio-. Cada uno debe vivir su propia vida. De vez en cuando, siento que si puedo influir en ellos y eso me gratifica. -Me sonrio-. ?Sobre ti, Larry, no puedo influir ni un poquito? ?Por que no regresas a casa y olvidas esta ciudad, solo por complacerme?

Varias ideas pasaron por mi mente. Jenny era una persona dedicada a hacer el bien: una mujer que subia la escalera en otra direccion. Yo tenia otras cosas en la cabeza. Era la oportunidad de enganarla. Iba a estar en la cama dos semanas mas y no podria controlarme.

Fingi dudar y luego asenti, como si hubiese tomado una decision.

– Muy bien, Jenny, me has convencido -dije-. Me ire. Tienes razon. Estoy perdiendo el tiempo aqui. Odio dejarte. Has sido una buena amiga, pero tienes razon. Me ire a primera hora de la manana.

Tal vez sobreactue. Tal vez ella fuera mas inteligente de lo que yo creia. Me miro con tristeza.

– He aprendido que cada persona debe vivir su propia vida. Pocas personas aceptan un consejo. Yo lo intento, pero la gente no escucha, asi que no queda mucho por hacer, ?no?

De repente, senti deseos de contarle todo lo que me estaba sucediendo. Sabia que jamas se lo contaria al doctor Melish, pero habia algo en ella, que me miraba con aire interrogante, que me instaba a confiar.

Entonces, aparecio Rhea en mi mente, y el momento de la confesion se desvanecio.

Toque sus manos, force una sonrisa, efectue algunos comentarios banales sobre el mantenernos en contacto y sali del hospital, con la mente ya ocupada en lo que tenia que hacer aquella noche.

De vuelta a la habitacion del hotel, saque las cosas que habia comprado. Me puse la chaqueta, despues la peluca y, por ultimo, las gafas de espejo. Con la Beretta de juguete en la mano fui a mirarme en el espejo.

Me observe con detenimiento.

Parecia bastante estrafalario y estaba seguro de que nadie podria reconocerme. Separe los labios para dejar los dientes al descubierto en un gesto destinado a inspirar temor. Levante el arma y apunte a mi imagen en el espejo: «?Esto es un asalto!», grite.

Si aquella aterradora imagen se me hubiera aparecido en mi oficina de Paradise City, le habria entregado todos los diamantes de la caja fuerte sin dudarlo un instante.

Satisfecho, me quite la peluca, las gafas y la chaqueta y los guarde con cuidado, junto con el arma, en el bolso. Estaba seguro de que, por haberlos comprado en Jason's Halt, la policia no podria rastrear todos los articulos. Me sentia satisfecho de mi mismo.

Ahora, tenia que aguardar hasta la medianoche y, luego, entraria en la liga de los grandes.

Me tumbe en la cama y revise la operacion. Repase el dialogo que iba a utilizar. Despues de quedar satisfecho con mi actuacion, me puse a dormir. Me alegre de poder hacerlo.

Aquello probaba que mis nervios estaban bien.

Alrededor de las nueve, me desperte y baje al bar de enfrente a comer spaghetti con albondigas en una salsa grasienta. Me tome mi tiempo. Despues de abandonar el bar, regrese al hotel, recogi el bolso y anduve hasta mi coche, que habia dejado aparcado al final de la calle.

Sali de la ciudad y tome la autopista. A tres kilometros de Luceville estaba la estacion de servicio de Caltex. Nunca me habia detenido alli, pero habia pasado por delante varias veces. Siempre estaba llena y permanecia abierta toda la noche.

Al pasar por alli, reduje la velocidad. Habia un hombre grandote y pesado, con uniforme blanco, poniendo gasolina en un coche. No vi a nadie mas. Me alegre de que aquel hombre estuviera de turno esa noche y solo.

Di la vuelta en redondo y regrese a Luceville. Pase las dos horas siguientes en un cine de sesion continua, viendo un viejo western. Era bastante bueno y me mantuvo entretenido.

Cuando se encendieron las luces, sali a la calle calurosa y polvorienta entre el publico y subi al coche.

Permaneci inmovil un momento antes de poner el motor en marcha.

«Alla voy», pense, un tanto desconcertado porque el corazon me latia fuertemente y tenia las manos empapadas.

A unos trescientos metros de la estacion habia un hueco para aparcar el coche. Entre y apague las luces y el motor. Desde alli observe el cartel luminoso que decia: CALTEX. Sali del coche y, manteniendome en la oscuridad, me puse la chaqueta, la peluca y las gafas. Me temblaban tanto las manos que al sacar el arma de juguete del bolso se me cayo al suelo. Estuve buscandola en el cesped durante unos desesperados segundos.

El corazon me palpitaba con fuerza. Por un momento, dude entre regresar al hotel o seguir adelante con el plan.

Entonces, la imagen de Rhea con su cabello rojo y sus ojos verdes sensuales y cinicos aparecio en mi mente y pude tranquilizarme.

Camine hacia las luces de la estacion de servicio.

Un solo coche paso por la carretera junto a mi.

Al acercarme, disminui el paso.

Segui avanzando, siempre manteniendome en las sombras. Ya divisaba la oficina iluminada. El obeso empleado estaba viendo la television con un cigarrillo en la boca.

La tension me hacia latir el corazon con tanta fuerza que me resultaba dificil respirar. Me quede inmovil observando al hombre. El camino estaba desierto. Si iba a hacerlo, debia ser sin perdida de tiempo.

De repente, me oi reprocharme: «?Estas loco? ?Podrias terminar en la carcel!». Sin embargo, segui avanzando aferrando el arma con tanta fuerza que empezaron a dolerme los dedos.

Cuando abri la puerta, el hombre me miro. Al verme se puso tenso y, cuando diviso el arma, quedo petrificado.

– Esto es un asalto -dije, sin ningun grito que infundiera temor. Estaba tan asustado como el.

Nos miramos el uno al otro. El hombre tendria unos cincuenta anos, era obeso, de tipo paternal, tenia el cabello corto con algunas canas y los ojos marrones y duros.

Se recupero del susto. Estudio el arma que tenia en la mano y se tranquilizo.

– Aqui no hay dinero, hijo -dijo, con serenidad-. Mala suerte.

– Dame el dinero o disparo. -El temblor de mi voz me enfermo. Sabia que era tan amenazador como un raton.

– Aqui tenemos un sistema, hijo -explico, como si hablara con un nino-. Una caja de seguridad. Cada dolar que hago va a parar a esa caja de acero y solo el dueno puede abrirla.

Le mire con el rostro empapado.

– Le regale una de esas pistolas a mi hijo para Navidad -me dijo-. Le encanta James Bond. -Sus ojos se desviaron hacia la pantalla de television-. ?Que tal si te vas? Tal vez sea anticuado, pero a mi me gusta Bob Hope. -Y dejo escapar una carcajada ante un chiste de Hope.

Derrotado, sali a la oscuridad, al coche y de regreso al hotel.

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