CAPITULO NUEVE

Durante los tres dias siguientes permaneci solo, escuchando los informativos y encargando la comida a un restaurante vecino.

El telefono no me dejaba tranquilo: personas que llamaban para ver como estaba, amigos que querian venir a verme y se ofendian cuando les decia que no queria ver a nadie. Por ultimo, deje de contestarlo.

El tercer dia por la manana, el doctor Summers me quito los vendajes. Exceptuando una calva en la parte posterior de la cabeza, me dijo que estaba como nuevo. Y que era el momento de hacer el crucero. Le conteste que lo estaba pensando y me deshice de el.

Empece a arrepentirme de haber tratado a Jenny de aquella manera. Estaba tan asustado que necesitaba estar solo, pero ahora que empezaba a recuperarme lentamente, me dije que jamas atraparian a Fel y a Rhea.

Podian estar en Mexico o en Sudamerica y yo podia pasar el resto de mi vida pegado a los informativos de la radio.

?Debia llamar a Jenny y explicarle que habia estado preocupado y que ahora me apetecia otra vez hacer el viaje? ?Perdonaria mi comportamiento y vendria conmigo?

Lo dudaba.

Tal vez fuera mejor aguardar un par de semanas y, si para entonces no tenia noticias de los Morgan, iria.

Escribi una carta a Jenny en la que intentaba explicarle como me habia sentido y como ahora me encontraba mejor, y le preguntaba si querria acompanarme en el viaje que planeaba hacer en breve pero, despues de leerla, me parecio tan poco sincera que la rompi.

Al cuarto dia, hice un esfuerzo y tome un taxi para ir a la tienda. Llevaba el collar Plessington en el maletin.

Me recibieron calurosamente la senorita Barlow, Pierre Martin y Hans Kloch. Hasta Terry me dijo que se alegraba de verme mejor, aunque sin demasiado entusiasmo.

Entre en el despacho de Tom Luce y coloque el maletin con el collar sobre su escritorio.

– Tom… quiero explicarte lo del collar -le dije.

Me miro de una forma extrana, asintio y espero.

Le conte la verdad: como Sydney habia querido vender el collar por su cuenta, como yo le habia advertido que no era etico y su insistencia.

– Lo se -me dijo, con tranquilidad-. Como veras, Larry, estoy enterado de mucho. Yo manejo las acciones de Sydney y, cuando me dijo que queria vender una parte por valor de tres cuartos de millon y me entere de que la senora P. estaba endeudada hasta el cuello, no me fue dificil sumar dos mas dos. A mi no me preocupo y lamento que le haya preocupado a Sydney.

– Ahora el collar es mio -le dije-. Lo entrego a la empresa, Tom. Cuando lo vendamos, utilizando el diseno de Sydney, quiero que sea la empresa la que obtenga los beneficios.

– Asi es como debe actuar un socio -comento Tom-, pero la empresa te lo comprara al precio que pago Sydney. Es mas que justo, ?no? Las ganancias de la venta seran de la empresa.

– Muy bien… Comprame algunas acciones, Tom. Tu cuidabas los intereses de Sydney, te agradeceria que te ocuparas de los mios tambien.

Eso le agrado.

Hablamos de negocios. Tanto Martin como Kloch trabajaban muy bien, y hasta Terry se comportaba como correspondia.

– No creo que sea conveniente que empieces a trabajar todavia, Larry -sugirio Luce-. No te veo muy bien. ?Por que no haces un crucero?

– Lo estoy pensando, aunque para mas adelante. Ahora ire al apartamento de Sydney. Antes de emprender el viaje, quiero vender el mio y los muebles e instalarme en casa de Sydney. Asi que me quedare alrededor de una semana mas. Si tienes alguna duda sobre algo, no dejes de consultarme.

Cuando deje a Tom fui al apartamento de Sydney. Harry Gregson, el portero de dia, me saludo cuando pase junto al mostrador.

– Me alegro de volver a verle, senor Carr -me dijo-. Que asunto tan feo. La verdad es que echo de menos al senor Sydney… Era todo un caballero.

– Si. -Hice una pausa y le pregunte-: Voy a quedarme en el apartamento, Harry. ?Tienes las llaves?

– Si, senor. Lo lei en el periodico. Espero que tenga buena suerte, senor Carr. A la gente de aqui nos agrada que se mude usted a este edificio.

– Gracias, Harry.

– Desde que se fue la policia no ha subido nadie. Habra que limpiarlo antes de que se traslade.

– ?Tiene la direccion de Claude, Harry? No se si querra trabajar para mi.

– No veo por que no. Tengo su numero de telefono. Un momento… -Fue a la porteria y, tras revolver en el cajon de una mesa, volvio con un trozo de papel en la mano-. He oido decir que estaba muy triste.

– ?No ha estado aqui desde…?

– No, senor. Se fue a vivir con su anciana madre dos semanas, pero calculo que ya debe de haber regresado.

– Lo llamare. -Cogi el trozo de papel y las llaves del apartamento-. Gracias, Harry. Solo voy a echar un vistazo. No tardare.

Mientras el ascensor me subia al apartamento, volvi a recordar aquella noche fatal. La idea de entrar en la casa de Sydney por primera vez desde su muerte me acobardo.

Dude ante la puerta. Tenia una sensacion de malestar, pero era una locura. «Sydney esta muerto», me dije. Aquel maravilloso apartamento me pertenecia ahora… ?era mi futura casa! Debia librarme de ese complejo de culpa. ?Yo no era el responsable de su muerte! Me lo habia repetido una y otra vez durante mis horas de soledad. Tenia que arrancarme aquella culpabilidad de la mente.

Meti la llave en la cerradura y entre en el vestibulo. Observe que el aire acondicionado estaba encendido y me detuve a escuchar. ?Habria dejado la policia encendido el aire acondicionado? ?No habria subido nadie a ver si las luces y el aire acondicionado estaban apagados?

Sorprendido, abri la puerta.

Frente a mi, con un revolver en la mano, estaba Fel Morgan.

Desde el piso de abajo se oian los ladridos de un perro y un murmullo de voces. Permaneci inmovil, mirando el arma que podia causar la muerte.

A traves de los dobles ventanales se filtraba el sonido de la sirena de una ambulancia. Abajo y lejos de mi, Paradise City vivia su vida.

Aparte la vista del arma y mire a Fel a los ojos. Cuando lo hice, bajo la automatica y me dijo con tono de espanto:

– ?Por Dios! ?Pensaba que era la policia!

Vi que estaba mas asustado que yo y eso me tranquilizo un poco, aunque el corazon me seguia latiendo con fuerza y tenia la boca seca. Le observe.

?Que mal aspecto tenia!

Estaba sucio, extenuado y con la barba crecida. Olia mal. Todavia llevaba la chaqueta roja con los bolsillos negros pero resultaba casi irreconocible bajo aquella capa de mugre. Sus zapatos estaban cubiertos de barro, como si hubiese atravesado un pantano. Tenia los ojos hundidos por el miedo. Y exhalaba el aire de forma entrecortada por entre los dientes sucios.

– Cuando he oido que abrian la puerta, me he cagado de miedo -dijo, con voz ronca-. Pense que estaria seguro aqui por unos dias. -Se aparto de mi y se dejo caer sobre uno de los sillones. El arma se deslizo de sus dedos y cayo sobre la alfombra persa de Sydney. Se llevo una mano sucia a los ojos y se echo a llorar.

Cerre la puerta y anduve, tambaleante, hasta el bar. Con manos temblorosas, servi dos vasos de whisky.

– Calmate -le dije, mientras colocaba el vaso sobre una mesita auxiliar-. Trata de reaccionar. Bebe esto.

Me miro y se seco los ojos. Tenia una expresion de animal desesperado en la mirada y me percate de lo peligroso que era.

– ?Fuiste tu, maldito, el que me metio en esto con tu palabreria! ?Ahora seras tu el que me saque!

Bebi la mitad de whisky y fui a sentarme en el sillon de al lado.

– ?Donde esta Rhea? -le pregunte.

Apreto los punos y se golpeo la cabeza. Vi que estaba histerico de miedo y eso me dio confianza.

– ?Fel, tranquilizate! ?Donde esta Rhea?

– ?No me hables de esa perra! -empezo a golpearse las rodillas con los punos-. ?Tienes que ayudarme! ?Tu me metiste en esto! ?He visto los periodicos… me buscan por asesinato!

Al observar su estado de animo, al oirlo hablar y ver que el miedo no le dejaba pensar, senti que podria manejarle facilmente.

– Te ayudare, pero debo saber que ha sucedido. ?Donde esta Rhea?

Se puso a llorar de nuevo: sollozaba tan fuerte que le temblaba todo el cuerpo. Apure el resto de mi whisky. Su terror y su mugre me repugnaban.

Le deje seguir llorando. Cuando no le quedaron mas lagrimas, se seco los ojos con la manga y me miro.

– Si me enganchan, me echaran veinte anos -dijo, con voz ahogada-. ?No podria soportarlo! ?Veinte anos tras las rejas! ?Nunca me sacaran con vida!

– Deja de pensar en ti -le ordene-. ?Donde esta Rhea?

– ?Esa perra! ?Mi maldita hermana! -Se puso de pie, se golpeo la cabeza con los punos y volvio a sentarse. Actuaba como un loco. -?Las armas no estaban cargadas! ?Lo juro! ?Ella debio de cargarlas! ?Tu dijiste que no las cargaramos y no lo hice! ?Ella lo hizo! ?Ella mato al marica! ?Trato de matarte a ti! ?Lo sabes! ?Tienes que decirle a la policia que yo no tuve nada que ver con todo esto!

– ?Donde esta Rhea? -repeti.

– ?Tu no me crees, no es cierto? Crees que soy tan malo como ella, ?verdad? ?Pero no lo soy! ?Siempre ha sido una maldicion para mi! ?Nunca debi dejar que volviera a vivir conmigo! ?No debi escuchar lo que tu me decias! ?Veinte anos tras las rejas! ?No podre soportarlo!

– ?Que haces aqui? -le pregunte con tranquilidad, esperando que el tono de mi voz sonara calmado.

Se reclino en el asiento y se agarro la cabeza con las manos.

– ?No hagas preguntas estupidas! ?Quiero salir de aqui! ?Quiero dinero! ?Quiero un coche! ?Tengo que salir de este maldito lugar!

– Te dare dinero -le dije-. Te ayudare a escapar. Te conseguire un coche.

Me miro. Estaba temblando, pero vi un rayo de esperanza en sus ojos.

– Sera mejor que lo hagas -me advirtio, con voz ronca-. ?Tu y tus malditos millones! Esto ha sido bueno para ti, ?no?

Ese fue su error. Comenzaba a sentir pena por el, pero, al decir aquello, acabo con cualquier sentimiento de piedad que pudiera albergar hacia el.

– He dicho que te ayudare.

– ?Como pudo matar a ese marica? -dijo, mirandose las manos sucias-. ?Esta podrida! ?Sabes lo que me hizo a mi… su hermano? -Me miro con los ojos llenos de dolor-. Huimos de este maldito lugar. Ella llevaba el collar. Nos subimos al coche. Conducia ella. Fuimos a la autopista a toda velocidad. Yo le gritaba por haber disparado pero ella ni me miro. Pense que iriamos a Miami. Lo unico que podia hacer era gritarle. Cuando llegamos a las afueras de la ciudad, detuvo la marcha. Yo me estaba meando de miedo, mirando a ver si no nos seguia la policia. Le grite que siguiera. Ahora puedo verla. -Volvio a golpearse las rodillas con los punos cerrados-. Sus malditos ojos brillaban como dos pedazos de hielo. Me dijo que la rueda de atras estaba baja y que fuera a mirar. Y fui a mirar. Si, ya se que soy un estupido, que creo todo lo que me dicen. Ni siquiera habia llegado a la parte trasera del coche cuando esa perra se largo con los diamantes… sin importarle una mierda lo que me pasara a mi. -Su voz se quebro y se puso a llorar otra vez, meciendose de atras hacia delante.

Encendi un cigarrillo con afectada parsimonia. Ya no le temia, a pesar de que sabia que era peligroso. Si la policia lo cogia, hablaria.

Le mire y tome una decision. Tenia que callarle. No me quedaba otra salida si queria quedar a salvo.

Me quede alli sentado, fumando y pensando mientras el se retorcia y lloraba. Su mugre, su mal olor, su miedo, hacian que no fuera mas importante para mi que una mosca en la pared.

El reloj del Ayuntamiento dio las doce.

– Debes de tener hambre, Fel -le dije-. Te traere algo de comer.

Dejo de mecerse.

– ?Hambre? ?Estoy desfallecido! ?Comi pescado crudo y cangrejos en aquel asqueroso pantano! ?Has estado alguna vez alli? Ese lugar esta lleno de viboras y cocodrilos.

Llame por telefono al restaurante y encargue al maitre que me enviara el almuerzo.

– Sal a la terraza, Fel, y que no te vea nadie.

Tomo su vaso de whisky, lo vacio y salio a la terraza.

Lleve su vaso a la cocina mientras pensaba. ?Como hacerlo callar? Me di cuenta de que planeaba matarlo, pero aquella idea no me sorprendio. Si pudiera librarme de el y luego de Rhea, estaria a salvo. Y no solo eso sino que tendria el mundo a mis pies.

Volvi a la sala y me sente. Durante los quince minutos que esperamos hasta que trajeron la comida, empezo a formarse una idea en mi mente. Me parecia que Fel era facil de tratar, aunque no Rhea. Bueno, un puente a la vez, me dije.

El camarero llego con una mesita redonda. Me miro sonriente.

– Buenos dias, senor Carr. Me alegra verlo de nuevo. El maitre le envia una botella de champana de bienvenida. Y el cocinero le ha preparado la especialidad del dia.

Le di dos dolares de propina y, cuando se marcho, fui a buscar a Fel a la terraza donde estaba en cuclillas, con la espalda contra la balaustrada.

– Ven a comer-le dije.

Entro corriendo, se acerco a la mesa, miro la comida y se sento a comer. Tragaba como un cerdo hambriento, metiendose toda la comida en la boca, escupiendo y haciendo ruido. Me dio tanto asco que tuve que salir a la terraza y aguardar hasta que terminara. Mientras esperaba, revise el plan que tenia en mente: el plan para librarme de el para siempre. Al oir un fuerte eructo, pense que habria terminado de comer y volvi a la sala.

Solo Dios sabia lo que diria el camarero cuando regresara y viera la mesa. Fel habia manchado el mantel de comida; no quedaba nada en la abundante tabla de quesos, y la canasta que contenia seis panes estaba vacia. Habia manchas de vino por todas partes y la frutera tambien estaba vacia.

«No importa», me dije, «diez dolares de propina y todo quedara arreglado».

Mire a Fel, que encendia un cigarrillo.

– ?Vosotros los ricos si que sabeis vivir! ?Esta ha sido la mejor comida de toda mi vida!

– Debias de estar hambriento.

– Si… Tu aqui sentado en estos sillones mullidos y yo metido en el pantano con las viboras. -Me miro con odio-. Bueno, amigo, tu me metiste en este lio… ahora tendras que sacarme o estas listo. ?Si la policia me atrapa, canto! ?Los dos estaremos encerrados veinte asquerosos anos!

No lo sabia, pero estaba abriendose el camino hacia la muerte.

– ?Como entraste en el apartamento, Fel? -le pregunte, mientras me sentaba a su lado y encendia un cigarrillo.

– Cualquiera podria hacerlo. No fue dificil… Pero eso no interesa. Quiero un coche y dinero.

– Puedes llevarte mi coche. Esta aparcado afuera. ?Cuanto dinero quieres?

Me miro sorprendido.

– Cincuenta de los grandes.

Asenti.

– Puedo conseguirlo. ?Que planes tienes, Fel?

– Ire a Cayo Oeste. Tengo un amigo que me llevara a Cuba. Una vez alli, te enviare mi direccion. -Me miro de reojo y pude ver que el whisky empezaba a hacerle efecto-. Entonces, me enviaras quinientos de los grandes. Ese sera mi pago final. Cuando lo obtenga, ya no volveras a tener noticias mias.

– Pero podria tenerlas de Rhea -le dije.

– Ese es asunto tuyo. Yo hablo por mi. Ella tiene el collar, ?por que iba a molestarte? ?Yo no tengo nada!

– ?Donde esta ella, Fel?

– ?Que te pasa? Dejala en paz. Ella es como el veneno. Olvidala… Vendera el collar y desaparecera. Olvidate de ella.

Le servi mas whisky. Sonrio, levanto el vaso y lo vacio de un trago.

– ?Vosotros, bastardos, si que vivis bien! -Tomo la botella de whisky y se sirvio mas-. ?Mi maldita hermana! ?Sabes una cosa, amigo? No le importa mas que ese tipo que anda con ella. ?Ese miserable! ?Ese maldito bastardo! Apuesto a que ahora esta acostada con el. ?Ese animal la calienta de veras!

– Si usas mi coche, no tendras ningun problema -le dije-. En cuanto oscurezca… despues de las diez de la noche, lo unico que tendras que hacer es salir y partir.

Entrecerro los ojos. Vi que estaba ebrio.

– ?Y que pasa con el dinero?

– No hay problema. Lo tengo aqui mismo.

Me miro con los ojos semiabiertos. Tenia problemas para enfocarme bien.

– ?Aqui mismo?

– Si.

– ?A quien estas enganando? Quiero verlo.

– Lo veras. ?Y quien es el tipo con quien esta Rhea?

Lanzo un soplido.

– ?A quien le importa un pedazo de mierda como Spooky? -Se echo a reir-. ?Que asqueroso! Eso prueba lo estupida que es al engancharse con un tipo como el… es diez anos mas joven que ella.

– ?Spooky Jinx? -le pregunte.

– Si… ?Lo conoces?

– Lo conoci en Luceville… Todo un personaje.

– Te lo aseguro. -Se echo hacia atras-. ?Que buen almuerzo!

– ?Como es que Rhea se engancho con un tipo como Spooky?

– ?Como fue? Ya estaba enganchada con el antes de ir a la carcel. En cuanto salio, corrio a buscarlo. ?Loca! ?Un animal como ese! -fruncio el entrecejo, meneo la cabeza y se froto los ojos con las manos sucias-. Creo que he bebido demasiado… tengo sueno.

– Adelante -lo alente-. Vete a dormir.

Un instinto animal lo hizo enderezarse.

– Muestrame el dinero, amigo. Dices que lo tienes aqui mismo… Muestramelo.

Era el momento.

– Esta en la caja. -Me puse de pie.

– ?La caja! ?Que caja?

Me acerque al Picasso y lo descolgue revelando la caja.

– ?Maldicion! -exclamo Fel, poniendose de pie-. ?Nunca se me ocurrio mirar alli! ?Tienes el dinero en esa lata?

– Asi es.

– Entonces, adelante… ?Abrela!

Gire el dial, sabiendo que al hacerlo ponia en contacto la alarma que sonaba en la comisaria de policia.

– No estoy muy seguro de como se abre -le dije-. Tengo la combinacion, pero es enganosa.

– Asi que enganosa -repitio Fel echandome, respirandome el licor en el cuello mientras observaba el dial-. Adelante, abrela.

Segui girando el dial, haciendo sonar los numeros, sabiendo que ya debia haber un patrullero en camino.

– Dos-uno-uno… cinco-ocho-ocho… seis-nueve-nueve… -murmure mientras hacia girar la perilla.

Aquella no era la combinacion, que, debido a la pobre memoria de Sydney, era simplemente 1-2-3, segun me habia informado Tom Luce. Aprete el boton e intente abrirla, pero nada. Menee la cabeza.

– Debo de haber cometido un error. Abrela tu, Fel, yo te ire cantando los numeros.

– ?Yo? ?Pero si estoy completamente borracho! -Se abalanzo sobre mi-. ?Abrela tu! ?Vamos, maldicion, abrela ya!

Empece a mover el dial nuevamente. ?Cuanto debia aguardar antes de que llegara la policia?

– Dos-uno-uno… cinco-ocho-ocho… seis-nueve-nueve… -susurre mientras movia la perilla-. Listo. -Aprete el boton y nada-. ?Pero que pasa?

– ?No puedes abrirla? -me grito Fel-. ?Te estas burlando de mi?

– Esa es la combinacion -le dije-. ?Por que diablos no se abre?

En ese momento, empezo a sonar el telefono. Ambos nos volvimos para mirar el aparato. Di dos grandes pasos y levante el auricular.

– Hola…

– ?Senor Carr? Aqui hay dos agentes de la policia. ?Esta usted bien?

– Nose equivoca de numero -le dije y colgue.

Me volvi y vi que Fel corria a buscar su arma.

– ?Numero equivocado? -dijo, mirandome de reojo.

– Si.

Nos miramos a los ojos.

– ?Estas tratando de enganarme, maldito?

– ?Oh, callate ya! -Camine hasta la caja con el corazon palpitante.

Cuando comenzaba a girar la perilla, sono el timbre de la puerta. Me volvi y vi a Fel inmovil, observando el vestibulo a traves de la puerta abierta de la sala.

– ?Abran! -grito una voz-. ?Policia!

Fel levanto el arma y me apunto.

– ?Hijo de puta!

– ?Rapido! A la terraza… Yo los detendre. -Pase a su lado, temblando… ?Dispararia?

Volvio a sonar el timbre. Yo estaba fuera, en la terraza. Fel me siguio.

– Puedes bajar por aqui… ?Rapido! ?Llevate mi coche! Yo me quedare a entretenerlos.

Temblando, Fel se asomo y miro al balcon de abajo. Me puse detras de el, enganche los dedos en los dobladillos de su pantalon y lo empuje.

Dio un alarido de terror y solto el arma, luego cayo al vacio, justo cuando oi que tiraban la puerta abajo.

«Habia sido tan facil, tan facil», pense mientras me dirigia por la autopista a Luceville.

Habia dado un gran paso adelante. Ahora era el turno de Rhea.

El sargento Hess habia venido a verme al apartamento y me habia interrogado, pero por sus modales y la forma en que me trato, parecia pensar que tenia suerte de seguir con vida. Le dije que en cuanto entre en el apartamento me di cuenta de que dentro habia alguien y que, antes de que pudiera salir, aparecio Morgan con un revolver en la mano. Me amenazo con matarme si hacia sonar la alarma. Le explique como habia empezado a beber, volviendose locuaz… como me habia contado que habia estado viviendo en un pantano y que se encontraba famelico. Me habia pedido comida y yo se la habia hecho traer del restaurante. Despues de comer, me exigio dinero. Pense que aquella era mi oportunidad. Sabia que la caja de Sydney estaba conectada con la comisaria. Cuando llego la policia, Morgan se aterrorizo. Salio a la terraza e intento descolgarse al balcon del piso inferior. Trate de detenerlo. Me habia disparado, perdido el equilibrio y caido.

Todo esto se lo explique a Hess cuando fue a visitarme al apartamento.

Habia indicios de que Morgan habia pasado alli la noche y sus sucias huellas aparecian por todas partes.

– Bueno, ya sabemos que el y su hermana son los que buscamos -repuso Hess-. Ahora, tenemos que encontrarla a ella.

«Pero no antes que yo», me dije. Le conte tambien como Rhea habia traicionado a su hermano y huido con el collar.

Aquel era el momento de confundir la caceria y lo hice.

– Morgan me dijo que planeaban ir a Cayo Oeste porque alli tenian un amigo que podia llevarlos a Cuba. Estaba convencido de que Rhea se dirigia hacia alli cuando lo abandono.

Hess hizo una mueca.

– Cuba… Si ha ido alli la hemos perdido.

Los diarios comentaron largamente la muerte de Fel. Estaba seguro de que Rhea iba a leerlo, aunque no podia saber que Fel me habia contado lo de Spooky Jinx. Quiza no estuviera con el, pero tenia que probarlo de todos modos. Debia silenciarla. No habria futuro para mi a menos que ella estuviera muerta.

Aguarde hasta que termino el interrogatorio sobre la muerte de Fel y luego le dije a Hess que iba a ir a San Francisco a distraerme un poco. Me pidio que me mantuviera en contacto con el. Yo seria el testigo principal en caso de que engancharan a Rhea, pero su expresion me indico que tenia pocas esperanzas de encontrarla.

Antes de abandonar Paradise City en direccion a Luceville, llame a Claude, el sirviente de Sydney. Le pregunte si querria trabajar para mi ya que me mudaba al apartamento.

– Aprecio su ofrecimiento, senor Larry -me respondio- pero jamas podria trabajar para otro caballero despues de haberlo hecho para el senor Sydney. Pero si le sirve de algo intentare encontrar una persona adecuada para usted.

– No se moleste -le dije, y colgue.

Ser despreciado por un marica viejo y gordo me deprimio. Le hubiera pagado lo mismo que Sydney… ?Quien diablos se creia que era?

Pero despues de pensar un rato en ello, entendi su posicion. ?Por que iba a querer seguir trabajando? ?Acaso Sydney no le habia dejado una buena suma? Sin embargo, sabia que aquella no era la verdadera razon. Sabia que Claude me despreciaba por mudarme a la casa de Sydney… y yo comenzaba a despreciarme a mi mismo.

Tres dias despues del interrogatorio de Fel, subi al Buick y me dirigi a Luceville.

El dia anterior, habia ido a Miami a comprarme una vestimenta de hippy: una camisa floreada, un par de vaqueros y unas zapatillas negras. Despues, fui a una tienda de empeno y compre una 38 automatica especial con una caja de balas. Tambien compre una peluca, un cinturon ancho con una calavera como hebilla y una navaja de muelle.

De regreso a mi apartamento, prepare una solucion de tierra, aceite y agua con la tierra de las macetas de mi terraza y ensucie la camisa y los pantalones.

A unos treinta kilometros de Luceville, me detuve en un pequeno pueblo y aparque el Buick, luego, con el disfraz en una maleta, compre un destartalado Chevvy en una tienda de coches usados.

Me puse la ropa de hippy y la peluca en una playa solitaria. Hacia tres dias que no me afeitaba y, al verme en el espejo retrovisor del automovil, pense que ni Jenny me reconoceria aunque pasara por delante de ella.

Estaba dispuesto.

Me sente detras del volante y parti.

No sentia remordimientos por Fel Morgan. Estaba seguro de que me habria chantajeado durante el resto de mi vida. Tampoco me inquieta lo que planeaba hacer con Rhea si la encontraba… era mi vida o la suya.

Sin embargo, sabia que no iba a ser facil. Tal vez no estuviera con Spooky, aunque sospechaba lo contrario, y aunque estuviera tenia que atraparla y luego, matarla.

Atrapar y matar a Rhea seria tan dificil como atrapar y matar a un gato salvaje.

Pero tenia que hacerlo.

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