El jueves transcurrio todo lo bien que podia esperarse. Yo estaba nervioso a pesar de que intentaba evitarlo y Sydney casi me volvio loco con sus revoloteos constantes. Salia cada momento de su despacho, daba vueltas por el salon de ventas, me enviaba miradas complices y luego volvia a desaparecer. Evidentemente Terry se dio cuenta de que tramabamos algo y me estudiaba con ojos curiosos.
Por fin, decidi poner punto final a todo aquello y entre en el despacho de Sydney cerrando la puerta tras de mi.
– Por favor, Sydney, trata de controlarte. Te comportas como si estuvieses huyendo de la Mafia.
Abrio los ojos desmesuradamente.
– ?De veras? Sin embargo, estoy tan tranquilo como un obispo. ?A que te refieres?
– Como un obispo que encuentra a una mujer en su cama.
Se rio.
– Bueno, tal vez este un poco excitado. ?No puedo esperar hasta esta noche! ?Quedaras maravillado!
– Dejalo para esta noche y no revolotees mas a mi alrededor. Terry se esta comiendo las unas de curiosidad.
Sydney comprendio la indirecta y permanecio en su despacho el resto de la tarde, pero cuando se fue, a las seis, no pudo resistir dedicarme un guino. Frunci el ceno y partio un poco desilusionado.
Terry se puso de pie inmediatamente y se acerco.
– ?A que se debe tanta excitacion? -pregunto-. Se ha comportado como un yoyo todo el dia. ?Es que tramais algo?
Empece a ordenar mi escritorio.
– ?Por que no se lo preguntas a el? Si quiere que lo sepas, te lo dira.
Terry apoyo las manos en la mesa y se inclino hacia delante. Sus ojillos brillaban de ira.
– Tu me odias, ?verdad?
Me puse en pie.
– No mas de lo que tu me odias a mi, Terry -le respondi y atravese el salon para dirigirme al cuarto de bano.
Diez minutos despues, volvia en el coche a mi apartamento. En una semana, tal vez menos, estaria en Amberes, hablando con uno de los compradores de diamantes mas grandes del mundo. Le ofrecia diez de las mejores piedras pero no la mas grande. Esta la llevaria a Hatton Garden, en Londres. Wallace Bernstein ya me habia pedido que le buscara una piedra de primera para una tiara. Me habia dado a entender que era para un miembro de la familia real. Estaba seguro de que me arrebataria la piedra de las manos y al precio que le pidiera. Luego, de Londres a Amsterdam, de alli a Hamburgo y, por ultimo, a Suiza. Para entonces, valdria un millon de dolares. Esa suma invertida en bonos al ocho por ciento me daria una renta vitalicia de ochenta mil dolares. Pediria una libreta de ahorros, pagaria el impuesto correspondiente y estaria hecho.
Me satisfacia el modo en que habia manejado a Rhea. Estaba seguro de que ya no sospechaba nada y eso era importante. Con ella fuera de la circulacion, enfriandose los talones en San Francisco, y con Fel en Luceville, tendria espacio para maniobrar tranquilo.
Mucho dependia de si Sydney llamaba o no a la policia despues del robo. Debia tratarle con mucho tiento. Estaria en un estado terrible y muy furioso. Era dificil de controlar cuando estaba asi. Tendria que advertirle una y otra vez de que si la policia intervenia, Tom Luce se enteraria de lo ocurrido. Dependia de que ganara la batalla la rabia de Sydney o el temor por Luce; me inclinaba a creer esto ultimo.
Volvi a mi apartamento a las seis y treinta y cinco. Tenia cuatro horas por delante. Al recordar que supuestamente cenaba con los Johnson, me di una ducha y me puse un traje oscuro. A pesar de hacer todo eso a camara lenta, todavia que quedaban tres horas y cuarto por delante.
Me prepare un whisky y encendi el televisor, pero como no me interesaba lo apague. Me pasee por la sala, incomodo y nervioso. Miraba la hora sin cesar. No tenia hambre. Sentia una fea sensacion en el estomago, pero el whisky me ayudaba. Sin ninguna razon aparente, de repente pense en Jenny. Tuve un repentino impulso de hablar con ella. Busque el numero del hospital en mi agenda y la llame.
Al cabo de un rato, Jenny respondio:
– ?Hola?
– Hola -le dije sentandome, mas relajado de repente-. Habla tu excompanero de asistencia social. ?Como estas, Jenny?
– ?Larry! -el cambio de su tono de voz me hizo sentir bien-. Que amable de haber llamado. Estoy mejor, gracias. Ya puedo caminar por aqui con muletas.
– ?De veras? ?Que bien! ?Cuando te dan el alta?
– A finales de la semana que viene. Ya no veo la hora de salir de aqui. Dime, Larry, ?Como estas tu?
Me pregunte como reaccionaria si le dijera que estaba a punto de involucrarme en un robo.
– Estoy bien. Otra vez en el trabajo… tengo que salir a cenar. Acababa de vestirme cuando de repente me viniste a la mente.
– Yo tambien he pensado en ti. Estoy tan contenta de que hayas dejado esta ciudad, Larry. Luceville no era para ti.
– Supongo que no, pero a lo mejor la anoro… y te anoro a ti. -De repente, senti deseos de volver a verla pero sabia que era imposible. En cuatro o cinco dias estaria camino de Europa y quiza nunca regresara. Pense en su cabello desarreglado, en sus ojos, su eficiencia y su amabilidad-. Debo partir para Europa dentro de unos dias por asuntos de trabajo. De lo contrario, habria ido a verte.
– ?Ah!… -Una pausa, luego prosiguio-: ?Estaras fuera mucho tiempo?
– No estoy muy seguro… depende. Puede que tenga que viajar a Hong Kong. Si… sera bastante tiempo.
– Bueno… que tengas buen viaje. -Me di cuenta de que su voz se habia tornado triste. Mire hacia la pared opuesta. Pense en la soledad que me aguardaba. Un exiliado viviendo en un pais extrano… No hablaba ningun idioma aparte del propio. Que diferente habria sido con Jenny a mi lado. Y con todo ese dinero, podriamos llevar una vida maravillosa juntos. Todo esto pasaba por mi cabeza cuando dijo-: Supongo que habra sol donde estas tu. Aqui sigue siempre tan deprimente. A veces, echo de menos el sol.
Pense en como me divertiria ensenandole Hong Kong, luego, con un sentimiento de depresion comprendi que ya era demasiado tarde. No podia decirle «Ven conmigo». Ademas, ella todavia no podia andar. No… era demasiado tarde, tendria que salir pocos dias despues del robo, quizas el lunes siguiente. Seria demasiado peligroso quedarme.
– Aqui el sol es maravilloso -dije, y desee no haberla llamado-. Te escribire, Jenny. Bueno, ya es tarde. Cuidate.
– Y tu tambien.
Hablamos unos segundos mas y luego corte. Me quede alli sentado, mirando la pared. «?Estare enamorado de ella?», me pregunte. Quiza le escribiera cuando estuviera seguro en Suiza, y le diria lo que sentia por ella. Le pediria que fuera a verme para poder hablar de ello. Le enviaria el pasaje de avion. Sentia que iria.
Mire la hora: todavia me quedaban dos horas y tres cuartos de espera. No podia permanecer mas tiempo en el apartamento asi que sali y fui a Interflora, que estaba abierto hasta tarde. Ordene que enviaran unas rosas a Jenny con una tarjeta donde le decia que permaneceria en contacto con ella. Como sabia que debia comer algo, fui hasta el Hotel Spanish Bay. Pedi un sandwich de salmon ahumado y un vaso de vodka puro.
Uno de mis clientes, Jack Calshot, un rico accionista, se sento conmigo. Hablamos de cosas diversas. Me dijo que estaba buscando un brazalete de esmeraldas y rubies y me guino un ojo:
– No es para mi esposa, ?me entiende? Encontre a una muchacha muy entusiasmada, pero necesita algo. ?Tiene alguna cosa asi, Larry?
Le dije que no habria problema y que pasara por la tienda al dia siguiente.
Pase otra hora escuchando su charla. Era un hombre interesante, pues siempre me daba buenos consejos sobre el mercado. Pero en mi interior pensaba que todo aquello cambiaria muy pronto: un nuevo cambio de escenario. Me pregunte si haria amigos en Suiza. Por lo que habia oido, los suizos no eran muy amigos de los extranjeros, pero podria encontrar alguna colonia norteamericana para entablar relaciones.
Por fin, las agujas del reloj marcaron las diez menos cuarto de la noche. Me despedi de Calshot, que prometio pasar por la joyeria alrededor de las diez. Cuando subi al Buick, pense en Fel y me sobresalte. Un golpe en la cara puede ser doloroso. No es facil ganar un millon de dolares, me dije.
Llame al timbre del portal de Sydney y vi a Claude salir del ascensor, mientras Lawson venia a abrirme la puerta.
Ambos me saludaron cuando Lawson me abrio.
Lawson volvio presuroso a la porteria, porque seguramente estaria viendo un buen programa en la television, y Claude me dijo:
– El senor Sydney esta muy excitado esta noche, senor Larry. Me ha costado convencerle de que cenara. Espero que usted consiga calmarle.
Cuando pense en lo que iba a suceder me dije que seria imposible.
– Hare lo que pueda, Claude -le prometi-. Buenas noches. -Y tome el ascensor hasta el apartamento. Sali del ascensor y baje por las escaleras sin hacer ruido. Llegue al vestibulo, me detuve, mire en todas direcciones y cruce rapidamente hasta la puerta de entrada, descorri el pestillo y volvi a subir la escalera. Tal como habia pensado, no habia tenido problemas para destrabar la puerta de la entrada. Al llegar a la puerta del apartamento de Sydney, hice girar la manecilla y comprobe que estaba abierta. Volvi a cerrarla y llame al timbre.
Sydney aparecio en la puerta en un segundo, abriendola de par en par.
– ?Entra, mi querido muchacho! -exclamo, con la mirada iluminada- ?Fue horrible la cena?
– Bastante. -Cerre la puerta y, cogiendole del brazo, fuimos al salon. La puerta habia quedado destrabada-. Ella vacilaba. No creo que su marido quiera gastar todo ese dinero. Pero me he encontrado a Calshot y me ha dicho que estaba buscando un brazalete de rubies y esmeraldas. Pasara manana… Una nueva amiguita.
– No perdamos tiempo hablando de el… Ven a ver mis disenos.
Mientras le seguia hasta el escritorio, mire la hora. Eran las diez y diez. Veinte minutos mas y todo habria acabado. Me di cuenta de que estaba sudando y saque el panuelo para secarme las manos.
– ?Mira! -Extendio los disenos sobre la mesa-. ?Que te parece?
Me incline sobre ellos, casi sin mirarlos.
– ?No crees que este es maravilloso? -Coloco su dedo largo y artisticamente formado sobre el segundo diseno.
Me esforce por observarlo. Durante unos segundos, examine los disenos. Se habia superado a si mismo. El segundo diseno que me senalo era lo mejor que habia visto en mi vida.
Me incorpore.
– Sydney, eres un genio. No hay duda de ello. ?Este es el mejor! Es de primera y si no puedo venderlo por dos millones dejare de llamarme Carr.
Sonrio, resplandeciente.
– Sabia que tenia que ser el bueno, pero ahora que lo dices…
– Comparemoslo con el collar.
Parecio sorprendido.
– ?Por que?
– Quiero comparar la talla de las piedras con tu diseno. -Comence a hablar con voz ronca y tuve que hacer una pausa para reponerme.
– Claro… si…
Se volvio, atraveso la habitacion, saco el Picasso y efectuo los movimientos secretos que abrian la caja.
Mire la hora: quince minutos mas.
Trajo el collar y lo puso sobre la mesa.
– Sientate, Sydney, y comparemoslo.
Rodeo el escritorio y se sento; yo me situe a su lado y estudiamos juntos el collar y luego el dibujo.
– Es maravilloso -dije-. Has captado extraordinariamente el espiritu de las piedras. ?Te imaginas como sera cuando Chan lo termine? Casi no puedo esperar a llevarselo.
Se volvio en su silla.
– ?Cuando puedes partir?
– El lunes. Manana ire a la agencia de viajes. Llegare a Hong Kong el miercoles. Tendre que pasar una semana con Chan, para asegurarme de que lo empieza bien, y luego regresare.
Asintio.
– Muy bien. ?Cuanto tiempo crees que tardaras en venderlo?
– No lo se, es algo dificil. Ya estoy preparando una lista de nombres. Chan tardara dos meses en hacerlo. En cuanto el termine, empezare yo.
– ?No puedes darme una idea?
Le mire, sin entender muy bien a que se referia.
– No lo creo, Sydney. Podria tardar un mes, u ocho meses. Dos millones no es ninguna broma.
Se movio en la silla.
– Veras, Larry, he asegurado el collar durante nueve meses. Puedo conseguir un precio especial durante ese tiempo, pero la cuota es bastante alta. Si no se vende en esos nueve meses, tendre que pagar mas, y no quiero hacerlo.
Me quede pasmado.
– ?Lo has asegurado?
– Por supuesto, querido. ?No pensarias que iba a dejarte ir a Hong Kong con el collar sin asegurarlo! Podria sucederte cualquier cosa. Hasta podrian robartelo. ?Podria haber un accidente, Dios no lo quiera! Tres cuartos de millon es mucho dinero para arriesgarlo.
– Si. -El corazon me latia con fuerza-. ?Y con quien lo has asegurado?
– Con nuestra gente… la National Fidelity. ?Tuve una pelea terrible con ese asqueroso de Maddox! ?Le odio! ?Es tan materialista! Al final, tuve que hablar con uno de los directores para conseguir un descuento. Maddox queria cobrarme casi el doble.
?Maddox!
Yo tambien habia tratado con aquel hombre y sabia que era uno de los mas duros, dificiles e inteligentes asesores de reclamaciones del negocio: un hombre que olia un crimen incluso antes de que se hubiera planeado. El y su ayudante, Steve Harmas, habian resuelto mas estafas de seguros y detenido a mas estafadores que todos los demas asesores juntos.
Como sabia que me habia puesto palido, camine lentamente hasta la espectacular ventana sin cortinas.
Mi mente estaba petrificada de terror. ?Tenia que detener el robo! ?Pero, como? Mi cerebro se negaba a trabajar, pero sabia que seguir adelante seria fatal con Maddox cerca.
Por inteligente que fuera la policia de Paradise City, no podia compararse con Maddox. Recorde un caso en el que el Jefe de la Policia, Terrell, se alegro de colaborar con el investigador de Maddox, Steve Harmas, y habia sido Harmas quien habia resuelto el robo del collar de Esmaldi y tambien un crimen.
– ?Que ocurre, Larry?
– Me ha venido la jaqueca, maldicion. -Me sostuve la cabeza con las manos mientras pensaba que hacer. Luego, descubri lo absurdamente facil que era detener el robo. Lo unico que tenia que hacer era salir al vestibulo, poner la traba Yale en la puerta y Rhea y Fel no podrian entrar.
?Que podian hacer? ?Que podian hacer excepto irse y maldecirme cuando volvieramos a vernos?
– Te traere una aspirina -dijo Sydney, poniendose de pie-. Nada como eso, querido.
– Esta bien. -Comence a caminar hacia la puerta-. ire yo. ?Estan en el armario del bano, no?
– Dejame…
Entonces, la puerta se abrio de golpe y supe que ya era demasiado tarde.
Dias despues, cuando repasaba aquella noche, comprendi por que la operacion me habia estallado en la cara.
La culpa era totalmente mia. A pesar de todas las horas de reflexion y cuidadoso planeamiento, me habia equivocado por completo sobre la reaccion de Sydney en circunstancias extremas. Estaba seguro de que aquel maricon tendria el coraje de una mosca y de que se pondria a temblar ante cualquier amenaza de violencia. Si no hubiera juzgado erroneamente su valor no me encontraria como me encuentro hoy, pero estaba convencido de que Sydney no crearia problemas y jamas me detuve a pensar en esa parte tan vital del plan.
Me dirigia hacia la puerta y Sydney se levantaba de su mesa cuando se abrio la puerta y entraron Fel y Rhea.
Fel llevaba la peluca de Beatle y las gafas de espejo, ademas de una Colt automatica de aspecto aterrador en la mano. Detras de el, con el cabello rojizo oculto bajo un panuelo negro y el rostro escondido tras un par de inmensas gafas plateadas, tambien Rhea aparecio amenazadoramente con una 38 automatica en la mano enguantada.
– ?No se muevan! -grito Fel, con voz aterradora-. ?Levanten las manos!
Me movi hacia el. Trate de detenerme pero mis piernas seguian avanzando. Estaba casi sobre el cuando me golpeo. Vi el movimiento e intente esquivarlo, pero me pego con el mango de la pistola en plena cara y una luz blanca me estallo en el craneo. Senti la sangre caliente correrme por la boca, pero quede tumbado en el suelo, mareado por la violencia del golpe. Permaneci alli, con el ojo derecho cerrado y el izquierdo observando lo que sucedia.
Vi a Sydney tomar la daga de los Borgia que utilizaba como cortapapeles: una antiguedad que le habia costado varios miles de dolares y de la que estaba muy orgulloso. Se abalanzo sobre Fel embistiendo como un toro, con la daga hacia delante, el rostro como un pergamino viejo y los ojos salidos de las orbitas. Parecia un homicida.
Vi a Rhea retroceder y levantar el arma, sonriendo con maldad. Hubo un destello y un disparo justo cuando Sydney estaba sobre Fel, que se habia quedado inmovil, estupefacto. La punta de la daga le hirio el brazo, que comenzo a sangrar. La parte posterior de la cabeza de Sydney estallo como un hongo rojo y cayo con un golpe que conmovio la habitacion.
El humo del arma se elevo hacia el techo. Fel retrocedio, sujetandose el brazo. De alguna manera, logre ponerme a cuatro patas.
Observe el cuerpo de Sydney. Algo horrible, blanco, mezclado con sangre, empezo a surgir de la parte posterior de su cabeza. Tenia que estar muerto. Lo sabia. ?Sydney! ?Muerto! Senti algo flojo en la boca y escupi un diente sobre la alfombra persa de doscientos anos. Empece a arrastrame hacia el. Queria tocarle, tratar de reanimarle y, cuando estaba a punto de alcanzarle, la sombra de Rhea aparecio ante mi.
Me quede rigido, sobre las manos y las rodillas, chorreando sangre por la boca. Frente a mi habia un gran espejo y vi reflejada su figura en el. Las inmensas gafas plateadas, sus blancos dientes, los labios tirantes en una malvada sonrisa, y el traje rojo que la hacia parecer un demonio escapado del infierno.
Sostenia el arma por el canon. A pesar de que yo la veia en el espejo, me golpeo con el arma en la cabeza.
Cuando recupere la consciencia, no podia saber que habia estado en coma cinco dias, que me habian operado del cerebro y que me habian dado por muerto dos veces.
El sonido de una voz fue el primer indicio de vida que tuve mientras me sentia flotar entre aguas turbulentas. Seguia nadando, elevandome cada vez mas sin ahogarme, nadando con movimientos lentos, tranquilos, para alcanzar la superficie, y me volvi hacia la voz que hablaba desde muy cerca, hasta que por fin las palabras penetraron en mi.
La voz decia:
– Mire, doctor, ?cuanto tiempo mas cree que tendre que quedarme aqui, esperando a que este tipo vuelva en si? Me muero, aqui sentado. Soy el hombre fuerte del cuerpo. Por amor de Dios, ?llevo aqui sentado cinco dias!
?El cuerpo? ?La policia?
?Cinco dias?
Permaneci inmovil, sintiendo una terrible jaqueca.
Otra voz dijo:
– Podria salir del coma en cualquier momento. Y podria permanecer asi meses.
– ?Meses? -grito el otro hombre-. ?No puede hacer nada? ?Darle una inyeccion o algo? Si sigo sentado aqui yo tambien voy a entrar en coma y entonces tendra dos pacientes y no uno.
– Lo siento… tenemos que esperar.
– ?Maravilloso…! ?Y yo que hago, practico yoga?
– Podria ser una buena idea, senor Lepski. El yoga es muy beneficioso.
Hubo una pausa y, despues, el hombre llamado Lepski hablo:
– ?Asi que no puede sacarle de ese coma?
– No.
– ?Y podria tardar meses?
– Si.
– Bien, doctor, o sea que tengo que quedarme sentado.
– Eso parece.
Luego, el sonido de unos pasos alejandose, una puerta que se abria y cerraba y el hombre llamado Lepski que resoplaba, se ponia en pie y comenzaba a pasearse por el cuarto. Sus movimientos se tornaron un telon de fondo. Pude pensar en lo que habia oido. Desee que no me doliera tanto la cabeza para poder pensar con mayor claridad. Con gran esfuerzo, me obligue a recordar el pasado. Volvi a ver el terrible momento en que Rhea habia matado a Sydney. La vi aproximar el arma, vi el disparo, lo oi y vi estallar la cabeza del pobre y valiente Sydney en una mezcla de sangre y cerebro.
?Habia sido tan estupido! ?Por que habia juzgado tan mal su coraje? Le vi ir al ataque de Fel, con la daga de los Borgia en la mano… algo que yo jamas habria hecho ante la vision de un arma tan amenazadora. Habia sido algo loco e inutil pero magnifico a la vez; solo alguien de gran valor y coraje seria capaz de algo asi. Sydney debio sospechar que aquellos dos iban por el collar, pero no sospechaba que el collar era falso y que habia dado su vida por nada. Bueno, estaba muerto. Y ahora yo me hallaba en una situacion dificil, con aquel oficial de policia sentado a mi lado, esperando a que recuperara el habla. ?Sospecharian que estaba involucrado en el asesinato y el robo? ?Era posible? ?Como habria reaccionado Maddox, al saber que su empresa tendria que pagar tres cuartos de millon de dolares? Conociendole, en lugar de pagar aquella enorme suma el hurgaria y hurgaria y hurgaria hasta encontrar algo que me relacionara con el asesinato.
Bien, tenia tiempo. Si permanecia inmovil y no daba muestras de hallarme consciente, podria pensar en alguna forma de salir de aquello… Alguna manera de salvarme.
Oi que se abria la puerta. Una voz de mujer dijo:
– Su comida esta lista, senor Lepski. Me quedare yo a cuidarle.
– Muy bien, muneca. Si mueve una sola pestana me llama. ?Que hay de comer?
– Carne guisada.
– ?Seguro que es de carne y no de perro?
Ella rio.
– Ha desaparecido el gato de la jefa.
– ?Eso es! ?Ay, Dios mio! -Luego, la puerta se cerro.
Oi que la enfermera se sentaba y comenzaba a hojear un libro. Volvi a mis pensamientos.
Rhea y Fel se habian llevado el collar de vidrio. Fel habia resultado herido. ?Habria alertado a alguien del edificio el sonido del disparo? Tal vez la policia los hubiera atrapado ya y Rhea hubiera cantado. Quiza por eso aquel oficial tenia que cuidarme. Estaba seguro de que si cogian a Rhea, me implicaria. ?Pero, como saberlo? Tambien estaba seguro, por lo que habia podido ver en el espejo, de que su intencion habia sido matarme, como habia matado a Sydney. Pero si sobrevivia… como parecia que iba a hacer… y si les atrapaban a ella y a Fel, entonces, ella hablaria.
Senti deseos de apretarme la frente con las manos, pero resisti. Necesitaba tiempo. Debia simular que aun estaba en coma.
?Y si ella y Fel habian escapado? ?Que harian? Habian robado un collar cuyo valor estimaban en al menos un millon de dolares. Sabian que cualquier movimiento en falso seria desastroso. ?Intentarian venderlo? Yo les habia advertido que ningun pequeno perista lo tocaria. Con el crimen pendiente sobre sus cabezas, ?se atreverian a acercarse a un perista? Sin embargo, imaginaba a Rhea, con su codicia, sin poder resistir la tentacion de intentar convertir el collar en dinero.
?Pero por que pensar en ellos? Si queria sobrevivir, tenia que pensar en mi mismo.
?Y si la policia o Maddox (el en especial) sospechaban que yo estaba tras el robo? ?Y si conseguian un permiso para abrir mi caja fuerte? ?Como reaccionarian cuando encontraran el collar verdadero?
Despues, vi un atisbo de esperanza… una solucion… ?Dios mio, como necesitaba una solucion!
Permaneci inmovil, mientras mi mente trabajaba, y por fin halle algo que tal vez podria salvarme… siempre y cuando la policia no enganchara nunca a Rhea y a Fel. Si no lo hacia, estaria a salvo. Podria burlar a Maddox. Podria regresar a la joyeria. Al haber muerto Sydney, Tom Luce me ofreceria entrar en la sociedad. Sin mi experiencia, el negocio podria fracasar. De repente, me senti mas aliviado, relajado y con esperanzas.
Podia zafarme, siempre que no atraparan a Rhea y a Fel.
?Pero, como estarian ellos? Nadie, aunque los hubiesen visto salir del edificio, podria identificarlos. Siempre que no hicieran ninguna estupidez como intentar vender el collar, como seguramente harian, estarian a salvo, como yo.
?Pero, y Rhea?
Recorde lo que Jenny habia dicho: Esta obsesionada por hacerse rica. No acepta el hecho de que si uno quiere dinero debe trabajar por el… dice que no aguantara tanto tiempo.
Pero Rhea no era tonta. A pesar de la tentacion de hacer dinero rapidamente, debia comprender que, en cuanto intentara vender el collar, estaria perdida.
Luego oi llamar a la puerta; la enfermera se puso en pie y atraveso el cuarto.
– Hola, senorita Baxter-dijo.
– ?Como esta? -pregunto Jenny.
– Igual.
?Jenny estaba ahi!
Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abrir los ojos. Debia revelar que habia recuperado la consciencia de forma muy lenta para que si aquel oficial de policia se ponia pesado pudiera volver a caer en un coma fingido. El saber que Jenny habia ido a Paradise City y se preocupaba por mi fue como recibir un disparo en el brazo.
– ?Podria pasar a verle?
– Claro.
Permaneci inmovil mientras el corazon me latia con fuerza al sentir movimientos cerca de mi cama.
– Parece estar muy mal. -La preocupacion de la voz de Jenny significaba mucho para mi.
– Es logico. Le han operado del cerebro, fue una operacion rapida, y el doctor Summers dice que ya esta fuera de peligro. Solo tenemos que esperar a que salga del coma.
Senti que unos dedos frios tocaban mi muneca… los dedos de Jenny. Deseaba abrir los ojos y mirarla, ver su cabello despeinado y la expresion de ansiedad de sus ojos calidos, pero aun era pronto. Por mi seguridad, tenia que aguardar.
Despues, el sonido de la puerta que se abria y otra voz, la voz de Lepski.
– Si era el gato de la jefa, debo confesar que ya esta en mi estomago. -Lepski habia vuelto-. Hola, senorita Baxter -prosiguio-. Como ve, sigue igual.
– Si -dijo Jenny con un suspiro-. ?Enfermera, puede avisarme en cuanto vuelva en si?
– Por supuesto.
Hubo otro movimiento. Ni siquiera me atrevia a espiar entre las pestanas cuando oi a Lepski sentarse junto a mi.
Despues, se cerro la puerta… Jenny se habia ido.
– Me gusta -dijo Lepski-. Tiene algo. Y ama a este tipo con locura, ?no es asi?
– Asi es -respondio la enfermera.
– Si… -Hubo una pequena pausa y, luego, Lepski prosiguio-: Hace un par de meses que me promocionaron a detective de primer grado. No creeria usted como me manejan. ?Me obligan a quedarme aqui sentado en este cuarto dia tras dia! Tratan de enganarme con que es algo importante.
– La verdad es que no entiendo nada de todo esto -dijo la enfermera-. Quisiera que me lo explicara. He leido todos los diarios, pero lo unico que dicen es que el senor Fremlin ha sido asesinado. ?Que esta pasando?
– Entre usted y yo, dejeme decirle que nosotros tampoco sabemos nada. Todo depende de que Carr recobre la consciencia y nos diga lo que sucedio. Creemos que robaron algo importante, pero no sabemos que. Asi que usted no entiende de que se trata… Bueno, pues ya somos dos.
Escuchaba con mucha atencion.
– ?Pero tendran algunas pistas? -quiso saber la enfermera.
– Muneca, ha leido demasiadas novelas policiacas. -La voz de Lepski parecia amarga-. Lo unico que sabemos es que un hombre y una mujer entraron en el apartamento de Fremlin, le dispararon, dejaron a Carr fuera de accion y desaparecieron. Tenemos una descripcion suya. El sereno oyo el disparo y los vio salir. Su descripcion no sirve para nada. Asi que todo depende de lo que Carr haya visto y de lo que sepa. O sea que tengo que quedarme aqui. ?Entiende ahora?
– Me alegro de no ser usted.
– Yo tambien. -Hubo una breve pausa-. ?Que hay de cenar?
– Pero si acaba de almorzar, senor Lepski.
– No importa, soy un hombre previsor. ?Que hay de cenar?
– No lo se; depende de como se sienta la cocinera.
– ?De veras? ?Y que le parece si le dice que la hare pasar un buen rato si prepara algo bueno?
La enfermera se echo a reir.
– No es manera de hablar, senor Lepski.
– Tiene razon. Estar aqui sentado mirando a este tipo me saca de mis casillas. ?Ya se va?
– Claro que si, antes de que quiera usted tener algo conmigo.
– ?Buena idea! Si no fuera un respetable hombre casado…
Oi que la puerta se cerraba.
Entonces, no sabian que se habia robado el collar. Asi que Lawson habia visto salir a Rhea y a Fel pero, como Lepski habia dicho, eso no queria decir nada. Con los disfraces y huyendo a toda prisa, serian totalmente anonimos. Permaneci inmovil, pensando, y despues decidi ocultar que habia recobrado la consciencia por lo menos durante un par de horas mas, para que Lepski no tuviera la menor sospecha de que habia oido lo que le habia contado a la enfermera.
Asi que permaneci quieto, pensando, mientras el tiempo pasaba. Me dolia la cabeza y los movimientos de Lepski me irritaban. De vez en cuando, se asomaba la enfermera. Por fin, llego el doctor y decidi que era el momento de mostrar alguna senal de vida. Cuando le oi saludar a Lepski me movi, deje escapar un gemido suave, abri los ojos, mire la cara redonda que se inclinaba sobre mi y volvi a cerrarlos.
– Esta recobrando la consciencia.
– ?Que buena noticia! -exclamo Lepski.
Volvi a abrir los ojos, levante una mano para tocarme la cabeza dolorida y note los vendajes.
– ?Como se siente? -me pregunto el medico.
– ?Donde estoy? -La pregunta clasica de las personas que recuperan la conciencia.
– No se preocupe por nada. Esta en el hospital municipal. ?Como se siente?
– Me duele la cabeza.
– Yo me ocupare de eso. No se preocupe. Descanse solo, senor Carr.
– Sydney… ellos le mataron…
– No se preocupe por nada. Le pondre una inyeccion y se tranquilizara. Hay mucho tiempo…
– ?Eh! ?Un momento! ?Quiero hablarle! -dijo Lepski, ansiosamente-. Esto es importante.
– Todavia no puede hablar con mi paciente. -El tono del doctor fue terminante-. Enfermera…
Un momento despues, senti que me frotaba el brazo y me pinchaba con la aguja. Mientras volvia a la inconsciencia, pense que el tiempo estaba de mi parte. No tenia ninguna prisa por hablar con Lepski, pero sabia que en aquel juego de poquer yo llevaba las mejores cartas.
La luz del sol me desperto. Me movi, levante la cabeza y parpadee. El dolor de cabeza habia desaparecido. Mi mente estaba clara. Al otro lado de la habitacion, de pie junto a la ventana, habia un hombre alto y delgado, muy bronceado; supuse que seria Lepski. Sentada a mi lado, una bella enfermera se levanto al verme moverme y se inclino sobre mi.
– Hola, senor Carr… ?Se encuentra mejor ahora?
– Me encuentro bastante bien. -Me lleve la mano a la cabeza-. ?Que ha sucedido?
– Tranquilicese. Llamare al doctor Summers.
La enfermera fue hasta el telefono y Lepski se acerco a mi cama. Vi un par de ojos celestes y frios: ojos de policia.
– Hola, senor Carr -dijo, hablando en voz baja-. Me alegra verle con vida otra vez. ?Tiene ganas de hablar?
– ?Quien es usted… el doctor?
Luego, la enfermera aparto a Lepski.
– Aun no -le dijo-. No puede hablar con el hasta que el doctor Summers lo autorice.
– ?Maldicion! -exclamo Lepski, y volvio junto a la ventana.
Un momento despues, aparecio un hombre bajo y gordo con una bata blanca. Me tomo el pulso y me miro sonriendo, me dijo que estaba bien y que no me preocupara por nada.
– Senor Carr, aqui esta un oficial de la policia que quiere interrogarle. ?Se siente bien para hablar con el? No dude en decir que no si no se encuentra bien, pero parece que es importante.
– ?Se trata de Sydney Fremlin? -pregunte, con voz ronca y casi susurrando.
– Si.
Cerre los ojos y permaneci algunos segundos en silencio. Queria que supiera que aun no me sentia bien.
– De acuerdo.
El doctor se volvio e hizo senas a Lepski.
– Solo unos minutos.
Lepski se puso a mi lado, de pie.
– Senor Carr… Imagino como se siente, pero esto es importante. ?Puede decirme lo que sucedio? Brevemente… Digame solo lo que ocurrio y por que esta asi. -Note que su voz no era hostil y ello significaba, sin duda, que no sospechaba de mi.
Con voz cansada y en un susurro, dije:
– Fremlin y yo estabamos trabajando. De repente, se abrio la puerta y aparecieron un hombre y una mujer. Fremlin trato de detenerle. La mujer le disparo y luego me golpeo a mi.
– ?En que estaban trabajando?
– En el diseno de un collar de diamantes.
– ?Tiene alguna idea de lo que estaban buscando?
– El collar de diamantes.
– ?Que collar?
– Estabamos transformando un collar. El collar estaba sobre el escritorio… ?Se lo llevaron?
– No habia ningun collar cuando llegamos -dijo Lepski, inclinandose hacia delante y observandome-. ?Que collar… y cual era su valor?
«Es suficiente por ahora», pense, y cerre los ojos.
– Es suficiente -dijo el doctor Summers-. Ahora debe descansar.
– ?Este es un caso de homicidio, doctor! ?Tengo que hablar con el! ?Senor Carr!
Abri los ojos, le mire y volvi a cerrarlos. Senti otra inyeccion y perdi la conciencia mientras oia protestar a Lepski.
Cuando volvi a despertar, halle a otro hombre sentado a mi lado. Era alto, delgado y feo, pero de una manera agradable, y de modales suaves.
– ?Como se siente, senor Carr?
Detras de el estaba la enfermera.
– Un poco dopado -conteste, cerrando los ojos. Movi la cabeza y volvi a abrirlos-. ?Quien es usted?
– Mi nombre es Steve Harmas -dijo-. Represento a la National Fidelity Insurance Corporation.
Senti un escalofrio en la espalda.
Aquel era el hombre del que tanto habia oido hablar: el hombre que resolvia estafas y asesinatos, respaldado siempre por Maddox.
Aquel hombre iba a ser mucho mas peligroso que Lepski. Estaba seguro de ello, pero no podia seguir esquivandole.
Era el momento del show. Tenia que convencerle o estaria perdido.
– ?Siente deseos de hablar? -me pregunto Harmas. Su voz era suave y alentadora, pero no me deje enganar.
– Si. -Deje ver que para mi era un gran esfuerzo y me incorpore un poco, como para mirarle directamente a los ojos-. Adelante.
– Sere breve, senor Carr. -Su voz no era hostil, pero su mirada estaba alerta. No me engano ni por un momento-. ?Sabia que el senor Fremlin habia asegurado el collar de diamantes por tres cuartos de millon de dolares?
– Si… el me lo dijo.
– Suponemos que el collar ha sido robado. Por lo que le dijo usted a Lepski, esas personas iban tras el collar. La caja del senor Fremlin estaba abierta y no habia rastro del collar. ?Se lo llevaron?
– No.
Me miro.
– ?No lo hicieron? ?Esta seguro?
– Si.
Me miro con aire dubitativo.
– ?Y usted sabe donde se encuentra?
Era el momento de jugar el as.
– Si, lo se… Esta en la caja de seguridad de mi apartamento.
Hubo una larga pausa mientras Harmas me observaba atentamente.
– ?En su caja, senor Carr? No lo entiendo.
Cerre los ojos y fingi descansar un momento, luego volvi a abrirlos y le dije:
– Puedo asegurarle que el collar no ha sido robado. Habia dos collares. El original, en diamantes, y una imitacion, de vidrio. Nosotros trabajabamos con la imitacion.
Harmas dejo escapar un suspiro por los labios entreabiertos.
– ?Que buena noticia! Mi jefe creia que ibamos a tener que pagar casi un millon. ?Lo dice en serio?
– Si. Fremlin temia guardar el collar verdadero en su apartamento y me pidio que lo pusiera en mi caja. A menos que los ladrones hayan entrado tambien en mi apartamento, todavia debe de estar alli.
– ?Podria comprobarlo, senor Carr? Mi jefe esta sufriendo un ataque tras otro y querria evitarle este sufrimiento.
– Adelante. Encontrara la llave de mi apartamento en el bolsillo de mi chaqueta. -Le di la direccion-. La combinacion de la caja es X-11-0-4. Vaya a verlo. -Y cerre los ojos.
– No se preocupe por nada, senor Carr. Descanse. -Y se fue.
Suspire profundamente. Aquello me libraba de toda sospecha. Pero todavia existia un riesgo: si la policia atrapaba a Rhea y a Fel hablarian y aquella debil inspiracion mia no serviria para nada.