CAPITULO TRES

A la manana siguiente, de camino a la oficina, pase por una ferreteria y compre una piqueta. La lleve al despacho y la coloque junto al escritorio, fuera del alcance de la vista, pero a mano para poder cogerla con un movimiento rapido. Pense que la necesitaria.

Jenny llego a las diez, con los formularios amarillos de siempre en la mano y el gastado vestido gris. Me resultaba dificil reconocer en ella a la mujer con quien habia cenado la noche anterior.

Me agradecio la cena una vez mas y me pregunto si habia dormido bien, a lo que respondi que si: una mentira, claro, ya que casi no habia podido pegar ojo. Miro de reojo lo que estaba haciendo y por la expresion de su rostro observe que se sorprendia al ver que todavia iba por la letra C. No podia saber que Spooky habia arruinado todo mi trabajo y yo no pensaba decirselo. Despues, se fue.

Empece a escribir a maquina y a esperar, con los oidos bien alerta.

Alrededor de las once, aparecio Spooky con siete de sus amigos y, a pesar de que estaba alerta y le esperaba, me cogio por sorpresa.

Si no hubiera sido un sadico, me habria dejado frio alli mismo. Tal vez se sentia muy seguro con sus musculosos amigotes a su lado.

Permanecio de pie detras de mi escritorio observandome con maligno placer: tenia los ojos encendidos por el odio.

Lentamente, comenzo a desabrocharse el cinturon.

– Esto, Rata, es tu recompensa…

Pero para entonces ya habia superado la sorpresa y reaccione.

Si hubiese entrado con el cinturon en la mano habria podido golpearme, pero queria ver mi humillacion.

Me puse en pie de un salto, patee la silla hacia un costado, tome la piqueta y le golpee, todo en un solo movimiento. Mi ferocidad igualaba a la suya.

La piqueta lo alcanzo en un costado de la cara. Le saltaron dos dientes que cayeron sobre mi escritorio. Empezo a sangrar por la nariz. El maxilar inferior quedo desencajado. Cayo, desparramando su oloroso cuerpo en el suelo.

Ni siquiera me detuve a mirarlo. Sali de detras del escritorio como un toro embravecido, con la piqueta en la mano.

Sus siete amigos salieron corriendo al pasillo. Yo pegaba a diestra y siniestra. Estaba cegado por la rabia. Huyeron precipitadamente, cayendo unos sobre otros por la escalera. Los persegui hasta el segundo tramo golpeandoles en la espalda.

Luego, me detuve y me quede mirando como huian, como las ratas que eran.

Algunos rostros se asomaron. La gente me miraba mientras volvia a subir la escalera hacia la oficina.

Odiaba tener que tocarle, pero le queria fuera de alli. Le agarre por el pelo sucio y grasiento y le arrastre por el pasillo hasta la escalera. Alli le patee y cayo rodando hasta la planta baja. Quedo tirado, sangrando, tan dolorido como cualquier persona.

Regrese a la oficina, guarde la piqueta en el armario y llame a la policia.

Pregunte por el sargento de guardia.

– Habla Carr… ?Me recuerda? El de los mil quinientos dolares.

Oi su pesada respiracion mientras escuchaba mis palabras.

– ?Y ahora que le pasa? -me pregunto, por fin.

– Vino a verme Spooky -dije-. Queria deformarme la cara con un cinturon de clavos. He tenido que ser un poco rudo con el. Le sugiero que envie una ambulancia… Parece necesitarla con urgencia. -Y corte la comunicacion.

Durante unos momentos, me quede inmovil, recuperandome. Me mire las manos. Me temblaban. Me sentia completamente relajado, como despues de un buen partido de golf, y eso me sorprendia. Aquella violenta situacion no habia durado mas de dos minutos. Habia hecho algo que tres semanas antes, incluso menos, habria considerado imposible. Y, ahora, ya terminado, no me sentia conmocionado. Lo unico que deseaba era un cigarrillo y encendi uno. Despues, como sabia que Jenny apareceria mas o menos en una hora, saque unos trapos y me puse a limpiar la sangre de Spooky. Cuando me disponia a tirar los trapos ensangrentados, oi la sirena de una ambulancia.

No me moleste en salir al pasillo. Me sente tras mi maquina de escribir y segui trabajando.

Al cabo de un rato, aparecieron dos policias.

– ?Que esta pasando por aqui? ?De que trata todo esto?

Ambos sonreian y parecian contentos.

– Spooky vino a verme, se violento y, entonces, yo tambien me violente -les explique.

– Si… lo hemos visto. Venga con nosotros, amigo, el sargento quiere hablar con usted.

Mientras me llevaban hasta el destacamento, me informaron sobre los ultimos resultados de los partidos que habia anunciado la radio. Para ser policias, eran mas que amistosos.

Me acerque al sargento, que estaba jugando con su lapiz, aunque esta vez no parecia concentrado en la tarea.

Me miro de reojo con sus ojos de porcino, aspiro, se rasco la axila derecha y luego dijo:

– Bueno, largue todo, ?que ha pasado?

– Se lo dije por telefono, sargento -respondi-. Spooky vino a verme con siete de sus amigos. Me amenazo; yo lo eche y espante a sus amigos. Eso es todo.

El sargento me estudio, se echo la gorra hacia atras y resoplo.

– Acabo de recibir el informe medico -dijo-. Ese punk tiene la mandibula rota, la nariz quebrada, le faltan ocho dientes y tiene suerte de estar con vida. -Me miro-. ?Con que le pego, con un ladrillo?

– En su huida, rodo por las escaleras.

El sargento asintio.

– Conque tropezo solo, ?eh?

– Mas o menos.

Una larga pausa, luego dije:

– ?Ha visto usted su cinturon? Tiene clavos muy afilados. Queria destrozarme la cara con eso.

Volvio a asentir y siguio observandome.

– ?Hay que llorar por el, sargento? -continue-. Si cree que si, podria enviarle flores… claro, si usted lo cree necesario.

Empezo a jugar otra vez con el lapiz.

– Podria presentar una queja… por agresion. Tendriamos que investigar.

– ?Que le parece si esperamos a que la presente?

Me estudio con sus ojos porcinos y dejo de juguetear con el lapiz.

– Si… es una buena idea. -Miro detras de mi y estudio la sala vacia. Por alguna razon, no habia nadie con problemas y estabamos solos. Se inclino hacia delante y me dijo con voz ronca-: Cada oficial de esta ciudad ha deseado hacerle a ese hijo de puta lo que le ha hecho usted. -En su enorme cara se dibujo una amistosa sonrisa-. Pero tenga cuidado, senor Carr… Spooky es como el elefante: no olvida.

– Tengo que irme a trabajar -le dije, sin cambiar de expresion, aunque en mi interior sentia una ola de triunfo-. ?Puedo regresar?

– Claro. -Se echo hacia atras con mirada pensativa-. Un taxista informo de haber visto incendiarse una moto anoche… la moto de Spooky. ?Por casualidad, usted no sabe nada?

– ?Deberia?

El asintio.

– Es la respuesta correcta, senor Carr, pero no se escude en ella. Debemos mantener la ley y el orden en esta ciudad.

– Cuando tenga un minuto, sargento, debe mencionarselo a Spooky.

Cruzamos la mirada y me fui.

Cuando volvi a la oficina, encontre a Jenny. Evidentemente se habia enterado de todo. Era algo que no podia ocultar. Estaba palida y temblorosa.

– ?Podrias haberle matado! -exclamo-. ?Que le hiciste?

– Se violento… me violente. -Di la vuelta al escritorio y me sente-. El se lo busco. Fui a la policia. Estan mas que contentos, asi que olvidemos a Spooky.

– ?No! -Nunca hubiese esperado ver furia en sus ojos-. ?Te crees un heroe, no es cierto? Pero no lo eres. ?Se que destruiste su moto! ?Le rompiste la boca y la nariz! ?Eres tan brutal y maligno como el! ?No puedo tenerte aqui! ?Estas arruinando todo mi trabajo! Quiero que te vayas.

La mire, perplejo.

– Ahora vas a decirme que iras al hospital a cogerle la mano.

– No hay necesidad de hacer comentarios baratos. Quiero que te vayas.

Empezaba a enojarme, pero trate de controlarme.

– Mira, Jenny, debes enfrentarte a los hechos. A los tipos como Spooky hay que tratarlos como a los animales que son -dije-. Imagina que me hubiera quedado sentado y dejara que me destrozase la cara con su cinturon. ?Eso me habria puesto de tu lado?

– ?Pero casi lo matas! ?No me hables! Levantate y vete.

– Muy bien. -Me puse de pie y di la vuelta al escritorio-. Me quedare unos dias en el hotel. -Llegue a la puerta y me volvi para mirarla-. Jenny, el problema de la gente buena es que no es realista. Spooky es un animal salvaje. Muy bien… adelante, ve y cogele de la mano, si es lo que deseas. Cada uno puede pensar como quiera, pero ten cuidado. No hay animal mas salvaje y peligroso que Spooky.

– No quiero escucharte -dijo, elevando el tono de voz-. Mi tio cometio un error al enviarte aqui. ?No eres apto para trabajar como asistente social! ?Nunca te daras cuenta de que la gente reacciona ante la bondad! Yo hace dos anos que trabajo aqui, y tu solo has estado diez dias…

Ahi, ya no pude contenerme.

– ?Un momento! -El tono de mi voz la sorprendio y la hizo callar-. ?Que has logrado con tu amabilidad en estos dos anos? ?La gente no aprecia tu amabilidad! Lo unico que quieren de ti es un vale de comida o una ayuda. ?Aceptarian la ayuda aunque se la tiraras! Todas esas mujeres que viene a molestarte aqui te estan enganando. ?Como sabes que no estan riendose de ti? Spooky ha aterrorizado este sector durante anos. Ni siquiera la policia podia manejarlo. Y, bien, yo si he podido manejarlo y tal vez descubras que he hecho mas por este distrito de la ciudad en diez dias de lo que tu has hecho en dos anos.

– ?Fuera!

Me di cuenta de que la habia herido, pero no me importaba. Habia hecho algo que nadie se habia atrevido a hacer en aquella miserable ciudad: le habia dado un buen escarmiento a Spooky Jinx.

La deje y regrese al hotel Bendix.

En el camino de vuelta, note que la gente ya no se apartaba de mi, algunos incluso me sonreian. Las noticias vuelan. Un policia apostado en una esquina me guino un ojo.

De repente, me habia vuelto famoso en Luceville, pero no estaba muy emocionado. Jenny me habia arruinado el triunfo. No entendia como podia ser tan estupida.

Me pregunte que haria. Tal vez, se enfriara en un par de dias y pudieramos volver a vernos. Paradise City me parecia algo tan lejano. No deseaba regresar alli… No todavia.

Tenia apetito, asi que decidi ir a Luigi. Los dos viejos camareros se deshicieron en atenciones. La primera vez me habian ignorado. Mientras comia, se acerco un hombre gordo y viejo, con el traje lleno de manchas de comida. Se presento como Herb Lessing.

– Soy el dueno de la farmacia de la esquina. Queria que supiera que ha hecho un buen trabajo, senor Carr. Ese desgraciado se lo habia buscado. Quizas ahora pueda pasar una noche tranquilo. -Hizo una pausa, me respiro encima y luego continuo-: Reconozco que le ha hecho un gran servicio a esta ciudad.

Me pregunte que habria dicho Jenny si hubiese estado presente. Asenti, le di las gracias y segui comiendo. El hombre me observo con admiracion y luego volvio a su mesa.

Despues de comer, como no tenia ganas de ir al hotel y no tenia nada que hacer, fui a ver una pelicula. No pude seguirla porque seguia pensando en Jenny.

Volvi al hotel y subi a mi cuarto.

?Eres tan brutal y maligno como el!

Finalmente, decidi que tenia razon. Que me sucedia algo. Recorde la rabia ciega que sentia mientras golpeaba a Spooky y, luego, cuando atacaba a sus amigos. Era verdad que me habian provocado, pero sabia que tres meses atras no hubiera reaccionado asi. ?Se deberia aquella terrible expresion de colera al accidente? ?Algo no me funcionaria bien? ?Deberia consultar al doctor Melish? Pero decidi no hacerlo. Por primera vez, desde la perdida de Judy, sentia deseos de estar con una mujer.

?Que diablos estaba ocurriendome?, me pregunte. Quiza fuera buena idea visitar un burdel. En una ciudad como Luceville debia de haber uno. El recepcionista podria informarme.

Mire mi reloj, eran las seis y cuarto. Salte de la cama y me dije que conseguiria una mujer, comeria en el Plaza y dejaria de preocuparme por el futuro.

Cuando estaba a punto de salir, sono el telefono. No sabia que aquella llamada alteraria toda mi vida.

– ?Senor Carr? Habla O'Halloran… El sargento de guardia, de la policia.

Reconoci la voz ronca.

– ?Si, sargento?

– Estaba tratando de encontrarle y recorde que se hospedaba en el Bendix.

– ?Si? -Estaba alerta. Mis deseos de estar con una mujer habian desaparecido. Sentia un nudo en el estomago-. ?Pasa algo?

– Si, podria decirse que si. -Resoplo y luego prosiguio-: La senorita Baxter se ha caido por la escalera. Esta en el hospital.

Senti que el corazon me latia despacio.

– ?Se ha lastimado mucho?

– Bueno, nada grave, pero… -Hizo otra pausa para resoplar-. Muneca y tobillos rotos, clavicula fracturada… ?una buena caida!

– ?Donde esta?

– En el hospital municipal. Pense que debia saberlo.

– Gracias -dije.

Oi un sonido que me sorprendio. ?Estaria jugando con el lapiz?

– Habia un alambre en lo alto de las escaleras -continuo-. Extraoficialmente, imagino que era para usted, pero cayo ella.

Un fuego de furia comenzo a arder en mi interior.

– ?Ah, si? -exclame, y colgue.

Por un momento, permaneci con la mirada fija en la pared de enfrente. El alambre era para mi. Con todas aquellas extravagantes ideas de bondad, Jenny habia sufrido una caida que podia haberla matado.

Llame a la recepcion y pedi que me pusieran con el hospital. Cuando me comunicaron, pregunte si podia ver a la senorita Baxter. Una enfermera me respondio que no seria posible hasta el dia siguiente. La senorita Baxter estaba sedada. Di las gracias y colgue.

Comenzaba a oscurecer, camine desde el hotel hasta la oficina de Jenny y subi los seis pisos. La furia crecia en mi interior. Todavia tenia la llave, pues habia olvidado entregarsela al salir. Abri la puerta, encendi la luz, fui hasta el armario y saque la piqueta. La puse junto a mi escritorio, fuera del alcance de la vista. Todas las oficinas del edificio estaban a oscuras: la unica luz era la de mi ventana. Esperaba que ello alentara a los amigos de Spooky a venir por mi. Deseaba que vinieran para poder agredirlos, pero no aparecieron.

Me quede alli, esperando, hasta las once y media de la noche; despues, con la piqueta en la mano, cerre la oficina y baje a la calle. Llame un taxi y pedi que me llevara hasta la calle Decima.

Cuando llegamos, le pague y espere hasta que se alejo. Anduve por la calle, desierta excepto por los clubes de strip-tease y los cafes. Llegue al Cafe de Sam. Habia siete relucientes motos Honda aparcadas en hilera. El ruido que salia del cafe era ensordecedor. Con la piqueta bajo el brazo, destape los depositos de gasolina y tumbe las motos para que perdieran todo el combustible.

Una chica con minifalda y un muchacho con collares en el cuello salieron del cafe y vieron lo que estaba haciendo.

– ?Ey! -exclamo el muchacho, debilmente- ?Deje esas motos tranquilas!

Le ignore. Me hice a un lado y encendi un cigarrillo.

La chica dejo escapar un grito que parecia el balido de una oveja. El muchacho entro corriendo en el cafe.

Retrocedi y arroje el cigarrillo encendido al charco de combustible.

Hubo un estallido y, luego, llamas. El calor me obligo a retroceder hasta la acera opuesta.

Siete jovenes con sus mugrientas camisas y pantalones de piel de gato salieron del cafe, pero el calor los mantuvo inmoviles. Los observe. Ninguno de ellos tuvo el valor de sacar una de las motos fuera del circulo de llamas. Se quedaron alli, mirando como las Hondas, que eran seguramente su unico amor, se derretian entre las llamas.

Aguarde, con la piqueta en la mano, deseando que me atacaran para poder asi golpearlos, pero no lo hicieron. Se quedaron alli, como ovejas estupidas, viendo como desaparecian los juguetes que los hacian sentir tan hombres.

Despues de cinco minutos, me aburri y me aleje.

A pesar de que Jenny no lo sabia, sentia que habia igualado el marcador.

Dormi sin sonar hasta las ocho y diez de la manana, en que me desperto el timbre del telefono.

Levante el auricular.

– Senor Carr… Hay un oficial de policia que pregunta por usted -dijo el recepcionista, con tono de reproche.

– Bajo enseguida -respondi-. Digale que me espere.

No me apresure. Me afeite, me di una ducha, me puse una de mis mejores camisas deportivas, un pantalon de hilo y baje en el destartalado ascensor.

El sargento O'Halloran, corpulento, en mangas de camisa y con la gorra echada hacia atras, llenaba uno de los sillones de cana. Estaba fumando un cigarro y leyendo el periodico.

Me acerque y me sente junto a el.

– Buenos dias, sargento -le salude-. ?Me acompana a un cafe?

El sargento bajo el periodico, lo doblo con cuidado y lo coloco en el suelo.

– Entro de servicio dentro de veinte minutos -dijo, con su voz ronca-, pero antes quise pasar a verlo. Deje el cafe. Me miro con sus ojos porcinos, frios como el diamante-. Anoche hubo un gran incendio en la calle Decima.

– ?De veras? Todavia no he leido el periodico.

– Se quemaron siete motos muy caras.

– ?Alguien lo ha denunciado?

Cruzo una de sus pesadas piernas sobre la otra.

– Aun no, pero podrian hacerlo.

– Y, luego, obviamente, tendra que investigar.

Se inclino hacia delante y en sus ojos note un dejo rojizo.

– Empieza a preocuparme, senor Carr. Usted es el hijo de puta mas frio y rudo que ha llegado a esta ciudad. Extraoficialmente, dejeme decirle algo: una broma mas de estas y tendra problemas. Casi incendia toda la manzana. Tiene que detenerse.

No deje que me intimidara.

– Consiga los testigos, sargento, y entonces aceptare los problemas, antes no. No admito nada, pero me parece que la policia de esta ciudad no puede manejar a tipos como Spooky Jinx y sus amigos, de modo que no veo por que se molesta cuando alguien lo hace. -Me puse de pie-. Si quiere una taza de cafe, venga conmigo. Yo si quiero.

Se quedo alli, con su medio cigarro en las manos, y me miro.

– Se lo advierto… Apartese de todo esto. Uno mas de sus trucos y estara entre rejas. Tiene suerte de que aprecie a la senorita Baxter. Ella hace un trabajo excelente en esta ciudad. Tal vez crea que ahora esta empatado. Pero ya es suficiente. Deje pasar lo que le hizo a Spooky. Se lo merecia, pero el trabajo de anoche no lo apruebo. -Se puso de pie y se encaro a mi-. Empiezo a creer que puede ser usted mas enganoso que toda esa banda de estupidos desgraciados. Si no me equivoco, esta buscandose problemas.

– Ya me lo ha dicho antes -agregue, con suavidad-. ?No me dijo que esta visita era extraoficial?

– Si.

– Bueno, siempre extraoficialmente, sargento, vayase a la mierda. Atravese el lugubre vestibulo para penetrar en un comedor aun mas lugubre. Tome una taza de cafe malo, fume un cigarrillo y lei el periodico local. La foto de los siete imbeciles llorando por sus Hondas me produjo satisfaccion.

Alrededor de las diez deje el hotel y fui hasta la unica floristeria de la ciudad. Compre un ramo de rosas rojas y me dirigi al hospital. En el camino, encontre personas que me sonreian, y yo les devolvi la sonrisa.

Por fin, tras una larga espera, llegue junto al lecho de Jenny. Estaba palida y tenia el cabello suelto, desparramado sobre los hombros.

Una enfermera busco algun recipiente para poner las flores y luego desaparecio. Mientras tanto, observe a Jenny con aire orgulloso. Ella no sabia que habia igualado los tantos. No solo habia dado un escarmiento a Spooky, sino tambien a sus amigotes. Haber destruido sus Hondas significaba para ellos que les cortaran los genitales.

– Hola, Jenny, ?como estas? -pregunte.

Me sonrio.

– No esperaba verte; despues del modo en que te hable pense que habiamos terminado.

Acerque una silla a la cama y me sente.

– No te libraras tan facilmente de mi. Olvidalo. ?Como le sientes?

– No puedo olvidarlo. Lamento haber dicho que no conoces la bondad. Estaba enojada y supongo que algunas mujeres, cuando nos enojamos, hablamos de mas. Gracias por las rosas… Son muy bonitas.

Me pregunte que pensaria cuando se enterara de la destruccion de las siete motos.

– Olvidalo -le repeti-. Aun no me has dicho como te sientes.

Hizo una mueca.

– Bien… Los medicos dicen que tardare tres o cuatro semanas en recuperarme.

– Ese alambre era para mi. Siento que hayas sido tu quien cayera.

Hubo una larga pausa en la que intercambiamos una mirada.

– Larry… Si crees que puedes, podrias llegar a ser muy util -dijo Jenny-. No tienes que preocuparte por la oficina. La municipalidad ha enviado un sustituto, pero hay un caso especial… ?Podrias encargarte de el?

Un caso especial.

Debi decirle que habia terminado con todo aquel asunto de la asistencia social. Sin embargo…

– Claro, ?de que se trata?

– Manana, a las once, saldra una mujer de la carcel. He estado visitandola y le ha hecho una promesa -Jenny hizo una pausa y me miro-. Espero que comprendas, Larry, que para una persona en prision una promesa tiene gran importancia. Le prometi ir a buscarla cuando saliera y llevarla a su casa. Ha estado en la carcel cuatro anos. Esta sera su primera experiencia de libertad y no quiero fallarle. Si no estoy alli… Si nadie va alli, podria arruinar todo el trabajo que he hecho con ella… ?Querrias ir tu a buscarla, explicarle por que no puedo ir yo y llevarla a su casa?

«?Dios mio! ?Como se puede ser tan estrecho de mente?», pense. Una mujer que pasa cuatro anos en prision debe de ser mas dura que el acero. Como las demas mujeres que se burlaban de Jenny, esta lo hacia para conseguir un viaje gratis. Pero como Jenny estaba en el hospital por mi culpa, decidi hacer lo que me pedia.

– No hay problema, Jenny. Alli estare.

Me dedico una sonrisa calida y amistosa.

– Gracias, Larry… sera un gran favor.

– ?Y como voy a reconocerla?

– Es la unica que saldra a las once y es pelirroja.

– Eso lo simplifica. ?Por que esta en la carcel… o es mejor que no pregunte?

– No, no debes. Eso no importa. Ha cumplido su sentencia…

– Si. ?Y adonde la llevo?

– Tiene una casa cerca de la autopista Tres. Alli vive su hermano. Ella te indicara como llegar.

Entro una enfermera y dijo que Jenny debia descansar. Tenia razon. Parecia agotada.

– No te preocupes por nada. -Me puse de pie-. Estare alli a las once. No me has dicho su nombre.

– Rhea Morgan.

– Muy bien. Vendre a verte manana por la tarde para contarte como me ha ido.

La enfermera me echo.

Al salir del hospital, me di cuenta de que tenia todo el dia por delante y nada que hacer. Aunque todavia no lo sabia, cuando a las once de la manana siguiente conociera a Rhea Morgan, el panorama cambiaria por completo.

A las once y cuatro minutos se abrio el porton del Correccional de Mujeres y aparecio Rhea Morgan.

La recibio un sol palido que luchaba contra la contaminacion y el inevitable polvo de cemento.

Habia estado sentado durante veinte minutos en el Buick, ya reparado. Cuando la vi, apague el cigarrillo y fui a su encuentro.

Es dificil dar una descripcion de esa mujer; lo unico que puedo decir es que tenia un cabello espeso de color cobrizo y que era alta y delgada. Llevaba un abrigo negro gastado y pantalones azul oscuro y sus zapatos estaban cubiertos de polvo. Hay mujeres hermosas, mujeres bellas y mujeres atractivas; Rhea Morgan no encajaba en ninguna de estas tres categorias. Tenia buen aspecto: buena figura, piernas largas y hombros rectos. Sus ojos extraordinariamente verdes me impresionaron. Eran ojos grandes, que observaban el mundo con sospecha, cinica diversion y evidente sensualidad. Cuando nuestras miradas se cruzaron, tuve la sensacion de que me superaba en experiencia sobre la vida.

– Mi nombre es Larry Carr -dije-. Jenny esta en el hospital; ha tenido un accidente. Me pidio que la sustituyera.

Ella me observo. Me desnudo con la mirada. Era algo que nunca habia experimentado antes. Reaccione a su lento examen como lo haria cualquier hombre.

– Muy bien. -Miro el Buick-. Vamonos de aqui. Dame un cigarrillo.

Tenia una voz ronca y baja, tan inexpresiva como sus ojos verdes. Al ofrecerle mi paquete de cigarrillos, le dije:

– ?No quieres saber como esta Jenny?

– Dame fuego.

Comenzaba a encolerizarme. Le di fuego.

– ?No has oido lo que he dicho?

Aspiro el humo profundamente y luego lo exhalo, dejandolo salir por la nariz y la boca.

– ?Como esta?

La indiferencia de su voz me demostro mejor que nada lo tonta que era Jenny.

– Un tobillo roto, una muneca rota, la clavicula fracturada -le informe. Volvio a aspirar el humo.

– ?Tenemos que quedarnos aqui? Quiero irme a casa. Ese es tu trabajo, ?no? ?Llevarme a casa?

Paso frente a mi, se acerco al Buick, abrio la puerta, se sento y volvio a cerrarla.

Senti una rabia feroz. Abri la puerta.

– ?Sal de ahi, maldita perra! -le grite-. ?Puedes ir andando! ?No soy un estupido como Jenny! ?Sal del coche o te saco a la fuerza!

Volvio a chupar su cigarrillo mientras me miraba.

– No creia que lo fueras. No te pongas asi por una tonteria. Te pagare. Llevame a casa y pagare el precio.

Nos miramos y senti aquel deseo sexual que me habia atacado la noche anterior. Tuve que esforzarme por no sacarla fuera a la fuerza y tirarmela alli, sobre la calle polvorienta.

Sus ojos esmeralda eran pura promesa.

Cerre la puerta de golpe, di la vuelta al coche y me sente tras el volante.

Me dirigi a toda velocidad a la autopista Tres.

Cuando me detuve un momento en la interseccion, pregunto:

– ?Como es que te has mezclado con esa pobre estupida? Tu pareces hablar mi lenguaje.

– Manten la boca cerrada. Cuanto mas te oigo menos te soporto.

Ella rio.

– ?Si que eres de los mios!

Me apoyo una mano avida sobre las piernas. Le aparte la mano.

– No hables ni te muevas o te vas andando -le grite.

– Esta bien. Dame otro cigarrillo.

Le tire el paquete y entre en la autopista. Despues de cinco minutos de viaje pasamos por el restaurante Plaza.

– Todavia existe -comento.

De repente, comprendi que aquella mujer habia estado encerrada durante cuatro anos. Aquel pensamiento me produjo una sacudida. Afloje el pie del acelerador.

– ?Adonde te llevo? -le pregunte, sin mirarla.

– Medio kilometro mas adelante y el primer cartel hacia la izquierda.

Segui sus indicaciones y, medio kilometro adelante, gire hacia la izquierda para entrar en un camino de tierra.

De tanto en tanto la miraba de reojo. Estaba sentada apartada de mi, fumaba y miraba hacia delante. De perfil, su rostro parecia esculpido en marmol: igual de frio y duro.

Pense en lo que habia dicho: «pagare el precio». ?Se referia acaso a lo que yo creia? Mi deseo sexual me producia oleadas de sangre caliente por todo el cuerpo. No recordaba haberme sentido antes asi, y eso me sorprendio.

– ?Cuanto mas? -le pregunte, con voz ronca.

– Gira a la izquierda al final del camino y habremos llegado -dijo, y tiro la colilla por la ventanilla abierta.

Avance otro medio kilometro y despues gire a la izquierda. Era un camino estrecho y disminui la velocidad. Al frente, pude ver un bungalow de aspecto sordido que parecia abandonado.

– ?Esa es tu casa?

– Asi es.

Me detuve y observe el edificio. No podia imaginar un lugar peor para vivir. La casa estaba rodeada de arbustos y malezas. No tenia valla, probablemente estaria enterrada entre la maleza; habia varias latas vacias, tambores de aceite y papeles tirados.

– Vamos -dijo, impaciente-, ?que estas mirando?

– ?De veras es tu casa?

Encendio otro cigarrillo.

– El miserable estupido de mi padre vivio aqui. Esto es todo lo que nos dejo -dijo-. ?Pero a ti que te importa? Si no quieres seguir adelante puedo andar el resto del camino.

– ?Nos dejo? ?A quienes te refieres?

– A mi hermano y a mi. -Abrio la puerta del coche y salio-. Adios, senor benefactor. Gracias por el viaje. -Y comenzo a andar por el accidentado camino con pasos largos y presurosos.

Aguarde hasta que llego a la puerta principal, luego puse el coche en marcha, me acerque a la casa y baje.

La puerta de entrada estaba abierta. Me asome al pequeno vestibulo. A la izquierda habia otra puerta abierta.

Oi a un hombre decir:

– ?Dios mio, has regresado!

Senti una oleada de frustracion. «Pagare mi precio», me habia prometido.

Avance y cuando Rhea me oyo se volvio.

Nos miramos.

– ?Necesitas algo? -me pregunto.

Aparecio un hombre. Debia de ser su hermano: alto, de buena contextura y con el mismo color rojizo de cabello, cara cuadrada, ojos verdes. Llevaba algo que parecia una camiseta vieja y un par de tejanos gastados. Era unos anos menor que ella, veinticuatro, tal vez menos.

– ?Y este quien es?

– Soy Larry Carr-me presente-. Trabajo para la Asistencia Social.

Nos miramos y senti que empezaba a odiarlo cuando se echo a reir.

– ?Las cosas que te traes! -le dijo a Rhea-. Los gusanos de un queso… Y ahora un asistente social.

– ?Callate! -le grito ella-. El se dedica a hacer el bien. ?Hay algo de comer en esta pocilga?

Mire a uno y otro. Ambos eran de un mundo diferente al mio. Mi mente volo a Paradise City con sus mujeres gordas, viejas y ricas junto a sus perros, Sydney revoloteando de aqui para alla, jovenes de apariencia sexy, y, sin embargo, todo aquel ambiente sordido me atraia.

– ?Que os parece si os dais un bano? -propuse-. Os invito a comer a los dos.

El muchacho hizo a un lado a Rhea y se me acerco.

– ?Crees que necesito un bano?

Entonces lo odie de veras.

– Por supuesto que si… apestas.

Rhea se echo a reir y se puso en medio de nosotros.

– Es de los mios, Fel, dejalo en paz.

El muchacho me miro con los ojos encendidos por encima del hombro de Rhea. Esperaba su primer movimiento. Tenia necesidad de golpearle. Debio de adivinarlo por mi expresion, pues se volvio, atraveso la sala desordenada y sucia, abrio una puerta y desaparecio.

– ?Que recibimiento! -dije-. ?No quieres que te compre algo de comer?

Ella me estudio con sus ojos esmeralda.

– ?Acaso me deseas? -exclamo-. Cuando me tengas, te costara mas que una comida.

Aquello era un desafio y una promesa, y le sonrei.

– Estoy en el hotel Bendix… cuando quieras -dije, y sali de la casa y camine hasta el coche.

Tarde o temprano, me dije, nos encontrariamos; era una experiencia por la que bien valia la pena esperar.

Regrese a Luceville, comi en Luigi, luego compre un racimo de uvas y fui al hospital.

Jenny estaba mejor. Me sonrio con alegria cuando me sente junto a su cama.

– ?Como te ha ido? -me pregunto, despues de agradecerme las uvas.

Le di una version reducida de mi encuentro con Rhea Morgan. Dije que habia ido a buscarla, la habia llevado a su casa y la habia dejado alli. Explique que su hermano parecia dificil y que no me habia mirado con buenos ojos.

Pero a Jenny no se la enganaba tan facilmente. Me observo con detenimiento.

– ?Y que piensas de ella, Larry?

Me encogi de hombros.

– Es ruda. -Trate de dar la impresion de que Rhea no significaba nada para mi-. Le dije que habias sufrido un accidente y que yo te sustituia.

Sonrio con su calida sonrisa.

– No le importo, ?verdad?

– No… no le importo.

– Aun no comprendes, Larry. La gente reacciona cuando se la trata con bondad.

– Pero ella, no.

– Asi es, tienes razon, pero hay muchas personas que si; claro que hay excepciones. Ella es un caso dificil.

– ?Ya lo creo!

Hubo una larga pausa en la que cruzamos la mirada.

– ?Que piensas hacer? No te quedaras aqui, ?no?

– Dime una cosa. Hace dos dias que estas internada en el hospital. ?Ha venido alguien a verte aparte de mi?

Era una pregunta desagradable, pero tenia que saberlo.

– Solo tu, Larry. Nadie mas. -Y, otra vez, su sonrisa.

– ?Y todas las mujeres que te acosan para que las ayudes no han venido a verte?

– Eso no prueba nada, Larry. Tu no lo comprendes. Todas son muy pobres y es costumbre que cuando uno va de visita al hospital lleve algo. Ellas no tienen nada que traer y por eso no vienen.

Asenti.

– Gracias por explicarmelo.

De repente, me pregunto:

– ?Y como anda tu problema, Larry?

– ?Problema? -Por un breve instante no supe a lo que se referia, luego recorde que se suponia que yo tenia un problema, que estaba recuperandome de la perdida de Judy, que habia sufrido un accidente, que no me podia concentrar en el trabajo y que su tio me habia recomendado un cambio de ambiente. Durante los ultimos dos dias, ni siquiera habia pensado en todo aquello.

– Creo que he superado el problema -dije.

– Eso suponia. -Me miro-. Entonces, sera mejor que regreses; esta ciudad no es para ti.

Pense en Rhea.

– Me quedare unos dias mas. ?Quieres que te traiga algo manana?

– Eres un angel, Larry. Gracias… me gustaria algo para leer.

Compre un ejemplar de El arreglo, de Elia Kazan, y se lo hice enviar a su cuarto. Pense que aquel libro le iba a la medida.

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