Llegue a Luceville cuando el reloj del Ayuntamiento daba las seis. Debido a la contaminacion y al polvo de cemento, conducia igual que los demas, con las luces de posicion encendidas. Senti nuevamente el polvo pegado en el cuello y me asalto una especie de nostalgia.
Para llegar a la casa de Spooky y sobre Lexington tenia que atravesar el centro de la ciudad y me quede colapsado en el trafico, entre el transito de la gente que regresaba a su casa.
Cuando pase por la calle donde Jenny tenia su despacho me pregunte si estaria en el sexto piso, con el cabello desordenado y sus formularios amarillos. Pero no era el momento de pensar en Jenny. Pensaria en ella cuando tuviera la seguridad de estar a salvo. Hasta entonces, ella debia ser solo como algo que uno desea con todas sus fuerzas pero no puede tener.
Deje el Chevvy en un aparcamiento cercano a Lexington. Cogi la bolsa, donde guardaba una camisa para cambiarme, mi maquina de afeitar y la 38 automatica y anduve por el barrio hasta llegar a la calle Lexington.
Habia oscurecido ya y las luces de la calle estaban encendidas. Exceptuando unos cuantos borrachos y unos muchachos de color jugando a la pelota, Lexington se encontraba desierta a aquellas horas.
Enfrente estaba el numero 245: el cuarto de Spooky quedaba en una ruinosa casa de alquiler de cuatro pisos. Dos chiquillos blancos con la nariz llena de mocos se sentaban en la escalera de la entrada. Con los punos apretados entre las rodillas y los hombros echados hacia delante, observaban la basura tirada en el suelo, que incluia un gato muerto. Sobre la puerta destartalada un cartel decia:
Me parecio demasiado bueno para ser verdad. Hice una pausa para mirar al otro lado de la calle, al numero 245, luego empece a subir la escalera, esquivando a los dos chicos, que me miraron con aire de desconfianza. Entre en el vestibulo que olia a orina, a transpiracion rancia y a gatos.
Una vieja se escarbaba lo que le quedaba de dientes con un palillo. Su pelo parecia cola de raton por lo grasiento y sucio. Llevaba una bata acartonada por la mugre. No podia tener menos de ochenta anos, inclusive mas.
Me detuve ante ella, que me estudio desde la peluca hasta las zapatillas. Por su expresion despectiva, comprendi que no le gustaba demasiado lo que veia.
– ?Tiene una habitacion, dona? -pregunte, mientras apoyaba la bolsa en el suelo.
– No me llames dona -me contesto con voz ronca, llena de flema-. Para ti soy la senora Reynolds, y no lo olvides.
– Muy bien, senora Reynolds, ?tiene un cuarto?
– Doce dolares a la semana, pagados de antemano.
– Quisiera echarle un vistazo.
Sabia que nuestro dialogo pertenecia a una pelicula de clase B.
– Segundo piso, numero 5. La llave esta en la puerta.
Subi por los escalones crujientes sin tocar la barandilla, cubierta de suciedad. El numero 5 quedaba al final del oloroso pasillo.
El cuarto tenia unos tres metros cuadrados. Habia una cama, una mesa, dos sillas rectas, un armario y una alfombra raida. El papel proximo a la ventana se estaba despegando. Habia un banco grasiento con un hornillo de gas.
Deje la bolsa, baje la escalera y pague los doce dolares a la vieja. Despues, camine hasta un almacen italiano y compre alimentos para unos cuantos dias. Ademas de las distintas latas de comida, compre una botella de whisky. Despues, fui a una ferreteria y compre una olla pequena y una sarten.
Cuando regrese, la senora Reynolds seguia montando guardia en la entrada.
– ?Donde puedo lavarme? -le pregunte.
Me estudio, se rasco la axila izquierda y despues me contesto:
– Los banos publicos estan en la esquina. Hay un inodoro en cada piso. ?Que mas quieres?
Lleve las compras a mi cuarto, cerre la puerta con llave, deje todo sobre la mesa y examine la cama. Las sabanas estaban bastante limpias pero la colcha tenia manchas de aspecto sospechoso. Me pregunte cuando aparecerian las pulgas.
?Un cambio de ambiente?
Pense en el lujoso apartamento que habia heredado de Sydney. Pero tenia que soportar aquel inmundo cuartucho si queria asegurarme la casa y los millones de Sydney.
Apague la luz, acerque una silla a la ventana y empece la vigilancia. Frente a mi, al otro lado de la calle, habia dieciocho ventanas sucias: cinco de ellas, con luz. Una de esas ventanas era la de Spooky. No tenia idea de cual de las dieciocho seria, pero tarde o temprano, si vigilaba bien, lo sabria.
Permaneci alli sentado, fumando y observando. La gente se movia en los cuadrados encendidos de sus ventanas: la mayoria era joven y llevaba ropa gastada. En el quinto piso, tercera ventana a la izquierda, habia una negra bastante bonita que solo vestia un pantalon elastico y bailaba al ritmo de una radio sosteniendose los pechos con las manos. Al observarla empece a excitarme, pero me obligue a apartar la mirada de ella.
Alrededor de las ocho, tuve hambre. Baje la persiana y encendi la luz. Mientras me calentaba una lata de habas, oi el ruido de una moto. Apague el gas y la luz, corri hasta la ventana y abri la persiana. Spooky llegaba en una Honda resplandeciente y se detenia frente al numero 245.
Era el momento. Le vi desaparecer en la oscuridad del edificio y espere a que se encendiera luz en alguna de las ventanas oscuras. Mientras esperaba, vi que la negra se habia puesto una camisa floreada y revolvia algo en una olla.
Despues de esperar quince minutos, llegue a la conclusion de que, fuera cual fuera el cuarto al que habia entrado Spooky, la luz ya estaba encendida anteriormente, pues todo seguia igual. ?Significaba eso que Rhea estaba en el cuarto de Spooky? ?Por que no? ?Por que quedarse en la oscuridad? Empece a examinar cada una de las ventanas encendidas. Tres de ellas no tenian cortinas y podia ver a quienes ocupaban el cuarto. Las dos restantes tenian cortinas transparentes, aunque no lo suficiente como para ver a traves de ellas. Una estaba en el tercer piso. La otra, en el ultimo, justo encima del cuarto ocupado por la negra. Uno de esos cuartos debia ser el de Spooky.
Baje la persiana, encendi la luz y volvi a calentarme la lata de comida. Para ser el primer dia, no me habia ido tan mal. Estaba progresando. Por lo menos, sabia ya que Spooky vivia en el tercero o en el ultimo piso de aquel edificio.
Comi las habas; despues apague la luz, abri la ventana y volvi a situarme en mi lugar de vigilancia.
Alrededor de las nueve, se apago la luz de la ventana del tercer piso. Ahora, concentre toda mi atencion en la ventana iluminada del ultimo piso. La observe durante casi una hora y, de repente, vi cruzar una sombra. Reconoci la figura de Spooky. Era inconfundible. Si no hubiese estado observando continuamente, habria perdido aquel fugaz momento. Asi que vivia en el ultimo piso, ?pero estaria Rhea con el?
Me quede sentado, mirando. Empezaron a apagarse algunas luces. La negra tomo una cartera, se dirigio a la unica puerta y apago la luz. Al final, la unica luz de todo el edificio era la de Spooky. Despues, le vi bajar la escalera corriendo y subir a su Honda. Encendio la maquina, que hacia un ruido infernal. Se puso el casco en la cabeza grasienta y partio. La luz de su ventana seguia encendida.
Esto queria decir dos cosas: que a Spooky no le interesaba mucho la cuenta de la luz o que habia alguien alli oculto.
?Pero, como saberlo?
Yo era un extrano en aquel distrito. Entrar en el edificio de Spooky seria demasiado peligroso aunque pareciera vacio.
Encendi un cigarrillo y estudie la calle. Comenzaba a mostrar actividad, como las ratas que salen cuando oscurece. Varios hombres y mujeres harapientos surgian de los distintos edificios en busca de un bar.
Despues, vi a la negra. Estaba apoyada contra una baranda, haciendo girar el bolso. Entonces supe lo que era: una prostituta.
Sabia que su cuarto quedaba justo debajo del de Spooky. Era mi oportunidad. Tal vez pudiera confirmar que Rhea estaba alli.
Recorde a la negra bailando medio desnuda en su cuarto. Tenia un cuerpo bien formado. No habia tenido una relacion sexual desde que conoci a Judy: aquello parecia mucho, mucho tiempo atras.
Aparte la silla, me puse de pie, atravese el cuarto a oscuras y sali al maloliente pasillo.
No vi a nadie mientras bajaba las escaleras. La puerta de la senora Reynolds estaba cerrada. A traves de los paneles se filtraba el ruido de un televisor. Sali a la noche polvorienta. La calle estaba llena de muchachos, chicas, borrachos y viejos. Mire hacia la negra, que tambien me habia visto. Estaba observandome. Aguarde a que pasaran dos viejos automoviles y cruce la calle.
Cuando llegue a la otra acera, ella se me acerco.
– Hola, carino -dijo, con suavidad; sus dientes brillaban bajo la luz de la calle-. ?Solito?
Guarde silencio y la mire. Tenia la piel color cafe con leche. Su pelo negro enmarcaba su cara resaltandola. Hasta la importancia de hallar a Rhea y callarla abandono mi mente. Tenia que calmar aquella ansiedad que crecia en mi cuerpo.
– Asi es -le respondi, con voz ronca-. ?Como podemos solucionarlo?
Me miro con sus grandes ojos negros.
– Te costara diez dolares, carino -me dijo-. ?Los tienes?
Recorde mi ofrecimiento de quinientos dolares a Rhea.
– Los tengo -respondi.
– No pareces tener ni dos -repuso ella, sonriendo-. ?Eres nuevo por aqui, no?
Busque en el bolsillo y saque un billete de diez para mostrarselo. Me quito el billete de la mano con la rapidez con que una lagartija traga una mosca.
– Vamos, carino -me dijo-. Empieza la accion.
Me llevo al interior de su edificio, que olia peor que el mio. Movia el trasero delante de mi cara mientras la seguia por la escalera. Fue un tramo largo y cuando llegamos a su piso, tenia una ereccion que me lastimaba.
Ella hizo lo suyo y lo hizo bien. En el pasado, cuando no me molestaba en conseguir una chica, buscaba una prostituta.
Nunca compensaba el valor del dinero. Por lo general, se quedaban mirando al techo e inclusive algunas fumaban, la mayoria se reia tontamente; pero aquella negra me hizo sentir como si realmente moviera algo en su interior, aunque sabia que no era cierto.
Cuando termine y me aparte de ella, no hizo lo que hacia la mayoria: salir de la cama y empezar a vestirse. Se quedo acostada a mi lado, saco un paquete de cigarrillos, encendio dos y me dio uno.
– Si que lo necesitabas, carino -me dijo.
– Si, lo necesitaba de verdad.
Ahora, me sentia totalmente relajado, como si dentro de mi hubiera reventado algo que me venia atormentando. Aspire el humo y mire el sucio techo del cuarto. Entonces, oi unos pasos. Antes estaba tan apurado que no podia enfocar bien las cosas. Ahora oia pasos… click, click, click… los pasos de una mujer. Recorde a Rhea y la razon por la que me hallaba en aquel sordido cuarto, con una joven negra desnuda a mi lado.
Preste atencion a los ruidos.
La mujer se movia de un lado a otro sin parar; click-click-click.
La negra apago su cigarrillo.
– Tengo que volver al trabajo, carino -dijo-. ?Te ha gustado?
– ?Que pasa ahi arriba? -pregunte, senalando el techo.
– ?Y por que te preocupa? Se sento y estiro las piernas fuera de la cama-. Levantate, carino, que tengo que volver al trabajo.
Abrace su estrecha cintura.
– No hay prisa… otros diez dolares me compran mas tiempo.
Me estrecho con su cuerpo caliente.
– ?Lo dices en serio?
– ?Quieres el dinero ahora?
– Siempre, carino. Tengo que vivir.
Me levante de la cama, me acerque adonde habia dejado los pantalones, saque otro billete de diez y se lo di. Cuando me acoste, se puso encima de mi y empezo a lamerme la oreja. La deje trabajar mientras escuchaba los pasos en el techo.
– ?Que sucede ahi arriba? -pregunte-. Parece un maraton.
– Una loca. -La negra empezo a acariciarme el cuello-. Me saca de mis casillas. Anda dia y noche, dia y noche. Si no fuera por Spooky ya habria subido y la habria echado, pero es la chica de Spooky y el es importante en esta casa.
– ?La has visto?
La negra se apoyo sobre un codo y me miro de reojo.
– ?Por que tantas preguntas, carino? ?Vamos a la accion!
Mientras ella hablaba, seguia escuchando los pasos.
– ?La chica de Spooky?
– ?Tu conoces a Spooky?
– Lo conozco por lo hijo de puta que es.
Ella se relajo y se recosto contra mi cuerpo.
– Tienen problemas. El la esta escondiendo -murmuro con los labios contra mi cuello-. Lleva dos semanas ahi encerrada sin salir y no hace mas que caminar de un lado al otro. Me vuelve loca.
Era todo lo que necesitaba saber. ?Habia encontrado a Rhea!
De regreso a mi sordido cuarto, me acoste en la cama con la luz apagada y la ventana abierta. Las luces de la calle me permitian ver bien. Me sentia relajado: aquella experiencia sexual habia sido algo que necesitaba de veras. Sadie, asi se llamaba la negra, habia hecho un buen trabajo terapeutico conmigo.
Ahora sabia que Rhea se hallaba en la habitacion de Spooky. Mientras estuviera con vida, mi propia libertad y la herencia de Sydney corrian peligro. Si la policia la cazaba, hablaria y me involucraria. Tenia que callarla, ?pero, como?
Despues se me ocurrio una idea alarmante. ?Le habria contado a Spooky algo de mi? ?Si la callaba, apareceria luego Spooky para chantajearme? ?Le habria dicho que tenia en su poder un collar de diamantes que, segun creia, costaba un millon de dolares? ?Le daria a un tipo como Spooky una informacion tan peligrosa? Debia de averiguarlo. Si ella habia hablado, tendria un doble asesinato entre manos. Tendria que callarlos a ambos. Para mi, ellos eran animales peligrosos y yo el cazador, pero si podia evitar un asesinato doble, todo seria mas facil y mas seguro.
Pensando y planeando, me quede dormido, pero, a las dos de la manana, aparecio la primera pulga. Pase el resto de la noche sentado en una silla recta con la cabeza apoyada en los brazos, sobre la mesa. Poco despues de las tres, el rugido de una moto interrumpio el silencio de la noche. Me dirigi a la ventana y vi a Spooky subir la escalera del edificio, en direccion a su habitacion.
A la manana siguiente, despues de tomar un pobre desayuno, fui hasta los banos publicos. El resto de la manana lo paso vagando por las calles, manteniendome alejado del centro de la ciudad. Temia encontrar a Jenny. Compre una caja de polvo pulguicida y regrese a mi cuarto a prepararme una lata de carne y otra de patatas. Despues de espolvorear el colchon con el pulguicida, me acoste a dormir.
Desperte a las siete de la tarde. Me acerque a la ventana y vi una luz tras las cortinas del cuarto de Spooky. Sadie se estaba preparando algo de comer en el cuarto de abajo. Vi que la Honda no estaba aparcada en la calle, lo que significaba que Spooky habia desaparecido.
Mire las latas que habia comprado y elegi la de raviolis, que resultaron pegajosos y sin sabor. Despues, me sente junto a la ventana, a fumar hasta las nueve, en que vi a Sadie salir de su cuarto.
Fui hasta la bolsa, saque la 38 automatica y la guarde en el bolsillo. Despues, baje a la calle y fui a buscar a Sadie.
– Hola, preciosa -le dije-. ?Que te parece si nos movemos un poco?
Ella me sonrio.
– Parece que estas interesado, ?eh? -Se colgo de mi brazo-. Si… movamonos un poco.
Una vez en su cuarto, saque un billete de cien del bolsillo y se lo mostre.
– ?Quieres ganarte esto, Sadie?
Abrio desmesuradamente los ojos.
– ?Quieres algo sucio?
– Quiero pasar la noche aqui -le dije-. En mi cuarto hay pulgas.
Me miro de reojo.
– ?De donde sacas todo ese dinero, carino?
– Eso no importa. ?Duermo aqui o me voy a un hotel?
– Dame… -dijo, extendiendo la mano-, duermes aqui.
Al entrar en el cuarto se oian los pasos de Rhea.
– La loca sigue paseandose -dije, mientras entregaba el billete a Sadie.
– Ya lo creo, pero he acabado por acostumbrarme. Ahora lo echo de menos cuando para.
La vi guardar el billete en el bolso y dirigirse a la cama. La abrio y saco sabanas limpias del armario.
– Solo lo mejor -le dije, mientras me acercaba para ayudarla a hacer la cama.
– Cuando me pagan cien dolares, hay derecho a sabanas limpias -repuso Sadie-. Como tenemos toda la noche por delante, ire a darme una ducha. ?Quieres un trago o algo de comer?
– Un trago.
Saco una botella de whisky barato, soda y hielo y fue a ducharse.
Me sente en un sillon desvencijado y escuche los pasos de Rhea. Parecia un animal enjaulado. Pense en ella y recorde como la habia deseado; sin embargo, ahora no significaba nada mas que un animal peligroso para mi. Si me hubiese atrevido, habria subido, abierto la puerta y disparado, pero eso no era lo mas seguro. Cuando la matara, debia asegurarme de que jamas relacionarian el crimen conmigo.
Mi contacto sexual con Sadie fue mucho mas tranquilo esta vez: la urgencia habia desaparecido. Nos dormimos abrazados. Sadie se durmio profundamente, pero yo tuve un sueno muy ligero. Seguia escuchando a medias el taconeo de Rhea y me desperte del todo cuando oi acercarse el motor de la Honda.
Sadie gimio y se movio, se volvio y siguio durmiendo.
Senti que cerraban la puerta de la entrada de golpe. Spooky subio la escalera dando zancadas. El click-click-click de los zapatos de Rhea se detuvo de repente. Oi a Spooky abrir la puerta del cuarto y cerrarla de un portazo.
– ?Escucha, perra, esta es la ultima botella de whisky que te compro!
Su voz amenazante llego a traves del techo como si estuviera en el cuarto de Sadie.
– ?Damela! -De inmediato reconoci la voz de Rhea.
– ?Tomala! ?Bebe hasta quedar muerta! ?A mi que carajo me importa?
Sadie gimio, dormida.
Hubo una pausa prolongada y luego, la voz de Spooky otra vez:
– ?Basta! ?Ya esta bien! ?Quiero que te vayas de aqui! ?Quiero mi habitacion para mi solo! ?Quiero que salgas de aqui!
– ?Cierra el pico, maldito hijo de puta! -Habia una nota histerica en la voz de Rhea que me alarmo-. ?Me quedare aqui! ?No tengo otro sitio adonde ir! ?Si me traes problemas, te juro que me las pagaras! ?La policia esta ansiosa por encerrarte!
Despues de un largo silencio, Spooky dijo:
– ?Pero de que mierda trata todo esto? ?Tengo que saberlo! ?Que estas esperando? ?Que se calme que? ?Que hiciste? ?Por que mierda viniste a esconderte aqui? ?Donde esta Fel? ?Quiero saber! Ya estoy harto de verte pasear y tragar whisky. ?Quiero que te vayas de mi cuarto!
– ?Ah, si? -Senti el cuerpo calido de Sadie a mi lado y escuche a Rhea decir-: Me quedare aqui hasta que pueda irme segura. No voy a aparecer por la calle hasta que se enfrie la cosa. Yo he hecho mucho por ti. ?Quien te compro tu maldita moto? ?Por que no tratas de ganar algo de dinero? ?Para que otra cosa sirves sino para andar en moto y fanfarronear, estupido descerebrado?
– Muy bien. -Spooky bajo el tono de su voz y tuve que esforzarme para oir lo que decia-. ?Entonces, vete de aqui! ?Vamos, ve a la policia y hablales de mi! No se ocuparan de mi cuando te enganchen. ?Recoge tus cosas y vete!
– Toma un trago, Spooky.
– ?He dicho fuera!
– Oh, vamos… olvidalo. Siempre estamos peleandonos. -Note un leve quejido en la voz de Rhea-. Tomate un trago, quiero ir a la cama… ?Y tu?
– ?Quien te necesita? ?He dicho que te vayas!
– Ya te he oido, querido, pero quiero ir a la cama. Vamos…
– Ya tengo bastante de ti, ?asquerosa vaca borracha! ?Ve a arreglar tus malditos problemas a otra parte! ?Fuera! ?Dejame en paz!
Por el tono de su voz, comprendi que Spooky hablaba en serio. Salte de la cama y me vesti. ?Aquella podia ser mi oportunidad! ?Ella no se lo habia dicho! ?Spooky no representaba ninguna amenaza para mi! Cuando me estaba poniendo los zapatos, Sadie se dio la vuelta.
– ?Carino… donde estas? -murmuro y volvio a quedarse dormida.
Oi que Spooky gritaba:
– ?Fuera!
Se abrio la puerta de arriba: oi un ruido sordo.
– ?Toma todas tus porquerias!
Otro ruido sordo y la puerta que se cerraba.
Yo ya habia salido al pasillo. Cerre la puerta de Sadie sin hacer ruido y baje corriendo la escalera hasta la entrada del edificio. Me aprete contra la pared en un rincon oscuro y espere.
Rhea comenzo a bajar la escalera murmurando: «Maldito hijo de puta… maldito…»
Despues, vi su figura aparecer en el vestibulo.
– Tranquila, muneca -le dije, en voz baja-. Esta pasando la policia fuera.
Se detuvo de golpe, conteniendo el aliento. Me miro de reojo.
– ?Quien diablos eres?
– Lo mismo que tu… trato de que todo se calme -respondi.
Se apoyo contra una pared. Podia oler su aliento a whisky.
– ?Se calme? ?Que quieres decir? -Tenia la voz pastosa. Volaba mas alto que un barrilete.
– Lo he oido. ?Quieres venir conmigo, muneca? Tengo un coche. Conozco un lugar seguro en las afueras de la ciudad.
Se deslizo hasta el suelo.
– ?Dios, que borracha estoy! -Habia un tono de desesperacion en su voz-. ?Quisiera morirme!
«Pero no aqui» pense. El sonido del disparo me traeria problemas. Tenia que sacarla de alli antes de dispararle.
– Vamos, muneca -le dije y tomandola de un brazo la puse de pie-. Vamos.
Se inclino contra mi.
– ?Quien eres? No puedo verte. ?Quien diablos eres?
– Vamos ya.
La arrastre por la escalera hasta la calle. Se tambaleaba y tuve que sostenerla para que no cayera. A la luz de la calle, se aparto de mi lado y nos miramos a los ojos. Casi no la reconocia. Habia envejecido. Y tenia canas en la pelirroja cabellera. Sus ojos verde esmeralda brillaban como si tuviese dos luces tras de ellos. Estaba acabada. Llevaba el traje rojo sangre y un bolso colgado del hombro.
– Hola, peluquita -me dijo-. ?Tienes pelo debajo de esa peluca?
– Vamos, muneca-conteste-. Tengo un coche aparcado en la otra esquina. Huyamos juntos.
Ella me estudio desde su embriaguez. La peluca, la barba tan crecida, la ropa tan sucia parecian inspirarle confianza.
– ?Tu tambien estas huyendo?
– Si, vamos.
Ella se echo a reir: un sonido histerico y ebrio.
– Mi hermano murio -me dijo-. El unico maldito hijo de puta que me comprendia. La policia lo mato.
La cogi de un brazo.
– Salgamos de aqui.
Salio conmigo. Estaba tan ebria que habria caido de bruces si no la hubiera sostenido.
Recorrimos la calle juntos hasta donde tenia aparcado el Chevvy.
Mientras abria la puerta, se inclino contra el automovil observandome.
– ?No te he visto antes, peluquita?
– ?Por que te busca la policia? -le pregunte, sentandome al volante.
– ?Y a ti que mierda te importa?
– Asi es, no me importa. Y bien, ?vienes o te quedas?
Abrio la puerta del acompanante y se sento. Tuve que inclinarme sobre ella para cerrarle la puerta.
– ?Adonde vamos, peluquita?
– No se adonde iras tu, pero si se adonde voy yo. Voy hacia la costa. Mi hermano tiene un bote. Va a llevarme a La Habana.
– ?La Habana? -Se llevo las manos a la cara-. Yo tambien quiero ir alli. Vamos.
– Muy bien… ?Tienes dinero?
Dio unas palmadas a su bolso.
– Aqui dentro. Vamos, peluquita, en marcha.
Cuando tomamos el camino de Tamiami Trail, hacia Naples, se durmio.
Eran las cuatro de la manana. En una hora mas habria luz. La autopista estaba desierta. A ambos lados habia densos bosques de pinos y cipreses.
La mire. Tenia la cabeza apoyada contra la ventanilla y los ojos cerrados. Todo lo que tenia que hacer era disminuir la velocidad, detener el coche, sacar el 38 del bolsillo, dispararle a la cabeza, abrir la puerta del automovil, tirar su cuerpo al sucio y huir. Justo antes de llegar a Naples tiraria la peluca, esconderia el coche y cogeria un autobus hasta Sarasota.
Alli me compraria un traje nuevo, me afeitaria la barba y tomaria otro autobus hasta Fort Pierce. Desde alli, siempre en autobus, regresaria a Little Jackson, donde habia dejado aparcado el Buick. Solo entonces, volveria a Paradise City: ?sano y salvo!
Todo aquel plan paso por mi mente, era tan facil. Habia pensado que deshacerme de Rhea iba a ser una tarea sumamente dificil y peligrosa, pero alli estaba ella, totalmente borracha y dormida. Solo tenia que apuntar el arma y disparar.
Mire por el espejo retrovisor. La autopista estaba oscura, ninguna senal de automoviles aproximandose.
Suavemente, fui desacelerando. El automovil empezo a perder velocidad hasta que lo detuve bajo un enorme roble. Puse el freno de mano.
Mire a Rhea, seguia dormida, y lleve la mano hasta la 38 que tenia en el bolsillo. Lentamente, saque el arma del bolsillo y quite el seguro.
Me quede alli sentado, mirandola y apuntandola con el arma, y con gran desesperacion me di cuenta de que no podia disparar. No podia matarla a sangre fria. En el calor del momento, habia matado a Fel pero no podia matar a una mujer dormida.
De repente, Rhea abrio los ojos.
– Adelante, Larry Carr -me dijo-. Pruebate a ti mismo que tienes pelotas. Adelante… ?Dispara!
Los faros delanteros de un camion iluminaron el interior del Chevvy. Pude ver a Rhea con toda claridad. ?Dios mio! ?En que mal estado se hallaba! ?Como pude haberla deseado alguna vez! ?Era como una pesadilla erotica de mal gusto! Parecia fuera de si, con los ojos hundidos y una perversa sonrisa en los labios.
– ?Adelante… dispara! -repitio.
Paso el camion e hizo temblar el Chevvy. En aquel momento pense que si la hubiera matado el camion habria pasado justo en el momento de arrojar su cuerpo fuera del coche.
Deje caer el arma. Cayo en el asiento, entre los dos. Supe que aquel era el final de mi camino y no me importo.
– ?Que te pasa, Rata? -me pregunto-. Lo tenias todo planeado, ?no? ?Se te acabaron las pelotas? ?Creias que no iba a reconocerte con esa ridicula peluca?
La mire y senti que la odiaba. Me resultaba tan repulsiva como un leproso.
– Voy a decirte lo mismo que te ha dicho tu novio. ?Fuera! ?Sal de mi coche!
Me miro de reojo.
– No te ahogues en un vaso de agua. Tengo el collar… tu y yo todavia podemos zafarnos de este lio. -Busco en su bolso y saco la caja de cuero-. ?Mira! ?Aqui lo tengo! ?Un millon de dolares! ?Dijiste que podias venderlo! Juntos podemos ir a La Habana. Podriamos empezar una nueva vida.
?Juntos? ?Con ella? Senti un escalofrio.
– ?Venderlo? ?Vivir contigo? -dije-. No viviria contigo asi fueras la ultima puta del mundo. Ese collar no vale ni un centavo. ?Es falso!
Se inclino hacia delante. Estaba tensa y sus ojos brillaban con una nueva locura.
– ?Estas mintiendo!
– ?Es una copia de cristal, pedazo de imbecil! -le grite-. ?Crees que iba a dejar que tu y tu estupido hermano os largarais con un collar de un millon de dolares?
Dejo escapar un grito y contuvo el aliento.
Esperaba que reaccionara con una furia terrible, pero lo que habia dicho parecio anonadarla.
– Se lo habia advertido -dijo, a media voz-. Supe que eras una vibora desde el momento en que te vi, pero el no quiso escucharme. «Ese tipo es bueno», me decia, pero yo sabia que no. -Se reclino en el asiento-. Muy bien, senor Rata Carr, usted gana. Si me enganchan, me encerraran de por vida. Ya he pasado ocho anos en la carcel… Se lo que es. Usted no. Fel tampoco. ?Es una suerte que este muerto!
No soportaba seguir mirandola.
– ?Fuera! -le grite-. Habla todo lo que quieras cuando te cojan. Ya no me importa. ?Fuera de aqui, vete!
Parecia no escucharme.
– He estado dos semanas encerrada en esa mugrienta habitacion -dijo-. ?Dos semanas! Cada minuto esperaba que la policia viniera a buscarme. ?Dios, necesito un trago!
Se llevo las manos a la cara. No me daba lastima. Queria librarme de ella, regresar a Paradise City y aguardar alli a que la policia viniera a buscarme.
– ?Vete! -le grite-. Estas podrida por dentro. Ni siquiera una lagartija como Spooky te quiere. ?Alejate de mi!
– Fel era el unico que no podia vivir sin mi -dijo ella. Comenzo a reirse como una histerica-. Bueno, supongo que este es el fin para mi… Me pregunto que se sentira estando muerta…
Entonces, vi que tenia el arma en la mano.
– ?Sueltala!-le grite.
– Adios, Rata… ya llegara tu momento.
Cuando quise abalanzarme sobre ella, ya se habia llevado el arma a la cabeza y disparo. La luz del disparo me cego y el ruido me ensordecio. Senti algo humedo y tibio sobre la cara y, estremeciendome, sali del coche. Me quede de pie temblando, secandome la cara con un panuelo, mientras una fina columna de humo se escapaba por la puerta abierta.
El sargento O'Halloran estaba sentado detras de su escritorio, jugueteando con un lapiz en la mano.
Cinco integrantes de la banda de Spooky estaban sentados contra la pared: chicos de entre diez y quince anos, sucios, taciturnos, con el uniforme de tejanos y camisa negra.
Asombre a aquellos muchachos cuando dos policias me introdujeron en la sala: podia entenderlo. Con la peluca en la punta de la cabeza, la sangre de Rhea en la camisa, una raspadura en el lado de la cara en que me habia pegado uno de los policias y esposado, mi aspecto causaria sensacion en cualquier parte.
Los chicos empezaron a hablar y a moverse y el sargento O'Halloran grito:
– ?Quietos! ?Obedeced o tendre que obligaros!
Uno de los policias se adelanto y empezo a pasar el informe a O'Halloran. Solo alcance a oir unas palabras: «Tamiami Trail… murio de un balazo… el revolver en la mano…» Bajo el tono de la voz y siguio hablando con el sargento.
Sabia que estaba acusandome del asesinato de Rhea y no me importo. Ya nada me importaba. Durante el largo trayecto hasta Luceville habia tenido tiempo de pensar. El suicidio de Rhea me habia devuelto al hombre que era antes del accidente que termino con la vida de Judy. Ahora me veia tal como era. La codicia subconsciente que siempre habia debido estar dentro de mi habia salido a la superficie. A causa de aquella codicia habia causado la muerte de Sydney. A causa de aquella codicia habia asesinado a Fel Morgan. Recorde el momento en que lo cogi por los pantalones y lo empuje al vacio. Durante el trayecto a Luceville, habia hallado mi momento de la verdad.
Por fin, O'Halloran termino de escribir y me hizo senas. No me movi. Me quede mirandole hasta que el policia me dio un empujon.
– ?Nombre? -pregunto O'Halloran con su voz ronca.
– Laurence mil quinientos dolares Carr-respondi.
Se inclino hacia delante, abrio enormemente sus porcinos ojos y parecio reconocerme.
– Quitale esa peluca -indico al policia, que me la arranco de golpe y la coloco sobre la mesa.
O'Halloran suspiro y despues de un momento me advirtio:
– Todo lo que diga podra ser usado en su contra… Hable si quiere.
– Ella estaba harta de la vida, como yo -dije-. Ella queria morir, asi que le dispare.
Resoplo y le hizo senas al agente.
– Es un loco. Llevalo a Homicidios.
Me llevaron al departamento de homicidios. El teniente responsable era un hombre bajo, de cabello blanco y ojos azules, cara roja y una mandibula agresiva.
Me hizo muchas preguntas pero yo no queria hablar. Me quede sentado con la mirada fija en el suelo y ni cuando me golpeo en la cara abri la boca. Me encerraron en una celda.
Permaneci alli sentado, odiandome por haber causado la muerte a un hombre que habia hecho tanto por mi y me habia dejado casi toda su fortuna.
Me trajeron comida pero no probe bocado.
Mas tarde, O'Halloran vino a verme y, sujetandose el cinturon con los pulgares, me dijo:
– Esta metido en un serio problema, amigo. -Su ronca voz parecia sorprendentemente amable-. ?Que es lo que queria probar? Todavia hay tiempo… ?Quiere contarmelo todo?
Lo mire directamente a los ojos.
– Yo la mate -declare-. El resto de la actuacion les corresponde a ustedes.
O'Halloran se rasco la axila derecha.
– El teniente quiere saber si va a hacer una declaracion. -Se empujo la gorra hacia atras-. Mire, amigo, si fuera usted no lo haria, pero cumplo ordenes.
Vi que estaba preocupado.
– ?Y por que no? -le pregunte.
Se quito la gorra, la observo y luego volvio a colocarsela en la cabeza.
– Entre nosotros, creo que usted esta loco y no creo que la haya matado. Por eso pienso que lo mejor es que mantenga la boca cerrada hasta que consiga un abogado.
– ?Usted cree que estoy loco?
Asintio.
– Si… lo crei desde el principio. Desde que llego a esta ciudad. Ahora, siga mi consejo. Mantenga la boca cerrada. Ya hemos llamado a Paradise City. Hay un abogado de primera fila que se dirige hacia aqui con su socio, el senor Luce. Ellos arreglaran todo esto.
Lo ultimo que queria era que Tom Luce me sacara de aquel lio.
– Digale al teniente que estoy preparado para hacer una declaracion.
– Mire, amigo, usted puede ser un loco, pero tiene algo que me atrae. -Se inclino hacia delante y bajo el tono de la voz-. No se da cuenta del problema en que esta metido. Mire… supongamos que llamo a la senorita Baxter y se lo digo… ella lo ayudara. ?Que le parece?
?Jenny?
Vi que Jenny se habia ido en la misma forma que Judy… un recuerdo maravilloso, un sueno, pero ya no para mi.
– Digale al teniente que hare una declaracion -respondi.
O'Halloran se seco el sudor de la frente con una mano.
– Podrian encerrarle quince anos -dijo, con voz preocupada-. Aunque le den por loco, no saldra antes de diez anos.
Me apoye contra la pared de la prision, repentinamente relajado.
– Digale al teniente que hare una declaracion.
En mi imaginacion vi a Sydney revoloteando a mi alrededor, con todo su talento y su bondad. ?Quince anos…, diez anos? Bueno, seria un cambio de ambiente, ?no?