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Blackness Road, Crowborough. Viernes, 12 de diciembre de 1924


Era en momentos como éste cuando el detective Beck deseaba estar más delgado. Le costaba hacer avanzar su pesada bicicleta por Blackness Road. Al llegar a la granja avícola Wesley y ver el lodo que impregnaba el camino, renunció a la bicicleta y siguió a pie en busca del señor Thorne.

Le encontró en uno de los gallineros. -¿El señor Thorne? ¿Norman Thorne?

– Yo mismo. -Norman se secólas manos en los pantalones y extendió una hacia el recién llegado-. Disculpe el desorden. La lluvia lo ha embarrado todo. ¿En quépuedo ayudarle?

El policía le devolvió el saludo.

– Estoy aquí para hablarle de Elsie Cameron, señor. Tengo entendido que están prometidos.

– Así es. ¿Ha sufrido un accidente o algo así?

– Eso es lo que intento averiguar. Su padre denunció su desaparición ayer. Dice que salió de Londres hace una semana para venir aquí.

Norman negó con la cabeza.

– No la he visto. Me dijo que llegaría el sábado… pero no apareció. Le escribí al día siguiente para preguntar qué pasaba, pero no obtuve respuesta. Lo único que he recibido es un telegrama de su padre.

– ¿Le importa decirme qué hizo el viernes pasado, señor Thorne?

– En absoluto. -Norman señaló la cabaña-. ¿Le apetece una taza de té? Dentro se está mejor. Puedo darle una fotografía de Elsie por si le sirve de ayuda. Estoy muy preocupado por ella, la verdad.

«Pero no lo bastante como para acudir a la comisaría de policía», pensó con malicia el detective Beck mientras caminaba sobre el lodo. Observó la foto de Elsie mientras Norman ponía la tetera al fuego.

– El señor Cameron afirma que ella salió de casa el viernes por la tarde -dijo, sacando su cuaderno-. ¿Quiere explicarme sus movimientos desde la hora de comer en adelante?

Norman disfrutaba de una memoria sorprendente. Recordaba con todo detalle lo que había hecho el viernes, 5 de diciembre. Poco después de comer había ido en bicicleta hasta Tunbridge Wells a comprarse unos zapatos. A su vuelta, sobre las cuatro, había dado de comer a los pollos y recogido la leche en casa de los Cosham.

– Luego me tomé una taza de té y eché una siesta. -prosiguió-. Estaba destrozado. Ir a Tunbridge Wells y volver te mata.

– Pero ¿la señorita Cameron no llegó?

– No. Volví a salir más tarde… debían de ser las diez menos cuarto. Había prometido recoger a dos señoras amigas mías en la estación y acompañadas a casa. La señora Coldicott y su hija. Habían pasado el día en Brighton y regresaban en el tren de las diez.

– ¿Dirección?

Norman se la dio.

– Me quedé en su casa unos quince minutos y volvía a estar aquí a las once y media. No había señales de Elsie… Pero de hecho no la esperaba hasta el sábado.

– ¿De qué conoce a los Coldicott?

– De lo mismo que a todos por aquí… La señora Coldicott me compra una gallina de vez en cuando.

– ¿Y qué hizo el sábado, señor Thorne?

– Di de comer y beber a los pollos y después fui a la estación a buscar a Elsie. Me había dicho que llegaba en el tren de las diez y cuarto. Esperé alrededor de una hora y después tomé el tren hasta Tunbridge Wells.

– ¿Era algo habitual?

– ¿El qué?

– Que le dejara plantado.

Norman le miró fijamente durante un momento.

– No me lo tomé como un plantón. Deduje que habría tenido que quedarse en casa por algún motivo. ¿Se refiere a si estaba preocupado?

– Si quiere decido así…

– ¿Por qué debería haberlo estado?

El detective Beck se encogió de hombros.

– Por nada. ¿Qué hizo el sábado en Tunbridge Wells?

– Nada especial. Di una vuelta y luego volví a casa. Pasé por la estación para ver si Elsie había llegado en algún otro tren, pero nadie la había visto. De manera que me detuve en casa de los Cosham a comprar leche y les pregunté si Elsie había hecho alguna reserva. Pero me dijeron que no.

– ¿Era allí donde solía alojarse?

Norman asintió.

– Había una fiesta prevista para el sábado por la noche. Pensaba llevar a Elsie.

– ¿Fue de todos modos?

– N o. Los Cosham la cancelaron por falta de gente. El policía anotó algo.

– ¿Y qué hizo?

– Fui a casa de los Coldicott. En el cine daban una película que me apetecía ver. Le pregunté a la señorita Coldicott si quería acompañarme.

El detective Beck lanzó otra mirada al retrato de Elsie.

– ¿Qué edad tiene la señorita Coldicott?

– Veinte años.

– ¿Se trata de una amiga especial, señor Thorne?

– No. Simplemente le gusta el cine.

– ¿Y, según usted, al día siguiente escribió una carta a la señorita Cameron preguntándole qué le había pasado? -Exactamente.

– ¿Conserva la carta en la que ella le anunciaba su intención de venir el sábado?

– No lo acordamos por carta. Elsie estuvo aquí el fin de semana anterior. Fue entonces cuando fijamos el día y la hora.

El detective Beck cogió la taza de té que Norman le tendía.

– ¿Tiene alguna idea de lo que puede haberle sucedido?

N orman volvió a negar con la cabeza.

– Pensé que igual se había quedado dormida en el tren y no se había despertado hasta llegar a Brighton. Toma pastillas para los nervios, y a veces se duerme en los lugares más insospechados.

– Pero no se habría quedado en Brighton, ¿verdad? Norman hizo una mueca.

– No lo sé. Tal vez intente llamar la atención dándonos un susto. A veces actúa de manera muy extraña.

El detective Beck informó de esta conversación a su inspector.

– ¿Qué le has sacado? -preguntó el hombre.

– Es un chico joven. Da la sensación de que se esfuerza por salir adelante. Ese sitio tiene más aspecto de porqueriza que de granja avícola. Pero es bastante agradable y te mira a los ojos cuando contesta a las preguntas.

– ¿Crees que dice la verdad?

– Contrasté su declaración con el señor y la señora Cosham y éstos confirmaron 10 que decía. También visité a los Coldicott e hicieron lo mismo. Pero no acabo de creerme que Bessie Coldicott sea una conocida tan casual como él afirma. Es muy guapa y hablaba de la granja de Thorne como si la conociera bien.

– Interesante. -El inspector se rascó la nariz-. Según el señor Cameron, su hija estaba embarazada de Thorne. ¿Bessie es lo bastante atractiva para hacer que el chico deseara haber tomado más precauciones?

– Desde luego que sí -dijo secamente Beck-. Si hablamos de aspecto físico, no hay comparación.

La foto de Elsie apareció en los periódicos aquel fin de semana, bajo la frase: «¿Alguien ha visto a esta mujer?».

Dicho anuncio provocó que dos cultivadores de flores de Crowborough se acercaran a la comisaría. Dijeron a la policía que habían visto a alguien que respondía a la descripción de Elsie a las cinco y diez del día de su desaparición. Caminaba en dirección a la granja avícola Wesley.

En esta ocasión un equipo de detectives se presentó en la granja de Norman. Le preguntaron si tenía alguna objeción a que efectuaran un registro de los gallineros.

– Por supuesto que no -les respondió éste-. Quiero hacer lo que esté en mi mano por ayudarles.

El inspector envió a sus hombres a registrar los gallineros mientras él entraba en la cabaña con Norman. Rehusó sentarse y tampoco aceptó una taza de té. En su lugar, se movió por la estancia, abriendo cajones y examinando la ropa de Norman.

Hizo a Norman las mismas preguntas que le había formulado el detective Beck y recibió idénticas respuestas.

– Tiene usted buena memoria, señor Thorne.

– Llevo una vida bastante aburrida. No hay mucho que recordar.

– De manera que la última vez que vino Elsie fue el domingo, 30 de noviembre.

– No he vuelto a veda desde ese día -dijo Norman. El inspector le observó durante un instante.

– ¿Y cuántas veces ha visto a la señorita Coldicott en ese tiempo?


– Sólo una -respondió Norman con sinceridad. Bessie se hallaba en la cabaña un día en que un periodista se acercó a la puerta. Norman ocultó su presencia saliendo a la calle a recibido, pero Bessie se había asustado.

– No quiero salir en los periódicos -dijo ella después de que el periodista se hubo marchado. Temblaba.

Norman intentó consolarla.

– No -dijo ella, apartándole-. No puedo volver a verte hasta que todo esto haya pasado. No voy a dejar que el escándalo salpique a mi familia, Norm -dijo, antes de desaparecer en la oscuridad sin decir adiós.

El inspector parecía estar leyendo lo que pasaba por la mente de Norman.

– Me han dicho que ha recibido la visita de varios periodistas, señor Thorne.

– Yo no los invité. No paran de acudir.

– Pero les mostró los alrededores y dejó que le sacaran fotos con los pollos.

Norman se encogió de hombros con un gesto de resignación.

– ¿Qué otra cosa puedo hacer? Si me niego, dirán que tengo algo que ocultar. Están apostados en la puerta, esperando a que salga.

El inspector sintió lástima por el muchacho, tampoco a él le gustaba la prensa.

– No es una situación fácil. ¿Qué son esas manchas? -dijo, señalando la mesa.

– Sangre y vísceras -dijo Norman-. Es aquí donde mato y desplumo a las gallinas. A veces las despedazo y les arranco la cabeza. Depende de lo que quiera el cliente. Cuando me ocupo de todo un lote, se ensucia mucho.

– ¿Dónde cuelga las aves?

– De una viga, en uno de los cobertizos vacíos. -Levantó la vista-. A veces de ésta.

El inspector siguió la dirección de su mirada.

– ¿La viga donde guarda los sombreros?

– Sí. Los aparto un poco para que haya espacio.

– ¿Cómo llega hasta allí?

– Me subo en una silla.

– ¿Me permite?

Norman empujó una silla en dirección a él.

– Como guste.

El inspector se encaramó y miró la viga.

– Está muy limpia. La de arriba está cubierta de polvo… pero ésta no.

– Me cuesta más llegar arriba. Si guardara algo allí, no podría bajado.

– Pero no hay ni una pluma, señor Thorne. Parece haber realizado un espléndido trabajo de limpieza.

– Hago lo que puedo. Un hombre no debería dejar que se lo coma la mugre sólo porque vive solo.

El inspector descendió y devolvió la silla a su lugar, bajo la mesa.

– Pero el exterior le importa menos, ¿no? Los pollos parecen haber estado revolcándose en la tierra.

– Son las gallinas. Se rascan por los gusanos.

«Este chico tiene respuestas para todo», pensó el inspector. Observó a Norman con atención antes de formular la siguiente pregunta.

– ¿Por qué iba Elsie caminando sola por Blackness Road el día en que desapareció, señor Thorne?

Norman abrió mucho los ojos.

– No le entiendo.

– Dos testigos la vieron a las cinco y diez. Dicen que se dirigía hacia aquí.

– No podía ser Elsie.

– La reconocieron gracias a la foto que usted nos facilitó.

– Bueno, pues nunca llegó -repuso Norman en voz baja e inexpresiva-. Juro sobre la Biblia que no he vuelto a ver a Elsie Cameron desde finales de noviembre.


Blackness Road

31 de diciembre


Querida Bessie:

Hace mucho que no te veo. Esperaba que pudiéramos pasar juntos las Navidades. Ahora las cosas parecen ir mejor: los periodistas se han marchado y la policía ha admitido que Elsie no llegó hasta aquí. Me pregunto si se suicidó en secreto en algún lugar. Siempre amenazaba con hacer algo así si yo la abandonaba.

Tenía un carácter extraño y unos padres no muy amables. La echaron en mis brazos porque estaban hartos de sus continuos cambios de humor. Debería haberle hecho caso a mi padre, pero, como bien dijiste, yo era demasiado joven para saber en qué me metía.

Con toda sinceridad, querida, nunca he sentido por ninguna chica 10 que siento por ti. La soledad fue la culpable de que me sintiera atraído por Elsie, pero lo que siento por ti es amor. Eres mi mejor amiga, y tu existencia me ayuda a superar estos momentos de amargura. Espero que no tenga que pasar mucho tiempo antes de que esta pesadilla termine y podamos volver a estar juntos.


Siempre tuyo, Norman


Groombridge Road

Crowborough

13 de enero de 1924


Querido Norman:

Siento no haberte contestado antes, pero he tenido mucho trabajo. Creo que será mejor que no nos veamos durante un tiempo. Papá no quiere que salga contigo hasta que la policía desaparezca del todo, ya que nuestra relación podría provocar rumores. Volveré a escribirte en cuanto pueda, aunque a mis padres no les parece bien. Te quiere,

Bessie

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