LXXII

Mandé buscar al alejandrino. ¿Podía sospechar que en aquel hato de escritos arrugados se ocultaban todos los enigmas del universo? Todos los albergues son inspeccionados y las puertas vigiladas. Lo buscan hasta en el puerto de Ostia. No conozco siquiera su nombre. Atrox Fortuna ¿por qué me has castigado haciéndome ignorar su sabiduría, cuando mil preguntas me acosan?

Toda una vida estuve rodeado de cabezas perfumadas y bien peinadas, que se hacían llamar astrólogos, creí ciegamente en sus vagas profecías, seguí su consejo, mandé erigir un templo al cometa y lleno de gratitud recompensé con oro toda buena nueva. Ahora, después de tomar conocimiento de los escritos del alejandrino, comprendo que fui llevado de las narices como Polifemo por Ulises y sus compañeros, pues el cometa que durante los primeros siete días de mi gobierno surcó el cielo boreal y fue visto en todas las comarcas, no tenía ningún significado halagueño (como sucede con todos los cometas que recorren el firmamento) según me vaticinaron. Los astrólogos dijeron que era mi estrella en ascenso para la salvación del mundo y para cosechar el favor de los romanos, anunciaron al pueblo que el fenómeno celeste señalaba la acogida del Divino entre los inmortales. Hoy sé que aquella luz del cielo y su cola anunciaban las terribles guerras civiles del este.

Los cometas son el anuncio de grandes desgracias, pero estas no vienen porque las precedió ese fenómeno, sino los fenómenos se anticiparon porque aquellas debían producirse.

Si he comprendido correctamente los escritos del alejandrino, intentaré explicar esta diferencia, pues detrás de ella se esconde el significado total de la astrología. ¿Dónde empezaré?… En Babilonia, en el confín oriental del Imperio.

Allá en la Mesopotamia, se observa desde tiempos remotos el sol, la luna y los planetas. Hombres sabios compararon su trayectoria y su constelación con los acontecimientos de su país, con catástrofes, guerras, carestía, pestes, merced e inclemencia para los humanos, y al cabo de centurias de practicar estas confrontaciones descubrieron regularidades. Desde un principio inclinaron sus testas reverentes frente al sol y la luna, dadores de luz y vida, pero a los planetas les dieron los nombres de sus máximas deidades: Istar, por la diosa del amor; Marduc, por el dios creador; Nergal por el dios de la peste y de la muerte; Ninurtu, por el dios de la guerra y de la caza, y Nabu por el dios de la sabiduría.

Nosotros, los romanos, dimos a los planetas los nombres de nuestros dioses: Venus, Júpiter, Marte, Saturno y Mercurio, de los cuales, Júpiter y Venus causan el bien, Marte y Saturno el mal., aquellos de naturaleza cálida y húmeda, estos fríos y secos, mientras Mercurio se inclina ora por el bien, ora por el mal. Sol, Júpiter, Saturno y Marte son de naturaleza masculina y, según los escritos del alejandrino, se ocupan del trabajo diurno; en cambio, Luna y Venus son del género femenino y su tiempo es la noche. Mercurio fluctúa entre ambos, un hermafrodita veleidoso y ora muestra aquí, ora allá su temperamento cambiante. De hecho, los dioses planetarios alimentan ideas de fuga, pero Sol los vigila secretamente, les permite evadirse hasta un determinado punto, y entonces los hace regresar con brazo fuerte. A diferencia de la tierra que gira por el universo hacia la derecha, el sol, la luna y los planetas lo hacen en dirección contraria, de modo que la atmósfera no se aglomera hacia un lado para formar una masa inerte, sino que es seccionada y dispersada por las órbitas de los planetas.

Todo esto se conoce desde hace más de mil años, y es irrefutable en teoría, pero, según las anotaciones de los sabios, el rastro de evasión de los planetas deja su efecto en la tierra. Así, en los escritos se sabe informar que un planeta a 15 grados de distancia del sol (el gremio de astrólogos alejandrinos llama a esta situación egkarsios, lo que en nuestro idioma significa algo así como sesgo) es particularmente eficaz por su importancia determinante para bien o para mal. Pero si se acerca más al sol, cae bajo sus rayos, se hace invisible y pierde su influencia. En general, sus escritos consideran favorables el propodismos, su avance, y el protos sterigmos, la primera detención, y desfavorables el deuteros sterigmos, segunda detención y el anapodismos, la marcha regresiva. Cuando un planeta es cercado por otros dos, el presagio puede ser benigno u ominoso, ya sea que quede en medio de los malévolos Marte y Saturno o de los auspiciosos Júpiter y Venus. Los sabios llaman agathopoioi a estos dadores de alegría y kakopoioi a los malignos.

Las órbitas que forman los astros son de proporciones diversas. ¡Cuánta sabiduría puede intuirse en la aparición de Saturno! Ocupa la posición más elevada y, sin embargo, nos parece el más pequeño. Necesita treinta años para regresar a su punto de partida. Por su naturaleza, sería frío e inerte. Júpiter necesita doce años para recorrer su trayectoria, Marte sólo la sexta parte, y Venus ni siquiera la doceava parte. De los dioses planetarios Venus es el más fascinante para mí, y no sólo para mí, pues a Venus todos los pueblos le han dado muchos nombres como madre de los dioses, Isis entre los egipcios y Juno en nuestra prehistoria. Si aparece en el cielo antes que amanezca se la llama Lucifer, pero si lo hace al ponerse el sol, recibe el nombre de Vesper. Esto ya lo dijo Pitágoras el año 42 ab urbe condita. Cuando Venus asoma, brinda rocío vivificante, fecunda con ternura el vientre de la tierra e incita a todo ser viviente a la procreación. Es como Atia, mi madre. Sí, creo que Atia es Venus.

A continuación de Venus encontramos a Mercurio y nos tienta creer que el irresoluto hermafrodita imita a Venus, fascinado por la forma bajo la cual se presenta la estrella madre. A semejanza de ella también danza en el cielo a la hora del ocaso o bien a la salida del sol, y a ambos se los ve ora en el cuarto sector del cielo, ora en el tercero, alejados del sol.

Pero no hay mayor enigma en el cielo que la diosa Luna, a quien se ha dedicado un templo en el Palatino, Luna Noctiluca. Los griegos la llamaron Selene, nombre relacionado con la palabra luz, como el nuestro Luna, aun cuando Tales, el de Mileto, uno de los siete sabios, ya había demostrado que esta diosa no irradia luz, sino refleja la que el dios Sol le provee. Llena de la vanidad de una mujer acicalada cambia su aspecto casi a diario, ora se presenta con formas ampulosas, ora adelgazada, despectiva, ora se contrae hacia adentro, ora se comba hacia afuera como grávida, manchada y ceñuda, brillante y cuidada, redondeada hasta completar un disco y luego se opaca para hacerse invisible hacia el final del mes.

Se dice que Endimión fue el primero entre los hombres en descubrir todas estas propiedades. Era rey de la Elide, donde se celebran desde tiempos remotos las competencias olímpicas. Podía estar seguro de Selene, pues, apenas desaparecida tras las crestas de las montañas, se encontraba con él en una gruta, ora de día, ora de noche, y allí se entregaban a su amor inextinguible. En rigor de verdad, Endimión, el hombre de la Elide, fue violado, pues, obligado por Zeus a elegir su propia forma de morir, escogió la del sueño eterno con los ojos abiertos. De este modo, engendró cincuenta hijas con Selene, número que corresponde a los meses de un periodo olímpico.

Lo que Saturno tarda treinta años en realizar, Luna lo hace en veintisiete días y un tercio y después de una pausa de dos días comienza de nuevo su trayectoria. Se convirtió así en maestra de todos los fenómenos del cielo, en escala para los meses y nuestro tiempo. A pesar de todos los enigmas que los sabios resuelven desde hace más de mis años, Noctiluca siempre crea otros nuevos y cada respuesta abre otros interrogantes. Cuando los humanos quisieron saber por qué la diosa Luna se mostraba manchada al aumentar de volumen, los hombres de ciencia hallaron una clara explicación: en su opinión (y su teoría está fuera de toda duda) el sol consume toda la humedad de la tierra, en cambio, la suave fuerza de la Luna es capaz de atraer esa humedad, pero no de desecaría. Las manchas que siempre han inquietado a los hombres no son sino impurezas de la tierra, aspiradas pero no desecadas.

Descrito todo esto de manera exhaustiva, viene a continuación el siguiente interrogante, que, apenas explorado, provoca un nuevo objeto de controversia. Empecemos por el hecho que la luna y el sol se oscurecen. ¿Cuánto tiempo se ha necesitado para reconocer que la noche no es sino la sombra de la tierra? El miedo ante lo desconocido atribuyó a la noche todo el mal de la humanidad, sus descendientes e hijos, generados espontáneamente: el hado, la muerte, el sueño, los sueños, censuras y quejas, afanes, hambre y miedo, la vejez, la ira y la imprudencia, todos los hijos de la noche, nietos del caos, una sombra, nada más, ridículo. ¿Acaso Sócrates, hijo de un cantero y una comadrona, no predicaba que el saber era el único bien y la ignorancia el único mal de los hombres? Plutón, soberano del reino de las sombras, no es, en definitiva, sino soberano sobre las leyes de la naturaleza, según las cuales la luz sigue a la oscuridad y la oscuridad a la luz, la muerte a la vida y de la muerte surge una nueva vida… panta rhei.

La noche espectral causa terror a muchos y no me excluyo, como si las tinieblas fueran lo incierto. Por esta razón, Orco es el invisible, el rey sombrío, pero los escritos del alejandrino fugitivo me enseñan que las sombras y la oscuridad pueden involucrar más certidumbre y seguridad que la luz del día, más aún, que no es sino a través de la oscuridad de las sombras como se conoce la verdad.

No es la luz la que nos informa sobre el tamaño del sol, la luna y la tierra, sino que su sombra es la indicación mansa de la naturaleza. Y los hombres, a los que en tiempos remotos ese oscurecimiento de la luna y el sol los hacia arrojarse desde peñascos y rocas, perdieron su miedo desde que Tales de Mileto predijo el año cuatro de la 48 Olimpíada un eclipse de sol (eso fue el año 170 ab urbe condita) y Sulpicio Galo, el tribuno de guerra en Macedonia, se presentó frente al ejército de Emilio Paulo para anunciar que la luna se oscurecería la noche siguiente, de acuerdo con las leyes de la naturaleza, pero no debían mostrar ningún temor (esto aconteció la víspera de la batalla de Pidna). E Hiparco, el bitinio, calculó todos estos fenómenos con 600 años de antelación, hasta el fin del mundo.

Parece próximo el tiempo en que vosotros, hombres de ciencia que estáis por encima de la naturaleza de los mortales, expulsaréis del Olimpo a los viejos dioses, ya que el número rige sobre la palabra, y Horacio y Virgilio moverán a risa como poetas apartados de la realidad. El tiempo parece cercano, ya que no hay milagros, sino sólo explicaciones. ¿Qué temerán entonces los hombres, Júpiter? ¿Nos encontraremos a una hora determinada en el circo para contemplar el espectáculo del cielo como a las fieras? Pues, según los escritos del alejandrino, no cabe duda que volverán a producirse oscurecimientos en la rotación, y la luna se oscurecerá a la sombra de la tierra, y el sol a la sombra de la luna. A mi parecer, todo es destino, no casualidad, la luz y la sombra, la alegría y el dolor son contracciones periódicas de los astros. Hallé algunos dibujos, misteriosos círculos y sistemas y símbolos en el zodíaco que representan a las constelaciones. De acuerdo con esto, nací bajo el signo de Libra, dominado por Venus y, así dice el escrito, que busca reconocimiento y simpatías en todos (no lo negaré). Asimismo le son propios el amor a la paz y el sentido de justicia. Sin embargo, todo esto me interesa poco, pues he tenido setenta y seis años para descubrir mi propio yo. Con ojos afiebrados releí esta suma de sabiduría y experiencia y sólo busqué averiguar una cosa: cuánto tiempo me concedería Morta.

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