Otro acertijo: ¿por qué jugó el Maestro Blanco 130 y aseguró de ese modo su derrota?
Hizo la jugada a las once y treinta y cuatro, tras veintisiete minutos de deliberación. Fue una casualidad, supongo, que haya hecho una mala jugada tras deliberar casi media hora. Pero yo estaba preocupado de que no hubiera esperado otra hora, de manera que la jugada se trasladara para después del descanso del mediodía. Si se hubiera alejado del tablero y se hubiera tomado una hora y media de receso, probablemente habría jugado con mayor eficacia. No habría sido víctima del un espectro pasajero, por decirlo de algún modo. Le quedaban veintitrés horas de juego, y no tenía que preocuparse por una o dos horas. Pero el Maestro no era alguien que hiciera un uso táctico del descanso. Fue Negro 131 el que tuvo la ventaja.
Blanco 130 parecía un contraataque cercano, y Otake dijo que había quedado con su brazo doblado en la espalda.
Éste es el comentario que hizo Wu: "Es una situación delicada. Blanco 130 puede considerarse como una eficaz jugada en respuesta a la cortante embestida".
Pero Blanco no debería haber retrocedido ante la embestida, por decirlo así. Retirarse de un conflicto tan feroz, de un desafío tan decidido, significaba ceder por completo.
A lo largo de las sesiones de Ito, Otake había planteado un juego cuidadoso y sólido, con un control que reforzaba el control, una tenacidad que redundaba en más tenacidad. La repentina irrupción de sus poderes acumulados sucedió con el corte en Negro 129. Otake estaba tan admirado y confundido por el despliegue de Blanco como todos nosotros. Si Blanco llevaba las cuatro piedras negras hacia la derecha, Negro muy fácilmente podía traspasar las formaciones de Blanco y llegar al centro del tablero. Negro no respondió a Blanco 130, en cambio extendió Negro 129 con Blanco 131. Blanco regresó a la defensa del centro con Blanco 132. Debería haber respondido directamente a Negro 129.
El Maestro lamentó la jugada en su revisión de la partida. "Blanco 130 fue el error fatal. La secuencia correcta habría sido cortar de inmediato en P-11, y ver cómo se replegaba Negro. Si por casualidad se replegaba hasta P-I2, entonces Blanco 130 sería la jugada correcta. Incluso si se expandía, como con Negro 131, Blanco no precisaba apresurarse con una extensión oblicua en Q-8, sino que podía tranquilamente consolidar sus formaciones con M-9. Cualesquiera fueran las variantes que pudieran ocurrir, las líneas habrían sido más complejas que las del plano que veíamos, y un combate extremadamente cercado habría sobrevenido. El golpe de gracia llegó con el ataque que siguió a Negro 133. Por desesperada que fuera su búsqueda de soluciones, Blanco no tenía el poder de hacer retroceder a esa ola destructora."
La jugada fatal sugería fallas psicológicas o fisiológicas. Yo mismo, a pesar de ser un aficionado, pensé en ese momento que con Blanco 130, que parecía una jugada potente y que se veía como una del tipo calmo y aislado, el Maestro, consistente en lo defensivo, estaba intentando cambiar el curso de los acontecimientos; y al mismo tiempo yo sentía que su paciencia llegaba a un fin, que su humor abrumado estaba por estallar. Pero él decía que si hubiera cortado a Negro en un punto, podría haberse salvado. Parece que el error provino de algo más que el estallido de enojo que el Maestro había tenido toda esa mañana. Pero era algo que no se podía asegurar. El propio Maestro no podía haber calculado los rumbos del destino, o el daño de estos aspectos pasajeros.
Al jugar el Maestro Blanco 130, el sonido de una flauta tocada con virtuosismo se dejó oír, para calmar de alguna manera la tormenta sobre el tablero.
El Maestro escuchaba. Parecía estar recordando.
Desde lo alto de las colinas, observa el valle.
Melones en flor, todos en fila.
– La primera pieza que se aprende con la flauta. Hay otro tipo de flauta de bambú, como sabrán ustedes, con un orificio menos que ésta. La llaman "de una sola juntura" [33].
Otake pensó Negro 131 durante una hora y quince minutos, en el lapso del descanso de mediodía. A las dos de la tarde tomó una piedra.
– ¿Me permiten? -se detuvo y finalmente la jugó.
El Maestro se irguió de golpe, echó la cabeza hacia adelante y golpeó con irritación el borde del brasero. Fijó la vista sobre el tablero y contó los puntos.
El triángulo Blanco que había sido cortado por Negro 129 resultó interceptado por el otro lado con Negro 133, y con las piedras blancas en jaque después de la jugada de Negro 139, los cambios "sísmicos" de los que Otake había hablado tomaron forma alrededor de las tres piedras blancas y por debajo de ellas. Negro había invadido el núcleo mismo de la formación Blanca. Y yo casi podía escuchar el ruido del derrumbe.
– No sé. A pesar de todo… No sé -murmuraba el Maestro, abanicándose con furia. ¿Debía mantener las dos piedras negras cerca de sí, o proseguir su formación de apertura?-. No sé, no sé.
Pero jugó con notable rapidez, tomándose veintiocho minutos. Trajeron té y refrescos.
– No me siento bien, gracias -Otake declinó el ofrecimiento de mushiznshi [34] que el Maestro le acercaba.
– Tómelo como una medicina.
– Estaba seguro de que la suya sería la jugada sellada -dijo Otake, observando Blanco 140-. Usted juega con tanta velocidad, señor, que me marea. Nada me perturba más.
Negro 145 resultó la jugada sellada. Otake tomó una piedra en su mano y se puso a pensar, y se cumplió el tiempo que marcaba el final de la sesión. Se retiró al vestíbulo para preparar su jugada sellada. El Maestro seguía con la vista clavada en el tablero. Sus pesados párpados se veían inflamados e hinchados. Durante estas sesiones en Ito constantemente consultaba su reloj.