Capítulo 10

EMMA sabía que debía dejar de obsesionarse por Jake. Si todavía estuviera considerando cancelar su cita, la extraña conducta de Jake durante toda la mañana le demostró que era un hombre demasiado complicado para una mujer como ella. Ella no era sofisticada y no tenía la habilidad para ser un miembro de la jet set ni para formar parte de ese lado de su vida. Ellos pensaban de forma distinta. Jake pensaba de forma distinta. Un momento era caliente y al siguiente frío. Era demasiado complicado para ella, y era el tipo de hombre que rompería el corazón de una mujer si se lo permitiera.

Dado que Jake no había desayunado, apagó rápidamente la cocina y terminó de limpiar antes que salir a reunirse con Susan y los niños. Si los niños estaban fuera, Jake requería que un guardaespaldas estuviera presente, aún en la propiedad. Si ella los sacaba de la propiedad a la consulta del doctor o a cualquier sitio, enviaba al menos a dos de sus hombres con ellos, a veces tres. Aunque ella pensara que sus precauciones eran un poco excesivas, decidió fiarse de su juicio. Si tenía enemigos, ella no quería que llegaran a los niños.

Evan sonrió y le hizo señas con la mano cuando se acercó. Era un hombre grande, musculoso, anteriormente un boxeador profesional, rápido de pies, con una fuerza tremenda en la parte superior del cuerpo y rápidos reflejos, pero tenía un defecto del habla. A menudo gesticulaba más que hablaba, y tanto Andraya como Kyle estaban aprendiendo a hacer signos. Les gustaba su lenguaje «secreto» con él. Parecía que a él verdaderamente le gustaba cuidar de los niños y nunca se cansaba de empujarlos en los columpios ni de agarrarlos cuando se deslizaban por el tobogán sinuoso.

Emma lo miró durante un minuto, mientras Susan parloteaba en francés, que él claramente no comprendía. Sonreía mucho, con una gran sonrisa, pero su atención estaba claramente en los alrededores. Vestía como un auténtico vaquero y probablemente podía cabalgar, pero no era un niñero y no trabajaba en el rancho. Vigilaba a los que estaban a su cargo y se tomaba su trabajo muy en serio.

Ella cruzó los brazos, un temblor repentino bajó por su espalda. ¿Qué sabía Jake que ella no? ¿De quién tenía miedo?

– ¿Señora?

Ella se dio la vuelta tan rápidamente que tropezó y casi se cayó. Unas manos duras la agarraron del brazo, los dedos se hundieron para evitar que cayera. Normalmente tenía una aguda audición y un olfato afinado, pero no se había dado cuenta de que hubiera alguien cerca de ella.

– Perdón, señorita Emma. -El hombre la soltó inmediatamente-. Jake me dijo que me presentara yo mismo cuando usted saliera. Soy Conner Vega.

El hombre se enderezó, su gran forma demasiado delgada, el pelo desgreñado y grueso, una mitad de su cara era bastante hermosa y la otra estaba cubierta por cuatro cicatrices profundas que iban desde la línea del pelo hasta un lado de la mandíbula, como si algo hubiera tratado de arañarle la cara desde el cráneo. Ella se forzó a mirarlo, a la belleza masculina de un lado de la cara y al daño horrendo del otro. Estaba bastante pálido y demacrado, como si hubiera estado enfermo durante mucho tiempo. No se parecía a ningún vaquero o a un guardaespaldas, y ciertamente no era un empresario, no con el despiadado corte de la boca, pero Jake le había empleado.

Emma le tendió la mano. El brazo dolía donde él la había agarrado, ya sabía que tendría magulladuras. Él era enormemente fuerte para alguien tan demacrado.

– Me alegro de conocerle. ¿Tiene hambre? Siempre hay café preparado en la cocina y generalmente tengo pan recién horneado o galletas para coger en cualquier momento.

– Jake me dio una de las cabañas con cocina. He traído algunas cosas, así que estoy bien, gracias.

– Él mantiene provisiones para los hombres en la despensa común. ¿Le mostró dónde? Cuándo tome algo de allí, sólo apúntelo en la lista. Me facilita reemplazar los suministros para evitar que escaseen.

Él asintió, luego retrocedió y levantó la mano ligeramente.

– Sólo quería presentarme para que no creyera que un extraño pasaba el rato con los niños.

– Gracias, aprecio eso -dijo Emma.

Le miró alejarse y se frotó el brazo otra vez. Junto con las magulladuras había un rasguño largo, como si las uñas se hubieran clavado cuando la puso derecha. Suspiró, dándose cuenta de que la última adición era como los otros en el rancho. Drake con la pierna mala; Joshua con la sonrisa fingida y el dolor en los ojos; Evan con su problema del habla; Conner con las cicatrices; y por supuesto, el rescate más grande de Jake: Emma, con su marido perdido y el embarazo difícil. Jake reunía a descarriados tanto si lo sabía como si no. Ella había conocido a varias de las personas con las que él trabajaba. Una era una pareja mayor, profundamente leal a él, y había oído a Jake hablando por teléfono con ellos en varias ocasiones, arreglando algún fondo para ellos y devolviéndoles una casa que había sido embargada.

Jake tenía tantas personalidades. Podía ser difícil y a veces incluso cruel, pero era tan generoso. Ella pasaba demasiado tiempo pensando en él. Por mucho que intentara no hacerlo, durante el resto del día se encontró soñando despierta acerca de Jake, desconcertada, preocupada, molesta, frustrada… tantas emociones. Por lo menos su cuerpo no iba a estallar en llamas ante su mero olor mientras limpiaba la casa y jugaba con los niños. Había algún alivio en eso.

Susan era una gran ayuda, aunque hablara mucho, en su mayor parte acerca de Jake y Evan. Al final del día, después de que Emma escuchara a Susan durante horas y pusiera a los niños en la cama, lo que realmente quería era ponerse cómoda, con los pies en alto, pero se tomó una ducha y lavó el pelo. Lo llevaba por la espalda, del modo en que a Jake más le gustaba. Siempre había tenido un gran cabello, el único atributo que adoraba de sí misma. La mayor parte del tiempo lo llevaba arriba para que no le estorbara, pero Jake a menudo le soltaba el pelo del gancho para que los sedosos mechones cayeran en cascada por su espalda hasta la cintura. Encontró una blusa corta de seda, largamente olvidada, que combinaba con su falda suelta predilecta, y bajó las escaleras.

– Estás hermosa -saludó Susan en el pasillo-. ¿Adónde vas esta noche?

– A ver una película, pero salgo tan raramente -más bien nunca-, que pensé que me aprovecharía al máximo. -¿Era parte de su enfado con Jake por hacer tan imposible el estar con él? Se detuvo, con miedo de estar más molesta con él de lo que se había dado cuenta. Había sido honesta con Greg, diciéndole que quería salir sólo como amiga, pero quizá eso no era verdad.

– Está guay que Jake te lleve a ver una película.

Emma se tensó.

– No voy con Jake. Tiene una reunión de negocios esta noche.

Susan frunció el entrecejo.

– ¿Vas tú sola? Creí que habías dicho que era una cita.

– Algo parecido a una cita. Es un amigo.

La ceja de Susan se disparó hacia arriba.

– ¿Él? ¿Lo sabe Jake?

El estómago de Emma se anudó. El temor se curvó dentro de ella, poniéndola más molesta y determinada que nunca.

– Lo que hago no es asunto de Jake.

Susan pareció sorprendida.

– Bueno, Emma. Estás provocando a un tigre.

– Ya te lo he dicho, Jake y yo no estamos de esa manera.

– Quizá tú no, pero le he visto contigo. Definitivamente le gustas. Sin bromas, Emma. Si no lo sabes, eres la única persona en este rancho que no lo sabe.

Emma cerró los ojos, deseando brevemente que hubiera más que eso.

– Le gustan todas las mujeres, Susan. -Agarró un cárdigan negro corto y alcanzó su bolso. Hacía bastante frío, pero se figuró que en el cine haría bastante calor-. No me esperes levantada.

– No te preocupes por eso. No quiero estar levantada cuando Jake vuelva a casa y encuentre que te has ido -dijo Susan-. Él es del tipo que podría matar al mensajero, y ya estaba de camino a la cama de todos modos.

Emma puso los ojos en blanco.

– Eres tan dramática. A Jake no le importa lo que hago fuera del rancho. -Empezó a bajar por el vestíbulo.

– Sigue creyendo eso -dijo Susan.

Emma corrió a la cocina, mirando su reloj.

– Uno de los hombres permanecerá en la casa, así que si necesitas ayuda, sólo llama. -Descolgó el teléfono y pulsó el botón del intercomunicador a la cabaña principal-. Joshua, envía a uno de los guardaespaldas a la casa para el resto de la noche. Voy a salir.

Hubo un silencio aturdido y entonces Joshua dio un graznido.

– ¿Fuera?

Ella no iba a explicarse. Sólo que ese tono la había irritado. Era obvio que había esperado demasiado tiempo para hacerse valer.

– Sólo envía a alguien ahora.

Se apresuró hacia el Jeep que solía estar aparcado cerca de la casa para su uso en la propiedad.

– ¡Espera! -Una figura salió volando hacia el Jeep, a través de la oscuridad. Joshua se inclinó en el vehículo por la ventana abierta y quitó las llaves del arranque-. ¿Adónde vas? Son las ocho y treinta. -La miró fijamente-. Te has arreglado. ¿Qué estás haciendo, Emma? -Sonó sorprendido.

– Voy a una cita, Joshua -contestó calladamente, luchando contra la mezcla de indignación y diversión.

– ¿Una cita? -resonó él, su voz subiendo a una nota aguda-. ¿Con un hombre?

Ella le sonrió dulcemente.

– Eso es bastante normal, verdad, o ¿lo he entendido mal, después de todo este tiempo?

– Nadie me lo dijo.

La mente de Joshua corría frenéticamente. Emma nunca iba fuera del rancho sin una escolta. ¿Quién se atrevería a pedirle salir? ¿Quién estaría tan loco como para arriesgar la vida? ¿Quién estaba fuera esa noche? Intentó permanecer en calma.

– No era consciente de que tenía que contártelo -replicó Emma suavemente. Le tendió las manos para que le diera las llaves-. Voy tarde. Dámelas.

Él retrocedió un paso, pequeñas gotas de sudor se le formaron en la frente.

– ¿Jake sabe algo de esto?

– Jake está en una reunión de negocios, Susan vigila a los niños y yo me tomo la noche libre. Es la primera vez en dos años. Lo merezco, ¿no crees?

Joshua se pasó una nerviosa mano por el pelo.

– Sí, bien, es justo que… ¿quién es el tipo?

– Nadie que conozcas. -Emma se asomó por la ventanilla del Jeep y le quitó las llaves de la mano-. No te preocupes, Joshua. Estás actuando como un padre. Volveré a casa a una hora razonable.

– Pero tú nunca sales -protestó-. Nunca llevas falda. -Se pasó una mano sobre la cara y parpadeó-. Nunca vas de esta manera.

Ella se rió con pesar.

– No estoy segura de que eso sea realmente un cumplido. Te veré mañana, Joshua.

– Oh, Dios, Emma. -Casi gimió-. ¿No estarás pensando en pasar la noche con ese tipo, verdad? Me matarán por esto. Estoy muerto. Hervido en el petróleo.

Emma le frunció el ceño con exasperación. Estaba claro que necesitaba salir del rancho más a menudo. ¿Creían todos que ella no era digna de una cita?

– ¿Vas a parar? No tiene nada que ver contigo. Sólo voy a ver una película, quizá a por un café después. No me esperes levantado.

– Sáltate el café. -Miró su reloj-. Es demasiado tarde para la primera función. Llama al tipo y cancélala.

– Joshua. -Exasperada, Emma arrancó el Jeep.

– ¡Espera! Yo te llevaré -dijo él desesperadamente.

Ella le tocó el brazo.

– No en esta vida. Deja de preocuparte. Sigo las órdenes de Jake.

Joshua la miró fijamente con la boca abierta, claramente perplejo ante sus palabras. Entonces carraspeó.

– ¿Estás segura?

– Absolutamente. ¿Por qué piensas que hago esto? Jake me lo dijo.

– ¿Lo hizo? -repitió Joshua como un eco-. Eso no suena como él.

Ella asintió solemnemente, le dio un alegre gesto con la mano y se alejó con un rugido, dejando a Joshua frunciendo el entrecejo tras ella en una nube de polvo.

– ¡Drake! -bramó Joshua mientras corría hacia el camión de Drake.

Drake le empujó al asiento del conductor, con el arma en la mano, mirando desenfrenadamente alrededor y luego tras el Jeep.

– Ese no era… -Ya había arrancado el vehículo y dado marcha atrás, girando el camión para seguir al vehículo que se movía rápidamente-. ¿Quién está en el Jeep?

– Emma. -Joshua sonó como un condenado.

– ¿Emma? -Repitió Drake, apenas capaz de creer a sus oídos-. ¿Adónde demonios va a esta hora de la noche, y por qué no hay un par de guardaespaldas con ella?

– Películas. -Joshua hizo una mueca-. Emma está saliendo. Una cita.

– ¿Una qué?

Pocas cosas sorprendían a Drake, y a Joshua le gustó ver que estaba sorprendido por las noticias.

– Cita… una cita… con un hombre. Alguien que no conozco. Alguien que no conoces.

Juntos gimieron y dijeron simultáneamente.

– Alguien que Jake no conoce.

Drake llamó a la puerta principal.

– Emma se acerca, Jerico. Déjala pasar. Estamos en ello. -Giró hacia Joshua con una ceja levantada-. ¿Qué película vamos a ver?

– Infierno, no lo sé, pero me estoy haciendo definitivamente demasiado viejo para este tipo de cosas. No te acerques demasiado. Si nos localiza, estamos muertos. Tiene una vena malvada. Tirará nuestros privilegios de café.

– Probablemente ya estamos muertos. ¿No la has podido detener? Es una cosita dulce -dijo Drake-. Y nunca le deberías haber permitido ir sin un guardaespaldas.

– ¡Ja! Inténtalo tú. Te sonríe dulcemente, asiente con la cabeza y hace cualquier maldita cosa que quiera hacer. No puedes atar a esa mujer en corto. Y créeme, lo he considerado.

– Jake va a explotar como un volcán -anunció Drake seriamente-. Deberías haberla atado.

– Infierno, Drake, has dado la orden de permitirle salir de la propiedad. Voy a asegurarme de que Jake lo sepa cuando saque las garras. -Aclaró mientras se acomodaba contra el asiento-. Podríamos asesinar al tipo mientras ella está en el servicio.

La siguieron justo hasta el cine, Drake mantuvo unos pocos coches entre ellos siempre.

– Mejor que la película no sea alguna historia de amor desaliñada -siseó Joshua mientras se movían sigilosamente por el parking, ocultándose detrás de los coches, llevando el mismo paso que ella.

– Ajá -dijo Drake-. Creo que el macho está esperando. Ahí está, le ha agarrado de las dos manos, mirándola a los ojos. ¿Le reconoces?

– Creo que es el tipo del teléfono. Le he visto por ahí. A Jake no le va a gustar esto -indicó Joshua con un pequeño gemido.

– Ni a Emma si nos atrapa. Ojala pudiéramos deshacernos de este tipo de algún modo. ¿Tienes alguna idea? -preguntó Drake con esperanza.

– Quizá deberíamos llamar a Jake ahora mismo y dejar que lo maneje él -sugirió Joshua.

– ¿Estás loco? -Drake empujó el dinero hacia la mujer en el mostrador de billetes-. Cualquier película a la que vayan ellos -agregó, cabeceando hacia Emma y su cita cuando entraron.

– Oye, estamos de suerte -exclamó Joshua alegremente-. Es una comedia. Espero que consigamos buenos asientos.

– ¡Joshua! -Drake golpeó al hombre más joven con el sombrero-. Estamos aquí para mantener un ojo en el macho. ¿Cómo infiernos nos ha engañado ese tipo al que no hemos comprobado?

– Espero que tengas más dinero. No tengo un centavo. Esto es genial. Realmente quería ver esta película. -Joshua se tocaba los bolsillos-. Necesito palomitas.

Drake le empujó, frunciendo el ceño oscuramente.

– ¿Mantendrás la mente en el trabajo? Sigue así y te dejaré aquí.

– ¡Rápido! Están entrando -indicó Joshua apresuradamente-. Los perderemos. Ponte en la fila, ¿lo harás?

– Shh -amonestó Drake, dejando pasar a varias parejas frente de ellos-. Y no voy a conseguirte palomitas de maíz. Estamos trabajando.

– No seas mezquino. Me gustarían unas palomitas. No puedes ver una buena película sin palomitas. Si él no se para en la cafetería, síguelos y te alcanzaré después de que consiga algunas palomitas. Aunque necesitaré dinero.

– Olvida las malditas palomitas -ordenó Drake.

– No sabes cómo divertirte -se enfurruñó Joshua.

– Mantén el ojo sobre ella. ¿Qué le ha pasado de todos modos? ¿Está enfadada con el jefe? ¿Tuvieron una pelea?

– Dijo que él le había dicho que saliera -dijo Joshua-. Y si sé algo acerca de Emma, es que ella no miente.

– El hombre es un maldito idiota.

– O eso o es un idiota que lo ha entendido mal -Joshua se agachó detrás de un pilar-. Están consiguiendo palomitas de maíz. Huelen tan bien. Vamos, Drake, compra algunas palomitas.

– ¿Te callarás? -demandó Drake frenéticamente.

– Lo prometo. -Joshua cruzó los brazos de modo satisfecho sobre el pecho.

Se quedaron atrás, esperando a que Emma y su cita se sentaran en el cine oscurecido, antes de encontrar un espacio dos filas detrás de ella.

Joshua estaba embelesado con la comedia, riéndose con ganas con las chicas que se reían tontamente sentadas junto a él.

Drake le clavó el codo en las costillas.

– Él está haciendo su movimiento.

– ¿Quién? -Los ojos de Joshua estaban pegados a la pantalla.

– El tipo, su cita. Ha puesto el brazo en el respaldo de su asiento.

Joshua se incorporó, lanzando puñales con la mirada.

– ¿Quieres que le rompa el brazo? Podemos hacerlo parecer un accidente.

– Oh, cállate. No estás ayudando. Sólo mira la maldita película. -Drake sonó totalmente exasperado.

– Bien. -Joshua se las arregló para parecer herido durante cinco minutos, hasta que la película le tuvo doblándose sobre sí mismo de la risa.

Tuvieron unos pocos minutos malos cuando las luces se encendieron, encontrándose atrapados por las personas que salían. Tuvieron que fingir que buscaban algo en el suelo para permitir que Emma y su escolta pasaran. Drake envió una oración silenciosa porque Emma fuera directamente a casa, pero no fue contestada.

Fueron forzados a seguirla al Chateau, un restaurante francés carísimo.

Drake miró a su ropa de trabajo y botas.

– Nos localizará con toda seguridad. Quizá debemos esperar fuera.

– Si esperamos fuera, y tenemos que contarle a Jake acerca de esta tarde, nos dará una paliza. Y no tengo ganas de sufrir una paliza sólo porque Emma se siente retozona.


Jake permitió que la charla fluyera a su alrededor. El olor a conspiración era pesado y la traición apestaba en la mesa, pero todos sonreían y jugaban a sus juegos de apuestas altas. Dean Hopkins, el director de su pequeño negocio que aparentemente fallaba, estaba totalmente a favor de la venta, extendiendo las ventajas cuidadosamente, mientras el círculo de inversores asentían con las cabezas e intentaban convencerle de que le estaban ayudando. Jake mantuvo la cara inexpresiva, mirándolos de cerca, queriendo husmear la razón fundamental por la que estaban tan dispuestos a comprar un negocio que fallaba.

El hombre que más le interesaba era Bernard William, un abogado de la firma conocida por representar a su viejo enemigo, Josiah Trent. William sabía que Jake estaba preparado para hacerse con el negocio de Trent. Un movimiento en falso y todo se vendría abajo. Pero aquí estaba el hombre sentado, preparado para vender a Jake y hacerse un enemigo de por vida, ¿por qué? ¿Qué sabían ellos que él no?

La pequeña cadena de bienes raíces no había obtenido beneficios en tres años. Jake pensaba mantenerlo así. Podría soportar la pérdida, pero no debería haber atraído ninguna atención, no de hombres como ésos sentados a su alrededor, y ciertamente no la clase de oferta que habían hecho. Hopkins debía haber descubierto sus planes y le había vendido, o quizá él era un peón. Eso era la cuestión. ¿Quién le había traicionado? Para averiguarlo, aguantaría esta charada aburrida, porque una vez que encontrara al hombre, lo destruiría…

Ligeramente aburrido, miró alrededor del hermoso y elegante restaurante. Una pareja entró por la puerta, atrayendo su mirada. Por un momento el tiempo se detuvo, cada músculo en su cuerpo se paralizó hasta que estuvo completamente inmóvil. Su corazón pareció dejar de latir. El aliento se inmovilizó en sus pulmones hasta que no pudo respirar.

Emma. Su Emma. Durante dos largos años, había esperado pacientemente a que ella volviera a la vida. Y ahora lo había hecho, pero para otro hombre. No para él. Emma arreglada para otro hombre; no para él. Emma sonriendo al perfecto extraño y colgando el jersey sobre el respaldo de su silla. No había posibilidad de concentrarse en lo que se estaba diciendo en esta reunión de suma importancia, así que Jake no se molestó en intentarlo. ¿Qué importaban unos pocos millones de dólares y un traidor, cuando su vida había estallado en llamas?

Emma parecía hermosa. Cuándo envolviera sus manos alrededor de la garganta, se aseguraría de decirle eso. Había venido a atrapar a un traidor, y el más grande de todos era la persona en la que había confiado sobre todos los otros.

Iba a despedir a todos los malditos guardaespaldas que trabajaban para él. ¿Cómo se habían atrevido a dejarla salir del rancho sin un guardia? ¿Quién era el hijo de puta que había entrado en su territorio de todos modos? Jake reconoció al bastardo como el hombre que había ido al rancho a arreglar los teléfonos. Probablemente había seducido a Emma en la propia oficina de Jake. La imagen de ella sobre su escritorio… desnuda… alzándose para provocarle, sintió el cambio en su interior, el leopardo gruñó y luchó por la supremacía. Por un momento terrible quiso liberar al leopardo, deseó sentir la garganta de su enemigo rota y sangrando, aplastada por sus mandíbulas.

Se levantó, una fluida ondulación de músculos, causando una quietud repentina entre sus socios de negocios. Sin una palabra de explicación, anduvo a zancadas por el cuarto, aflojándose descuidadamente la corbata, sus ojos brillaban dorados, fijos en su presa. Emma alzó la mirada, y sus ojos de terciopelo se abrieron de par en par por la sorpresa. Jake no pudo discernir ni el pedacito más pequeño de culpa. Sus dedos picaron por castigarla. En vez de eso, atrajo una silla con el pie y muy deliberadamente se sentó entre ellos.

Con casual facilidad dobló la oscura cabeza sobre la sedosa roja de ella para depositar un muy posesivo y lento beso sobre la sorprendida boca de ella. Se aseguró de usar la lengua, mucha lengua, con una mano le ancló el pelo, forzándola a levantar la cabeza para poder tomarse su tiempo en hacer la declaración. Una marca patente de propiedad.

La cara de Emma enrojeció y los ojos se volvieron verde esmeralda, pero tuvo bastante sentido común como para no empujarle ni luchar. Él le dejó sentir el borde de sus dientes en su suave labio inferior antes de dejarse caer en la silla, sonriendo, los ojos ambarinos duros como diamantes. Extendió la mano al hombre.

– Jake Bannaconni. No creo que nos hayamos conocido. -Recordaba a todos, pero no iba a dejar que un rival se creyera memorable.

– Greg Patterson. -El hombre estaba totalmente pasmado, la cara pálida bajo su bronceado-. Nos encontramos el otro día en su oficina.

Jake se recostó, estiró el brazo casualmente alrededor de la silla de Emma. Los dedos encontraron la nuca y empezaron un masaje lento e íntimo.

– ¿Entonces quién está en casa con los niños, cariño? -Habló con Emma pero los ojos medían la anchura de las manos de Greg Patterson contra las marcas en la piel de ella.

– Susan. -Involuntariamente, Emma colocó la mano sobre las señales del brazo. Maldición, el hombre lo veía todo. Y sus dedos estaban provocando que un calor se extendiera por su cuerpo, uno que posiblemente no podría ignorar.

– ¿Crees que es lo bastante mayor para manejarlos? -Había una suave intimidad en su voz, una que excluía a todos los otros y los envolvía juntos.

– Tiene dieciséis, Jake -recordó Emma.

Jake se frotó los nudillos por la mandíbula antes de concentrar su atención en Greg.

– ¿Adónde habéis ido esta noche? -La voz de Jake estaba perfectamente afinada, amistosa, interesada, llena de sofisticación urbana. Los ojos dorados eran despiadados, cortantes, un desafío frío, desolado y brillante, mientras se posaban sin parpadear sobre la cara de Patterson.

Patterson se retorció incómodamente.

– A ver una película.

Jake entrelazó los dedos con los de Emma, atrajo la palma al calor de su boca, los ojos se encontraron con los de ella.

– ¿Has disfrutado, cariño? Sabes que nunca deberías dejar el rancho sin escolta. -Con absoluta deliberación le mordió en el centro de la palma. Los ojos la desafiaron a montar una escena. Ella jadeó, pero él se negó a abandonar la mano cuando ella tiró. En vez de eso, la lengua se arremolinó sobre la mordedura, calmando el picor.

Reteniendo la posesión de la mano, se metió los dedos entrelazados cómoda e íntimamente, bajo el mentón, y concentró la atención de vuelta a Patterson.

– No es seguro para Emma estar fuera sin un guardaespaldas. Tengo enemigos y ellos saben que pueden llegar hasta mí a través de ella.

Frotó los nudillos por la mandíbula ensombrecida, de aquí para allá, un movimiento perezoso y sexy. De vez en cuando, atraía la mano de Emma al calor de su boca para mordisquear casi de modo seductor las puntas de sus dedos.

– Por supuesto, mataría a cualquiera que intentara alejarla de mí. -Hizo la declaración con una voz baja y suave como el terciopelo, mirando a Patterson directamente a los ojos, queriendo decir cada palabra.

Greg palideció visiblemente y un temblor de aprensión bajó por la espina dorsal de Emma. Su mirada saltó a la cara de Jake. Él le sonrió, pero los ojos le brillaban con una promesa, hasta que ella bajó la mirada.

– No te preocupes -murmuró Emma-. No estuvimos exactamente solos. -Apenas podía balbucear las palabras.

Jake le hacía toda clase de cosas a su cuerpo con sus distraídas caricias. Aunque estaba actuando tan seductor y amante, ella sabía que estaba enojado con ella. Jake estaba en su lado más peligroso, actuando posesivamente y rozando el borde de su control. Ella nunca había estado al otro lado de su ira. El pulso se le disparó como un cohete y cada terminación nerviosa crepitó con calor. Un poco desesperadamente, trató de arrancar la mano, pero Jake no pareció notarlo. Si acaso la agarró más fuerte. Su corazón comenzó a latir más rápido.

– ¿No lo estuvimos? -Greg se irguió, consciente de que estaba en peligro mortal. Nadie podría llamar a Bannaconni sutil, y él tenía la clase de poder que podía hacer desaparecer a hombres.

– Drake y Joshua estuvieron sentados dos filas detrás de nosotros. Joshua disfrutó realmente de la película. Estuvo partiéndose de risa -le explicó ella a Greg, tratando de ignorar el modo en que los dedos de Jake se clavaban en la muñeca.

– Emma es muy preciosa para mí -murmuró Jake, acariciándole la mano con la nariz otra vez-. Es agradable saber que no tengo que cometer un asesinato esta noche.

Emma cerró los ojos brevemente. Estaba tan enojado. ¿Se había propuesto deliberadamente hacer que se sintiera así? Tenía una sensación de desazón de que quizás sí.

Patterson carraspeó.

– ¿Estabas considerando el asesinato? -Intentó sonreír, hacer un chiste.

Los ojos dorados le lanzaron una cortante mirada.

– Muy seriamente. -No había nada humorístico en esos ojos brillantes.

– Jake. -El abogado de Josiah Trent, Bernard, se paró sobre ellos frunciéndoles el entrecejo a todos-. ¿Pasa algo?

– Nada que no pueda manejar. -Jake apenas alzó la mirada.

– No hemos resuelto las cosas -objetó Bernard.

– Por lo que a mí respecta, lo hemos hecho -contestó Jake con engañosa pereza. El brazo se curvó alrededor de los hombros de Emma, deslizó la mano hacia abajo, los dedos jugueteaban distraídamente con su pelo-. Te di una respuesta.

– No has escuchado la propuesta.

– Lo retomaremos más tarde.

Una rápida mirada de molestia cruzó la cara de Bernard.

– ¿Esto es tan importante?

Los ojos dorados parpadearon sobre el abogado. Jake atrajo los dedos de Emma a su boca.

– Más importante que cualquier otra cosa, Bernard. Ahora váyase. -Deliberada y bastante groseramente, despidió al abogado.

Bernard William se alejó a zancadas enojado. Jake miró el reloj de oro de su muñeca.

– ¿Terminaste tu café, cariño? Se hace tarde. -Se puso de pie, haciéndola levantarse con la mano, la sujetó a su lado, negándose a darle otra elección, extendió la otra mano a Greg-. Fue un placer conocerte. Aprecio que llevaras a Emma a ver una película. -Descuidadamente, dejó caer varios billetes en la mesa, pagando el café y el postre que no habían tocado-. No podemos estar fuera tan tarde, Patterson. Nunca sabes cuando un pequeño va a tener pesadillas. ¿Cierto, cariño?

Emma no sabía si reír o llorar. Seguramente él podría ver la impresión que le estaba dando a su cita. Hablando de los niños, quien les estaba vigilando, por amor de Dios. Besarla muy públicamente, empujando prácticamente la lengua por su garganta. No era de extrañar que las personas hablaran de ellos. Greg parecía como si fuera a desmayarse. Ella apenas tuvo tiempo para susurrar un rápido buenas noches antes de que Jake la arrastrara por el cuarto.

– Ve más despacio. Jake, correr detrás de ti es un poco indecoroso con tacones altos. Un paso tuyo hace tres míos.

– No deberías estar llevando las malditas cosas -dijo con brusquedad, pero fue más despacio. Echó un vistazo a la coronilla de la cabeza sedosa, sus rasgos rudos grabados en el granito-. Puedes ir a casa conmigo. Joshua conducirá el Jeep.

– Probablemente se hayan ido -indicó ella lógicamente.

– Mejor que no lo hayan hecho.

Ella puso una pequeña mano en su brazo para aplacarle.

– ¿Estás enojado conmigo?

– ¿Enojado? ¿Por qué demonios tendría yo que estar enojado? -Cabeceó bruscamente a varios de sus socios de negocios. La mayor parte de ellos miraron fijamente a Emma con abierta curiosidad.

Ella miró atrás para ver a Greg Patterson de pie en la mesa, parecía como si hubiera sido atropellado por un camión.

Jake le dio un tirón cuando la atrapó mirando hacia atrás.

– ¿Por encontrar a mi mujer fuera con otro hombre, vestida de esa manera? ¿Por qué infiernos estaría yo enojado por eso? Confío en que no estuvieras esperando que él te diera un beso de buenas noches. -Hubo un audible chasquido de los dientes blancos de Jake.

– ¿Qué está mal contigo? -El genio de Emma comenzó a dispararse. Algo vivo le corría bajo la piel, creando una onda de calor que picaba mientras se esparcía por su cuerpo-. No soy tu mujer.

– Como el infierno, que lo eres. -Los dedos eran una banda de hierro alrededor del brazo mientras la sacaba al parking.

Jake localizó a sus dos guardaespaldas inmediatamente. Estaban repantigados contra el camión, esperando, tal y como sabía que estarían. Jake tendió la mano en busca de las llaves del Jeep, y le frunció el ceño a Emma cuando ella vaciló.

– Soy perfectamente capaz de conducir a casa -protestó ella.

– No -siseó-. Sólo dame las jodidas llaves.

Emma dejó caer las llaves en la mano. Jake se las tiró a Joshua.

– Oí que disfrutaste de la película.

– No aprecio que me siguieran. -Emma se sintió obligada a señalar.

– Mejor que lo aprecies -gruñó Jake-. Ellos son la única razón por la que no te he estrangulado. -La agarró por los hombros con manos firmes, dándole una ligera sacudida-. Nunca, jamás, dejarás el rancho sin un guardaespaldas. Jamás. ¿Tienes alguna idea de en qué clase de peligro te has puesto?

– Me niego a discutir contigo sobre ello -dijo Emma-. Hace frío aquí fuera. Y no voy a ir contigo, Jake. Devuélveme las llaves, Joshua.

– ¿Realmente quieres montar una escena aquí en el parking, Emma? Porque puedo tirar tu trasero sobre mi hombro y tirarte al coche, si es así como lo quieres. Vuelves a casa conmigo.

Ella se puso nariz con nariz con él, pero la ira que emanaba de él en ondas le hizo cambiar de opinión. Él era bastante capaz de una escena pública y no le importaría en lo más mínimo. Jake se encogió de hombros quitándose el abrigo, la envolvió en él y caminó hacia el Ferrari, llevándosela consigo, esperó en su puerta hasta que entró. Emma se pasó nerviosamente una mano por el pelo cuando Jake se deslizó a su lado. Él se estiró para colocar el cinturón de seguridad alrededor de ella. Por alguna razón inexplicable, se sintió atrapada.

– ¿Jake? -Ella dijo su nombre suavemente, dulcemente, deseando tranquilidad.

– No digas nada, Emma. -No la miró. Con violencia controlada, giró el volante y fue detrás del camión de Drake, con Joshua siguiéndolos directamente en el Jeep.

Emma cerró los ojos y se recostó contra el asiento. La tensión en el interior del coche podía ser cortada con un cuchillo. Él estaba temblando de rabia. Hervía. Ella podía sentirla arremolinándose dentro de él, oscura, fea y violenta. Suspiró, deseando poder compartir el humor de la noche con él, el modo en que Joshua y Drake habían actuado en el show, la mirada en la cara de Greg cuando Jake se acercó y se sentó entre ellos. Si Jake hubiera sido al menos un poco parecido a Andrew, estarían riéndose juntos.

Una vez llegaron al rancho, los dedos de Jake se clavaron en su brazo y la arrastró fuera del coche. Emma fue con él a la casa por el bien de la paz. Pero él no la liberó. Continuó por el vestíbulo hacia su oficina.

Emma luchó.

– Suéltame, Jake. Me haces daño. -No lo hacía, pero de repente estaba cansada, con los principios de un dolor de cabeza. Él estaba de un humor de perros y ella no se sentía capaz de tratar con ello.

– Quiero hablar contigo -replicó entre los dientes apretados, empujándola dentro del cuarto-. Creo que ha pasado mucho tiempo.

Emma tropezó y se tuvo que agarrar a la parte posterior de una silla para evitar caerse. Se quitó los zapatos de tacón.

– ¿Qué es, Jake? Realmente estoy muy cansada y no me importa mucho tu humor.

– ¿Mi humor? -Levantó una ceja y apretó el puño-. ¿No te importa mi humor? -Los ojos le ardieron de furia.

– No, no realmente. Estás enojado y no puedo comprender por qué. -Esperó pacientemente, uno de ellos tenía que mostrar sentido común.

– Todo el camino a casa me he dicho que no perdería la paciencia, que sería perfectamente razonable cuando habláramos. ¿Ni siquiera sabes por qué estoy enojado? -Los ojos le brillaban, una amenaza dorada.

– No, realmente no.

– Odio cuando estás tan malditamente calmada. ¿Jamás pierdes el control, Emma? -Dio un paso más cerca, conteniendo apenas su genio. Quería besarla y apartar esa mirada de su cara. Dos largos años de espera. Ella era suya, hecha para él. Le pertenecía. Quería hundir las garras en el vientre de Patterson y desgarrar su intestino, mirarle morir de una muerte lenta y terrible-. ¿Quién demonios es Greg Patterson? ¿Cuánto te pidió salir y por qué infiernos fuiste con él?

Emma trató de luchar contra su propia ira, sabiendo que podía perderlo todo si se peleaba con Jake. Él era el dueño de la casa y de todo en su interior, pero no podía permitir que le hablara de ese modo. Intentó ser razonable, pero había una parte de ella que sabía que había precipitado deliberadamente la crisis, y no pudo evitar el empujarle aún más.

– Si alguien tendría que estar enojado aquí, debería ser yo. Después de la manera en que has actuado, ¿crees que me pedirá salir otra vez? Lo has hecho sonar como si tuviéramos niños juntos, como si conviviéramos. Él probablemente pensó que me agarrabas para salirte con la tuya.

– ¡Otra cita! -La agarró por los hombros, le clavó los dedos en la piel suave, tirándola más cerca de su forma grande y masculina. Ella pudo sentir el calor de su cuerpo que la envolvía-. Sal en otra cita y le romperé el cuello. Y sólo para que lo tengas claro, Emma, tenemos niños juntos. Vives conmigo.

Ella le frunció el ceño.

– Sabes muy bien que no. Y eres el único que dijo que necesitaba un hombre.

– ¿Y qué demonios soy yo?

Ella le miró fijamente, parpadeando rápidamente.

– Tú no estás interesado en mí en lo más mínimo.

– Te pedí que te casaras conmigo, maldición -indicó, furioso más allá de lo que jamás había estado-. ¿Qué más quieres, demonios? -Juró en voz alta, demasiado enojado para nada más.

Jake le dio un tirón dentro de sus brazos, apretando su cuerpo contra el suyo. Una mano le retorció el pelo, la otra la sostuvo por la barbilla para poder reclamar la boca. No había nada apacible o dulce en su beso. El toque de los labios envió una descarga eléctrica a través de ella. Él le mordió el labio inferior lo bastante duro para hacerla jadear y luego fue pura dominación masculina, invadiendo la suavidad de ella, saboreando, castigando.

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