Capítulo 12

UNA absoluta y primitiva furia ardió en los ojos de Emma al alzar la vista hacia él. Durante un momento Jake pensó que ella podría rastrillar sus uñas por sus muslos. Se contemplaron el uno al otro, los ojos verdes de ella brillaban como dos joyas, cerca de ser totalmente esmeraldas con los iris casi desaparecidos. La vergüenza apareció en su expresión. El color se extendió por su garganta. Ella movió la mano para cubrirse la mordedura en el hombro como si le estuviera doliendo. Fijó los ojos en él por un buen rato, negándose a inclinar la cabeza, negándose a apartar la mirada mientras la satisfacción vibraba por el cuerpo de él.

Emma no podía soportar la ira mientras el torrente de hormonas y la adrenalina se desvanecían de su cuerpo, dejando sus sentimientos agotados, humillados y heridos. Las lágrimas le quemaban en los ojos cuando se puso de pie, ignorando la mano que él la ofrecía.

– Emma.

Se mantuvo de pie con las piernas temblorosas, y cuando él caminó hacia ella, le detuvo con una mano imperiosa.

– No me digas nada. Creo que ya lo dijiste todo. Entiendo exactamente como te sientes respecto a mí, Jake.

– ¿Qué demonios significa eso? -Ella intentó pasar por su lado camino del cuarto de baño del despacho dándole un empujón. Jake tranquilamente la agarró del brazo. Ella estaba temblando. Él pasó la yema de su pulgar arriba y abajo por su piel con caricias mimosas, tratando de calmarla.

Emma se apartó de un tirón con su rostro rígido por el orgullo.

– Significa vete al diablo. -Le rodeó con paso airado, dio un portazo con la puerta de cuarto de baño y la cerró con el pestillo. Le dejó que encontrara otra ducha. Le odiaba. Le había contado que otra mujer le había hecho una mamada un par de veces y luego él la jodió. Bien, ella se sentía de verdad bien jodida. Él había llamado a aquella mujer guarra y luego deliberadamente había hecho sentirse a Emma como una. Maldito fuera. Maldita fuera ella también por ceder ante sus propias necesidades furiosas. Maldita por amar a Jake tanto que no podía resistir la tentación. Maldito fuera todo.

No había un lugar en su cuerpo, por dentro o por fuera, que no estuviera dolorido. Su corazón le dolía. Su alma lloraba. Le había dado todo y él la había humillado totalmente y tenía el descaro de parecer satisfecho. No le extrañaba que él pensara que las mujeres con las cuales había estado fueran unas guarras. Él las hacía de aquella manera. Con ella había sido de esa manera, preparada para hacer cualquier cosa que él quisiera, cualquier cosa para complacerlo. Había querido desesperadamente complacerlo.

Sollozaba mientras el agua caliente se derramaba sobre ella, grandes sollozos que sacudían todo su cuerpo. Había arruinado su vida. Arruinado las vidas de Andraya y de Kyle. Tenía que marcharse, coger a su pequeña y dejar a Kyle atrás. La adopción aún no era definitiva. Para él, ella no tenía derechos. No podía creer lo estúpida, lo egoísta que había sido, al no pensar en sus niños, dejando que sus hormonas la guiaran. ¿Qué tipo de madre era ella?

Jake estaba tan absolutamente seguro de sí mismo. El poder puro de su personalidad era hipnotizante, fascinante, y ella había sido mucho más susceptible de lo que se había dado cuenta. Se deslizó hacia abajo por la pared de la ducha, haciéndose una pequeña pelota, dejando que el agua caliente chorreara sobre su cuerpo dolorido. Definitivamente se marchaba. No sería humillada de esta manera nunca más. ¿Cómo iba a poder enfrentarse a él ahora? Había visto el desprecio en su cara, lo escuchó de su voz, cuando hablaba por teléfono con las mujeres, las oyó rogar y suplicar por verlo. Ella no se convertiría en otra de sus repudiadas. Y si se quedaba, nunca sería capaz de resistirse a su seducción. Su cuerpo palpitó tan sólo de pensar en él y estaba furiosa con Jake. ¿Qué había hecho? ¡Qué estúpida!

Quería chillarse a sí misma. Siempre había actuado racionalmente. Es más, raramente se sentía atraída por los hombres, y con toda seguridad no con el deseo ardiente y obsesivo que había desarrollado por Jake. ¿Cuándo había comenzado? Él no era su tipo de hombre. Greg Patterson lo era. Andrew. Su querido Andrew, con su sonrisa dulce, y toque gentil, pidiendo permiso hasta para besarla.

¿Cómo se había visto atrapada en la telaraña sexual de Jake? Ella había tenido cuidado con ello. Había sentido su encanto, el tirón profundo del magnetismo, pero se había asegurado desde el principio de verle tal como él era realmente, para no caer bajo su embrujo. Y aquí estaba, tirada en el suelo de la ducha, con su semilla en ella y sobre ella y con su vida derrumbándose a su alrededor.

Emma se permitió llorar hasta que no tuvo lágrimas, sabía que tenía que afrontar lo que había hecho. Se sentó y despacio comenzó a enjabonar su cuerpo, sintiendo la posesión de él con cada movimiento, trató de eliminarla lavándose, de lavar su obsesión por él. Tenía que pensar detenidamente. Jake era diferente a otros hombres. Había visto las cicatrices en su cuerpo, sus muslos, su espalda, incluso en sus brazos y vientre. Él no confiaba en nadie. Tenía una particular aversión por las mujeres que se acercaban a él. Nunca hablaba con sus padres o les permitía acercarse a los niños. La vez que ella había conocido a su madre había sido una experiencia de pesadilla.

Amaba a Jake, pero no del mismo modo en que había amado a Andrew. Para ser sincera consigo misma, Andrew había sido su primer amor, un amor infantil, dulce, puro y perfecto. Jake nunca había sido niño. Él no sabía lo que era el amor o la confianza. Se había ido enamorando de Jake a lo largo de los últimos dos años, observándolo esforzarse por aprender a ser un padre. Viéndole asegurarse del bienestar de las almas rotas a su alrededor. Sus sentimientos hacia él no eran del todo puramente sexuales, y eso hacía aún más difícil aceptar su carencia de emoción hacia ella, pero sabía cómo era él. Tenía problemas con las emociones más suaves. Se permitió encariñarse porque él la trataba de manera diferente a como lo hicieron otros, pero nunca le había dado poder sobre ella. El control de él sobre ella siempre había sido una ilusión, al menos así lo había pensado Emma. Tal vez había sido ella la única en percibir la ilusión desde el primer momento.

Supo que le dejaba hacerse cargo de su vida al hacer la mudanza a Texas e instalarse en su casa. Incluso sabía que él contaba con ella para amar a Kyle. Jake les parecía duro como una roca a todo el mundo a su alrededor, pero para ella él era vulnerable. Necesitado. Y Emma respondió a su necesidad. De algún modo, ella le había defraudado tanto como había defraudado a los niños y a sí misma permitiendo que sus hormonas gobernaran su cabeza.

Necesitaba tiempo. Sabía que si se iba a su cuarto, Jake iría y querría hablar. Y no tenía respuestas, la personalidad de él, su dolor eclipsaba todo el sentido común. Necesitaba un tiempo a solas. Él podría encargarse de los niños por una vez. Pensaba dar un largo paseo, conseguiría tal vez una habitación en un hotel en algún sitio. Le dejaría una nota avisándole que estaría de vuelta antes de la tarde. No iba a alterar sus vidas completamente sin antes pensarlo mucho y concienzudamente.


Jake posó la palma de su mano en la puerta del cuarto de baño, valorando el momento crítico de Emma, lleno de temor. Había permitido que el leopardo le controlase y la había empujado demasiado. Ella muy bien podría haber sido una virgen por la experiencia que tenía, y la clase de sexo que él había puesto en práctica con ella había sido demasiado intenso, demasiado rudo, demasiado animal. Maldición. La última cosa que él quería hacer era destruir la confianza que tan cuidadosamente había construido en ella. A veces incluso creía que había cambiado lo bastante como para merecerla. Pero profundamente en su interior, la bestia siempre estaba al acecho, siempre gruñía y exigía.

Estampó el puño en la puerta y se alejó airado, dirigiéndose hacia el cuarto de baño en su suite. Conocía a Emma, y tenía que ser más listo que ella, tenía que entender su siguiente movimiento y estar un paso por delante. Ella estaría pensando en marcharse. Él vio la humillación y el auto desprecio en sus ojos. No iba dirigido a él; ella ya le había perdonado por su comportamiento. Se sentía la responsable de lo ocurrido. Y no querría enfrentarse a él. Querría huir.

Él abrió el grifo y puso el agua tan caliente como pudo y se quedó de pie bajo el fuerte calor, deseando que esto derritiera su piel y abrasara al leopardo, le dejaría sentir lo que era herir a alguien, esto lo pilló desprevenido. Él no sabía amar. El amor ni siquiera era real. Era una palabra que la gente usaba para atraparse los unos a los otros. Emma pensaba que el amor era importante, pero él lo sabía bien. Lealtad, eso era lo que contaba. Sentía cariño por Emma a su manera. Su cuerpo deseaba el de ella, incluso lo necesitaba. El sexo era crudo y elemental; el sexo era real. Era una emoción. Él podía darle su lealtad y podía mantener su cuerpo saciado y feliz. Tenía que encontrar una manera de convencerla de que él podría darle mejor que otros hombres las cosas que realmente importaban, cosas como la protección y la lealtad.

Ella no confiaba en él. Una parte de él estaba furiosa porque no lo hiciera y la otra parte lo entendía. Ella no podía saber que, gracias a su leopardo, su cuerpo le dolía cada minuto del día, duro y desesperado por encontrar alivio. No podía saber la cantidad de mujeres que se le lanzaban. Él nunca había ido tras una mujer. Nunca jamás, no antes de Emma. Y nunca había tomado a una inocente. Todas las mujeres con las que había estado querían otra cosa además de su cuerpo, su dinero. No estaban interesadas en su mundo o sus niños, sólo en el dinero y el placer que su cuerpo podría proporcionarles.

– Emma. -susurró su nombre en voz alta, ansiándola, ansiando el modo en que ella sonreía, su olor, el sonido de su voz, la risa que siempre le incluía a él.

Ella había venido para ser su hogar. Él realmente esperaba ansioso de abrir la puerta de la cocina y encontrar su comida preparada con mimo. Ella prestaba atención a cuáles eran sus platos favoritos. Arreglaba la casa para satisfacerlo y lo ayudaba a relacionarse mejor con los niños, y hacía todo esto silenciosamente, suavemente.

Ni siquiera había notado las diferencias al principio, pero recordaba el momento en que esto le golpeó, el silencio total cuando llegaba a casa, a una casa vacía. La casa era enorme, una mansión, una obra maestra, tan fría como el infierno y tan vacía. Nunca se había molestado en contratar un cocinero porque no confiaba en nadie. Y entonces apareció Emma, con su risa, alegría, la casa se lleno de música, aromas y del repiqueteo de pies.

Los bebés le abrazaban con sus caras iluminándose cuando él volvía a casa, debido a ella. Emma. Ella les enseñaba con su ejemplo. Mientras que él cuidaba de ella, ésta sentía cariño por él y enseñaba a los niños a hacer lo mismo. El rostro de la mujer se iluminaba cuando lo miraba. Existía esa suave nota de bienvenida en su voz de la que él había llegado a depender. Cuando estaba malhumorado, borde y era un completo bastardo, en vez de enfadarse con él, ella le sonreía y le decía que se llevaba a los niños arriba para que él pudiera tener un poco de paz. O le tomaba el pelo, o le masajeaba los hombros. Pero nunca lo culpaba. A veces incluso le gastaba bromas y le mandaba salir, y esos momentos eran los que él más adoraba. Le hacían sentir parte de algo, amado.

El dormitorio de ella era su lugar favorito. Su olor estaba por todas partes, y cuando se acostaba en su cama y sepultaba la cara en su almohada, podía tomarla profundamente en sus pulmones. Antes de que ella hubiera venido, él había pasado la mayor parte de las noches deambulando por el exceso de energía, tanto sexual como emocional. Tenía demasiados recuerdos y al parecer no podía expulsarlos por la noche. Pero ahora podía yacer en la oscuridad con el cuerpo caliente y suave de ella a su lado, hablando durante largas horas en la noche, y sentirse en paz. Nunca había tenido esto antes, y si ella lo abandonaba, nunca lo tendría otra vez. Lo había arriesgado todo siendo demasiado primitivo y olvidando su inexperiencia.

Jake se puso un par de vaqueros y una camiseta y fue al cuarto de Emma, pisando suavemente sobre sus pies desnudos por el pasillo, procurando guardar silencio, sin querer alertarla de su presencia. La puerta estaba entornada y se deslizó dentro. Al instante supo que el cuarto estaba vacío. El débil olor de ella permanecía detrás, pero ahí sólo había silencio y la hoja blanca de papel en el centro de la cama todavía hecha. Él lo recogió, sus ojos lo escrutaron brevemente, sintiendo el golpe como una perforadora en sus entrañas.

Maldita fuera. Ella no iba a dejar el rancho. No esta noche. No mientras estuviera disgustada con él y no hubiera tenido la oportunidad de explicarle sus razones. Él era un hombre de negocios. Había estado en mil salas de juntas. Podía cerrar un trato, pero no si ella se marchaba del rancho. Cogió el teléfono con la mandíbula rígida y expresión salvaje.


Emma asomó la cabeza por la ventanilla y sonrió forzadamente a Jerico.

– Abre las puertas.

Para su asombro, Jerico movió la cabeza en gesto negativo con una pequeña mueca en su cara.

– No puedo hacer eso, Emma. ¿Adónde ibas a ir a estas horas de la noche?

Ella frunció el ceño.

– No es asunto tuyo.

– Soy el responsable -dijo Jerico-. No quiero perder mi trabajo.

Emma soltó su aliento despacio, obligándose a mantener su temperamento bajo control. No era culpa de Jerico. Él tenía que seguir las reglas lo mismo que todos.

– Voy a dar un paseo. -No era culpa suya que ella estuviera tan alterada. Esto sólo era culpa de ella. Suya. Se detestaba a sí misma, pero le dirigió una pequeña sonrisa, esperando cautivarle-. Por favor abre la puerta.

– No puedo hacer eso. Lo siento. El jefe dijo que no te dejara marcharte.

La ceja de Emma se elevó.

– Al contrario de la creencia popular, Jerico, no trabajo para Jake. Él no me puede dar órdenes. Abre la puerta.

Jerico negó con la cabeza, aunque parecía arrepentido.

– Ni siquiera llevas un guardaespaldas contigo. Dijo que no debías marcharte bajo ninguna circunstancia a menos que él expresamente diera el visto bueno. Si tienes problemas con el jefe…

Emma salió del Jeep y cerró la puerta de golpe.

– ¿De verdad Jake te ordenó que me retuvieras aquí, en el rancho? ¿Cómo una prisionera? Abre la puerta ahora mismo, Jerico. Quiero marcharme. Por si no lo has notado, soy una mujer adulta, no una niña.

– Emma…

– ¿Hay algún problema, Emma? -Drake apareció detrás de ella a su manera silenciosa.

Emma giró para mirar hacia su cara alcanzada por los faros del vehículo. La mirada penetrante de él se quedó en las marcas rojo vivo y más que evidentes de su cuello, la señal de la mordedura en su hombro. Él aspiró y se puso rígido, su mirada se movió a Jerico y después miró cautelosamente a su alrededor. Incluso retrocedió unos pasos, poniendo distancia entre ellos mientras su aguda mirada estudiaba las señales obvias de posesión. Echó otra mirada cautelosa alrededor, explorando la noche en busca de algo peligroso.

Emma sintió que se sonrojaba, pero siguió con su barbilla en alto.

– Jerico no va a abrir las puertas y quiero ir a dar un paseo -dijo con voz exigente.

– Tú no quieres que Jerico pierda su trabajo, Emma. Si el jefe dice no, ¿cuál es el problema? Tienes más de dos mil quinientos kilómetros cuadrados para conducir. Quédate en el rancho.

Las manos de Emma se cerraron en dos puños apretados.

– Tengo derecho a marcharme siempre que quiera, Drake. No voy a discutir contigo sobre eso. Abre la puerta. -No quería estar cerca de nada de lo que Jake fuera dueño.

Él movió su cabeza muy tranquilo.

– Habla del asunto con Jake, Emma. Ambos sabemos lo protector que puede ser. Le preocupa que te pueda pasar algo…

– Es un fanático del control -espetó ella, interrumpiéndole-. Y él a mi no me controla.

Ella oyó la camioneta pero no hubo luces cuando Jake llegó. Su corazón comenzó a palpitar y saboreó el miedo en su garganta. Él bajó lentamente del camión y le lanzó las llaves a Drake antes de cerrar la puerta con una indiscutible determinación que hizo que su boca se quedara seca. Trató de no sentirse intimidada por la anchura de sus hombros, el confiado y fluido modo de caminar, o los músculos tensos como cuerdas moviéndose bajo su camisa con poder insinuante. ¿Acaso estaba asustada de él después de todo?

Su cuerpo la traicionó, volviéndose líquido, caliente, derritiéndose, diciéndole que estaba más asustada de sus propias reacciones que de las de él. No tenía voluntad cuando él estaba cerca. Ninguna resistencia. Odiaba el desear borrar el dolor de los ojos de Jake, las cicatrices de su alma. Odiaba quererle con cada célula de su cuerpo. No podía ponerse en manos de un hombre capaz de la clase de crueldad de la que ella sabía que Jake era capaz. Él destruía a sus enemigos. Había oído hablar de su manera despiadada de hacer negocios. Usaba y tiraba a las mujeres. No confiaba en nadie. ¿Cómo podría alguna vez ella respetarse de nuevo si cediera ante él?

– Desde aquí me hago cargo yo. Gracias, Jerico, Drake -dijo Jake con voz calmada mientras se acercaba a Emma con su zancada larga y resuelta. Todo él era seguridad en sí mismo. Invadía su espacio como si perteneciera allí, se acercó hasta que ella estuvo debajo de su hombro y posó una mano de manera despreocupada sobre la zona lumbar de su espalda.

Emma quiso apartarse de golpe, pero había algo tan irresistible y reconfortante en Jake que le hacía imposible moverse.

Él inclinó su cabeza hacia ella.

– Vamos, cariño, te llevaré a casa. -La mano presionó en sus riñones, descendió más y los dedos rozaron su trasero como si tuviera todo el derecho, dirigiéndola bordeando el capó del Jeep hasta el lado del pasajero. Amablemente la depositó dentro y esperó en silencio hasta que ella hubo tirado del cinturón de seguridad poniéndolo en su lugar.

Jake se deslizó detrás del volante, levantó la mano en reconocimiento a los dos hombres e hizo dar media vuelta al Jeep.

– No quiero volver -dijo Emma en un tono bajo y rebelde. Miró de soslayo la rígida mandíbula y luego se miró las manos-. Necesito tiempo para pensar. Tú estás en todas partes en la casa. -Su personalidad era demasiado poderosa, demasiado abrumadora y dominante. Ella tenía decisiones que tomar y necesitaba tener la cabeza clara para tomarlas.

Sin previo aviso él giró el volante, haciendo un trompo con el Jeep en otra dirección, distanciándolos de la casa principal del rancho y adentrándolos más en la propiedad.

– Sé que estás asustada porque todo cambie, Emma, pero esto no va a cambiar tanto.

– No podía salir por las puertas, Jake. Yo diría que las cosas ya están cambiando mucho.

La mirada penetrante de él la recorrió, reparando en la pose desafiante de su barbilla y su boca temblorosa.

– No deberías haber sido capaz de pasar las puertas sin mi previo conocimiento, Emma. Ese fue un error por parte de Jerico y Drake. Ahora lo saben perfectamente. Tengo enemigos y ¡qué me cuelguen sí algo te pasa por culpa de su descuido!

Ella se recogió el pelo y comenzó a sujetárselo, más por los nervios y la necesidad de hacer algo con las manos que por otra cosa.

– Déjalo suelto.

Sus ojos se abrieron de par en par.

– Mira. Ahí lo tienes. Me estás diciendo que hacer. No puedo tenerte alrededor dándome órdenes todo el tiempo, controlando cada uno de mis movimientos. No puedo respirar ahora mismo, Jake. Necesito espacio. Tengo que saber lo que está sucediéndome. Tú sólo sometes a la gente. Te he visto hacerlo, y ahora lo estás haciendo conmigo. Me humillaste. Deliberadamente me humillaste -dijo con voz entrecortada y le volvió la cara para mirar fijamente por la ventanilla a la oscuridad.

– ¿Cómo? ¿Por qué iba a querer humillarte?

Emma le echó mirada de nuevo, tratando de no escuchar esa nota hipnótica de su voz que siempre tenía tal efecto en ella.

– Tú sabes muy bien cómo. Podrías haberte corrido en mi boca. -Se sonrojó al decirlo mientras evitaba sus ojos, pero él escuchó el dolor en su voz como si la hubiera rechazado-. En cambio te corriste por todas partes sobre mí. Eso no era hacer el amor. No era respeto. Parecía una película pornográfica en la que yo era el receptáculo.

– Era yo haciéndote el amor, Emma. Era yo mostrándote más que respeto. Era yo reclamándote para mí. -Frenó violentamente e hizo derrapar al Jeep hasta detenerse-. ¿Pensaste que no me estabas complaciendo de alguna manera? ¡Joder, Emma! Nunca he tenido una noche como esta en toda mi vida. Nunca me he sentido de esta manera con nadie. Nadie. No te estoy mintiendo.

Ella no supo que decir a esto, así que permaneció silenciosa, abrazándose, meciéndose un poco, tratando de no sentirse tan inexperta y torpe. Algo la había poseído cuando había estado con Jake. Ella no sabía hacer todas aquellas cosas. Él se lo había enseñado en minutos, y ella había querido complacerle tanto que siguió cada una de sus instrucciones.

– Sé que contigo soy un amante exigente. Me gustaría decir que esto no pasará otra vez, pero pasará. Soy primitivo, tengo ciertas necesidades, y el sexo es intenso contigo. Esa es una palabra tan insípida para describir lo que el sexo es contigo.

El modo en que él dijo esto, con tal estricta honestidad, habría parecido ridículo en cualquier otro, pero él le decía la verdad y ella se estremeció, su cuerpo reaccionó a la inflexión sensual en su voz.

– No seré capaz de mantener alejadas mis manos de ti y tengo total confianza en que puedo hacer que me quieras. -Él se negó a apartar la mirada de ella, negándose a sí mismo a permitirle apartar la mirada-. Puedo ser áspero y animal y sé que exigiré cosas de ti que pueden asustarte, pero, Emma, yo nunca te haría daño, o te humillaría o trataría sin respeto. Si hay una persona en esta tierra a la que respeto por encima de todo y todos es a ti.

El corazón de ella palpitaba con tanta fuerza que le dolía. Él ya no estaba hablando de lo que había pasado entre ellos; estaba hablando de un futuro juntos. Podía verlo en las líneas de su cara, la intensidad que sólo Jake poseía, la voluntad de hierro y la determinación que le hacían implacable. Él estaba a la caza y ella era su presa.

– No me siento cómoda con la clase de sexo que tuvimos.

Él le deslizó la mano sobre su pelo, peinando hacia abajo la pesada y sedosa caída.

– Sé que no, cariño, pero también sé que disfrutaste de él. Siempre me aseguraré de que disfrutes.

Ella no podía negar que había disfrutado del sexo con él. Jake la había hecho sentir como si él tuviera que tenerla y no pudiera esperar ni un minuto más. Le había dado más placer del que ella hubiera experimentado alguna vez en su vida.

– No tengo líos de una sola noche o aventuras. ¿Tienes alguna idea de lo que va a pasar cuándo rompamos? Tenemos niños. Esta es mi casa. Es tu casa.

Un músculo se marcó en la mandíbula masculina. Sus ojos se volvieron duros como el diamante.

– No tengo ninguna intención de permitir que rompamos.

– Las mujeres no te mantienen satisfecho por mucho tiempo, Jake, y luego sigues adelante hasta la siguiente. El sexo duro y excitante lo puede todo, pero ¿qué pasará cuando la novedad desaparezca y yo sea un zapato viejo para ti? ¿Entonces, qué haremos? No soy el tipo de mujer a la cual estás acostumbrado. Yo no comparto.

Las manos masculinas se apretaron alrededor del volante hasta que los nudillos se volvieron blancos.

– Entonces encontramos maneras de sazonar las cosas entre nosotros, aunque no puedo imaginarnos tropezando con ese problema. ¿Qué demonios hacen las otras parejas? Yo no quiero a otra mujer en mi vida. No quiero que tú tengas a otro hombre en la tuya.

Emma suspiró y se miró las manos. Todavía sostenía el pasador del pelo. No se había recogido el cabello. ¿Por qué? Sostuvo el clip en alto.

– Mira esto. Hice lo que me dijiste que hiciera y ni siquiera sé por qué. -Pero sí lo sabía, y eso la asustaba. Quería complacerle. Quería ser la única que apartara el dolor de sus ojos.

– ¿Qué hay de malo en hacer algo que para mi tiene importancia cuando para ti no tiene tanta? -Él tomó el pasador de su mano y lo tiró al suelo.

– La cuestión es, que tengo la sensación de que me pierdo en ti y no puedo permitirme hacer eso. Me enamoraré de ti. Ya lo estoy un poquito. -Mucho.

La mirada penetrante de él se agudizó, casi como si pudiera leerle el pensamiento.

– Y me romperás el corazón. Tú no querrás, no pretenderás hacerlo, pero lo harás.

Él hizo descender la satisfacción que brotaba en su interior. Emma era honesta de una manera brutal, poniéndose en la línea de fuego por él. Si alguien era realmente capaz de amar, esa era Emma.

– Yo nunca te rompería el corazón. Te lo he dicho, estás segura conmigo.

– No intencionadamente, pero los mujeriegos no cambian, Jake -dijo ella quedamente, con pesar-. Necesitas sexo a cada momento. ¿Qué pasará cuando estés en tu oficina en el centro de la cuidad y yo esté en el rancho, o lo que es peor, cuando estés en un viaje de negocios?

Él sonrió apenas perceptiblemente, sin diversión, sólo una exhibición de dientes blancos.

– Si estoy en mi oficina en el centro de la cuidad y te necesito tan desesperadamente, enviaré una limusina a por ti. Si estoy fuera de la ciudad y no puedes ir, creo que tengo suficiente autodominio como para subsistir unos días. No me dejo tentar por cada pequeña cosa que quiero. Esto es lo que se llama disciplina, y tengo más que la mayoría de las personas. Si te doy mi palabra, Emma, puedes poner la mano en el fuego y lo sabes.

– ¿Qué pasa si me quedo embarazada y tengo que hacer reposo en cama otra vez y nos dicen que no podemos tener sexo? Esto podría pasar, lo sabes.

– Entonces mantendré esa pequeña y talentosa boca tuya muy ocupada, ¿verdad? -respondió él.

El rubor se extendió por todo el cuerpo de Emma. La mirada de él descendió hasta su boca y su pulgar se deslizó sobre el labio inferior, hasta la comisura, rozando caricias que enviaron pequeños dedos de excitación que provocaron una sensación de hormigueo sobre sus senos y fueron directamente hacia su ingle.

Emma aspiró entrecortadamente.

– ¿De qué estamos hablando, Jake? ¿Adónde quieres ir a parar?

– Tú. Yo. Matrimonio. Quiero todo eso. Podemos negociar todo lo que tú quieres aquí mismo. Ahora, y no hablo de dinero. Sé que no te importa si es de una forma u otra, pero aquí no va a haber acuerdo prenupcial porque te lo advierto sinceramente, y escúchame bien cuando te lo digo, porque esto no es negociable. No creo en el divorcio. Si te casas conmigo, te quedarás conmigo. Cuando no te guste algo confiarás en mí lo suficiente como para venir a mí y decírmelo para que así yo pueda arreglarlo.

– ¿Matrimonio? -La idea de ser la esposa de Jake era aterradora. Él era demasiado intenso para que cualquiera lo manejara día a día, sin embargo, por supuesto, esto era exactamente con lo que ella había soñado, la fantasía, nunca la realidad-. Yo no podría mantener el ritmo respecto a ti y tú lo sabes.

– Sé que tienes miedo.

– Tus padres, la gente de tu círculo, nunca me aceptarían…

– ¡Que se jodan! Ellos no son parte de mi vida. Tú lo eres. Los niños lo son. No dejes que el miedo te detenga de hacer algo que sabes que es lo correcto. Haré que funcione, Emma. Me conoces. Te ayudaré. Dime lo que quieres.

– No lo sé. -Ella se pasó la mano por el pelo agitada-. Quiero ser importante para ti. No quiero ser sólo alguien más.

De repente el Jeep estaba demasiado enclaustrado. No podía respirar, no podía pensar claramente. Él lo estaba haciendo otra vez, quitándole el equilibrio, dominándola, sin dejarla entender las cosas. Tiró del cinturón de seguridad soltándolo y abrió de golpe la puerta, saltó del vehículo y penetró en la noche. El aire frío la ayudó con el calor ardiente de su piel.

Jake se deslizó fuera, estirando sus músculos, su estómago se asentó un poco. Ella estaba asustada, más asustada de lo que la había visto nunca, pero no estaba huyendo de él. Él creía que podía hacerla feliz y era implacable cuando quería algo. Quería a Emma más de lo que había querido jamás algo en su vida. Sabía negociar y tener éxito; lo había estado haciendo toda su vida. Y sabía que estaba a punto de cerrar el trato.

– Emma, sabes condenadamente bien que me preocupo por ti. No estás ciega. Nunca en mi vida he necesitado o querido marcar a una mujer del modo en que te marqué a ti. Tuve un impulso primitivo de dejar mi olor por doquier sobre ti para que así cada hombre que se te acercara supiera que estabas cogida, que me perteneces a mí. Tengo treinta y cinco años. Nunca he querido casarme hasta ahora. Puede que no sea suave o romántico, pero tú sabes que contarás con mi inquebrantable lealtad, mi absoluta protección y mi cariño. Y junto con esto, me aseguraré de que estés satisfecha todos los días de tu vida.

Él no había dicho amor, pero por otro lado, Jake no lo diría. Él no lo habría creído de sí mismo y estaría mintiendo si hubiera usado esa palabra. Ni siquiera dijo nunca que amara a Kyle o Andraya, y a pesar de eso, ella había visto pruebas de ello. ¿Sería lo bastante fuerte como para aceptarle tal y como él era? No lo sabía. Si ella no le amara, no habría sido tan duro. Pero lo hacía. No podía mirarle sin querer verlo feliz. Se conocía a sí misma, sabía que daría demasiado. Era una mujer de todo o nada. Amaba a Jake y le daría todo lo que ella era.

– Define lealtad. ¿Significa eso que saldrás, tendrás sexo con otras mujeres y luego siempre volverás a mí? ¿O significa eso una relación completamente monógama?

– Usaría mis manos desnudas para romper el cuello de cualquier hombre que se atreviera a tocarte, Emma. No espero menos de mí de lo que lo hago de ti. Cuando digo lealtad, es fidelidad completa. La espero de ti, y si yo hiciera trampas, no sería digno de nada, ni de ti.

Ella respiró hondo. Tenía la sensación de que él era más que capaz de romper el cuello de alguien, y que lo haría si le provocaban. Había mucha violencia en Jake. Ella sospechaba que su pasado era uno de maltratos, pero él nunca se lo había dicho. Había visto sus cicatrices. Él se refería a sus padres como sus enemigos y nunca confiaba, bajo ningún concepto.

– Vamos a deshacernos de algunas de tus otras preocupaciones, cariño. Eso podría ayudar. ¿En qué estás pensando ahora mismo? Hay miedo en tus ojos.

La mirada de ella se desplazó a la suya y luego saltó de vuelta a su cara como si esperara que él estuviera disgustado con ella.

– Cuando te ciernes sobre mí me siento amenazada, físicamente amenazada. Puedes llegar a ser muy aterrador, Jake. Gritos todos los que quieras, pero nada de golpes. Jamás.

Él comenzó a asentir, entonces se detuvo.

– Tenemos que hablar de esto. Si alguna vez yo te golpeara o a los niños estando encolerizado, Emma, quiero que agarres a los niños y vayas directamente a por Drake y Joshua. Que les digas lo que haya pasado y que les hagas que te ayuden a marcharte. Y no vuelvas. No me aceptes de vuelta nunca. Quiero que me prometas que lo harás así. Drake y Joshua tendrán orden de ayudarte. Ellos te llevaran a algún sitio seguro donde yo no pueda alcanzarte.

Ella alzó la vista hacia él, su mirada buscó la suya. Y asintió con la cabeza.

– Pero… -La sonrisa de él se volvió sensual y su mirada cautelosa-. Hay cosas que podemos hacer en el dormitorio que no se hacen encolerizados. Cosas que pueden ser muy eróticas.

Ella pareció ultrajada y un poco curiosa.

– Los golpes no son eróticos en ninguna circunstancia.

– No, pero una azotaina puede serlo. Y hay otras cosas. No quiero que nosotros las excluyamos hasta que las pruebes conmigo. Si no te gusta algo, no lo haremos otra vez, pero no habrá mentiras por tu parte o por la mía. Si encuentras placer pero estás asustada, seguiremos. Cuando me digas no, estate totalmente segura de que ese caliente pequeño cuerpo tuyo no está mojado.

– Eso no es justo, Jake -protestó Emma-. Siempre me pones mojada, aun cuando me aterrorizas. -Como ahora. Las palabras eran tácitas pero ella se sonrojó en una oscuridad carmesí, con miedo de que pudiera haberlo dicho en voz alta.

Él enmarcó su cara con las manos y la besó otra vez, provocando su boca reacia con tironcitos de dientes y una danzarina lengua hasta que ella se abrió para él. Él era un besador estupendo, y ella se perdió en él, dejándose ir completamente. Él levantó la cara el primero y trazó los pómulos de Emma con las yemas de los dedos.

– Me gustas mojada por mí. Nunca te avergüences por desearme. -Su mano fue a parar despreocupadamente a la gruesa erección que abultaba la parte delantera de sus vaqueros-. Yo tengo una empalmada de tres pares de cojones y no estoy avergonzado. ¿No es mejor que estés un poco cachonda por el hombre con el que vas a casarte?

– No me parece normal -admitió ella en voz baja-. Nosotros sólo… -Su voz se rezagó y ella hizo una mueca-. Todavía estoy disgustada contigo.

– No hay ninguna razón para estar disgustada, Emma. Interpretaste mal lo que yo estaba haciendo. Puedo entender, después de nuestra conversación anterior, por qué pensaste eso, pero nunca lo pienses de nuevo. Tú eres mía, y nunca te querría para mí si no te respetara.

Él sacó una pequeña caja de sus vaqueros.

– Esto es para ti. Lo hice hacer para ti y si te lo pones en tu dedo, Emma, no hay vuelta atrás.

Él abrió la caja. El anillo era inusual; brillantes diamantes dorados centelleaban en ella. Por el modo en que estaban tallados se asemejaban a los ojos de un gato.

Ella respiró hondo y se puso ambas manos detrás de la espalda para impedir alargarlas hacia él.

– Jake. -Agitó la cabeza-. Si hago esto, sabes que será peor. Tú lo controlas todo, no puedes evitarlo, y eso es una muy seria advertencia para mí.

– Sé que soy diferente, Emma -dijo Jake en voz baja. Mantenía esa misma nota hipnótica que ella encontraba tan atractiva. Se inclinó hacia ella, ahuecando su barbilla en la mano y le dirigió la cara para que lo mirara-. ¿Tan malo es que yo tenga el control?

La pregunta era tan suave, en un tono tan bajo que su voz se movió por su cuerpo como densa lava fundida. Ella sintió la reacción de su cuerpo y eso la asustó; la asustó el que ella quisiera decir no cuando sabía bien que era sí.

– ¿Tan difíciles han sido realmente estos dos últimos años? En el momento en que has venido a mí con un problema o una queja, ¿no he actuado inmediatamente?

– ¿Y lo de la puerta, Jake? No podía salir esta noche. ¿Qué hay de eso? -Detestó el que su voz tuviera una nota suplicante. Le conocía. Sabía que él no podía ser algo diferente, que el control era un enorme problema para él. Incluso si Jake se lo prometía a ella, ¿cómo podría él ser otra cosa salvo lo que era?

– Debería habértelo explicado, pero no quise asustarte, Emma. Eso estuvo mal por mi parte, pero es que tú nunca habías querido dejar el rancho antes. Cuando lo hacías, siempre me lo decías con mucha anticipación y yo podía organizar la protección tanto para ti como para los niños. Tengo enemigos y ellos te harían daño a ti y se llevarían a nuestros niños.

– ¿Qué enemigos? ¿Estás seguro de que simplemente no estás siendo paranoico? Tú no confías para nada ni en nadie, Jake.

– Con razón. No, no estoy siendo paranoico. ¡Ojalá lo fuera! He tenido que aumentar la seguridad a lo largo de estos últimos meses porque han surgido evidencias que me han llamado la atención sobre alguien que planea atacarme a través de ti y de los niños.

Ella frunció el ceño.

– ¿Por qué tratarían ellos de usarme para llegar a ti?

Él suspiró, su pulgar rozó los labios de ella como si así borrarse su ceño fruncido.

– Eres la única persona que tendría que hacerme esa pregunta. Aparte de los niños, Emma, ¿Quién más me importa? Todos lo ven, salvo tú.

– Jake. -Ella miró el anillo. Él sólo lo sostenía ahí como si fuera su corazón. Él parecía tan solo. Pero…

– Te necesito mucho más que alguien como Greg Patterson o incluso lo que Andrew te necesita. Mírame, Emma. Te necesito. Nunca le he dicho esto a otro ser humano. No será fácil. Tengo un elevado apetito sexual y no te dejaré en paz. Soy protector y dominante; vale, controlador, y no tengo habilidades sociales. No puedo prometerte que convivir conmigo no será difícil, pero puedo prometerte que haré todo lo que esté en mi mano por hacerte feliz.

Él sacó el anillo del terciopelo y volvió a deslizar la caja en su bolsillo.

– Cásate conmigo. Pasa tu vida conmigo. Pasaré mi vida haciéndote feliz.

Él estaba poniéndole el anillo en el dedo. Ella podía sentir el peso de éste. Jake había sido el que le quitaba el anillo de Andrew cuando ella estaba en cama y sus manos se hinchaban y ella temía que tuvieran que cortarlo. Jake había tenido cuidado, lo había envuelto y puesto en el cajón superior de la mesilla. Él fue tan gentil cuando le deslizó su anillo en el dedo.

– Jake, ¿estás seguro de que esto es lo que quieres? -Ella alargó una mano hasta su cara y presionó sus dedos contra la cálida piel masculina. Fuera hacía frío, pero, como siempre, él estaba caliente. Era como si su temperatura corporal estuviera mucho más caliente que la de cualquier otro.

Jake envolvió la mano en la seda roja de su pelo y le echó la cabeza hacia atrás para llevar su boca hasta la suya. Un triunfo salvaje lo atravesó. Lo había conseguido. Finalmente lo había conseguido. Emma era suya. Empujó la lengua dentro de su boca, deslizándola sobre la de ella, arrastrando el gusto dulce de ésta en su propia boca. Sus manos encontraron la camiseta de Emma y la desprendieron de su cuerpo, sin hacer caso a la tela que se rasgó. Le soltó el sujetador y lo lanzó lejos.

– Tus vaqueros. Quítate los vaqueros. -Él ya se estaba deshaciéndose de su ropa. Emma miró a su alrededor prudentemente.

– Estamos en campo abierto, Jake. No hay ningún árbol. Y sí uno de los hombres…

Él dio una patada a su ropa para apartarla y arrastró a Emma por sus caderas.

– Yo sabría si alguien se acercara. -Su voz era áspera y gutural mientras la levantaba en brazos y la depositaba sobre el capó del Jeep, empujando las piernas de ella sobre sus hombros y bajando su cabeza al centro caliente y húmedo. Emma sabía incluso más dulce de lo que recordaba. Ella era adictiva.

Emma gimió y empujó contra su boca, buscando más, su cuerpo derritiéndose por él. Incluso con ella tan receptiva como estaba, él sintió el pequeño temblor que traspasó el cuerpo de la mujer y notó la carne de gallina en su piel.

– Me pasaría toda la noche aquí contigo, cariño, pero tú tienes frío y yo tengo que llevarte a casa. Nunca te he tomado en una cama antes.

Él la alzó otra vez, colocándola sobre su engrosado eje.

– Agárrate, cariño -logró gruñir y la dejó caer con fuerza directamente sobre él. La amplia cabeza con forma de seta se condujo por sus pliegues apretados mientras ella se encajaba en él, y éste echó la cabeza hacia atrás cuando el placer le traspasó como fuego. Ella estaba tan apretada. Tan caliente. Sintió como si le estrangulara, agarrándole en un puño de seda cuyo centro era un infierno llameante. Sintió que había llegado a casa.

– Móntame. Arquea la espalda y muévete, Emma. Sí, exactamente así. Lenta y fácilmente hasta que encuentres el ritmo. Fuiste hecha para esto. Encajamos. Te juro, cariño, que siento como si hubiéramos hecho esto un millón de veces y aún así cada vez es como la primera.

Emma se movió sobre Jake, optando por un ritmo pausado, pero cuando él la agarró por las caderas para impulsarla más rápido y más duro, ella agitó la cabeza y enmarcó su cara con las manos.

– Mírame, Jake -dijo suavemente.

Los dedos de Jake mordieron sus caderas, decidido a tomar el control. La larga cascada del cabello de ella los encubrió, la brisa agitaba las gruesas ondas alrededor de sus cuerpos como una viviente capa de seda. Él podía sentir los suaves mechones deslizándose sobre su piel desnuda, aumentando la sensación erótica, intensificando su placer, pero el placer físico palidecía en comparación con el emocional, y él no podía comprender esto. No podía afrontarlo. No quería saber la verdad sobre lo que ella le estaba haciendo. No podía dar lo que ella estaba tomando de él. Tenía que distraerla; tenía que distraerse a sí mismo y así perderse en el fuego de sus cuerpos y entonces su conexión sería el sexo más glorioso y no tendría nada que ver con hacer el amor.

Emma sacudió la cabeza.

– No, Jake. Mírame. -Su voz era suave. Persuasiva. Insistente.

Los músculos del estómago de Jake se anudaron duramente. Él no se atrevía a mirarla, porque si lo hacía, directamente en aquel momento, mientras estaba profundamente sepultado dentro de ella y su mundo era mágico y el placer corría por él, sabía que no sería capaz de esconder la verdad a ninguno de los dos. Ella lo vería. Y él tendría que afrontarlo.

– Jake -susurró su nombre y su voz se deslizó sobre la piel de él como miel caliente. Esta vez había una pega en su voz. Una pregunta.

Él sintió ese pequeño sonido suave profundamente dentro de su pecho, envolviendo su corazón y apretando como un tornillo. No hubo resistencia. No hubo bloqueo de la verdad manando de él. Esto se elevó como una ola gigante. Levantó despacio su mirada penetrante hasta la de ella. Vio su inhalación rápida de aire. Sintió su cuerpo relajándose dentro de él, sintió el regalo de ella misma vertiéndose en su interior, cuerpo y alma.

Las lágrimas le quemaban detrás de sus párpados. Amor. Entonces esto era lo que se sentía. No sólo algo emocional, sino también físico. Todo ello se envolvió conjuntamente hasta que la totalidad fue un fardo, un paquete compacto, una mujer. Hasta que aquella una mujer fue todo. Clavó la mirada dentro de sus ojos mientras la eternidad pasaba, permitiéndole a ella ver, sabiendo que por primera vez en su vida él era realmente vulnerable ante otro ser humano. Emma podría destruirle, y ahora ella sabía que podía hacerlo. Él tragó con fuerza y sepultó su cara en el cuello femenino.

Emma envolvió sus brazos apretadamente alrededor de Jake, manteniéndole cerca, protectoramente, sabiendo lo frágil que él era. Tenía todo lo que necesitaba para permanecer fuerte, para guiarlos a ambos. Jake sería difícil y lucharía con fuerza para guardarse de cualquier control por parte de ella, pero él le había dado todo en aquel único momento.

Donde Andrew había sido dulce, amable y reverente con su cuerpo, Jake era justo lo opuesto. Y tenía razón; él la necesitaba más de lo que un hombre como Andrew lo hizo. La vida de Jake era una tormenta de intensidad. Él usaba el sexo para controlarla a ella, sin embargo ahora, después de que ella hubiera visto la verdadera reverencia en sus ojos, sabía la verdad. Él la adoraba. La miraba con el corazón en los ojos, como si ella fuera el mismo aire que respiraba, el suelo por el que él caminaba.

– Estás a salvo conmigo -susurró ella, y echó la cabeza hacia atrás cuando sintió el agarrotamiento de sus músculos internos, sintió pasar el placer como un rayo de fuego por su cuerpo y oyó el rugido en sus oídos. Le sujetó contra sí, dándole todo, dándole a conocer del único modo en que él podía entenderlo, por medio de su rendición absoluta, que ella estaba completamente comprometida con él.

Jake tomó aliento lentamente, luchando contra las olas de intensa emoción que parecían afectarle cada vez que estaba cerca de Emma. Ya no podía seguir ignorando la realidad, o al menos no podía ocultársela a sí mismo. En el intento de obligarla a que lo amara, él se había quedado enredado en su propia red. Ella estaba envuelta alrededor de su corazón, su alma, y hasta su mente. Estaba tan enredada dentro de él que no había manera de sacarla. Él tendría que encontrar un modo de vivir con ello. Emma. Ella le volvía tan vulnerable que estaba aterrorizado. Aterrorizado de que ella pudiera destruirle. Aterrorizado de perderla. Aterrorizado de lo que le hacía sentir.

Agitado, dejó que los pies de ella bajaran al suelo, aunque la sujetaba, sintiendo los temblores que la traspasaban, sabiendo que ella todavía estaba inestable. El viento cambió. En un momento estaba rodeado por el olor de su mujer, de la combinación potente y embriagadora de su relación sexual, un afrodisíaco en sí mismo, y en el siguiente estaba oliendo… a un rival. Enemigo. Problemas.

Jake se tensó, levantó la cabeza y recorrió lenta y detenidamente los alrededores con la mirada, con su brazo sosteniéndola contra él, su nariz se elevó para olfatear el aire y así conseguir un rastro de olor mejor.

– ¿Qué es? -Emma se giró en sus brazos para tratar de mirar alrededor, pero las manos de él estaban rígidas sobre sus hombros, impidiéndole salir de debajo del refugio de sus brazos.

– Coge tu ropa y entra en el Jeep. Cierra la puerta. Puedes vestirte dentro.

No quedaba mucho de su ropa, pero Emma la juntó y se metió en el Jeep. Jake se giró en un círculo lento, todavía olfateando el viento. Si Emma no hubiera estado con él, habría cambiado a su forma de leopardo, pero él no podía plantearse esa posibilidad. Se puso los vaqueros y sacó la radio de donde estaba enganchada a su cinturón.

– Drake, ve a por Joshua. Te envío mis coordenadas. Estoy oliendo a un solitario.

La radio chisporroteó, luego cobró vida.

– ¿Es Conner? Se fue a correr esta noche.

Jake aspiró el elusivo olor otra vez.

– No sé. Tal vez. No estoy familiarizado con él. Estoy con Emma. La llevaré de vuelta a casa, Joshua y tú comprueben las cosas. Si hay algún problema, avísenme.

Cuando Jake se deslizó detrás del volante del Jeep, Emma se aclaró la garganta.

– ¿Qué pasa?

Él sabía que ella le había visto hablando por radio con Drake.

– Tengo caballos corriendo libres en un alcance de aproximadamente ocho kilómetros al norte de aquí, sólo un pequeño experimento que estoy llevando a cabo, pero me pareció captar de refilón un puma.

Emma pestañeó y se llevó la mano a la garganta. Él recordó la historia de las huellas alrededor del coche de los padres de ella.

– Nada preocupante, cariño. Si tenemos algo molestando la manada, Drake y Joshua lo localizarán.

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