Capítulo 5

Diecisiete meses más tarde


– SIGUE así, Jefe, y no vamos a tener ningún tipo de equipo -dijo Drake Donovon. Se inclinó hacia adelante sobre la silla de montar y escupió en el suelo-. Siempre has sido rastrero como una serpiente, Jake, pero ahora eres definitivamente horrible.

– ¿Crees que me importa algo si les gusto o no? -gruñó Jake-. Y no me llames «Jefe». Sólo lo haces cuando estás borracho.

Drake se encogió de hombros.

– Pierde a alguien más de mi equipo y me marcho. -Su mirada inquisitiva se deslizó sobre Jake, claramente evaluándole-. Me trajiste aquí para educarte sobre tu herencia, pero no me escuchas. -Miró alrededor, su cara tensa con algo cercano al pesar-. Me cuesta mucho respirar aquí. Si no puedo serte de ayuda, necesito volver al bosque adónde pertenezco.

– De ninguna manera, Drake. Te necesito aquí. -Jake maldijo el hecho de haber sido tan caprichoso, tan nervioso, todo y todos a su alrededor le hacían querer pelear, desgarrar y rasgar cualquier cosa. Los bruscos cambios de humor no parecían aflojar, ni por un momento, y el mal carácter le golpeaba tan fuerte que en realidad se sentía incómodo incluso en su piel. Él sabía que tenía un lado cruel, pero no había sido tan consciente de que éste saltaba inadvertidamente antes de poder recuperar el control. Despreciaba esa parte de él, igual que a sus padres, tan cortante y frío. Había jurado que él nunca sería así, pero aquí estaba, el señor de la crueldad.

¿Qué diablos había dicho Emma la otra noche mientras él descansaba en su cama, su sangre palpitando por la necesidad en sus venas? El poder corrompe. Había sido otra noche en la que ella no podía dormir y se habían metido de lleno en una de sus frecuentes conversaciones sobre «No sabemos de qué diablos estamos hablando», pero esa pequeña frase se metió en su cabeza. Sus padres estaban corrompidos por la necesidad de dinero y poder. ¿Era posible que él estuviera corrompido? Odiaba admitir ante Emma que se sentía muy pegado de sí mismo.

– Te escucho, Drake -dijo Jake. Drake Donovon no era un hombre al que se pudiera maltratar. El peligro acechaba justo bajo la superficie. Él era un buen hombre para tener al lado, pero definitivamente era un enemigo peligroso e imparable. Jake se mesó el pelo con los dedos, queriendo saltar fuera de su propia piel. Si alguna vez necesitó a alguien en su vida en ese mismísimo momento, era a Drake.

Drake sacudió la cabeza. Él tenía la misma estructura que Jake, hombros anchos, ancho tórax, musculoso, cuerdas de músculos a lo largo de sus brazos y los muslos. Un hombre tremendamente fuerte, aunque ágil y flexible, se movía silenciosamente, como el agua rebosando sobre las rocas. No era difícil notar la pronunciada cojera que tenía cuando se movía. Cuando estaba inmóvil, todo se detenía. Él se volvía tan quieto que sentía todo a su alrededor. Su cabello rubio era indomable y estaba cubierto de maleza, sus ojos eran un poco raros, penetrantes y enfocados y de un verde oro brillante.

– Necesitas una mujer. Te lo dije, no puedes pasar tanto tiempo y permitir que aumente la tensión.

– He tenido mujeres, algunas veces dos en un día. Algunas veces más, maldita sea. No sirve de nada. Sigo tan duro como una piedra y me siento peor que nunca. Me desgarra día y noche hasta que creo volverme loco. No he dormido durante semanas. Apenas puedo caminar la mitad de las veces, y si un hombre se acerca a la casa, quiero arrancarle su maldita cabeza. -Sin mencionar que, cuando él yacía junto a Emma en su cama, le remordía la conciencia, como si la hubiera traicionado. Y aún peor, quería atacarla. Tenía miedo de que pudiera realmente perder el control un día y simplemente hacerla rodar bajo él, para luego enterrarse profundo y duro, tal como deseaba.

Drake parpadeó, sus ojos se entrecerraron repentinamente, y una ceja subió rápidamente.

– ¿Cerca de la casa? -Él hizo eco-. ¿Y qué es lo que te desgarra?

– Necesito sexo cada minuto, pero cuando una mujer me toca, termino despreciándolas. Mi piel se desgarra y me encuentro haciendo cosas, diciendo cosas… -se interrumpió, tensando los labios-. No estoy muy orgulloso de mí mismo. Actúo como un bastardo, y ellas regresan por más. Luego entro en la casa y todo comienza otra vez.

– Tienes a una mujer allí. Emma.

La voz del Drake irritó a Jake cuando dijo su nombre. Suave. Como el terciopelo. Se formaron nudos en su estómago.

– ¿Qué pasa con ella?

– Cuida de tu hijo. De tu casa. Hace todas las cosas que la mujer de un hombre hace por él. Pero no tienen relaciones sexuales.

– Así es. -La voz de Jake retumbó con un punto bajo, un gruñido de advertencia. No quería que Drake, con su buena apariencia y su encanto, estuviera cerca de la casa con Emma. Eso empujaba a Jake derecho por encima del borde-. No con Emma.

Drake frunció el ceño al oír la voz de Jake. Observó detenidamente los ojos de Jake y su lenguaje corporal.

– Pensé que esta mujer era simplemente tu ama de llaves, pero te pone bastante nervioso hablar de ella, Jake. -Ahora había curiosidad en la voz de Drake.

Jake no quería hablar de Emma con Drake ni con nadie. No había esperado querer estar con ella. Tener una sensación de paz incluso con su cuerpo rabiando fuera de control. Se suponía que sería ella la que querría estar con él, no a la inversa. Ella había vuelto su vida del revés y no había una condenada cosa que pudiera hacer acerca de ello. Ella le hacía sufrir físicamente, emotivamente, en todos los aspectos posibles y su humor era cada vez más frágil.

– Estoy nerviosísimo, pero no por ella -mintió Jake. Y era mentira. Evidentemente Estúpida, Caramba, él estaba obsesionado con Emma y se ponía peor cada día.

Ponía todo tipo de excusas para entrar en su cuarto por la noche. Estaba patéticamente agradecido por las pesadillas que ella tenía a veces, y por el hecho que ella se había acostumbrado a que él se tendiera a su lado mientas hablaban en voz baja e íntima. Por supuesto que ella no sabía que su cuerpo estaba tan duro como una piedra, y que cuando la dejaba, se masturbaba como un adolescente sin control.

– Quiero volver a verla.

Instantáneamente el aire se espesó a causa de la tensión. La furia asesina atravesó a Jake, una ola gigantesca que le estremeció. El trueno retumbó en sus oídos, su sangre hirvió y el fuego ardió en su vientre. Realmente vio rojo. Bajo la piel, algo salvaje se liberó y corrió, ardiendo incontrolablemente. Su mandíbula rechinó los dientes; sus labios se retorcieron en una mueca. Jake giró la cabeza hacia Drake, sabiendo que sus ojos brillaban rojos de ira. Respiró profundamente varias veces para tratar de controlar al leopardo que daba zarpazos para liberarse.

Mientras el animal salvaje forcejeaba por la supremacía, su caballo se encabritó, relinchando de miedo, luego repentinamente se alzó y corcoveó, tratando de desmontarlo. Jake clavó sus rodillas más fuertemente y controló al animal, murmurando palabras apaciguadoras, agradecido por la distracción.

Cuando el caballo estuvo tranquilo, miró a Drake con prevención.

– Has visto a Emma varias veces. -Drake no era como los otros hombres, revoloteando alrededor de ella, buscando tazas de café reciente hecho, pan horneado y galletas. Drake tenía tendencia a ser un solitario, a ocuparse de sí mismo, viviendo en una de las cabañas más pequeñas en la propiedad.

Drake se encogió de hombros.

– Si ella te afecta tanto…

Jake frunció el ceño.

– No dije que ella me afectase en absoluto. Estoy inquieto y aburrido, pero las mujeres no se meten bajo mi piel.

Drake bufó burlonamente. Si hubiera sido cualquier otro hombre, Jake habría estado tentado de arrojarlo del caballo. Pero Drake era diferente. Le tenía un cierto respeto a Drake, así es que mantuvo su temperamento cruel bajo control.

– Te hablaré claro, Jake -dijo Drake, recogiendo las riendas-. Estás actuando muy parecido a un hombre cuya compañera está entrando en celo. -Él empujó hacia atrás su sombrero y controlo su caballo-. Si ese es el caso, los síntomas sólo empeorarán.

– No tengo compañera. Y las mujeres no entran en celo.

Drake saludado con la cabeza.

– Lo que tú digas. -Él cavó sus talones en el lado del caballo y se alejó trotando, dejando a Jake seguirlo con la mirada.


– ¿Cuándo estará él aquí? -Susan Hindman saltó arriba y abajo, excitada, saltando de un pie al otro-. ¿Honestamente, Emma, cómo puedes estar tan tranquila?

Emma dibujó una de sus lentas sonrisas y continuó amasando el pan.

– Estará aquí pronto, si ha llamado por radio. No te preocupes, tendrás mucho tiempo para estar con él. Después de todo, estarás aquí otras cuatro semanas-. Susan era la hija del Senador Hindman, y él había llamado y preguntado si podrían vigilarla mientras el senador estaba fuera del país. Ella era buena compañía y a Emma realmente le gustaba, pero sufría un terrible enamoramiento con Jake.

– Cuatro semanas -repitió Susan, cerrando dramáticamente sus manos sobre su corazón-. Probablemente él se acababa de marchar cuando llegué, no sé cómo lo soportaré.

Emma se rió, un sonido suave y agradable que a Susan le pareció melódico.

– Eres tan tonta, Susie. Él no es diferente a otros hombres. -Un hoyuelo apareció en la comisura derecha de su boca, deshaciéndose cuando añadió-, quizá un poco más tirano.

– Oh, Emma. -Exasperada de que Emma no compartiera su último ídolo, Susan sacudió la cabeza-. No te entiendo. Es guapísimo. Todos esos músculos increíbles. -Se abrazó en éxtasis-. Músculos por todas partes. Hombros anchos. Y ese bronceado y esos ojos. Es para morirse. Debes de estar ciega.

– Es muy probable -acordó Emma, riéndose del drama de Susan.

– Y es más rico que rico. Lo invitan a las mejores fiestas, está en la portada de las revistas, en el periódico. Conoce a las estrellas de cine y al presidente y, bueno, a todo el mundo. Conoce a todo el mundo.

A los dieciséis, Susan era alta y larguirucha, sin curvas pero con una gracia pizpireta que prometía mucho para el futuro. Su pelo era oscuro y rizado, tenía unos ojos risueños de color avellana y abundantes pecas en la nariz. Jake no sabía nada de su visita aún, y Susan estaba ansiosa de que él volviera a casa. Él había llamado a Emma tres veces al día, impresionando a Susan, pero Emma sólo parecía encontrar a Jake muy divertido y suavemente exasperante en lugar de increíblemente romántico.

– Tu padre tiene mucho dinero -le recordó Emma suavemente-, y aparece todo el tiempo en las noticias. Ciertamente conoce al presidente y a bastante más gente influyente.

– Oh. -Susan descartó a su padre con una oleada de su mano-. Papá es sólo… Bueno, es Papá. Jake es diferente. Es tan excitante.

Emma escondió una sonrisa, alzando una ceja con curiosidad.

– ¿Excitante?

– Guapo. Y todos los rumores acerca de él. La gente le teme, ya sabes. Papá dice que es uno de los hombres más poderosos del mundo.

– El dinero y el poder no lo son todo, Susie. -Fue una cortés reprimenda-. Y la apariencia tampoco es todo.

– Bueno, ya lo sé. Papá dice que tiene una mente muy brillante y que está completamente desperdiciada en este rancho. Él debería estar en política, no sólo tener un interés superficial. -Ella frunció el ceño-. Pero por supuesto, tiene montones de enemigos. Papá dice que los de su clase siempre los tienen. Él dice que Jake es una barracuda en la sala de juntas y ningún negocio está a salvo de él. Es mejor ser su amigo que su enemigo. Jake es simplemente fabuloso y las mujeres lo persiguen todo el tiempo.

– Apuesto a que tu padre no sabe que tus grandes orejas estaban cerca cuando dijo todo eso -dijo Emma con naturalidad. Le dio una última palmada a la masa y fue al fregadero, apartando sin mucho éxito el rebelde pelo rojo que caía a rizos por su espalda, sin mencionar alrededor de su cara y sobre sus grandes ojos.

Le molestaba que Jake fuera todo lo que el padre de Susan había dicho que era. Hacia enemigos fácilmente, y parecía cruel en sus negociaciones comerciales con los demás. Emma no entendía de todo el concepto de comprar y derrotar a otras compañías, pero sabía que Jake era considerado despiadado cuando dirigía su negocio.

Echó otra mirada a la tarta de cumpleaños que había decorado más temprano, esperando que Jake realmente volviera a casa esta vez antes de que el clima trajera otro desastre. Quería sorprenderlo con una fiesta.

– Justo el mes pasado vi que Linda Rawlins y Jake tuvieron una pelea enorme por ti.

Emma se dio media vuelta, con los ojos muy abiertos.

– ¿Por mí? ¿Por qué por mí?

Susan inmediatamente se arrepintió. Emma era muy pequeña y delgada con una piel perfecta; bueno, casi perfecta. Tenía dos cicatrices muy débiles estropeando la perfección de su cara, ambas en el lado izquierdo, una cerca su ojo, la otra era una medialuna larga y delgada que acababa cerca de la esquina de su boca. Susan nunca había reunido el coraje de preguntarle sobre esas cicatrices y Emma nunca había ofrecido voluntariamente la información. El pasado de Emma permanecía como un misterio. Ni siquiera su padre hablaba de Emma.

Jake la había traído de alguna parte en la costa oeste para ser su ama de llaves. Eso era lo que alguien alguna vez había dicho. Susan la adoró desde su primer encuentro, cuándo su padre había ido a la casa de Jake buscando fondos para su campaña. Ella había descubierto a Emma en la cocina, riéndose con los dos niños que empezaban a andar. Inmediatamente se había aprestado a ayudar y se habían convertido en buenas amigas.

Su deseo más secreto era tener los increíblemente grandes ojos verdes de Emma y el sedoso pelo dorado rojizo rizado alrededor de su cara y cayendo en una cascada de rizos por su espalda hasta la cintura. Emma era simpática y comprensiva; estaba siempre dispuesta a escuchar a cualquiera, ya fuera a alguien del rancho, a Susan, o a uno de los niños. Pero Emma siempre parecía muy vulnerable. Incluso a los dieciséis, Susan se sentía protectora hacia ella.

– Estaba bromeando -mintió Susan descaradamente, al no gustarle el parpadeo de dolor en las profundidades de los ojos de Emma.

– Puedes contármelo -dijo Emma suspirando, sacando un gran pasador para el pelo del bolsillo de sus vaqueros descoloridos. Intentó recoger la gruesa mata de pelo y la sujeto en su nuca. El peinado retirado hacia atrás destacaba sus altos pómulos.

Susan pareció inquieta.

– Es sólo un rumor, Emma, no lo creí.

– ¿Creer qué? Vamos, Susie, has ido ya muy lejos.

– De acuerdo. -Susan tocó con el pie las baldosas mediterráneas con inquietud-. Estaba en el vestíbulo, no fue como si escuchara a escondidas a propósito o algo así.

– Susie.

– Bien, pero no escuchaba a propósito. Linda se enfrentó a Jake en esta fiesta y le pidió que la llevara a la fiesta de los Bingleys, que probablemente ya sepas que es el gran acontecimiento de la temporada.

Emma no lo sabía, pero asintió de todas formas, intentando no sobresaltarse cuando oyó el nombre de otra mujer.

Repentinamente Susan sonrió ampliamente.

– ¿Te lo puedes creer? Deseé haber tenido una grabadora. La gran Linda Rawlins teniendo que pedirle a un hombre que la acompañara. Pude haber ganado miles vendiendo esa información a los periódicos sensacionalistas. La joven heredera del naviero rechazada por el rey del petróleo.

– Has leído demasiadas revistas del corazón. -Emma la regañó con firmeza.

– Bueno, probablemente. -Susan era incorregible-. Pero son muy divertidas.

– Sigue.

– Jake estuvo frío y muy educado con esa forma distante que tiene, pero ya sabes, con esa apariencia aburrida, completamente caliente que consigue. Él le dijo a Linda que te llevaría a ti y ella puso el grito en el cielo. Qué momento. En lo alto del cielo. Ella le gritaba con toda la capacidad de sus pulmones. Le dijo que nadie en la sociedad te aceptaría jamás, y que sus padres pensaban que era ridículo que estuviera contigo y que él lo hacía sólo para fastidiarlos. Luego ella te llamó criada. Jake la miró con esa clase de desprecio que consigue y entonces ella realmente se puso sucia.

Emma apretó los puños. Últimamente se había sentido emotiva y alterada, y por alguna extraña razón la murmuración de Susan realmente la molestaba. Ella sabía que todo el mundo murmuraba sobre Jake; él simplemente lo asumía. Pero ella estaba siempre oculta en el rancho donde nadie la veía y ella no veía a nadie. Raramente salía siquiera del rancho. Linda ya había venido a verla y había dicho las mismas cosas feas a pesar de que Emma había tratado de tranquilizarla diciendo que era simplemente el ama de llaves.

– Linda dijo que todos sabían que Jake es el padre de Andraya y que os dejó a ti y a Shaina embarazadas al mismo tiempo y que él sólo te mantiene cerca por sus mocosos bastardos. -Susan estaba indignada de nuevo, apretando los puños con fuerza a los costados. Ella definitivamente era leal hacia Emma.

Emma palideció bajo su dorado bronceado.

– ¿Qué dijo Jake? -Una cosa era hablar con ella, aquí en la casa, pero gritárselo públicamente a Jake en una fiesta era algo completamente diferente.

– No lo negó. Simplemente miró a Linda de arriba a abajo como si fuera un insecto odioso y se marchó con ese paso tranquilo con que camina. Estaba tan guapo. Y Linda parecía patética y celosa.

Emma pasó una mano temblorosa sobre su cara y se sentó bruscamente. No quería que la gente la usaran a ella o Andraya para llegar hasta Jake.

– Oh, Emma, -Susan gimió-. Lo siento. No tenía intención de molestarte. Linda está celosa. El caso es que Jake es muy diferente contigo. A ti nunca parece importarte, pero es -vaciló, buscando la palabra correcta-, indiferente hacia las mujeres. Él las desecha como a las moscas; no tiene tiempo para ellas. Tú nunca vas a fiestas pero deberías verlo. Honestamente, me moriría si me mirase como mira a esas mujeres, con tanto desprecio, como si estuvieran por debajo de él.

A pesar de sí misma, Emma tuvo que reírse.

– No puede ser tan malo o no caerían a su alrededor.

– El resto de la gente no son como tú, Emma. -Susan se sintió obligada a apuntar-. Venderían sus almas por todo ese dinero y poder. Y él es tan ardiente. Las mujeres aguantarían bastante por eso. Es más, pienso que es algo así como domar a un chico malo.

– Eso es una locura. Has estado leyendo demasiadas novelas, Susan. En la vida real, si el hombre es mandón y arrogante, no es tan fácil vivir con él. Y dudo que las mujeres se lancen sobre Jake sólo por su cuenta corriente.

– Seguro que lo hacen -Susan insistió-. Papá es un senador, y viudo. Créame, he visto cómo las mujeres van tras de él y conozco todos los signos. -Ella arrugó su nariz-. Conociste a Dana cuando me trajo. Mi institutriz. Ja. Qué estupidez. Ella va detrás de Papá, y ya viste qué engreída estuvo contigo. Ella me trata igual, como si estuviera por debajo de ella, incluso piensa que voy a permitir que sea mi madrastra.

Emma no estaba preocupada por Dana, aunque no iba a reconocerlo en voz alta ante Susan. La mujer era demasiada fría y hacía demasiados comentarios sarcásticos sobre Susan para el gusto de Emma.

– Jake es diferente contigo y eso salta a la vista -continuó Susan, continuando con el tema con entusiasmo-. Es cortés y se ríe a tu alrededor. Te llama tres veces al día y te besa. Tú no me crees porque no le ves fuera de aquí.

– Oh, Santo Cielo. Dirijo su casa. Por supuesto que me llama. Tengo que darle sus mensajes. Y sólo para tu información, él no me besa, sólo me da unos ligeros besitos. Hemos vivido aquí dos años juntos. Somos cariñosos, eso es todo.

– Papá dijo que casi te moriste cuando Andraya nació. Y Jake no se apartó de tu lado ni una vez -señaló Susan-. Y le puso nombre a Andraya mientras estabas inconsciente. Y Andraya y Kyle se parecen.

Susan buscaba información, pero Emma no tragó el anzuelo.

– Pobre Jake. Qué horrible por parte de Linda lanzarle todo eso a la cara.

– Date prisa, Emma. -Un hombre bajo y fornido de risuelos ojos azules y una mata de pelo blanqueado por el sol asomó la cabeza por la puerta-. El jefe está a punto de llegar, aterrizó hace diez minutos-. Sonrió abiertamente hacia Susan, dejando escapar un lento y apreciativo aullido de lobo que puso a la jovencita roja como la grana.

– Gracias, Joshua -agradeció Emma secamente-. Tendré preparado café recién hecho.

Joshua saludó, le guiñó el ojo a Susan y volvió a salir. Emma se quedó en el centro de la habitación por un momento, mirando hacia afuera por el enorme ventanal. Fue una conversación inocente por parte de Susan, pero trajo de vuelta una ráfaga de recuerdos en los que Emma no se atrevía a pensar. Se estremeció, recordando la sensación de unas manos fuertes sujetándola con una fuerza increíble, el olor a gasolina, el fuerte rugido de las llamas, el vacío que nunca se iba realmente. Había pasado mucho tiempo desde que se había permitido pensar en ese día.

– ¿Emma? -La preocupación de Susan era evidente en su voz, conduciendo a Emma de regreso al presente-. ¿Estás bien?

– Sí, claro, cariño. Corre y comprueba a esos niños por mí, ¿quieres? Estaban jugando a los caballos en el cuarto de Kyle pero están muy callados. Hay algunas cosas que necesito hacer.

– ¿Estás segura de que no te he molestado? Linda sólo quería molestar, nada más, Emma.

Emma se obligó a sonreír.

– Linda no me molesta; no es la primera vez que me ha llamado criada. Debería haber sabido que no podría resistirse a extender el rumor. -Ella midió café en el filtro con la facilidad que da una larga práctica.

– ¿Te llamó eso? ¿En tu cara? Qué tan imperdonablemente grosera.

– Comprueba a Kyle y Andraya -le recordó Emma-. Y no te alteres demasiado, Susie. Linda es una amiga íntima de los padres de Jake, y me recuerdan en cada oportunidad que tienen que soy una criada. No me molesta nada que me llamen eso. Estoy segura de que Linda lo sacó de ellos, y que piensa que trabajar para vivir es algo horrible, pero ciertamente yo no lo pienso. Soy muy buena llevando esta casa.

– Tú no eres una criada. -Susan estaba horrorizada.

Emma se dio la vuelta y salió de la cocina, bajando al vestíbulo, a través del gran cuarto de estar de la familia y derecha a la puerta principal. Por primera vez no saludaría a Jake cuando llegase. Quería estar sola durante un rato. Después de dos años de paz, se sentía como si se hubiera despertado. Le gustaba su vida, el rancho que se había convertido en su casa, y los dos niños. Kyle era tan suyo como Andraya. El problema era que ella pensaba que Jake también era suyo. Últimamente estaba inquieta y pensaba tonterías, y simplemente pensar en Jake podía hacer que su cuerpo cobrara vida como no lo había hecho en los últimos dos años.

El querido Jake, que adorable soportando el peso de la murmuración en sus anchos hombros, protegiéndola y sin decir nunca una sola palabra sobre los rumores. Si ella se quejaba de cualquier cosa en absoluto, simplemente una mera mención, lo que fuera desaparecía, era arreglado o controlado sin rechistar.

Ella no podía afrontarlo ahora mismo. Se sentía confundida cuando estaba junto a Jake, su cuerpo estaba cada vez más incómodo en su presencia. Cada sentido se intensificaba cuando él se acercaba. Su perfume, masculino y prohibido, la tentaba. El sonido arrastrado de su voz era como una caricia sobre su piel. Tal vez había ocurrido tan gradualmente que no se había dado cuenta de su atracción hacia él, pero ella había vivido bien con él durante dos años, y le parecía como si, de repente, cuando él estaba cerca, su cuerpo reaccionara cobrando vida. Y cuando él se iba, ella no podía dejar de pensar en él.

Se apresuró a través del camino de acceso, bajando casi corriendo por el sendero hacia los establos. Qué lío para todos si cometía el error de permitirle saber que se sentía sexualmente atraída por él. Kyle la llamaba Mami, creía que ella era su madre, y a todos los efectos lo era. Ella le amaba como si fuera carne de su carne. Kyle y Andraya se querían como hermano y hermana. Y Jake era igual de maravilloso con los dos. Y ella amaba a Jake. Realmente lo amaba. Lo había amado mucho antes de sentirse atraída sexualmente. Y tener esa inclinación por él sólo lo echaría todo a perder.

Emma se rió suavemente para sí misma, acordándose de Jake levantándose noche tras noche para ayudarla con Kyle, para cambiar pañales mojados y alimentarle. Ahora, con Andraya, él todavía se levantaba, aunque Kyle siguiera dormido. Cuando él estaba en casa, le preparaba un té o un chocolate y se sentaba un rato con ella mientras acunaba al bebé. Nunca parecía querer irse a dormir, pasaba la mayor parte de las noches en el cuarto de ella. Algunas veces él se recostaba en la cama a su lado, y esas noches se habían convertido en una especie de infierno privado. Ella le deseaba allí, pero la tentación de su cuerpo se estaba volviendo peligrosa.

Él podría haber tenido relaciones sexuales con ella. Estaba casi siempre duro, siempre listo. No era tan difícil ver la impresionante protuberancia en el frente de sus vaqueros, y él nunca se molestaba en esconderla o en parecer azorado o avergonzado. Pero ella no quería convertirse en una de sus mujeres. Él las trata con total indiferencia, incluso desprecio, y ella no podría vivir con eso.

Emma cogió una brida, contemplando con ojo experimentado los caballos situados pacientemente en los establos. Ella quería uno con nervio y repleto de energía. Puede que si daba un largo paseo, pudiera calmar su cuerpo y entendiera porqué estaba tan inquieta y con los nervios de punta y desesperada por el cuerpo de un hombre. No cualquier hombre, sólo Jake.

– Emma. -Una voz tranquila y amenazadora, la hizo tensarse. Unos dedos fuertes se clavaron en su hombro, haciéndola girar-. ¿Qué diablos haces aquí? -exigió Jake. Los ojos duros como el diamante recorrieron sus pálidas facciones, notando las sombras acechando en sus ojos oscuros, deteniéndose en el pulso que latía frenéticamente en la garganta de ella, y en su boca suave y temblorosa.

Verlo siempre le quitaba el aliento. Jake era formidable, abrumador, peligroso. Una roca para todos, pero se movía silenciosamente, como un gato por la noche.

– Voy a cabalgar, Jake -contestó, esforzándose en conservar la voz calmada. Le gustaba mirarlo, emanando poder, la impaciencia inminente, la forma en que los extremos de sus ojos se arrugaban antes de sonreír. Pero podía ser muy abrumador cuando elegía ser intimidante… como ahora.

Él juró, empujando el suave cuerpo de ella contra el suyo, fuertes y musculoso. Mostraba una barba de un día, y a esa distancia ella podía oler su masculino perfume a aire libre.

– Eres un demonio. No te he visto en dos largas semanas. ¿Qué ha pasado?

Con un esfuerzo, Emma dibujó una sonrisa apenas perceptible.

– Nada, Jake. Hacía novillos, eso es todo. ¿Cómo fue tu viaje?

El desagrado se propagó veloz por sus sensuales facciones. Ella podía sentir la tensión en su enorme cuerpo.

– Vamos -masculló impaciente, rodeándola, llevándola con él-. Si vamos a pelear, igual podemos hacerlo estando cómodos.

Se movía con la gracia ágil y fluida de un felino cazando en la selva, combinando potencia y coordinación. Emma, con sus piernas más cortas, se vio forzada a correr para igualar su larga y pausada zancada. Él bajó la mirada hacia su cabeza inclinada, sus ojos brillaron como el oro, y deliberadamente ralentizó su paso para acomodarse al de ella. Reteniendo casualmente la posesión de su brazo, dejó caer su sombrero de ala en una silla mientras atravesaban la sala de estar de la familia.

– ¿Era Susan Hindman la que vi arriba? -preguntó abruptamente, soltándola cuando entraron en la cocina-. Miraba a hurtadillas sobre el pasamano y me hacía ojitos.

Emma asintió, frotando distraídamente las marcas de los dedos en su brazo.

– Se queda con nosotros mientras su padre está en Londres. Él me lo pidió inmediatamente después de que te fueras. No pensé que te importara. Su institutriz, Dana Anderson, la trajo con un caballero que dijeron que era su tutor, un tal Harold Givens. -A Jake no le gustaban los desconocidos en el rancho.

– ¿Qué te ha estado contando? -Las marcadas facciones de Jake reflejaban tozudez y dureza. Se veía formidable. Aun así, extendió la mano para tomar el brazo de ella con la palma de su mano, su toque era tierno mientras examinaba en su piel las marcas de dedos. Las yemas de sus dedos rozaron las marcas con una caricia, su lento roce enviaba un hormigueo de excitación por sus terminaciones nerviosas a través de su cuerpo.

Ella apartó su mano porque él parecía como si fuera a besarla, y su pulso comenzó a martillar con fuerza, primero en su garganta, luego en sus senos, y finalmente en su centro más femenino. El color alcanzó su cuello. Era muy humillante perder el control de su cuerpo cuando nunca le había ocurrido antes. Él no podía saberlo. Ella no podía delatarse ante su mirada aguda e inquisitiva.

– Lo siento, tienes la piel muy delicada, cariño. Siempre lo olvido. ¿Qué te dijo Susan? -insistió.

Ella se encogió de hombros ligeramente, ignorando las sensaciones extrañas que su cercanía le provocaba.

– Sólo cháchara de chicas. -Ella mantuvo su voz equilibrada pero su toque la había alteraba tanto que no podía enfrentar su mirada.

Él suspiró, sin que sus ojos dorados se apartaran de su cara.

– Dios mío, estoy cansado. Han sido dos largas semanas. ¿Has hecho algo de café?

Ella le dedicó una rápida sonrisa.

– Por supuesto, ya sabes que siempre lo hago. ¿Quieres comer? -Ella le dio una taza humeante. Él parecía cansado, su pelo estaba despeinado y revuelto, justo como a ella más le gustaba.

Él negó con la cabeza.

– El café es genial. He estado soñando con tu café. ¿Dónde están los monstruitos?

– Jugando arriba. Me sorprende que no estén ya aquí abajo. No han debido de oírte entrar. -Ella le observó echar a un lado su abrigo y hundirse en una de las sillas de la cocina. Inconscientemente, Emma extendió la mano y apartó un mechón revoltoso en su frente.

Él inclinó la silla, sus ojos dorados fijos en el pulso palpitante en el hueco de la garganta de ella. Ella se movió con una curiosa, delicada y femenina retirada. Una sonrisa torcida tocó su boca. Él deliberadamente permitió a sus ojos una exploración perezosa del cuerpo suave y curvilíneo.

– ¿Los niños han sido buenos?

– Siempre son buenos, aunque te echaron de menos, si eso es lo que preguntas. -Emma se sirvió una taza de café y se apoyó contra el fregadero, a una pequeña pero relativamente segura distancia de él.

– ¿Y tú qué? ¿Me echaste menos? -Su voz era un susurro suave, como un roce de dedos por su piel.

Un ligero rubor coloreó su cara. Ella adoraba el sonido de su voz.

– Por supuesto que te eché de menos. Siempre te añoro. -Y lo hacía, tan arrogante y mandón como era-. Esperaba que volvieras hoy a casa.

– ¿Por qué hoy? -Él tomó otro sorbo de café con una sonrisa apreciativa-. Esto es mejor que el oro. De verdad que echo de menos tu café cuando estoy fuera.

– Es tu cumpleaños.

Jake entrecerró sus ojos, sentándose más derecho, observando a Emma cruzar la habitación hacia las alacenas de la pared. Ella tuvo que estirarse, poniéndose de puntillas, pero logró bajar un paquete grande y plano. Él intentó no reaccionar, tensándose, para no levantarse y salir. Era un regalo de cumpleaños, no era gran cosa, y de ningún modo podía decirle que no lo quería, no sabía qué hacer con ello. Las pequeñas bondades eran demasiado duras de aceptar. Ella tenía una mirada en su cara que era un regalo de cumpleaños en sí misma, y más de lo que él alguna vez pudiera desear.

Emma había hecho de su casa un hogar. Ella siempre iba más allá, siempre mostrándole de muchas formas que él era importante para ella. Como ahora. Colocó su taza de café sobre la mesa, temiendo que sus manos temblaran y le delataran. Debería haberse percatado de que ella recordaría que dos años atrás, cuando ella estuvo en el hospital, se lo había dicho. Apenas era consciente de algo, angustiada y asustada, pero ella recordaba un detalle tan trivial como su cumpleaños.

Ella había insistido en celebrar el cumpleaños de Kyle, pero eso era diferente, muy diferente bajo el punto de vista de él. Se levantó, el leopardo en él inquieto ante su repentino estado de alerta, con la adrenalina extendiéndose por sus venas.

– Lo hice para ti.

Joshua había informado sobre el viaje de ella hasta el pueblo. Él había considerado enviar unos guardaespaldas con ella, hombres que ella no sabría que estaban allí para protegerla. Esta era la razón. Este paquete que ella le tendía. Lo tomó de su mano, asombrado por su peso. Ella parecía ansiosa.

– La gran pregunta -bromeó ella, apoyándose alternativamente de un pie al otro-. ¿Qué le compra una al hombre que lo tiene todo?

Él colocó el paquete sobre la mesa, pasando su mano sobre el fino papel, las yemas de sus dedos absorbiendo la textura. Su primer regalo de cumpleaños. Una parte de él todavía no confiaba en el sentimiento y quería correr, pero otra parte quería saborear el momento, para prolongar la anticipación de ver lo que ella tenía sólo para él.

Él tomó aliento, lo expulsó y arrancó de un tirón el papel. Su propia cara lo miraba, medio hombre, medio leopardo. El poder del leopardo estaba en los ojos dorados, enfocados y clavados en él desde cualquier ángulo. La pintura era asombrosa, y captaba la quietud y un misterio salvaje e indómito. Más que eso, el pintor parecía conocer el tema, cada línea, cada curva, la fuerza y la lejanía, aunque cada pincelada transmitía una caricia, una mano cariñosa.

Él no podía hablar, sus cuerdas vocales estaban paralizadas. ¿Lo sabía ella? No era una imagen del cambio mismo, más bien un cuadro de una personalidad cambiante. Éste no era el trabajo de un aficionado, aunque había una cierta crudeza en la pintura. Ella era buena. Más que buena.

– No tienes que colgarlo si no te gusta, Jake. Te gustan tanto los leopardos. Siempre te veo tocando la escultura de bronce que tienes al lado de la escalera. Y tu oficina tiene unas pinturas y esculturas asombrosas de leopardos. Pensé que te gustaría…

Los dedos de él se curvaron alrededor de su nuca, atrayéndola hacia él, puso el pulgar bajo su barbilla, forzándola a elevar el rostro hacia su boca descendente.

Emma se aterrorizó, observando sus ojos amenazantes justo antes de sentir su aliento. Su corazón se estremeció. Los labios de él eran como terciopelo suave, firme, tan caliente e insistente. Alas de mariposa revolotearon en su estómago. Su lengua acariciada las comisuras de la boca de ella y Emma no pudo detener el suspiro que se le escapó. Él metió su otra mano entre el pelo de ella, dirigiendo su cabeza, moviéndola hacia el ángulo perfecto para darle acceso.

Jake no podía detenerse aunque su vida hubiera dependido de ello. Había esperado demasiado para saborearla, para sentir los labios suaves aterciopelados aplastados bajo él, para buscar el paraíso cálido y húmedo de su boca. El problema era que, una vez empezado, no parecía poder detenerse. Perdió todo control, perdiéndose en el calor ardiente, y en el asombroso y único sabor que era Emma.

Ella se quedó muy quieta durante un momento, consintiendo su invasión. Pero cuando sus demandas aumentaron, ella comenzó a responder, mientras él respiraba por los dos, enredando su lengua con la de ella en un baile erótico que enviaba relámpagos que cruzaban velozmente su cuerpo, haciendo que la sangre latiera en su miembro y que cada célula de su cuerpo saltara a la vida. El leopardo rondaba cerca de la superficie, demandando una compañera, arañando y dando zarpazos en su vientre por la necesidad.

No tenía otra elección que levantar la cabeza por su propia conservación. Si continuaba, si la tocaba como deseaba, nunca se detendría. Él tomó aire, mirando en su cara, aprendiendo de memoria cada detalle.

Emma dio un paso atrás, con los ojos un poco desenfocados.

– ¿Qué fue eso? -preguntó, luchando por respirar.

– Eso fue un agradecimiento. Me gusta la pintura -le dirigió una sonrisa-. Nunca había tenido un regalo de cumpleaños de verdad. Este es el primero.

Ella frunció el ceño.

– ¿Nunca? Por qué ibas…

Su mirada detuvo su frase a la mitad.

La tensión se disolvió, aunque ella todavía tenía una expresión cautelosa en los ojos.

– Entonces me alegro mucho de haberlo pintado para ti. No fue fácil mantenerlo en secreto, pero has estado fuera muchos días y eso me dio tiempo extra.

Él frunció el ceño. Tenía un sentido del olfato excelente y era extraño que no hubiera notado el olor a pintura.

– ¿Dónde trabajabas en él?

Emma casi resplandecía, haciéndole desear atraerla de vuelta a sus brazos.

– Joshua me construyó un pequeño taller en el granero. No vas allí a menudo, así que pensamos que era el mejor lugar para guardar un secreto.

Cada músculo en su cuerpo se contrajo. El leopardo saltó, arañándolo, gruñendo en señal de protesta. Incluso su pene se endureció, un arma fuerte y pulsante amenazando con tomar venganza.

– Lo siento -dijo él suavemente-. ¿Qué dijiste?

Emma emitió otra amplia sonrisa.

– ¿Lo puedes creer? Realmente logramos mantener la pintura en secreto. Fue realmente difícil de instalar el alumbrado correcto. El pobre Joshua tuvo que cambiarlo unas cien veces antes de que quedara satisfecha. No había pintado en mucho tiempo, así que estaba nerviosa en hacerlo para ti. Él fue estupendo, cuándo le dije lo importante que era para mí.

La voz de ella subía y bajaba mientras la sangre caliente surgía y se retiraba, retrocediendo y fluyendo como una serie de olas gigantescas. El trueno retumbaba en sus oídos, él solo podía respirar para acallar los oscuros celos que amenazaban con liberarse. Intentó no imaginarse a Joshua a solas con Emma, las dos cabezas juntas, tan cerca, a un aliento de distancia. Apretó los dedos en un puño apretado.

Nunca había sido un hombre celoso. Esta emoción horrible que lo sacudía era fea y destructiva. Luchó por recuperar el control, conmocionado por su incapacidad de detener el creciente mar de cólera. Quería sentir el cuello de Joshua bajo sus dedos, ver al hombre ahogándose, el aliento abandonando su cuerpo. Quería desgarrarle el vientre, una feroz necesidad primitiva y poderosa.

– ¿Cómo de estupendo fue? -Su voz era un gruñido, una amenaza retumbando en su garganta.

Se volvió hacia Emma, su cuerpo mucho mayor gravitando sobre el de ella, haciéndola retroceder contra el fregadero, atrapando su cuerpo contra la encimera, sus brazos a cada costado de ella para formar una jaula.

– ¿Cómo de estupendo, Emma?

El peligro zumbaba en el aire. Emma sintió la tensión en la habitación aumentando en intensidad sin estar segura de la razón. Qué hacía que su cuerpo se alarmara. Sus senos se tensaron, con los pezones excitados al máximo. La excitación pulsaba en su vientre y sus muslos. Un líquido caliente se acumulaba y su vientre se contrajo. Su respiración se convirtió en un jadeo. Ella era demasiado consciente del calor del cuerpo de Jake, de cada músculo moviéndose bajo su piel. Los ojos de él brillaban intensamente como el oro viejo, y su boca provocaba fantasías eróticas en su cabeza.

En toda su vida ella nunca se había sentido tan dolorida, tan necesitada, y podía ver por qué las mujeres se lanzaban sobre Jake. Era un poco humillante estar entre ellas, una mujer deseando mendigar su atención. Ella bajó la mirada, no quería que él viera lo que le estaba pasando. Incluso su piel era consciente de él, un zumbido eléctrico que crepitaba en sus terminaciones nerviosas.

– Maldita sea, Emma, dame una jodida respuesta.

Bien. Ahora estaba realmente enferma. Su ruda demanda sólo envió una oleada de fuego a través del calor líquido. Sus apretados músculos interiores se convulsionaron. Aspiró profundamente y expulsó el aliento, decidida a no permitir que su aguda conciencia sexual de él, la afectara.

– ¿Estás furioso conmigo por algo, Jake? -Su piel ardía y por un momento ella hubiera jurado que algo se movía en su interior, libre y salvaje. La ropa le molestaba de verdad, contra su piel sensible. Ella deseaba volver el rostro hacia Jake y devorar su boca, desgarrando su ropa y deleitándose con su cuerpo.

La garganta de Emma se cerró y retrocedió contra la encimera, horrorizada por sus pensamientos. ¿Qué estaba mal en ella? Nunca se había comportado así. Nunca se había sentido lasciva, necesitada y desesperada por sexo. ¿Y con Jake? Nunca podría vivir después consigo misma. Después de que ella se convirtiera en una de sus mujeres descartadas. Tendría que dejar a Kyle. Apartar a Andraya de todo lo que conocía. Ella tenía que apartarse de él.

Desesperadamente, Emma levantó ambas manos y apartó de un fuerte empujón el muro que era el pecho de Jake.

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