Capítulo 16

EMMA despertó lentamente, tenía la boca seca, y unas taladradoras le perforaban las sienes. Se acurrucó en el calor que la rodeaba antes de darse cuenta de que Jake la mecía en la silla grande que le había traído a su cuarto un año antes, cuando nació Andraya. A él le gustaba sentarse en la silla y mecer a Kyle, alimentarle con el biberón mientras ella alimentaba a Andraya.

– No me gustas mucho -murmuró ella, manteniendo los ojos cerrados. El cuarto estaba oscuro, la casa silenciosa. Bajo su mejilla el pecho de él estaba desnudo.

– Sé que no -contestó suavemente-. Vuelve a dormir. El médico dijo que tendrías dolor de cabeza y probablemente te sentirías como si un camión te hubiera atropellado.

En su mayor parte se sentía agotada. La sacudió un poco que él hubiera traído a un médico y ni siquiera se hubiera despertado de las drogas lo bastante para notarlo.

– Deberías haber estado pensando en mí, Jake, no en ti mismo. Fue una experiencia terrible. El hombre me habría violado. Quizás todos ellos.

Él le acarició la coronilla con la nariz.

– No estaba pensando como un hombre, Emma. No es ninguna excusa, pero es la verdad.

– Mi madre era leopardo, Jake. No había diferencia entre ella y su leopardo, y no debería haberla contigo tampoco. Utilizas a tu leopardo como una excusa.

Él sonrió ante la pequeña mordedura en su voz y enterró brevemente la cara en su pelo otra vez.

– Deberías haberme contado lo de tu madre.

– ¿Por qué? ¿Cómo? No es exactamente normal. Tú no me lo dijiste. -Emma se pasó una mano sobre la cara. El brazo todavía se sentía como plomo.

– No tuviste miedo, ni siquiera te sorprendiste cuando cambié.

– He vivido contigo durante dos años, Jake. ¿Creías que no vería las marcas de garras en los suelos y paredes, especialmente en tu oficina? ¿Pensabas que yo no sabría lo que hacías las noches que ibas a correr y volvías con tu ropa destrozada? ¿O esa vez que vino tu madre, el enemigo -se corrigió-, y dejaste marcas frescas en el suelo de la guardería infantil y te pinchaste tus propias palmas? Viví con mi madre durante diecinueve años. No es como si no pudiera leer los signos u oler al leopardo. Si no querías decírmelo, yo no iba a plantearlo.

– Y tu familia había sido cazada. No confiabas enteramente en mí, ni en nadie más -apuntó Jake, sabiendo que era verdad.

Ella se encogió de hombros y levantó la cabeza, abriendo por primera vez los ojos. Sus ojos eran todavía los de un gato, resplandeciendo rojos en la oscuridad.

– Tienes que admitir, fue una gran coincidencia, mi madre siendo un leopardo, nuestra familia cazada y finalmente asesinada, y entonces me traes aquí. Drake. Joshua. Conner. Aparte de mi madre, nunca había encontrado a un solo leopardo hasta que te conocí. Tenía que saber lo que querías.

Por lo menos ella no había huido de él. Había tenido el valor de quedarse, de darle una oportunidad de probarse, aunque tenía que saber que había una posibilidad de que él tuviera motivos ulteriores.

– Y Trent y el enemigo te lo dijeron, sin duda. -Su voz tenía una nota de amargura. Sabía que no se resistirían a plantar semillas de duda en su mente.

– Me contaron lo que querían que yo creyera. Y se lo que querían, eso estaba muy claro. Un cachorro de mí. Piensan que quizás sea una cambiaformas, o que al menos puedo producir uno para ellos. Creen que uno les dará ventaja en los campos petrolíferos, pero dudo de que todos los cambiaformas puedan olfatear petróleo en el suelo o lo estarían haciendo ya. Quieren que crea que esa es la única cosa que tú quieres de mí también, eso y evitar que ellos me tengan. -Le miró-. Pensé que era extraño que no se dieran cuenta de que se sienten con todos los derechos del mundo, creyendo que tienen el derecho de comprar personas, que de algún modo son superiores al resto de nosotros.

– Todo este tiempo, ha sido un juego para mí, los enemigos, oponiéndose contra mí -admitió Jake-. Pensé que estaban tras un campo petrolífero desconocido o una reserva de gas natural. Sabía que querían a un cambiaformas bajo su propio control, pero aunque estaba seguro de que tenías la línea de sangre, no se me ocurrió que fueras tras lo que llevaban tanto tiempo. Me tiraron la oferta de bienes raíces, para hacerme mirar en otras direcciones, y caí en ella.

– ¿Entonces sabías sobre mí? -Su voz tenía una insinuación de cautela.

– No hasta recientemente, hasta que empezaste a… florecer. El desarrollo femenino es difícil de precisar. Nadie sabe que saca al leopardo hembra, o el primer celo.

– No soy un cambiaformas. Tengo la sangre y puedo sentir cosas, oler cosas, pero no tengo un leopardo. -Sonaba arrepentida.

– Quizá es que no ha salido todavía -dijo el, acariciándole la coronilla con la boca. Jake le acarició el sedoso pelo con dedos tranquilos.

– La cosa es, Jake, que no eres para nada como ellos, no importa lo que pienses de ti mismo. He vivido contigo demasiado tiempo como para que me ocultaras eso. No eres para nada como toda esa gente. -Le miró a los ojos-. Lo que sea que pienses sobre la sangre que corre por tus venas, creeme, tengo conocimiento de primera mano, y no eres para nada como ellos.

– Te he usado como cebo -dijo él, odiándose.

– Necesitábamos ver tras lo que iban, para proteger a nuestra familia, a los niños. Me meto en las cosas con los ojos abiertos, Jake.

El corazón de él se contrajo.

– Bien, ciérralos ahora. Vuelve a dormir, cariño. Podemos hablar por la mañana.

Emma se acurrucó más profundamente en sus brazos, sorprendida de cuán segura se sentía. Se dejó llevar, consciente de la fuerza de Jake, de cómo respiraba, del movimiento apacible de la mecedora. La siguiente vez que despertó, estaban en la cama de ella, con las mantas sobre ellos, el cuerpo de Jake envuelto apretadamente alrededor del suyo. Podía sentir las yemas de sus dedos que le acariciaban las costillas, suavemente, de adelante a atrás.

– ¿Jake? -Dijo su nombre interrogativamente. Parecía mucho más fácil encararlo en la oscuridad-. Gracias por rescatarme.

Él le besó el hombro desnudo.

– Hiciste un buen trabajo rescatándote a ti misma.

– Me contaron que mi padre es el sobrino de Trent y que cogió mucho dinero de éste para traer de vuelta a una cambiaformas femenina. Atrajo a mi madre a los Estados Unidos. Dijeron que planeaba venderla a Trent, que ya había tomado su dinero.

– Se casó con ella y la mantuvo a salvo.

– Pero pienso que decían la verdad, Jake -dijo, el corazón le latía demasiado rápido-. Creo que la traía de vuelta con la intención de entregársela a ellos, pero cambió de opinión. ¿Qué dice eso acerca de él? ¿Que consideraría vender a una mujer a su tío?

– Cariño, no puedes permitirles que manchen los recuerdos de tus padres. Dijiste que se amaban el uno al otro. Te amaban. Cualquier error que cometiera tu padre siendo joven, creciendo en esa familia con la clase de educación que él habría tenido, lo superó. Trent era peor que los enemigos. Sé que lo era. Tu padre debe haber sido castigado de la misma manera que yo por no ser lo que querían.

Ella permaneció silenciosa durante mucho tiempo.

– ¿Jake? Cuándo desperté, parecías muy asustado. ¿En que estabas pensando?

Él gimió y se dio la vuelta.

– ¿Por qué tienes que preguntarme cosas como esa cuando no quiero darte la respuesta?

Emma sonrió en la oscuridad. El cuerpo de Jake no estaba en su estado normal de duro como una piedra. Estaba molesto, ella podía sentir que su introspección le apenaba.

– Solo dímelo.

– Siempre sale lo peor de mí delante de ti. -Su voz sonó tensa-. No creo que pueda evitar parecer peor de lo que ya lo hago. Déjalo por esta vez.

Ella se dio la vuelta para mirarle. Tenía una excelente visión nocturna y él parecía tenso y destrozado. Presionó los dedos sobre su cara, trazando las líneas.

– Dímelo de todos modos. Hasta ahora no he huido de ti.

Él le agarró los dedos y los besó, reteniéndolos en la boca.

– Pero deberías, Emma. Tenías razón, sabes, acerca de anoche. He pensado mucho acerca de lo que dijiste. Pensaba sólo en mí. En la rabia de mi leopardo y en el olor de otro hombre en tu piel. No te sostuve, no te consolé, ni comprobé para ver si te habían hecho daño. No te di la oportunidad de hablar conmigo. No comprendo cómo me puedes mirar.

– Tienes un rápido proceso de aprendizaje, Jake. ¿Cómo puedes esperar saber cómo reaccionar contra algo, cuando nunca se te ha mostrado la manera correcta? No todo es instinto.

– La reacción de mi leopardo es instintiva.

Ella le sonrió.

– Eres tu leopardo. Tu leopardo es protector y tú también. Él es fuerte. Tú también. Lo que sea que esté dentro de ti, está dentro de tu felino. No estáis separados, Jake. Son uno y son el mismo.

Él permaneció silencioso durante mucho tiempo, los dientes arañándole las puntas de los dedos.

– Lo que realmente estás diciendo es que mi leopardo es una conveniencia para mí para culparle de todos mis peores rasgos.

– Posiblemente. Sé como era mi madre. Sí, tenía genio, podía ser celosa y posesiva, pero no permitía que eso la gobernara. Tu leopardo eres todavía tú. Si no estáis separados, tienes que aceptar esa parte de ti.

– Suenas como Drake ahora. -Rodó sobre la espalda, llevando su mano con él-. Hay tantos rasgos animales que no me gustan, Emma. No me gusta esa posibilidad.

– Pero hay tanto para gustar -indicó ella.

– Estaba aquí tumbado mirándote dormir y planeando matarlos, a los enemigos. Les debería haber matado hace mucho. ¿Es eso normal? ¿Es eso algo que las personas hacen? ¿Cómo piensan ellos? ¿Soy yo, o mi leopardo?

– Tú y tu leopardo son uno. Tú eres más agresivo que el hombre promedio, pero eso solo significa que necesitas tener un control más fuerte. Por supuesto, quieres eliminar cualquier amenaza contra tu familia. Algunas personas quizás piensen en matar a alguien, pero no lo hacen realmente. Esa es una de esas cosas inaceptables que jamás harás si es posible evitarlo.

– Nadie va a detenerlos. Seguirán viniendo tras nosotros. -Le deslizó la mano por el pelo-. Honestamente no se que haría si algo te sucediera.

– Cuidarías de nuestros niños. -Se aupó sobre los codos y le apartó el pelo caído sobre su frente-. Eso es lo que harías, Jake.

La mano de él fue hasta su nuca. Ella podía sentir su cuerpo temblando mientras le empujaba la cabeza hacia la de él para poder encontrar su boca. El beso sabía a lágrimas. A amor. A todo lo que él no podía decir en voz alta. Fue tierno, increíblemente suave.

– Eres tan hermosa, Emma. Y no quiero decir físicamente, aunque también lo seas. No se de donde has venido, pero no ha sido de ningún sitio de esta tierra.

Ella colocó la cabeza en su pecho, escuchándole el corazón.

– Tengo sangre de leopardo corriendo por mis venas, Jake. Créeme, tengo el mismo mal genio y la vena celosa que tú.

– Me siento perdido esta noche -cuchicheó, sosteniéndola cerca de él allí en la oscuridad.

– Está bien -dijo ella suavemente-. Estoy aquí y no permitiré que nada te suceda. -Cerró los ojos y se permitió relajarse contra su cuerpo.

– ¿Mami? -Ambos giraron las cabezas hacia la puerta, donde Kyle estaba de pie inseguro-. Tengo miedo.

Los dos le tendieron la mano simultáneamente.

– Ven aquí, hijo -animó Jake. Kyle trepó a la cama y Jake lo metió entre ellos-. No hay nada que temer. Estás a salvo.

– ¿Papá? -Andraya tomó el lugar de su hermano en la puerta. O había visto a Kyle salir del cuarto, o él la había despertado para acompañarlo, lo cual era más probable.

Jake pronunció un suave gemido y la llamó por señas, con una sonrisa amplia cuando miró a Emma. Andraya se arrastró sobre su padre e, ignorando a Kyle, se metió en el centro, meneándose hasta encontrar una posición cómoda. Jake puso el brazo alrededor de todos -su familia- y se tumbó, enredando los dedos con los de Emma, recordando que no hacia mucho había estado completamente solo en su casa. Ahora, apenas podían entrar en la cama.

– Tendremos que tener otro para llenar este espacio aquí a mi lado -dijo Jake, palmeando el único lugar vacío que podía encontrar.

Los dedos de Emma se apretaron alrededor de los suyos.

– Tendremos que conseguir una cama más grande.

Jake se durmió primero y Emma le miró, durmiendo como sus hijos. No parecía más joven, sólo más relajado. El corazón le dolió por él. Luchaba por llegar a ser el hombre que ella sabía que quería ser, pero luchaba a cada paso del camino, aterrorizado de ser vulnerable. Ella le podría haber dicho que ya era demasiado tarde, que ya estaba allí, pero sabía que él tenía que darse cuente por si mismo, no solo en un momento en mitad de la noche cuando estaba oscuro y no tenía que mirarla a los ojos. Tenía que aceptar que sabía como amarles. A ella. A los niños. A su vida juntos.

Se dejó llevar, soñando con su madre y el modo en que Emma siempre había querido correr con ella. Amaba cuando su madre asumía su forma animal y ella podía tumbarse junto a ella, con los dedos enredados en la piel, sintiendo el placer extraordinario de estar tan cerca de algo salvaje y poderoso. Su padre no era un cambiaformas, y las probabilidades de ser como su madre estaban contra ella. Al menos tenía a Jake, y podría frotar la cara en su piel y arreglárselas con eso.

Emma despertó con el sonido de risas y varias voces susurrando. La conspiración colgaba pesada en el aire. Giró la cabeza y los vio formando una fila. A los que amaba. Jake, entre Kyle y Andraya. Tenía una bandeja y cada uno llevaba una flor. Se incorporó. Jake le sonrió cuando la sabana resbaló, revelando la curva del seno, y ella estuvo forzada a tirar de ella hacia arriba rápidamente. Jake dejó la bandeja y le entregó una camisa del armario. Era con botones en el cuello, y ella se la puso apresuradamente, abotonando los botones bajo la mirada divertida de Jake.

– Hemos hecho el desayuno, mami -anunció Kyle.

Andraya cabeceó.

– Desayuno -repitió ella.

– Tiene buena pinta -dijo Emma-. Muchas gracias. -Jake le puso la bandeja en el regazo y ella trató de no parecer consternada ante la extraña mezcla que parecía como si tuviera huevos en ella-. ¿Han cocinado los dos?

– Papá ayudó.

– ¿Y él te dejó elegir lo que quisiste poner en los huevos de Mami? -Emma miró a la cara de Jake. Se había divertido. Había aprendido a divertirse, a pasar la mañana con sus hijos, dejándoles mezclar los ingredientes de sus huevos. Ella podía ver que las arrugas de tensión se habían suavizado y le imaginó con los niños en las sillas, encorvado sobre un bol, y Jake riéndose de sí mismo.

– Estaban muy seguros de lo que debe mezclarse en un desayuno -dijo Jake, intentando parecer inocente. Falló miserablemente.

El corazón de Emma se derritió ante la traviesa alegría en sus ojos. Él nunca había aprendido el arte de bromear, pero aquí estaba, con dos manitas gordinflonas agarradas a la suya, las caras sonriéndole abiertamente.

– ¿No tienes hambre? -preguntó Kyle ansiosamente.

– Estaba pensando que Papá debería compartir esto con Mami -dijo Emma, tendiendo una cucharada de la mezcla de huevo.

Ambos niños miraron a Jake expectantemente. Él miró fijamente al lío pegajoso como si le fuera a morder.

– Papá ya ha comido, ¿recuerdan?

– Siempre tienes hambre y los niños hicieron un trabajo tan bueno -replicó Emma.

– Tienes una vena malvada -observó Jake, encaramándose al borde de la cama-. Voy a vengarme, lo sabes.

De mala gana tomó la cuchara.

– Creo que estoy bastante segura -dijo Emma, sabiendo que sus venganzas tendían a ser sexuales. Le sonrió burlonamente y mientras los niños le miraban puso de mala gana la cuchara en la boca.

Ella le tendió el vaso de zumo de naranja para que pudiera bajarlo cuando él tragó. Jake se atragantó un poco, sonrió a los niños y levantó la voz.

– Susan. ¿Podrías ver si la niñera está aquí para vigilar a los niños mientras Emma se ducha?

Tenía esa oscura voz de terciopelo que insinuaba todo tipo de cosas eróticas. Susan vino corriendo y agarró a cada niño por una mano.

– Los llevaré abajo. -Se ruborizó hasta la raíz del cabello, pensando obviamente que Jake quería estar a solas con Emma.

– No puedes comer esta cosa -dijo Jake tan pronto como Andraya y Kyle se fueron-. Estarás enferma durante una semana. -Tomó la bandeja y la puso aparte.

Ella comenzó a salir de la cama pero él la detuvo, tomándola de la mano.

– Quiero casarme.

Emma alzó la mirada asustada.

– Acabamos de prometernos.

– Soy consciente de eso, Emma, pero tenemos dos niños. Simplemente hagámoslo. Puedo conseguir una licencia inmediatamente y podemos traer a un juez aquí y sólo hacerlo. A propósito, tengo los papeles para que firmes la adopción.

Emma arrancó la mano y apartó las mantas, rodando lejos de él al otro lado de la cama donde tenía una bata. No podía pensar claramente estando casi desnuda con él completamente vestido. Había algo demasiado erótico acerca de la manera en que sus ojos le acariciaban la piel y le calentaban el cuerpo. El cerebro se negaba a funcionar. No iba a decir sí simplemente porque deseara sexo, y deseaba sexo. Justo mirarle la llenaba de amor.

Él estaba tan perdido. Lo había admitido ante ella. Luchaba contra sí mismo sobre los sentimientos crecientes que tenía hacia ella. Emma sabía que él quería mantener sus emociones guardadas y considerarla a ella y a los niños de la manera en que hacía con sus posesiones. Suyos. Les cuidaba, les protegía, les proporcionaba lo mejor para ellos, pero no invertía en su corazón. El problema era que Jake no se conocía muy bien. Se preocupaba por la gente que trabajaba para él. Se preocupaba por Drake y Joshua y por los dos casos perdidos que había traído a casa. Y amaba a Andraya y Kyle. En los ojos, cuando la sostenía, en su voz cuando le hablaba en mitad de la noche, Emma veía y oía que él la amaba. No lo reconocería, pero ella si.

– Emma, deja de andar con rodeos. ¿Cuán difícil puede ser decir solo sí? ¿Por qué no lo haríamos?

– Eres como un supermillonario, Jake. Necesitas un acuerdo prenupcial para protegerte. Eso lleva su tiempo, especialmente cuando tienes el dinero, las propiedades y las compañías que tú tienes.

La ceja de Jake se disparó arriba.

– ¿Stillman se ha puesto en contacto contigo? -preguntó sospechosamente.

Emma se encogió de hombros, tratando de parecer casual.

– Yo contacté con él.

Él se puso de pie, cerniéndose sobre ella, pareciendo increíblemente intimidante. Emma se negó a retroceder, alzó la mirada, negándose a arrepentirse por hacer lo que sentía que estaba bien.

– ¿Hiciste que?

– Era importante para mí protegerte -dijo Emma calladamente.

– No.

Emma pasó por delante de él, dirigiéndose al cuarto de baño, con los nervios rotos ante el tictac del músculo de la mandíbula de Jake. Éste la agarró del brazo, deteniéndola bruscamente.

– No voy a discutir esto contigo, Jake -dijo, apretando los labios.

– No, discutiré esto con Stillman. No quiero un acuerdo prenupcial. Va a ser suficiente difícil sin que tu estés pensando que no estamos en igual situación. Cualquier cosa que tengo es tuya. Era en serio lo que dije la primera vez que hablamos de matrimonio. No creo en el divorcio. Esto es para nosotros. Lo hacemos, y encontraremos un modo de vivir con ello.

El corazón de Emma saltó.

– Jake, intenta ser un poco romántico acerca del matrimonio en vez de ser despiadado. Suena como si me amenazaras en vez de hacerme una proposición.

Él la agarró del mentón y le inclinó la cara hacia arriba.

– Nunca he intentado mentirte acerca de cómo soy por dentro o cuán difícil puedo ser. Tengo plena confianza en que haré cuanto pueda por ti, pero también soy muy consciente de que querré todo a mí manera. Eres dulce y amable, Emma, y es probable que me aproveche de ello y te pase por encima si me dejas. Quiero un campo de juego nivelado donde nunca sientas como si todas las ventajas estuvieran de mi lado.

Ella sacudió la cabeza.

– Tu lógica es tan escurridiza, Jake.

– Planeo tener media docena de niños contigo. ¿Por qué? Para mantenerte aquí mismo, en este rancho, así no hay lugar al que puedas huir. Esa es mi clase de lógica, Emma.

– Se supone que tienes niños porque los deseas, Jake -indicó ella, exasperada-. No para mantenerme ocupada y que no pueda huir.

– Los deseo porque vas a amarlos. Quiero mirarte amándolos. Quiero ver esa mirada que se te pone en la cara siempre que los miras. Quiero oír el sonido de tu voz, esa nota especial que reservas sólo para ellos. Podría vivir para siempre escuchándote hablar con los niños. -No podía decirle lo que le provocaba por dentro. Le hacia suave. Feliz. Estúpidamente feliz. Le asustaba muchísimo la manera en que ella le hacia feliz.

– Jake, algún día te tienes que dar cuenta de que voy a permanecer contigo porque quiero estar contigo. Tú sólo piensas que me has manipulado. Sabía lo que hacías todo el tiempo. Permanezco aquí porque te amo…

Si existe tal cosa como el amor, Emma, y no digo que la haya, te atrapé para amarme.

Ella se echó a reír, le lanzó los brazos alrededor, le abrazó apretadamente, levantando la boca hacia la suya, besándolo con un largo y lento beso.

Mientras Jake la sostenía junto a él, su corazón hizo esa curiosa cosa de fundirse que siempre le alarmaba. Él no podía tener esto. No podía estar de este modo con ella. Ella le estaba poseyendo y haciéndole tan vulnerable que apenas podía respirar por el modo en que se sentía acerca de ella. Tenía que encontrar un modo de establecer su dominación y recuperar el control.

La apartó firmemente, intentando no mostrar que su respiración era desigual y forzada.

– Ningún acuerdo prenupcial, Emma. Sólo vamos a hacer la cosa.

– ¿La cosa? ¿Quieres decir nuestra boda? Eres tan romántico, Jake. Vete. Me estás molestando otra vez y yo que me estaba sintiendo toda amorosa contigo.

Era obvio para ella que Jake, además de traer a un doctor para comprobarla, le había restregado la piel en un esfuerzo por quitarle el olor del otro hombre. No podía culparle, como leopardo era sumamente sensible a lo que consideraría el hedor de otro macho. Pero ahora su piel se sentía en carne viva en algunos lugares.

Por supuesto él no salió aunque ella le dijo que lo hiciera. Él la miró vestirse, lanzando un suspiro cuando se puso un sujetador.

– ¿Por qué tienes que llevar eso?

– Porque no quiero que mi cuerpo se caiga cuando sea vieja. Y no soy un objeto sexual para que babees sobre él todo el día. Tengo trabajo que hacer.

– ¿Qué está mal con ser ambos? Me gusta la idea de que seas un objeto sexual mientras trabajas. -Su voz tenía una especulación sensual y un poco demasiado interés.

Emma le frunció el entrecejo y terminó apresuradamente, sujetándose el pelo arriba para que no estorbara.

– Sabes que me gusta el pelo suelto.

– Razón por lo qué no me lo corto. Estate contento con esto. Intenta tener el cabello suelto hasta tu trasero, estorbando mientras cuidas de niños. -Salió por delante de él-. Te voy a dar una tarea hoy, Jake. Mira el significado de la palabra romance.

Soy romántico. -La siguió escaleras abajo-. Pregunta a Susan. Ella te lo dirá.

Emma se detuvo en la ventana del pequeño rincón del desayuno donde tenía el reloj. Se lo había quitado cuando se vistió para la fiesta de la noche anterior.

– Susan tiene dieciséis y sus hormonas están desenfrenadas. Piensa que eres caliente.

– Soy caliente. Deberías escucharla más.

La ventana estaba abierta y el olor débil a mofeta la hizo arrugar la nariz.

– ¿No es esta la temporada equivocada del año para que las mofetas merodeen bajo la casa? Huele como si una hubiera soltado su peste afuera. -Cerró la ventana para dejar fuera el olor-. Creo que pondré algo de popurrí aquí dentro.

– Demasiada información para mí -dijo Jake con una pequeña risa-. Es tu casa, cariño. Haz lo que quieras. Voy a trabajar todo el día en mi oficina, por suerte sin el olor a mofeta o a popurrí, pero quizás te necesite más tarde. -Jake le dio una sonrisa malvada, los ojos dorados sensuales mientras la palmeaba en el trasero.

– En cualquier momento -estuvo de acuerdo Emma, su cuerpo calentándose ante el pensamiento mientras le golpeaba la mano. Había algo acerca de él que podía hacerle subir la temperatura en cuestión de segundos.

– Susan. -Jake hizo gestos a la joven para que lo siguiera cuando la chica giró la esquina-. Quería enseñarte la biblioteca.

– No sabía que tuvieras una biblioteca -dijo Susan, fascinada. Le siguió por el largo vestíbulo, por delante de las puertas cerradas que llevaban al ala de sus despachos privados-. Nunca he entrado en esta parte de la casa. Permanezco arriba o en los cuartos con Emma.

Jake abrió las dobles puertas del inmenso cuarto. Detrás de él, Susan jadeó cuando asimiló las estanterías de libros del suelo al techo, y la escalera de ruedas que corría por delante de las cuatro paredes sobre un carril.

– Eres bienvenida a usar esto en cualquier momento. Eres muy inteligente y puedes ser cualquier cosa que escojas ser. No importa si tu padre está en casa mucho o no. Eres bienvenida aquí. Tengo un tutor para ti y un instructor de defensa personal. Si necesitas alguna otra cosa, házmelo saber. Pero esto… -La mano barrió alrededor en un semicírculo para abarcar todo el cuarto-. Este es mi santuario. Aquí es donde aprendí a sobrevivir.

– Adoro los libros -dijo Susan.

– Mantengo la biblioteca al día. Si necesitas algo sobre algún tema y no puedes encontrarlo aquí, no dudes en pedírmelo. Todo está catalogado. Y hay ordenadores para que los uses también. Tengo una biblioteca de vídeos también.

– Jake. No puedo creer esto. Gracias. -Susan dio un paso dentro y dio pequeños brincos, apresurándose a un lado del cuarto para examinar los títulos de los libros de la sección de historia.

– No descuides ningún tema. Es sorprendente lo que el conocimiento puede hacer por ti.

Ella sacó un libro grande y lo abrió, escudriñó las páginas con la mirada.

– Amo los libros -repitió-. No tenía la menor idea de que tuvieras esta biblioteca.

– Susan. -Jake regresó a la puerta y se detuvo hasta que ella alzó la mirada-. Nunca permitas que nadie te haga pensar que eres menos de lo que eres. Muy pocas personas tienen tu don para los idiomas. Tienes una mente rápida y una naturaleza dulce. La gente puede querer hacerte sentir pequeña o pisotearte para subir ellos mismos. Ese es problema de ellos, no tuyo.

Susan asintió con la cabeza, aferrando el libro contra el pecho.

– Y quiero que aprendas defensa personal. Emma puede unirse a ti para las lecciones. Las puedes necesitar algún día.

Susan asintió otra vez, los ojos le brillaban.

– Gracias, Jake.

– Me dirijo a mi oficina. Si necesitas algo, utiliza el intercomunicador.

Susan esperó hasta que desapareció antes de correr por el vestíbulo para encontrarse con Emma y contárselo todo.

– ¿Clases de defensa personal? ¿Un tutor? ¿Piensa que podrá mantenerte?

Susan se abrazó.

– Me hizo sentir como parte de la familia. -Parpadeó rápidamente para refrenar las lágrimas-. No me he sentido así desde que mi madre murió. Papá siempre está fuera y yo estoy tan sola. No voy a una escuela regular y no tengo realmente a nadie en casa. Papá emplea a personas diferentes, pero no es lo mismo.

Emma la abrazó.

– Bien, ya conoces a Jake. Si él te reclama, te vigilará. No estarás tan agradecida cuando quieras empezar a tener citas.

– Quizá podría citarme con alguno de tus guardaespaldas. Realmente me gustan.

– Quizá podrías simplemente olvidar eso -dijo Emma-. Prometí a los niños que podrían jugar en los columpios. ¿Quieres ir con nosotros? -Activó el pequeño radiotransmisor que tenía instalado en el reloj para poder alertar a Drake de que salía de la casa con los niños.

– Si no te importa, quiero echar una mirada a la biblioteca. Es enorme -dijo Susan.

Emma no la culpó. Empujar a dos niños exigentes en los columpios no era la idea de una tarde de ensueño para una adolescente. Llamó a Kyle y Andraya y salieron corriendo al sendero del costado de la casa donde estaba situado el elaborado parque de juegos que Jake les había construido.

El aire era fresco, el viento soplaba, pero el campo de juegos estaba protegido y Emma les había envuelto en jerséis. Kyle corrió al tobogán y Andraya levantó los brazos para que la pusiera en el columpio de bebés. Emma abrochó con cuidado el cinturón de seguridad alrededor de ella y la empujó mientras ella gritaba con delicia. Kyle le gritó una y otra vez, asegurándose de que conseguía su cuota de atención.

Emma se sorprendió cuando su permanente guardaespaldas no apareció inmediatamente. Generalmente eran rápidos, pero ambos niños estaban siendo buenos y no llamó por radio una segunda vez, no queriendo que nadie se metiera en líos por no moverse lo bastante rápido.

– ¡Mami, mira! -Kyle señaló a la esquina de la casa donde el jardinero había plantado plantas altas. Le gustaban especialmente las variedades de allí y Kyle y Andraya adoraban jugar en la mini-selva.

– ¿Que, pequeño? -preguntó, no viendo nada excepto las ondas de césped mientras el viento jugueteaba con las plantas.

Kyle le dio una mirada severa.

– No pequeño. Soy Kyle -anunció firmemente.

Emma pareció contrita.

– Sí, por supuesto que eres Kyle. -Su identidad significaba mucho para él.

Bajó por el tobogán otra vez, mirando el césped atentamente. Emma intentó ver lo que le interesaba, pero era imposible decir si era el juego del viento, las abigarradas hierbas altas de varios colores o alguna piedra brillante en el suelo.

Andraya pateó los pies y gritó otra vez.

– Más. Más.

Emma la empujó más alto. Andraya se meneó en el asiento, riéndose en voz alta. Emma miró hacia atrás, a Kyle, para encontrar que había bajado por el tobogán y estaba entrando en el campo de hierbas altas.

– Espera, Kyle -llamó y pulsó el botón de la radio otra vez. Corrió detrás de él.

Por supuesto él no esperó, desapareciendo entre las plantas gruesas y altas. Emma miró a Andraya y corrió tras Kyle, llamándole por su nombre mientras se apresuraba tras él. Vislumbró su camisa mientras serpenteaba por la hierba. Kyle se agachó, siguiendo algo.

– Kyle, hablo en serio. Para. ¿Qué estás siguiendo?

El viento cambió ligeramente y por un momento pensó que olía a gato. El corazón tartamudeó. Se quedó sin respiración. El terror la invadió. El olor que le llenó la nariz era igual al del hombre que la había asaltado la noche antes: Rory. Nunca olvidaría su olor.

– ¡Kyle! -Comenzó a correr. Se levantó viento, soplando directamente en su cara. El olor a mofeta le golpeó con fuerza, borrando el hedor de su agresor-. No toques nada. Regresa aquí ahora.

Mientras corría pulsó la radio otra vez. ¿Dónde demonios estaban todos?

– ¡Evan! ¡Drake! -Había una nota de histeria en su voz. Vislumbró a Kyle y aumentó la velocidad. Él ni siquiera alzó la mirada ante el sonido de su voz. Justo delante de él, deslizándose en la selva de hierba, había un pequeño animal peludo. Cuando le rozó la camisa con los dedos, Andraya chilló, un grito largo y agudo que le puso carne de gallina.

Enganchó la camisa de Kyle y tiró de él bruscamente para que parara, ignorando los gimoteos de protesta. Cogiéndolo en brazos, Emma se dio la vuelta y corrió, atemorizada de haber dejado a Andraya fuera de su vista aún por un corto momento. Kyle luchó, retorciéndose, parecía no tener huesos, determinado a volver con la pequeña criatura en la que estaba tan interesado.

Cuando salió de la hierba vio correr a Evan hacia Andraya. Las lágrimas corrían por la cara de la niña. Le tendía las manos a Evan y él la sacó del columpio, olvidando, en su prisa, desabrochar el cinturón de seguridad, así que tuvo que hacerlo mientras sostenía a la sollozante niña junto a él.

– ¿Por qué demonios no nos has llamado por radio cuando has salido de la casa?

Ella le miró con furia mientras patinaba hasta detenerse a su lado, todavía luchando con Kyle.

– He llamado, varias veces. No has venido. -El corazón todavía le atronaba en las orejas. El olor del gato ya hacía tiempo que se había fundido con el olor a mofeta, pero no podía sacárselo de la mente. Se le revolvió el estómago-. Llama a Drake y Joshua. Y a Jake. Llama a Jake.

Ella no podía dejar de temblar. Evan la miró con perplejidad, pero llamó por radio a los otros obedientemente antes de estirar la mano hacia el reloj de Emma.

– Déjame echar un vistazo. Algo debe estar mal.

Emma no se movió, se quedó justo allí, congelada en el lugar, hasta que Jake salió, dirigiéndose a zancadas hacia ella, pareciendo invencible, una torre de seguridad. Entregó a Kyle a Joshua cuando llegó y se lanzó a los brazos de Jake, echándose a llorar.

Jake miró a sus hombres en busca de explicación y todos sacudieron las cabezas.

– Joshua, lleva a los niños adentro. La niñera aparecerá pronto. Quédate en el cuarto de juegos hasta que llegue y entonces vigílalos hasta que volvamos a la normalidad. ¡Kyle! Ve con Joshua y compórtate o te irás a tu cuarto.

Kyle dejó de luchar inmediatamente y fue con Joshua. Andraya dejó de llorar el minuto en que Jake sonó severo. Ambos niños envolvieron los brazos alrededor del cuello de Joshua mientras éste les llevaba de vuelta a la casa.

Jake le frotó la espalda a Emma de modo tranquilizador.

– Tienes que decirnos que pasa.

– Su radio no funcionaba -ofreció Evan-. Oí chillar a Andraya y vine corriendo. No vi a Emma ni a Kyle hasta que vinieron corriendo por el césped. Ella me dijo que me había llamado por radio, pero no he recibido la llamada.

– Estaba aquí, Jake. -Emma le miró-. Se que era él. El de anoche. Le olí, pero entonces Kyle se puso a perseguir a una mofeta y sólo pude oler la mofeta, pero estoy segura… -Ahora no estaba tan segura. Quizá estaba paranoica. Quizá el trauma y las consecuencias de la droga le jugaban malas pasadas.

– Lo comprobaremos -aseguró Drake-. Llamaré a Conner. Puede rastrear cualquier cosa.

Jake echó una cuidadosa mirada alrededor, luego acompañó a Emma a la cocina, la puso en la silla y le hizo una taza de té mientras esperaban. Él se sentó enfrente de ella, sosteniéndole la mano, deslizaba el pulgar suavemente de aquí para allá sobre su muñeca.

La radio crujió.

– No hay rastro de leopardo, Jake. Rastros de mofeta. Conner encontró la guarida, pero la mofeta se ha ido. Ningún olor a leopardo en ningún sitio, Jake.

Emma colgó la cabeza, envolviendo las manos apretadamente alrededor de la taza de té.

– Debo estar paranoica. Lo siento, Jake.

– No lo sientas, Emma. Has pasado por un infierno y tienes todo el derecho a estar trastornada.

– Incluso sin el estúpido hombre leopardo rondando, la mofeta podría haber rociado a Kyle, o peor, ¿qué si tenía rabia? Debería haber sido más cuidadosa.

Jake envolvió el brazo alrededor de ella.

– No ha pasado nada, Emma. Kyle está bien, y también Andraya. Sólo estás sacudida por lo de anoche. La niñera está aquí y puede ayudar dentro de la casa; ellos jugarán en el cuarto de juegos donde sabes que estarán seguros.

– Deja de llamarla la niñera. Tiene un nombre. Brenda. Y no puedo creer que la hayas traído aquí cuando ni siquiera es enfermera pediátrica. Estás tan mimado, Jake. -En el minuto que las palabras escaparon se cubrió la boca, horrorizada de la mordacidad en su voz, horrorizada de sonar tan maliciosa como él.

– No quiero extraños en mi casa. Ella ha estado por aquí un par de años y sabe cómo hacemos las cosas. Quiere a los niños y es buena compañía para ti.

– Lo sé, lo siento. No soy yo misma esta mañana. Necesito… no sé que necesito. Algo podría haberle sucedido a Kyle. Podría haber bajado a los establos, Jake. Uno de los caballos le podría haber pateado.

– Pero no ha sucedido nada. Le agarraste antes de que consiguiera ir demasiado lejos. Los padres tienen sustos todo el tiempo. He leído acerca de ello en uno de los libros que tengo sobre cuidados de los niños.

Ella alzó la mirada, asustada.

– ¿Estás leyendo un libro sobre cuidado de niños?

Él parecía tímido.

– ¿Cómo sino voy a comprender todo esto? Las cosas cambian mientras crecen. Antes podía cogerles, sostenerles y eran felices. Ahora tengo que hacer cosas. No tengo ningún indicio de lo que hace feliz a un niño.

Emma presionó los labios en su mentón.

– Eres impresionante a veces.

Él se inclinó hacia ella, le sostuvo la mirada.

– Sabes que podrías ser una cambiaformas como tu madre, ¿verdad? ¿Has pensado sobre eso? Exhalas el olor, muy poderoso, de una mujer en su primer celo.

Ella arrugó la nariz.

– Eso no suena bien. ¿Estás diciendo que apesto?

Él se frotó la ensombrecida mandíbula.

– Ojalá. El olor es muy atrayente para los machos. Todos los machos leopardo, tanto si pueden cambiar como si no. Drake, Joshua y Conner tienen dificultades para estar cerca de ti ahora. Y estoy listo para volverme loco sobre ello.

– ¿De verdad? -Ella supo que no sonaba tan molesta como debería. A veces sentía algo salvaje por dentro, y a menudo esperaba que fuera la presencia de un leopardo, pero lo dudaba. Por otro lado, no tenía el más mínimo inconveniente en atraer a Jake.

– Vuelvo al trabajo -dijo él, frunciéndole el entrecejo-. Puedo ver que no estás arrepentida en lo más mínimo por ponerme tan duro como una roca.

– No realmente, no. -Ella le sonrió.

– Tendrás que ocuparte de ello -advirtió.

Ella asintió con la cabeza.

– Estaré esperando a esta noche.

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