Capítulo 15

– ESTÁS preciosa, Emma -dijo Jake-, absolutamente espléndida.

Ella agradeció que no dijese nada sobre su recogido. Jake lo prefería suelto, pero no pegaba con el look sofisticado que había intentado conseguir. En realidad, estaba mucho más nerviosa de lo que creía. Aquella gente no le importaba nada, pero quería ser de gran valía para Jake.

Llevaba unos zarcillos de oro en forma de nudos en las orejas y un brillante collar alrededor del cuello. Llevaba más nudos de oro en la muñeca, formando una pulsera. Las piezas eran espectaculares, únicas, y a la vez simples en diseño.

Puso la mano en la de él para que la ayudase a salir del coche. Intentó no temblar, no permitirle ver sus inesperados nervios. Después de todo, ella estaba allí para servirle de apoyo a él. Pero Jake podía leerla fácilmente, y ella no se sorprendió cuando le puso los dedos bajo la barbilla para alzar su rostro hacia él. Sus ojos eran penetrantes, centrados, resueltos.

– Estaremos bien, cariño. Recuerda las reglas y quédate cerca de mí. No confíes en nadie de aquí. Nadie en absoluto. Drake y Joshua estarán dentro; han venido como nuestros invitados y se quedarán cerca.

Emma presionó una mano contra su revuelto estómago.

– Estoy algo nerviosa, Jake. Puedo imaginar que no haré demasiados amigos esta noche.

– Me dijiste que podías oler las mentiras. Ten confianza en eso hoy. Usa tus sentidos.

Ella deslizó la mano en la de él.

– Estaré bien. Acabemos con esto.

Él se llevó la mano a los labios.

– Ellos estarán aquí.

– Lo importante es lo que tú necesites esta noche -dijo Emma.

– Tengo que descubrir qué buscan. Sé que creen que les daré uno de los niños. Tienen que tener algo gordo para creer que renunciaré a un niño por ellos.

Emma se puso rígida.

– No entiendo qué quiere decir eso. ¿Te han amenazado? ¿A nosotros? ¿Te están chantajeando? ¿Crees que estuvieron detrás de mi intento de secuestro?

Jake asintió con la cabeza.

– Sí, pero no sé por qué. Han trabajado duro, creyendo que estaban bajo el radar, y no tengo ni una sola pista de lo que están tramando, por qué intentan hacerse con el control de mi compañía, la que es dueña de varios trozos de tierra con la fuente de gas natural o petróleo. Ellos no tienen ni la menor posibilidad. Incluso habiendo sobornado a mi hombre, no han conseguido nada. Yo no soy tan estúpido como ese hombre. Ellos saben algo que yo no sé, y tengo que averiguar qué es. El conocimiento puede ser el arma más mortífera de todas.

– ¿Creen que renunciarás a un niño por dinero? ¿O que les darás dinero por mí?

Él habría renunciado a su vida por ella, o por los niños. Y quizás eso era lo que ellos buscaban. Jake no era capaz de comprender qué buscaban sus enemigos, y aquello le preocupaba más que cualquier otra cosa.

– Ellos entregarían a un niño en un instante, así que deben juzgar que yo soy igual. Es posible que tú descubras más de lo que yo descubriría. Se sentirán más inclinados a hablar delante de ti. Les gustan las insinuaciones y se consideran muy listos con sus comentarios mordaces. -Su mano se deslizó por su brazo hasta llegar al hombro y empujarla hacia él-. Ten cuidado, Emma, si resulta ser demasiado, hazme una señal y nos iremos.

Él estaba preocupado. De verdad. Y aquello no era propio de Jake. Había algo cociéndose detrás de todo que ella no lograba entender, para que él estuviese tan preocupado por una fiesta, sus nervios se convirtieron en mariposas adultas en su estómago mientras caminaban hacia la entrada, cogidos de la mano.

– Si nos separamos -y lo haremos, ellos se encargarán de eso-, aprovecha la oportunidad para sentarte en cualquier silla en el centro de la habitación. Te vigilaré. No aceptes bebidas de nadie, y cuando vayas a buscar una en el bar, no la sueltes y la vuelvas a coger.

Emma asintió, insegura de si sólo estaba siendo paranoico o si tenía información que no compartía con ella. Fuese como fuese, estaba realmente nerviosa mientras se acercaban a la elaborada mansión. Lo primero que llegó hasta ella fue el ruido, hiriendo sus sensibles oídos. Sintió calor, como si tuviese fiebre, la temperatura de su cuerpo se alzó hasta que sintió gotas de transpiración entre los pechos. Su cuerpo ardía en una creciente excitación. Ella sólo pudo achacarlo a la proximidad de Jake. Se estaba volviendo tan mala como él, necesitando alivio sexual a menudo o su cuerpo parecía arder todo continuamente.

Jake le echó un vistazo. El olor de Emma era atrayente, su cuerpo casi resplandecía. Pudo sentir el calor irradiando de ella, despertando su miembro hasta que estuvo duro y dilatado, doliendo por la necesidad de alivio. Ella podía provocarle aquello con facilidad, y se dio cuenta de que ninguna otra mujer le saciaría. Él tenía ganas de su cuerpo, y ella lo estaba llevando hasta el límite de su control sin otra cosa que vestirse para un evento al que él le había pedido que le acompañase.

Mientras se dirigían a la entrada, dejó que su mano se deslizara por su espalda y su redondo y firme trasero, buscando la línea de su ropa interior. Se había puesto un liguero y tacones altos, justo como él le había pedido, pero él sólo podía distinguir el perfil de unas bragas muy finas que se ajustaban a su forma. Aquello le asombró, con tanto en juego, el felino en él aún necesitaba el consuelo de su entrega a él, de su absoluta lealtad. Tenía que saber en todo momento que él era su elección, que ella le pertenecía.

¿Qué demonios le pasaba? ¿Dónde estaban su control y su disciplina? Se estaba debilitando, lo había estado durante las últimas dos horas, y cada vez se volvía peor, lentamente. Si aquella fiesta no hubiese sido tan importante se habría girado en redondo y los habría llevado a casa y lejos del peligro, pero sus negocios estaban siendo atacados. Sus empleados sobornados. Incluso una de sus secretarias, que había estado con él durante años, había informado de que había sido abordada por el abogado de Trent para que les proporcionara información. Y ahora amenazaban a su familia. ¿Por qué?

No le había sorprendido enterarse de que la institutriz de Susan Hindman estuviera relacionada con Trent y que había estado actuando bajo sus órdenes. Ella apestaba a leopardo. Una cambiaformas que no podía cambiar. Había puesto detectives privados tras ella y había descubierto que era una de las sobrinas de Trent que dormía con él a menudo. Haría cualquier cosa por él, incluso dormir con el senador para cimentar conexiones políticas para Trent. Aún así, eso no explicaba por qué le había ordenado intervenir el teléfono de su casa. ¿Qué estaban buscando? ¿Qué tipo de información tenían que Jake no?

Se inclinó para presionar la boca contra la oreja de Emma, sin estar seguro de si era él el que necesitaba el contacto o ella.

– ¿Lista, cielo?

Ella alzó la mirada y le sonrió. El estómago le dio un vuelco. Ella conseguía parecer serena a pesar de sus nervios.

– Terminemos con esto para poder estar solos. Esta noche me he vestido para ti, no para ellos.

Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de Jake y los nudos de su estómago poco a poco se soltaron.

– Te dejaste las bragas puestas.

– Cierto, pero puedo quitármelas cuando nos vayamos.

Jake sabía que ella le estaba dando algo más sobre lo que pensar, un secreto compartido. Su corazón le dio un pequeño y divertido vuelco.

– Me gusta tu forma de pensar. -Dejó que su mano se deslizara por su desnuda espalda y se deslizara dentro del material hasta rozar el lado de su pecho-. Voy a tener que aguantar una larga noche excitado solo con pensar en ti quitándote tus bragas y entregándomelas.

– Tan solo piensa en lo bien que te vas a sentir cuando de verdad lo haga -lo provocó ella.

Jake no necesitó llamar a la puerta; se abrió cuando se aproximaron y Joshua, Conner y Drake se unieron a ellos. La mano de Jake regresó a su lugar, en la parte trasera de su espalda, guiándola al interior. En el momento en que entraron, el olor de leopardos machos se hizo más pesado en la habitación. Incluso el olor a perfume no podía disfrazar el olor. El felino de Jake se estrelló con fuerza contra su piel, brincando y arañando, gruñendo por salir, por quitar a Emma de la cercanía de otros machos. Iba a pasarlo mal aquella noche. Ella olía de manera cautivadora, su cuerpo sexy mientras se movía por la habitación, la mano en su espalda, un gruñido de advertencia resonó en su pecho.

¡Habían traído machos leopardos! Rivales. Debían haberlo hecho a propósito. Se habrían enterado de lo de su locura, y querían que perdiese el control. Aquello iba a ser toda una ordalía de voluntad, de nervios, un conflicto que haría que ganase o lo perdiese todo. ¿Cuántos enemigos había en la habitación? Los Bingleys no eran leopardos. Sólo lo eran los Bannaconnis y los Trent, pero Drake y Joshua le habían dicho que había muchos leopardos dispuestos a ser empleados por cualquiera que pagasen sus servicios a precio de oro.

Drake sacudió la cabeza, indicando dos hombres apoyados distraídamente en la esquina, observándolos entrar. Obviamente los reconoció.

La habitación estaba repleta y Jake fue recibido inmediatamente mientras se abrían paso a través de la muchedumbre y se dirigían al bar. Divisó a Cathy, a Ryan Bannaconni y Josiah Trent hablando juntos en la esquina más alejada. Sabía que estarían allí. Se había preparado para verlos.

– En la esquina, los enemigos, y aún peor que ellos, Josiah Trent -le dijo a Emma-. No cometas el error de quedarte a solas con ellos. Quédate en mitad del cuarto, en público.

Había mucha gente reunida a su alrededor, impacientes por conocer a Emma, justo como él supuso que pasaría. La mantuvo cerca mientras cruzaba el cuarto toda la velada, hablando brevemente con tanta gente como pudo, intentando conseguir alguna información sobre cuál era el trasfondo de todo aquello. Conspiración. La olía. La saboreaba. Inevitablemente, mientras la noche transcurría, oyó el suave susurro de satisfacción deslizarse a través de él.

– Creo que he encontrado lo que buscaba, Emma. Voy a unirme al grupo de hombres que está junto a la ventana y hacerlos hablar sobre bienes inmuebles. Tarde o temprano me preguntarán si estoy dispuesto a vender mi empresa. Tú serías una gran distracción para todos, especialmente para mí. Necesito concentrarme en los matices. Voy a buscarte una copa de vino y quiero que te sientes en el sillón que está en medio de la habitación. La gente se acercará y hablará contigo, probablemente incluso nuestros enemigos, así que si no puedes soportarlo, hazme una señal y te sacaré de la situación.

– Pero necesitas tiempo.

– Tanto como puedas conseguirme.

– Entonces, en realidad, yo soy la distracción que mantendrá a tus enemigos alejados de ti.

Él asintió.

– Detesto tener que usarte así, pero nadie hablará si Trent, Cathy o Ryan están en la conversación. En el momento en que te sientes y yo me vaya, los tres se verán incapaces de resistirse y pulularán a tu alrededor como abejas a la miel.

– Que es por lo que no quieres que abandone tu lado. Quieres controlarlo cuando se acerquen a mí.

Jake estudió su alzado rostro. A veces, leer a Emma era algo difícil. Parecía ser todo un libro abierto, sin embargo, en aquel momento, no tenía ni idea de en qué estaba pensando. La cogió de la barbilla.

– ¿Estás enfadada conmigo?

– No, sé que esto es importante, Jake. -Hizo rodar su anillo de compromiso de un lado a otro-. Pero si vamos a ser compañeros, vas a tener que comenzar a confiar en mí lo suficiente para hablarme de lo que está pasando.

– No quiero que los problemas te alcancen.

Emma ondeó la mano hacia la habitación.

– Pero ya me están alcanzando. Y quizás a los niños. Quiero ser una compañera para ti, no otra carga más. -Se puso de puntillas y presionó un beso contra su barbilla-. Tráeme vino. Cuanto antes lo hagamos, mejor.

Él le dio un apretón a sus dedos, plegó su mano tras él y se abrió paso por la multitud. La gente se apartaba a su paso, abriendo un camino hasta la barra. Había varios camareros. Uno estaba libre, pero Jake no se movió hacia delante. Otro alzó la cabeza para indicar que estaba listo pero Jake lo ignoró. Un tercero, Evan, estaba sirviendo a dos personas y Jake simplemente permaneció detrás, algo fuera de su manera de ser. Emma sabía que él esperaba -y conseguía- un servicio instantáneo.

– Vino tinto -ordenó suavemente-. Algo bueno.

Evan metió la mano bajo la barra, ignorando las botellas que ya estaban abiertas, y les sirvió dos vasos, tendiéndoselos a Jake, sin prestar atención a Emma. La botella desapareció de nuevo bajo la barra.

Emma cogió el vaso, dejando que Jake la guiara hasta el sofá de cuero, ocupado por varias personas. Jake los fulminó con la mirada hasta que se fueron. La hizo sentar y depositó un beso sobre su coronilla.

– Espérame aquí.

Emma asintió y tomó un cauteloso sorbo de vino. Era bueno, y ella no era una gran conocedora de vinos. Observó cómo Jake se alejaba de ella. Había algo fluido y seguro en la manera en que se movía, como el agua fluyendo sobre la roca, sin que nada se pusiese en su camino. Era un oponente formidable, y se le ocurrió, no por primera vez, que de alguna forma estaba más allá de sus propias posibilidades.

– ¿Señorita Reynolds?

Emma sintió cómo se le contraía el estómago. Se forzó a alzar una sonrisa hacia Cathy Bannaconni.

– Querida, ¿puedo llamarte Emma? Me siento fatal debido a nuestro desafortunado primer encuentro y estaba esperando tener la oportunidad de disculparme y quizás, ¿explicarme? -La mujer mayor alargó la mano, sonriendo con valor.

Emma agarró su mano automáticamente. Cathy se la palmeó y luego apartó la suya bruscamente. Al hacerlo, unas de sus afiladas y rojas uñas arañó la parte interior de la muñeca de Emma.

La mano de Emma dio un tirón hacia detrás, aunque logró no tirar el vino. Un largo e inflamado arañazo goteaba sangre por su muñeca.

Cathy jadeó.

– ¡Oh no! Lo siento mucho. ¡Qué torpe soy! Permíteme buscarte un pañuelo. -Se apresuró a marcharse antes de que Emma pudiese protestar, regresando con un trozo de lino mojado en agua fría-. No debería dejarme crecer tanto las uñas. Es tan sólo un extraño hábito mío. -Emma extendió la tela sobre el picante arañazo, manteniendo la fría y refrescante humedad contra el inflamado corte.

– Estoy bien. No ha sido nada.

– Qué dulce de tu parte ser tan comprensiva. -Cathy soltó un suspiro de sufrimiento largamente contenido-. Estoy segura de que mi hijo te habrá contado todo tipo de historias sobre mí. Ahora probablemente he hecho algunas añadiduras a mi terrible imagen tras nuestro desastroso primer encuentro.

– Jake no habla de usted -dijo Emma.

Los ojos de Cathy se entrecerraron. Inhaló bruscamente. Una pequeña sonrisa desprovista de humor curvó sus labios.

– Eso está bien, querida. Sé que hemos empezado con mal pie, pero estaba muy preocupada por mi nieto. Jake puede ser bastante cruel. -Su mirada se detuvo en los debilitados moratones aún evidentes en la piel de Emma-. Pero habiendo vivido con él estos últimos dos años, estoy segura de que eres bien consciente de ello.

El murmullo de Emma fue evasivo. Alzó la vista cuando Jake se giró para verificar si todo iba bien. Alzó una ceja y ella negó con la cabeza, indicándole que podía manejar la conversación con su madre. Tenía que haber una razón para que Cathy Bannaconni la hubiese buscado, y ella iba a descubrir cuál era.

– Tengo algo que puede que quieras, querida -dijo Cathy-. Ya que serás mi nuera. Leí el anuncio en los periódicos. Fue todo un reportaje, aunque no dijeron mucho sobre tu familia y sus conexiones. Eso me pareció extraño, ¿a ti no?

Emma se puso rígida, volviéndose más introvertida. Tomó un trago del vino que Jake le había traído. Él había sido muy específico sobre no aceptar bebidas o soltarlas, ni siquiera un segundo. Cuando Cathy la había arañado, ella había mantenido la posesión de la fina copa de pie alto, y cuando se vio obligada a soltarla, para colocarse la fresca tela sobre el arañazo, había observado atentamente su bebida. ¿Qué sabía Cathy de ella?

– ¿No tienes curiosidad por lo que tengo? Perteneció a tu padre.

Esperó un segundo. Dos. Necesitaba el tiempo para normalizar su voz.

– ¿Cómo tendría usted algo que pertenecía a mi padre?

– ¿Señorita? ¿Desea algo para comer? -Un joven camarero le presentó una bandeja primero a Emma, y, cuando ésta negó con la cabeza, a Cathy. Emma apenas pudo ocultar una sonrisa cuando reconoció a Sean. Se sintió mucho más segura y su estómago se asentó un poco.

Cathy ondeó una mano para despedirlo, impaciente.

– Tu padre fue un querido amigo mío.

Las palabras estaban llenas de falsedad.

Una sombra la bañó cuando un alto y extremadamente atractivo hombre apareció sobre ella. Debía estar cerca de los sesenta, pero parecía más joven. Tenía la misma sensualidad estampada en su cara, aquella marca de seductora y peligrosa crueldad en su boca que también tenía Jake, aunque no se parecía en nada a Jake. Alzó la vista a sus ojos. Parecía vagamente familiar, aunque estaba segura de que nunca antes lo había visto. Inhaló profundamente y olió a depravación.

– Este es Josiah, querida. Josiah Trent. Josiah, esta es la encantadora prometida de Jake. Joshia es el tío de tu padre, querida.

Por un momento fue incapaz de respirar. Se sintió realmente mareada, la habitación comenzaba a girar alarmantemente. Miró alrededor, la visión un poco borrosa. Sean, en lugar de circular por la habitación, rondaba a sólo unos pocos pasos, y aquello la tranquilizó un poco. Dos hombres, justo al otro lado del sofá, la observaban atentamente, los ojos entrecerrados y fijos, y ella sintió la maldad de ambos. Drake estaba justo a su derecha, apoyado con la cadera en la pared, hablando, pero ella sabía que estaba observando cada uno de sus movimientos. Joshua no estaba en su línea de visión, lo que significaba que estaba en alguna parte a su espalda. Jake estaba al otro lado, a la distancia de un grito, aunque la música y las conversaciones de pronto parecían anormalmente altas. Emma soltó el aliento, obligándose a permanecer tranquila. Estaba a salvo siempre que permaneciese a campo abierto.

– ¿El tío de mi padre? ¿Usted es tío de mi padre?

Trent envolvió su mano con la suya, dándole palmaditas como para tranquilizarla. Un dedo se deslizó sobre la tela en su muñeca, presionándola más profundamente contra el arañazo de su brazo hasta que ardió y ella alejó el brazo.

– No sabes cuánto tiempo llevamos buscándote. Después de la muerte de mi sobrino, te perdimos la pista. Parece que Jake consiguió encontrarte y… -dudó, eligiendo las palabras cuidadosamente-. Ganarte para él.

Emma sacó su mano y tomó otro sorbo de vino. Su mirada se encontró con la de Sean. Él inmediatamente se alejó de la pared y se apresuró a acercarse, inclinándose con la bandeja. Eso le dio a Emma algunos momentos para pensar mientras elegía una pequeña quiche envuelta en bacon.

– Gracias. Deliciosa. -Sabía que sonaba agradecida, lo que sólo le daría a Cathy y a Trent ventaja. Sabrían que estaban llegando hasta ella.

– Se supone que tienes que circular por la habitación -siseó Cathy al camarero. Hizo sonar un raro y profundo sonido en el fondo de su garganta, algo entre un gruñido y un retumbo amenazadoramente suave. Sus ojos brillaron rojos a la débil luz.

– Sí, señora -dijo y se marchó.

Emma se sintió como si hubiese perdido un aliado pero estaba decidida a no hacerle ninguna señal a Jake. Tenía que confiar en Drake y en su equipo. Jake estaba de pie, alto y recto, inconfundible, incluso en una habitación llena de hombres poderosos. Cualquiera que fuesen las revelaciones que Cathy le iba a decir no serían dichas si Jake estaba cerca. Tomó una inspiración y se obligó a sonreír insulsamente a las dos personas que se cernían sobre ella. Sus ojos eran duros, calculadores, y sabían que eran igual de depredadores que Jake.

El aire se le atascó en los pulmones. Tuvo la urgencia de correr mientras pudiese. Aquella era una sociedad que no quería entender ni de la que quería formar parte.

– ¿Me estaban buscando? -murmuró suavemente, un estímulo para que le contasen más.

Trent cambió de posición lo justo para bloquearle la visión de Jake, o para bloquearle a él la visión de ella. El movimiento fue sutil, pero con la aumentada percepción de Emma, lo reconoció.

– Bastante antes de que nacieras, Bradley, tu padre, era un donjuán. Era guapísimo y encantador, y pocas mujeres se le resistían. Nosotros queríamos una mujer especial en nuestra familia. Una… -él sonrió, enseñando los dientes y haciendo que un escalofrío la recorriese-. Una de educación y línea de sangre acorde a nuestra familia. Le pagué a Bradley una buena suma de dinero para que encontrase y me trajese a esta mujer.

Emma se sintió atrapada, cautivada, y algo en su interior cambió, pasando del miedo al modo supervivencia. Con mucho cuidado, colocó el vaso de vino en la mesa junto a ella y alzó la vista a Cathy.

– ¿Por qué tendría alguna importancia para mí un contracto que mi padre firmó antes de que yo naciese?

El cuerpo de Trent osciló ligeramente, su cabeza se movió pero sus ojos permanecieron quietos.

– Él aún me lo debe.

Las cejas de Emma se alzaron con rapidez.

– ¿Qué te debe? Y puesto que está muerto, ¿cómo puede eso incumbirme a mí?

– Tú eres lo que él me debe. -Trent sonrió y se inclinó un poco más, pasando de nuevo la mano sobre la tela que le cubría el brazo.

Las cejas de ella volvieron a alzarse.

– ¿Mi padre te debe a su hija?

– En realidad, a su esposa. Yo financié su viaje a la selva tropical y él iba a traerme la esposa adecuada. En lugar de eso, nos traicionó y se casó con ella. Cogió el dinero y huyeron. Me robó, la mujer y el dinero.

Emma supo, con aquel extraño sexto sentido que tenía, que estaba diciendo la verdad. Ella había pasado la infancia huyendo, sin quedarse en el mismo lugar demasiado tiempo, sin comprar una casa de manera permanente ni ir al colegio como los demás niños. Pasaban semanas en un lugar, y luego, repentinamente, se iban sin explicación. Y quizás, una pequeña voz chillona se alzó en su interior, aquello explicaba por qué alguien había torturado a su padre.

¿Alguien que la buscaba? O quizás alguien que lo castigaba. ¿Estaba mirando al hombre que había asesinado a sus padres?

– Entiendo.

¿Qué podía decir? La noticia de que estaba emparentada con Josiah Trent la hacía enfermar. Ahora sabía un poco más de cómo debía sentirse Jake con aquella sangre contaminada corriendo por sus venas. Y su querido padre se había ido a la selva tropical y había seducido a su madre con el intento de vendérsela a Trent. Decir que su padre la había dejado sorprendida era decir poco.

– Jake es el mismo tipo de hombre despiadado. Me siento responsable de ti -dijo Trent, suavizando la voz, casi hipnótica-. Es muy peligroso. Hemos intentando minimizar el daño que le ha hecho a otras personas, pero estoy seguro de que le has visto en acción. Muy pocos pueden hacerle frente. Lo sabía todo acerca de ti y tus padres después de encontrar el contracto y decidió tenerte para él. Tras librarse de mí… -A Trent se le hizo un nudo en la garganta, se ahogó, su voz salió atascada y apesumbrada. Mi hija, ella nunca se recuperó, dedicándose al alcohol para ahogar sus penas.

Cathy posó su mano en el brazo de Trent para confortarlo.

Era todo muy creíble, pero Emma tenía cada sentido en alerta, y aquella parte suya que olía las mentiras aumentaba hasta el punto de gritarle. Ni Trent ni Cathy se preocupaban lo más mínimo por la muerte de Shaina. Cambió de posición ligeramente, con toda la intención de ponerse en pie. La cabeza le dio vueltas y su mente se negó a reaccionar. El corazón comenzó a latirle con fuerza cuando se dio cuenta de que había sido definitivamente drogada. O bien había sido el vino o… Se arrancó la tela del arañazo y la dejó caer al suelo.

– Es mi hijo -dijo Cathy, llevándose una mano a la garganta-. Pero nació con una veta de crueldad. Tiene planes para ti. Yo sólo quiero protegerte.

La mirada de Emma se concentró en las largas y afiladas uñas mientras se presionaban una y otra vez contra la desnuda garganta de Cathy. El movimiento la fascinó, la hipnotizó, de manera que no pudo apartar la vista, sentía los brazos cansados, colgando pesados a sus costados. ¿Había envenenado a Emma con aquellas largas uñas? ¿Era posible?

– No necesito protección -murmuró. Su voz fue casi tan borrosa como su mente.

Josiah le sonrió, satisfecho, sus desnudos dientes como los de un animal salvaje a punto de disfrutar de su comida.

– No estés tan segura de ello. -Le levantó una mano y la dejó caer.

Su brazo parecía de plomo. No podía controlar los movimientos. Una parte de ella quería entrar en modo pánico y luchó por llamar a Jake. Se le cerró la garganta. Ella no había notado ningún sabor a droga. No podía ser el vino. El mismo Evan lo había servido y Jake se lo había dado. Tenía que haber sido el arañazo o la tela que Cathy le había puesto. Algo introducido directamente en su torrente sanguíneo.

Se obligó a alzar la cabeza en un esfuerzo de buscar a Jake. Había muchísima gente entre ellos, bloqueándole la visión. Los dos hombres que estaban al otro lado del sofá se habían movido rápidamente hacia delante, su velocidad casi un borrón, los ojos brillantes. El miedo voló por su espalda mientras intentaba encontrar a Drake o Joshua.

Trent la puso en pie, un brazo alrededor de la cintura, Cathy se colocó al otro lado. Sólo les llevó cuatro pasos y se encontraron en otra habitación. Cerraron la puerta rápidamente con llave y la dejaron caer en el sofá. No era a ninguno de ellos a quien Emma temía más; sino al hombre que los siguió a la habitación mientras otro permanecía de pie justo en la puerta observándola con ojos hambrientos. Cathy colocó su mano en el cuerpo de Emma, y bajó lentamente hasta colocarse cerca de sus ovarios.

– Está cerca de su primer celo, Josiah. No sé si ya estará lista, pero tenemos que intentarlo.

Miró al hombre que se aproximaba a ellos. Bajos y amenazantes gruñidos emanaban de su pecho. Su cabeza se movía hacia delante y hacia detrás, pero su ardiente mirada nunca se apartó de Emma.

Trent y Cathy empujaron deprisa a Emma contra el suelo y se alejaron de ella, y continuaron retrocediendo mientras el hombre se acercaba y rodeaba su debilitado cuerpo.

– Rory, debes dejar tu esencia por todas partes para que esto funcione -le puso sobre aviso Trent-. Está en celo y eso hará que Jake enloquezca. Cuando te huela por todo su cuerpo, si no la mata, la rechazará o la asustará tanto que ella huirá de él. La lealtad lo es todo para él. Sin su protección, nada se interpondrá en nuestro camino. Podremos hacernos con ella. Desaparecerá y nadie se enterará.

Emma abrió la boca para llamar a Jake, pero no salió nada. Aquel al que llamaban Rory gruñó, los labios retraídos revelaron un puñado de peligrosos dientes mientras se acercaba a ella.

El hombre que guardaba la puerta también gruñó, moviéndose de pronto hacia delante de manera desafiante.

– ¿Por qué él? Yo soy mayor. Más fuerte. Ella debería ser mía.

Trent sostuvo la mano en alto, moviéndose alrededor del cuerpo de Emma también de forma circular.

– Os dispensaré a ambos de vuestros servicios. La tomaré yo mismo.

– ¡No! -Cathy saltó hacia delante y lo cogió del brazo-. Necesitamos un cachorro. Ellos son cambiaformas. No podemos correr riesgos.

Trent le dio una bofetada, alejándola de él. Cathy giró en el aire, aterrizando en cuclillas.

– ¿No lo ves? Estás tan influido como ellos. -Se giró para enfrentarse al otro hombre que se acercaba desde el lugar que había ocupado en la puerta-. Clayton, retrocede. Te pagamos para que cuides la puerta, no para que le eches un polvo.

Para horror de Emma, Rory saltó sobre ella, cubriendo su cuerpo con el de ella, rasgándole la ropa para restregar su piel contra su vestido, la lengua le lamió el rostro, sus glándulas marcándola con su olor. La hizo rodar, sin importarle su debilitado cuerpo, haciendo lo mismo con su espalda y su trasero.

Cathy cogió una cámara.

– Podemos vender las fotos a una de esas revistas de mala muerte.

Emma reunió cada onza de voluntad que poseía, apelando a la parte salvaje en ella que normalmente yacía dormida pero que ahora parecía a punto de salir. Se lanzó hacia detrás, golpeando la cara de Rory con el dorso de su cabeza y rodando con rapidez de debajo de él cuando él se encabritó. Empujó las rodillas hacia su pecho, aunque se sintió como si se estuviese moviendo a cámara lenta. Oyó un bramido junto al oído, pero se negó a abrirle el paso a la niebla en su cabeza.

Jake giró la cabeza para encontrar una sólida pared de personas cortándole la línea de visión hasta Emma justo cuando Conner informaba:

– La he perdido de vista.

Drake espetó:

– Joshua, ¿la ves? -ya se estaba moviendo, apartando a la gente a empujones para llegar al sofá.

Jake habló por el pequeño Bluetooth.

– Evan, ¿ves a Emma?

El camarero negó con la cabeza.

– Trent y Bannaconni también se han ido. Igual que los dos brutos que contrataron para esta noche.

Jake soltó una maldición.

– Drake, Joshua, hacedlos venir. Hacedlos venir, ahora. -Ya estaba abriéndose paso a través del gentío. Era un hombre grande, enormemente fuerte y sin miedo de herir a cualquiera. El mar de gente se abrió, pero Emma no estaba en el sofá. Volvió a maldecir, furioso con ella por no haberle escuchado.

Estaba casi al límite de su control, dándose cuenta de que si Emma era de verdad uno de los suyos, tenía que estar cerca de su primer celo. Él había experimentado la loca compulsión una vez antes y había sentido el carácter y la dominación de los de su clase rasgándole el estómago y revolviéndose con negra furia. Su cuerpo estaba duro y dolorido, y cada músculo y hueso le dolía por el esfuerzo de evitar el cambio. Ahora ella se había marchado y el olor a leopardo macho era fuerte.

Sus hombres convergieron de todos los lados, Drake, Conner y Joshua se abrieron camino a través de la gente. Evan saltó sobre la barra y Sean tiró a un lado la bandeja y se apresuró hacia ellos.

– Su olor es más fuerte por aquí.

La puerta estaba cerrada, pero él lo había esperado. Jake era enormemente fuerte, y cuando cedía paso a su gato, aquel se añadía a su fuerza física. Echaron la puerta abajo en segundos, haciendo astillas la dura madera. Emma estaba en el suelo, de rodillas, el rostro tan pálido que parecía un fantasma. Sus medias estaban rotas y su ropa desarreglada. Un hombre intentaba llegar hasta ella, pero se detuvo abruptamente cuando Jake y sus hombres entraron en tromba en la habitación. La cara del hombre estaba ensangrentada. Parecía como si le hubiesen roto la nariz.

El cuerpo de Jake ya se estaba contorsionando, sus ropas se hicieron jirones.

– Tómala -gritó Drake mientras Conner y Joshua se interponían entre Jake y Emma-. Sácala de aquí.

Jake observó la habitación.

– Estáis muertos -dijo en voz baja, y fue en busca de Emma.

Ella tuvo problemas para conseguir ponerse de pie, así que simplemente la recogió, acunando su cuerpo, se giró y salió, Sean abría camino con Evan flanqueándolo. Drake, Joshua y Conner mantuvieron atrás a los dos leopardos mercenarios con amenazantes gruñidos. Jake se abrió paso a zancadas entre los invitados, sin prestar atención a los jadeos y preguntas. Los hombres cerraron filas, los otros los alcanzaron cuando salían de la casa.

Jake metió a Emma en el Ferrari, cerró la puerta con más fuerza de la necesaria y encendió el motor.

– Ponte el cinturón.

Cuando Emma forcejeó con él, soltó una maldición y se lo colocó él mismo. Mirando al frente, metió el coche en la desierta calle, siguiendo el vehículo que llevaba a dos de los guardaespaldas. Detrás de ellos, otro coche los seguía de cerca.

– ¿En qué demonios pensabas para irte a una habitación a solas con ellos? -Dentro, en la cercana proximidad del vehículo, el hedor del otro hombre era sofocante. Emma apestaba a algo mitad hombre, mitad leopardo. Jake podía oler al otro felino y aquello llevaba a su propio leopardo a la locura absoluta. Apenas podía controlar el coche, los dedos contorsionados y curvados, sus garras arqueadas empujaban contra las puntas de sus dedos.

Emma se humedeció los labios, intentado hacer pasar el algodón de su boca. Aún tenía la mente confusa y negándose a funcionar apropiadamente. Sabía que la furia de Jake con ella aumentaba, pero parecía incapaz de encontrar la manera de responderle. Aún sentía los labios pesados, la droga se aferraba a su sistema a pesar de sus mejores deseos de deshacerse de ella.

Estaba al borde de las lágrimas. Rory casi la había violado. Aquella había sido su intención, con Trent, Cathy Bannaconni y el otro hombre, Clayton, observando. Si Clayton y Trent no hubiesen querido participar, en aquellos momentos, Rory podría haberlo conseguido, mientras Cathy documentaba el asalto. No sabía si su plan para hacer que Jake la rechazara habría tenido éxito, o si lo tendría sin el asalto. Él estaba a punto de perder el control, bajos y amansadores gruñidos retumbaban en su garganta.

Ella necesitaba consuelo, no rabietas y Jake estaba cerca de una muy violenta.

– Te dije que permanecieras a la vista. ¿Qué creías que estaba pasando? Después de lo de ayer, ¿creíste que esto era una especie de juego? -Su visión estaba cambiando, y veía ardientes bandas de color. Las luces de los coches le hacían daño en los ojos. Le dolía la mandíbula. Respiró con fuerza por la nariz, intentando contener el cambio. Su leopardo estaba furioso, el hedor del otro macho lo estaba volviendo loco.

Ella no respondió, y en realidad, Jake se sintió agradecido de que no buscase excusas, o aquello lo habría hecho enfurecer aún más. Condujo en silencio hasta que estuvieron en su propiedad y la seguridad se desvió, dejándolos a solas. En lugar de dirigirse a la casa, él eligió conducir hasta la parte trasera de su propiedad, alejándolos de los niños y su equipo de seguridad ahora que estaban en su rancho. Jake no confiaba en sí mismo. Su intención era salir, decirle que volviese sin él, y luego correr hasta que el gato estuviese exhausto. No confiaba en sí mismo en su estado presente.

Apretó con fuerza los frenos e hizo que el coche se deslizase hasta detenerse, abrió la puerta de un empujón y casi se cayó fuera, su leopardo empujando con fuerza contra la piel. Se arrancó la chaqueta, tirándola sobre el capó del coche, y se arrancó la camisa, haciendo saltar los botones que cayeron al suelo, esparciéndose por todas partes.

Respirando con dificultad, rodeó el coche para ir al lado del pasajero y abrió de un tirón la puerta con la intención de meterla en el asiento del conductor. La peste del otro macho le llenó los pulmones y olfateó al… leopardo. Ella tenía la marca de otro macho por todas partes. Sin siquiera ser consciente de sus acciones, la sacó de un tirón del coche. Emma intentó tirar hacia detrás, cayendo de vuelta contra el coche, luchando para sacarse de encima el letargo que le había producido la droga.

Su resistencia hizo saltar el leopardo de su interior. Gruñendo, le hizo pedazos el pecaminoso traje, rasgándolo con sus afiladas garras, haciéndolo tiras. El material cayó por todas partes mientas el viento soplaba en el cielo, llevando trozos de negro satín a los árboles. Emma no se movió, permaneció completamente quieta, observándolo con su precavida mirada. Sus ojos eran más verdes. Su piel más suave. Su cuerpo casi resplandecía y estaba tan caliente que él hizo todo lo que pudo para no tirarla sobre el capó del coche y hundirse en ella.

El cambio lo había atrapado, su cuerpo se contorsionaba, sus huesos, sus tendones, y sus nervios estallaron y chasquearon. Era incapaz de detenerlo. Gritó en su interior, aterrorizado por ella.

– Entra en el coche. Sal de aquí -intentó decir, para salvarla de la celosa furia del gato, pero ya no tenía voz, y lo que salió fue un gruñido en lugar de palabras. Se le doblaron los nudillos, las garras saltaron de sus dedos. Intentó arrancarse la camisa. Su cuerpo ya doblado, acercándose al suelo. Le dolían los zapatos, se reventaron las costuras cuando cayó.

Emma debería haber salido corriendo, gritando, pero se agachó junto a él, tirando de sus zapatos, quitándole la camisa. El leopardo, más perceptivo que el hombre, olió la droga en su sistema. La desesperación se extendió como un rayo. Había sido drogada -casi violada- y él se había comportado como un animal, arañándola y desgarrándola en lugar de atraerla a sus brazos y sostenerla, consolarla. Había fallado, no la había protegido. Ahora su leopardo estaba siendo liberado frente a ella, sus dientes afilados, su temperamento feroz.

Por favor. Emma. Cariño. Por amor de Dios. Entra en el coche. Intentó decirle, intentó alejarla de él, pero sus cuerdas vocales no funcionaron.

No sabía si podía luchar contra el leopardo por ella. Había herido a Drake, arañándole con sus garras, abriéndole el pecho. Drake nunca había dicho ni una palabra de recriminación, pero Jake nunca olvidaría la visión de su amigo con la marca del leopardo rayando su pecho.

Emma tiró de sus pantalones, bajándolos por sus piernas para que él pudiese deshacerse de ellos de una patada. Él respiró profundamente, aplazándolo tanto como pudo, intentando darle tiempo. Sus garras arañaban largas tiras de suciedad del suelo. Sintió el pelaje rizándose sobre su piel y gruñó por el esfuerzo de evitarlo. Era demasiado tarde, demasiado.

¡Emma! Gritó su nombre en su mente, suplicándole al leopardo que se alejase de ella.

Emma se sentó en el suelo, la espalda contra la goma del coche, exhausta, con las ropas de Jake esparcidas a su alrededor. Unos pocos restos de su vestido yacían en el suelo. Sólo llevaba puestas sus bragas, su liguero y sus rasgadas medias. Había perdido los zapatos cuando Jake la había sacado del coche. Sus pezones eran dos tensos brotes debido al aire frío, sus pechos desnudos. Ella lo observó cambiar, el hombre en la agonía del cambio, sus huesos reformándose, su hocico se alargó y se llenó de dientes, sus ojos resplandecientes y salvajes, fijos en ella.

El leopardo, completamente formado, dio un paso adelante, empujando su cara contra la suya, su aliento caliente contra su piel, una enorme pata sobre su hombro, garras clavadas en ella. El enorme felino gruñó, oliendo al otro macho. Pasó su lengua por el rostro de Emma y se frotó contra su cuerpo con sus mejillas y sus glándulas oloríficas para advertir al otro macho que se alejase. Ella tiró la cabeza hacia detrás para mirarle a los ojos, sus verdes ojos relucientes, la dorada mirada de él furiosa. Se miraron el uno al otro hasta que ella enterró los dedos en el exuberante pelaje y lo alejó de ella.

– Vete, Jake. Estoy realmente enfadada contigo ahora mismo. -Su voz sonaba rara, lejana. Sujetó el pelaje más fuerte, pero sus dedos se escurrieron. El suelo se inclinó. Se deslizó por la rueda del coche y se encontró mirando el vientre forrado de pelaje del leopardo.

Pestañeó, los párpados demasiado pesados para mantenerlos abiertos.

El leopardo la acarició con el rostro mientras ella cerraba los ojos y se dejaba llevar por la droga.

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