Capítulo 19

RORY arañó y se revolcó por la tierra pero Jake se mantuvo implacable. Había abrazado a su leopardo, dándole total carta blanca, y se encontró con que estaba más controlado que nunca. El leopardo no era tan cruel como él, no menos dominante, incluso no tanto. No importaba con qué forma, todavía era Jake con sus rasgos buenos y malos, y con el mismo control.

Retuvo al otro macho hasta que el aliento abandonó sus pulmones y el corazón dejó de latir. Y esperó hasta que el peso muerto se desplomó en el suelo, aguantándolo para asegurarse de que no hubiera errores y que el hombre que habría matado o tomado a Emma estuviera realmente muerto. Jake lo soltó y acomodó el cuerpo de leopardo de Emma. Sangraba por la garganta, el cuello, los hombros y los costados. Joshua se agachó a su lado pero se apartó cuando él se aproximó.

Jake cambió de forma, indiferente a la lluvia que caía sobre su cuerpo desnudo. Cargó a Emma en brazos y la llevó de vuelta a casa. El leopardo femenino levantó la mirada hacia él, sacudiendo la cabeza débilmente. Sintió músculos retorciéndose mientras ella cambiaba entre sus brazos. Se asombró de que pudiera hacerlo, herida como estaba. Ella jadeó, sus gemidos se amortiguaron contra su pecho mientras su cuerpo protestaba por el esfuerzo adicional que suponía el cambio.

– ¿Dónde están los niños, dulzura? -Había una nota apremiante en su voz.

– En la habitación segura -dijo ella con la voz quebrada, llevándose la mano a su dolorida garganta.

Él se relajó hasta que puso un pie en el vestíbulo.

– Qué demonios. -Jake se detuvo bruscamente al ver a Drake en el suelo con Conner a su lado, en cuclillas y desnudo-. ¿Cómo es de malo?

– Pierde demasiada sangre. He llamado por radio al helicóptero. El piloto dice que cree que puede volar si amaina un poco el viento. Se encontrará con nosotros en el helipuerto.

– ¿Los hombres? -Refiriéndose a sus obreros completamente humanos.

Conner se encogió de hombros.

– La mayor parte de los caballos se soltaron y unos pocos están muy malheridos. Salieron a buscarlos así como para tratarles las heridas. Un leopardo tuvo mucha diversión con ellos atrapados en el establo.

– Joshua -llamó Jake-. Consigue ropa para todos, incluida Emma. Necesitaré toallas y agua caliente. ¿Quién es el mejor hombre que tenemos para proteger a los niños y a Susan?

– Evan.

– Tráelo aquí. Déjale ver el leopardo muerto. Necesitamos una explicación para todo esto. Conner, mantenlo ahí hasta que consiga situar a Emma. Necesito ver cómo son sus heridas de malas.

– Tengo esto bajo control -aseguró Conner.

– Jodido bastardo -murmuró Jake mientras se agachaba, preparándose para dejar a Emma en el sofá. Ella se agarró a su cuello.

– Estoy sangrando. Lo arruinaremos.

– No seas tonta. ¿A quién le importa una mierda el sofá? Necesito echarte un ojo. Quédate quieta, cariño.

Las manos fueron gentiles mientras revisaba las heridas que estropeaban la suave piel. No había sangre arterial. La mayor parte de los arañazos eran lo suficientemente hondos para sangrar pero no para dejar cicatrices. Los mordiscos en su cuello y garganta tenían unas pocas perforaciones que le preocupaban, pero Rory había tenido cuidado de no perder algo esencial. No había querido matar a una hembra.

La cubrió con una manta, sin prestar atención a que su sangre cayera en ella, y se agachó junto a Conner.

– ¿Cuánto tiempo lleva con el torniquete? No querrás que pierda la pierna.

– Ya la perdí hace mucho -dijo Drake cansadamente. Cerró los ojos-. Mi leopardo no puede aguantar para siempre, Jake, y esta no es una mala forma de irse.

– Jódete -chasqueó Jake-. Te le dije, vamos a fijar ésa pierna. Cuándo te despiertes, estarás más fuerte. Tengo al cirujano con el que he estado hablando de tu problema a la espera.

Los ojos de Drake se abrieron de repente.

– No puedes hablarle a un médico que no sea de nuestra especie.

– Estoy al tanto de eso -dijo Jake-. Ten un poco de fe. -Palmeó el hombro de Conner-. ¿Irás con él?

Conner asintió.

– Déjamelo a mí, Jake.

Joshua entró corriendo, vestido sólo con sus vaqueros y todavía descalzo. Le tiró a Jake un par de vaqueros y otro a Conner.

– Tenemos que cargarlo en una camilla y lograr moverlo. Hemos conseguido una pequeña ventana, según el piloto. Ahora o nunca. Evan viene de camino. Dice que el establo está bastante mal. -Colocó linternas en los dos cuartos y encendió unas pocas velas para ayudar-. El generador ha sido manipulado. Tendré que arreglarlo después.

– Sube y saca a los niños de la habitación. Consigue algo de luz antes. Estarán asustados. Dile a Susan que los ponga a los dos en una cama juntos y que permanezca con ellos. Dile que Evan estará allí en un par de minutos, y que mamá y papá irán a tranquilizarlos. Evan puede dejarles saber que Drake está herido y que esa es la razón por la que no podemos ir enseguida.

Joshua asintió y subió corriendo las escaleras siguiendo el aroma hasta la habitación de Emma, donde agarró lo primero que encontró, reunió toallas, toallitas y entonces le gritó a Jake por la escalera.

– Aquí está la bata de Emma y todo lo demás.

Jake agarró la bata, después las toallas y las telas húmedas.

– Tendremos que ponerte antisépticos, así como tratarte con antibióticos para que no se te infecten. Los arañazos y mordiscos de felinos pueden ser mortales sólo por la infección.

Emma asintió.

– Estoy bien, Jake, sólo cuida de Drake.

– No hay nada que podamos hacer hasta que lo llevemos al helicóptero. Quiero limpiarte y ponerte una bata para que no espantemos a los niños más de lo que ya lo están.

Quería comprobar cada centímetro cuadrado de su cuerpo para estar completamente seguro de que no había heridas graves.

Lavó cada corte, cada punción, vertió ardiente yodo en las heridas hasta que ella saltó del sofá y lo arañó, entonces vendó cada una lo mejor que pudo antes de deslizarle la suave bata.

– Tenemos que irnos ahora, Jake, -gritó Joshua-. Los niños están en la cama, llorando un montón pero a salvo, y Evan está aquí. Tenemos que llevar a Drake mientras el tiempo esté más tranquilo. El piloto dice que nos movamos. -Se agachó junto a Conner, y los dos hombres deslizaron un respaldo bajo Drake antes de colocarlo en una camilla.

– Quédate con los niños, Jake -dijo Drake.

– Cierra el jodido pico, Drake -dijo Jake, odiando el nudo en su garganta-. Voy a llevarte al helipuerto y asegurarme de que vas a vivir tanto si quieres como si no.

Si había un hombre al que pudiera llamar amigo era Drake. Y después de todo lo que había hecho, Jake no iba a permitir que nadie más lo cuidara.

Jake corrió delante de ellos, tratando de no oír los sollozos de sus niños escalera arriba, pero el sonido conmocionó tanto a su leopardo como a él. La rabia lo recorrió, sacudiéndolo mientras atravesaban la lluvia hacia el helipuerto a toda prisa con Drake.

Debajo de la cocina, en la enorme bodega, algo se movió en la oscuridad, arrastrándose por la escalera mientras el sonido de las actividades se amortiguaba y el hedor de los leopardos macho cedía. En silencio el animal subió la escalera y levantó una gigantesca pata hacia el pomo de la puerta. Había seguido a Drake desde los establos pensando en matarlo, pero había captado el olor de los otros mientras cambiaban a la carrera, y supo que tenía que quedarse fuera de la vista. Había sido bastante fácil deslizarse a través de las puertas abiertas y esconderse en la bodega.

El olor de la hembra era un poderoso afrodisíaco, y el leopardo se paró levantando la cabeza y curvando el labio, tomándola en sus pulmones. El sonido del llanto de los niños lo molestaba, pero el abrumante aroma de la sangre atraía todo lo salvaje que había en él. Sus prioridades estaban en orden. La hembra adulta primero. La niña la segunda. El niño el último. Su pata cambió, convirtiéndose en dedos y asentándose alrededor de la perilla. Con gran cautela la giró, abrió la puerta una rendija y se arrastró fuera.

Había un guardaespaldas, el llamado Evan, y a Susan y a Emma las iban a dejar en casa con los dos niños. Se arrastró por los oscuros pasillos, evitando los halos de débil luz de las linternas. El grupo estaba a los pies de la escalera. Los bebés sollozaban y Emma trataba de consolarlos, yendo de un lado a otro con ambos en brazos.

– Andraya, sólo espera. Papá volverá inmediatamente -dijo Emma. Ella habló por la radio-. Dile que volverás, Jake, déjale que oiga tu voz.

Jake se pasó la mano por el pelo mojado. Tenía gotas en los ojos, frías contra su piel. El helicóptero estaba ya calentando en la plataforma de despegue, las aspas girando rápidamente. Justin Right, el piloto, venía corriendo hacia ellos.

– Por favor, Jake. Están tan inquietos.

Emma estaba tan trastornada. Necesitaba una forma de volver a estar bajo control, de hacer las cosas bien para los niños. Jake dejó salir el aliento, enojado por no poder estar en dos sitios a la vez.

– Draya, sé una chica valiente para mami. Volveré inmediatamente.

Odiaba esto, Emma necesitándole, los niños necesitándole, enviar a Drake al hospital con Conner cuando era Jake el que debería ir con él. El amor era una cosa cruel, arrancando el corazón de un hombre.

– ¿Ves, Andraya? ¿Oíste a papá? -Emma tenía a ambos niños en brazos ahora, ignorando la forma en que sus pequeños cuerpos le rozaban muchas de las lesiones. Sus manos se clavaban en los mordiscos y en las heridas abiertas alrededor del cuello y de la garganta, pero a ella no le importaba otra cosa que no fuera consolarlos. Incluso Susan lloraba. Ella había estado arriba, tratando de ser alegre, sola en el cuarto seguro, pero una vez que Joshua había llegado se había venido abajo con los niños.

Emma alternaba besos entre Andraya y Kyle.

– Vamos, haré chocolate caliente para todos.

– Emma, el generador no está encendido. No puedes -dijo Evan.

Ella lo miró mientras los niños lloraban más.

– Chocolate frío entonces. Será divertido. Nosotros nos sentaremos en la mesa, todos juntos. Anda, Susan, ven a sentarte con nosotros. -Andraya hipó y se agarró a Emma más fuerte rodeándole el cuello.

– No te vayas.

– No voy a ir a ningún sitio, cariño, -canturreó ella suavemente-. Vamos todos juntos.

– Vamos, Kyle, ¿no quieres chocolate? -preguntó Evan.

Kyle asintió con la cabeza una y otra vez pero no levantó la vista de su hombro. Evan extendió las manos para tomarlo, el niño no quería dejar a Emma de ninguna manera. Emma se encogió de hombros y los llevó, uno en cada cadera, rezando para que su bata siguiera en su sitio mientras bajaba por la escalera hacia el largo vestíbulo. Evitó la zona donde la sangre de Drake no había sido limpiada. Las linternas no arrojaban mucha luz, así que los dos niños vieron muy poco, pero Susan, que la seguía, jadeó en voz alta. La mano de Evan en su hombro la estabilizó y fueron hacia la cocina.

Ella se inclinó para sentar a Kyle en su silla. Las ventanas vibraron y el aullido hizo que Andraya enterrara la cara en el cuello de Emma. Kyle gritó y se tiró hacia Evan, que envolvió inmediatamente al niño entre sus brazos.

– El viento parece estar soplando más fuerte -dijo Emma, inquieta-. ¿Crees que el helicóptero pudo despegar bien?

– Te lo comprobaré -dijo Evan y dio un paso hacia la ventana para mirar fuera en la pista de aterrizaje-. Las luces están apagadas, Emma, así que Jake está de regreso.

– Gracias a Dios -respiró y por primera vez en todo el día, se relajó de verdad. No se había dado cuenta de cuánto contaba realmente con Jake y su fuerte presencia. Había simplemente algo invencible y poderoso en él.

Kyle se contorneó, meneó y se giró como si no tuviera huesos, tratando de escapar de Evan para volver con Emma. Evan lo bajó para que pudiera correr hacia ella.

Evan extendió la mano.

– Anda, Kyle, dale a mami un respiro. Yo te pondré en tu trona. Emma, tienes aspecto de ir a caerte, y te sangra el cuello a través de las vendas.

Emma levantó las manos para apretar los dedos contra las vendas donde estaban las heridas de los mordiscos y se manchaban de sangre.

Susan jadeó.

– Aquí, Emma. -Sostenía un pequeño pañuelo.

Emma se había girado a medias hacia ella cuando oyó que Evan gruñía y se dio la vuelta. Vio su gran cuerpo tambaleándose. Emma corrió hacia Kyle mientras Evan se caía al suelo, disparando con el arma que tenía en la mano al enorme felino que gruñía mientras saltaba hacia Kyle. La mano de Emma perdió la espalda de la camisa de Kyle mientras el leopardo se lo arrebataba a la carrera y casi se estrella contra la puerta, cambiando una mano para abrirla. Evan se dio la vuelta y comenzó a disparar por segunda vez, pero Emma gritó:

– ¡No! Puedes darle a Kyle.

El leopardo atravesó la puerta con su hijo, saltó por encima de las flores y la tapia baja para desaparecer en la noche.

Susan chilló. Andraya se puso histérica. Emma agarró a Susan por los hombros.

– Cierra la casa y haz cuanto puedas para ayudar a Evan. Dile a Jake lo que sucedió. Yo voy tras ellos.

– No puedes -protestó Susan-. Espera a Jake. Te matará.

Evan trató de agarrarle la pierna cuando ella pasó corriendo, pero falló, maldiciendo. Trató de ponerse de pie pero tenía las costillas rotas y le era difícil respirar. Susan se agachó a su lado, observando preocupada la noche.

– Ya no la puedo ver.

– No preocupes. Jake y los otros vendrán corriendo. Tienen que haber escuchado los disparos.

No podía ponerse de pie, así que se arrastró hacia la puerta en un esfuerzo por cerrarla.

Jake, Conner y Joshua irrumpieron de la oscuridad como si el viento salvaje los hubiera guiado, espoleando sus talones en cada paso del camino. Estaban empapados, descalzos y descamisados, corriendo a toda velocidad, incluso sin aliento. Susan chilló otra vez y se apartó mientras Jake se alzaba sobre Evan, su cara una máscara de furia.

Agachándose, casi levantó a Evan del suelo, sus puños retorciendo el frente de la camisa de Evan, con la muerte en su cortante mirada.

– ¿Dónde está? -Mordió cada palabra claramente, los dientes más afilados, los caninos más largos en el débil resplandor.

– Fue tras el leopardo. -Evan tuvo que jadear en cada palabra-. Él cogió a Kyle. No pude detenerla, Jake.

Jake juró y soltó al hombre.

– Cierra la jodida puerta, Susan. -Apretó los dedos de Evan alrededor de la pistola-. Dispara a matar la próxima vez.

Jake se dio la vuelta y corrió en la noche, Conner y Joshua lo siguieron justo detrás. Encontraron la bata de Emma sobre las flores y siguieron su rastro, quitándose los vaqueros, dejándolos más allá del jardín y cambiando mientras corrían. El olor a sangre era fuerte en un par de sitios, junto con el del leopardo macho. Esto, entonces, era obra de Clayton, el otro hombre empleado por los enemigos y por Trent. Era el que corría a toda velocidad, llevando a Kyle en la boca. No podía haber sido fácil; el chico tenía que estar retorciéndose y luchando, aunque quizás estuviera tan asustado que fuera dócil.

Jake corría con el corazón en la garganta y el sabor del terror en la boca. Su hijo. Kyle. Había sostenido al chico en la palma de la mano. Cambiado los pañales. Alimentado. Mirado a los ojos, ojos tan parecidos a los suyos. Se había dicho que no amaba a nada ni a nadie, pero su hijo había logrado atrapar con mucha fuerza el corazón de Jake y se negaba a soltarlo. Simplemente porque Jake no reconociera en voz alta cómo se sentía, ni incluso a sí mismo, no quería decir que no hubiera sucedido. No podría vivir sin el chico, sin esa confianza en los ojos y el amor y la impaciencia brillando en su cara cada mañana.

Se dijo a sí mismo que lo hubieran matado en el acto de haberlo querido. No, esto era un secuestro para asegurarse un leopardo, o una tentativa para ejercer control sobre Jake. Y lo tendrían. Haría cualquier cosa para traer de vuelta a Kyle, cualquier cosa. Si tenía que ofrecer su vida por la del chico, lo haría sin pena.

Jake no se podía permitir pensar en cómo de rápido estaría latiendo el pequeño corazón de Kyle, cómo sentiría los dientes afilados y el aliento caliente en la piel. La bilis subió, y forzó a su mente a alejarse de su hijo para preservar su cordura mientras cubría el rastro. La dirección que había tomado Clayton era rara, no iba hacia un espacio abierto por el que pudiera dejar las tierras de Jake, sino que se adentraba más. Dos veces pasaron sobre marcas de arrastre donde los talones de Kyle habían forjado rastros paralelos en el barro. Había pequeñas gotas de sangre donde la piel había sido arrancada. Ninguno de los hombres miró a los otros; siguieron corriendo.

Moverse como leopardos les daba velocidad extrema, como los músculos les permitían correr tan rápidamente podían levantar realmente las cuatro patas del suelo e ir por el aire distancias largas. Pero la forma de leopardo también quemaba energía rápidamente. Sabiendo que Clayton llevaba un niño de dos años, y que tendría que ajustar a menudo su agarre para no matarlo, eso significaba que iría mucho más despacio.

El corazón de Jake golpeó duramente en su pecho cuando se dio cuenta de que Emma podría alcanzar al secuestrador antes de que él la pudiera alcanzar. Ella era más pequeña, lo que le requeriría mover las patas más a menudo para cubrir la misma distancia, utilizando más energía, pero no llevaba carga y él la conocía, conocía su naturaleza. Sería tenaz y se entregaría totalmente a su felino para recuperar a su hijo.

¿Cuánta ventaja les llevaban realmente Clayton y Emma? No mucha. Jake y sus hombres habían vuelto corriendo a casa en el momento en que habían escuchado el sonido del fusil y ya estaban volviendo del helipuerto.

El viento azotaba a través de los árboles, casi doblando los troncos por la mitad. Oía siniestros crujidos cuando las ramas se rompían bajo el ataque. La furia completa de la tormenta había vuelto, pero sólo se ajustaba a su humor, la rabia que había estado con él desde su infancia brotaba como burbujeante lava, caliente, espesa y con el sabor de la muerte. Sus grandes patas se hundían en los crecidos riachuelos sin vacilación, respingándose un poco mientras pensaba en su hijo en el agua fría. ¿Le habría sumergido la cara? ¿Lo había protegido bien Clayton? Jake subió arañando el terraplén y recogió el rastro en el otro lado, sin ser apenas consciente de los otros dos leopardos que corrían con él. Ahora comprendía lo que Drake había estado tratando de decirle en silencio, de mostrarle. Un hombre hacía lo que tenía que hacer.

Él cuidaba de los que eran suyos, protegiéndolos a ellos, a sus amigos y su comunidad, haciendo simplemente lo que creía correcto. Todo lo demás, todo el genio y los enfados del día a día no importaban. Sólo esto. Ésta unión de sus dos mitades para que corrieran como uno, pensaran como uno, disfrutaran de la vida y encararan el peligro como uno. Su comportamiento era su elección. Cada parte del leopardo era tan consciente de Kyle y Emma como lo era Jake. Corrió, dejando surcos y charcos en el barro, sin vacilar nunca en hundirse en las corrientes crecidas ni en bajar de un salto terraplenes traicioneros con peligro de riadas inminentes.

Una vez encontró un lugar donde el leopardo macho había bajado a Kyle y su hijo había tratado de escapar. No había sangre ni gotas, como si el macho hubiera tratado de cuidar del chico antes de reasumir su carrera. Vio las huellas más pequeñas de Emma dentro de las mayores del macho. Ella acortaba las distancias rápidamente. Jake aumentó su velocidad, empujando a los otros a mantenerse a su ritmo.


Emma podía oír el sonido de las patas del leopardo macho salpicando por el barro mientras se acercaban a un claro. Él sabía que ella iba detrás de él y no intentaba despistarla, ni dejar caer a Kyle y volverse hacia atrás para luchar. Eso quería decir que tenía un destino concreto y dondequiera que fuera, le daría ventaja.

Estaba tan atemorizada por Kyle que sentía que el corazón le iba a estallar. Lo podía oír llorando ocasionalmente, a veces alto y chillando, otras veces su voz bajaba hasta un gemido compasivo. El morro del leopardo estaba mojado por la constante lluvia y las lágrimas, pero nunca vaciló, ni siquiera cuando su visión se enturbió, dependiendo del radar de los pelos del bigote para indicarle todo lo que tenía alrededor.

El viento soplaba hacia ella y ahora podía oler a los humanos, a los enemigos, esperando en sus coches caros para robarle a su niño. Cathy. Ryan Bannaconni y el despreciable Trent, probablemente listos para luchar por su bebé, a menos que el plan fuera que Rory volviera a por Andraya para tener a los dos.

Ella mostró los dientes y sin vacilación siguió al enorme leopardo macho y a Kyle al claro. El leopardo de Emma patinó al detenerse a una alguna distancia del grupo. Ellos eran muy conscientes de ella, Trent le apuntaba con un rifle, mientras Ryan Bannaconni levantaba a Kyle en el aire, ignorando la lucha del chico. Cathy sonreía burlonamente, aunque su mirada fascinada cambiaba a Clayton mientras el cuerpo del leopardo se retorcía en el suelo por un momento antes de que el hombre se levantara, totalmente desnudo, todo tensos músculos y pesados genitales. Se levantó indiferente de su desnudez, inspeccionando el hombro donde la bala lo había rozado.

Cuando ella irrumpió en el claro y se detuvo, Clayton giró los hambrientos ojos hacia ella. Emma no le prestó atención. Kyle era la única persona que le importaba. Ella cambió, no exactamente tan rápido o tan elocuente como el macho, pero se puso en pie en su forma humana, desnuda, sólo con su largo pelo cubriendo su cuerpo.

Cathy jadeó. Ryan bajó a Kyle al suelo, todavía manteniéndolo prisionero.

Trent estudió los árboles, sacudió la cabeza y bajó el rifle a su costado, el cañón hacia abajo, una sonrisa afectada en la cara.

– Lo sabía. Sabía que tenía razón acerca de ella. -Miró a Cathy-. Dijiste que no podía cambiar. Los genes son fuertes, pero no puede cambiar. Mi familia produjo a un cambiaforma después de todo y una hembra además. Ella me pertenece.

– No lo creo, Trent -dijo Ryan-. Soy el único con un as en la manga. -Apretó su agarre en Kyle y el chico gritó.

– Dame al niño -dijo Emma muy tranquilamente-. Lo estás asustando. -Ella se negó a cubrirse, quedándose tan alta y tan confiada como pudo. Jake vendría. El saberlo era su protección. Él vendría y no importaba cómo, mantendría a Kyle a salvo de estos terribles monstruos.

– Ven a mí y permitiré que se vaya -contestó Ryan, sosteniendo a Kyle por el pelo-. Una hembra adulta vale mucho más para nosotros que este pequeño cachorro. -Levantó realmente a Kyle por el pelo un par de pulgadas del suelo y lo sacudió.

Kyle chilló, pateando con los pies hacia Ryan, los ojos brillantes por el miedo. Cathy se rió.

– Él no es exactamente tan estoico como Jake, ¿verdad querida? Probablemente ni siquiera es un leopardo. Jake nunca hizo un sonido, no importaba lo que le hiciéramos. -Ella inclinó la cabeza hacia Emma-. ¿Cómo de estoica eres tú, querida? ¿Cuándo sientas el latigazo o la caña, chillarás como este bebé inservible o serás silenciosa como Jake?

Emma se negó a ser intimidada. Permitió que la otra mujer viera la muerte en sus ojos. Si ella tenía que morir esta noche, Cathy Bannaconni moriría con ella. No dejaría a su hijo en las manos de una loca.

– Estás loca. Lo sabes ¿verdad?

Cathy continuó sonriendo, pero sus ojos se volvieron brillantes y duros, un deje de crueldad la traicionó antes de patear duramente a Kyle en el estómago. El chico se dobló y se habría caído de no ser por el agarre de Ryan en su pelo.

Un bajo gruñido de advertencia retumbó en la garganta de Emma. Sintió sus músculos retorciéndose y las manos curvársele. Una oleada de picazón le recorrió la piel y respiró profundamente para evitar el cambio. Forzó una sonrisa.

– Yo me pregunto cómo gritarás cuando te arranque el corazón y te lo muestre -dijo Emma con mucha calma, en voz baja, dándole significado a cada palabra.

Cathy se quedó pálida y miró rápidamente a Clayton, como para asegurarse de que él podía parar el pequeño leopardo en caso de ser necesario. Realmente dio un par de pasos hacia el hombre pero él la miró de arriba a abajo con desprecio. Era obvio que no conseguiría protección de ése sentido.

– Me pertenece -dijo Trent-. Fue mi dinero el que tomó mi sobrino para traer de vuelta a tu madre.

Emma miró a Clayton, presintiendo su desdén apenas oculto por los otros. Ellos tenían sangre de leopardo, pero no podían cambiar de forma, y aunque Clayton les hubiera vendido sus servicios no los respetaba ni le gustaban. Y con ella tan cerca del celo, el leopardo en él reaccionaba tanto si quería como sino. Ella le envió una pequeña sonrisa de compañerismo, incluso seductora, moviendo su cuerpo de forma ligeramente sinuosa, como si su leopardo necesitara salir, esperando tener un aliado cuando llegara la lucha. Ella no iba a poder con todos.

Emma se giró hacia sus enemigos, sin esperar a ver la reacción de Clayton.

– Nadie posee a nuestra raza, Trent. Realmente no has aprendido mucho después de todos los años que has tenido para estudiar nuestra especie. Eres muy arrogante, creyendo que esa fina sangre que corre por tus venas te hace especial. Clayton te permitió comprar sus servicios. Jake te permitió atormentarlo cuando era un niño. Él podría haberse arrastrado hasta vuestro cuarto cualquier noche y haberos matado a los dos. ¿Has pensado en eso alguna vez? Probablemente no porque realmente no eres muy inteligente, ¿verdad? Tenemos garras retractables, y son afiladas, Cathy, más afiladas que las garras de cualquier otro mamífero. ¿Lo sabías? Son más bien como estiletes. Tenemos cinco en las patas delanteras y cuatro en las traseras. Un buen número para sacarte de la mesa del desayuno, ¿no crees? Y además están los dientes. Podemos atravesar los músculos como hojas de cuchillos. Apuesto a que Clayton ha considerado matarte más de una vez sólo para cerrarte la ofensiva boca. Jake ciertamente lo hizo. Muchas veces. Los leopardos son silenciosos y astutos y nunca lo hubieras visto venir. Nosotros no hacemos nada que no escojamos hacer.

Cathy dio un paso hacia ella, los ojos sin gracia y fríos, los dientes asomando. Casi eran afilados, como si quisiera cambiar, los dedos encogidos en garras rematadas con uñas encarnadas.

– ¿Realmente? ¿Querías a esos hombres por todas partes sobre ti la otra noche? -Ella sacudió la cabeza, su sofisticada melena había desaparecido bajo la lluvia torrencial, haciendo a Emma pensar en una rata mojada-. ¿Vas a querer mis uñas arañando tu oh- qué- linda cara? ¿Rompiéndotela?

Emma bajó la mirada hacia sus propias manos, las extendió hacia afuera e hizo el cambio, admirando la forma en que la gruesa piel se erizaba bajo sus brazos y sobre las manos, cómo los nudillos se curvaban y garras largas y afiladas estallan de las puntas de los dedos. Las giró y se las mostró a Cathy.

– Tus patéticas pequeñas uñas apenas pueden compararse con las verdaderas. No eres nada para mí, ciertamente ninguna amenaza.

Clayton rió disimuladamente. Trent se rió. Incluso Ryan dio un bufido de mofa. La cara de Cathy se contrajo de furia. Un estridente chillido se le escapó y arrancó a Kyle de las manos de Ryan, abofeteando al niño en la cara repetidas veces. Kyle gritó. Ryan juró. Clayton se movió entonces, volviendo a la vida a increíble velocidad, justo cuando Emma hizo lo mismo. Clayton alcanzó a Cathy una fracción de segundo antes que Emma, cambiando mientras lo hacía, su gigantesca pata rebanando el cráneo de Cathy, golpeándola hacia Ryan para que los dos se cayeran. Hundió los dientes en la garganta de Cathy y sostuvo el mortal agarre.

Emma arrastró a Kyle a sus brazos mientras Trent levantaba el rifle. Corrió hacia los árboles justo cuando un enorme leopardo macho con fieros ojos dorados surgía, pasándola corriendo a toda velocidad, directo hacia Trent. Dos leopardos más grandes lo flanqueaban. El sonido del rifle fue fuerte en la noche a pesar del viento que rugía y de la lluvia. Oyó el rugido de Clayton y entonces la noche arrojó horrorosos sonidos de gruñidos y gritos de agonía.

Emma no miró hacia atrás. Corrió con Kyle en brazos, dirigiéndose de vuelta a la casa. El chico sollozaba y se adhería a ella, medio dócil, medio loco de miedo y dolor.

– Ella no te puede hacer daño ahora. No puede hacerte daño ahora -lo tranquilizaba una y otra vez, tropezando sobre el suelo desigual, tratando de refugiarlo contra su cuerpo. El pelo estaba pegado a su cráneo y cara, colgando en goteantes mechones que le bajaban por la espalda.

El viento ululaba, llevando los terribles sonidos de la batalla. Con él venía el olor a sangre, carne y felinos mojados. Y el olor de algo más. El simple sonido como la raspadura de una bota contra corteza. Emma cubrió la boca de Kyle con la mano, su cuerpo todavía inmóvil. Ella le siseó para que se quedara en silencio, recordando a Trent cuando ella había cambiado a forma humana. No habían estado esperándola a ella. No habían pensado que ella pudiera cambiar. Habían esperado que Jake estuviera siguiendo a Kyle y no habían tenido prisa por huir.

El cuerpo de Kyle se quedó quieto, como si conociera la urgencia y comprendiera la necesidad de estar en silencio. Sus ojos estudiaron los de ella, demasiado viejos, asustados, pero decididos. Ella lo besó y lo abrazó más estrechamente mientras su corazón empezaba a golpear fuertemente en su pecho. El leopardo había traído a Kyle al claro a propósito, para arrastrar a Jake hasta allí. Posó a Kyle y se puso los dedos sobre los labios, indicándole que se quedara en silencio. Él tenía tanto miedo, estaba segura que estaba casi congelado hasta las manchas. Se agachó a su lado.

– Mami tiene que ayudar a papá, pequeño. No puedes moverte. Sé que tienes miedo, pero necesito que me prometas que te quedarás aquí mismo y no te moverás, ni harás ruido.

Ella apretó su pequeño cuerpo más profundamente contra el césped.

Él la miró con esos ojos, tan parecidos a los de Jake, ojos que parecían tener más inteligencia de la que era posible a su edad. Respiró hondo y asintió con la cabeza lentamente. Emma lo cubrió con ramas y ramitas que encontró cerca y recogió el césped a su alrededor, llevándole sólo un segundo el ocultarlo.

Entonces corrió hacia el olor, cambiando mientras iba, su cuerpo bajando al suelo, a gatas, la piel animal deslizándose sobre su piel, el morro redondeándose y expandiéndose para acomodar los dientes que irrumpían. La experiencia lo hacía ser menos doloroso y más rápido, y estaba acostumbrándose a los nudosos músculos y el cuerpo nervudo que le hacía mucho más fácil desplazarse.

Ella lo rodeó para atacarlo por detrás. Allí. En el árbol, estaba apoyando su peso contra una gruesa rama para tratar de conseguir un mejor disparo. Podía imaginarse el caos que veía a través de su objetivo. Cuatro leopardos y tres humanos que luchaban a muerte en una batalla de revolcones, arañazos y dientes. Se puso el rifle al hombro y el ojo en el objetivo, asentando el dedo en el gatillo. Ella se acercó por detrás en silencio, sigilosamente, su mirada fija y enfocada, cazando al cazador.

– Te tengo, grandísimo hijo de puta -dijo el hombre suavemente, con satisfacción en su voz.

Ella brincó, saltando fácilmente del árbol y aterrizando en su espalda, su peso golpeándolo con fuerza contra la nudosa rama. Él gruñó, manteniendo su agarre en el arma mientras ella agachaba la cabeza y lo mordía en el hombro, rompiendo fácilmente la piel y el delgado músculo, clavándose profundamente. La sangre le llenó la boca y reculó horrorizada.

Emma se echó atrás y el hombre rodó, cayéndose del árbol al suelo, disparando el arma. Sintió la quemadura de bala a través de su pellejo y se lanzó otra vez, su peso golpeándolo de lleno en el pecho. Él trató de levantar el rifle, y cuando no pudo lo utilizó como un garrote, golpeándola en los hombros para echarla hacia atrás. El leopardo le arañó el vientre y le aferró la garganta, mordiendo fuerte más por miedo que por agresividad.

Emma se agarró a su cuello cruelmente, las lágrimas cayéndole por la cara. Quería vomitar, la bilis le subía. Estaba tan apenada que tenía que luchar con su cuerpo para que se mantuviera y no cambiara de nuevo a su forma humana. El hombre luchó, golpeando los costados del leopardo con su fusil, tratando de sortearlo para disparar. Justo cuando estaba segura de que no podría sostenerle un momento más, Jake vino corriendo hacia ellos.

Él estuvo sobre el hombre en segundos, y Emma retrocedió, agotada, enferma, repugnada y horrorizada a la vez. Se tambaleó, cayó y comenzó a arrastrarse, llevando el cuerpo del leopardo por el barro lejos de la escena mortal. No quería ver ni oír más asesinatos. Una vez lejos de la terrible lucha cambió, sollozando, agachándose para liberar a su estómago de todo su contenido en protesta por las actividades de esta noche.

Todavía podía saborear la sangre en la boca y estaba desesperada por deshacerse de ella. Levantó el rostro hacia el cielo, permitiendo que la lluvia se vertiera sobre ella, deseando que la limpiara. No estaba arrepentida pero odiaba haber tenido que hacer una elección de vida-o-muerte sobre otro ser humano. Intentó restregarse la sangre del cuerpo, tiritando continuamente, aunque no sabía si era por el frío o por la profunda repulsión.

– Emma. -Jake pronunció su nombre suavemente.

Giró la cara hacia él. Tenía el aspecto de un guerrero, con los brillantes ojos y las gotas de sangre cubriéndolo, junto con profundos rasguños, pero parecía haber salido ileso de la batalla.

– ¿Dónde está nuestro hijo?

Ella podía ver el miedo en sus ojos. Las manos le temblaban mientras la buscaba. Ella señaló hacia la cuesta cubierta de hierba donde había ocultado a Kyle. Él la tomó de la mano y corrió, imponiendo un ritmo rápido. En su agotamiento, Emma apenas podía mantenerle el ritmo, tropezando sobre el suelo irregular hasta que él le pasó el brazo alrededor de la cintura y casi la levantó de sus pies, llevándola los últimos metros de terreno fangoso antes de detenerse, mirando fijamente al pequeño montón. Su pecho subía y bajaba, la respiración estallaba saliendo de sus pulmones y se dejó caer de rodillas.

– ¡Kyle! -Jake se abrió paso a través del camuflaje con que lo había cubierto Emma. Arrastró al pequeñín hacia sí, recorriéndolo con las manos, limpiando las lágrimas de la cara del chico, inconsciente de las suyas mientras comprobaba por sí mismo que Kyle estaba vivo-. Tienes magulladuras por todas partes. Esto no tenía que haber pasado nunca. Lo siento, Kyle. Debería… -Sacudió la cabeza y apretó al chico contra su pecho, sosteniéndolo contra su corazón-. Ahora estás a salvo, hijo.

Besó a Kyle en la coronilla y pasó la barbilla por el espeso pelo, murmurando tonterías tranquilizadoras, casi sin poder creer que tenía a su hijo a salvo en sus brazos.

Kyle alzó sus brazos rodeando el cuello de su padre y enterró la cara contra su garganta. Jake se estiró y arrastró a Emma también a sus brazos, y todos se arrodillaron en el césped y se adhirieron uno al otro, llorando. Fue Emma la que al fin levantó la cabeza y trató de ser práctica.

– Tenemos que sacar a Kyle de la tormenta, Jake. ¿Cómo vamos a ir a casa?

Jake frotó la cara sobre el pelo de Kyle una vez más, inhalándolo, sólo agradeciendo que estuviera vivo. Suspiró e hizo que su mente se centrara en el plan ya establecido.

– Escondimos ropa en varios sitios. Conner está reuniendo alguna para nosotros mientras Joshua vuelve corriendo a la hacienda para traer un camión. Estará aquí tan pronto como pueda para llevarnos a casa.

– Los peones estarán nerviosos -dijo Emma, ansiosa por la seguridad de Joshua-. Si avistan un leopardo le dispararán.

– Nadie avistará a Joshua -le aseguró Jake-. No a menos que quiera ser visto.

– ¿Qué vamos a decirle a la policía? -Emma no tenía que preguntar qué le había pasado a sus enemigos o Trent-. Son personas poderosas. No pueden simplemente desaparecer.

– Leopardos atacaron a los caballos. Deben de haber venido de un coleccionista privado o de una hacienda que ilegalmente cría animales salvajes para cazadores y de alguna forma se escaparon. La tormenta los debe haber vuelto un poco locos.

– Leí que esas cosas pueden suceder, que los animales salvajes se ven muy afectados por tormentas -acordó Emma-. Y ciertamente todos conocen esos horribles programas de crías.

Jake asintió.

– Nos ponemos nerviosos. -Hizo una pequeña mueca-. Y de un humor cambiante. Tú y Drake corristeis para salvar a los caballos, junto con los abuelos y nuestro buen amigo Trent, que nos visitaba en aquel momento junto con su guardaespaldas. Los leopardos te atacaron a ti y a Drake. Las heridas de Drake fueron tan severas que llamamos a nuestro piloto en medio de una terrible tormenta.

– Lo cual tuvimos que hacer -dijo Emma-. Eso puede ser probado y nuestras heridas son consecuencia de un ataque de leopardo. ¿Crees que Drake estará bien?

– Tenía a un cirujano ortopédico preparado ya para revisar su pierna. Encontré uno que tiene una historia con la especie de los leopardos. Cree que puede fijar la pierna de Drake para que pueda cambiar otra vez. La herida forzó a adelantar la operación, y quizás la complicó, pero por lo menos ya teníamos al médico correcto. Winston estuvo viéndolo en el hospital. Le pagué suficiente dinero para que continuara su investigación durante un tiempo, para asegurarme que cuidaría muy bien de Drake. La cantidad de dinero que un éxito con Drake generará será más que estímulo suficiente para asegurarse de que no sólo Drake viva, sino que su pierna estará al cien por cien.

Emma cerró los ojos brevemente por el alivio.

– He estado tan preocupada por él que incluso me daba miedo pensar en él.

– El resto de la historia será que Kyle fue atacado en nuestra ausencia y los abuelos, junto con Trent y el guardaespaldas, cazaron a los leopardos. Kyle tiene heridas de magulladuras y dientes, así como los talones pelados por haberlo arrastrado. -Jake meció a Kyle suavemente, tranquilizándose más a sí mismo que al chico, queriendo sostener a su hijo para siempre, no dejarle apartarse de su vista nunca. El suave lloriqueo del chico había parado y parecía haberse dormido, agotado por la dura prueba-. Cuando llegamos los leopardos los habían destrozado y matado y disparamos a los leopardos. Quemamos los cadáveres de los leopardos, por supuesto. Todas las heridas serán consecuentes con ataques de leopardo.

– Honestamente ¿crees que se lo van a tragar?

– ¿Qué otra cosa podría haber sucedido? Tenemos heridas y caballos muertos. Tenemos a Drake operándose y tú y Kyle estáis vivos con heridas muy evidentes, y cuatro cadáveres humanos, tres asesinados juntos y uno alejado por sí mismo, arrastrado de un árbol por un leopardo por detrás, todos con heridas coherentes con un ataque de leopardo. Lo creerán. No estarán contentos de que hayamos quemado los cadáveres de los leopardos, pero serán muy comprensivos con un hombre que acaba de perder a sus padres. Cada obrero de la hacienda apoyará la historia porque ya la creen.

– Sólo quiero volver a casa, Jake -dijo Emma-. Estoy agotada y todavía trastornada, y quiero ver a Andraya. Debemos llamar al padre de Susan y ella también necesitará que se la tranquilice.

Él extendió la mano rodeando a su hijo y le enmarcó la cara.

– Lo siento, Emma. Nunca debería haberte envuelto en esto.

Ella giró la cara para que frotar su mejilla contra la palma y le pasó los labios sobre la almohadilla del pulgar.

– También es mi hijo. Tú eres mío. No voy a permitir que alguien os aparte a cualquiera de vosotros de mí. Y esa fue mi elección, Jake.

Su corazón se contrajo mientras se inclinaba para besarla y la arrastró contra él, justo al lado de Kyle. Todavía no lo podía decir en voz alta porque tenía miedo de que algo pudiera alejarlos de él una vez que reconociera realmente la emoción, pero sabía lo que era el amor, y estaba en sus brazos, viviendo y respirando, cobijado cerca de su corazón.

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