Capítulo 7

JAKE se paró justo fuera de la puerta abierta, el corazón le latía en la garganta mientras respiraba para alejar la necesidad del leopardo de alzarse. En ese momento, con la risa inocente de Emma resonando en sus oídos y el aroma de su excitación llenándole los sentidos, reconoció que se estaba convirtiendo en peligroso. Algo estaba muy mal. Él debería estar en su oficina, encerrado y alejado de todo ruido, sin oír nunca por casualidad el juego entre un hombre y una mujer. Podía oír el interés masculino en la voz del hombre, la inocencia en el tono de Emma. Ella estaba definitivamente excitada, y eso le enfureció. Se sintió cruel, capaz de maldad. Odiaba esa parte fea de él, la que se alzaba cuando sentía cosas demasiado profundamente, la que le decía, la que le mostraba que llevaba el legado del mal en su sangre.

Supo que necesitaba ayuda. Tendría que hablar con Drake, encontrar un modo de combatir los celos intensos que barrían por él ante el mero pensamiento de cualquier hombre alrededor de Emma. Ella había llegado a ser una obsesión, invadiendo sus pensamientos a cada momento del día, atormentando su cuerpo con una permanente erección, enorme, gruesa y tan condenadamente dolorosa que apenas podía andar a veces. Nada de lo que hacía ayudaba, ninguna mujer le saciaba, ardía por Emma. De algún modo ella se las había arreglado para girar las tornas de su plan. Se suponía que era ella la que iba a estar obsesionada con él, pero de algún modo no había resultado así.

Se paró, inclinando una cadera casualmente contra la jamba, esperando a que ella alzara la mirada, mirándola a la cara, la manera en que sus ojos brillaban, el modo en que su boca era tan expresiva. Ella estaba al otro lado del cuarto lejos del hombre, que fue lo único que permitió que Jake conservara la cordura. El leopardo estaba tan cerca. El pecho retumbaba con gruñidos, la garganta dolía por la necesidad de rugir. Los dientes dolían por intentar refrenar el cambio, la necesidad de saltar sobre su enemigo-su rival- y destriparlo. Y Emma. Lo que quería hacerle a Emma.

Su cuerpo, tan duro, cada músculo tenso, la piel demasiado caliente para tocarla, su miembro tan lleno y sensible que cada paso que daba era doloroso. Necesitaba… Sólo necesitaba.

Emma alzó la mirada y los ojos se encontraron con los de él. Por un momento el tiempo pareció detenerse. La mirada de ella se suavizó, se calentó y en ese momento el corazón de Jake se apretó con fuerza y el estómago se tensó. Curvó los dedos sobre la palma. Permaneció silencioso, atemorizado de que su voz saliera más como leopardo que como humano.

– Greg no puede oír ese zumbido que te dije en la línea telefónica.

¿Greg? ¿Quién demonios era Greg para ser llamado por su nombre? ¿Lo conocía ella? El hombre le estaba viendo fijamente con esa mirada ligeramente atemorizada que a menudo tenía la gente en su presencia. Le mostró los dientes sin sonreír realmente. Quizá salió un gruñido. No lo sabía y seguro como el infierno que no le importaba. Greg se congeló, así que debía haber gruñido. Se tocó los caninos con la lengua. ¿Se sentían más afilados? Respiró para mantener al leopardo a raya.

– Joshua me dijo que él también lo había oído -se las arregló para decir Jake. Mantuvo su voz baja, pero aún así, vio que Emma le dirigió una mirada preocupada. No estaba en condiciones de tranquilizarla.

– Greg mencionó que si la línea estaba limpia y oíamos algo, podría ser un equipo espía, y tú sabes cómo los paparazzi siempre tratan de entrar en la casa.

– Puedo verificar las tomas del teléfono en busca de chips o grabadoras -ofreció Greg.

– No te molestes, mi seguridad puede hacerlo desde aquí -dijo, despidiendo al hombre, y alejándose a zancadas. Quería al hombre fuera de esta casa.

Jake no quería irse. Tenía que irse. Tenía que encontrar a Drake, correr, permitir que el leopardo saliera donde no pudiera hacer ningún daño. Respirando con dificultad, giró alejándose, atravesó a zancadas la cocina, parando bruscamente cuando vio a Joshua con los pies encima de una silla, bebiendo café y comiendo una rebanada de pan recién horneado.

– Pensé que te había dicho que permanecieras con Emma -dijo con brusquedad.

Joshua saltó arriba tan rápidamente que tiró la silla.

– Dijiste que permaneciera en la casa y estoy aquí.

– Eso son sandeces y lo sabes. Tienes a un hombre en mi casa mirando fijamente a Emma como si ella fuera un dulce en una tienda, mientras estás jodidamente comiendo. Echa al hijo de puta fuera de aquí y haz que los de seguridad comprueben los enchufes de los teléfonos otra vez, no solo con el equipo, sino visualmente. Si no pueden hacer el trabajo, deshazte de ellos.

– Bien, está hecho -Joshua trató de apaciguarlo.

Jake caminaba, columpiaba la cabeza con agitación. La cara se le había oscurecido, los ojos estaban nublados, volviéndose completamente dorados mientras su visión cambiaba de la humana al animal.

Agarrando la radio que tenía colgada a un costado, Joshua habló rápidamente antes de moverse para poner la mesa entre él y su jefe, ladrando órdenes para que los de seguridad verificaran los enchufes del teléfono visualmente y luego llamó a Drake para que le respaldara.

– Jake. Escúchame. Concéntrate. Estás bajo compulsión. Un ataque de locura. Tienes que luchar duramente contra ello. Ven conmigo ahora. Vamos a sacarte de aquí antes que sea demasiado tarde. -La propia voz de Joshua era áspera, su visión cambió a las bandas de calor corporal. Todos los sentidos se afilaron inmediatamente, se alzaron.

Jake le oyó como si estuviera lejos, la voz cayendo y elevándose. Sus músculos dolían. La espalda se dobló. Quería a Emma debajo de él, chillando su nombre. La imagen llenó su visión y entonces su vista se volvió roja cuando olfateó a otros machos.

– Maldita sea, Drake. Date prisa -llamó Joshua otra vez por radio-. No podré retenerlo yo solo. -Tendió la mano hacia Jake-. Me trajiste al rancho para ayudarte, Jake. Trato de hacer eso. Vete a correr. Deja que el leopardo se libere.

El trueno rugió en las orejas de Jake. Su sangre se encrespó calientemente, la necesidad de reclamar a su compañera tan fuerte que se sacudió. El animal le consumió trozo a trozo.

– Tu «otro» se está imponiendo duramente. No deseamos un combate en tu cocina. -El propio leopardo de Joshua se levantó para encontrarse con la agresión de Jake. Esto iba a ser un desastre.

La puerta se abrió de golpe y Drake entró cojeando. Siseó una orden en el idioma de su especie, una que Jake no podía comprender, pero el leopardo lo hizo.

– Jake. Vete al camión. Tenemos que irnos ahora. -Su tono no dejaba lugar para discusiones. La situación se iba a volver fea rápidamente.

Jake miró hacia el cuarto donde podía oír la voz de Emma, todavía murmurando suavemente al técnico.

– Evan viene para escoltarlo fuera de la propiedad -aseguró Joshua.

Jake reconoció que tenía poco control y luchó por contener al leopardo, luchando por la supremacía por lo menos hasta que pudiera asegurarse de que Emma y los niños estuvieron a salvo. Tanto Joshua como Drake iban a tener que controlar al gato gruñón que arañaba y luchaba por matar. Intentó hablar, pero en su mayor parte lo que salió fue un retumbar de la locura.

– Emma. -No podía… no saldría hasta que supiera que alguien la estaba vigilando.

Como si esa palabra gruñida tuviera sentido, Drake gritó una orden a Joshua.

– Trae a Darrin aquí dentro. Dile que llame a otros y que proteja la casa con los niños y Emma hasta que uno de nosotros tres vuelva. -Mientras hablaba, acompañó a Jake fuera de la casa.

Jake apenas podía andar, su cuerpo estaba pesado y latía, tan excitado que cada paso era doloroso. El leopardo luchaba contra él a cada pulgada del camino, intentando volver, rodear a Drake, gruñendo de forma amenazadora, fingiendo ataques para amenazar. Drake gruñó a su vez, su propio leopardo guiando a Jake. Joshua ayudó en el momento que pudo, con cuidado de mantener una distancia mientras Jake caminaba de un lado a otro, los gruñidos retumbaban más fuertes y más feroces, pero, de hecho, le estaban conduciendo hacia el camión.

El peligro más grande ocurriría en los límites del camión. Drake y Joshua tenían que confiar en que Jake permanecería concentrado y mantendría al leopardo a raya hasta que pudieran llevarle al lado más lejano del rancho donde pudieran dejarle correr libre.

Drake cerró la puerta una vez que le tuvieron enjaulado dentro de la cabina y saltó al asiento del conductor.

– ¿Qué demonios está pasando, Joshua? No estoy alrededor de la casa, pero esto es definitivamente una compulsión. ¿Hay una hembra cerca?

Joshua se encogió de hombros.

– Sólo Emma. He estado alrededor de ella docenas de veces y nunca ha provocado a mi leopardo. Aunque… -Dejó que las palabras murieran, mirando a su jefe.

Jake respiró con dificultad, el pecho subiendo y bajando con el esfuerzo de retener al cambio. La piel le dolía al contraerse, demasiado pequeña para cubrir su forma. Se arrancó la camisa cuando la picazón se extendió y algo vivo corrió justo bajo la superficie. El cerebro se le llenó de una neblina roja, una rabia bordeada de oscuridad y un hambre violenta por una mujer. Estaba consumido por Emma, con el deseo por su cuerpo, con la necesidad de hacerla suya. Odiaba a todos los machos, desesperado por destruirles, comprendiendo las crueldades de sus padres mientras el gato le inflamaba más allá de la cordura.

Luchando contra ello, dejó colgar la cabeza, jadeó, la boca llena de dientes, su corazón salvaje, su cuerpo en lujuria. Rompió a sudar, queriendo advertir a Drake que se diera prisa, pero no podía hablar, no se atrevía a abrir la boca ante el temor de que su hocico estuviera completado. Estaba a kilómetros de la seguridad, marchando hacia delante sobre el camino que les llevaba a su santuario oculto, y Drake y Joshua, los dos hombres a los que podía llamar amigos, estaban atrapados en la pequeña cabina del camión con él, arriesgado sus vidas para salvar a todos en el rancho.

Los árboles y el follaje exuberante parecían una fría y exótica selva donde su leopardo iba a ser libre de correr a salvo, sin la amenaza de matar al ganado, de herir a los vaqueros o ser visto. Drake le había protegido, ayudándole a aprender a cambiar en la carrera, así como aprender el camino de las personas leopardo y cómo guardar ropa y suministros cada pocas millas por si acaso.

La atmósfera en el camión permaneció tensa mientras la piel ondulaba sobre el cuerpo de Jake y las garras estallaban de las puntas de sus dedos. Se estremeció con el esfuerzo de retener el cambio.

– Lucha -dijo con brusquedad Drake, sus palabras una orden-. Tienes una voluntad fuerte, Jake. Para ser leopardo, tienes que ser fuerte, para estar bajo control siempre, tanto si estás en forma humana como forma leopardo. Eres responsable de todas las acciones en ambas formas.

Joshua juró para sí.

– A nosotros se nos ha entrenado desde que fuimos jóvenes. Siempre tuvimos el beneficio de los ancianos. ¿Cómo podría estar él preparado posiblemente para la compulsión? La mayor parte de nosotros apenas podemos retener a nuestro leopardo, y nos hemos entrenado durante años. Él matará a alguien.

– No, no lo hará -dijo Drake, su voz firme-. ¿Me oyes, Jake? Lucha por el control. Cuándo cambies, pensarás que él es más fuerte, pero él eres todavía. El centro de ti. Tú le das órdenes. Él querrá matar a cualquier macho a kilómetros de su hembra. Eso es natural, muy normal, pero la sensación será más fuerte que algo que hayas conocido jamás, cualquier odio, cualquier rabia, una necesidad asesina que barre por tu intestino y ruge en tu vientre. Tienes que controlarlo. Si esto sucede y estás cerca de tu mujer, es mil veces peor, y tienes que tener cuidado con lo que le haces a ella. El instinto de conquistar y dominar es abrumador. El control lo es todo. ¿Me comprendes? Asiente con la cabeza si me puedes oír y comprender lo que estoy diciendo.

Jake destrozó el cuero del asiento, el retumbar en el pecho se profundizó. Asintió con la cabeza, tratando de absorber la importancia de la declaración de Drake cuando cada hueso en su cuerpo parecía estar agrietándose y astillándose, cada músculo se rompía y cada célula gritaba pidiendo a Emma. Sabía que era Emma la que provocaba esta violenta tormenta de furia. Ella le llenó la boca con su sabor; sentía la carne junto a la suya, estaba desesperado por enterrar su polla profundamente dentro de ella. Por hundirse despiadadamente. Por clavar los dientes en su cuello y forzarla a someterse completamente a él. Por admitir que le pertenecía a él y sólo a él.

Oh Dios, Emma. ¿Dónde estás? ¿Estás a salvo? Estate a salvo. Te necesito. Respiró, luchando por la cordura, luchando por mantenerla a salvo a pesar de todas sus necesidades. ¡No! Aléjate de mí. ¿Qué demonios me está sucediendo?

Los ojos le ardían. El miedo golpeó por sus venas. No iba a sobrevivir a esto sin matar a alguien. La necesidad se alzó como una ola, inundándolo, sacudiéndolo; peor, necesidad de causar dolor, de herir a alguien, como esta herida, esta terrible obsesión que le guiaba. El estómago le dio bandazos, se le irritó, quiso vomitar ante la idea de que él pudiera ser tan retorcido, tan repugnante como para querer torturar a alguien, que quizá podría obtener cualquier clase de placer o satisfacción del dolor de otro. También podría estar muerto. Estaría muerto antes de permitirse dañar a Emma o a los niños, antes de llegar a ser como sus padres.

Los costados subían y bajaban, dobló el cuerpo, llevándolo al suelo del camión. Las paredes estaban demasiado cerca, la cabina era demasiado pequeña. Luchó por mantener al leopardo a raya. Unas pocas millas más. ¿Qué estaba haciendo Drake?

– Sus ojos se han ido completamente -informó Joshua-. No sé cómo demonios aguanta. Tenemos que sacarlo del camión.

Drake pisó más fuerte el acelerador. Estaba yendo demasiado rápido para las condiciones del camino, pero arriesgarse a un accidente era una mejor elección que encontrarse encerrado en una pequeña área con un leopardo macho adulto y enfurecido en medio de la compulsión. El propio leopardo de Drake luchaba por la supremacía, rasgaba y arañaba en un esfuerzo de protegerlo. Dos veces, las afiladas garras surgieron y se retractaron. Él no había cambiado desde que le habían disparado y los médicos le reconstruyeron la pierna, dejando una placa metálica. No había libertad para él ni para su leopardo.

Giró el volante de un tirón y se deslizó bajo el soporte de los árboles justo dentro de la reserva. Sacó un rifle tranquilizador del anaquel en la ventanilla de atrás y salió, Joshua le siguió haciendo lo mismo en el lado opuesto del camión.

Dentro del camión, el cuerpo de Jake se retorció como si intentara despojarse desesperadamente de los vaqueros, las garras los rompieron en tiras. Pateó la tela rota mientras el cambio le dominaba, las cuerdas de músculos se duplicaron, triplicándose bajo la piel gruesa de manchas.

Drake retrocedió del camión que se balanceaba, alejándose de los árboles. La esperanza era que Jake forzaría a su leopardo al área arbolada. Si se permitía dar rienda suelta al leopardo, el macho iría a por su compañera, y ellos no tendrían más elección que tranquilizarlo para evitar que matara a algún macho humano muy cerca de Emma.

Drake esperaba que no llegaran a eso. Acertar con el dardo a un leopardo no era tarea fácil, y traía consecuencias. A menudo el corazón de un gato grande no podía asimilar las drogas y colapsaba completamente.

El gran leopardo macho se volvió loco, tirándose contra las paredes del camión, rasgando los asientos y estrellándose contra las ventanas hasta que grietas de telaraña aparecieron en el parabrisas.

– Él se ha ido, Drake -advirtió Joshua-. Está loco. Tendrás que matarlo cuando intente huir.

Drake sacudió tercamente la cabeza.

– Él es fuerte.

– Si Emma es su compañera y ella está comenzando el Han Vol Don, y no se han emparejado por lo menos una vez antes de otro ciclo, la compulsión será demasiado fuerte para un principiante. No sabes lo que está dentro de él, Drake. Dijiste que sus padres descienden de una línea de sangre corrompida. Él es peligroso. Podría haber una masacre.

– Él hará esto.

– Nunca ha oído del Han Vol Don. ¿Cómo podrá comprender lo que está sucediendo?

– Lo hará -repitió Drake-. Lo conozco. Su fuerza. Su determinación. Controlará a su leopardo.

– Maldita sea, hombre. Estás apostando tu vida.

El camión se meció otra vez y el leopardo sacó la cabeza por la puerta abierta. Fue sorprendentemente silencioso. Inmóvil. La piel estaba oscura por el sudor. Como si presintieran una amenaza, los pájaros callaron y los insectos cesaron todo sonido. El leopardo bajó la cabeza, los ojos dorados miraron fijamente a Drake con concentrada intención.

– Se ha centrado en ti, se ha centrado en ti -advirtió Joshua, rompiéndose su propia camisa y tirándola a un lado. Tiró de ambas botas, manteniendo los ojos en el leopardo.

El leopardo saltó desde su posición de inmovilidad, abarcando casi dos metros o más, tocó el suelo y saltó una segunda vez.

– Dispárale -suplicó Joshua, arrancándose los vaqueros y pateándolos. Dio dos pasos corriendo y empezó a cambiar mientras corría hacia Drake y el leopardo.

El leopardo golpeó a Drake con la fuerza de un tren de carga, estrellándose contra el pecho y tirándolo hacia atrás. Drake utilizó el rifle para desviar el poderoso gato, aunque fuera una defensa débil, y las garras le arañaron el pecho como un rayo, fallando por poco la garganta.

– Jake. ¡Lucha! -miró directamente a los ojos dorados.

El leopardo de Joshua vino desde un lateral. Jake saltó, girando en el aire para evitar el ataque. Su mente roja con rabia, la llamada de sangre le llenaba los pensamientos, apenas oyó la voz de Drake. Respetaba a Drake. Le gustaba. Mas apenas podía distinguir a Drake de sus enemigos mortales.

Enfrentado con el olor de un macho humano que le bloqueaba volver con su compañera, con un leopardo macho corriendo hacia él y con una rabia asesina en el corazón, Jake trató de concentrarse en la voz de Drake. Necesitaba algo para ahogar el rugido de su leopardo.

El leopardo de Joshua saltó la distancia restante, determinó a mantenerlo lejos de Drake. Jake giró, su flexible espina dorsal casi se dobló en dos mientras giraba para encontrarse con la nueva amenaza. El tajo de las garras afiladas envió un dolor por el muslo de Jake. Por un momento los pulmones ardieron con agonía y respiró un profundo y estremecedor aliento. Victoria. La victoria en el dolor. El dolor era su vida, y lo estabilizó como nada más podría hacerlo.

Tomó posesión de su leopardo que gruñía y forzó su voluntad de hierro sobre el gato. Murmurando palabras calmantes, prometió que pronto tendrían a su compañera. Hizo retroceder al gato que rugía, palmo a palmo. Su leopardo luchó a cada paso del camino, los instintos guerreaban con su mente humana. Jake era fuerte -más fuerte que el leopardo cuando se refería a su determinación- y el leopardo se rindió bruscamente, dando la vuelta y corriendo hacia los árboles.

El leopardo corrió, imprimiendo velocidad para llevarlo profundo al bosque. La necesidad por su compañera bordeaba la desesperación, y Jake deseaba al leopardo tan lejos del rancho y Emma como fuera posible. No tenía la menor idea de lo que le estaba sucediendo como leopardo o como hombre, pero tenía que aprender a controlarlo antes de que pudiera hacer cualquier demanda a Emma.

El viento se alzó y rugió por los árboles, advirtiendo que venía una tormenta. La oscuridad se extendió y trajo consigo la lluvia. Las gotas cayeron como si los cielos lloraran por él, lloraban con él por la viciosa crueldad que corría por sus venas. Las grandes almohadillas le permitieron ser silencioso mientras se movía rápidamente, yendo más profundo a la protección del bosque, tratando de dejar atrás su naturaleza fea y brutal. Había temido toda su vida que sería como ellos: los enemigos, y una parte de él había tratado de convencerle que no era así, pero por la manera en que su cuerpo y mente ardían obsesivamente por Emma, la manera en que reaccionaba cada vez que la veía, las violentas emociones que se le arremolinan en el vientre, todo contaba una historia diferente.

El leopardo levantó la cara hacia la lluvia y el viento, permitiendo que barriera sobre él, esperando que lo limpiara. La tormenta aumentó en fuerza, el viento azotó los árboles, doblando los esquejes, arrancando hojas y rompiendo las ramas más pequeñas para que llovieran sobre él. El viento en la piel se sentía bien, la tormenta se añadía al humor nervioso del leopardo. Era libre. Podía perderse aquí, donde los árboles y el agua ahogaban el ruido de la ciudad. Dónde nadie le podía detener que atrapara a su presa cuando quería hacerlo. Había música en el viento y las hojas, el parentesco con los animales y pájaros. Pertenecía a algún lugar. Corrió libre, devorando kilómetros incluso cuando el corazón se sentía como si estallara y el aliento entraba en grandes soplos de vapor.

Llegó a una fuerte corriente y se zambulló sin vacilación, indiferente a que la corriente le atrapara, zarandeando al gran gato y atrayéndolo hacia una curva. Las ramas le golpearon con fuerza, haciéndolo girar, y salió gruñendo y escupiendo, usando sus pesados músculos para empujarse al borde donde pudo arrastrarse a tierra.

Se detuvo, la cabeza hacia abajo, los costados subiendo y bajando, luchando por respirar, luchando contra sí mismo. ¿Qué demonios estaba haciendo? Se había colocado en el curso de la venganza y en algún lugar de la línea ese curso se había alterado. No comprendía la emoción y no confiaba en ella. Sus emociones eran demasiado violentas, demasiado intensas, y él era demasiado capaz de herir a otros.

El dolor de los arañazos de garra en su costado le recordó todas y cada una de las victorias de su niñez, cada vez que ejercía control, cada vez que se construía su determinación para sobrevivir y crecer fuerte. El leopardo se tumbó bajo un árbol grande, el paraguas de hojas y ramas oscilaba desenfrenadamente con el viento turbulento, permitiendo que la lluvia se vertiera continuamente en él, refrescando el calor de su cuerpo y la ferocidad de su mente.

Drake había estado con él durante dos años. Joshua le había seguido, dejando la selva tropical para intentar una vida diferente. Él era de trato más fácil que Drake, reía más, pero detrás de los ojos verdes había sombras oscuras. Jake no había curioseado cuando Joshua le pidió un trabajo. Jake sabía que era leopardo, un amigo de Drake, y aunque una parte de él tuviera envidia de la agradable relación entre los dos hombres que habían crecido juntos, dejándole ser un intruso que mira, estaba todavía agradecido de tener un segundo leopardo para ayudar a instruirlo. Tampoco jamás había dicho que él se sentiría así, completamente fundido.

Admiraba la fuerza de Drake. El leopardo era cada parte de ellos como el respirar, aunque Drake no pudiera cambiar ya. Había tomado una bala que le había destrozado la pierna, y la chapa metálica que la sostenía junta le impedía cambiar. Algo tenía que ser hecho acerca de eso pronto. Drake no podía vivir sin su leopardo para siempre.

Profundamente el leopardo en Jake se puso en alerta. Estaba al borde de un descubrimiento importante. Drake no podía vivir sin su leopardo para siempre. Drake no era un leopardo. No era un hombre. Era los dos. Juntos. El hombre necesitaba al leopardo y el leopardo necesitaba al hombre. Uno no podía sobrevivir mucho tiempo sin el otro. El leopardo de Drake vivía dentro de él, pero no podía correr libre. No podía correr, respirar y sentir la alegría del leopardo mientras corría por territorio abierto o saltaba sin prisa de una rama a la siguiente. ¿Qué estaba haciendo el leopardo? ¿Pensar? ¿Sentir? Él no podría sobrevivir mucho tiempo en tal estado, y tampoco Drake.

Así que ¿qué de su propio leopardo? ¿Qué le había dado? ¿Qué había hecho por él? Se había cerrado a esa parte, cuidadoso de protegerse. Temía que el leopardo le convirtiera en sus padres y permitiera que las cualidades bestiales de su naturaleza se liberaran. Pero correr libre noche tras noche había calmado su rabia, le había permitido escapar al dolor de las pesadillas de su niñez. Todo el tiempo, aún siendo pequeño, antes de que el leopardo emergiera, el leopardo le había dado la fuerza de aguantar.

Drake había viajado miles de millas con él por fe solamente, dispuesto a abandonar parte de su vida, su propia necesidad y amor por la selva tropical, para instruir a Jake sobre su herencia. El dinero significaba poco para Drake. Era solamente un medio para un fin, un instrumento con que hacer las cosas que sentía necesarias. Había venido a Texas sólo para ayudar a Jake. Como siempre, Jake había desconfiado de la amabilidad. Y desconfiaba del leopardo, su otra mitad. El leopardo le había esperado, su aceptación, alzándose sólo cuando Jake necesitaba su fuerza, cuando algo o alguien provocaban sus instintos o cuando Jake necesitaba desaparecer y correr libre. Ni una vez Jake había compartido nada con Drake mientras este le contaba lo que era necesario para el completo desarrollo.

Tenía miedo. Darse cuenta le aturdió. Había pensado mucho en sí mismo durante el temor del pasado. Había sobrevivido cuando otros nunca lo habrían hecho, y había sobrevivido por instinto y completa determinación, en medio de una tormenta salvaje, con sus costados subiendo y bajando, el sudor oscureció su temor, jadeando con horror cuando supo lo que yacía dentro de él. Jake no quería entregarse a nadie, no a los niños, ni al leopardo y ciertamente no a Emma. Ellos tenían que ser suyos. Controlados por él. Obedeciendo sus órdenes en el mundo perfecto que había construido y en el que gobernaba.

Todo el tiempo, Drake le había dicho que tenía que dejarse ir. Con el corazón latiendo deprisa, saboreó el terror en la boca. Si se dejaba ir y el leopardo le tragaba, estaría perdido. Si amaba a sus niños y algo les sucedía, le arrancarían el corazón. Si se entrega a Emma y ella le dejaba, no sobreviviría.

El leopardo puso la cabeza entre las patas y lloró, las lágrimas se mezclaron con las gotas de agua mientras la tormenta comenzaba a disminuir. Siempre se había negado a pensar en él mismo como una víctima. Había sobrevivido porque era fuerte y había sido su elección no defenderse. No había permitido que el leopardo saltara sobre sus enemigos y desgarrara y rompiera hasta que no existieran más, aunque más de una vez había rabiado interiormente para hacer eso. Su control siempre había sido su prueba de que era diferente. Dejarse ir, confiar, dar, era sinceramente aterrador.

Por primera vez en la vida de Jake, se dio cuenta de que quizás no fuera lo bastante fuerte para vencer el trauma de su niñez. Nunca había reconocido que había sido víctima de abusos. Había sido un estilo de vida y había aprendido lecciones, lecciones muy duras, pero ellas le habían transformado en un hombre de éxito, y en un empresario aún más exitoso. Pensaba en sí mismo como intocable, y en la mayoría de las maneras lo era. Tenía la reputación de ser demasiado rico, de tener demasiadas conexiones políticas, demasiado despiadado, y demasiado peligroso para interferir con él.

Pero tenía miedo de sí mismo. Su enemigo más grande estaba dentro de él. Drake había dicho que él no podría vivir separado de su leopardo, y si no abrazaba a la bestia, le daba la bienvenida y aprendía a utilizar lo que él consideraba defectos como fuerzas, nunca estaría realmente vivo. Y finalmente el leopardo lucharía contra él a cada centímetro del camino. No quería correr el riesgo. Todo en él se rebeló, pero estaba peligrosamente cerca de herir a Emma, de destruir su casa, la única casa que jamás había conocido.

El leopardo extendió las patas y rastrilló hondo en la tierra. La noche se asentaba, trayendo los sonidos de insectos y búhos cazando. Yació tranquilo, escuchando el ciclo interminable de la vida, sabiendo que no podría abandonar a Emma. Se suponía que ella le necesitaba. Se suponía que los niños le necesitaban. Podía aceptar eso y él sería un socio increíble, encargándose de todo por ellos, pero no quería sentir ese cariño él mismo. No podía tener eso.

Discutió consigo durante horas antes de saber finalmente que no tenía elección. No podía arriesgarse a convertirse en algo tan cruel y de tan mal humor como sus enemigos. Su sangre corría por sus venas. Sus leopardos podían no haber surgido completamente, como el suyo, pero los rasgos se reproducían en ellos y no tenían el control que él había aprendido con el paso de los años. Había logrado apartar al leopardo de Drake, aún en medio de su locura enfurecida, y no le daría ni la más mínima cantidad de control. No se arriesgaría a perder a Emma o a los niños… o a él mismo.

Jake surgió del bosque descalzo, descamisado y todavía abotonándose los vaqueros que Drake y Joshua le habían dejado amablemente colgados en una rama de un árbol para él. Drake soportaba la lluvia, en la cama de la furgoneta, mientras Jake se acercaba, levantó la cabeza, alerta, y bajó de un salto inmediatamente. A pesar de su herida en la pierna, todavía se movía con una gracia fluida que a menudo atrapaba a Jake desprevenido.

– ¿Estás bien? Pensaba enviar a Joshua a encontrarte, pero… -las palabras de Drake se desvanecieron.

Jake se encogió de hombros.

– Pensabas que quizás trataría de rasgarlo en pedazos.

La sonrisa de respuesta de Drake fue débil.

– Algo así.

Jake sacudió la cabeza mientras se acercaba a su amigo. La camisa de Drake estaba rasgada en tiras y había manchas de sangre en el pecho.

– ¿Estás herido?

La vergüenza ardió por Jake. Se enorgullecía de su control, pero apenas había logrado detener a la bestia cuando atacó a Drake. Estaba agradecido de no haber intentado volcarse en el leopardo. Drake y Joshua eran de líneas de sangre diferentes, claramente no tenían la locura corriendo por sus venas.

– Sólo unos pocos rasguños -contestó Drake casualmente-. He tenido algunos mucho peores jugando con amigos en la forma de leopardo.

Jake estiró los músculos cansados. La lluvia se había convertido en una llovizna fina.

– Lo siento Drake. Podría haberte herido.

Drake le envió otra pequeña sonrisa.

– Sabía que no lo harías.

– Entonces sabías más que yo. ¿Dónde está Joshua?

La sonrisa se amplió.

– Durmiendo como un tronco. No estaba preocupado por ti.

– Hace un buen trabajo fingiendo -dijo Jake-. Se preocupa. ¿Por qué supones que dejó la selva tropical? No es del todo feliz aquí, pero no quiere volver.

– Joshua es Joshua. Él no comparte mucho acerca de su vida. Lo que fuera que sucedió debe haber sido malo o nunca se habría marchado. Nadie se marcha porque quiera.

– Tú lo hiciste -señaló Jake.

– No podía permanecer en el bosque sin dejar correr a mi leopardo y no puedo cambiar. Llegó a ser… difícil.

– ¿Intentaron los médicos injertar tu propio hueso?

Drake asintió.

– No funcionó. No entendí todo el proceso, pero algunos de nosotros tenemos la capacidad de regenerar huesos y otros no. Yo aparentemente no.

– ¿Trataste de utilizar el hueso de otra persona?

– ¿Cómo un cadáver? -Drake hizo una mueca-. Incineramos a nuestros muertos inmediatamente. Es la única manera de que nuestra especie sobreviva, mantener nuestra existencia en secreto. Y no tiene mucho sentido que si no puedo utilizar un pedazo de mi hueso, funcionara el de otro, ¿verdad?

– Ellos pueden hacer todo tipo de cosas ahora, Drake. Sólo tienes que encontrar al hombre correcto. -Jake abrió la puerta de la furgoneta y se detuvo para echar una mirada alrededor.

Él poseía todo en kilómetros a la redonda. Había adquirido pacientemente acre tras acre, añadiéndolos a la tierra que su bisabuelo le había dado hasta que tener un santuario. Había convertido el terreno en un área ensombrecida y arbolada para su leopardo. Había construido un imperio de ganado. Paso a paso, pacientemente. Y había empezado lentamente a perforar en busca del petróleo que sabía que había en otra extensión de tierra que había heredado. Recientemente había adquirido varios trozos grandes de propiedad que estaba seguro que ocultaba gas natural esperando ser revelado. Mirando a Drake, su amigo, la única persona que había estado con él, se dio cuenta de que todos sus logros no eran nada. Miles de millones de dólares quizá, pero el dinero era un instrumento para él. Y supo lo que tenía que hacer con ellos.

Drake necesitaba una solución. En comparación con el problema de su amigo, los años que Jake había invertido en su plan de derrotar a sus enemigos parecieron un desperdicio cuando un hombre tan bueno como Drake sufría.

Jake carraspeó. Encontró extraño pensar en otra persona, preocuparse por ellos. Influencia de Emma. Ella le estaba haciendo algo con su presencia que no podía comprender exactamente, pero supo que ella le había cambiado de algún modo en los breves dos años que había vivido en su casa. No supo cuando había ocurrido el cambio, pero sabía que Drake era más importante que la posible venganza.

Jake abrió la puerta.

– ¿Quieres que conduzca?

Drake sacudió la cabeza.

– Lo tengo. Sólo empuja a Joshua.

Jake le dio al otro hombre un amable empujón y Joshua levantó la cabeza y gruñó una advertencia.

– Vete atrás -dijo Jake-. Puedes dormir allí.

Joshua gruñó pero obedeció, acurrucándose para volver a dormir aún antes de que Jake se deslizara en el lado del pasajero.

– ¿Quién hizo tu cirugía? ¿Hay médicos en tu aldea?

– Tenemos a un médico para nuestra gente, pero ningún especialista como el que necesité, y los huesos no injertarán y cambiarán.

Drake sonó práctico en la superficie, pero Jake escuchó con los sentidos realzados. Drake no mostraba por su expresión que estuviera deprimido, pero Jake captó la nota pesada en su voz y lo miró bruscamente.

– Te necesito aquí, Drake. -Mantuvo su voz baja, la admisión le revolvió el estómago. Odiaba esa sensación, el temor repentino que le arañaba ante la idea de perder a su amigo. Se suponía que no necesitaba a nadie. Le hacía sentirse vulnerable y pequeño.

Respiró. No. No era realmente temor a perder a Drake. Le había pedido a Drake que viniera hasta él, que dejara la selva tropical y le ayudara. Drake era su responsabilidad. Eso era todo. Del mismo modo en que Emma, los niños e incluso Joshua lo eran. Necesitaba encontrar un modo de ayudar al hombre, de salvarlo, porque había pocos hombres buenos en el mundo.

Drake no fingió entender mal lo que estaban hablando.

– Vas a averiguar bastante pronto que un leopardo no puede ser suprimido para siempre. No tengo mucho tiempo, Jake. Y francamente, ¿qué demonios hay aquí para mí?

– La cirugía. No seas idiota. No te rindas hasta que lo hayas intentado todo y no has comenzado ni a arañar la superficie. Tu hueso no funcionará. No tenemos un cadáver, pero me tienes a mí. O a Joshua. Uno de nosotros quizás tenga la capacidad de regenerar y si no es así, encontraremos a alguien que la tenga.

Drake le disparó una mirada por el rabillo del ojo.

– Dudo que sea fácil.

– Nada que valga la pena lo es. -La mente de Jake ya estaba trabajando a un rápido ritmo. Podría poner fácilmente a varios de su personal a buscar al mejor equipo de cirujanos ortopedistas. Con suficiente dinero, cualquiera podría ser comprado. Y si había algo que tenía era dinero-. Lo pondré en marcha mañana. Si ni Joshua ni yo podemos ser utilizados, seguiremos buscando un donante hasta que lo encontremos.

Drake se humedeció los labios repentinamente secos.

– ¿Crees que alguien realmente me podría arreglar? ¿Que podría ir sin la placa? He pensado en que me amputaran la pierna.

– ¿Por qué no deberían poder arreglarlo? Sólo necesitamos encontrar al cirujano y al donante correcto. -Miró por la ventana-. Has olvidado encender las luces. Estás usando la visión nocturna de tu leopardo.

Había notado que tanto Joshua como Drake lo hacían mucho, intercambiar los sentidos del leopardo con los propios. Quizá sus leopardos no eran tan destructivos como el suyo y eran más fácilmente controlables. Él había estudiado al animal bastante. Tenían mal genio. Rabias celosas. Eran sumamente inteligentes y astutos, y criaturas reservadas. Él era todo eso, amplificado un millón de veces.

Drake no se molestó con los faros. En vez de eso, cambió de tema. Conducían sobre el sendero de vuelta a la casa del rancho.

– Necesitas decirme todo lo que sepas sobre los antecedentes de Emma. Sé que debes haberla investigado antes de contratarla.

– Tengo su archivo, pero no hay mucho en él. Donde fue al colegio. Sus padres. -Jake se encogió de hombros de forma casual.

– ¿Has leído o hablado acerca del Han Vol Don con alguien? -preguntó Drake.

– Te he oído utilizar el término. ¿Qué es?

– Las hembras son muy diferentes de los machos en nuestra especie. Nadie sabe que provoca el Han Vol Don. No es la pubertad ni la actividad sexual. No tenemos la menor idea, y créeme, hemos tratado de averiguarlo. Para los machos los leopardos cambian cuando el leopardo es lo suficientemente fuerte o el chico experimenta alguna tensión extrema. Quizá una combinación de las dos. Es muy diferente para nuestras mujeres.

– Y el Han Vol Don es… -Jake miró Drake expectantemente, una insinuación de impaciencia en los ojos. Sabía lo que era ser un macho.

– Peligroso. Para todos. Una hembra entrará de repente en celo combinado, tanto la mujer como el leopardo se unen. Ella expele un olor seductor, y cuando está cerca, su presencia puede provocar una compulsión, la locura que has experimentado, en un compañero. Los compañeros se encuentran y se reconocen el uno al otro una vida tras otra. Creo que Emma puede ser un leopardo.

En el momento que escuchó la palabra compañero, el leopardo en él saltó y el hombre en él retrocedió. Él no era el compañero de nadie, y menos de Emma. Ella era suya. Ella le pertenecía, pero él no pertenecía a nadie. Su vida era una farsa cuidadosamente construida.

– Eso es imposible. No hay absolutamente nada en su pasado para hacerme pensar eso. Y estuvo casada con alguien más. -Esto último salió demasiado parecido a una acusación, y Jake mantuvo los ojos fijos en las vallas mientras las pasaban.

– Eso no quiere decir que no fuera tu compañera en una vida anterior. ¿Hay veces en que te es familiar? ¿Tienes recuerdos de ella que no deberías tener?

Jake respiró.

– ¿Cómo podría ella ser leopardo y no saberlo?

– El celo viene lentamente y en pequeñas paradas y comienzos. Un día está bien, el siguiente puede estar de humor cambiante, con una estimulación sexual intensificada que atrae a cualquier macho de la vecindad. Incluso al leopardo que no puede olerla cuando el celo está en la fase disminuida, pero corre a por ella cuando se alza.

– ¿Qué le sucede a ella si es leopardo?

– Finalmente su leopardo surgirá, pero siempre en medio del calor sexual. El leopardo afectará a la mujer. Ella estará tan necesitada como su gato.

El cuerpo de Jake respondió al pensamiento de Emma en plena necesidad. Podría cuidar de sus necesidades cuando nadie más podía. Tenía una fe completa en sí mismo de que podría atarla a él con sexo. Había aprendido hacía mucho tiempo como hacer que una mujer rogara por él. Quizá había estado tomando el camino equivocado con ella.

Drake condujo la furgoneta por el largo y sinuoso camino por la parte trasera de la casa donde estaba la puerta de la cocina.

– Una cosa más, Jake. Mientras corrías, seguridad nos llamó por radio. Encontraron un microchip de grabación de datos, un chip activado por la voz en el enchufe del teléfono del estudio. Lo quitaron y lo guardan para ti. No hemos tenido más visitantes que los dos que trajeron a Susan al rancho. Tengo a seguridad comprobando sus nombres. Dana Anderson es la institutriz, y Harold Givens el tutor. Los estamos comprobando ahora.

– Gracias, Drake. Por todo. -Jake salió de un salto, pero sostuvo la puerta, evitando que Drake se alejara-. Hablaba en serio con lo de la cirugía. Pondré a algunas personas en ello inmediatamente. -Se forzó a mirar las marcas de garra en el pecho de Drake-. Asegúrate de cuidarte eso. No querrás que se infecten.

– Bien, Mamá -contestó Drake-. Buenas noches. -Le tiró a Jake su cartera y el teléfono móvil.

Jake agarró los dos artículos, cerró la puerta y retrocedió, mirando como Drake continuaba por el camino hacia las cabañas más pequeñas donde estaban varios de los trabajadores. Entonces giró y subió por el camino hacia la puerta de la cocina. Se detuvo un momento a mandarles un mensaje a sus abogados con instrucciones para poner en marcha por la vía rápida la adopción para Emma, antes de entrar en la casa.

Se paró inmediatamente. Aún en la oscuridad vio el bizcocho y supo que estaba allí para que lo viera. Emma siempre limpiaba, pero había dejado el bizcocho en medio de la mesa, junto con los dibujos y dos regalos brillantemente envueltos. Los recogió. Una tarjeta decía Kyle con pintura verde garabateada sobre ella, y la otra decía De Andraya, cubierta de un lío púrpura.

El corazón se le encogió. Había fastidiado un gran momento. No estaba hecho para ser padre o marido. Pensaba en ello mientras subía las escaleras e iba a la habitación de los niños para darles el beso de buenas noches antes de girar resueltamente hacia el cuarto de Emma. Frunció el entrecejo, parándose delante de la puerta. La puerta estaba cerrada. Desde que la conocía, ella nunca había dormido con la puerta cerrada completamente porque quería estar segura de oír a los niños. Puso la mano en el pomo de la puerta y lo giró. Estaba cerrada.

La furia barrió por él, instantánea y feroz, su genio feo y negro. ¿Estaba enojada con él y se atrevía a cerrar su puerta contra él? Que le maldijeran si ella empezaba a hacer eso.

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