33

—¿Qué es usted? ¿Idiota? —preguntó Selgan, sacudiendo la cabeza asombrado.

—¡Daklar no tenía que estar allí! —dijo Ponter—. Una ceremonia de unión implica sólo a los padres y a los dos hijos que se unen. No hay ninguna función para los compañeros del mismo sexo de los padres.

—Pero Daklar era tabant de sus hijas.

—De Jasmel no. Jasmel había alcanzado la mayoría de edad. Ya no tenía una tutora legal.

—Pero usted llevó a Mary —dijo Selgan.

—Sí. Y no pido disculpas por eso: era mi derecho llevar a alguien en lugar de Klast. —Ponter frunció el ceño—. Daklar no debería haber estado allí.

Selgan se rascó la cabeza, donde mostraba menos pelo.

—Ustedes los de las ciencias físicas —dijo, sacudiendo de nuevo la cabeza—, esperan que los humanos se comporten de manera predecible, que sigan leyes inmutables. Pero no lo hacen.

Ponter hizo una mueca.

—A mí me lo va a decir.


Para horror de Mary, se suponía que todos tenían que participar en el despiece del ciervo. Bal y Yabla, como padres del… del «novio» (Mary no podía dejar de utilizar el término), habían traído afilados cuchillos de metal, y Bal abrió al ciervo de la garganta a la cola. Mary no estaba preparada para la visión de tanta sangre y se excusó, apartándose un poco.

Hacía frío allí, en el mundo neanderthal, y la temperatura seguía bajando. El sol está a punto de ponerse.

Mary estaba de espaldas al grupo, pero al cabo de unos momentos oyó pisadas sobre las primeras hojas de otoño. Supuso que era Ponter, que venía a ofrecerle consuelo… y una explicación. Pero el corazón de Mary dio un brinco cuando oyó la grave voz de Daklal.

—Parece incómoda con el deshollamiento del ciervo —dijo.

—Nunca he hecho nada parecido —respondió Mary, dándose la vuelta.

Vio que Yabla y la pequeña Mega estaban recogiendo leña para encender una hoguera.

—No importa. Tenemos un par de manos extra, de todas formas.

Al principio Mary pensó que Daklar estaba haciendo referencia a su propia presencia, que claramente había sorprendido a Ponter y por tanto, pensó Mary, tal vez le estaba dirigiendo una indirecta.

—Ponter me invitó —dijo Mary, molesta por parecer a la defensiva.

—Ya veo.

Mary, sabiendo que lamentaría hacerla, pero incapaz de detenerse, insistió.

—No comprendo cómo puede ser todo luz y dulzura después de lo que le hizo a Adikor.

Daklar guardó silencio un momento, y Mary fue incapaz de leer su expresión.

—Veo que nuestro Ponter ha estado contándole cosas —dijo por fin la mujer neanderthal.

A Mary no le gustó la expresión «nuestro Ponter», pero no respondió nada. Pasado un instante, Daklar continuó:

—¿Qué le dijo exactamente?

—Que mientras él estuvo en mi mundo, usted acusó a Adikor de su asesinato… ¡Adikor! ¡A quien Ponter quiere tanto!

Daklar alzó la ceja.

—¿Le dijo cuál fue la principal prueba contra Adikor?

Mary sabía que Daklar era recolectora, no cazadora, pero se sintió como si la estuvieran conduciendo a una trampa. Sacudió la cabeza en un arco de pocos grados.

—No había ninguna prueba, porque no hubo ningún crimen.

—No esa vez, no. Antes.

Daklar hizo una pausa y su tono pareció un poco altivo, un poco condescendiente.

—Estoy segura de que Ponter no le ha hablado de su mandíbula fracturada.

Pero Mary quiso asegurar su intimidad con el hombre.

—Me lo contó todo. Incluso he visto radiografías.

—Bueno, entonces debería comprender. Adikor ya había intentado matar una vez a Ponter, así que…

De repente Daklar se interrumpió y sus ojos se abrieron como platos mientras, al parecer, leía algún signo en la cara de Mary.

—No sabía que fue Adikor, ¿verdad? Ponter no le confió eso, ¿no?

Mary sintió que su corazón latía velozmente. No fue capaz de dar una respuesta.

—Bueno —dijo Daklar—, entonces yo tengo nueva información que darle. Sí, fue Adikor Huld quien golpeó a Ponter, en la cara. Entregué como prueba imágenes del archivo de coartadas de Ponter, donde se mostraba el ataque.

Mary y Colm habían tenido sus problemas (sin duda) pero él nunca le había pegado. Aunque sabía que era demasiado común, no podía imaginar seguir viviendo con un esposo que abusara de ella físicamente, pero…

Pero había sido sólo una vez y…

No. No, si Ponter hubiera sido mujer, Mary nunca hubiese perdonado a Adikor por golpearlo aunque sólo fuese una vez, igual que…

Odiaba pensarlo, lo odiaba cada vez que lo recordaba.

Igual que nunca había perdonado a su padre por haberle pegado una vez a su madre, hacía décadas.

Pero Ponter era un hombre, era físicamente igual a Adikor y… y sin embargo, nada —nada— excusaba esa conducta. ¡Golpear a alguien a quien supuestamente amas!

Mary no supo qué responderle a Daklar, y cuando hubo pasado el tiempo suficiente para que esto resultara obvio, la mujer neanderthal continuó:

—Así que verá, mi acusación contra Adikor no carecía de fundamento. Sí, ahora lo lamento, pero…

Se calló. Hasta el momento, Daklar no había mostrado ningún reparo en hablar, y por eso Mary se preguntó qué era lo que dejaba sin decir. Y entonces lo comprendió.

—Pero a usted la cegaba la idea de perder a Ponter.

Daklar ni asintió ni negó con la cabeza, pero Mary supo que había acertado.

—Bueno, pues —dijo Mary. No tenía ni idea de si Ponter le había hablado o no a Daklar sobre su relación con ella durante la primera vez que fue al mundo de Mary y…

…y sin duda no había tenido oportunidad de hablar con Daklar de la relación que había cimentado desde entonces, pero…

Pero Daklar era una mujer. Podía pesar más de cien kilos y levantar el doble de esa cantidad, y podía tener vello suave en las mejillas. Pero era una mujer, un miembro femenino del género Horno, y sin duda captaba las cosas tan claramente como Mary. Si Daklar no estaba enterada del interés de Ponter por Mary hasta aquel día, sin duda lo estaba ahora. No sólo por lo cegadoramente obvio (que Ponter había traído a Mary para ocupar el lugar de su mujer-compañera muerta en la unión de su hija), sino por cómo Ponter miraba a Mary, lo cerca que permanecía de ella. Su postura, su lenguaje corporal, sin duda hablaban tan elocuentemente a Daklar como a Mary.

—Bien, pues, sí —dijo Daklar, repitiendo las palabras de Mary.

Mary miró hacia la fiesta de la boda. Pontcr trabajaba en el ciervo muerto con Jasmel, Tryon y Bal, pero no dejaba de mirar en su dirección. Si hubiera sido un gliksin, tal vez. Mary hubiese sido incapaz de leer su expresión a tanta distancia, pero los rasgos de Ponter, y sus emociones, estaban escritos en mayúsculas en su ancho rostro. Evidentemente, estaba claramente nervioso por la conversación que Mary y Daklar mantenían… y bien que podía estarlo, pensó Mary.

Centró su atención en la hembra neanderthal que tenía delante, los brazos cruzados delante de su ancho (pero no particularmente voluminoso) pecho. Mary había advertido que ninguna de las mujeres que había conocido allí, bueno, destacaban como lo hacía Louise Benoit. Suponía que con los machos y las hembras viviendo vidas casi separadas, las características sexuales secundarias no serían tan importantes.

—Él es de mi especie —dijo Daklar, simplemente.

Y en efecto lo era, pensó Mary, pero…

Pero…

Se negó a mirar a Daklar a los ojos y, sin añadir palabra, Mary Vaughan, mujer, canadiense, Homo sapiens, regresó junto al grupo que arrancaba la piel marrón rojiza del cadáver del animal que uno de ellos había matado solamente con su lanza.

Mary tuvo que admitir que la comida era excelente: la carne jugosa y sabrosa, y las verduras también. Le recordó un viaje que había hecho a Nueva Zelanda hacía dos años para asistir a un congreso: todos habían acudido a un festín hangi maorí.

Pero pronto se terminó y, para sorpresa de Mary, Tryan se marchó con su padre. Mary se inclinó hacia Ponter.

—¿Por qué se separan Tryon y Jasmel? —preguntó

Ponter pareció sorprendido.

—Todavía faltan dos días hasta que Dos se conviertan en Uno. Mary recordó las dudas que había sentido mientras recorría el camino hacia el altar con Colm, todos aquellos años atrás. Si se lo hubiera pensado bien, podría haberse echado atrás; después de todo, podría haber conseguido una verdadera anulación católica, no una de las falsas que algún día tendría que conseguir, si el matrimonio no se hubiera consumado.

Pero… ¡Dos días!

—Entonces… —dijo Mary lentamente y, haciendo acopio de valor, preguntó—: Entonces no querrás volver a mi mundo hasta cuando termine, ¿no?

—Es un momento muy importante para…

Se calló, y Mary se preguntó si había pretendido terminar la frase con «mi familia» o con «nosotros»… referido a su especie. Había, después de todo, una gran diferencia en las palabras…

Mary inspiró profundamente.

—¿Quieres que me vaya a casa antes de entonces?

Ponter inspiró también y…

—¡Papá, papá!

La pequeña Megameg corrió hacia su padre. Él se agachó para mirarla directamente a los ojos. —¿Sí, pequeña?

—Jasmel va a llevarme a casa ahora.

Ponter abrazó a su hija.

—Te echaré de menos —dijo.

—Te quiero, papá.

—Yo también te quiero, Megameg.

Ella se puso las manos en las caderas.

—Lo siento —dijo Ponter, alzando una mano—. Yo también te quiero, Mega.

La niña sonrió.

—Cuando Dos se conviertan en Uno, ¿podremos ir a otro picnic con Daklar?

Mary sintió que el corazón le daba un vuelco.

Ponter miró a Mary, y rápidamente bajó la cabeza, de modo que su arco ciliar le ocultó los ojos.

—Ya veremos.

Jasmel y Daklar se acercaron. Ponter se enderezó y se volvió hacia su hija mayor.

—Estoy seguro de que Tryon y tú seréis muy felices.

Una vez más, Mary se sintió extrañada por la frase. En su mundo, la palabra «juntos» habría ido unida a ese deseo, pero Jasmel y Tryon, aunque unidos ahora, iban a pasar la mayor parte de sus vidas separados. De hecho, presumiblemente Jasmel tendría otra ceremonia de unión en el futuro, cuando eligiera a su mujer-compañera.

Mary sacudió la cabeza. Tal vez sí que sería mejor que volviera a casa.

—Vamos —dijo Daklar, dando un paso al frente y dirigiéndose a Mary—, podemos compartir un cubo de viaje que nos lleve al Centro. Supongo que volverá a alojarse con Lurt, ¿verdad?

Mary miró un instante a Ponter, pero ni siquiera la novia iba a dormir con el novio esa noche.

—Sí —respondió.

—Muy bien —dijo Daklar—. Vamos.

Se acercó a Ponter y, después de un momento de vacilación, Ponter le dio un abrazo de despedida. Mary miró hacia otro lado.


Mary y Daklar hablaron poco durante el viaje de regreso. De hecho, después de unos momentos de embarazoso silencio, Daklar se puso a hablar con la conductora. Mary contemplaba el paisaje. En Ontario no quedaban prácticamente bosques antiguos, pero aquí los había en abundancia.

Por fin, la depositaron en la casa de Lurt. La mujer-compañera de ésta, y la propia Lurt, quisieron enterarse de todos los detalles de la ceremonia de unión, y Mary intentó complacerlas. El joven Dab parecía sorprendentemente bien educado, y permaneció calladito sentado en un rincón… pero Lurt explicó al cabo de un rato que estaba entretenido en una historia que le leía su Acompañante.

Mary sabía que necesitaba consejo, pero (¡maldición!) aquellas relaciones familiares eran tan complejas… Lurt Pradlo era la mujer-compañera de Adikor Huid, y Adikor Huid era el hombre-compañero de Ponter Boddit. Pero, si Mary entendía las cosas correctamente, no había ninguna relación especial entre Lurt y Ponter, igual que…

Igual que se suponía que no había ninguna relación especial entre Ponter, cuya mujer-compañera fue Klast Harbin, y Daklar Bolbay, que fue la mujer-compañera de Klast.

Y sin embargo resultaba evidente que mantenían una relación especial. Ponter no le había hecho ninguna mención de ello a Mary durante su primera visita a su Tierra, aunque había hablado a menudo de lo que consideraba que había perdido al ser transportado desde su mundo nativa, sin posibilidad aparente de regresar. Había hablado repetidamente de Klast, a quien ya había perdido, y de Jasmel y Megameg y Adikor. Pero nunca de Daklar… al menos, no como de alguien a quien echara de menos.

¿Podría ser nueva la relación entre ambos?

Pero si lo era, ¿hubiese dejado Ponter su mundo durante una temporada larga?

No, espera. Espera. No había sido una temporada larga: tres semanas transcurridas entre un par de Dos que se convierten en Uno. No podría haber visto a Daklar durante ese período aunque se hubiera quedado en casa.

Mary sacudió la cabeza. Necesitaba no sólo consejo… necesitaba respuestas.

Y Lurt parecía la única persona que podía proporcionarlas en el poco tiempo que quedaba entre ese momento y el siguiente Dos que se convierten en Uno. Pero tendría que estar con Lurt a solas… y no había ninguna posibilidad de lograr eso hasta el día siguiente, en el laboratorio.


Ponter estaba tumbado en un sofá que surgía de la pared de madera de su casa, contemplando la pintura del techo. Pabo, tendida en el suelo de hierba junto a él, dormía.

La puerta principal se abrió y entró Adikor. Paba se despertó y corrió a recibirlo.

—Ésa es mi chica —dijo Adikor, agachándose para rascar la cabeza de la perra.

—Hola, Adikor —dijo Ponter, sin levantarse.

—Hola, Ponter. ¿Cómo ha ido la ceremonia de la unión?

—A ver cómo te lo explico. ¿Qué es lo peor que podría haber pasado?

Adikor frunció el ceño.

—¿Tryon se clavó la lanza en el pie?

—No, no. Tryon estuvo bien. La ceremonia en sí fue bonita.

—¿Entonces qué?

—Daklar Bolbay estaba presente.

—Cartílagos —dijo Adikor, sentándose en una silla de horcajadas—. Eso habría sido incómodo.

—Ya sabes que dicen que sólo los machos son territoriales, pero…

—¿Qué pasó?

—Ni siquiera lo sé. No es que Mary y Daklar tuvieran una discusión ni nada por el estilo, pero… .

—Pero las dos sabían de la otra.

Ponter se puso a la defensiva, incluso él se daba cuenta.

—No les he ocultado nada a ninguna de las dos. Ya sabes que el interés de Daklar me pilló por sorpresa y, bueno, entonces no sabía que volvería a ver a Mary. Pero ahora…

—Dos se convertirán en Uno pasado mañana. No verás a Jasmel, te lo garantizo. Recuerdo el primer Dos que se convierten en Uno después de mi unión con Lurt. Apenas salimos a respirar.

—Lo sé —dijo Ponter—. Y aunque veré a Mega…

—Todavía tendrás que decidir con quién vas a pasar el tiempo… y en casa de quién vas a dormir.

—Esto es ridículo. No tengo ningún compromiso con Daklar.

—Tampoco lo tienes con Mary.

—Lo sé. Pero no puedo dejarla abandonada durante Dos que se convierten en Uno.

Ponter hizo una pausa, esperando que Adikor no se ofendiera por sus siguientes palabras.

—Créeme, sé lo solitario que uno se siente.

—Tal vez ella debería volver a su casa antes de que llegue ese momento —dijo Adikor.

—No creo que le gustara.

—¿Con quién quieres estar tú?

—Con Mary. Pero…

—¿Sí?

—Pero ella tiene su mundo, y yo tengo el mío. Los obstáculos son formidables.

—Si puedo ser tan atrevido, viejo amigo, ¿dónde encajo yo?

Ponter se sentó en el sofá.

—¿Qué quieres decir? Tú eres mi hombre-compañero. Yo nunca permitiría que eso cambiara.

—¿No?

—Por supuesto que no. Te quiero.

—Y yo te quiero a ti. Pero me has hablado de las costumbres gliksin. Mary no busca un hombre-compañero al que pueda ver unos pocos días cada mes, y dudo que quiera encontrar a una mujer-compañera en absoluto.

—Bueno, sí, las costumbres de su gente son distintas, pero…

—Es como los mamuts y los mastodontes —dijo Adikor—. Cierto, se parecen mucho, pero intenta mezclar un mamut macho con una mastodonte hembra, ¡Y cuidado!

—Lo sé —dijo Ponter—. Lo sé.

—No veo cómo vas a conseguir que funcione.

—Lo sé, pero…

—¿ Puedo decir algo?

Era la voz de Hak.

Ponter se miró el antebrazo izquierdo.

—Claro.

—Sabes que normalmente me mantengo al margen —dijo el Acompañante—. Pero hay un factor que no estás teniendo en cuenta.

—¿Sí?

Hak pasó a los implantes auriculares de Ponter.

—Puede que quieras que te diga esto en privado.

—Tonterías. No tengo secretos para Adikor.

—Muy bien —dijo Hak, pasando al altavoz externo—. La sabia Vaughan se está recuperando de una experiencia traumática. Sus emociones y su conducta últimamente pueden ser atípicas.

Adikor ladeó la cabeza.

—¿Qué experiencia traumática? Quiero decir, sé que comer una comida que Ponter haya ayudado a preparar puede ser devastador, pero…

—Mary fue violada —dijo Ponter—. En su mundo. Justo antes de que yo llegara allí.

—Oh —dijo Adikor, poniéndose serio inmediatamente—.¿Qué le hicieron al tipo que la violó?

—Nada. Se escapó.

—¿Cómo es posible … ?

Ponter alzó el brazo izquierdo.

—No hay Acompañantes. No hay justicia.

—Huesos sin tuétano —dijo Adikor—. En qué mundo deben vivir…

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