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Bernal Herrera a María del Rosario Galván


¿Estás segura de que tu estrategia es la acertada? Si tu protegido Nicolás Valdivia está trabajando con Tácito de la Canal, no es sólo para adquirir experiencia. Ni siquiera para conocer de cerca a nuestro adversario. Está allá para encontrar el punto débil de Tácito, la realidad que lo elimina, el acto que lo condena. Ya sabemos que es un canalla. Saca la cuenta de los canallas impunes que hayas conocido en la vida política y que hoy siguen impunes pero ricos. Hay que pescar a Tácito con las manos en la masa. ¿Qué ha descubierto Valdivia? Poca cosa. Lo que ya sabíamos. Que Tácito es servil. Que es cruel. Que es zalamero con los de arriba y abusivo con los de abajo. Que se deja tratar como servilleta usada por el Presidente. Que acaso el Presidente necesita un criado de lujo. Que quizás el Presidente necesita un cancerbero con carlanca de púas para defenderse de los inoportunos.

Nada nuevo. El más ilustrado de los gobernantes requiere la seguridad que le da un yes-man, el que le dice que sí a todo. Ya ves, nuestro Presidente sigue la costumbre de siglos. Como Federico de Prusia o Catalina la Grande, trae a su corte a la Ilustración francesa, a Voltaire y a Diderot, que ese es nuestro buen amigo Xavier Zaragoza, el bien llamado "Séneca". Pero Federico tenía al mismo tiempo su valet Fredersdorf para lamerle las botas y Catalina a Potemkin para lamerle otra cosa. Así tiene Lorenzo Terán a Tácito de la Canal.

No estoy satisfecho, amiga mía. Los plazos se acortan y en política los plazos son la mitad, por lo menos, de la jugada. Si no anulamos a Tácito de aquí a los seis meses que siguen, usará su puesto como trampolín a la candidatura presidencial. ¿Y sabes una cosa? Ser el contrincante de Tácito de la Canal no sólo me repugna. Me humilla. Si gano las elecciones del 2024 contra una lombriz como Tácito, mi victoria será tan grandiosa como la de un hombre que aplastó con la planta del pie a una cucaracha. Será un triunfo hueco. Y si, a partir de su influencia con el Presidente, es él quien me gana, ello significará el fin de mi carrera política.

María del Rosario: sabes que no soy un cobarde y que asumo mis propias responsabilidades. Pero la vida nos ha hecho algo más que amigos: aliados. Nuestros destinos están ligados. Me haces falta porque eres mujer. Es decir, porque tienes algo más que el celebrado instinto femenino. Al instinto unes un talento político excepcional. Sabes leer la realidad invisible. Sabes mirar lo que está al lado. Ves lo que a mí se me escapa. No te digo nada que no sepas (o que yo no te haya dicho antes). Sin ti, no avanzo. Tú me permites soportar las terribles agresiones del ambiente. Tú me comunicas una virtud indispensable en política: la capacidad para manejar grupos de hombres inseguros. Tú lo sabes y yo lo he visto. Al más inepto miembro del Gabinete (y mira que abundan) le haces sentirse un Aristóteles hermanado con Bonaparte. Y a todos, al darles confianza, les haces saber que me representas, que sigues mis instrucciones. Que eres una espléndida mujer de talento, pero no un agente libre. Estás unida para siempre a Bernal Herrera.

Es decir, todos saben que el apoyo y los consejos que les das lo haces porque yo te lo pido. El secretario de Agricultura Epifanio Alatorre ha venido a agradecerme a mí la información sobre la inminente baja del precio del azúcar que él, almacenando torpemente el dulce como un tesoro, ni se sospechaba. El secretario Alatorre desconoce por completo que la política agraria de la Unión Europea y de los Estados Unidos tiene el efecto de arrinconar a las exportaciones agrarias de los países pobres: vendemos poco y barato y nada ganamos con almacenar, esperanzados de que así los precios suban. No habrá escasez en el mundo desarrollado. Habrá la munificencia hacia el mendigo, nada más. La limosna. El secretario de Obras Públicas Antonio Bejarano me debe la vida porque tú le hiciste saber las ligas del contratista Bruno Levi con la compañía rival del secretario en su antigua actividad privada -de cuyas acciones sólo se ha desprendido de mentirillas, vía hombres de paja-. Qué ganas de sorprender a Tácito en una movida chueca como esta. Pero Bejarano no tiene importancia política. Puede ser tan corrupto como quiera. Sin embargo, el poder sobre él es nuestro, venida la ocasión. Sin mí -sin ti- su desgracia sería cosa segura.

Y así podría seguir, mi queridísima señora. Sólo que el pez más gordo, mi único rival visible para la elección del 2024, no nos debe nada, ni a ti ni a mí. Esa es nuestra enorme debilidad. No creo en la gran inteligencia de Tácito, pero sí sé que es eso que en los ranchos se llama una chucha cuerera, un Maquiavelo de nopal con una capacidad de intriga tan vasta, mi querida amiga, como nuestra propia capacidad de gratitud y afecto mutuos. Debemos suponer que no hay secretario de Estado que no le deba tantos favores a Tácito como a ti y a mí. No en balde es el dueño de las llaves de acceso al santo de los santos, la oficina del señor Presidente, nuestro muy cuadrado "despacho oval".

Debemos, en todo caso, pensar que la pelea es pareja y no dormirnos en ningún laurel. Ahora, ¿es capaz tu protegido Valdivia de encontrar, incrustado en la burocracia de Tácito, el secreto que condena a Tácito, más allá de seducir secretarias?

Flaco resultado, doña María del Rosario, flaco de verdad. Si no tenemos pronto pruebas que condenen en serio a Tácito de la Canal, lamento decirte que llegaremos a la lid, por lo menos, en condiciones de fuerza pareja él y yo. No lo tolero. Quiero llegar con una clara ventaja. ¿Cuál? Cuento con tu bien ganada fama de mujer inteligente, intuitiva… y seductora.

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