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María del Rosario Galván a Nicolás Valdivia


Su información, querido amigo, no tiene precio. Dan ganas de salir al balcón de Palacio, tocar la campana de la Independencia y proclamar la verdad. Pero en política los tiempos cuentan. Es más, hacer política es saber medir los tiempos. Se dice fácil. Es mucho más difícil conciliar la inteligencia con la pasión a fin de cumplir con los deberes.

El deber que nos hemos impuesto es impedir que Tácito de la Canal llegue a la Presidencia. Por fin, gracias a usted, tenemos las cartas en la mano. Olvidémonos de insultar a Tácito. Los insultos se olvidan. Los odios se arman. La irritación cunde. La frustración es inaceptable y provoca sin quererlo el desorden que a su vez provoca las acciones irracionales y protege las aventuras políticas más peligrosas y contraproducentes. En otras palabras, procedamos con método. Nuestro pobre país ha sufrido de un desorden endémico. Ha sufrido hambre y desmoralización casi constantes. México: muchas heridas y poco tiempo para curarlas.

Cito a nuestro amigo Bernal Herrera:

– Todos estos males se evitan si creamos un país de leyes y las practicamos.

Este es el punto. Tácito de la Canal ha violado la ley flagrantemente. Lo has conocido. Has trabajado con él. Sabes que es un hombre cruel y mezquino. Quizás aún no sepas que la gente más cruel es la más insegura. Son crueles porque tienen miedo de no ser. La crueldad les da cédula de identidad. Es el camino más fácil. Querer, darle la mano al prójimo, ponerle atención a sus necesidades, eso sí que requiere, querido amigo, tiempo y pasión. Pocos lo tienen. Confieso que en ocasiones a mí me falta y hasta me regaño a mí misma:

– Paciencia, mujer. Tranquila.

Pero no te fíes del azar para destruir a Tácito. El azar se encarga de sí mismo y lo que tú y yo y Bernal Herrera debemos hacer es dominar al azar con la voluntad y a la voluntad gobernarla con acciones bien calculadas. Recuerda que las pasiones son formas arbitrarias de la conducta. Deja que sea Tácito quien se fíe del azar y actúe arbitrariamente. El buen político lo convierte todo en ventaja. Suma el accidente de tu encuentro con el archivista como se llame, la existencia de los documentos que no fueron destruidos, la asombrosa (lo admito y reflexiono sobre el particular) rúbrica de Tácito, tu presencia en la oficina de Tácito, nuestra amistad, mi estrecha relación con Bernal Herrera y el calendario político que se nos viene encima sin pedir permiso.

Súmalo todo, Nicolás Valdivia, y mide tus tiempos. Eres dueño de un secreto que has compartido conmigo, afirmando aún más la confianza que yo te tengo y de la cual, a veces, tú pareces dudar o, por lo menos, no corresponderme. No importa. El secreto, sabes, es uno de los peores enemigos políticos. Mira a México, mira a Colombia, mira a Europa o los USA. Asesinatos, negocios turbios, narcotráfico, información confidencial. Todo une a los enemigos. Ahora tenemos la fortuna de que un secreto una a tres amigos. Tú no te imaginas, Nicolás, la de veces que, siendo aún jovencita, confié en la discreción de amigos a los que consideraba seguros, sólo para despertar de mi ingenuo sueño a la realidad de la traición y la indiscreción. Tú me devuelves confianza y amistad.

Bernal, tú y yo, unidos por un secreto.

Y frente a nosotros, allí tienes a los demás, como en el reparto de una obra de teatro. El que engaña y disimula sus pasiones: Tácito de la Canal. El que siempre es inferior a su alarde: Andino Almazán. El que cumple profesionalmente su trabajo: Patricio Palafox. El que sólo quiere hacerse rico: Felipe Aguirre. El que fanfarronea sus vicios y no oculta sus ambiciones: Cícero Arruza. El inescrutable soldado profesional que quizá juega a varias bandas: Mondragón von Bertrab. Y el más peligroso de todos, el que colecciona víctimas como otros estampillas: el expresidente César León.

Y tú y yo y Bernal Herrera.

Y un Presidente que sólo quiere pasar a la historia.

Ayudémosle.

Ah, sí, cómo no, el medio es chico, es mezquino. Pero como no tenemos otra realidad, el medio es poderoso. Y para moverse en él -para volver a mi punto de partida- el secreto es importante. A veces, la información que das y recibes le es más útil a tu enemigo que a tu amigo. Entonces te das cuenta de que nunca debió salir del secreto. A veces, te lo digo, pecas de candoroso. El corazón se te enternece cuando tratas a los humildes, a la secretarita humillada, a la recepcionista estafada, al archivista sin esperanzas… Recuerda que no nacimos para vivir con los pobres ni como los pobres. A los pobres hay que respetarlos… de lejos.

Te lo recomiendo seriamente. Nunca seas sincero con un pobre. Recibirás en pago el desprecio igualitario y eso un político no se lo puede permitir. No dejes que, en recompensa de tu buen corazón, te den trato de igual a igual. No eres igual a los inferiores. No lo eres. Calcula. Manipula. Si no actúas con talento, si revelas o dilapidas nuestro pacto, nos pierdes y te pierdes. Allí termina tu carrera. Y me frustras a mí.

Recuerda lo que te prometí. Espera. Calcula.

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